jueves, 25 de agosto de 2022

EL PRESENTIMIENTO DE LA GUERRA QUE VENDRA (I) - EUROPA DEBE TOMAR CONCIENCIA DEL BANDO EN EL QUE SE ENCUENTRA

Nunca me he considerado pesimista. Lo que ocurre es que, en determinados períodos históricos, el pesimismo se confunde con el realismo. No creo que en el verano del 493 con Odoacro y sus hérulos a las puertas de Roma, ningún romano, por optimista que fuera, minimizara la evidencia de que el Imperio estaba viviendo sus últimos días. En el verano de 1939, era, así mismo evidente que se aproximaba una nueva guerra. No había más que leer la prensa para advertirlo: y si íbamos más allá de los titulares y examinábamos la cuestión cautelosamente, era evidente que la masacre que empezaría 1939 y terminaría en 1945, estaba siendo instigada, en especial y por encima de todo, desde el despacho oval de la Casa Blanca. Ese mismo, desde la llegada de Biden al poder, se decidió que había que adelantar la frontera de la OTAN y colocar las baterías de misiles nucleares a menos de 20 minutos de Moscú. Puede decirse que no hay nada nuevo bajo el sol. Seamos más claros todavía: todo induce a pensar que se aproxima una nueva guerra. Y esta vez sí, se tratará de la Tercera Guerra Mundial. Una serie de noticias inquietantes permiten justificar esta afirmación.

EUROPA DEBE TOMAR CONCIENCIA DEL BANDO EN EL QUE SE ENCUENTRA

En su absoluta mediocridad -decía el padre del cantante argentino Facundo Cabral que los idiotas son peligrosos porque son mayoría y en ocasiones “hasta eligen presidente”- los “líderes” de Europa Occidental, creen que, al ponerse del lado de la OTAN, esto es, del lado de los EEUU, se encuentran del lado de la “mayoría” de países. En esto, como en todo lo demás, se equivocan. Unos informativos, verdaderas sucursales del “ministerio de la verdad” orwelliano y unos medios de comunicación, convencionales y digitales, sugieren que al alinearse con los EEUU y con Ucrania, la UE, está en la parte de “la justicia, la libertad, contra el totalitarismo y por el libremercado” que, además, son “la mayoría”. Quien no esté ahí, es un país aislado internacionalmente. En estos últimos meses, los medios han insistido tanto en que Rusia, al atacar a Ucrania, ha quedado “internacionalmente aislado” que hemos terminado creyendo que la retirada de McDonals del territorio ruso constituye una tragedia insuperable para el gobierno de Moscú.

En realidad, ocurre todo lo contrario. Cuando Rusia lanzó el ataque limitado para detener la incorporación de Ucrania a la OTAN, sabía perfectamente lo que hacía. No fue una decisión impulsiva de Vladimir Putin (al que los medios de comunicación occidentales han llegado a tachar de “loco”), sino que el gobierno ruso había valorado las consecuencias y estaba preparado para ello. Quienes no habían valorado absolutamente nada eran los gobiernos occidentales, cuyas sanciones, por primera vez en la historia, no han tenido absolutamente ninguna consecuencia para Rusia, pero son susceptibles de generar una catástrofe en la UE.

La UE no ha advertido todavía la debilidad de su posición. Se enterará en el mes de octubre cuando empiece a arreciar el frío y la exigencia de consumo energético y gasístico. Veremos qué gobierno occidental, resiste un mes de restricciones energéticas. Pero el problema es mucho más agudo. Basta mirar las maniobras, los gestos y las tendencias de la diplomacia rusa en los últimos meses y cómo se han reordenado los principales actores en la escena internacional.

Nadie duda que el primer y esperado efecto de la situación creada en Ucrania, ha sido la aproximación entre Moscú y Pekín. No es algo nuevo, pero si culmina una tendencia iniciada por la República Popular China tras la catástrofe económica de 2007-2011. En aquel momento, China era el principal inversor mundial en bolsas norteamericanas. En especial, el gobierno de Pekín había invertido en los dos bancos hipotecarios, Fannie Mae y Freddie Mac, una cantidad próxima a los 400.000 millones de dólares. Cuando ambas entidades entraron en crisis y el gobierno Bush anunció que no las “salvaría”, bastó la amenaza de Pekín de cortar cualquier otra inversión en EEUU y retirar los fondos invertidos en ese país, para que Ben Bernanke, entonces presidente de la Reserva Federal, asegurase a Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco de China, que la administración, salvaría a ambos bancos hipotecarios y, con ello, las inversión chinas… Se dice incluso que los presidentes de ambos países pactaron ese acuerdo. ¿Todo olvidado? En absoluto: a partir de 2008, China se convenció de que los EEUU eran un “mal negocio”, en manos de irresponsables, disminuyó drásticamente sus inversiones y concentró sus excedentes de capital en inversiones interiores. Ese fue el principio del despegue chino que sitúa hoy a su economía, prácticamente, como la primera mundial. Por cierto, Rusia era el segundo inversor en importancia en ambos bancos hipotecarios.

Ambos países, desde entonces, aproximaron sus posiciones, previendo que la crisis del capitalismo iniciada con las “subprimes” en el verano de 2007, no terminaría ahí. En 2009, se creó la asociación de las cinco economías emergentes, los llamados “Países BRICS”, por las iniciales de sus respectivas naciones: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En los países occidentales apenas se difundió la noticia y, sin embargo, era trascendental: se trataba de naciones que suponían algo más de la mitad de la población mundial y un territorio de casi 40 millones de kilómetros cuadrados. Pero era mucho más que eso: la economía brasileña es líder en Iberoamérica, mientras que la sudafricana es la única que cuenta en todo aquel continente. El ministro ruso de exteriores que participó como delegado de su país en las reuniones de los “países BRICS” fue Serguéi Lavrov, el mismo que sigue ostentando el cargo, quince años después.

Pero la actividad de Lavrov no se detuvo aquí, sino que, en el verano de este año, realizó una gira por África para obtener apoyos, explicar los motivos del conflicto ucraniano y preparar la Cumbre Rusia-África que tendrá lugar en 2023. En cada país visitado, Lavrov firmó acuerdos económicos de cooperación. No era una política improvisada, sino la continuación de la cumbre de Sochi en la que Rusia invitó a los gobernantes de los países africanos. Lavrov lo expresó con claridad: “Sabemos que nuestros colegas africanos no aprueban los intentos no disimulados de Estados Unidos y sus satélites europeos de tomar la delantera e imponer un orden mundial unipolar” y agradeció el hecho de que los países africanos no se sumaran a los llamamientos de la OTAN de romper relaciones con Moscú e introducir sanciones económicas. El propio Borrell, tuvo que reconocer que “Europa” estaba perdiendo la “narrativa global” en África.

El 24 de julio de 2022, Lavrov inició una gira en busca de apoyo y se reunió en El Cairo con representantes de 22 países árabes durante la reunión de la Liga Árabe, para “fortalecer la Alianza BRICS”. Es cierto que la dinastía de los Saud está, históricamente, ligada a los EEUU, pero también es cierto que Irán ha solicitado su entrada en la Alianza BRICS y que, la mayoría de países de la Liga Árabe contempla con mucha más condescendencia la posición rusa que la de la OTAN (que, en el fondo, está vinculada al antiguo colonialismo, a los ataques injustificados a Iraq y Afganistán y, finalmente, a la actitud favorable al Estado de Israel).

En cuanto a Brasil, dentro de poco se abrirá un nuevo ciclo electoral. La tendencia general, desde hace dos años, es a registrar un giro a la izquierda en los gobiernos de esa zona geográfica. Pero ya no se trata aquella izquierda que se peleaba -como hemos visto directamente en Bolivia- por ser invitada a las recepciones mundanas en la Embajada de los EEUU, antiguos guerrilleros convertidos en “socialdemócratas” y servidores del gran capital. Dentro de la confusión y el caos propios de la política Iberoamérica, los gobiernos de derecha están siendo reemplazados por otros de carácter “bolivariano” e “indigenista”. No se trata de un fenómeno profundo, sino de simples oscilaciones pendulares en países en los que la corrupción, la incapacidad por estabilizar la economía, la delincuencia, las mafias y la incapacidad y el oportunismo de los partidos políticos, impiden que su potencial económico se haga valer en el contexto mundial. Lo importante no es quién gobierno en Iberoamérica, sino hacia donde mira: y la izquierda que en estos momentos ascienda en países como Chile, está mucho más interesada por la “corrección política”, el “indigenismo”, los lenguajes “inclusivos”, la ideología de género y demás, que por la resolución de los problemas económicos reales. En Perú, vamos a asistir al desmoronamiento de un gobierno indigenista, en Chile al alumbramiento de una constitución “ultrasuperprogresista” imposible e inviable, en Colombia a una forma de “bolivarismo nacional”, en Venezuela a una dinámica adaptacionista a las circunstancias y a esperar que EEUU cese su presión sobre el régimen, en Argentina a un giro a la izquierda que precederá a un ulterior giro a la derecha y en Brasil un posible cambio de gobierno que, no por ello, supondrá un giro en su política internacional.

Esta es la situación internacional. A partir de ahí, cabe preguntarse ¿quién está verdaderamente aislado? ¿los países Rusia o la UE, China o los EEUU? Más aún: cabe preguntarse, ¿la Unión Europea es verdaderamente una “unión”? ¿o, más bien, en cualquier momento, corre el riesgo de que las fuerzas centrífugas se impongan sobre unas fuerzas centrípetas que, en el fondo, desde Maastrich no han hecho más que consagrada a la Unión Europea como “pata” regional de la globalización económica?

Europa está aislada y dividida. Aislada en tanto que federación de Estados. Sus relaciones internacionales están supeditadas a las exigencias de Washington. Dividida, porque no todos los países que la componen tienen las mismas orientaciones en política internacional y porque la situación de algunos gobiernos nacionales es extremadamente precaria como se demostrará, en primer lugar, a finales de septiembre cuando Italia vote.

En dos años, de persistir la actual situación y las sanciones a Rusia, ninguno de los gobiernos que hoy están en el poder en los países de Europa occidental podrá mantenerse en el poder. Si tras la final de la Champions en París ocurrieron los incidentes que conocemos y que están directamente relacionados con los 87 diputados obtenidos poco después por Marine Le Pen, podemos pensar lo que ocurrirá dentro de dos veranos cuando se abran los Juegos Olímpicos en la capital francesa. Ni en Italia, ni en España existen buenas perspectivas para los gobiernos actualmente en el poder. Y, en cuanto a Alemania, una crisis energética es el peor escenario para una coalición tripartita verdes-socialdemócratas-liberales.

Europa no lo ha advertido, pero ha elegido el bando de los perdedores, la OTAN, que, para colmo, ni siquiera tiene la legitimidad moral, ni la honorabilidad que puede exigirse a aquel por el que uno decide sacrificarse. Es el precio de haber perdido la Segunda Guerra Mundial. Hoy, en los distintos países europeos, hay 452 instalaciones militares norteamericanas (219 del ejército, 53 de la marina y 180 de la USAF), más de la mitad de estas bases están instaladas en Alemania. Solamente la base de Ramstein tiene 50.000 militares, en Italia hay diez bases más y en Bélgica se encuentra el cuartel de Daumerie, cerca de Mons, para apoyar las actividades de las fuerzas estadounidenses en el cuartel general de la OTAN, dos bases en España, en Morón de la Frontera y Rota… Sin olvidar 40 bases instaladas en las islas del Japón.

Es el precio por haber perdido una guerra… y no estar en condiciones de detener a la que vendrá.