miércoles, 15 de junio de 2016

TRUMP CONTRA HILLARY. LO QUE ESTÁ EN JUEGO


Las próximas elecciones norteamericanas van a tener más repercusión en España que las elecciones del próximo 26-J. A fin de cuentas, España es el “vasallo” y todas las opciones presentes aquí se cuidan de preservar lo “políticamente correcto”, no sea que el “amigo americano” se lo tome a mal. Pero en EEUU, ya es otra cosa. Las elecciones que se van a celebrar allí influirán como ninguna otra en nuestro país y, desde luego, mucho más que las del 26-J.

La batalla entre Donald Trump y Hillary Clinton tiene muchos más matices de lo que generalmente se cree. No es, desde luego, una lucha entre el “liberalismo simpático” de la segunda y el “conservadurismo iracundo” del primero, como podría considerarse de una manera simplista. Es mucho más. Lo que se enfrentan en esta ocasión son las dos líneas que han estado presentes en los EEUU desde la fundación de aquella nación. Se trata de una competición electoral en la que es imposible tomar partido y decidir cuál de los dos candidatos es “mejor” para España y paa Europa. Cada cual aporta, no sus “pros y sus contras” sino sus “contras y sus recontras”. Vale la pena tenerlo en cuenta.


El mejor aval de Donald Trump es el “aislacionismo” que propone en política exterior. Contrario a las intervenciones en terceros países, todas sus declaraciones tienden a encerrar a los EEUU en sus fronteras y desconectarlo prácticamente del resto del mundo, o al menos, de sus problemas. Con un Trump como presidente no habría tropas norteamericanas en Oriente Medio, ni los marines, la VI Flota y el Mando Aéreo Estratégico se preocuparían de la defensa de Europa. Todo el interés de Trump está puesto en la política interior: en tanto que conservador, su lema es “ley y orden”. Conservador en lo político es liberal en lo económico. Simplemente, los EEUU no deben preocuparse de la economía: las propias empresas, los consorcios bancarios y los conglomerados corporativos deben espabilarse por sí mismos, sin esperar que el Estado les allane el camino.

Trump propone una de las interpretaciones posibles de la Constitución Americana: Estado reducido al mínimo esencial, contención del gasto público, rebajas fiscales y mantenimiento, con todo ello, del orden social que los EEUU han visto siempre. Nada más. Este es su proyecto: aislacionista y conservador. ¿Sus apoyos? Lo que desde la “era Reagan” se llama el “dinero viejo” y que estuvo en el origen de su victoria electoral en noviembre de 1980. Capitales tradicionales ligados a la industria nacional, petroleros del sur y empresas de tamaño medio.

Frente a Trump, Hillary, en cambio, es partidaria de atribuir a los EEUU una misión universal de mantenimiento, salvaguardia y promoción de los derechos humanos, la propiedad privada, el libremercardo internacional. Su mesianismo es preocupante porque sabemos lo que encubre: la posibilidad de intervenir militarmente allí en donde los intereses de los EEUU (o de los consorcios empresariales y financieros norteamericanos) lo requieran. ¿Sus apoyos? Las “tres hermanas”: la CIA, el Pentágono y el complejo militar-industrial.

El mesianismo de Hillary es “expansivo” e intervencionista. El de Trump, convencido de que los EEUU es una “gran nación de la colina” observada por todo el mundo es, a la inversa, un mesianismo “implosivo” y aislacionista. Obviamente, Hillary no plantea su campaña en esos términos: precisa votos y, para ello, ofrece “políticas sociales” que ya renunció a poner en práctica cuando era la “primera dama”. Lo esencial de su política y lo que los electores norteamericanos deberían recordar es eso: que se les requiere para que voten un programa intervencionista y belicista que precisa de la guerra para satisfacer a quienes la proponen.

El elemento más característico de la política de Trump es su rechazo a la inmigración. Los EEUU, en efecto, están experimentando un aumento de la inmigración, pero esto no es lo que más preocupe a Trump. A fin de cuentas, los negros no suponen un riesgo, salvo para los guetos y la Casa Blanca queda muy lejos de estos barrios. Mientras la delincuencia no salga de los guetos el conservadurismo norteamericano los tolera sin ningún problema. En cuanto a los asiáticos, simplemente, se preocupan de lo suyo y ni siquiera tienen veleidades integracionistas. El problema para Trump son los “hispanos” (mucho más que los “latinos”). Le preocupan las cifras: en estos momentos en EEUU hay 55,2 millones de “hispanos”, un 17%, de los que 25,4 millones están registrados para votar en las próximas elecciones. Y la diferencial demográfica, así como la permeabilidad de la frontera de Río Grande, juegan a su favor.

Lo que horroriza a Trump es que los valores que traen estos inmigrantes en sus hatillos no son los mismos que los que han hecho los EEUU, presentes todavía en los WASP (blancos, anglosajones y protestantes). Son valores muy distintos y, casi diríamos, antiamericanos: su religión es el cristianismo, la religión de los pobres y de los desfavorecidos, frente al calvinismo que concibe la riqueza como un don de dios a los “justos”. La concepción nuclear de la familia en el ámbito latino es muy diferente de la concepción anglosajona o judía. A diferencia de los negros que perdieron su identidad y su lengua en apenas una generación, los hispanos las mantienen en el tiempo y, sobre todo, en intensidad: hoy se habla más castellano en EEUU que en España. Mientras polacos, alemanes y demás grupos europeos, se integraron con facilidad y asumieron los valores propios de la civilización americana, los hispanos conservan sus rasgos, los transmiten a sus hijos y los difunden.

De progresar numéricamente (y en términos económicos) el mundo hispano en EEUU como lo ha hecho en los últimos treinta años, en apenas veinte más, los EEUU tendrán necesariamente que alterar su línea política, sus concepciones, su interpretación de la constitución y adaptarlo a la población que irá camino de ser mayoritaria. Es inevitable. Trump lo ha advertido porque sus intereses están puestos en la política interior. Hillary no, porque mira fuera de los EEUU y solo tiene ojos para satisfacer a los promotores de su candidatura: las “tres hermanas”.

Trump garantiza una política de “decoupling”, de desconexión creciente entre EEUU y Europa e incluso un replanteamiento de la “doctrina Monroe” (América para los americanos… del Norte). Es el realismo en política exterior: los EEUU ya no pueden dilatar mucho más su “imperio” sin el riesgo de que les ocurra lo que le ocurrió a Alejandro Magno a las puertas de la India. El realismo empresarial induce a Trump a pensar que un solo imperio mundial es inviable. Su conservadurismo hace el resto: “ley, orden y progreso” dentro del país y dejar al exterior a su merced. Hillary, en cambio, cree –necesita creer- que sí es posible una globalización mundial manteniendo la hegemonía de los EEUU.

Hay un último factor a tener en cuenta: Trump no dirige sus andanadas contra la inmigración, en dirección ni a los asiáticos, ni a los negros. Asia y África están lejos. La inmigración que llega a EEUU existe pero es minoritaria en relación a la que atraviesa la frontera del Sur de los EEUU. El mensaje de Trump es, anti-inmigración, pero sobre todo anti-hispano. Vale la pena no olvidarlo. Si España, en estos momentos, tuviera aquello de lo que carece (unidad interior, clase política dirigente, proyecto nacional) apoyaría sin dudar y estimularía la hispanización de los EEUU. A fin de cuentas, en el siglo XVIII medio territorio de los EEUU formaba parte del imperio español. Unos EEUU con una población hispana próxima al 30% debería necesariamente dejar de ser un foco de infección política, económica y cultural para el mundo y ser el aliado natural de una península ibérica (España + Portugal) que asuma su papel histórico de puente entre Europa y América.

Frente a un proyecto de este tipo, Trump propone un reforzamiento de las raíces WASP de los EEUU y Hillary de su agresividad hacia el exterior. Con Hillary la hispanización de los EEUU segiría de manera inexorable. Con Trump encontraría escollos y quedaría frenada. Pero con Hillary el mundo podría precipitarse hacia nuevas guerras y aventuras exteriores (necesarias para mantener la cuestionable hegemonía mundial de los EEUU), mentras que con Trump el equilibrio mundial está más garantizado. Esto es lo que está en juego y lo que se decidirá en las presidenciales norteamericanas.


© Ernesto Milá – info|krisis – ernesto.mila.rodri@gail.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen: http://info-krisis.blogspot.com