sábado, 30 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (300) - PAN Y VINO, CARNE Y SANGRE DE LA TIERRA


Hoy, cuando la “inflación subyacente” está convirtiendo comer y beber en un lujo: prepararos para el tiempo que está por venir en el nos propondrán alimentarnos con pasta de insectos y beber vuestros propios orines destilados, eso sí, para “salvar el planeta” y “evitar la sequía”. Tal es el “programa” de alguien que demuestra tan pocas habilidades en el saber vivir como el ministro del ramo, Alberto Garzón. En estos tiempos en los que con permanganato y saborizantes se logran los vinos de tetrabrick, y con harinas obtenidas por ingeniería genética y aditivos de mala calidad se hace la maldita baguette (que parece una barra de tiza dos horas después de salir del horno), vale la pena recordar los mejores tiempos que volverán en ese ciclo que no termina de morir. Recordarlo: cuando volváis a encontrar buen vino y pan digno de tal nombre en los supers, es que el “tiempo nuevo” ha llegado. Esta es la historia del Vino y del Pan, de la sangre y de la carne de la Tierra. Este es nuestro alimento: el de la Vida y de la alegría de vivir. Apuradlo hasta las heces…

 

PAN Y VINO:

CARNE Y SANGRE DE LA TIERRA

  

Los tres cultivos típicamente mediterráneos -vid, olivo y trigo- han sido incorporados a los rituales mistéricos cristianos en forma del vino y del pan de la Consagración y de los santos óleos que exigen algunos ritos. Pero la importancia de estos elementos trasciende con mucho al cristianismo, el cual se limitó a incorporar a su arsenal sagrado algo preexistente. 

Esta es la historia del pan y del vino, carne y sangre de la Tierra... 


DESDE ADAN Y EVA HASTA LA EDAD ANTIGUA 

Algunas tradiciones medievales insinuaron que el Árbol de la Vida situado en el Paraíso no era otro que una vid. La cultura judía, altamente tributaria de la egipcia, heredó de ésta la afición al alcohol e incorporó los temas etílicos a su mitología. Nadie duda, entre los judíos, que Noé fue el inventor del vino. 

Quinientos años antes de que floreciera el mito de Noé, los caldeos consideraban a Xiutros, dios protector de los frutos de la tierra. En el equivalente caldeo al episodio bíblico del Diluvio Universal, Xiutros fletó el Arca que salvaría a los elegidos. Al desembarcar, su primera acción consistió en plantar un viñedo. 

En cuanto a los egipcios, se sabe que trabajaban la uva con el método del torniquete y más tarde, al perfeccionarse la técnica, se terminó por pisar la uva en el interior de toneles, prefigurando el sistema que ha permanecido en vigor hasta mediados del siglo XX. Los egipcios amaban el vino incluso tras la muerte. En las tumbas solían colocar recipientes con mosto fermentado para que el muerto pudiera libar durante su viaje a través de los paisajes descritos en el "Libro de los Muertos". 

En Persia el vino era símbolo de poder. Se sabe que hacia el séptimo milenio antes de JC ya había viñas plantadas en la región. Para mejorar la calidad de algunos vinos, los persas tuvieron la ocurrencia de mezclar caldos de distintas calidades, costumbre que ha persistido hasta nuestros días y que muchos enólogos consideran un sacrilegio. 

En la Europa continental el vino arraigó cuando se establecieron las primeras comunidades agrícolas, probablemente en el cuaternario. En Troya y Micenas se bebía abundantemente. Cuenta la Ilíada que París retuvo a Helena en Troya gracias al buen vino del país, y en los relatos homéricos abundan las referencias a grandes bebedores y a vinos de calidad. Pero es imposible aludir al vino en la civilización clásica sin hacer referencia a Baco y Dionisos. 

El cultivo del vino entre los griegos fue relativamente reciente. No perteneció a la vieja Deméter, diosa de la Tierra, sino a una figura del panteón muy posterior, Dionisos. Su culto estaba asociado al conocimiento de los misterios de la vida después de la muerte. El simbolismo fue de tal intensidad que persistió incluso en el cristianismo. La vid, expresión de inmortalidad, es símbolo de la juventud y de la vida eterna. 

Distintas bebidas alcohólicas tuvieron el mismo sentido. No es por casualidad que hoy el aguardiente en francés se llame "eau de vie" (agua de vida) y el whiskey "water of life". Pero la costumbre viene de lejos: los persas bebían "maie-i-shebab", literalmente "bebida de la juventud" y los sumerios el "geshtim", "árbol de la vida". 

Se solía representar a Dionisos como un campesino, hábil viticultor y saludable bebedor; tal sería su aspecto "diurno", pero existe otro Dionisos, amante de andanzas nocturnas, taimado y libertino. A este último se consagraban las fiestas dionisíacas, las más sonadas romerías griegas. En el curso de estas fiestas los hombres se disfrazaban de machos cabríos para encarnar el espíritu silvestre de la naturaleza. Era frecuente que los celebrantes cayeran en éxtasis profundos provocados por el baile y el vino. 

Pero no todo fueron alegrías para el vino griego. Hacia el siglo III se les ocurrió a algunos vinateros avispados mezclar vino con sustancias que aseguraran su conservación (brea, resina, polvo de mármol, cal y salmuera) que mermaron la calidad de los caldos. Para colmo, Anfiction, hijo de Deucalión, impuso el vino aguado para atenuar su grado, mientras que Licurgo, el legislador espartano, mandó arrancar las vides que rodeaban a la belicosa ciudad lacedemonia. 

Pero nada pudo evitar que, hasta la incorporación de las tierras griegas a la romanidad, se bebiera y brindara abundantemente a la salud de los humanos y los dioses. En los banquetes griegos, sólo tras los postres, se brindaba a Dionisos; era entonces cuando empezaba el rito de la tertulia propiamente dicha, el "symposion". Los vinos de Arcadia, Samos, Quío, Laconia, Tracia y Beocia, alcanzaron fama en todo el Mediterráneo. Muchos de ellos aún son apreciados por los buenos bebedores. 

Los romanos ampliaron los puntos de vista y las dimensiones de la cultura griega. Quizás sea por eso que se han encontrado entre las ruinas de la Ciudad Eterna, ánforas descomunales de hasta 800 litros de capacidad, lo cual dice mucho sobre el amor de patricios y plebeyos hacia el buen vino. Tiberio, Druso y Calígula fueron grandes bebedores. En la ciudad de Rómulo, florecieron los gremios especializados en el sector vitivinícola: analistas, criadores, catadores, coperos, mezcladores, escanciadores, etc. Hoy se tienen identificados hasta 80 tipos diferentes de vinos romanos, algunos de los cuales procedían de las tierras de Hispania. 

Por cierto, que nuestros ancestros tenían a Gerión -rey mítico de España- por adversario de Osiris y Dionisos. Su derrota por estas grandes deidades de la cultura mediterránea, entrañó la introducción del cultivo en nuestro país. Parece que hubo viñas en nuestras tierras desde antes que llegaran los celtas. 

En los prolegómenos del desplome final, Roma aumentó el consumo descontrolado de vino. Aun cuando no puede establecerse un nexo causal directo, en esa fase las costumbres romanas fueron disipándose. En lo peor de la decadencia, el vino de las orgías se batía con semen de los efebos asistentes. Poco después todo se hundió por obra y gracia de las tribus bárbaras. 

En España, los vándalos dictaron severas medidas contra quienes saquearan o arrancaran vides. En esto consistió el "acto vandálico" del que aun da cuenta nuestro léxico. Los bárbaros eran, sobre todo, buenos bebedores de cerveza, pero pronto se adaptaron a las costumbres del Imperio que acababan de destruir; mucho más cuando asumieron el cristianismo como religión oficial. 


EDAD MEDIA: LA ÉPOCA DORADA DEL VINO 

La Edad Media fue la aurora dorada del vino. Cultivado en un principio por razones de culto, los monjes de los distintos monasterios tuvieron pronto un excedente de producción que comercializaron en su zona de influencia. Los vinos, como el saber medieval se refugiaron en los monasterios. Hacia el siglo X los monjes de los monasterios catalanes recibían tres litros de vino al día para cubrir sus necesidades. Eso y una manta.

San Bernardo en sus sermones sobre "El Cantar de los Cantares" recordaba como Salomón comparaba el racimo de vid con la belleza de la esposa mística. Y más adelante San Bernardo comentaba aquella otra frase con la que se inicia el poema bíblico: "Cuan lindos son tus amores, más que el vino". San Isidoro de Sevilla en sus "Etimologías" realizó una catalogación de los caldos de su tiempo y Rabelais, ya hacia el final del período medieval, escribió, consciente de lo que hacía: "Qué bueno es Dios que nos da este instrumento de trabajo". Se llamaba al Señor el "Gran Vendimiador" como otros le llamaban el "Gran Arquitecto del Universo" y otros "El Ojo que Todo lo Ve". 

Cervantes llamó a las tabernas "ermitas de Baco" y recordó que tabernáculo, lugar de culto y ara de sacrificios, dio por corrupción o evolución, el vocablo "taberna". 

Este carácter sagrado está presente en todas las latitudes. La vid y el vino, fueron siempre traídos por un dios civilizador. Fue bajo los efectos del vino como en el curso de los tiempos los videntes y profetas lanzaron sus más acertadas predicciones. 

Kierkagaard pudo decir en los años veinte, parafraseando a San Juan, "En el principio fue el aburrimiento". Y el alcohol fue capaz de paliar ese aburrimiento. 


EL VINO TERAPEUTICO 

Luis XIV se trataba la cirrosis hepática con buen vino de Burdeos y hay que pensar que supo rodearse de los mejores médicos de su tiempo. En realidad, Asclepio (dios de la medicina) y Dionisos han sido siempre una buena pareja. El vino puede ser, a la vez, medicamento y alimento. 

Cuando nuestros abuelos sospechaban que unas fresas estaban contaminadas por el tifus, les bastaba sumergirlas 20 minutos en vino para que fueran completamente esterilizadas. Los médicos de otro tiempo recomendaban ingesta prudencial de vino para aumentar la función renal y en casos de metabolismo lento. Hipócrates lo señalaba, aguado, eso sí, para el tratamiento de congojas, aspereza y horrores... Los galenos de ayer consideraban que la temperatura influía en las cualidades terapéuticas del vino. 

Se sabe que Tiberio lo bebía caliente y que incluso en nuestros días se le considera así apropiado para aliviar el catarro. Las madres rurales daban hasta no ha mucho, pan mojado con vino para garantizar un saludable destete y a los abuelos mareados se les tendía una copa para estabilizarlos. Es inútil pensar que estas costumbres se han ido repitiendo, generación tras generación, sin que obraran un efecto saludable. Y la costumbre data ya de tiempos de Platón, quien no dudó en llamar al vino "leche de los viejos" por la longevidad que, según él, asegura. El pan mojado en vino de España, lo utilizaba diariamente Monseñor Cornaro, comendador del Concilio de Trento, que llegó casi a los 100 años, en un tiempo en que superar los cincuenta era extraño. Y de un arzobispo de Sevilla se dice que alcanzó los 128 años en el XVIII: "Yo en verano bebo siempre media botellita del añejo y en invierno doblo la razón", dicen que decía. Un dicho andaluz sentencia: "El vino de Jerez, buen jarabe para la vejez".    

Hasta los años 40 el vino se utilizaba en lavados locales, emplastos para heridas y lesiones de piel. Los "Hechos de los Apóstoles" recuerdan que Lucas puso a Pablo, santos ellos, vino en emplastos para remediar la afección del apóstol de los gentiles que lo postró durante meses. El Quijote utilizó, por su parte, vino para limpiar la herida de la rubia Camila y el Lazarillo curó las heridas de la cara del ciego al que servía, con buen vino de rioja. Los catarros y las bronquitis requerían, según los conocimientos médicos de otro tiempo, "vino por fuera y por dentro". La pulmonía se curaba en la Sierra de los Ancares, hasta principios de siglo con vino caliente hervido con grasa de cerdo y cocido con flores de romero, laurel y hierbaluisa. Cuánta razón tenía el Talmud de los judíos cuando sentenciaba sin apelación: "El vino es el mejor de los remedios", o el refranero español que proclama -"Comer sin vino, miseria y desatino" o este otro, "A la carne vino, y si es jamón, con más razón". El anuncio de las bondades del vino se realizaba también en negativo; véase sino: "Quien come besugo y agua bebe, no preguntes de que muere". 


RITOS ARTISTICOS 

El vino ha estimulado la creación artística. En ocasiones la creación y la locura han caminado juntas. Tal es el caso de Poe y, en cierta medida, de Baudelaire o Blake. Para ellos, embriagarse fue el pasaporte de fuga de la realidad que les abrumaba. Verlaine era consciente de que su actitud ante el vino le creaba un dilema insuperable y, a la sazón, escribía: "No puedo trabajar si no bebo; pero, si bebo, no puedo trabajar". 

Un determinado tipo de artistas encontraron en el vino un resorte para su inspiración. Para ellos, el vino iba más allá de un recurso que acompaña las comidas o un vehículo hacia la embriaguez. Es, más bien, la puerta de entrada por la que se precipitan las musas. Si determinados sistemas religiosos utilizaron el vino en sus ritos mistéricos, intelectuales y artistas aislados, recondujeron sus efectos hacia la creación literaria. 

Alegrarse es la frase que define la excitación que provoca el vino. Un autor anónimo del siglo XVII escribió que "el primer vaso pertenece a la sed, el segundo a la alegría, el tercero deleita y el cuarto lleva a la locura". Pues bien, un cierto tipo de artistas quisieron ir más allá de la locura. A ellos pertenece el vino como forma de inspiración. Resulta curioso que en el ámbito del Islám, una religión que no ha sido excesivamente tolerante en relación a los productos de la vid, sean poetas y artistas -sufíes en buena medida- quienes hayan honrado el vino con sus exaltados cantos. Ibu Hazmun, por ejemplo, proclama que "No es un crimen beber vino; poco el precepto me asusta; hasta los mismos derviches lo beben y disimulan". Y termina su poema con estrofas igualmente significativas: "... la garganta se les seca, con tanta oración nocturna, y a fin de que se refresquen, vino en abundancia apuran". Por lo mismo, no puede extrañar que sea en Andalucía, allí donde la presencia musulmana fue más tardía, que el vino ha arraigado con fruición.

A decir verdad, los cuatro elementos de la cultura andaluza son extranjeros: los chatos vienen de Italia, el pescado frito es genovés, algunas tapas son suecas y traídas por jerezanos que comerciaron con esa nación y los caballos son anglo-árabes. En cuanto al cante jondo, huelgan comentarios. De estos elementos culturales los especialistas solo discuten sobre las tapas, de las que algunos patriotas sostienen que son oriundos de tan cálidas tierras. Para ello alegan el descubrimiento en Marchena de unas ánforas de a pie, dentro de las cuales se hallaron cantidades de extracto seco de vino y en la barra próxima un gran montón de caracoles... 

Sin embargo, la polémica sigue viva: Dionisos y Baco fueron honrados no en tanto que dioses de la embriaguez sino del vino. Si el consumo de vino es socialmente aceptado, la embriaguez es unánimemente rechazada en todos los pueblos y culturas. La creación artística está pues situada más allá de la frontera de la embriaguez, en los intelectuales que hemos mencionado. Allí donde termina el vino como deleite empieza la embriaguez y, en sus confines, más allá de la melopea y de la ulterior resaca, se sitúa el mundo de las musas. Ciertamente existen otros procedimientos para evocar a las musas -la meditación, sin duda el más apolíneo- pero la tentación dionisíaca ha ganado a muchos de los más afamados escritores. 

Hablando de resacas. Incluso la corona regia es un invento de Baco. La primera que se labró en el mundo se hizo con flores escogidas para evitar el dolor de cabeza que el vino en demasía, produjo a los clásicos. Las primeras se tejieron con mirto, salvia y pino y estaban reputadas de aliviar las regias resacas. Luego pasaron a ser signo de realeza y santidad. 


UN PODER MISTERICO Y TRANSFIGURADOR 

El vino está asociado a la sangre, por similitud de color y por su carácter de esencia de la vid. Es sabido que, en las civilizaciones pre-modernas, esto es tradicionales, la sangre se considera el vehículo de la vitalidad; por ella fluye el espíritu que anima al ser humano. Con el vino ocurre otro tanto; nace de la tierra, se elabora en la oscuridad en el seno de bodegas al abrigo del sol, frecuentemente bajo tierra. 

El principio animador de las ciencias pre-modernas era la ley de las analogías: "lo semejante se une a lo semejante", "lo que está arriba es como lo que está abajo". El vino, inicialmente, en embrión en las parras expuestas al Sol, debía recoger lo esencial de este elemento. Por tanto, no es raro que las religiones mistéricas vean en el vino algo uránico y solar. De la misma forma que la sangre gira en torno al corazón y depende de él, los mostos nacen alimentados por el Sol. Más tarde, resguardados de él, crecen y maduran en la oscuridad. Si reciben primero, el Fuego-Sol uránico, en la bodega, luego, se impregnan del calor subterráneo, emanado del Fuego-Telúrico de las entrañas de la Tierra. El vino se alimenta de lo uno y de lo otro. Es, por tanto, un alimento "holístico", total y totalizador. No es raro que el cristianismo lo considerara sangre de Cristo, como los griegos lo tuvieron por sangre de Dionisos y los egipcios de Osiris. 

En algunas civilizaciones se ha comparado los granos de uva como estrellas de una bóveda celestial que los cubre e integra. Esta analogía contribuye a aumentar las relaciones entre el vino y el principio uránico y luminoso. Esta característica sirve, igualmente, para elevar el espíritu humano. En un texto védico puede leerse: "¿Habré bebido Soma? / Soy alto, alto / Heme aquí erguido hasta las nubes / ¿Habré bebido Soma". El Soma era el licor de la inmortalidad... 


EL PAN: CARNE DE LA TIERRA Y CUERPO DE CRISTO 

El otro alimento de la inmortalidad es el pan. Y, al igual que el vino, está presente en todas las tradiciones religiosas y esotéricas. Beith-el, la Casa de Dios, allí donde Jacob soñó con la escalera que ascendía hasta el cielo, quiere decir, literalmente "la casa de Piedra", que, acto seguido se convierte en Beith-lehem, "la casa del Pan". La casa de Piedra se transforma en presencia sustancial y alimento espiritual. 

Siguiendo con la tradición judeo-cristiana, el pan aparece en dos milagros de Cristo, el primero, el de las Bodas de Canáan, es cualitativo; Cristo cambia el agua, en vino, mientras que, en la multiplicación de los panes y los peces, tiene un carácter cuantitativo. De ahí que el vino esté ligado a los "misterios mayores" y el pan a los "misterios menores". 

El pan no sería nada sin la levadura que contiene, expresión del principio activo que le da volumen y confiere carácter. La ausencia de levadura implica pureza y sacrificio, de ahí que, algunas tradiciones, incluida la cristiana, utilicen el pan ácimo, como forma de rendir culto a la divinidad. Los judíos consideran el pan fermentado, "zymi", como impuro. El "azymi" (ácimo), sin levadura madre, es, por el contrario, considerado puro. El sacrificio de Cristo, por ejemplo, se resume en la hostia, "cuerpo de Cristo" que no es sino una lámina de pan ácimo. 

Pero el simbolismo religioso del pan venía de antiguo. Se sabe que en los misterios de Eleusis se empleaba la materia prima que da lugar al pan, el trigo. En el curso del drama místico que conmemoraba la hierogamia de Démeter y Zeus, se presentaba un grano de trigo en el interior de algo parecido a una custodia, que los iniciados contemplaban en silencio y recogimiento. Era la "epopteia", literalmente, la contemplación. A través de ese grano, los iniciados honraban a Démeter, diosa de la fecundidad e iniciadora de los misterios de la vida. 

El pan adquirió el mismo carácter sagrado en Roma. Las panaderías estaban nacionalizadas y los panaderos eran lo más próximos a funcionarios del Estado. El poder imperial siempre tuvo mucho interés en que no faltara, ni este alimento, ni los juegos del circo, para sus ciudadanos.  

Los romanos llegaron a sofisticar los hornos. La locución "horno" procede de la raíz "forn-" que en latín da "fornicatio" y "fornix". "Fornix" era la habitación abovedada donde las prostitutas romanas recibían a sus sicalípticos clientes. Por analogía con los lugares donde se cocía el pan -igualmente abovedados- los hornos recibieron tal nombre. Pero los simbolismos sexuales han acompañado siempre al pan. De hecho, aún hoy en Inglaterra, cuando una mujer está embarazada se dice que "tiene algo en el horno" y, con su particular perspectiva psicoanalítica disidente del freudismo, Otto Rank, observó a principios de siglo, las analogías entre el falo y la barra de pan. 

A este respecto la sensibilidad de Marcial, poeta romano amigo de Juvenal y del naturalista Plinio, critica a un Lupus, roñoso para sus amigos, cuya amante, dice, comía pan de formas obscenas, que llamaba eufemísticamente "Caracolas de Venus hechas de harina en flor". Marcial, así mismo, tiene un poema titulado "Príapo de harina de trigo". Príapo, por lo demás, es el miembro viril en erección. En Normandía hemos comido ingenuamente pan en forma de falo y en España algún avisado industrial ha intentado introducir el mismo producto. Los venecianos mantuvieron la costumbre hasta el ventennio mussoliniano y el mismo hábito subsistió en Alemania hasta principios del novecientos. Hubo panes mono, bi, tri y cuatrifálicos...

Esta asimilación entre el sexo y el pan no es gratuita. La harina no es sino materia inerte, procedente de la Madre Tierra, que recibe la vida por introducción de un principio activo, la levadura. Por esas casualidades que tiene la naturaleza, los principios vivificadores del pan y del vino son idénticos: el saccarlmyces elipsoideus, gracias a ellos se produce la fermentación del mosto en las tinajas y del pan en la artesa. 


EL ATRACTIVO SURREALISTA DEL PAN 

Salvador Dalí solía pedir a algunos pasteleros particularmente hábiles en su arte que fabricaran objetos insólitos con el pan. Realizó marcos para sus cuadros con este alimento e incluso encargó un mobiliario a un famoso panadero parisino. Durante los años 30, según explica en sus escritos autobiográficos, contempló la posibilidad de crear una sociedad secreta de carácter político-místico, cuya única actividad fuera dejar abandonados gigantescos panes en el centro de las grandes ciudades occidentales. Dalí albergaba la quimérica idea de que esto provocaría confusión y espanto y la incomprensión por tal gesto surrealista acarrearía la crisis de todo el sistema de valores burgueses. Era, evidentemente, una boutade que jamás llevó a la práctica. 

Sus neurosis sexuales seguramente tendrían algo que ver con la evocación fálica de las barras de pan, cuando se sintió irreprimiblemente atraído hacia este producto que empezó a ser omnipresente en su producción e incluso en sus gestos más teatrales. Uno de los grandes cuadros de Dalí, la "Cesta de Pan" en sus dos versiones, es por su ejecución y luminosidad, sin duda una de las obras más brillantes y surrealistas del siglo. Dalí lo asociaba a la lectura de Fulcanelli y de la literatura alquímica. El poder evocador del pan, como vemos ha seguido presente en el gran arte del siglo XX. 


LA LUCHA POR EL PAN Y EL VINO,
LUCHA POR LA CALIDAD DE VIDA

Pan es algo más que un alimento. Es el nombre de un dios: el Gran Dios Pan. Pan significa el Todo. El nombre le fue dado por los dioses, en tanto que encarna una energía genésica del Todo o de la Vida. Es una tendencia propia de todo el universo. Cuando los antiguos percibían la presencia de este dios, experimentaban un sentimiento de terror que enturbiaba los sentidos. Era la sensación de "pánico". Pan fue el dios de los cultos pastoriles, mitad humano, mitad animal, de cuerpo velludo, ágil y rápido, obsceno y provocador, acosaba a ninfas y jovencitos. Onanista empedernido, su insaciable deseo sexual dominó el período final de la civilización griega -el helenismo-; Pan encarnó los valores del tardo-paganismo.

Plutarco cuenta que un navegante oyó voces misteriosas en alta mar que anunciaban la muerte del Gran Dios Pan. Su fin presagiaba el ocaso de los dioses paganos. Proudhon, lo elevó a la categoría de figura literaria y escribió a propósito: 

"Las sombras de los héroes se lamentan y los infiernos se estremecen. Pan ha muerto: la sociedad se disuelve. El rico se cierra en su egoísmo y esconde a la claridad del día el fruto de su corrupción; el servidor ímprobo y cobarde conspira contra el señor, el hombre de leyes, por dudar de la justicia ya no comprende sus máximas; el presbítero ya no opera conversiones, antes bien seduce; el príncipe toma por cetro la llave de oro; y el pueblo, desesperada el alma, asombrada la inteligencia, medita y calla. Pan ha muerto, la sociedad ha tocado fondo".

Para Proudhom la muerte de Pan presagiaba el fin de las instituciones, era símbolo de un orden social en crisis. Durante el siglo XIX, muchos valores quedaron alterados y el pan, ese alimento imprescindible, se convirtió en símbolo de reivindicaciones sociales. A finales del XVIII, María Antonieta, sin entender lo que pasaba a su alrededor y que terminaría llevándola a la guillotina, despreciativamente comentaba que las masas de sans culots hambrientos, si no tenían pan, harían bien comiendo bollos. Más tarde, los socialistas utópicos y los anarquistas convertirían el pan en estandarte. Kropotkin, el noble "hijodalgo" anarquista llegó a titular uno de sus títulos "La conquista del pan" e incluso el fascismo español proclamó su tríada flamígera "Patria, Pan y Justicia". El pan se identificó con los derechos de los desheredados, esto es, con los que eran más numerosos, los "proles", prolíficos o proletarios, y de ahí la asimilación de Proudhom con el dios del Todo. La lucha por el pan se convirtió a la postre en una lucha por la calidad de la vida.

En los últimos 30 años, el consumo del pan ha ido descendiendo, sin embargo, resulta paradójico que cuando se produce un momento de recesión y crisis social, el consumo aumente. De hecho, el pan es el elemento más importante de la economía familiar hasta que los bancos inventaron las hipotecas. Cuanto más aumenta el precio de los alimentos, incluido el del pan, más aumenta su consumo; éste parece estar fuera de la lógica de las leyes de oferta y demanda. Esto se debe a que el pan ocupa un lugar particular en el subconsciente colectivo de nuestros pueblos; se le tiene por alimento imprescindible sometido a una consideración especial. Hasta hace poco, cuando caía un trozo de pan al suelo, era costumbre darle un beso en señal de tributo y homenaje; existió la prohibición de malgastar o tirar el pan. Luego, en períodos de bonanza económica, pareció como si sus méritos culinarios y alimenticios se diluyeran, pero ha bastado la generalización de la crisis económica, para que su consumo iniciara una inflexión positiva y por todas las esquinas florecieran panaderías de nuevo cuño.

Si los vinos son honrados con las consideraciones más elogiosas y sometidos a las críticas más profundas, el pan, apenas parece en las cartas de los grandes restaurantes. El honesto bocadillo parece el único refugio de este alimento. Se sabe que el Conde de Sándwich, jugador empedernido, se negaba a abandonar la mesa de juego. Hoy diríamos que era un ludópata. Su cocinero particular inventó este alimento, como mínimo antes de 1836, fecha en que Balzac, siempre atento a la sociedad de su tiempo, lo menciona en una de sus novelas.              


En Andalucía, Extremadura y, por extensión, en todo el territorio nacional, el pan ha sido dignificado como alimento de envergadura. Ahí están las torrijas para demostrarlo o las migas, por no hablar de los rebozados que lo unen en polvo a los mejores filetes. Resulta problemático considerar brioches y croissants como pan en sí mismos, ni siquiera se les puede mirar como a derivados. En realidad, son antítesis. El arte de la panadería no existe sin fermentación. Ésta se produce por reposo de la masa en la artesa, una vez ha sido incorporada la levadura. En cambio, en las artes de pastelería, la fermentación es sacrílega y destruye el producto.

De la misma forma que una sociedad que prefiera el sky al alpinismo preferirá la inercia de lo que baja al esfuerzo de lo que debe escalarse con fatiga y cansancio, una sociedad que prima las artes de la pastelería por sobre las de panadería, es una sociedad que evidencia hedonismo y sofisticación... Esa misma sociedad de la que el abuelo Proudhom dijo que había registrado la muerte del Gran Dios Pan.

Pero, todavía, en el seno de nuestra cotidianidad hecha de productores alienados y consumidores integrados e inerciales, bulle el recuerdo ancestral de un mundo en el que la carne y la sangre de la Tierra animaba los ritos y las costumbres sociales: el buen vino viejo, y el pan de corteza gruesa y miga consistente, ése cuya entrega era la mejor recompensa a una jornada de trabajo y cuya privación suponía el peor de los castigos. El Gran Dios Pan ha muerto, Dionisos se ha retirado a las estanterías de los tetrabriks en la sección de vinos de las grandes superficies. La panadería y la viticultura han pasado de ser una Arte a mera técnica, el consumo ha masificado la producción. Solo unas ratas firmas siguen manteniendo sistemas tradicionales de obtención del vino y de panificación.

La crisis de civilización se evidencia con toda su fuerza y poder. Sin duda un nuevo período áureo de civilización se sustentará en la rehabilitación del pan y del vino al lugar que les corresponde. Lo que siempre ha sido, siempre será y siempre volverá a ser, que dice el "Eclesiastés".

En verdad el buen vino y el buen pan están aún al alcance de quien sepa apreciarlos.








 

viernes, 29 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (299) - ¿POR QUÉ JUZGAIS A LOS DEL 1-O? AHÍ TENÉIS A ORIOL PUJOL…


A Oriol Pujol le han dado el tercer grado con una condena de dos años y medio de prisión. No puedo por menos que exhibir el agravio comparativo. Servidor, con una condena menor -dos años de prisión- por un delito que ni siquiera generaba alarma social -manifestación ilícita- pasó en prisión tres meses en Alcalá Meco y otros quince en la prisión Modelo de Barcelona. En total 18 meses… o más sorprendente fue que el “equipo de clasificación y tratamiento”, a pesar de ser consciente de que se trataba de la primera condena, de que no tenía “peligrosidad social”, que tenía trabajo, estabilidad familiar y demás requisitos para obtener el tercer grado me lo negó hasta última hora alegando “que no existía garantía de no reincidencia”…

Hay que recordar que, en aquel momento, la única competencia que tenía la gencat en materia de justicia era prisiones. Item más: en el momento en que el equipo de clasificación y tratamiento deliberaba sobre mi promoción al tercer grado recibió la orden de la consejería de que los miembros del equipo debían anotar con nombres y apellidos quienes estaban a favor de mi puesta en libertad… otra forma de presionarme. Más aún: mi madre -en su ingenuidad- acudió a Mosén Fenosa, confesor de Pujol y hombre de confianza del entonces presidente, con el que estábamos vinculados familiarmente. Fenosa, simplemente, le dijo que no podía hacer nada… por mucho que había realizado otros muchos favores, bastante más comprometidos, a otros miembros de la familia, tipificables como “tráfico de influencias”. Hay que decir, por cierto, que varios miembros del equipo de clasificación y tratamiento, entre ellos su directora, fueron condenados poco después por traficar y vender grados. Muestra de la moralidad de algunos de sus integrantes…


No me sorprendió nada de todo esto, por supuesto y, como he dicho otras veces, tengo mi paso por la Modelo como una experiencia más, endurecedora y enriquecedora. Claro está que todo cambia si eres hijo del Jordi Pujol y si estamos en la Cataluña del siglo XXI.

Y esto viene a cuento de que en la Audiencia Nacional se está juzgando al equipo promotor del 1-O. No están todos los que sin, ni mucho menos son todos los que están. Por Waterloo anda el capitán araña que esquivará sus responsabilidades y predicará que es presidente de la república de TV3, la república de los idiotas, en una palabra.

Poco importa las condenas a las que se hagan acreedores. Cumplirán en una cárcel catalana y serán puestos en libertad dos meses después, sin que nadie se sonroje, ni cese la victimización de los condenados (por qué, sea cual sea la sentencia, a nadie se le escapa que alguna responsabilidad habrán tenido en todo este entuerto). Claro está que, de la multa, del pago de las costas y de la inhabilitación para ejercer cargos públicos, no se salvarán, pero esta es otra historia. Es lo que tienen los saltos mortales: que entrañan ciertos riesgos. Sabemos, pues, cómo va a acabar la fiesta. Exactamente igual que ha terminado con el caso ITV protagonizado por hijo del “molt honorable” (dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces) Pujol.

¿Conclusiones? Votaré a quien proponga una reforma de las leyes penales: cumplimiento completo de condenas por corrupción y aplicación solamente de medidas de reducción de condena (tercer grato y libertad condicional) solamente tras haber devuelto las cantidades sustraídas y en la misma condición que cualquier otro preso (aplicable solamente a partir de la mitad de la condena). Y, claro está, trabajo penitenciario para pagar la estancia en prisión.

Sí, es cierto que el caso de Oriol Pujol es particular: solamente se logró demostrar que falsificó varias facturas para pagar 72.000 euros y que luego negoció con la fiscalía una condena de dos años y medio y pago de 76.000 euros, pero no es menos cierto que su caso generó “alarma social” y que la utilización de dinero público para fines personales no es un simple delito porque no afecta a una víctima, sino que toda la sociedad es la víctima del fraude. Pasar 65 días de prisión por haber robado 72.000 euros a todos los españoles, es casi una broma, especialmente cuando un robagallinas pasa la misma estancia en prisión por un delito sin importancia.

Platón decía en la República que en la historia (y lo escribía en el siglo VII a. JC) no se ha dado nunca el caso de un político que actúe y legisle contra sus propios intereses. Esta observación sigue vigente hoy en día. La clase política -la casta, la castuza, la mafia política- se protege a sí misma y no esperéis nunca, absolutamente nunca, que endurezca las medidas represivas contra su propia corrupción… Ingenuo e incauto el que piense lo contrario.

¿Por qué en otras formas políticas la corrupción es menor o, simplemente, no existe? Fácil de explicar: cuando el servicio público se considera como un apostolado casi de naturaleza religiosa, cuando los funcionarios y representantes públicos tienen la conciencia de servir a la comunidad y no entra en sus planes el servirse de la comunidad, entonces existe una vacuna moral contra la corrupción, mucho más eficiente que las leyes, los tribunales o las policías. Y, en esos casos, cuando aparece la corrupción, el paredón es la única alternativa. Porque lo importante es que los bienes públicos se administren de manera responsable, si no es por principios morales, que al menos lo sea por miedo a las consecuencias. Hoy no tenemos ni lo uno ni lo otro, no extrañe, pues, que los simulacros de justicia sean grotescos y que la corrupción sea el único elemento dominante y común en toda la clase política.



jueves, 28 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (298) – SI CREÉIS QUE ESTAS ELECCIONES SOLUCIONARÁN ALGO, VAIS APAÑADOS…

Para los que se hacen excesivas ilusiones: el ciclo electoral que ahora comienza, incluso en la mejor de las hipótesis (un gobierno de centro-derecha condicionado desde fuera por Vox) no resolverá ninguno de los problemas que este país tiene planteados. Y eso, incluso en la remota hipótesis de que esa posibilidad pueda concretarse, porque la otra, la que seguramente se impondrá, la peor de las hipótesis (un gobierno de izquierdas, con el PSOE apoyado por los nacionalistas-independentistas y por Podemos desde el exterior), tampoco es que resulte particularmente estimulante, sino que tenemos muy claro que supondrá un paso adelante en el “abismo” (¿Y qué es el abismo? Una pérdida creciente de identidad nacional, una precarización en las condiciones sociales -la izquierda en campaña es social hasta la exasperación, en el poder, tan solo se preocupa por que la banca se sienta cómoda con ella-, ideología de género hasta el aburrimiento, España última puerta abierta a la inmigración en Europa). Entre detener o ralentizar el camino hacia el abismo (fórmula de centro-derecha) y realizar el sprint final (fórmula de izquierda), el mal menor está claro cuál es. 

Siempre está la esperanza de Vox, sigla nueva como en las anteriores campañas fue Podemos. Reconozco que lo más que me gusta de Vox es lo que disgusta al resto de partidos. Deploro -tarde, pero lo deploro- el caso del profesor de historia, Fernando Paz, no tanto por la renuncia a encabezar la candidatura, como por el hecho de que no haya tenido suficiente apoyo de su partido: a fin de cuentas “el revisionismo histórico” es una muestra de libertad de conciencia (¡faltaría más que la historia fuera una y dogmática y no pudiera estar sujeta a discusión! si hay un área de investigación histórica en la que esté preohibido el acceso, eso no es historia, es dogma religioso) y su actitud ante el mundo gay me parece mesurada y alejada de la homofobia (¡faltaría más que todos  tuviéramos forzosamente que aplaudir con las orejas la causa gay! Las distintas actitudes sexuales son el fruto de equilibrios o desequilibrios hormonales y, por ello, también aquí existe “normalidad”, cuando ese equilibrio se da, y, digamos, “dolencia”, cuando se produce una alteración. Es entonces, cuando hay que acudir a terapia o medicación. Por lo demás que cada cual haga de su capa un sayo y ejerza la sexualidad como le dé la gana… algo que no es ni para proclamar, ni para difundir de manera misional). Además, me queda por decir, que Paz es una buena persona… así que no tenía lugar en ese híbrido de olla de grillos y jaula de los monos que es el parlamento


También está el caso de que, a medida que se van conociendo algunas candidaturas, uno no puede por menos que sonreír. Sin olvidar los agujeros que presenta el programa de Vox hasta el momento -a lo que ya he aludido en otras ocasiones- y que siguen sin rellenarse. Pero, bueno, ahí está la sigla, como una opción que aspira a ser el “bien menor”.

Lo interesante de estas elecciones va a ser dónde y en qué direcciones se producen los trasvases de votos. Obviamente, Ciudadanos, en Cataluña -su patria chica- descenderá y espero que todos señalen a Manuel Valls como el responsable del enfriamiento. El “estratega” enviado por la masonería francesa, espero que fracase en su ambición de hacerse con el ayuntamiento de Barcelona y utilizarlo como trampolín para acogotar a Rivera. De todas formas, el centrismo siempre ha sido flor de un día, aparece en tiempos de crisis, se mantiene en el candelero por un período y luego cae en picado a la espera de que alguien le rescate, décadas después, de su atonía.

La derecha, desunida, perderá, claro está. Pero lo importante es ver en qué proporción sube Vox y en qué medida baja el PP. Y luego, claro está, qué es lo que dicen los parlamentarios de Vox en la grillo’s house. Porqué si todo se limita a decir lo mismo que decía el PP hace 20 años, mal asunto. Y si se trata de un discurso nacionalista a la vieja usanza, quede claro desde el principio que está condenado a desaparecer. No se trata de oponerse a los independentismos para tratar de conservar el Estado Español como ha sido hasta que llegó el malhadado “estado de las autonomías”, sino de reconocer que la época de los Estados Nacionales ha quedado atrás y que todo lo que no sean fórmulas de cooperación continental, es pan para hoy y hambre para mañana.

Pero la crisis nacional y la crisis de Estado no se resuelve con 20, 30 o 50 diputados de Vox. De hecho, va a ser mucho más importante la presencia de diputados europeos de Vox en el parlamento (y ver con quién se alinean) que en el parlamento español en donde, como máximo, podrán condicionar políticas del centro-derecha, mientras que, en el parlamento europeo, podrán bloquear políticas pro-globalización, junto a otras fuerzas similares. 

Y esto por una sencilla razón: cuando un traje está algo usado y tiene alguna mancha, basta con enviarlo al tinte y te lo devuelven como nuevo; pero si el traje está destrozado, no hay nada que hacer. Lo mejor, es comprar otro. El traje es la constitución que ha llevado al país a ser una de las vanguardias de la decadencia europea, el país en el que todas las estructuras se han ido desintegrando sin que aparecieran oposiciones dignas de mención. Si alguien cree que un deterioro cuádruple (económico-político-social-y-cultural) se puede resolver en cuatro años y tras unas discusiones parlamentarias y unos decretos-ley, se equivoca.


Esto es lo que Vox no termina de tener claro. La mayoría de sus miembros opinan que esto puede enderezarse con poco que exista en el parlamento una fuerza correctora. Tienen razón en que la constitución como cualquier otra ley, es como un timón, “hacia donde se le da, gira” (la frase es de Lao-Tsé), pero aquí el problema es que el barco al que pertenece ese timón ha entrado en el desguace. Después del “caso de Fernando Paz” parece claro que nadie que quiera hacer carrera en Vox se atreverá a mencionar ninguno de los temas que han sido tabús para la democracia española y que, al parecer, siguen siéndolo dentro de Vox. Así que el discurso se va a reducir a inmigración no (esperemos medidas concretas para atajar el fenómeno y revertirlo), unidad del Estado (ante la imposibilidad de que desaparezcan las autonomías hará falta esperar qué propuestas concretas prevén para limitar su impacto), orden público (empezar a despojar el Estado de ese garantismo y ese afán redentor de la delincuencia, en beneficio de las víctimas y de la justicia ejemplarizante), etc, etc. Algo que, siendo positivo, como máximo podría llevar a que el barco oxidado y maltrecho en el desguace recibiera una mano de pintura. Pero aún quedaría mucho por hacer y, desde luego, el marco constitucional es como un chicle, pero con límites de elasticidad, especialmente por los porcentajes necesarios para realizar modificaciones en su articulado.

Es preciso tener claro que, si bien la irrupción de Vox, supone un parón en la marcha hacia el abismo -ahora, al menos, hay algún tipo de reacción-, e incluso la posibilidad, de revertir en parte el camino recorrido en estas últimas décadas, no basta con ello: este país necesita un “repaso” total y ello no podrá jamás darse sin que exista un fuerte movimiento popular y de élites culturales que la proponga y que induzca a la aparición de una nueva clase política. 

Y ahora vuelvo al tema “revisionismo”. Estaba leyendo el libro del catedrático de la Sorbona, Edmond Vermeil, Doctrinaires de la Révolution Allemande (1918-1938). Hay que decir que el libro es “antifascista” y está escrito en 1938. De todas formas, da una panorámica muy precisa de las distintas corrientes de la “revolución alemana”, tanto es así que conozco el libro porque, cuando nos pusimos en marcha, en el lejano 1980, para elaborar lo que luego fue la obra colectiva Thule: la cultura de la otra Europa, convinimos en que ésta fuera una de las fuentes d información. Vermeil, en el último capítulo, dedica un parágrafo a Joseph Goebbels. Le reprocha que la propaganda nacional-socialista haya sido simple y clara y se esforzara por decir la verdad a la población sobre los problemas que tenía por delante. Me ha llamado la atención, porque, en la primera lectura que hice hace casi 40 años (utilicé el libro para escribir lo relativo a Moeller van den Bruck) no recordaba este reproche. Goebbels decía que el nacional-socialismo era la “verdadera democracia”: los jefes elegidos en plebiscito y con capacidad para mandar y organizar a la población, con objetivos que estén claros y que sean realistas y una información realista sobre la marcha hacia los mismos y las dificultades. Solamente así, se puede transformar una masa inorgánica en Pueblo organizado. Lo dice un antifascista. Y así se hizo, en efecto. En política, solamente se puede ser realistas, si de lo que se trata es de hacer aquella Gran Política que proponia Nietzsche. Ahora bien, si se trata de buscarse la vida y tener unas poltronas en el grillo's house, eso ya es otra cosa.

Yo recomendaría a la dirección de Vox que fuera clara en lo que se propone, que completara su programa político, que definiera su estrategia a corto, medio y largo plazo, que estableciera un programa de máximos y un programa de mínimos. El que no lo hagan otros partidos, no es excusa para que ellos no se mojen. A fin de cuentas, de lo que se trata en España, ahora mismo, es de cambiar las leyes de la política que han regido en estos últimos 40 años. Y que, sobre todo, que fueran claros: que no tuvieran miedo en ser criticados por gentes que jamás les van a votar y que aprendiera algo de los que nunca han tenido relación con Vox, ni esperado poder cristalizar ambiciones políticas a la sombra de sus siglas, pero que les ha preocupado la situación del país y tienen muy trabajados algunos temas como el de la inmigración o la respuesta a las ideologías de género. Fernando Paz, entre otros

No vaya a ser que lo que, inicialmente, era un banderín de enganche de la Legión, se convierta en un internado en el que hace falta entrar con certificado de pureza de sangre y ADN constitucionalista desde la cuna.




miércoles, 27 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (297) – UN TEXTO DE GUILLAUME FAYE SOBRE LA COLONIZACIÓN ÉTNICA


La reciente muerte de Guillaume Faye es la excusa para difundir algunos de los textos más preclaros que escribió. Se conoce la tesis central que acompañó a Faye en los últimos años de su vida: Europa estaba siendo víctima de una colonización étnica, especialmente por parte del mundo islámico. Darse cuenta de esta tendencia supone situar al europeo ante la alternativa de reaccionar o morir. El texto que presentamos hoy es un capítulo de su obra Pourquoi Nous Combattons. Manifeste de la Resistance Europeenne. El texto fue escrito en 2001 y conserva toda su inquietante actualidad. Las previsiones de Faye se vienen cumpliendo de manera sistemática. Creemos que no es necesario realizar más aclaraciones y que, a pesar de que el autor, toma como referencia Francia, los mismos procesos es están desencadenando en otros lugares de Europa.
 

LA COLONIZACIÓN ÉTNICA DE EUROPA

Más que de «inmigración», hay que hablar de colonización masiva por poblamiento protagonizada por los pueblos africanos, magrebíes y asiáticos y reconocer que el Islam ha emprendido la conquista de Francia y de Europa; que la «delincuencia juvenil» es sólo el comienzo de una guerra civil étnica; que estamos siendo invadidos tanto en los servicios de maternidad como a través de fronteras permeables; que por razones demográficas, un poder islámico amenaza con instalarse en Europa, primero a nivel municipal y después, tal vez, a nivel nacional.

La escuela pública languidece, presa de la violencia principalmente causada por los Beurs1 y los Blacks2, nuevos conquistadores. Las zonas sin ley han sobrepasado el millar. Tras varios años, el número de entradas de inmigrantes, legales y con visado o clandestinos, ha estallado. Los que llegan ya no son trabajadores rentables, sino candidatos a la asistencia pública. Avanzamos hacia el abismo; si nada cambia, en dos generaciones, Francia dejará de ser por primera vez en su historia mayoritariamente europea. Alemania, Italia, España, Bélgica y Holanda siguen el mismo funesto camino con algunos años de retraso. Desde la caída del Imperio Romano, Europa jamás había conocido un cataclismo histórico de dimensiones semejantes. Todo esto se produce con la complicidad de una clase política ciega y etnomasoquista o con la colaboración criminal de los lobbyes inmigracionistas.

El caos étnico que se agudiza en Europa amenaza con acabar con nuestra civilización; es un acontecimiento que reviste mayor gravedad que todas las grandes epidemias de peste que Europa ha conocido. Y no olvidemos que esta colonización, así como esta islamización, sirven los intereses de los Estados Unidos y que tanto la integración-asimilación, como el comunitarismo multi-étnico son algo imposible. Hay por tanto que prepararse para otra solución: la reconquista.

Nunca la identidad étnica y cultural de Europa, fundamento de su civilización, estuvo tan gravemente amenazada. Contando con la complicidad colaboracionista y suicida de los dirigentes políticos y mediáticos. Laurent Joffrin ha llegado a escribir en Le Nouvel Observateur esta anonadante frase: «La extrema derecha quiere paliar los desórdenes del futuro liberal con este remedio tan falso como homicida, la identidad étnica agresivamente opuesta a la inevitable mezcla de culturas».

Ahora bien, este fatalismo del mestizaje no está corroborado por los hechos. No asistimos en Francia una «mezcla de culturas» sino pura y simplemente a la destrucción, a la erradicación, al etnocidio de la cultura europea en provecho al mismo tiempo de una americanización y de una afro-magrebización e islamización.

Bajo la cobertura de la ideología del mestizaje, que no se desarrolla en ninguna parte del mundo, nuestros enemigos, fieles a sus orígenes trotskistas, tratan de abolir nuestra cultura ancestral considerándola culpable por el mero hecho de existir y acusándola de ser intrínsicamente perversa.

La «identidad étnica» y su defensa se señalan como el Mal, como el símbolo de la agresividad, según palabras del citado Laurent Joffrin. Dicho de otra manera, defenderse y afirmarse a sí mismo es racismo.


Lejos del mestizaje general en una «civilización planetaria», concebida como aldea global, el planeta se organiza hoy día en grandes bloques étnicos identitarios en competencia mutua. La mezcla de culturas y la abolición de las identidades no están en el programa del siglo XXI. India, China, África del Norte, el mundo arabo-musulmán o turco-musulmán, etc., afirman sus identidades, no toleran en sus territorios ni inmigración colonizadora, ni mestizajes. Sólo, las pseudo-elites europeas defienden el dogma de un «planeta mestizo». Es una quimera.

Europa olvida la herencia de sus ancestros, mientras la defensa oficial del «patrimonio» disimula una tarea de museización, pero no de creación. Pues una identidad cultural, como una identidad biológica, es fundamentalmente arqueofuturista: es decir, que procede mediante un permanente renacimiento de formas y de generaciones, surgidas todas ellas de un germen original. Permanente renovación biológica y cultural y preservación de la voluntad de poder: ésta es la ley de los pueblos de larga vida. La identidad no puede concebirse sin la noción complementaria de continuidad.

El combate contra la identidad es el lema de la ideología igualitaria dominante. Se trata de abolir a la vez nuestra memoria y nuestra sangre. Los programas escolares dan fe de ello cuando enseñan los cuentos populares africanos en vez de nuestras antiguas leyendas. Las predicciones de Céline sobre la invasión del tam-tam se están demostrando acertadas.

Esta colonización por poblamiento hunde sus raíces en lo más profundo de nuestra propia mentalidad. Los franceses habrán sido los artífices de la destrucción de Francia causada por la invasión alógena. Si este último es el país más afectado, es porque aquí se rechaza la propia noción de identidad étnica y cultural.

Pero el mal viene de lejos. Desde la Revolución, la nueva  Francia jacobina se define como «la república del género humano», la «patria de todos los hombres», a semejanza de los Estados Unidos de América que acaban de alcanzar su independencia. Sólo que en los Estados Unidos, país cuyo fundamento es la inmigración y el etnocidio de los indios autóctonos, la fórmula es verdadera, mientras que en Francia, tierra de pueblos y etnias enraizadas, esta fórmula universalista es peligrosamente falsa. Desde su origen, la República francesa se basa en el dogma de la prevalencia del apátrida.

Tras la derrota de 1870, los ideólogos de la República, con Renan a la cabeza, opusieron Alemania, nación «constituida por un pueblo original y que habla una lengua original» a Francia, supuestamente más civilizada al estar basada no sobre una raza propia, sobre unas raíces, sobre una identidad heredada, sino sobre un contrato social un «querer vivir político en común». De entonces data esta funesta ideología francesa que niega la realidad étnica de los pueblos franceses e impone el mestizo republicano como modelo de ciudadano ideal.

En 1914, y después en 1940, Alemania, sentida como el enemigo ancestral, se veía como el pueblo con un origen, el pueblo primitivo e identitario a abatir, frente al que ese alzaba el ideal del ciudadano francés republicano y apátrida (apoyado por sus colonias de ultramar), indiferente a todo lazo de sangre y unido a sus socios por un mero contrato social.

Por un fantástico efecto de boomerang histórico, la ideología republicana anti-étnica y anti-identitaria, después de haber intentado destruir la personalidad de las regiones de Francia, nunca ha logrado integrar, asimilar y mezclar la de los millones de inmigrantes, en verdad nuevos colonos ¡Estos colonos conservan su identidad, mientras que el conjunto de franceses de origen la pierden! La ideología francesa está destruyendo Francia.

Esta ideología, basada en un cosmopolitismo cerril, está anclada e integrada profundamente en la mentalidad de la burguesía gobernante, cuyo voto casi unánime a las leyes «antirracistas» Pleven (1974) y Gayssot (1998), han instaurado una policía del pensamiento; cuyas innumerables medidas inmigracionistas han supuesto la renuncia a todo control de los flujos migratorios por parte de los gobernantes de derecha o de izquierda. Globalmente, las elites burguesas francesas, políticas o mediáticas, no tienen ninguna conciencia étnica, ninguna conciencia identitaria.

Son cómplices de la colonización y de la invasión, a la vez por una culpabilización antirracista y por una creencia ideológica casi religiosa de que la «identidad es el mal», al igual que todas las doctrinas políticas tachadas de etnicistas. Y a mi juicio, los colaboradores más peligrosos son aquellos que se proclaman de «derecha», pues desarman y desmovilizan la voluntad de resistencia de la juventud sana.

Esta pulsión anti-identitaria y esta culpabilización que hay que denominar como xenofilia, –es decir, fascinación por el otro, por el extranjero– más que «antirracismo», alcanza incluso el corazón mismo de movimientos políticos y culturales que, no obstante, reivindican la identidad francesa y europea, pero que demonizan el etnocentrismo. Es decir, el mal es profundo, el virus ha anidado en nuestro organismo.

Cuando la casa está ardiendo sobran las palabras. Aquí, en lo que concierne a los intelectuales que se proclaman «identitarios» y que defienden el «comunitarismo», que minimizan o niegan el impacto de la inmigración-colonización y aúllan como los lobos contra el «racismo», la causa profunda de su toma de posición no es el estupor intelectual, ni la ignorancia, ni la ideología cosmopolita, sino, alto y claro, la cobardía, el deseo de respetabilidad social y de «ser pensador», la sumisión a la policía del pensamiento, la voluntad de «contestar correctamente» sin franquear jamás la línea roja. Estas traiciones son tan burdas, que la misma izquierda cosmopolita las desprecia. Sí, pues el enemigo desprecia a sus colaboradores.

El enemigo sólo respeta al resistente que se rebela contra él.

NOTAS

1  Hijos de inmigrantes magrebíes, nacidos o que han vivido en Francia casi toda su vida (Nota del Traductor).
2  Hijos de inmigrantes subsaharianos de características análogas a los beurs (Nota del traductor).

martes, 26 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (296) – Dalí, su Tarot y Amanda Lear


El pasado 24 de enero, El Pais, en su edición digital, dedicó un homenaje a Salvador Dalí, repasando su vida a lo largo de 22 fotografías. Era el 30 aniversario de la muerte del pintor y, después de unos años de olvido, motivado por circunstancias políticas, finalmente, a las tres décadas de su desaparición proliferan exposiciones itinerantes, monografías y artículos. Una de las 22 fotografías seleccionadas por El País está tomada en Barcelona en 1969. El pintor, ya maduro, aparece junto a Amanda Lear, un personaje polémico. Están en las gradas de la Monumental de Barcelona, asistiendo a una corrida de toros. Por aquellas coincidencias cósmicas, el mismo día en que veo estas fotos me encuentro, olvidado en un cajón, el “Tarot Dalí” que compré hará un cuarto de siglo y cuyo origen me preocupé por establecer.

El Tarot atribuido a Dalí es uno de los que han experimentado más difusión en los últimos veinticinco años; sin embargo muy pocos conocen su origen y llama la atención que, tratándose de uno de los tarots más conocidos a nivel popular –se han hecho multitud de reediciones y distintas revistas y diarios lo han puesto en el mercado «por entregas»– muy pocos especialistas en cartomancia lo utilizan; es habitual entre estos calificarlo con unas palabras tan reiterativas como definitorias: el «Tarot Dalí no tiene buenas vibraciones», «hay algo en él que es negativo, extraño», no ha faltado quien nos lo definiera como «satánico». La ambigüedad del Tarot Dalí no es sino un reflejo de la ambigüedad espiritual del pintor.

Es suficientemente conocido que muchos surrealistas eran grandes aficionados al Tarot; Gala –ya lo hemos dicho– creía firmemente en la capacidad adivinatoria de las cartas y en la suya propia. Para ella no se trataba de un juego, ni mucho menos de algo frívolo o banal: era el patrón a través del cual analizaba su vida y la de Dalí, día a día, actuando según el dictado de los naipes. Gala –y esto resulta incuestionable– creó en Dalí el interés por las cartas del Tarot, hasta el punto de que el mismo pintor, se dejaba dirigir por las predicciones que su esposa le realizaba diariamente al despertar.

El surrealismo ya había manifestado un interés por el Tarot. Bretón mismo lo había loado. La afición de Gala –y su dependencia– por el Tarot procedía del ambiente parisino en donde en los años 20 y 30 era posible encontrar un adivino en cada esquina; no hay rastro de que conociera esta técnica antes de unirse a Eluard, ni su hermana –que ha explicado todos los recuerdos que guardaba de su hermana a varios periodistas– menciona nada por el estilo; seguramente conoció a alguien en el ambiente que rodeaba los centros de reunión surrealistas, habitualmente cabarets, bares y braserias, que le enseñó a dar los primeros pasos en este terreno, posiblemente se tratase de algún amigo de René Crevel o quizás la propia María de Naglowska; no hay datos fiables a este respecto. La versión que afirma que Gala aprendió a tirar el Tarot en Rusia, y que, al conocer a Eluard en Clevedel ya sería una consumada tarotista, tiene poco fundamento y sólo se apoya en el hecho de que Gala procedía de Kazán, donde existían fuertes asentamientos gitanos; ya hemos visto que ella misma, en alguna ocasión, enfatizó su supuesto origen gitano y, en otras, se hacía pasar por judía (1).

Sea como fuere, en todas las biografías y testimonios directos que hemos podido recoger, no hay ninguna duda que, al unirse a Dalí, Gala ya dominaba la cartomancia. El pintor era el primero en reconocer sus méritos e infalibilidad; cuarenta años después de encontrarse y de que Gala cotidianamente le realizara sus predicciones, Dalí comentó a Amanda Lear: «Gala lee muy bien las cartas; un día te tirará el Tarot; es extraordinario». Y efectivamente llegó el día en que se las tiró; si hemos de creer el testimonio de Amanda, acertó plenamente: «conocerás a un hombre joven que te seducirá por su gentileza»... y así fue, en efecto.

A mediados de la década de los sesenta, Amanda empezaba a frecuentar la «corte» de Dalí en París. En aquella época lo más duro del rock se polarizaba en torno a los «Rolling Stones», con algunos de cuyos miembros Amanda Lear tenía una estrecha amistad. Fue sin duda su aspecto ambiguo y otros extremos de su físico los que despertaron una irresistible atracción en Dalí; por lo demás, Amanda Lear aprendió pronto los resortes psicológicos del pintor y los supo explotar mientras tuvo necesidad.

En el otoño de 1965, Amanda Lear estudiaba Bellas Artes en Londres y se ganaba la vida como modelo de una agencia parisina. La directora de esta agencia era amiga de Anita Pallemberg, compañera sentimental del «Rolling Stone» Brian Jones; Amanda, por su parte, estaba ligada a «Tara», un amigo de éste. En el curso de una cena en «Chez Castel», Brian Jones, «Tara» y Amanda, coincidieron con la «corte» de Dalí, a uno de cuyos invitados conocían. Es Amanda quien nos describe la escena: «Estaban sentados en una larga mesa presidida por Dalí, sentado en una especie de trono y rodeado de cortesanos, jóvenes preciosos y favoritas».


Dalí inmediatamente se sintió atraído por el físico de Amanda, alta, extremadamente delgada, de rostro agresivo: «¿Amanda? Es bonito, no teníamos ninguna Amanda en la corte» y al día siguiente les cita para comer; ya desde ese primer encuentro se evidencian los motivos por los que la modelo atrae la atención de Dalí: «Tiene usted una buena calavera», opina y dice a los otros: «mirad la buena calidad del esqueleto de Amanda». Luego les explicará que, en su concepción, el esqueleto es lo más importante, ¿motivo?, «es lo que queda tras la muerte». Sin más preámbulos le pregunta si es lesbiana: «Todas las mujeres son un poco lesbianas y todos los muchachos pederastas, como seguramente su amigo, como todos los ingleses de buena calidad».

Unos pocos días después de su primer encuentro, Dalí tiene ocasión de ver el pie desnudo de Amanda Lear, no puede contenerse y muestra su sexualidad fetichista tal cual es: se abalanza sobre el hermoso pie, arrodillado, lo elogia y destaca su clasicismo –el dedo índice más largo que el pulgar– para luego besarlo durante un interminable lapso, jadeando de manera entrecortada y visiblemente alterado: «... estas cosas me causan una terrible impresión», se justificó el pintor, para declarar finalmente «Os amo, es una verdadera pasión, os amo cada vez más». Amanda extrañada recuerda: «[todo aquello] me pareció más una manifestación de fetichismo que un acto de amor». Pero el episodio es importante: Dalí, por segunda vez en su vida, declara su amor a alguien que, sin ser completamente mujer, al menos es, una forma femenina; tras Gala, Amanda Lear es el único ser del que se sentirá verdaderamente enamorado. Si bien la atracción por el pie es una de las formas clásicas y relativamente divulgadas de fetichismo, no parece que la totalidad de la atracción que Dalí sentía hacia Amanda Lear derivara de ello.

A la vista de los motivos que le llevaron a sentirse atraído por Gala, puede intuirse en qué radicaba para él el encanto de Amanda: su supuesto o real transexualismo (2). Dalí la pintó en varias ocasiones desnuda y conocía perfectamente el secreto de su sexualidad. Aunque Amanda Lear, tras haber alcanzado un cierto nivel de popularidad, negó siempre su transexualismo, lo cierto es que basó su promoción artística precisamente en la ambigüedad sexual. El semanario sensacionalista de extrema­–­derecha, Minute, reveló que Amanda Lear sería un transexual vietnamita; Dalí, aprovechó para elogiar esta condición: «Deberías de estar orgullosa, querida, ahora todo el mundo estará doblemente intrigado y te hará la corte. Por lo demás ¡es cierto!: no eres ni chica, ni muchacho. Ya te lo he dicho: eres angélica, un arquetipo». Para Dalí la palabra angélica tenía el significado equivalente de hermafrodita y andrógino.

La asociación paranoica angélico­andrógino derivaba ya de sus tiempos infantiles. Dalí solía contar ­e incluso llevó al lienzo­ un episodio de su infancia que, sin duda no habrá sido el único en vivir, sólo que al atribuir una importancia desmesurada y una infalibilidad absoluta a las tesis freudianas, consideraba como una de las piedras angulares de su sexualidad. Cuenta el pintor que sus tíos le obsequian con un disfraz de rey, capa de armiño, corona de oro y cetro incluidos; en la soledad de su habitación se los prueba, la suavidad del armiño y la peluca le inducen a desnudarse ante el espejo; ve algo que sobra, que no entiende para qué puede servir y oculta sus genitales entre los muslos, luego se mira satisfecho. Asocia su autodivinización a este impulso hacia la androginia del que la anécdota de su infancia da constancia y que luego reflejará en varios cuadros.

Este impulso vuelve a salir a la superficie en el momento en que siente el flechazo por Gala en 1929, pocos años después lo experimenta hacia la figura de Hitler del cual le excita particularmente sus «fascinantes caderas blancas y rollizas»; la svástica empieza a causarle alucinaciones paranoicas: «estaba hasta tal punto obsesionado por la svástica que concentré mi delirio sobre la personalidad de Hitler que se me aparecía siempre en mi fantasía como mujer». Estas alucinaciones le satisfacen y se recrea en ellas, acaso porque como dice, es el momento en que «por fin rozo la locura».

NOTAS

(1) Estas dos filiaciones merecen ser comentadas con algún detalle. En Figueras, entre las gentes de la generación del padre de Dalí, circulaba el rumor de que la familia tenía sangre gitana. Sea como fuere, resulta difícil establecer los orígenes del apellido Dalí y las investigaciones de Josep Pla relacionándolo con un inglés, O’Daly, parecen excesivamente aventuradas. El mismo Pla había escrito que “el padre de Dalí tenía algo tirando a faraónico y agitanado” y Santos Torroella, por su parte, escribió: “Dalí y su hermana tienen todos los rasgos de la raza calé”.

Luis Romero da unos cuantos datos biográficos de Dalí relativos a los gitanos. El primero es el proyecto frustrado de película inspirada en El Angelus de Millet, titulado La carretilla. La película debería ser financiada por Alberto Puig Palau del que Romero dice era “mecenas bien relacionado con el folklore gitano”. Como se sabe, Dalí era un enamorado del baile gitano e invitó a La Chunga para que bailara para él sobre un lienzo y tubos de pintura de distintos colores. En 1943 pintó un cuadro titulado La guerra civil española en la que el tema era una guitarra que se transfomaba en gitana cruficiada, con castañuelas. La música gitana ejerció un gran atractivo sobre el pintor. La base del cuadro era un decorado que había diseñado para Lorca, El café de chinitas.

Romero menciona, igualmente, una anécdota significativa. Al parecer en la primavera de 1965 llegó con los Dalí a Cadaqués, un joven desconocido; en el pueblo se rumoreaba que era gitano. Gala se había enamorado de él por considerarlo sosias de Dalí joven. El pintor lo llamaba “Aldi”, por transposición de las letras de su propio apellido. Había conocido a los Dalí en EE.UU. y, al cabo de unas semanas en Port Lligat, Dalí se deshizo de él, al parecer, por unos celos inesperados. Gala lo envió a Italia con unos amigos suyos y de ahí, embarcó para EE.UU. donde, concluye Romero, murió al cabo de algunos meses, víctima de las drogas.

Distintos biógrafos han coincidido en establecer que la rama de la que procedió Salvador Dalí, tenía su origen en Pere Dalí Raqué, herrero que ejercía su profesión en Llers -el pueblo que hasta mediados del siglo XX contó con una colonia de brujas bien conocidas- a principios del siglo XIX. Santos Torroella, comentando este dato, recuerda que «caldereros, herreros y gitanos eran bien conocidos por sus habilidades manuales». El mismo Antonio Gaudí  -cuya vida tiene tantos paralelismos con Dalí- era hijo de una familia de caldereros.

En cuanto a Gala, las dudas sobre su origen no son menores. La madre de Gala convivió con un abogado converso a la ortodoxia rusa, de origen judío. Quizás por ello Gala afirmó muy frecuentemente su origen judío, sin ser del todo cierto. Pero también aquí el misterio permanece. 

Durante los primeros años de su vida en común en Cadaqués, tal como narra el pintor en su Vida Secreta, tras adquirir la cabaña de Lidia, vivieron rodeados de pescadores y gitanos. Lo gitano fue una discreta constante que planeó siempre sobre la vida de Dalí y que ejerció sobre la pareja una influencia no desdeñable.

(2) Luis Romero que compartió con Dalí una estrecha relación durante muchos años, se inclina a pensar que Amanda Lear era, efectivamente, un travestí. Lo supo de labios del propio Dalí, el cual, tras enseñarle unas cuantas fotos del exuberante cuerpo de “ginesta” (rubia, en lenguaje daliniano), le preguntó si le gustaba. Romero asintió: “Pues es un tío”, respondió Dalí riendo. Romero tiende a minimizar el impacto de Amanda Lear en la vida de Dalí; para él fue un pasatiempo más en la extraña vida erótica del pintor, y cuestiona muchos de los contenidos del libro escrito por Amanda Lear, Le Dalí d’Amanda, entre otros cuestiona la última entrevista con el pintor, en la oscuridad. Finaliza diciendo que, efectivamente, le inspiró un cuadro que concluyó cuando la amistad ya se había roto, Angélica salvada por el dragón. Romero, añade con razón, «no es de los mejores».