viernes, 31 de julio de 2020

> Doriot y el Partido Popular Francés - Cuando los comunistas pasaban en masa al fascismo (2 de 10) - Al frente de la Juventud Comunista



Al frente de las Juventudes Comunistas de Francia y Diputado

El Doriot que vuelve de la URSS se ha convertido en un consumado agitador. Cambia varias veces de identidad, se mueve con varias identidades falsas, allí donde va organiza las juventudes comunistas, impulsa campaña contra la ocupación del Ruhr, elude la vigilancia policial y la cárcel a la que ha sido condenado durante su ausencia en Moscú. Víctor Serge que lo conoció bien en 1922 lo define como “un joven en quien se podía confiar”. Su subordinado más inmediato, Henri Barbé (que luego pasará al PPF) lo presentará como “un verdadero asceta. No bebe, no fuma, no se toma ningún placer. Se diría que un fuego interior le devora. Despliega una actividad considerable”. Va a Alemania, a la zona del Ruhr a hacer campara para la deserción de los soldados franceses de ocupación y la confraternización con los trabajadores en huelga general. De regreso a Francia en mayo de 1923 participará en el III Congreso de las Juventudes Comunistas de Francia en Villeurbanne. Sucederá a su amigo Maurice Laporte que ha dimitido como secretario general de la organización por discrepancias con la línea impuesta desde Moscú. Sin embargo, el nombre con el que participó en la asamblea no fue el suyo sino con el alias de “Jacques Guilleau” que utilizara para firmar artículos y folletos. En uno de ellos titulado Entre dos guerras, Doriot–Guilleau, como resultado de sus viajes a Alemania, denuncia la inconsistencia del Tratado de Versalles como un pacto entre capitalistas para seguir siendo verdugos de la clase obrera. La misma tesis es defendida al año siguiente en el folleto titulado El ejército y la defensa del capitalismo escrito en el otoño. En diciembre de 1923, finalmente, la policía consigue establecer gracias a determinadas confidencias de elementos infiltrados en el Partido Comunista, que “Jacques Guillau” no es otro que Jacques Doriot, el dirigente comunista desaparecido y condenado por un tribunal. Detenido, ingresará en la prisión parisina de La Santé de la que solamente saldrá para jurar su cargo como diputado.


En efecto, poco después de ser detenido, cuando se convocan las elecciones generales que tendrán lugar en mayo de 1924, las Juventudes Comunistas piden al Partido Comunista de Francia que sitúe a su secretario general en las listas electorales en posición de salir elegido. Será incluido en el cuarto sector de la banlieu parisina como segundo de la lista y saldrá elegido casi por aclamación con 105.590 votos, cuando apenas tiene 25 años. El 17 de mayo, menos de una semana después, saldrá por la puerta de la Santé camino de la Cámara de los Diputados junto a los veinticinco otros diputados comunistas que han resultado elegidos.

Una vez más, el retiro obligado ha resultado extremadamente beneficioso para Doriot. En los casi seis meses que ha durado su encarcelamiento ha tenido tiempo para leer especialmente libros de sociología completando un patrimonio cultural inusual en jóvenes de su edad. Mientras ha estado en la cárcel muchas cosas han cambiado en Moscú. Lenin ha muerto y sus sucesores convocan el Vº Congreso de la Internacional Comunista en Moscú al que Doriot asiste como delegado del partido siendo elegido miembros del Consejo Ejecutivo de la Internacional Comunista, lo que le obligará a viajar frecuentemente a Moscú.

Como diputado se incluirá en la Comisión de Asuntos Exteriores. Se distinguirá como diputado de choque cuando en esa misma comisión muestre su hostilidad al Plan Dawes concebido para que Alemania pudiera pagar las indemnizaciones de guerra a las que fue sometida en el humillante tratado de Versalles. Doriot repite de nuevo, alto y claro, que aquel tratado supone una afrenta a los obreros alemanes que deberán pagar con el esfuerzo de su trabajo los gastos generados por una guerra que ellos no han querido, ni provocado. Defenderá también el derecho de las colonias a conquistar la independencia con las armas en la mano.


Llegará a solidarizarse en aquellos meses de 1924 con Abd–el–Krim, el rebelde marroquí que estaba hostilizando a españoles y marroquíes en las montañas del Rif. La carta publicada el 11 de septiembre de 1924 en L’Humanité y firmada por Doriot y otros dos dirigentes comunistas, dice, entre otras cosas: “Felicitan al valiente jefe Ab el–Krim. Esperan que tras la victoria definitiva sobre el imperialismo español, continuará, en contacto con el proletariado francés y europeo, la lucha contra todos los imperialismos, comprendido el francés, hasta la liberación completa del suelo marroquí”. Luego se sabrá que el telegrama no había sido redactado por él, sino que se había publicado durante una de sus ausencias, redactado por Gouralsky (a) “Lepetit”, agente del Komintern en Francia y que jamás se había enviado al rebelde rifeño. De todas formas, es innegable que Doriot albergaba la más profunda simpatía política por Abd el–Krim. El 3 de febrero de 1925 en un discurso en la Cámara de los Diputados defenderá al líder rebelde condenando las “maquinación de la banca francesa en Marruecos” y dos meses después tendrá ocasión de entrevistarse con Abd el–Krim en uno de sus desplazamientos a Moscú. Eran los años en los que, tanto Francia como España se encontraban desbordadas por su actividad guerrillera en el Rif. Es interesante saber que en otro discurso pronunciado por Doriot en la cámara de representantes acusará a los militares franceses de haber armado  a los rebeldes de el–Krim para que pudieran hostigar las posiciones españolas, antes de acusar a las corporaciones francesas de aspirar a controlar las riquezas del Rif. La sesión terminó entre gritos, alborotos e injurias. Doriot, en ese momento, no estaba solamente a la cabeza del comunismo galo sino que su figura empezaba a ser conocida en toda Francia.

En cualquier caso, el extraordinario despliegue de actividades que desarrolla entre 1924 y 1925 le sitúan en la cúpula del comunismo galo. Sus opiniones son palabra de ley para los comunistas franceses, sus agresivos artículos de opinión publicados casi cotidianamente en L’Humanité, son leídos con atención en las células del partido y nadie duda que en unos años puede muy bien alcanzar la secretaría general del Partido o bien confirmarse como uno de los más destacados jefes del comunismo internacional. Y aún tiene tiempo para casarse en diciembre de 1924 con Madeleine Claire Raffinot, miembro de la secretaría del partido y la mujer que había sido designada como agente de enlace con él  durante su encarcelamiento. El matrimonio tendrá dos hijas.

Hasta ese momento, como cualquier otro soldado del Komintern, su fe estaba en Moscú. Cuando un diputado socialista le pregunta irónicamente si Doriot no forma parte del ejército rojo, éste le contesta orgulloso: “Soy soldado de honor del Ejército Rojo y me honro de serlo”. El eco de esta proclama llega a Moscú y contribuye a aumentar la confianza en el líder francés. Pero en la URSS se han empezado a producir las primeras convulsiones por la subida al poder de Stalin. Éste, decide enfrentarse, en primer lugar, con Zinoviev y sus partidarios, uno de ellos en el PCF es Albert Treint. El agente volante del Komintern, Dimitri Manoulski, llegará clandestinamente a Francia en diciembre de 1925 para preparar esos cambios. Moscú impone un nuevo secretario general, Sémard, rodeado de un buró político formado por Doriot y otros dos dirigentes que, oficialmente, saldrá del VIº Congreso del partido en 1926.