miércoles, 22 de abril de 2020

MEMORIA HISTÓRICA: SLAGETER, EL PRIMER MITO DEL III REICH (2 de 3)


> La traición y la venganza

Con la excusa de un retraso en la entrega de mercancías en maderas, Francia y Bélgica deciden ocupar el 11 de enero de 1923 la mejor zona industrial de Alemania, el Ruhr. Se apoderó de Alemania una ola de indignación y de elemental furia nacionalista. Muchos freikorps y miembros del recientemente formado NDSAP (Schlageter ya se había afiliado el año anterior) fueron allí a resistir a la ocupación extranjera.

En uno de los sabotajes realizados por Schlageter y su equipo en una vía férrea, se produce una delación y el responsable junto a varios miembros del grupo resulta detenido pocos días después. A los camaradas de Schlageter les costará poco identificar de dónde ha procedido la delación y actuarán en consecuencia.

En 1923, Walter Kadow, el hombre que traicionó a Schlageter cae abatido por las balas de dos jóvenes que no habían tenido edad suficiente para participar en los combates de la Primera Guerra Mundial pero que sí estaban imbuidos por el espíritu de los freikorps. Ambos jóvenes ostentarían puestos de máxima responsabilidad en el III Reich: Martin Borman y Rudolf Höss.


Cuando en Nuremberg el tribunal preguntó a Höss si era él quien había ejecutado a Walter Kadow respondió sin sombra de duda: “Soy uno de los cuatro que golpeamos hasta la muerte a Kadow”. De hecho, ante el tribunal de Nuremberg, las respuestas de Höss solamente fueron sospechosas en lo relativo a su gestión al frente del campo de concentración de Auschwitz y, por supuesto, en el contenido de su “memoria” que, prácticamente fue redactada al dictado por los interrogadores soviéticos y norteamericanos. Pero cuando se le preguntó sobre la etapa de ascenso del NSDAP al poder las respuestas que dio coinciden con los datos objetivos que se poseía y que ya habían sido publicados bajo el III Reich. De hecho, tanto él como Martin Bormann fueron considerados héroes del nacionalsocialismo por esta ejecución y recibieron la Blutorden (la Orden de la Sangre) la máxima distinción para los que habían sufrido persecución, cárcel y heridas durante la fase de ascenso al poder.

Preguntado Höss sobre por qué participó en el asesinato de Kudow lo explicó detalladamente: “Aquel hombre había formado parte del freikorps Rossbach, luego había robado cierta cantidad de dinero, organizó tráficos ilícitos y se le había separado del ambiente de la resistencia alemana. Luego, en mayo de 1923 reapareció en Meclemburgo para inducir a los alumnos de mi escuela a trabajar para los franceses. Se llamaba Walter Kadow. Era un maestro desocupado que tenía en torno a 20 años”.
Al ser preguntado por el tiempo que estuvo en prisión en relación a este asesinato, Höss dio también una versión que coincide con la que aportaron los archivos y los documentos objetivos de la época: “Fui condenado a diez años de trabajos forzados, pero fui puesto en libertad cinco años después”. El fiscal le preguntó por qué se le había penado con una condena tan leve cuando estaba acusado de delito de homicidio: “La corte no lo había considerado como un homicidio, por lo menos no como un simple homicidio. La muerte de aquel hombre había sido considerada como el resultado de una represalia. Todo ocurrió en un restaurante en el que íbamos a menudo a encontrarnos. Los otros tres camaradas fueron condenados a doce, diez y ocho años. Estuve en prisión en Brandeburgo, cerca de Berlín. Fui puesto en libertad en 1928 en virtud de la llamada “amnistía Hindenburg” por la cual fueron puestos en libertad todos los que eran comunistas o pertenecían a partidos de la derecha”.

  Así pues, se trató de un homicidio político y como tal fue considerado por el tribunal. El fiscal, llegado a este punto, le pidió que explicara las diferencias entre un homicidio y un homicidio político y Höss se explayó: “Existe una diferencia. Si se mata para robar a alguien es un homicidio simplemente, pero si se mata por razones política es un homicidio político”, en ese momento, cuando se disponía a proseguir, Höss fue de nuevo interrumpido por el fiscal: “¿Quiere usted decir que justifica el matar a sus enemigos políticos?” Y Höss respondió serenamente: “No, quiero decir que las emociones que llevan a estas cosas son diversas, la misma causa del homicidio es completamente diferente”. Sería fusilado pocas semanas después y su nombre –y su “memoria”- pasaría a la historia como el hombre que puso en marcha en complejo del holocausto en Auschwitz, mientras que apenas se le recordaría por el homicidio que efectivamente sí reconoció haber cometido en la persona de Walter Kadow.


Kadow, por su parte, había nacido en 1860, por razones de edad no participó en los combates de la guerra, pero posteriormente se sumó a las unidades irregulares de freikorps que combatieron al comunismo. Después de una vida gris, la mayor parte ejerciendo como maestro de escuela, trabó amistad con Albert Leo Schlageter. Al conocer que su amigo había sido el autor del atentado a la línea férrea Duisburgo-Dortmunt, lo denunció fríamente a las autoridades francesas a cambio de una recompensa que jamás ha sido posible cuantificar. Cuando los camaradas de Schlageter reconstruyeron los últimos días de su vida cayeron en la cuenta de que el lugar en el que fue detenido solamente podía haber sido conocido por Kadow. Citado en un bar por los cuatro juramentados, fue asesinado a golpes, según declararon, como corresponde a los perros y a los traidores.

Höss fue condenado a diez años de prisión de los que sólo cumplió cuatro y Bormann a uno. Éste último permaneció en prisión preventiva durante seis meses por este sumario que cumplió en el penal de Leipzig. Sin embargo, parece que Bormann no fue uno de los que participaron directamente en el crimen, sino que solamente se le acusó de encubrirlo recibiendo una condena de un año que cumplió. En el momento de ejecutar a Kadow ninguno de los miembros del comando vengador pertenecía al NSDAP, pero todos ellos eran simpatizantes. Bormann ingresó en el partido el 17 de febrero de 1927 con el carné 60.508 y Höss, si bien había ayudado a organizar el NSDAP en 1922 pero no ingresó en el partido hasta 1927 y en las SS en 1933 en la Totenkopfverband.


 > Los últimos días

Los abogados de Schlageter, los doctores Marx y Sengstock solicitaron una revisión del juicio antes de cumplirse el plazo establecido de 24 horas. Pero todas sus razones para la revisión serán rechazadas por el tribunal. Quedaba solamente pedir perdón y solicitar que se aplicara una pena de prisión en lugar de la condena a muerte. Pero Schlageter rechazó esa actitud y desautorizó a sus abogados: "Querido señor abogado, le agradezco a usted y al Doctor Marx por sus buenas intenciones no puedo permitir que adopten ese camino. No estoy acostumbrado a pedir misericordia".

Se sabe del comportamiento de Schlageter en los últimos días que pasó en prisión antes de su fusilamiento por las cartas que escribió a sus familiares y amigos, por el testimonio del capellán de la prisión y por el médico de la misma, doctor Sengstock Fassbender, los cuales mantuvieron largas conversaciones con él. Los datos aportados en la época en que sucedieron los acontecimientos son sorprendentemente coincidentes. Les hablaba de su familia, del destino de su patria, de la fe en el despertar de Alemania, de la guerra y de los combates de los freikorps en Curlandia y contra los bolcheviques, pero nunca, absolutamente nunca, de sí mismo. Schlageter era uno de esos individuos para los que parecía que el ego nunca había existido.


Cuatro horas antes de recibir cuatro balas francesas, el capellán de la prisión pudo recibir su confesión. Schlageter luego fumó un cigarrillo. Cuando le comunicaron la hora de la ejecución se limitó a pedir un papel y escribir una carta a sus hermanos y a sus padres. Los soldados franceses que le custodiaban en el interior de la misma celda se sentían violentados por el valor y la serenidad de Schlageter y porque albergaban la convicción de que no merecía ni ese destino ni la bajeza que le depararon sus ejecutores. Los soldados franceses fueron testigos y declararon posteriormente que el ánimo de Schlageter no decayó ni un solo momento. A todos les deseó un feliz reencuentro en el más allá. Esas cartas fueron reproducidas por la propaganda nacionalsocialista y lo muestran como un hombre poco dado a la melancolía y al desfallecimiento del espíritu. En cuanto a los comentarios que intercambió con los soldados franceses, estos no pudieron sino como considerarlo como un camarada que el azar había colado en frente, una valoración muy habitual entre los soldados del frente que habían conocido los desastres de la guerra: no conocían el odio, sino el deber. Schlageter supo transmitir a sus guardianes ese mismo estado de ánimo.

Fue custodiado al lugar de la ejecución por un convoy compuesto por un escuadrón de caballería y tres compañías de infantería, así como por varios vehículos. Todos se dirigieron a Golzheimer, el lugar de la ejecución. Parecía como si las autoridades francesas tuvieran miedo de que una súbita acción de los patriotas alemanes intentara liberarlo.

Estuvieron presentes en la ejecución su compañera, un sacerdote y sus abogados. Sus últimas palabras fueron para ella: "¡Dale saludos a mis padres, hermanos y parientes, a mis amigos y a Alemania!". Luego caminó erguido y con pasos firmes hasta el paredón de ejecuciones.

“Una ráfaga rompió el silencio de la madrugada. Un corazón que amaba a su país y a su pueblo más que su propia vida, ha dejado de latir (…) Schlageter tenía tan sólo 28 años de edad. El oficial francés que mandó el pelotón de fusilamiento pareció sentir temor ante los restos mortales de aquel que había muerto como un verdadero héroe de su pueblo y bajó su sable”. El mismo médico militar francés presente en la ejecución y que testificó el fallecimiento del reo, el doctor Sengstock, explicó: "Hemos visto morir a algunas personas, pero nunca a alguien que lo hiciera de forma tan valiente e íntegra, hasta el punto de que si a algunos de nosotros nos cupiera alguna vez tener un destino similar desearíamos habernos comportado como él”. Y más adelante alabó su “patriotismo más y puro y desinteresado”.


Poco después de su fusilamiento su cadáver fue robado de la morgue de Düsseldorf por un grupo de SA al mando de Viktor Lutze (futuro jefe de las SA después de la purga de 1934) quién llevo el cuerpo hacia una zona alemana no ocupada por Francia.

El ataúd cruzó Alemania suscitando movilizaciones patrióticas allí en donde el tren que lo trasladó efectuaba paradas. El ataúd viajaba cubierto por la Reichskriegsflagge, la bandera de combate de la marina del Reich que había pasado a ser el emblema de los freikorps. En Friburgo, última estación, le esperaban las corporaciones estudiantiles que acompañaron el cuerpo hasta Schoenau. El ataúd fue llevado por los camaradas de armas de Schlageter, del Regimiento de la Artillería de Campaña 76. Allí se levantó un memorial que permaneció indemne hasta junio de 1985, cuando fue profanado por desconocidos. Seguramente se trató de una acción llevada a cabo por activistas de extrema-izquierda. Wolfram Mallebrein escribió en aquellos días: "El monumento fue destruido, pero el espíritu de Schlageter, el espíritu de sacrificio personal dedicado a su país vivirá en la nueva generación".


> La conversión en mito: el Culto Schlageter

Schlageter fue transformado por la propaganda nacionalsocialista en un “héroe popular alemán”. Cada 26 de mayo, todas las organizaciones del NSDAP, tanto de la Organización Política, como de las Secciones de Asalto, realizaban mítines y actos en su homenaje. Luego, cuando Hitler se convirtió en Canciller estos actos se convirtieron en celebraciones oficiales.

A partir de 1924 y hasta mayo de 1933 aparecieron quince libros sobre Schlageter y decenas de folletos, novelas juveniles e incluso cómics en su honor. Hitler lo nombrará en su Mein Kampf (1925) y con nombre cambiado es el protagonista de la novela de Goebbels Michael. Ein deutsches Schicksal in Tagebuchblättern (1926) que constituyó un éxito de ventas. El dramaturgo Hans Johst le dedicó una obra titulada con su apellido, Schlageter, estrenada el día del cumpleaños de Hitler, el 20 de agosto de 1933, en el Staatlichen Schauspielhaus de Berlin y con la presencia personal del Führer y la jerarquía nazi. La obra siguió representándose en los teatros alemanes hasta mayo de 1945.

Goebels publicó la correspondencia de Schlageter demostrando que aquellas cartas estaban escritas con sinceridad, simplicidad y espontaneidad, logrando llegar al corazón de sus lectores. En todas las ciudades alemanas una calle, frecuentemente céntrica o muy céntrica, recibió el nombre del “héroe del Ruhr”, en otras ocasiones fueron plazas en las que se instaló un monumento en su honor, o bien placas, monolitos o memoriales. Se dio también su nombre a una condecoración del NSDAP, un buque de guerra, marchas militares, unidades de caza de la Luftwaffe ostentaron el nombre de Schlageter, pero, sobre todo, cada 26 de mayo, hasta el final del régimen nazi, tuvieron lugar actos multitudinarios en recuerdo del soldado-mártir de la revolución nacionalsocialista por excelencia.

En los años de la República de Weimar y del III Reich se levantaron un mínimo de un centenar de monumentos en honor de Schlageter, de los que todavía hoy siguen en pie alrededor de 20. Cuando se produjo el décimo aniversario de su fusilamiento, en Kreuzberg, tuvo lugar un acto al que asistieron 5.000 personas, la mayoría miembros del Casco de Acero, de las SA y de las Juventudes Hitlerianas. Hacía menos de tres meses que Hitler era canciller. El primer monumento fue levantado en julio de 1927 en Elberfeld, donde habían tenido lugar algunos de los sabotajes de Schlageter contra las tropas de ocupación francesas. Sin duda, el monumento más grandioso se levantó en Golzheimer, próximo a Düsseldorf promovido por las corporaciones estudiantiles y la municipalidad. El monumento fue inaugurado el 23 de mayo de 1931, diseñado por el arquitecto Clemens Holzmeister y consistía en una cruz de 27 metros de altura de acero sobre un sarcófago de piedra que se encontraba en el interior de un recinto circular de 28 metros de diámetro. El monumento fue destruido en 1946 por iniciativa de las autoridades de ocupación británicas.


NOTAS

(1) Cfr. Revista de Historia del Fascismo nº I, artículo ¿Idilio entre hitlerismo y estalinismo?, capítulo: Schlageter camino del Rhur