miércoles, 29 de abril de 2020

HACE 122 AÑOS: PERDIDA DE CUBA Y FILIPINAS: ¿CONSPIRACION MASÓNICA? (2 de 2)


> LA MASONERÍA FILIPILNA: EL KATIPUNAN

La independencia de Filipinas apunta, aún más, a la responsabilidad masónica. Antes de 1871 apenas había masonería en Filipinas. Aquella colonia tenía una burguesía débil, muy ligada a órdenes religiosas. El primer establecimiento masónico en Filipinas fue fundado en 1746 por anglosajones residentes en Manila. En 1756 dos irlandeses fueron juzgados por la Inquisición acusados de pertenecer a la masonería, prohibida entonces en la metrópoli. Entre 1762 y 1764, durante la ocupación inglesa se constituyó una logia militar e incluso el obispo de Manila dio cuenta de reuniones en el interior de la catedral. La historia moderna de la masonería filipina se inicia en 1856 cuando dos oficiales de marina, instalaron en Cavite la logia "Primera Luz de Filipinas", vinculada al Gran Oriente de Lusitania. Estos dos oficiales, con el paso del tiempo, continuaron con su militancia masónica, al tiempo que se convertían en máximas autoridades militares en las islas, llegando José Malcamps a capitán general y Casto Méndez Núñez, segundo comandante de la flota española.

Sin embargo, estas logias no admitían ni indígenas ni mestizos. Debió ser en una logia de obediencia alemana, donde se inició el primer indígena, Jacobo Zobel que no tardó en convertirse en secretario de taller. Existió una pequeña masonería femenina fundada por Rosario Villarruel, iniciada en masonería en Hong-Kong, se erigió en Venerable de la primera logia de mujeres en Filipinas. En 1864 existían en Hong-Kong dos logias dependientes de la Gran Logia Unida de Inglaterra. En 1876 se fundó en Manila una Gran Logia Departamental, con 4 logias en la Capital; también el GOE abrió las puertas en 1888-9; esta obediencia, bajo la dirección de Morayta, decidió impulsar su implantación en Filipinas.


La obediencia de Morayta quería poner fin al dominio eclesiástico en el archipiélago y darle representación parlamentaria. El GOE dio aumentos de grado bruscos, contraviniendo todos los usos "normales" de la masonería. El GOE constituyó un Gran Consejo Regional de Filipinas, presidido por Manuel Abad y una Gran Cámara Consultiva presidida por Eduardo Martín y Pedro Groizard (los 33 grados conseguidos en 11 meses). En 1896, cuando se inició la sublevación había 36 logias. Existió, así mismo, una pequeña masonería femenina fundada por Rosario Villarruel, iniciada en masonería en Hong-Kong, se erigió en Venerable de la primera logia de mujeres en Filipinas. En 1864 existían en Hong-Kong dos logias dependientes de la Gran Logia Unida de Inglaterra.

Sin embargo, la masonería filipina era demasiado débil para encabezar el proceso independentista. La mayoría de las logias, en ese momento, solo estaban abiertas a originarios de la metrópoli o nacidos en las islas, pero de raza blanca. Los indígenas estaban excluidos de las logias masónicas de obediencias peninsulares o europeas. La sublevación fue encabezada por el llamado "Katipunan", una organización compuesta por mestizos e indígenas, constituida en Manila en 1892. Su nombre completo era "Kataastaasan kagalanggalang Katipunan Nag Mga Anak ng Bayan", que unos traducen como Suprema y Venerable Asociación de los Hijos del Pueblo y otros como Suprema Liberal Asociación de los Hijos del Pueblo. Resulta curioso que, mientras en el Sur de los Estados Unidos, aparecía el Ku-Kux-Klan como organización secreta de blancos juramentados, al otro extremo del Pacífico, las siglas K.K.K. fueran utilizadas por los independentistas filipinos.

Los fundadores fueron Andrés Bonifacio, Ladislao Diwa, Toedoro Plata e Indefonso Laurel y el primer iniciado, Restituto Javier. A este siguió Miguel Araullo. Aguedo del Rosario, Aurelio Tolentino, Gillermo Masankay, Alejandro Santiago, Bricio Brígido Plantas, Guzmán el Sastre, Mariano Carreón. Todos ellos destacaron como líderes de la lucha independentista. La palabra Katipunan significaba literalmente "reunión de notables", equivalente a "Comité". Uno de sus primeros miembros fue un escultor indígena vecino del distrito de Santa Cruz, llamado Romualdo Teodoro de Jesús que definió a la organización diciendo que era una revolución que se concertaba para matar a todos los españoles y apoderarse de las islas, reclamando su independencia. Uno de los mandiles de cuero blanco utilizados por los "katipunan" mostraban una mano que sostenía la cabeza cortada de un español barbudo, y el puñal ceremonial de la secta. El matar, para los "katipunan" no era una bravata, sino algo que llevaron muy frecuentemente a la práctica.


El Katipunan permaneció inactivo hasta 1893 para no perjudicar a la Liga Filipina. Cuando ésta fracasó, se establecieron los Consejos Populares, Sanguniang Bayan, con una junta formada por un presidente (pangulo), secretario, fiscal, tesorero, "hermano terrible" (malalasig), encargado de la "puerta interior", y el que tenía a su cuidado la "puerta exterior" cuyo nombre era Taliva; eran los equivalentes al Primer y Segundo Vigilante de las Logias. Los Consejos populares estaban formados por un mínimo dos secciones. La campaña activa del Katipunan empezó en agosto de 1896; en ese momento existían 82 Consejos Populares: 24 en Manila, 2 Cavite, 3 Bulacán, 9 Pampaga, 3 Nueva Ecija, 1 Mindoro, 2 Morong, 2 Tabayas, etc.

El ingreso en el Katipunan se realizaba mediante un pacto de sangre, por medio de una incisión en el brazo izquierdo del neófito. Con la sangre de la pequeña herida se firmaba un documento de compromiso: "Y como verdad de lo dicho pongo mi nombre verdadero con la sangre de mis venas al pie de esta declaración". La fórmula final de juramento era "vencer o morir". Cuando se podían agrupar 7 personas se formaba una logia.

La simbología masónica del Katipunan está extraÍda completamente de la masonería. El sello de la organización era una estrella de cinco puntas en cuyo interior se incluía el Delta Luminoso (el triángulo con "el ojo que todo lo ve"). En uno de los puñales para realizar incisiones, perteneciente a Enrique Pacheco y encontrado, junto con mandiles y otros instrumentos masónicos, estaban dibujados en el mango, la escuadra, el compás y los tres puntos masónicos. Otro manifiesto de la organización mostraba el logotipo de la cúpula dirigente: dos ramas de acacia enmarcando el delta; dentro de éste, la inscripción dentro N.A.B. y a la derecha KKK. "Anac Nang Bayan", hijo del pueblo. Finalmente, el 28 de mayo 1896, el Consejo Supremo de la organización emitió un manifiesto para la sublevación final que se iniciaba en esos momentos. El documento iba presidido por las iniciales A.L.G.D.A.M., verosímilmente, "A la Gloria del Arquitecto del Mundo". Otros llamamientos difundidos en 1896 iban firmados con un sello con la K irradiante (en lugar de la G masónica) y el lema "libertad, igualdad, fraternidad".


En 1896, el General Blanco, gobernador de las islas, puso el final de las actividades masónicas en Filipinas. Las logias subsistieron hasta la insurrección general de 1896, el 21 de agosto el gobernador general Blanco comunicó a Madrid: que "se había descubierto una vasta red de organizada de sociedades secretas con tendencias antinacionales". Se comunicaba la detención de 22 personas, la mayoría del Gran Oriente de Filipinas. "Los sublevados son indios tagalos fanatizados por las sociedades secretas". Resulta evidente, en todo el proceso final de la secesión filipina, que las logias masónicas y el Katipunan se confundían. Los escasos historiadores que han estudiado el Katipunan dicen de él que fue una copia de la masonería. Fue algo más que eso, fue la masonería para indígenas y mestizos, de la misma forma que en EE.UU. existe una masonería para afroamericanos y otra para judíos. La diferencia estriba en que el Katipunan fue creado para luchar contra España, por la independencia. Esto es, para hacer bascular Filipinas a la órbita americana. La palabra "independencia" no debe equivocarnos. Y otro tanto vale para Cuba. Las autoridades españolas tenían al Katipunan como el "brazo armado" de la masonería filipina. No era eso exactamente, aunque en la práctica lo pareciera.

Cuando la flota española fue destrozada en Cavite (al alba de la noche de Valpurgis de 1898) y Santiago de Cuba (poco antes de San Fermín de ese año), sin que fuera capaz de causar ni un leve arañazo a la escuadra norteamericana, cuando 400 españolitos escasamente armados lograron detener durante 16 días a 20.000 marines en su avance sobre Santiago de Cuba nada más estallar la primavera, y, finalmente, cuando se rindieron los últimos defensores de fuerte Baler, los "últimos de Filipinas", un año después de que se hubiera firmado la Paz de París, quedó manifiesto que algunos españoles todavía sabían morir. Pero lo que valió en la época dorada de la hidalguía contaba poco en este fin de siglo.

En la crisis que liquidó el Imperio Español, la potencia americana utilizó "sus" logias masónicas como quinta columna de su formidable expansión imperialista que, apenas se iniciaba y que ha proseguido apenas imparable durante la última centuria. España hubiera terminado pactando la independencia con los rebeldes cubanos, muchos de los cuales eran auténticos nacionalistas.

El Presidente MacKinley prefirió utilizar la política del salchichón: la primera rodaja cortada fue el debilitamiento de la presencia española; la segunda, la intervención directa. Iniciada esta con la voladura del "Maine" (para los EE.UU. la muerte de 260 marinos de los 325 del buque era un escuálido tributo maquiavélico) y la histeria belicista antiespañola desencadenada por Randolph Hearst, los planes de intervención en Cuba culminaron en menos de un mes. La guerra estaba ganada por los rebeldes, pero EE.UU. quería que la victoria le perteneciera en propiedad; por eso volaron el "Maine" e intervinieron directamente en Cuba. Por eso instalaron gobiernos títeres hasta la llegada de Castro a finales de los cincuenta. Por cierto, hablando de Castro. Cuba fue el único país de régimen comunista que permitió las actividades masónicas sin obstaculizarlas lo más mínimo... Al año siguiente, para más oprobio, se vendieron las islas Marianas, Carolinas y Palaos, a precio de saldo.

HACE 122 AÑOS: PERDIDA DE CUBA Y FILIPINAS: ¿CONSPIRACION MASÓNICA? (1 DE 2)


El pasado 19 de abril de 2020 se cumplió el 122º aniversario del hundimiento del Maine en la bahía de La Habana. Así se inició el último episodio que terminó los últimos girones de un pasado glorioso: la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico. ¿Quién fue el culpable? Cuando hay víctima, siempre hay un responsable y, aun cuando no se trató de un solo factor, en la época se atribuyó la responsabilidad a la masonería.

Los historiadores masónicos afirman que tal criterio solo es mantenido por historiadores ultramontanos. No, la percepción que tenía el país en 1898 es que existían unos responsables claros y bien definidos: los miembros de la masonería. La prueba es que, con posterioridad a 1898, la masonería española se desintegró prácticamente, la filiación a las logias descendió hasta poner a la institución al borde de la extinción de la que tardaría tres décadas en recuperarse. A poco que se examinen los hechos se percibe que, tanto en Cuba como en Filipinas, los independentistas, o eran masones o pertenecían a círculos concéntricos de la masonería y que actuaron en defensa de intereses neocolonialistas norteamericanos.


> LA MASONERÍA CUBANA Y LA INDEPENDENCIA


La masonería cubana era de filiación yanqui. Las Grandes Logias de Estados Unidos y el Gran Oriente de Francia, crearon las primeras logias en Cuba. Dejando aparte una efímera logia creada por los ingleses en 1762, el primer taller levantado en la isla dependía de la Gran Logia de Pensilvania, "El Templo de las Virtudes Teologales", y remonta su fundación a 1804. Otros dos talleres -"Concordia y perseverancia" y "Unión de Corazones"- se constituyeron pocos años después. En 1808, los tres talleres se dispersaron y algunos de sus miembros radicados en Nueva Orleans, constituyeron la logia "Concordia" en el año siguiente. Cuando las dificultades cesaron, en 1819 la Logia de Pensilvania impulsó la creación de cinco talleres.

Todas estas logias se disolvieron en 1826, por falta de actividad. Sin embargo, otros talleres tomaron el relevo. La Gran Logia de Luisiana constituyó otros tres entre 1815 y 1818, la de Carolina del Sur otros dos, pocos meses después. No hay que olvidar que, en esas fechas, Cuba, tenía un volumen de comercio superior con Estados Unidos que con la Metrópoli. En 1819 el Gran Oriente de Francia consiguió asentarse sólidamente en las islas, abriendo talleres en 1821 y 1857. Solamente hacia 1822 se constituyeron las primeras logias dependientes del Gran Oriente Nacional de España y hacia finales de ese año existían en la isla, no menos de cincuenta logias.

A estas logias perteneció el indiano barcelonés Josep Xifré y su amigo Mariano Cubí. Cuando en 1823 finalizó el trienio liberal, el general Francisco Deonision, prohibió las logias masónicas en la isla. Solamente unas pocas se reunían en la más estricta clandestinidad en 1838. La constitución de la logia San Andrés nº 93, dependiente de la Gran Logia de Carolina del Sur en 1859 fue la muestra de que la tensión se había relajado. De hecho, otras logias habían sobrevivido a la represión, entre ellas la "Prudencia" y "Fraternidad" que, fusionadas el 5 de diciembre de 1859, constituyeron la Gran Logia Soberana de Colón. Pocos días después se constituía el Supremo Consejo de Grado 33, bajo los auspicios del Supremo Consejo de la Jurisdicción Sur de los Estados Unidos. La prohibición siguió en vigor, pero difícilmente podía ser puesta en práctica a tenor de la militancia masónica de distintos capitales generales.

En 1868 se produjeron graves acontecimientos en Cuba que afectaron directamente a la masonería: 18 miembros de las logias fueron fusilados y algo más de un centenar resultaron detenidos y encarcelados. La represión se reveló eficaz, de 30 logias activas en 1868, se pasó a solo 7 dos años después. En 1875 las logias volvieron a crecer y esta vez de manera sostenida; la polémica antiesclavista era el principal motivo de agitación.

El 1 de agosto de 1876 se constituyó la Gran Logia de la Isla de Cuba. Ese mismo año, el Gran Oriente de España constituía talleres propios con el nombre de Gran Logia Soberana de la Isla de Cuba; el Gran Oriente Nacional de España y los disidentes del G.O.E., crearon otros talleres en 1879. Y así llegamos a 1880 con 6000 franc-masones censados en la isla: 56 logias dependientes de la Gran Logia de Colón, 21 de la Gran Logia Simbólica de Colón, 28 logias del Gran Oriente de España, 17 de la Gran Logia Soberana y 7 del Gran Oriente de Colón.


Sería exagerado decir que la masonería cubana solo se preocupó de hacer la guerra a España. Los historiadores masónicos tienen razón en afirmar que las logias no tenían una opinión política unificada. En 1874 la Gran Logia de Colón se defendía y negaba ser separatista. Justo Zaragoza, secretario del gobierno español en La Habana declaró que "unos querían a toda costa hacerse independientes de la Metrópoli, otras se inclinaban a la anexión a los EEUU y muchos afiliados preferían disfrutar de la nacionalidad española, los derechos políticos que su constitución concedía". La de Bayamo era la más separatista. José Morales, director del diario "El Siglo" de La Habana, igualmente masón, era uno de los ardientes partidarios de la anexión a EE.UU.

Sería injusto no mencionar que las logias cubanas se dedicaban también a encomiables labores caritativas. En 1886 habían creado el Asilo Nacional Masónico Llanso y la biblioteca pública de Pinar del Río. En 1880 la Gran Logia de la Isla de Cuba, mantenía tres escuelas públicas.

Durante los años de la restauración se consolidaron en Cuba las obediencias importadas de la metrópoli que, en general, no eran propensos a la emancipación. Las obediencias españolas no eran reconocidas como regulares por la masonería anglosajona, contrariamente a la cubana que era de filiación norteamericana.

Los masones cubanos procedían de la burguesía comercial y de profesiones liberales. Estas clases aportaron el mayor contingente al independentismo isleño. Los máximos líderes independentistas, sin excepción, José Martí, Máximo Gómez, Carlos Manuel de Céspedes y Antonio Maceo, pertenecieron a la masonería.

En el Congreso Internacional Masónico de Lausana, celebrado el 6 de septiembre de 1875, había estado presente la masonería cubana de Colón y reconocida su independencia, hasta el punto de que Pere Sánchez ha podido decir, con razón que "Cuba fue independiente en el mundo masónico antes que en el mundo político".

Los intereses comerciales catalanes y la presencia masiva de indianos llegados sobre todo del litoral al norte de Tortosa, hicieron que Cataluña tuviera una sensibilidad particular en relación a la cuestión cubana. Desde Barcelona proliferó una literatura -habitualmente coincidente con el catalanismo político- que consideraba a la masonería como origen de todas las calamidades coloniales de España. La tesis de esta corriente era que la masonería conspiraba sistemáticamente a favor de todos los movimientos independentistas en América, desde 1812.


Pero también existió otra corriente masónica cuya toma de posición fue, cuanto menos, sinuosa y oscilante. Mientras que el GODE rompió con la masonería cubana, el GONE respetó su independencia. Ninguna de las obediencias peninsulares alabó el proceso de independencia cubana; pero esto no debe extrañar. La metrópoli difícilmente aceptaba perder la colonia y cualquier toma de posición en esa dirección hubiera resultado impopular.

En 1895, cuando estalla el episodio final de la guerra de Cuba, el capital general de la isla reclama la clausura de las logias. Quedaba poco que hacer; El 23 de febrero se inició la fase final de la guerra de la independencia. La familia Hearst, también masón, teleguiaba la opinión pública americana azuzándola contra España. En la metrópoli la opinión pública estaba por la defensa armada de la integridad nacional. Solo la prensa vinculada al movimiento obrero se declaraba pacifista. El 10 de diciembre de 1898, la Paz de París, convirtió en ociosa toda la polémica...

Dos años después de la resolución del proceso independentistas, lo poco que quedaba de la masonería en España y, singularmente uno de sus obediencias más heterodoxas, la Gran Logia Simbólica Regional Catalano-Balear, reconocía el papel preferente de las logias en el proceso independentista cubano: "Merced a vuestros desinteresados y acertados esfuerzos habéis al fin coronado vuestra obra con la declaración de Independencia. La Isla de Cuba, libre ya de trabas y tutelas, entregada a sí misma, podrá desenvolver todas sus actividades y aunar todas sus fuerzas para dar a su pueblo, por medio de la libertad y del progreso, la tan deseada felicidad. Los masones de la Región Catalano-Balear participamos gozosos de vuestra satisfacción: vuestras alegrías son las nuestras, como lo fueron en otros tiempos vuestras, éste es el deseo manifestado a esta Gran Maestría por las Logias de la Federación, con encargo exprofeso de participároslo, como así lo hacemos".

La masonería cubana reivindicó como propia la independencia. No solamente los líderes de la independencia habían sido masones, sino que de los 5 presidentes que tuvo Cuba hasta 1929, tres habían pertenecido a las logias; el último, Gerardo Machado, dictador entre 1924 y 1933, suprimió las libertades constitucionales. El 2 de febrero de 1929 Machado cedió por decreto a la Gran Logia de Cuba un solar para constituir la sede de su obediencia y el mismo año se le concedió el grado 33.

jueves, 23 de abril de 2020

EXABRUPTO 3: EL DÍA DE LA ROSA RESECA O CÓMO EL GOBIERNO DE INEPTOS HA HECHO EL HARA-KIRI AL PAÍS Y A LA PAÍSA…


Hoy estoy más harto que otros días con esta crisis generada por la acción combinada de un virus procedente de los gustos culinarios chinos (murciélagos al ajillo) y de un gobierno de ineptos presidido por el que ya hoy puede considerarse en rigor como el peor presidente de la democracia, superando incluso los niveles que parecían insuperables del zapatarismo y de su malhadada “alianza de civilizaciones”. El motivo no es el que llevemos casi 50 días de aislamiento (servidor ha vivido en clandestinidad y sabe lo que es pasarse bastante más tiempo sin salir de una habitación, así que ¿qué me van a contar?) sino el que hoy es el Día del Libro y de la Rosa ¡sin libros y sin rosas!

Para colmo, hoy he tenido que ir a Correos para enviar unos cuántos paquetes ¡de libros! Los precios -oíganlo bien- son TRES VECES MÁS CAROS QUE HACE DOS MESES (y para algunos destinos, incluso CUATRO VECES). Los motivos que me han dado son relativamente comprensibles: que si hay menos vuelos y, el mejor de todos, que los libros ¡no se consideran material de primera necesidad!

Pues bien, hoy he recibido un estuche de herramientas de precisión para electrónica que pedí hace tres días a AMAZON (Estados Unidos) y anteayer recibí un envío de material electrónico y mecánico comprado hace una semana en BANGGOOD (empresa china)… HAN LLEGADO PUNTUALMENTE, AL PRECIO HABITUAL… Pruebo a realizar los envíos mediante CORREOS EXPRESS, empresa privada producto de la privatización creciente de Correos de España, asociada a ella. Intento contactar con ellos por teléfono, imposible. Lo hago mediante Web: doy todos los datos e incluso me cobran 17 € por un envío que vendrán a buscar a casa. Luego nada. Imposible comunicar por ellos por teléfono y sin respuesta por email. Veo en Twiter cientos de personas con el mismo problema y las mismas reclamaciones a la misma empresa… Empresas de otros países funcionan. Estamos ante el primer caso en que un gobierno de una nación desarrollada ha decidido hacer el hará-kiri a su economía.

El país ha dejado de funcionar. Pero, OTROS PAÍSES SIGUEN FUNCIONANDO. Algunos lloran por los muertos. Los muertos lo que necesitan es respeto. Otros lloramos por los vivos y por la España que va a quedar (o, mejor, por lo que va a quedar de España) de aquí a seis meses.

Y que no se diga que el virus es mortal. Lo es, como puede serlo una gripe a cierta edad. Los veintitantos mil muertos de 2020 no son cualitativamente superiores a los 15.000 muertos anónimos que generó la gripe de 2018 (y, personalmente, que tuve que pasar una noche con mi suegra en Urgencias, vi entonces enfermos en los pasillos y urgencias sobresaturadas). Y no recuerdo que entonces se generara una alarma como la actual.

Medidas de excepción que llegaron tarde (milagro que no se decrete el final del confinamiento el 30 de abril para que los sindicatos puedan celebrar su 1º de mayo y recordarnos que, en algún lugar recóndito siguen existiendo y cobrando) y que me temo que han servido para muy poco… ¿La prueba? ¡Que somos país líder mundial en porcentaje de muertes por el virus! Salidas al confinamiento que evidencian la imprevisión-improvisación de quienes lo programaron, sus dudas, vacilaciones, sus errores y carencias de otra cosa que no sea tener el poder para pillar de lleno… y ahí queda eso. Y aplausos por las tardes, incluso a los muertos ¡que los muertos precisan respeto, los enfermos test que funcionen, los sanos mascarillas, el país seguridades y futuro! ¡y nada de eso es capaz de darnos el gobierno!

Estaba escribiendo estas líneas dedicados al día del Libro no enviado ni leído y a la rosa marchita, cuando me llega la enésima muestra de que este país se ha vuelto loco y el de gilipollas y de gilipollos. Véase la ilustración: es la felicitación de la red de supers BON PREU para el día de hoy. Traduzco para aquellos raros seres humanos que no han mostrado interés por aprender el catalán: “Y CUANDO EL DRAGÓN DESAPARECIÓ, TODOS SALIERON DE SUS CASAS PARA ABRAZARSE CON MÁS FUERZA QUE NUNCA” (y, seguramente para contagiarse, aprovechando la ocasión). Y la felicitación: “BUEN DÍA DE SAN JORGE Y DE SANTA GEORGINA” ¿santa Georgina? Efectivamente, existe una  Santa Georgia  que se celebra el 15 de febrero. Lo poco que hubiera costado “Buen día a todos los Jorges y Georgias”, pero desde que aquella ministra paleta dijera lo de “jóvenes y jóvenes”, lo políticamente correcto ha arrasado con lo poco que quedaba de cordura en el país.

Lo dicho: el 23 de abril de 2020, yo, que me gano la vida como escritor y editor, lo recordaré como el día de la rosa seca, del libro no enviado ni leído, y de la estupidez galopante. Y no creáis que esto termina con el final del confinamiento…


MEMORIA HISTÓRICA: SCHLAGETER, EL PRIMER MITO DEL III REICH (3 de 3) - DOS TEXTOS SOBRE EL "CULTO SCHLAGETER"



Alemania debe sobrevivir
(por Friedrich Bubenden)

Canción de guerra de Albert Leo Schlageter

Aunque al principio somos pocos,
quizás tú y yo y un par más de camaradas,
amplio es el camino y claro el objetivo
Adelante, paso a paso, valor y prosigamos.
Aunque al principio somos pocos,
sin duda lo conseguiremos.


En noviembre del año 1918 Alemania estaba rota en pedazos; triste, caída, lánguida, de un amarillo otoñal que se mezclaba con la amarga y a la vez dulce fragancia de las hojas de otoño que caían; la sombra de la desolación y de la muerte se extendió sobre todos los barcos de guerra y cubrió nuevamente millones de cuerpos muertos en los cruces de los caminos; en los campos vacíos, sobre las montañas cubiertas de nubes, sobre las playas en las que las olas rompían atónitas, podían verse caras de soldados todavía sofocadas por la batalla, con el aliento cortado, los unos estremeciéndose en sus hombros, los otros preguntando inquietos y profundamente alarmados: “¿Ha acabado?”. Sí, terminó.

Una guerra termina; una guerra mundial termina con un estrépito final. Un gigantesco esqueleto emerge y ríe inaudiblemente sobre victoriosos y vencidos. ¿Quién es el victorioso? En este momento en que incluso la misma tierra permanece quieta, nadie lo sabe. Las leyes eternas y elementales que gobiernan nuestro planeta vuelven a ponerse en movimiento y la tierra gira una vez más. Cesa la petrificación. Alguien comienza a respirar; después otro y otro: Las manos se mueven también. La tierra gira más y más de prisa, siempre sobre su eje hasta alcanzar su velocidad habitual. Pero sí, ahora los inteligentes han comprendido realmente. La sangre vuelve nuevamente a circular sobre sus venas. Las chimeneas silenciosas y sin humo de las minas de Lorena, en la frontera, apuntan hacia el cielo como dedos índices en el aire, y un teniente, con su botonadura descubierta y agitada por el viento, permanece sonriente en la puerta de su cuartel. Los rifles descargados se apilan en la estación de ferrocarril de Colonia. Sobre ellos se halla arrojado un puñal, y tren tras tren los va recogiendo y alejándose por los raíles. Los hombres van, poco a poco, llegando a sus casas desde todos los sectores del frente. Un pequeño puñado de héroes permanece aún en las olvidadas tierras de guerra, enraizados en ellas, siempre incomprendidos. Ni siquiera saben que la tierra ha vuelto nuevamente a girar. Entre ellos se encuentra Albert Leo Schlageter.


El cobarde Consejo de soldados retrocedió delante de sus ojos furiosos y llameantes, y mucho más todavía delante de sus puños cerrados; los dejaron pasar. En la Madre Patria los rojos se alzan victoriosos. La alegría, el ardor y el gusto por la vida han reemplazado al choque paralizador. Los licores corren por los vasos. Y como los almacenes y graneros poco a poco se van llenando, se ha olvidado que la tierra ha estallado. ¡Vuelven los nuevos tiempos! ¡Los negocios son como de costumbre! Existe un espíritu que va brazo con brazo y que se pliega a todo lo que sea paz y quietud. Pero todavía queda una persona. Firme como los estudiantes ante sus libros. Siempre al frente y en la jefatura de los que le siguen. ¿Debe o no debe vivir a Alemania? Bajo las capas llenas de colores en Friburgo un hombre llora: es Albert Leo Schlageter.

De repente desaparece. Riga, la Riga alemana llama, su batería lanza llamaradas sobre los estrechos puentes. Riga es liberada (1). Entre aquellos que respiran libremente, uno de los más felices, de los que más se regocijan, es Albert Leo Schlageter, el jefe de la batería. Dicen que Schlageter es mercenario. ¿Realmente lo es?

Las olas crecen en la Patria. Manos ansiosas se alzan buscando el oro, que fluye en forma de papel. Esto no es nada. No hay que escucharlo. ¡Hay que vivir la vida! ¡La paz es ante todo! ¡La paz de Versalles!

Solamente uno escucha: Albert Leo Schlageter. El escucha el rugido subterráneo de las montañas del Ruhr. Los salvajes miserables y seducidos por los rojos se levantan. Los burgueses solamente tiemblan. Ni siquiera ven la máscara amarilla de Moscú. Nuevamente Schlageter lucha impetuosamente con su batería hasta aplastar a los rojos.
Los burgueses fácilmente se adaptan a la situación: ¡No es tan mala!

¿Dónde está la jefatura? ¡Aquí! —dice Schlageter— ¡En el cuerpo de oficiales libres, en Silesia! Los comerciantes y los usureros gritan: ¡Fuera con el cuerpo libre de oficiales que nos han liberado! ¡La guerra ha terminado! ¡Que nos dejen en paz y tranquilos! ¡Seamos civilizados!


En la retaguardia sonríen los marxistas, los comunistas, los judíos y un gobierno del Reich contemporizador.

Pero existe un hombre que no sonríe. ¿Se debe descansar? ¡No Alemania llama de nuevo! Sí; he aquí su llamada, pero sólo para aquellos que la escuchan. Y ésos deben seguirla. Han de mantenerse escondidos, tanto de la policía como de los burgueses. Moviéndose cuidadosamente de aquí para allá. Entre ellos está él. Aquí están sus ojos, sus oídos, aquí sus soldados desconocidos, a quien sólo conocen unos pocos. Aquí incluso sin haber sido llamado se encuentra él; siempre está aquí. Bajo la tierra, oculto y cerca de la capital del Reich, pero nunca atrás, Schlageter se dedica completamente a su misión y sus hombres.

Pero el destino de Alemania llama nuevamente a Albert Leo Schlageter a otra tarea. Entre el Rin y el Ruhr se ha roto nuevamente el fuego. De acuerdo con el tratado de compromiso el cobarde enemigo (2) puede invadir, asaltar, matar, torturar y violar a los hijos y a las hijas de los alemanes. Se silencia la guerra en el territorio del Ruhr. Albert Leo Schlageter está nuevamente en pie cuando Alemania le llama. No sabe que es su última llamada en vida y la última vez que Alemania le demande su sacrificio. La guerra se hace más intensa y sórdida, acrecentándose en secreto. De una lucha abierta en campo de batalla se vuelve oscura, secreta, misteriosa, casi una defensa imposible. Pero se lucha intensamente en todas partes.

Resuenan las explosiones y los ferrocarriles saltan por los aires. Los puentes vuelan. El terror permanece noche y día en las temblorosas rodillas del «victorioso». Pero repentinamente aparece la traición junto al heroísmo. Incomprensiblemente cae en pri­sión. Siempre existe alguien que ha de sufrir sobre la Tierra y que termina con la muerte. Dios le perdone, porque no sabe lo que hace.


Nuevamente se eleva la cruz del Gólgota en un solitario lugar de Golzheim. Nuevamente un predestinado debe ofrecer su vida, porque los demás le odian, porque deben odiarle.

Una salva resuena en un pálido día, el 26 de mayo de 1923. Albert Leo Schlageter ha muerto.

¿Ha muerto en realidad? ¡No! Donde él ha muerto nace todo nuevamente, como una primavera de vida. En torno a ella su heroísmo. Él luchó en los batallones de los héroes alemanes de después de la guerra. A su lado con él, antes que él, mucho antes y mucho después, sus compañeros y camaradas lucharon por el mismo premio: por Alemania... Este Albert Leo Schlageter, que no tuvo descanso en vida, porque vio a la nueva Alemania, ahora ha muerto, expande a su alrededor su espíritu entre otros miles de nuevos hombres. ¿Quién fue Albert Leo Schlageter? Cualquiera que lea estas simples cartas y piense un poco en él, le conocerá. En verdad nadie podía haber escrito con más sencillez. ¿Fue un creador de ilusiones, un charlatán, un cantante de la libertad, un heraldo de la palabra, un poeta? Este pequeño volumen de cartas dice ¡no!

Pero realmente este Albert Leo Schlageter no fue y no es él mismo mucho más que sus cartas. Fue un verdadero producto de su pueblo y de su Patria; y esto es una gran cosa.
El no predicó el valor; él mismo fue la imagen del valor. Pero como fue un hombre de acción y no de palabras, aceptó el cáliz amargo por el destino de su Patria y lo bebió hasta la última gota, permaneciendo en pie y consciente de su fe en un destino alemán. Su conciencia de alemán fue azotada por la lucha durante toda su vida. Y hoy, en el silencio, una vez desaparecido el fragor de la lucha, todavía permanece con nosotros su conciencia de alemán.

Siempre y constantemente estará entre nosotros mientras exista la lucha entre Dios y el diablo, entre la luz y la oscuridad. Solamente terminará con la redención final del mundo.

Hasta entonces, nosotros, que nos llamamos alemanes y que creemos en nuestra sangre, debemos perseverar en esta lucha incluso si nos cuesta la vida. Debemos hacerlo así, como lo hizo Albert Leo Schlageter por el honor de Alemania.

Si nos llega a faltar el valor y estamos en peligro, entonces el testamento que reflejan estas cartas nos llevará nuevamente al sendero del heroísmo. Entonces la conciencia alemana de estas páginas volverá a nosotros de nuevo.

NOTAS

1. Liberada del avance bolchevique. En 1920 se vieron obligados a reconocer la  independencia de Letonia, con Riga como capital.

2.       Francia y Bélgica.

(Del epílogo a Deutschland muss leben: Gesammelte Briefe von Albert Leo Schlageter, publicado por Friedrich Bubenden [Berlín: Paul Steegemann Verlag, 1934], pp. 70-75, 77-78.)


El primer soldado del III Reich
(por Hanns Johst)

Augusto: No quieres creerlo, papá, pero es éste el camino. La juventud no presta mucha atención a los antiguos slogans que es­tán pasados de moda, la lucha de clases ha terminado.
Schneider: Bien. ¿Entonces en quién crees ahora?
A: En la comunidad del pueblo.
S: ¿Y en qué slogan? ¿Es esto un slogan?
A: No; es una experiencia.
S: ¡Dios mío! nuestra lucha de clases, nuestras huelgas, no eran una experiencia, ¿eh? ¿El socialismo, la Internacional aca­so eran fantasía?
A: Fueron necesarios, pero ya pasaron; respecto al futuro, actualmente son sólo experiencias.
S: Así pues, en el futuro habrá tu comunidad del pueblo. Por ahora dime cómo ves esto. Los pobres, los ricos, los que tienen salud, las clases elevadas, todos están contigo, ¿eh? Un país de maravilla.
A: Mira, papá, los altos y bajos, los pobres y ricos, existen siempre. Es únicamente la importancia que se da al asunto lo que lo hace decisivo. Para nosotros la vida no se encierra solamente en las horas de trabajo, y se paga con billetes. Creemos todavía en una humana existencia de conjunto. Ninguno de nosotros mira el dinero como la cosa más importante; deseamos servir. El individuo es solamente un crepúsculo en el total de la sangre de su pueblo.
S: Esto es romanticismo de adolescente. La redención del pueblo a través de los mineros. Despierta, y vive en la realidad. El mundo vive totalmente apartado de esta idea por ahora... Dime, por ejemplo, ¿cuál es vuestra actitud y la de vuestra comunidad hacia la resistencia pasiva?
A: Queremos cambiarla en un alzamiento, en un alzamiento nacional.
S: ¿Cambiarla en un alzamiento?
A: ¡Sí! Y a ti, como antiguo revolucionario, debo decirte que la palabra alzamiento no es ya exacta. El mismo gobierno irá con nosotros o perecerá.
S: Estás hablando a un presidente regional y te dice: el gobierno mandará al infierno a ese alzamiento.
A: Yo solamente estoy hablando cariñosa y amablemente con mi viejo padre.
S: Tu padre es un antiguo oficial del Estado que considera la resistencia pasiva correcta y adecuada.
A: Y tu hijo es un revolucionario.
S: ¡Mi hijo es un patán que va a recibir una bofetada en las orejas! ¡Ahora obedece!
A (retrocediendo y riéndose): Se ve que como presidente regional todavía manejas las cosas al estilo antiguo y de forma dictatorial. Esto está bien cuando se trata de enseñar buenas maneras a los niños. Pero...
S: Pero... nosotros los viejos no somos tan estúpidos como los jóvenes imaginan. Para ti Schlageter es el héroe nacional... para nosotros es simplemente un temporalismo. Schlageter es un hombre muerto si no obedece órdenes. Los gobiernos de Europa están de acuerdo en que debe exterminarse a hierro y fuego a los últimos aventureros y fanáticos que aún quedan. ¡Queremos la paz! Esto es lo que tengo que decirte, jovencito, y he luchado cuatro años por Alemania, como lo hago ahora y como lo haré en tanto aliente mi respiración.
A: ¡No! Y debo decirte que no creo que una batalla pueda ganarse por el armamento, los lanzallamas o los tanques. Nosotros los jóvenes, los que estamos al lado de Schlageter, no estamos a su lado solamente porque fuera él el último soldado de la guerra mundial, sino porque en realidad es el primer soldado del Tercer Reich.

Telón

           (De Hanns Johst, Schlageter [Munich,  1934], páginas 82-85.)