A medida que pasan los días, los
medios de comunicación siguen acentuando la presión para que la masa acuda a
las urnas el próximo 26-J a votar por no importa quién. Dos elecciones en menos
de un año no son un récord: la República de Weimar tiene todavía el máximo de
elecciones generales: tres en un año así como una elección presidencial a dos
vueltas y elecciones en los “Estados Federados”… era 1932. El problema no es la fatiga
electoral sino la convicción de que estas elecciones no resolverán nada, no
mejorarán la situación de los ciudadanos, ni siquiera aliviarán un poco los
grandes problemas que el país tiene planteados.
La novedad no será que el PSOE se
deshinchará un poco más, sino que Podemos
ocupará el lugar a la izquierda de esa socialdemocracia marchita y
crepusculona. ¿Ciudadanos? Bah, Ciudadanos es el contenedor de los desengaños
al que van a parar los votos del rechazo generados en el centro-izquierda y en
el centro-derecha, un nuevo centrismo que es como el de hace cuarenta años.
Cambiar a Suárez por Rivera, a las americanas de la sección de hombres de El Corte Inglés por las de Dolce & Gabbana y el resto es más de
lo mismo: “ni izquierdas, ni derechas,
pactando con quien haga falta para servir a mis intereses”. Eso es el “centrismo”
con o sin el pleonasmo “neo”. ¿El PP? Conservará lo que tenga que pueda
conservar y, desde luego, seguirá siendo el partido mayoritario. Hará lo que ha
hecho en estos últimos cuatro años: aplicar las fórmulas recomendadas por la
Unión Europea.
Hay que reconocer que el político
más hábil del momento actual es Rajoy: ha entendido que lo mejor es callar y
dejar que otros metan la pata y se desprestigien a sí mismos. Desde hace mucho
tiempo no se vota “a favor de”, sino “en contra de” y, por tanto, las campañas
de Rajoy se caracterizan por sus silencios y que otros digan las barbaridades. La
campaña de Rajoy se está basando en que Pedro Sánchez, después de dos meses de “conversar”
con todos los partidos políticos comunicó que lo que ya se sabía desde la noche
electoral del 20-D pasado: que no podía formar gobierno y que había que ir a
otras elecciones. Todos han pretendido ser la crema de todas las salsas: Ciudadanos ha negociado con el PSOE,
también con el PP. Podemos ha negociado con Ciudadanos
y con el PSOE, el PP ha negociado con todos salvo con Podemos y Podemos ha
hecho justamente a la inversa. ¿Resultado? Nuevas elecciones… gratificaciones
para los diputados y senadores por el final de la legislatura y prepararse para
quince días de campaña y cuatro años de disfrutar de las rentas.
Si hubiera programadores con
suficiente capacidad política, simplemente habría que encargarles que
elaboraran un software que generara
las mejores políticas para el país y fuera capaz de aplicarlas electrónicamente.
Técnicamente es posible y, desde luego, saldría mucho más barato que el circo
que estamos viviendo en donde las primadonas de la política nacional
evolucionan según el guión asignado en la pista única central modelada por los
medios.
Oírlo bien: gane Podemos (que no
ganará), mirar a Ciudadanos (que tampoco ganará), mirad al PSOE (que perderá
mucho o poco) y mirar a Rajoy (que ganará poco o retrocederá poco), se combinen
como se combinen (con “gran coalición” PP-PSOE una vez desplazado el insalvable
“soldado Sánchez”, con una “coalición de izquierdas” PSOE-Podemos que generará
abandonos en ambos partidos, con una coalición centrista, Cs-PSOE-Cs, tan
inestable como un castillo de arena en el desierto), solamente se aplicará una
única y misma política cuyos rasgos serán los siguientes:
-
Mantenimiento de España en la UE con las
condiciones actuales.
-
Reforma constitucional destinada a eternizar en
el poder a los que la formulen.
-
Políticas económicas impuestas por la UE.
-
Ausencia de otro modelo económico que no se base
en el turismo y la hostelería.
-
Permanencia del Estado de las Autonomías con sus
rasgos actuales.
-
Permanencia de España en la OTAN y políticas
exteriores a remolque de la USA.
-
Mayor carga fiscal sobre las clases medias y el
trabajo.
-
Tolerar niveles de corrupción mientras no salgan
a la superficie.
-
Política de favorecer la inmigración para bajar
salarios y “ganar competitividad”.
-
Inercia en materia de educación (hundida) y de
sanidad (en deterioro progresivo).
-
Debilidad y dependencia del Estado del capital
financiera internacional.
-
Renuncia a exigir quitas en la deuda del Estado.
Nada, absolutamente nada de todo esto, que son las
políticas que se aplicarán en los próximos cuatro años, variará esencialmente.
Sabemos lo que nos espera y sabemos que ningún partido hará nada para evitarlo.
Podemos, que sería la única fuerza
que aplicaría algunas “correcciones” a este esquema, finalmente seguiría los
pasos de Syriza en Gracia: mover poco para que nada esencial se conmueva. Y,
por otra parte, mirad las listas de Podemos, su gestión en los municipios en
donde ha gobernado y veréis que “el Kichy”, Gordillo y su banda, no son un
anécdota en ese partido que dejaría con aroma a porro hasta las moquetas de los
ministerios. Sin olvidar que la presencia de los “últimos mohicanos” del PCE en
sus listas, acentúa su carácter de marxistas vergonzantes y travestidos. Nada
se puede esperar de estas elecciones.
O España no tiene remedio (y soy
de los que piensan que el drama histórico de España no es de ahora, sino que se
inició hace casi cinco siglos) o, si lo tiene, falta el instrumento político para generarlo y la
posibilidad de establecer los componentes de la pócima, esto es, las ideas para
resolver este problema histórico. Así, pues, ¿para qué votar a las “granes
opciones”?
¿Votar a las “pequeñas opciones”?
Pff… ¿para qué? Las pequeñas opciones después de estas elecciones, seguirán
siéndolo y, acaso, lo serán todavía más empequeñecías. Su amateurismo indica a
las claras porqué siguen siendo minúsculas y jamás terminan de arrancar. Quien
les vota, si reflexiona, lo hace simplemente como gesto de piedad y de cariño,
no como acto político de afirmación de ideas cada vez más irreales e inaplicables.
¿Hay, lo que podríamos llamar “pequeñas
opciones con futuro”? No lo sé, francamente. Para que una opción que hoy se encuentra en pañales,
pueda tener futuro hace falta que se den muchas circunstancias y no tengo claro
que, en ninguna, estén todas ellas, presentes. De todas formas, basta
con esperar tres años: si en ese tiempo, ninguna opción “alternativa” despega,
luego ya será demasiado tarde y la sociedad española estará demasiado degradada
para que un mensaje de “regeneración identitaria” pueda ser entendido. Así que resulta
ocioso hablar de este tema, especialmente hoy, cuando de lo que se trata es de
elucidar que resolverán estas elecciones que no resolverán nada salvo el rostro
del poncio que ocupa la presidencia. Sea cual sea, ya sabemos cuál será.
¿Sabéis lo peor? Lo peor es que todas esas
políticas antinacionales y antisociales que hemos enumerado antes, no se “impondrán”
por la fuerza, sino mediante los votos. Ayer Guillaume Faye decía que las políticas de los gobiernos europeos, por primera vez en la
historia, reflejan que el Estado está contra la Nación, entendida como conjunto
de todos los ciudadanos. Hay algo peor en España, además de estar el Estado
contra la Nación, la sociedad es quien legitima esta acción avalándola con sus
votos.
¿Mi horizonte ideal? Una
abstención-voto nulo-voto en blanco de + – el 50% que no detendría el proceso,
pero que sí al menos demostraría que, al menos, este proceso de poder apretar
las clavijas a la población se hace sin el consenso de ésta y restaría fuerza
moral a los partidos políticos para proseguir con sus exacciones. ¿El resto? Ya
os he explicado lo que vendrá en los próximos años, con o sin tu voto, así que,
relájate, aprovecha el
verano, disfruta de tu familia, de tu tiempo de ocio y a estos no les des ni
cinco minutos de tu vida para apoyarles con tu voto.
© Ernesto Milá – info|krisis –
Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen.