viernes, 31 de julio de 2020

> Doriot y el Partido Popular Francés - Cuando los comunistas pasaban en masa al fascismo (2 de 10) - Al frente de la Juventud Comunista



Al frente de las Juventudes Comunistas de Francia y Diputado

El Doriot que vuelve de la URSS se ha convertido en un consumado agitador. Cambia varias veces de identidad, se mueve con varias identidades falsas, allí donde va organiza las juventudes comunistas, impulsa campaña contra la ocupación del Ruhr, elude la vigilancia policial y la cárcel a la que ha sido condenado durante su ausencia en Moscú. Víctor Serge que lo conoció bien en 1922 lo define como “un joven en quien se podía confiar”. Su subordinado más inmediato, Henri Barbé (que luego pasará al PPF) lo presentará como “un verdadero asceta. No bebe, no fuma, no se toma ningún placer. Se diría que un fuego interior le devora. Despliega una actividad considerable”. Va a Alemania, a la zona del Ruhr a hacer campara para la deserción de los soldados franceses de ocupación y la confraternización con los trabajadores en huelga general. De regreso a Francia en mayo de 1923 participará en el III Congreso de las Juventudes Comunistas de Francia en Villeurbanne. Sucederá a su amigo Maurice Laporte que ha dimitido como secretario general de la organización por discrepancias con la línea impuesta desde Moscú. Sin embargo, el nombre con el que participó en la asamblea no fue el suyo sino con el alias de “Jacques Guilleau” que utilizara para firmar artículos y folletos. En uno de ellos titulado Entre dos guerras, Doriot–Guilleau, como resultado de sus viajes a Alemania, denuncia la inconsistencia del Tratado de Versalles como un pacto entre capitalistas para seguir siendo verdugos de la clase obrera. La misma tesis es defendida al año siguiente en el folleto titulado El ejército y la defensa del capitalismo escrito en el otoño. En diciembre de 1923, finalmente, la policía consigue establecer gracias a determinadas confidencias de elementos infiltrados en el Partido Comunista, que “Jacques Guillau” no es otro que Jacques Doriot, el dirigente comunista desaparecido y condenado por un tribunal. Detenido, ingresará en la prisión parisina de La Santé de la que solamente saldrá para jurar su cargo como diputado.


En efecto, poco después de ser detenido, cuando se convocan las elecciones generales que tendrán lugar en mayo de 1924, las Juventudes Comunistas piden al Partido Comunista de Francia que sitúe a su secretario general en las listas electorales en posición de salir elegido. Será incluido en el cuarto sector de la banlieu parisina como segundo de la lista y saldrá elegido casi por aclamación con 105.590 votos, cuando apenas tiene 25 años. El 17 de mayo, menos de una semana después, saldrá por la puerta de la Santé camino de la Cámara de los Diputados junto a los veinticinco otros diputados comunistas que han resultado elegidos.

Una vez más, el retiro obligado ha resultado extremadamente beneficioso para Doriot. En los casi seis meses que ha durado su encarcelamiento ha tenido tiempo para leer especialmente libros de sociología completando un patrimonio cultural inusual en jóvenes de su edad. Mientras ha estado en la cárcel muchas cosas han cambiado en Moscú. Lenin ha muerto y sus sucesores convocan el Vº Congreso de la Internacional Comunista en Moscú al que Doriot asiste como delegado del partido siendo elegido miembros del Consejo Ejecutivo de la Internacional Comunista, lo que le obligará a viajar frecuentemente a Moscú.

Como diputado se incluirá en la Comisión de Asuntos Exteriores. Se distinguirá como diputado de choque cuando en esa misma comisión muestre su hostilidad al Plan Dawes concebido para que Alemania pudiera pagar las indemnizaciones de guerra a las que fue sometida en el humillante tratado de Versalles. Doriot repite de nuevo, alto y claro, que aquel tratado supone una afrenta a los obreros alemanes que deberán pagar con el esfuerzo de su trabajo los gastos generados por una guerra que ellos no han querido, ni provocado. Defenderá también el derecho de las colonias a conquistar la independencia con las armas en la mano.


Llegará a solidarizarse en aquellos meses de 1924 con Abd–el–Krim, el rebelde marroquí que estaba hostilizando a españoles y marroquíes en las montañas del Rif. La carta publicada el 11 de septiembre de 1924 en L’Humanité y firmada por Doriot y otros dos dirigentes comunistas, dice, entre otras cosas: “Felicitan al valiente jefe Ab el–Krim. Esperan que tras la victoria definitiva sobre el imperialismo español, continuará, en contacto con el proletariado francés y europeo, la lucha contra todos los imperialismos, comprendido el francés, hasta la liberación completa del suelo marroquí”. Luego se sabrá que el telegrama no había sido redactado por él, sino que se había publicado durante una de sus ausencias, redactado por Gouralsky (a) “Lepetit”, agente del Komintern en Francia y que jamás se había enviado al rebelde rifeño. De todas formas, es innegable que Doriot albergaba la más profunda simpatía política por Abd el–Krim. El 3 de febrero de 1925 en un discurso en la Cámara de los Diputados defenderá al líder rebelde condenando las “maquinación de la banca francesa en Marruecos” y dos meses después tendrá ocasión de entrevistarse con Abd el–Krim en uno de sus desplazamientos a Moscú. Eran los años en los que, tanto Francia como España se encontraban desbordadas por su actividad guerrillera en el Rif. Es interesante saber que en otro discurso pronunciado por Doriot en la cámara de representantes acusará a los militares franceses de haber armado  a los rebeldes de el–Krim para que pudieran hostigar las posiciones españolas, antes de acusar a las corporaciones francesas de aspirar a controlar las riquezas del Rif. La sesión terminó entre gritos, alborotos e injurias. Doriot, en ese momento, no estaba solamente a la cabeza del comunismo galo sino que su figura empezaba a ser conocida en toda Francia.

En cualquier caso, el extraordinario despliegue de actividades que desarrolla entre 1924 y 1925 le sitúan en la cúpula del comunismo galo. Sus opiniones son palabra de ley para los comunistas franceses, sus agresivos artículos de opinión publicados casi cotidianamente en L’Humanité, son leídos con atención en las células del partido y nadie duda que en unos años puede muy bien alcanzar la secretaría general del Partido o bien confirmarse como uno de los más destacados jefes del comunismo internacional. Y aún tiene tiempo para casarse en diciembre de 1924 con Madeleine Claire Raffinot, miembro de la secretaría del partido y la mujer que había sido designada como agente de enlace con él  durante su encarcelamiento. El matrimonio tendrá dos hijas.

Hasta ese momento, como cualquier otro soldado del Komintern, su fe estaba en Moscú. Cuando un diputado socialista le pregunta irónicamente si Doriot no forma parte del ejército rojo, éste le contesta orgulloso: “Soy soldado de honor del Ejército Rojo y me honro de serlo”. El eco de esta proclama llega a Moscú y contribuye a aumentar la confianza en el líder francés. Pero en la URSS se han empezado a producir las primeras convulsiones por la subida al poder de Stalin. Éste, decide enfrentarse, en primer lugar, con Zinoviev y sus partidarios, uno de ellos en el PCF es Albert Treint. El agente volante del Komintern, Dimitri Manoulski, llegará clandestinamente a Francia en diciembre de 1925 para preparar esos cambios. Moscú impone un nuevo secretario general, Sémard, rodeado de un buró político formado por Doriot y otros dos dirigentes que, oficialmente, saldrá del VIº Congreso del partido en 1926.

jueves, 30 de julio de 2020

> Doriot y el Partido Popular Francés - Cuando los comunistas pasaban en masa al fascismo (1 de 10)


El nombre de Jacques Doriot ha quedado unido indisolublemente al del fascismo francés y a su creación personal, el Partido Popular Francés, a la colaboración y a la Legión de los Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo y a ser el “hombre de Hitler” en los últimos meses del gobierno de Vichy. Sin embargo, la historia política de Doriot es previa a la fundación del PPF. Se suele olvidar que estuvo en la cúpula del Partido Comunista de Francia y que fue uno de los líderes de la Internacional Comunista en ese país. Alcalde de Saint–Dennis, terminó separándose del PCF e iniciando la aventura que le llevaría a luchar contra sus antiguos “camaradas”. Esta es la historia de esa parte de su vida, la que habitualmente resulta desconocida para quienes lo tienen por un simple “líder fascista”.

Pocas biografías políticas como la de Jacques Doriot han sido tan polémicas y controvertidas en el siglo XX y pocas como la suya demuestran la teoría de los “revolucionarios conservadores” alemanes para los que la herradura era la prefiguración simbólica de las distintas opciones políticas: en ella, los dos extremos de la herradura están más próximos entre sí que del centro de la misma. A nadie se le escapa que, según esta imagen simbólica, los tránsitos de fascismo a bolchevismo (y viceversa) deberían ser más fáciles y regulares de lo que generalmente se cree.

En el caso de Doriot el paso de la extrema–izquierda bolchevique a la extrema–derecha fascista no fue un brusco salto al vacío, sino una evolución relativamente lenta y muy coherente, que le llevó a través de distintas etapas intermedias en las que puede observarse perfectamente una lógica que aleja la posibilidad de que se tratara de un cambio forzado por el oportunismo o el resentimiento: a medida que cambian los tiempos, a medida que se va alterando la situación política internacional, Doriot va modificando sus posiciones hasta devenir algo que no tenía previsto inicialmente. La Guerra Civil española, como veremos, fue uno de estos elementos que precipitaron esta sucesión trepidante de cambios que terminaron con un Jacques Doriot recibido por Hitler en la “guarida del lobo” de Rastemburgo en 1944.

Tal es el recorrido que vamos a realizar en las páginas que siguen

Un joven obrero en Saint–Denis

El que pronto sería llamado “el gros Jacques” (Gran Jacques)nació el 26 de septiembre de 1898 no muy lejos de París, en Bresles, una pequeña ciudad de apenas 2.000 habitantes, situada a la sombra de la Catedral de Beauvais, cuya bóveda ojival tiene el privilegio de ser la más alta de la cristiandad. Hijo de trabajadores que habían progresado en su oficio, su padre, maestro herrero, era propietario de una empresa de reparación de maquinaria agrícola, tras décadas de duro ejercicio de la forja de los metales. Su madre, también trabajadora, era costurera de origen flamenco y a los 21 años dio a luz el que sería su único hijo y al que sobreviviría (falleció en 1967).

Se trataba de una familia en la que el padre era protestante pero alternaba esta fe con la militancia en la Liga de los Derechos Humanos, una asociación completamente laica. No tuvo el menor inconveniente en que su hijo hiciera la “primera comunión” católica. La familia respiraba cierto ambiente de indiferentismo religioso y nunca concedió gran importancia ni la religión ni el ateísmo.


Se saben pocos datos y se conocen menos anécdotas de los primeros años del “gran Jacques” (desde muy niño su cuerpo destacó por ser visiblemente más fuerte que lo normal), tan solo que fue un alumno aplicado y dotado de una gran curiosidad intelectual. Leía las revistas de divulgación de su tiempo. En sus biografías se cuenta que estudió primaria hasta 1911, cuando contaba con 13 años, y a partir de entonces siguió una formación profesional de tornero. Dos años después, en 1913, consigue su primer empleo retribuido con 2 francos al día. A este seguirán otros empleos en industrias metalúrgicas que le llevarán de manera natural a instalarse en Saint–Denis que se convertirá en las décadas siguientes en el eje de su vida y plataforma personal.

Saint–Denis en la época era una ciudad industrial perteneciente a la banlieu parisina. Hasta ese momento, había constituido un baluarte militar que formaba parte del dispositivo de defensa de París por el Norte. Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando se produjo en su término municipal una eclosión de la industria pesada que hizo batir en retirada a las actividades que habían sido tradicionales hasta ese momento (el comercio, el artesanado, la agricultura). En el momento en el que nace el “gran Jacques”, la villa cuenta con 80 fábricas en funcionamiento la mayoría pertenecientes al sector metalúrgico. Así era Saint–Denis cuando se estableció el joven Doriot en una modesta pensión de los arrabales de la villa. Con esa configuración no era extraño que desde 1896, Saint–Denis contara con una municipalidad bajo control socialista. En 1920, cuando se produce la escisión entre socialistas y comunistas en 1920 en el interior de la Sección Francesa de la Internacional Obrera, la ciudad se convertirá en el “buque insignia”  del bolchevismo francés.

En 1916 Doriot no parece en absoluto atraído por la política. Sin embargo, Marcel Marschall, uno de los trabajadores que comparten jornada laboral con él en la fábrica de material agrícola La Fournaise , le convencerá para entrar en las Juventudes Socialistas. Es posible que se decidiera a ingresar en esta formación por su afición al boxeo y por el hecho de que en el local del grupo existe un gimnasio con instalaciones para la práctica de este deporte. Por las noches sigue consumiendo la más variada literatura. Y en el tajo ingresa en el sindicato del metal. Será allí en donde tendrá sus primeras experiencias militantes.


Con uniforme y bayoneta

Cuando se inicia la Primera Guerra Mundial, Doriot tiene apenas 16 años. Es 1914 y en los tres años siguientes, el frente del Marne se convierte en un quemadero de generaciones de franceses y alemanes en una absurda guerra de trincheras. El Estado Mayor necesita cubrir los millones –sí, hemos dicho “millones”– de bajas que se producen en esos años y en abril de 1917 moviliza a los nacidos en 1898, Doriot entre ellos. Se incorporará al 128º Regimiento de Infantería que en los dos años anteriores ha visto diezmados sus efectivos en las batallas del Oise y del Somme.

Doriot entra en filas con los 19 años cumplidos e inmediatamente se ve envuelto en las más sangrientas batallas. A los 20 años es un soldado que ha conocido las trincheras, los bombardeos, las cargas a la bayoneta, tiene el tableteo de las ametralladoras en los oídos y las imágenes de barro, sangre y pólvora en el cuerpo. En el frente de Lorena se comporta heroicamente y recibe una primera mención al valor: salvará a uno de sus camaradas herido, llevándolo a hombros a través de las alambradas y bajo el fuego enemigo.

A pesar de que su participación en el conflicto se haya prolongado apenas durante apenas dieciocho meses, ha conocido todo lo que la guerra le podía enseñar. Pero una cosa, entre otras, le refuerza a lo que había vivido en la paz: la sensación de solidaridad entre los que comparten los mismos sufrimientos y privaciones que ya había experimentado como proletario en la fábrica, queda reforzada en la experiencia de las trincheras. Sin embargo, después del armisticio del 11 de noviembre de 1918 que hace callar las armas en el frente occidental, la unidad de Doriot en ese momento es enviada al frente oriental. La guerra para él no ha terminado todavía.


Asistirá en primera fila al estallido de la “revolución húngara” de Bela Khun y a la reacción del almirante Von Horthy. Luego su unidad será transferida a Fiume en donde asistirá a la acción de los “arditi” de D’Annunzio. Luego será destinado a Scutari en Albania. Las trincheras y la intensidad de los combates eran mejor aceptadas por este joven soldado parte de cuyo espíritu ha quedado ligado a los capos de batalla de su patria. En esa época en la que se unidad es desplazada a todos estos escenarios europeos como unidad de vigilancia, es sancionado con un mes de arresto por indisciplina, lo que no le impedirá ser distinguido en 1920 con dos Cruces de Guerra: por su participación en la Guerra Mundial y por su participación en el llamado “Teatro de Operaciones Exteriores”.

En mayo de 1920 regresa a Saint–Denis y vuelve a vestir el mono azul junto a sus camaradas de La Fournaise. Ahora sí que se vincula con más convicción a las Juventudes Socialistas que están dirigidas por Henri Lozeray, un obrero del sector tipográfico que pronto se convertirá en diputado socialista. Mientras, Doriot se encontraba sirviendo en Europa Oriental, la SFIO había sometido a votación en el Congreso de Tours cuál debía ser su actitud ante la propuesta de ingresar en la Internacional Comunista, siendo aprobada una postura favorable. Luego se convoca el congreso de las Juventudes Socialistas para deliberar sobre el mismo tema, pero entonces se produce un hecho fortuito que determinará el futuro de Doriot.

Con Moscú… con el bolchevismo

Henri Lozeray, el que debía ser representante oficial de la Juventud Socialista en el congreso de Saint–Denis, cae enfermo justo antes de la asamblea. Doriot es elegido para sustituirle y recibe el mandato de la delegación de votar contra la adhesión de la organización a la Internacional Comunista. Doriot así lo hace, pero la letra pequeña del mandato establecía que la Juventud Socialista de Saint–Denis se adherirá a la posición mayoritaria –cualquiera que sea– para evitar romper la unidad. Y la mayoría se adhiere a la Internacional de Moscú. Doriot, casi por casualidad, se encuentra nombrado miembro suplente del Comité de Dirección de las Juventudes Comunistas de Francia. A partir de ese momento se dedica, en cuerpo y alma, a trabajar para la organización.


Al año siguiente, en 1921 a raíz de una campaña antimilitarista desarrollada por la Juventud Comunista, prácticamente toda su dirección en encarcelada, empezando por Maurice Laporte, primer secretario nacional de la Juventud Comunista. Éste, desde la prisión de la Santé nombra a Doriot al frente del secretariano, de manera interina y con la orden expresa de preparar el número de la revista de la organización L’Avant Garde que deberá tratar sobre el aniversario de la insurrección de la Comuna de París. Doriot cumple brillantemente y cuando Laporte sea puesto en libertad lo tendrá como uno de sus más eficientes colaboradores. Cuando eso ocurre, su primera medida es enviar a Doriot como representante de la Juventud Comunista de Francia en el congreso de la organización homóloga en Alemania que se celebra clandestinamente a finales de abril.

La participación en esa reunión le permitirá conocer en pocos días a representantes de organizaciones comunistas de todo el mundo. A partir de ese momento, su propia organización le considera un hombre bien informado y un buen analista política. Ese mismo año habla en público en varias asambleas en las que expone la situación del movimiento comunista en Europa, la evolución del capitalismo y las tareas de la Juventud Comunista. El 15 de julio aparece el primer artículo firmado por Doriot en L’Avant–Garde, ¿su título? Elocuente: “Métodos directos de acción”. En él sostiene que contra la burguesía puede llegarse a ataques armados.

Existe alguna foto de Doriot en esa época. A los 22 años aparece como un joven de frente ancha y en cuya mirada se percibe cierta ironía. Gafas que corrigen una pequeña miopía, circulares que le dan cierto tono de intelectual orgulloso de sí mismo, frente despejada coronada por un pelo que se adivina espeso peinado hacia atrás. Un rostro que denota inteligencia, agudeza, ingenio y acrimonia. En apenas año y medio, tras su licenciamiento, se ha convertido, sin apenas historial previo, en uno de los dirigentes del que se adivina como uno de los partidos comunistas más fuertes de Europa Occidental (el segundo después del KDP alemán). Sólo esto indica ya sus dotes de analista y organizador.



El año 1921 es muy conflictivo para Francia. La quinta de Doriot, ha sido desmovilizada, pero las que le siguen sin movilizadas cuando se produce la ocupación francesa del Ruhr. El activo joven comunista funda la revista Le Conscrit rouge (el recluta rojo) a través del cual hace campaña contra la intervención francesa en el Ruhr y contra la intervención del ejército francés en Polonia para detener a los bolcheviques. Desde el Ministerio de la Defensa francés, el nombre de Doriot empieza a ser conocido por sus campañas antimilitaristas. Sus artículos se leen esperando encontrar un motivo para lanzar contra él una acusación capaz de arrojar sus huesos a la cárcel y desembarazarse de tan peligroso adversario. En julio será, finalmente, inculpado por “inducción a la desobediencia”.

Sin embargo, la organización se adelanta y coloca a Doriot fuera del alcance de la justicia enviándolo a Moscú al IIº Congreso de la Internacional Comunista de la Juventud (ICJ) que se desarrolla paralelamente al III Congreso del Komintern (Internacional Comunista). Sus intervenciones causaron buena impresión en Moscú. En los últimos meses había abandonado sus lecturas de textos divulgativos de ciencia y de historia y se había dedicado al estudio de los clásicos del marxismo y de las obras de los nuevos autores surgidos al calor de la revolución de octubre de 1917. A la vista de que Laporte no tiene el más mínimo interés en incorporarse a la dirección de la ICJ en Moscú, propone a Doriot para ocupar su plaza en dicho organismo de la dirección internacional. Así pues ya tenemos a Doriot nombrado para ocupar un puesto en la dirección del movimiento comunista internacional de juventudes como suplente y durante una duración de seis meses.

El semestre se convertirá en veinte meses de estancia en Moscú en el curso de los cuales pudo conocer a los principales líderes del bolchevismo, entre otros a Béla Khun, el dirigente comunista húngaro, quien le indujo a utilizar en Francia los mismos métodos sanguinarios e implacables que él había utilizado en su país. Junto a Laporte, Doriot será enviado por Zinoviev, entonces máximo líder de Komintern y futuro fusilado por Stalin, a Shanghai para entrevistarse con los dirigentes del recién formado Partido Comunista de China. Ambos jóvenes no viajarán con las manos vacías: llevarán como ayuda un tesoro compuesto por diamantes requisados a la aristocracia rusa.

Durante esos meses, Doriot aprende ruso y rudimentos de alemán, logra seducir a Trotsky que lo nombrará provisionalmente su secretario, sigue sus cursos en la escuela de propaganda y mejora su formación y su instrucción política. Se ha formado como orador y ha mejorado sus capacidades para redactar artículos, hojas de agitación e informes políticos. Sin darse cuenta apenas, se ha convertido en un “revolucionario profesional”, un “hombre del agit–prop”, un “aparatchik” (hombre del aparato). De ser un hombre apasionado pero sin grandes conocimientos políticos, esos meses le sirven para hacer de él un hombre frío, dotado para las tareas de agitación y propaganda, preparado para cualquier tipo de trabajo político, nacional e internacional, en la base y en tareas de dirección. Era evidente que estaba llamado a desempeñar grandes responsabilidades en el seno de la Internacional.

miércoles, 29 de julio de 2020

RHF nª 67 - Monográfico sobre “Los fascismos bolivianos (I)”


Número 67 de la Revista de Historia del Fascismo
Monográfico sobre “Los fascismos bolivianos (I)”
La abundancia del material acumulado sobre los fascismos bolivianos, nos obliga a dedicar a este país dos volúmenes (el actual LXVII y el correspondiente al verano de 2020, el LXVIII). En este primer volumen incluimos una parte dedicada al “socialismo militar” boliviano de los años 30 y 40 en el que puede reconocerse con facilidad la impronta profunda que dejó Ernst Rohem durante su estancia en aquel país. Boloivia es un país que “captura” a quienes lo visitan. Rohem fue uno de aquellos a los que les costó poco cambiar el águila imperial alemana por el cóndor de los Andes y, de hecho, en su uniforme lució como el mayor orgullo hasta su muerte, los galones del ejército boliviano. La segunda parte está dedicada a la Falange Socialista Boliviana, fundada en 1937 por un grupo de estudiantes en Santiago de Chile, dirigidos por Óscar Únzaga de la Vega. Nos detendremos en la historia sobre este partido en 1953, el año en el que intentó su primer golpe de Estado contra el Movimiento Nacionalista Revolucionario. En el próximo número completaremos esta historia añadiendo algunas notas sobre el MNR y el Tercer Reich, y sobre la Falange Nacional de Chile.


Contenido

Tres anécdotas para entrar en materia

EL SOCIALISMO MILITAR
¿La siembra de Rohem  contra “La Rosca”?
> LA GUERRA DEL CHACO
> “LA ROSCA”, LOS BARONES DEL ESTAÑO: ARAMAYO – PATIÑO – HOSTCHILD
> EL EJÉRCITO COMO ORGANISMO VERTEBRADOR DE BOLIVIA
> SOCIALISMO MILITAR BOLIVIANO (O EL ESPÍRITU DE ROHEM)
> LOS GOBIERNOS DE DAVID TORO Y DE GERMÁN BUSCH
> EL TERCER REICH Y EL “SOCIALISMO MILITAR”
> RADEPA: RAZON DE PATRIA
> BOLIVIA Y LA II GUERRA MUNDIAL
> GUALBERTO VILLARROEL Y LA HORA DE RA.DE.PA.
> CONCLUSIONES

FALANGE SOCIALISTA BOLIVIANA

> UN GRUPO DE ESTUDIANTES EN SANTIAGO DE CHILE
> LA PROGRESIÓN DE LA FSB EN EL INTERIOR DEL PAÍS
> FSB Y EL PERÍODO VILLARROEL
> FSB ENTRE 1947 Y LA “REVOLUCIÓN NACIONAL”
> LA OPOSICIÓN AL MNR
> LA OPOSICIÓN AL MNR: 1953, EL PRIMER GOLPE

Recuadros fuera de texto:

> DECÁLOGO DE LA FALANGE SOCIALISTA BOLIVIANA

> PROGRAMA DE PRINCIPIOS DE FSB (1937)

> EL CANTO A LA JUVENTUD de Oscar Únzaga de la Vega
      I - PRESENTACION
     II-CANTO

Ficha técnica:

Número de páginas: 230
Tamaño: 15x21 cm
Ilustraciones: un centenar
Portada: cuatricomía, plastificada y con solapas
Precio Venta al Público: 20,00 € (+gastos de envío, 4 a España)
Pedidos superiores a 9 ejemplares: dto. 50%
Suscripción 6 ejemplares (un año) 110,00 euros.
Pedidos y correspondencia: eminves@gmail.com
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martes, 7 de julio de 2020

¿HA CAMBIADO ALGO EL COVID-19? REFLEXIONES (3 DE 4) – EL ESTADO FRENTE A UNA PANDEMIA


En el verano de 1981, España se vio afectada por el misterioso “síndrome tóxico”, luego rebautizado como “síndrome del aceite de colza adulterado” (en realidad, una intoxicación por organofosforados) que afectó a 20.000 personas, ocasionando la muerte de 1.100. Las pocas referencias que hay sobre el tema indican que se trató por todos los medios, de ocultar la naturaleza del problema. Así mismo, durante 2018, la epidemia de gripe causó 15.000 muertos en apenas unas semanas. Y, quizás lo peor, sea la incidencia cada vez mayor de determinados cánceres en zonas del país sobre los que existen estudios científicos suficientes para atribuirlos al uso de determinados productos (desde herbicidas, vermicidas, fungicidas, detergentes, conservantes, estabilizantes y colorantes alimentarios), y a hábitos alimentarios y de vida insanos. A lo que se suma, finalmente, la reaparición de enfermedades desterradas y traídas de nuevo por la inmigración masiva y descontrolada que tiene las puertas abiertas sin ningún control sanitario. Y me reafirmo: “puertas abiertas sin ningún control sanitario”.

Así pues, la situación sanitaria de nuestro país no es lo que se dice “idílica”. Sería razón suficiente como para que el Estado tomara cartas en el asunto… Pero, hay dos problemas:
- la “sanidad española” es un concepto que no existe: existen 17 sanidades autonómicas, con 17 políticas diversas y con 17 organismos de control, verificación, compras, distintos, incluso con diferentes coberturas y eficiencias.
- la mayoría de ministros de sanidad, desde el principio de la democracia, no han tenido ni idea de sanidad. La mayoría eran abogados, algunos economistas, alguna funcionaria sin más cualificación y solamente Ana María Pastor (PP), Bernat Soria, Maria Luis Carcedo (PSOE). Solamente ¡TRES sobre VEINTICINCO! Ministros de sanidad de la democracia (UCD, PP, PSOE) han tenido idea de su departamento. Se alega que los “asesores” están para eso: sí, pero parecería mucho más razonable que quien está por encima de los “asesores” separa de qué hablan estos, o al menos qué preguntarles.
Así pues: las dos características del sistema de sanidad español son: su fragmentación y el “amateurismo” de sus titulares.


No es raro que cuando ha estallado alguna crisis sanitaria, como la del Covid-19, pero también como la del “síndrome tóxico” y la mucho más cercana de la epidemia mortal de gripe de 2018, el país no haya estado en absoluto preparado.

El hecho de que se subordine la sanidad a las necesidades del partido del gobierno, hace que, por ejemplo, haya que recurrir a literatura muy especializada para conocer los detalles sobre la incidencia de enfermedades ya desterradas y que han retornado con la inmigración, o incluso que la “corrección política” tienda a mentir descaradamente sobre los gastos sanitarios ocasionados por la inmigración, datos que, simplemente, se escamotean o se falsean para la opinión pública.

Cuando llega el Covid-19, el gobierno español está solamente interesado en sus delirios sobre “ideología de género”, “igualdad” y “lucha contra el machismo”. Desde que han llegado al poder, han entrado más de 700.000 inmigrantes, sin ningún tipo de control sanitario -como durante los gobiernos anteriores desde Aznar a partir de 1996-. Cualquier médico de CAP es perfectamente consciente de que nuestra sanidad está lastrada por la inmigración, pero Podemos y el PSOE han impuesto el “sanidad para todos”, lo que, traducido quiere decir, que el objetivo del 6’1% de población africana infectada por el SIDA, es alcanzar las costas españolas para garantizarse un tratamiento que convertirá la enfermedad, de mortal en crónica. Justo, pero impagable por el ciudadano español, por tanto, inasumible, más allá del humanitarismo de la izquierda marciana.

Peor todavía: el ministerio de sanidad no resistiría una inspección a fondo de los costes de las compras ni de la utilización de los presupuestos. Es uno de los ministerios en donde, la falta de titulación adecuada -¿hay que recordar que durante el franquismo, para ocupar un cargo ministerial se exigían unos años de experiencia en el sector que se iba a dirigir, y años de haber demostrado “saber mandar”… además, claro, de “fidelidad política”- ha sido compensada por que los ministros de sanidad han sido históricamente en los gobiernos de la democracia los más sumisos a sus respectivos partidos? Las comisiones, jugosas comisiones incluso por la compra de palitos de madera para observaciones bucales, alimentan a los distintos escalones del aparato administrativo. Sin olvidar que si las autonomías han pues énfasis en el control de la sanidad ha sido precisamente por el volumen de dinero que mueve…


Ahora bien, no todo ese dinero, se utiliza para mejorar la salud de los españoles. Una parte no cuantificable se utiliza para mejorar la bolsa de quien tiene el poder. Secreto a voces, indemostrable en un país “garantista” con una justicia concebida para que el político corrupto goce siempre de buena salud.

¿O es que a estas alturas vamos a negar que el ciudadano en democracia interesa solo en tanto que representa un voto y los partidos se preocupan por él en los momentos próximos a las elecciones?

Alguien dirá: “Bueno, siempre nos quedarán las asociaciones internacionales, la OMS”… Repasamos la andadura de esta organización: en 2003 reaccionó tardíamente a la epidemia de SARS (nacida también en China) en 2014 no estuvo a la altura de reaccionar ante el Ebola (11.000 muertos en pocos días), en 2009, por el contrario, reaccionó histéricamente ante la Gripe A cuya importancia exageró disparando los beneficios de la industria farmacéutica. No previó la epidemia de gripe del 2018, casi tan grave como el Covid. Y, ante el Covid-19, reaccionó tarde, sustentando siempre la posición de China Popular… principal contribuyente a la OMS. Tedros Adhanom, director de la OMS, siempre -repetimos, “siempre”- ha evitado criticar a China Popular. Tedros -que, por cierto, había militado en un partido comunista- tardó mes y medio en alertar e, incluso, negó el 14 de enero, que el virus pudiera pasar a los humanos. Calló el hecho de que China tardó más de un mes en alertar sobre el virus y en aceptar a una comisión investigadora del organismo internacional


La OMS calló cuando, imprudentemente, China reabrió los mercados de animales salvajes (origen del Covid-19) China no es el mayor contribuyente a la OMS, pero sí el país que tiene más influencia dentro del organismo (lo que ha provocado la ruptura de Trump con la OMS). Y, por supuesto, la OMS, ha callado el hecho de que en Taipé (China Nacionalista), la epidemia solo haya causado 6 muertos 395 contagios sobre 23 millones de habitantes. Para colmo, cuando la OMS alertó al gobierno español de la oportunidad del confinamiento, éste se encontró con que le faltaba valor para desconvocar los actos convocados por el feminismo radical… con lo cual hizo oídos sordos a una alerta que ya llegaba tardíamente.

Todo esto da como cuadro:
1) Gobierno incapaz de reconocer y adelantarse a los problemas sanitarios mundiales en un momento en que la globalización permite a un virus trasmitirse fácilmente a todo el planeta si no se reacciona a tiempo.
2) Gobierno que ve en la sanidad uno de los canales más opacos para desviar comisiones en un secreto a voces compartido con las administraciones autonómicas.
3) Gobierno desinteresado por completo por la salud de la población y que permite, tanto la difusión y publicidad de comida-basura, el aumento de los cánceres y de las dolencias generadas por malos hábitos de vida.
4) Gobierno que confía que, en caso de desatarse una crisis sanitaria, la OMS advertirá previamente y, por otra parte, bastará con imitar las medidas adoptadas por gobiernos vecinos (en los que se dan, casi exactamente, las mismas circunstancias que en el gobierno español…).
En este contexto, pensar que, en situaciones de crisis, el gobierno será capaz de reaccionar a tiempo, es ilusorio y explica por qué somos el país con un mayor porcentaje de muertes por cada 1.000 habitantes.

La serie de artículos se titula “¿HA CAMBIADO ALGO EL COVID-19?”, pregunta a la que puede contestarse de manera negativa: no, en el gobierno de España, el impacto de la crisis no ha cambiado absolutamente nada. Ha bastado que bajaran las cifras de muertos para que el tándem PSOE-Podemos regrese a sus cantinelas habituales: “ideología de género”, “salario social” (dar algo a cambio de nada), “violencia machista”, “más inmigración”, etc, etc, etc. Y, por lo bajo, un aumento desmesurado de impuestos, una situación límite de un déficit ya insuperable y el riesgo de repunte de la enfermedad presente y planeando sobre una población harta del confinamiento y que, en lugar de explicaciones, ha recibido spots publicitarios de ministros mediocres. 

El gobierno -como cualquier otro gobierno en cualquier país europeo- saldrá debilitado de la crisis, pero nada esencial cambiará: ni la forma de concebir la sanidad, ni la competencia de las autoridades sanitarias, ni una mejor y más rigurosa aplicación del presupuesto con prohibición bajo de prisión de percibir algún tipo de comisiones en materia sanitaria, ni ha cambiado la mentalidad del gobierno, ni siquiera se han rectificado ninguna de las orientaciones que han generado una VERDADERA MORTANDAD en algunos geriátricos y que HUBIERA PODIDO EVITARSE.




lunes, 6 de julio de 2020

¿HA CAMBIADO ALGO EL COVID-19? REFLEXIONES (2 DE 4) – LA TUMBA (INSEPULTA) DE LA GLOBALIZACIÓN


No ha sido la primera pandemia de la globalización (de hecho, el SIDA puede considerarse como el precedente y entre la aparición de esta en 1986 y la del Covid-º9, 33 años después, se han producido otras muchas, desde el Ébola hasta el síndrome de las vacas locas, pasando por mutaciones del virus de la gripe que han alcanzado en España proporciones muy próximas a las de la epidemia actual: 15.000 muertos en 2018 por gripe). Pero sí ha sido la epidemia que indica que la globalización, también desde el punto de vista sanitario es algo inviable, peligroso, irracional y con más peligros que beneficios.

Hay dos datos para valorar esto:
1) mientras en Europa no se produzca un proceso de primitivización (cosa que no hay que descartar completamente a tenor de la imposibilidad de integrar a las cada vez mayores bolsas de inmigración que se hacinan en barrios ad hoc y en los que ni están presente la legislación, ni las costumbres, ni los hábitos culturales europeos), lo cierto es que, hasta ahora, absolutamente todas las pandemias que se han extendido en los últimos cuarenta años, tienen como origen el antiguo tercer mundo, con dos focos particularmente: África subsahariana y Oriente (China y la península de Indochina).
2) desde el fin de la Guerra Fría, la “globalización” ha sido la pauta de la economía mundial: a pesar de que, inicialmente, se proponía que cada país se especializara en la producción de algún tipo de producto concreto que luego pudiera intercambiar con otros países, lo cierto es que, desde el principio -como, por otra parte, era lógico- las plantas de producción de todo el mundo han tendido a desplazarse allí donde existía más alta productividad a un precio más bajo. A China y al Sudeste Asiático, en concreto, zonas de hacinamiento, con sistemas sanitarios muy primarios en zonas agrícolas y con una sociedad apática y una higiene que no tiene nada que ver con los estándares europeos.
La globalización, por tanto, ha implicado una dependencia del Primer Mundo de las plantas de producción desplazadas al Tercer Mundo. Una vez abiertas las fronteras a los intercambios comerciales mundiales ilimitados, la globalización llegó a también a los productos agrícolas. Sin olvidar que, previamente desde 1989, se había abierto la puerta al tránsito mundial de capitales: la “globalización de las manufacturas”, vino precedida por la “globalización del tránsito de capitales” y fue seguida por la “globalización agrícola”.


A todo esto, había que añadir un fenómeno anterior: el “mundialismo”. Si la “globalización” es un fenómeno económico, el “mundialismo” es una corriente ideológica nacida a finales del siglo XIX y que prevé la “unificación mundial” y para ello promueve el acercamiento de las culturas, el mestizaje étnico, los intercambios y las fusiones culturales, el “ecumenismo” en el sentido de creación de una “religión mundial”, la organización de certámenes internacionales que aproximen a los pueblos y, en sus elementos más extremos, la “unificación sexual” (mediante las ideologías de género y utilizando la palabra fetiche de “igualdad”).

El “mundialismo” ha estado hasta los años 90 muy por detrás de sus expectativas: frecuentemente ha quedado solamente como patrimonio de la UNESCO y de asociaciones cuya “capa dirigente” constituye una verdadera secta, frecuentemente, en relación con los restos y herederos de pequeñas sectas que dieron nacimiento al mundialismo en el siglo XIX. Pero, a partir de la década de los 90, cuando se inició la globalización, la izquierda europea percibió dos fenómenos:
- por una parte, la desaparición del proletariado europeos y- por otra parte, la necesidad de abaratar costes salariales si se deseaba competir en una economía mundial globalizada. Especialmente porque el salario mínimo medio en Europa está en 1.400 euros, mientras que en China anda por los 400 y en África por los 200.
La única forma de que Europa compitiera en el mercado mundial globalizado era abaratando costes de producción y, la clase política -de izquierdas, pero también de derechas- juzgó que esto solamente podría hacerse insertando artificialmente mano de obra masiva y barata en el mercado laboral. Fue entonces, cuando los gobiernos europeos abrieron la espita a la inmigración masiva. Espita que todavía hoy sigue abierta.

Con la inmigración masiva, el panorama sanitario del viejo continente cambió radicalmente: si bien es cierto que las primeras promociones de inmigración llegaron con la idea de trabajar duro para sacar adelante a sus familias, lo cierto es que, pronto advirtieron que en Europa habían encontrado a Estados y a partidos que estaban dispuestos a dar mucho a cambio de nada. La noticia se fue extendiendo como un reguero de pólvora por el Tercer Mundo: Europe es el lugar en donde, simplemente por estar, los gobiernos financiaban a los recién llegados en no importa qué condiciones sanitarias llegaran (el 72% de afectados por SIDA en todo el mundo son africanos y la prevalencia del SIDA entre 15 y 49 años es del 6,’1%).


Los intereses del “mundialismo” ideológico -los intercambios culturales y trasvases de población, mestizajes y demás fantasías productos de visionarios utópicos perdidos en sus elucubraciones- terminaron convergiendo con los intereses muy reales de la “globalización” y con una izquierda que se había quedado, al perder a la clase obrera, sin electorado preferencial. Tal es la situación actual.

Ahora bien, para que la globalización y el mundialismo fueran posibles y “enriquecedores” para todas las partes eran precisas una serie de condiciones:
1) Que las partes que compitieran lo hicieran en las mismas condiciones, sin que ninguna jugara con ventaja: es decir que los salarios y las condiciones sociales fueran equiparables.
2) Que no existieran riesgos sanitarios o, al menos, que existieran controles sanitarios para el acceso a Europa de población procedente de zonas con sistemas sanitarios deficientes.
3) Que la inmigración, si iba a ser masiva, se pudiera canalizar, seleccionar y, en una palabra, controlar.
Ninguna de estas circunstancias se dio. Con lo que ocurrió, lo que cualquier observador podía haber previsto desde el principio:
- reaparición en Europa de enfermedades que estaban desterradas desde hacía décadas del continente.
- aumento del gasto sanitario en Europa al llegar poblaciones con problemas de salud crónicos que solamente se manifestaron en los CAP europeos.
A esto se añadió, en países confinados al “sector servicios”, esto es, a la periferia europea, otro problema: el tener una economía basada especialmente en el turismo. Tal era el caso de España: la mala negociación de Felipe González para entrar en la UE, las prisas, las promesas en que los problemas de reconversión industrial se superarían mediante la llegada de fondos estructurales, todo ello, hizo que los restos de la estructura económica franquista (apostar por varios sectores, algunos de ellos estratégicos, siderurgia, sector naval, agricultura y… turismo) quedaran reducidos a dos, turismo y construcción. En 2019 llegaron a España 87 millones de turistas y se preveía que el número fuera aumentando un 5% anual hasta 2050.

A nadie se le escapa que apostar solamente por el turismo y la construcción era SUICIDA para nuestra economía y, no solamente, porque su “valor añadido” fuera íntimo, sino porque son sectores sometidos a modas, tendencias y ciclos.

Esto hace que, para España, la irrupción del Covid-19 haya constituido la culminación de la “tormenta perfecta” para la desintegración de un país, coyuntura que se ha dado, por primera vez en democracia, con la presencia de un pequeño partido de extrema-izquierda-marciana en el poder: Podemos, al que ha tenido que recurrir el PSOE para poder gobernar.

No es por casualidad que definamos como “izquierda marciana” a la coalición PSOE-Podemos: la desintegración doctrinal de la izquierda, ha favorecido el que asumiera, sin espíritu crítico, para llenar el vacío, la ideología “mundialista”, tal como es formulada por la UNESCO: más inmigración, más multiculturalidad, más mestizaje, más igualdad sexual, más globalización…

A esto se une un enésimo factor: la mala calidad del gobierno español. Surgido de una coalición forzada por los resultados electorales, lo cierto es que examinar la composición del gobierno, genera una sensación desoladora: personajes sin historial previo, sin ningún especialista en nada, con apenas currículos laborales, con formación, en muchos casos, precaria y sospechas de compra de títulos, tesis doctorales prestadas o simplemente copiadas, indican a las claras que las élites de la sociedad española hace tiempo que han dado la espalda a la política, precisamente porque la política es para el conjunto de la sociedad la actividad más deshonesta que puede practicarse, a corta distancia de la trata de blancas o del tráfico de drogas.

Al frente del ministerio de sanidad, por ejemplo, tenemos a un licenciado en filosofía que solamente está allí como tributo al PSC. Illa lo ignora todo sobre la sanidad. Cuando alguien lo ignora todo sobre el departamento a cuyo frente está, es normal, que a la hora de elegir “asesores”, se equivoque también y no sea capaz de deducir, quienes “entienden” sobre una materia. Habitualmente, un gobierno como el del PSOE-Podemos, no suscita, precisamente, entusiasmo, entre profesionales de carreras intachables que no querrían ver empañados sus nombres por una pequeña colaboración con un gobierno de ambiciosos ignorantes. 



La situación, en conclusión, es la siguiente:
- España es, además de un país de tránsito entre Europa y África, el gran puerto para la entrada de inmigración masiva procedente de Marruecos, el país en donde cualquiera que pone los pies en él, ya puede aspirar a un subsidio y a los gastos pagados por el resto de sus días y, donde no se le preguntará ni con qué enfermedades llega, ni qué sabe hacer, ni mucho menos si tiene trabajo. Se le admite y punto.
- España es un país cuya economía se basa en el turismo, actividad que, en el fondo, no es otra cosa, que un tránsito de millones de personas llegadas de todo el mundo, sin ningún tipo de controles.
- España es un país cuya economía de consumo depende, en grandísima medida, de productos y manufacturas fabricadas en el exterior, lo que implica grandes tránsitos de mercaderías, especialmente en puertos y en fronteras.
- España es un país, cuyo gobierno esta atenazado por una serie de prejuicios ideológicos que constituyen los “rasgos diferenciales” en relación a la derecha, y que suponen una sumisión a la ideología mundialista (mientras que la derecha, asume devotamente la globalización, pero rechaza la mayor parte de las impostaciones “mundialistas”).
- España está hoy gobernada por una izquierda en la que la inteligencia, la seriedad, la capacidad crítica, han desertado, y lo único que ha quedado es el ansia de detentar el poder por el poder y por los beneficios de por vida que reporta (esto puede decirse también de la derecha, por supuesto, pero es que esta crisis, como la de 2008, se ha producido durante un gobierno de izquierdas).
Un país así no está preparado para afrontar una crisis como la del Covid y eso explica por qué, hasta ahora, España, sigue a la cabeza en el mayor porcentaje de víctimas por habitantes. Es significativo que los medios, especialmente oficiales, alardeen de países que van por delante del nuestro en número de muerte… ¿Cómo no iban a ir países como EEUU, Italia, Reino Unido o Francia, por delante, teniendo una población mayor que la nuestra? Las cifras en bruto no significan nada, salvo una coartada para el gobierno español: lo que cuentan son los porcentajes de muertes en relación a la población total. Y en este terreno, desgraciadamente, somos líderes mundiales.

El principio de prudencia determinaría que la crisis -no concluida- del Covid-19 marcaría el final de la globalización, la reimplantación de aranceles, la disminución del comercio mundial y la reindustrialización de los países, poner coto a la inmigración masiva y procurar que el turismo descendiera a un nivel a “apoyo” a la economía española, en lugar de ser el pilar central… Incluso a nivel internacional, el hecho de que todas las pandemias procedan de determinadas zonas del planeta obligaría en buena lógica a que la “comunidad internacional”, tomara cartas en el asunto y obligar a estos países a mejorar sus sistemas sanitarios y a garantizar que no seguirán siendo focos de difusión de pandemias.

De hecho, la crisis sanitaria es solamente uno de los aspectos en donde la globalización ha fracasado. La movilidad internacional de capitales -siempre en busca de las mejores áreas de inversión- es inaceptable para un mundo demasiado desigual. La propia globalización es inasumible mientras no existan igualdad de condiciones para la competencia entre los países. La inmigración “laboral” es inútil en países con altas tasas de paro, como España, y en un momento en el que se inicia la época robótica que asumirá un 20% del mercado laboral en los próximos años y que se hará cada vez más presente en los campos y en aquellas actividades poco cualificadas que suele realizar la inmigración.

Pero una cosa es la lógica y otra las pautas que mueven a los gobiernos.

De todas formas, los rebrotes y mutaciones del Covid-19 garantizan que la globalización y sus prácticas, están condenadas a muerte. La economía mundial no podrá soportar, ni nuevos -y presumibles- parones como el que se ha producido entre marzo y junio de 2020, ni un descenso de la población mundial, del consumo y de los intercambios comerciales. Pero, el gran problema, es que los gobiernos, en la actualidad, resultan incapaces de planificar, idear y establecer nuevos patrones económicos que garanticen prosperidad en las poblaciones, seguridad sanitaria y estabilidad para los próximos años.

La globalización ha muerto -el Covid-19 la ha rematado. Pero no hay enterradores con valor suficiente para reconocerlo, ni gobiernos con imaginación suficiente para planificar el futuro más allá de los tópicos del “mundialismo”, de las ilusiones “neoliberales” y de las impostaciones de la izquierda marciana.

domingo, 5 de julio de 2020

¿HA CAMBIADO ALGO EL COVID-19? REFLEXIONES (1 DE 4)


Esta serie de artículos tiene como finalidad realizar algunas reflexiones personales sobre lo que ha supuesto la crisis -en absoluto concluida- del Covid-19. Hemos optado por realizar estas reflexiones “a martillazos”, tocando temáticas muy diferentes y procurando unirlas de la manera más coherentes posible. No estamos muy seguros de haberlo logrado, pero si de conseguir reunir algunos elementos de reflexión para nuestros amigos y conocidos.

1

EL MIEDO COMO TENDENCIA EN EL SIGLO XXI


El milenio empezó mal: con un falso miedo (el miedo al “efecto 2000”) del que se decía que podría bloquear todo el sistema informático mundial. Era una exageración que sirvió para que los informáticos hindúes de Bangalore, recibieran la externalización de las necesidades informáticas de los EEUU. Se dice que el siglo XX empezó con “Jack el Destripador” y, por lo mismo, es rigurosamente cierto que el siglo XXI se inició el día en que se presenció en directo desde todo el mundo, los extraños ataques (de origen nunca desvelado) del 11-S. Sea cual fuere el origen, a estos atentados siguió el episodio (aun menos aclarado, sino ocultado completamente) sobre el origen de los “ataques con Ántrax”. Todo esto, hizo que la primera década del milenio estuviera dominada por el MIEDO.

En la segunda década, esta sensación se fue acrecentando: la crisis económica mundial, iniciada en el verano de 2007 y reconocida oficialmente en España en el otoño de 2009, nos situó ante un fenómeno nuevo: LA INSEGURIDAD QUE AUMENTA EL MIEDO A PERDER LO QUE TENEMOS.

Cuando este miedo distaba mucho de disiparse, apareció otro: el miedo a un terrorismo islámico de origen muy claro (generado como efecto de las aventuras coloniales de los EEUU en Oriente Medio, iniciadas por Bush y proseguidas por Obama). Cuando el Estado Islámico y su locura resultó aplastado, gracias al gobierno legal y legítimo sirio y a la ayuda militar procedente de Rusia, es en ese momento cuando aparece un nuevo fenómeno que centuplica la sensación de miedo: el Covid-19.


Cuando se realicen las crónicas del inicio del siglo XX, se hablará del tránsito de la tercera a la cuarta revolución industrial, se insistirá en los progresos tecnológicos y en los avanzas en los campos de la inteligencia artificial, de la robótica, de la universalización de las redes y de los cambios en las formas de ocio… y se tendrá razón. Pero sería un error olvidar que, desde la noche de fin de 1999, hasta el día en el que escribimos estas notas, el miedo, especialmente el miedo y, sobre todo, el miedo es la constante que ha estado presente cada día en la nueva época hasta el punto de que podemos definir al siglo XXI como LA ÉPOCA DEL GRAN MIEDO SOSTENIDO.

Durante otras épocas históricas, el miedo afectaba de una manera muy diferentes a las sociedades: ya sea porque este se encontraba limitado a un corto período de tiempo (entre el 20 de julio y el 6 de agosto de 1789 se desarrolló en plena “revolución francesa” lo que se llamó “el gran miedo”) o porque las sociedades eran mucho más duras y estables en su configuración o, simplemente, porque la humanidad vivía en épocas en las que la lucha por la supervivencia era una constante diaria, lo cierto es que las sociedades resistían mucho mejor las amenazas (entre 1942 y 1945, por ejemplo Alemania soportó criminales bombardeos diarios sobre las poblaciones civiles que no alteraron -salvo en las últimas semanas- la vida de la población… pero han bastado unos pocos atentados, 70 años después, de terroristas desarrapados, fanáticos ignorantes y primitivos para que la sociedad alemana se convulsionara).

Un período de miedo en otras épocas históricas, se insertaba en medio de otros períodos de miedo y tensión que contribuían a relativizar la inquietud. La diferencia con la actualidad, radica en que, en Europa, desde 1945 se ha vivido una situación prácticamente de paz y estabilidad que ha repercutido en las poblaciones: simplemente, las ha “ablandado”, ha hecho que la educación de los hijos tenga mucho más que ver con valores “finalistas” que con la forja del carácter y de la dureza para afrontar situaciones de crisis y de riesgos.

Y este es el problema: que las poblaciones ya no están preparadas para poder soportar miedos reales.

¿Qué ocurre cuando se tiene miedo? El miedo impide pensar; impide valorar las alternativas, nos obliga a actuar torpemente (ejemplo: la desaparición del papel higiénico en los supermercados durante los primeros momentos del confinamiento, a causa del acaparamiento), no deja entrever qué es lo principal y qué resulta secundario. Nos hace ser sumidos al poder constituido (o a cualquier “contrapoder” que hubiera podido aparecer). Nos hurta el “arma de la crítica”: hace que nos situemos bajo el paraguas protector del Estado y confiemos en él, como en otro tiempo confiábamos en que papá y mamá resolvieran todos los problemas de nuestra vida. Cuando tenemos miedo, no podemos pensar en lo que ocurrirá más allá de la situación que genera ese miedo (aceptamos un confinamiento que llegó tardíamente, sin que ningún partido pensara lo que suponía parar la economía durante dos o tres meses y sin pensar en otras alternativas), estamos dispuestos a aceptar las opiniones que procedente de “fuentes autorizadas” y no nos preocupa si esas fuentes actúan con buen criterio o, simplemente, hacen lo que hace el gobierno de la nación vecina. Cuando tenemos miedo, cesa de actuar el pensamiento lógico.

En el caso del Covid-19, todos esos efectos se han multiplicado por la soledad de la vida moderna: la desaparición de la familia tradicional ha hecho que cada persona vive en sí misma, prácticamente aislada del resto; incluso, una familia reunida en una sala, no pasa de ser una suma de individuos aislados unos a otros: conectado uno con redes sociales, otro jugando a videojuegos en el Tablet, otro viendo un streamming en televisión. El individuo aislado experimenta un terror mayor al individuo el grupo: entendemos por grupo, no un agregado inorgánico de gentes, sino una estructura jerárquica, comunitaria y organizada de gentes con rostro propio que se unen para determinado fin, incluso para la supervivencia.

Hasta no hace mucho, la “sociedad civil” ofrecía cientos de casos de “grupos” así constituidos. Pero, desde mediados de la década de los 80, la nueva moral social difundida por el PSOE de Felipe González, contribuyó a destruir por completo la sociedad civil: se paralizó el asociacionismo, descendió el número de personas que participaban en actividades asociativas y las asociaciones pasaron a ser simplemente mecanismos subvencionados de control social (empezando por los sindicatos que, a cambio de una sopa boba más o menos abundante para sus direcciones y de poco trabajo para sus cuadros, firmaban cualquier acuerdo que se les pusiera delante de la mesa).

Luego se convirtió en habitual que el gobierno de turno solamente subsidiara a asociaciones que, o bien servían a propósitos “ideológicos” (en el peor sentido de la palabra, grupos de apoyo a la corrección política, en general), sectas, asociaciones de todo tipo cuya funcionalidad era desviar dinero público a los “amigos de la clase política” y, finalmente, de la noche a la mañana, iniciado el milenio, nos dimos cuenta de que la “sociedad civil” había desaparecido prácticamente, sustituida por chiringuitos y más chiringuitos ideológicos que barrían recursos públicos para sus propietarios.

Desde los extraños atentados del 11-S y, luego con los todavía más extraños atentados del 11-M en España, llamó la atención la pasividad con la que la “sociedad civil” asumió las “versiones oficiales” e, incluso, la falta de interés de los partidos del poder y de la oposición, a llegar hasta el fondo de lo que había ocurrido.

A nivel de base, la delincuencia -España, no lo olvidemos, se ha convertido en “país faro”, generador de un efecto llamada para delincuentes procedentes de todo el mundo, territorio en el que sale más barato realizar cualquier delito o crimen gracias a los tópicos recogidos en nuestra constitución y que se reflejan en garantismo absurdos y permisividad legal- suponía un aguijoneo continuo, una especie de “guerra de baja cota” contra la sociedad, que quedaba diluida por tres datos:
- en primer lugar, las constantes variaciones en las estadísticas de delitos que, siempre, terminaban “demostrando” que la delincuencia “descendía”;
- en segundo lugar, porque los 87 millones de turistas hacían que, parte de las víctimas de esos delitos, no fueran españoles;
- y, finalmente, porque la cantinela oficial asimilaba el “delito” a la “pobreza” (cuando, en realidad, el delincuente vive muy bien, porque todo tipo de delito asegura ingresos mensuales muy por encima de los 1.400 euros de salario medio en España) y la corrección política inmovilizaba a los que pedían mano dura, castigos reales a los delitos, expulsión de delincuentes (en lugar de regalo de la nacionalidad).
La delincuencia de baja cota ha hecho que nuestros domicilios se han ido convirtiendo en cajas fuertes, han aumentado los medios y las dotaciones policiales, se han creado decenas de compañías de seguridad, con miles de empleados, nuestras ciudades están cubiertas de cámaras de videovigilancia, de tal manera que hoy la comisión de un delito sería casi impensable… de no ser por:
1) la permisividad de las autoridades,
2) la incapacidad del gobierno para legislar coherentemente y
3) a causa del propio marco constitucional.
El aumento en los consumos de drogas y en todo tipo de adicciones, el hecho de que una vivienda pueda ocuparse, ser destrozada y albergar a narcos durante meses y meses, sin que nadie actúa, el hecho de que no exista una selección entre los inmigrantes que siguen entrando en riada y que, ya hoy algo más de un 20% del país haya nacido en el extranjero -en un país con un paro endémico y que si no precisa de otra cosa es de inmigración subsidiada-, la sensación advertida por los sectores más conscientes de que “tenemos gobierno” (municipal, nacional, regional, europeo), pero que esos gobiernos carece de “autoridad” y, sobre todo de interés en otra cosa que no sea el consabido “coge el dinero y corre”, todo ello, sumado, genera una sensación en nuestro país de indecible inseguridad y la sensación de que NADIE, ABSOLUTAMENTE NADIE, se preocupa por el ciudadano que paga sus impuestos y mantiene a parásitos subsidiados y a gobiernos interesados solamente en el ciudadano en tanto que votante.

Todo esto queda disimulado por un sistema de enmascaramientos desmovilizadores: televisiones con programación-basura, difusión de pensamiento-basura (“corrección política”, “ideologías de género”), anestésicos sociales (la marihuana elevada a “medicina universal”, videojuegos, redes sociales, pansexualismo, industria del entertaintment, etc, etc) que operan de la siguiente manera:
- atenúan la sensación de miedo y de inseguridad por canales que se traduzcan en resignación, aceptación y pasividad.- pero no la hacen desaparecer hasta el extremo de que las poblaciones se sientan libres y ejerzan el pensamiento crítico:
Y entonces llegar el Covid-19: y al miedo, se superpuso al miedo.

El Covid-19 es una epidemia que, a parte de su mortandad real, aumenta, refuerza e, incluso, eterniza, la sensación de GRAN MIEDO SOSTENIDO que se vive desde la noche del 31 de diciembre de 1999.