miércoles, 30 de diciembre de 2020

PELIGRO: PSICÓPATAS ENTRE NOSOTROS (... y cómo reconocerlos)

El asesino del juego del rol, el chico que mató a su padre de un disparo de ballesta, el que acabó con sus progenitores y su hermana empuñando una katana, las dos chicas que asesinaron a su amiga en San Fernando... todos ellos tienen una característica: son psicópatas. Pero eso no es lo peor: un 10% de la población española presenta algún rasgo de psicópata y un 2% los tiene todos. En otras palabras 2 de cada 100 personas que nos cruzamos al cabo del día son psicópatas peligrosos. La mayoría son “psicópatas integrados”. Son tan fáciles de reconocer como peligrosos. Esta es su vida…

 

La Organización Mundial de la Salud ha establecido que el 2% de la población es “peligrosa”: se trata de los psicópatas. España se cuentan un millón de psicópatas, pero la Justicia sólo ha detectado (y condenado) a unos 10.000. ¿Dónde están los 990.000 restantes? Muy cerca nuestro, sin duda. Si pueden, intentarán engañarnos, estafarnos, arruinarnos y no experimentarán la más mínima sensación de culpabilidad.

LOS PSICOPATAS Y NUESTRA SOCIEDAD

Nuestro tipo de sociedad, al favorecer los comportamientos egoístas e individualistas, es el mejor caldo de cultivo para los psicópatas. En los últimos 30 años su número ha crecido desmesuradamente. Las estadísticas de delitos así lo atestiguan, pero el tipo más habitual de psicópata es el que está integrado socialmente. Entre la clase política abundan este tipo de psicópatas, pero también son frecuentes al frente de empresas, en cargos de responsabilidad o conspirando para alcanzarlos. Su habilidad para manipular y tergiversar hechos, su ausencia completa de remordimientos, les facilitan escalar hasta los puestos más altos

En EEUU, uno de cada cuatro reclusos son psicópatas. Entre 1960 y 1980 aumentaron un 300%, se redujeron algo en 1984, pero volvieron a aumentar en un 500% en los 90%. El incremento en el número de delitos parece tener relación con el "boom" poblacional de los años 60, cuyos individuos han alcanzado la edad adulta en los 90. En Inglaterra las cifras son similares.

¿A qué se deben estos espectaculares aumentos? En la década de los 50 cada niño aprendía en familia a distinguir la verdad de la mentira, pero hoy, uno de cada cuatro niños americanos no vive en una familia tradicional. Uno de cada tres de estos niños ha nacido sin que sus padres estén casados y la mayor parte de sus madres tienen una educación mínima y una escasísima socialización. La proporción de nacimientos ilegítimos ha pasado del 5% en los años 60 al 30% hoy en día.

PSICOPATAS DESDE LA INFANCIA

El psicópata se hace… pero se hace pronto; adquiere los rasgos de su psicopatía desde muy niño. ¿Por qué? Es casi unánime en ellos la ausencia de la figura del padre. Suelen haber vivido en el seno de familias en las que el padre, o se había ido del hogar, o había fallecido tempranamente o, simplemente, se había despreocupado de la educación de los hijos. De hecho, los psicópatas jamás mencionan al padre; parece como si jamás lo hubieran tenido.

Desde el momento en que comienza la época de socialización evidencian unos rasgos que los hacen radicalmente diferentes de otros niños. Muestran un ego particularmente crecido y hostil –hasta el ataque de nervios- ante cualquier crítica. Aprenden a mentir y a enmascarar sus sentimientos; se consideran por encima de los demás y suelen despreciar a sus compañeros de clase. Sus padres comprueban que cambian pronto –y continuamente- de amigos. En su edad adulta no les quedan amigos de infancia. Ni les interesan los estudios, ni mucho menos el daño que puedan hacer a sus compañeros.

Si bien el factor familiar –ausencia de la figura paterna- favorece la eclosión de la psicopatía, su influencia tiene lugar sobre un terreno ya abonado: el cerebro de los psicópatas no funciona como los demás, tienen una desconexión entre la zona orbitofrontal y las estructuras subcorticales. De ahí que, pequeños impulsos emocionales les provoquen reacciones agresivas incontroladas.

EL ADULTO PSICOPATA

Los jueces habituados a tratar con psicópatas los reconocen inmediatamente: basta contemplar su mirada característica, llamada “mirada contenida”, los párpados algo cerrados, pero parpadeando muy poco, intentando como impedir que los ojos les salten de las órbitas. Suelen estar en tensión. Se considera probado que sudan menos que las demás personas y que, ni en el momento en que cometen las mayores tropelías, se les acelera el corazón.

¿Conoce a algún manipulador que tenga ciertas dosis de encanto? ¿Si? Pues ese es un psicópata. Buena parte de los psicópatas tienen atractivo para las personas que conocen. Al menos inicialmente. Gracias a ese atractivo logran parte de sus fines. No les cuesta trabajo mentir en relación a sí mismos (tienen tendencia a atribuirse títulos de nobleza o de estudios que en absoluto les corresponden). Pero pronto se pone de manifiesto que, a pesar de su alta capacidad de simulación, son incapaces de experimentar la menor empatía por los demás, al ser incapaces de sentir sus propias emociones. Esta inmadurez emocional hace ellos seres aislados.

Carecen de amigos, aunque les gusta alardear de su popularidad. Su problema es que habitualmente experimentan una fuga completa de la realidad. Tienen algo de mitómanos; construyen planes fabulosos que habitualmente chocan con la realidad y, cuando esto ocurre, procuran que los afectados sean sus socios, empleados o clientes. Un psicópata integrado es capaz de asegurar que un tartamudo podrá llegar a ser el mejor locutor de radio… en un momento de euforia, por que el psicópata es incapaz de medir las consecuencias de sus actos.

Habitualmente son víctimas de sí mismos: un periodista publica un artículo contra un colega que levanta indignación general… el psicópata no ha medido el alcance de sus actos y la hostilidad de la que se rodea progresivamente es la consecuencia.

Su trato es completamente insoportable: nunca se sabe con qué cara llegará a la oficina. O excepcionalmente eufórico o deprimido y hostil para con todo y hacia todos. Sin solución de continuidad, alterna uno y otro estados emocionales. Cuesta seguir su evolución, de hecho, carece patrones lógicos.

Poco a poco la gente se va separando de él: es incapaz de demostrar ningún amor verdadero hacia nadie. Cuando trata de manifestarlo, es falso: es señal de que quiere aprovecharse de la persona que simula amar, fundamentalmente por motivos económicos o egoístas, en la medida en que puede ayudarle a escalar. De ahí que su vida familiar sea imposible y a la larga terminen separándose de cualquier pareja. Es en ese momento cuando amenazan con suicidarse. Pero no hay problema, se quieren más que a nadie en el mundo y serían incapaces de intentarlo.

¿Sus relaciones sexuales? Son curiosas. Habitualmente adoptan rasgos bisexuales ¿motivo? Cualquier “agujero” es bueno cuando se trata de conquistar los propios intereses. Para ellos la sexualidad es un medio para alcanzar un fin: la obsesión del momento, el escalar, el asegurarse una tranquilidad económica, el obtener, en definitiva, cualquier tipo de beneficios.

¿Quiere un consejo? No intente dialogar con un psicópata, hablarán lenguajes diversos. El psicópata se funciona en una lógica propia: todo lo que le favorece y le facilita alcanzar sus objetivos es bueno, todo aquello que le impide llegar a ellos, es negativo. La ética y la normal moral, la ley unánimemente aceptadas, son para él peligrosas y, por tanto, es hostil a ellas.

Al psicópata no le importa hacer daño, estafar, engañar, arruinar a alguien, no siente el más mínimo complejo de culpabilidad. Para él, las personas con “cosas” destinadas a satisfacer sus fantasías y ambiciones. Jamás experimenta la más mínima sensación de remordimiento. Ahora bien, si es cierto que, en determinados sujetos, especialmente en aquellos que han sido educados en ambientes católicos, se evidencia un complejo de culpabilidad latente que es causa todavía de mayores perjuicios: tiende a sublimar su complejo de culpabilidad encontrando siempre a alguien más culpable que él. Y eso lo repetirán una y otra vez a lo largo de su vida como si se tratase de una fotocopia. En este sentido son ciclotímicos: un empleado desleal los ha hundido (jamás su propio aventurerismo empresarial), una coyuntura internacional ha impedido que su producto fuera aceptado por los consumidores (en absoluto el que estuviera mal diseñado), etc. La experiencia no le sirve para aquilatar conocimientos, es incapaz de asumir los datos servidos por la experiencia y se encuentra siempre en el mismo punto de partida. Estos fracasos se deben a que siempre sus razonamientos son insuficientes. En realidad, en su estructura mental, no hay lugar para la lógica cartesiana: su fantasía le marca objetivos que pone en marcha a través de su voluntad, sin importarle ningún otro razonamiento. Muy habitualmente confunde sus delirios con la realidad y con la posibilidad racional de alcanzarlos. Pero, no hay problema, siempre la culpa es de otro.

Y para colmo tienen una mala memoria patológica. Suelen olvidar lo esencial de lo que han hecho el día anterior. No es raro que sean incapaces de aquilatar experiencias: para ello hace falta conservar un mínimo de memoria del pasado.

 

* * *

Tales son los psicópatas integrados, los que más riesgo tenemos de que nos afecten en nuestra vida cotidiana. A la vista de esto, no puede extrañar la actitud del Gobierno británico tiene previsto autorizar el encierro de «psicópatas» que no hayan sido nunca condenados o que nunca hayan sido sospechosos de haber cometido crímenes, como medida de prevención para evitar asesinatos, según anunció ayer a los Comunes el ministro del Interior, Jack Straw.

LOS RASGOS DEL PSICOPATA INTEGRADO

1. Encanto superficial

2. Egocentrismo

3. Mala memoria

4. Demuestra menor reacción afectiva

5. Amenaza de suicidio.

6. Razonamiento insuficiente.

7. No aprenden de la experiencia.

8. Incapacidad de amar.

9. Miente con facilidad

10. Comportamiento fantasioso

11. Se manifiesta en la adolescencia

12. Necesidades distintas, códigos propios

13. Cosificación de las personas

14. Proyecta sobre otros la propia culpabilidad


EL TEST DE HARE. PARA SABER QUIEN ES PSICOPATA

Cómo valorar las preguntas:

- 2 Puntos: cuando la conducta del sujeto es consistente y se ajusta a la cualidad o intención del ítem.

- 1 Punto: el ítem se ajusta en cierta medida pero no en el grado requerido para puntuar dos. Existen dudas, conflictos en la información que no pueden resolverse en favor de una puntuación 2, ni tampoco en 0.

- 0 Puntos: el ítem no se adecua. El sujeto no muestra el rasgo o la conducta en cuestión que propone el ítem.

          2             1              0

¿Es locuaz?        

¿Tiene encanto superficial?       

¿Alardea de sus títulos y su valía?           

¿Suele mentir con descaro?       

¿Solo se siente bien en puestos de dirección?   

¿Manipular a los demás?            

¿Carece remordimiento?            

¿Sus afectos son superficiales?

¿Su carácter es inestable?          

¿Carece de empatía con los demás?      

¿Carece de amigos de la infancia?           

¿Quiere realmente a su pareja?

¿Tiene tendencia al aburrimiento?         

¿Su estilo de vida es parasitario?             

¿Tiene reacciones poco meditadas?      

¿Tiene mala memoria?

¿Sus proyectos carecen de realismo?    

¿Su carácter es impulsivo?         

¿Adopta decisiones e iniciativas irresponsables?             

¿Ha tenido algún tipo de problemas con la ley aunque haya salido absuelto?     

Totales ........................................

Puntuación:.................................

Total: ..........................................

Valoración:

de 0 a 20 puntos: normales.

de 21 a 30 puntos: grupo medio.

de 31 puntos o más: psicópata.


martes, 29 de diciembre de 2020

CUANDO SE MATA A DESTAJO: ASESINOS EN SERIE, CADA VEZ MAS ABUNDANTES


Me he encontrado en un viejo disco duro, este artículo que debe datar de 2003, como máximo y que se pubicó en no recuerdo qué revista. Lo reproduzco ahora porque tiene más actualidad que nunca y me ofrece la excusa de recuperar artículos sobre temáticas psicológicas que escribí hace mucho tiempo. 


  • Vampiros, hombres lobos, trolls y brujas eran metáforas de lo que hoy conocemos como asesinos en serie.
  • El éxito de los asesinos en serie literarios se explica solo por la atracción que el público siente ante el vértigo del horror.
  • El abuso a menores genera reacciones violentas y afecta al desarrollo, el crecimiento y la nutrición del pequeño.
  • Peter Stubbe llegó al extremo de matar a su propio hijo y después devorar su cerebro.
  • Gacy se disfrazaba de payaso, precisamente por que era el aspecto más atractivo para los niños que asesinaba.
  • Christopher Wilder, donaba dinero para salvar a las ballenas y delfines. Pero era uno de los más crueles asesinos en serie.


Siempre han existido asesinos en serie. Pero nunca tan abundantes como ahora. Cuanto más avanzado es un país y mayor es su nivel de vida, parece que dé a luz más asesinos en serie. Si bien los que han realizado crímenes más masivos proceden de Rusia, África y Pakistán, en Estados Unidos aparecen con más frecuencia. No hay que olvidar que uno de los más sistemáticos asesinos en serie era español: el “Arropiero”. ¿Qué pasa por la mente de un asesino en serie? ¿por qué matan? ¿qué modelos históricos tienen? Este artículo ayudará a conocerlos mejor.

El asesino en serie siempre tratará de excusar su conducta, con el fin de evitar las cárceles o la pena de muerte, pero a decir verdad pocas veces logran salirse con la suya ni resultar convincentes en sus justificaciones. Jeffrey Dahmer declaró que había nacido incompleto, Ted Bundy dijo que todo fue culpa de la pornografía, Herbert Mullin culpó a las voces dentro de su cabeza, ellas le impulsaban al crimen mientras cantaban la canción de la muerte. John Wayne Gacy se limitó a mentar pestes y dijo que sus víctimas merecían morir. En palabras de Bobby Joe Long fue un accidente de motocicleta lo que desencadenó un frenesí sexual, al punto de convertirlo en un asesino en serie.

¿HISTORIA O FANTASÍA?

A pesar de que el término en “serial killer” (asesino en serie) fue acuñado apenas en 1971, viejas fábulas infantiles (tales como las narradas por los hermanos Grimm) nos enseñan que siempre ha existido el peligro de confiar en los extraños. Los criminales de ese entonces: vampiros, hombres lobos, trolls y brujas eran metáforas de lo que hoy conocemos como asesinos en serie. Estas viejas historias nos recuerdan a los actuales monstruos que viven en nuestra sociedad. Con toda seguridad se puede afirmar que siempre han existido los asesinos en serie, que representan el eterno sadismo y crueldad del ser humano.

Existen una serie de personajes literarios que prefiguran a los asesinos en serie y, lo que es más importante, sacan a la superficie una constante en la historia: la atracción que siente la persona normal hacia lo maligno, hacia lo que él jamás será capaz de hacer. Frankenstein, el Hombre-lobo, el Vampiro, Jekyll y Hyde, no pueden explicar su éxito si no es a causa del vértigo que la humanidad siente hacia el mal.

¿MAL DE LA MODERNIDAD?

El estudioso del tema Eliott Leyton opina que el asesinato en serie surge a la par de las modernas ciudades industriales del siglo XIX. Basa su teoría en la premisa de que el asesinato contra los extraños, es inexistente en las llamadas sociedades «primitivas». Sin embargo, es en las ciudades de atmósfera asfixiante, donde hay calles en que ni la luz llega y en que transita todo mundo, donde residen los pordioseros y otros marginados sociales donde pega más fuerte la plaga del asesino en serie.

Durante el siglo XIX dejó de culparse al demonio como única fuente del mal y la destrucción en el mundo. Los ojos de los científicos y los escritores miraban hacia las personas, tratando de descubrir a la bestia escondida dentro. Las teorías de Darwin enlazaban a la bestia y al ser humano como nunca antes se había imaginado. ¿Qué tan lejos estábamos de aquellos hombres mono prehistóricos? Una posible respuesta la dieron los investigadores Cesare Lombroso y Max Nordau quienes creían que los hombres violentos tenían rasgos primitivos, con mandíbulas pesadas y frente pequeña. A pesar de que la teoría del perfil lombrosiano tuvo evidencia estadística, hoy ésta no es aceptada por los especialistas. De todos modos, aún goza de gran popularidad.

JACK EL DESTRIPADOR, PRIMER SERIAL KILLER MODERNO

¿Qué mejor lugar, sino el Londres del siglo XIX, para que apareciera en escena el más famoso asesino en serie del mundo? El misterio y el horror de los crímenes cometidos por el asesino de Whitechapel asombraron al mundo entero, dada la gran cobertura que tuvo en los medios de aquella época.

Todavía se siguen generando especulaciones para determinar quién fue el asesino. Creo que jamás lo conoceremos. El problema es viejo como la humanidad misma, sin embargo, la sociedad actual acentúa la aparición de estos asesinos como ninguna otra en tiempos pasados.

En su libro En serie Killers, Joel Norris describe los ciclos de violencia como generacionales: «Los padres que abusan de sus hijos tanto física como psicológicamente instalan en ellos instintos de violencia, recurso al cual acudirán en primer lugar para resolver sus retos y problemas personales». El abuso infantil no sólo genera reacciones violentas, sino que afecta al desarrollo, el crecimiento y la nutrición del pequeño, entre otras cosas, elementos que pueden precipitar la formación de asesinos en serie.

EL EXCESO DE DISCIPLINA

Algunos padres piensan que ser estrictos y celosos en la disciplina, crea hijos diestros y exitosos. De entre todas las opciones educacionales, esta parece la más correcta, pero el problema surge cuando se supera una barrera situada más allá de la disciplina razonable. A partir de ese momento, está demostrado que las restricciones e imposiciones continuas precipitan en fracaso y el desastre en la personalidad en formación.

Si entre el infante y sus primeros tutores, sean estos sus padres biológicos o no, se crean deficientes lazos afectivos se pierde el fundamento tras el cual nace la nobleza y la confianza hacia otros semejantes.

Aquel que carece de lo anterior queda aislado; en su soledad aparecen violentas fantasías, que se convierten en la única fuente de felicidad. Y todo esto, en sustitución de la interacción social.

En el libro: Sexual Homicide: Patterns and Motives los autores Robert Ressler, Ann Burgess y John Douglas llegan a la conclusión de que, tras esta fallida infancia, el individuo crece acompañado de sus fantasías sobre dominación y control. No experimentando simpatía ni remordimiento alguno por los demás. Toda persona es reducida a un mero símbolo que puede ser manipulado de acuerdo a la fantasía en turno.

ABUSOS INFANTILES

Los especialistas tienen muy claro que el abuso infantil, de cualquier tipo y en cualquier grado, no es la causa directa en la formación de un futuro asesino. Pero si es un factor muy importante para entender al psicópata.

Sabemos que mucha gente padece en la niñez… pero, en ese caso, el mundo tendría que estar repleto de criminales. La gran mayoría de los asesinos culpan a sus padres y madres. Exageran cuando describen los abusos y el maltrato. Muchos quieren creerles y provocan que éstos declaren más de la cuenta, así ganan simpatía frente al público y en no pocos miembros del jurado.

De todos modos, aunque existe exageración, también hay testigos que corroboran las historias. Consideremos también que hay familias que poseen una fachada de normalidad, pero que, resulta ser, en realidad y vivido desde el interior, una completa farsa; reforzando el patrón Dr. Jekyll-Hyde en sus integrantes.

LOS PADRES

En los casos de los asesinos en serie analizados en profundidad se ha descubierto que ambos padres suelen ser fuente de terror durante la infancia. A la madre se la culpa más que al padre, tal vez porque éste, por lo general, desaparece o nunca estuvo presente. La queja es si la madre fue sobreprotectora o muy distante, sexualmente muy activa o reprimida. Con el padre, que porque fue alcohólico, golpeador y misógino.

La marginación y la ignorancia preceden muchas de estas conductas. En algunos casos devienen en fanatismo religioso y en violentos arranques para imponer la disciplina.

El padre del famoso asesino en serie Gacy DeSalvo llegaba a casa acompañado de prostitutas y nadie podía replicarle. La madre era frecuentemente golpeada. Fontanero de profesión, el padre de DeSalvo le golpeó la espalda con un pesado tubo. Varias veces alquiló como esclavos a sus hijos a granjeros vecinos; tras algunos meses la madre corría a buscarlos. Se trataba de un peligroso alcohólico. Humillaba y despreciaba al joven y tímido Gacy; alguna vez le disparó a su mascota en señal de castigo. En cierta ocasión le propinó un golpe que le produjo una lesión cerebral diagnosticada diez años después.

Henry Lee Lucas, otro cruel asesino en serie norteamericano padeció de sexualidad indefinida durante su infancia gracias a su sádica madre, quien se dedicaba a adulterar bebidas y era alcohólica. Inexplicablemente lo trató como mujer hasta los 7 años. Le obligaba a llevar cabellos largos y lo vestía con ropas de mujer; vivía como una niña. Una de las maestras de Henry protestó y le mandó cortar el cabello provocando la ira de la madre, quien golpeó salvajemente al pobre chico. En una de tantas palizas le provocó fractura de cráneo. Se sospecha que Lucas también estuvo expuesto a las actividades sexuales de la madre. Finalmente terminó por asesinarla en una pelea familiar.

¿Y LOS ASESINOS QUE NO FUERON MALTRATADOS EN SU NIÑEZ?

A pesar de que la mayoría de criminales en serie fue víctima de abuso infantil, no siempre es una constante. Lo desconcertante es que también surgen asesinos en familias aparentemente más normales.

¿A qué se debe? La única explicación es que existen personas que nacen predispuestas al crimen. Nada ni nadie es culpable directo en las tragedias por venir.

A pesar de haber tenido una infancia relativamente tranquila, sin abuso ni golpes, Jeffrey Dahmer se convirtió en uno de los asesinos en serie más famoso del mundo. Pocos hombres han causado tanto horror por lo grotesco de sus crímenes sexuales; a tal grado que los preparativos para llevar a cabo el juicio fueron largos y exhaustivos.

En su libro A Father’s Story, Lionel Dahmer, padre de Jeffrey, relata que la madre de éste tuvo un embarazo complicado y la culpa en parte por lo sucedido. Tras numerosos episodios de histeria e hipocondría, durante los cuales la mujer experimentaba rigidez y convulsiones, Lionel supone que interfirió en el sano desarrollo de Jeffrey. También piensa que posiblemente el cuerpo de Joyce haya sentido rechazo presintiendo el inmundo ser que se gestaba en su vientre. Sin duda que algo estaba mal, pero jamás sabremos el qué.

Existían serias dificultades en el matrimonio Dahmer. Suficientes como para alejar del hogar a Lionel, un químico que se refugió en el trabajo y en el estudio para evadir el estrés familiar. Bajo la perspectiva que da el tiempo, Lionel admite que el lado oscuro de su personalidad estaba fielmente plasmado en Jeffrey, por no decir que aumentado y corregido.

De ser un niño radiante y feliz, Jeffrey comenzó a crecer retraído, inclusive su cabello se tornó oscuro, a la par que sendas sombras cubrían su mirada. Alguna vez, padre e hijo descubrieron los huesos de pájaros en el jardín de casa. El pequeño Dahmer quedó profundamente interesado en ellos. Situación que no preocupó mayormente a Lionel. A los trece años Jeffrey mencionó a su padre que deseaba hipnotizar a una chica, para tomar total control de la misma. Fantasía que pesó siempre en la personalidad del hijo.

LOS TRES FACTORES PRESENTES

Curioso pero estos tres factores que mencionaremos están casi siempre presentes en el historial de un asesino en serie.

         - Piromanía

         - Crueldad con los animales

         - Incontinencia

Usualmente la piromanía representa una actividad de estimulación sexual. La rápida destrucción de la propiedad material es para el piromaníaco de igual intensidad que la destrucción de otra vida humana. En realidad, «el otro» no es más que un objeto, un símbolo para el asesino en serie. Por lo que el cambio entre prender fuego y asesinar es muy fácil para estos criminales. Famosos pirómanos: Peter Kürten, David Berkovitz y Joseph Kallinger.

Torturar animales es otra de las más claras señales de alarma. Porque se entiende que ésta no es más que una preparación práctica y ensayos para el incipiente asesino. Paralelamente, lastimar a los compañeros, refuerza los patrones de soledad en el infante, por lo que libera su estrés contra seres indefensos. Sacan la furia que llevan dentro, pero evitando molestas consecuencias sociales.

Kemper, cruel asesino de doce jóvenes, enterró vivo al gato familiar, para después sacarlo y cortarle la cabeza. Dahmer, el “carnicero de Milwaukee”, era conocido por su crueldad hacia los perros; los decapitaba y colgaba las cabezas en palos junto a su casa.

Pero no todos los asesinos en serie torturan animales; otros, en cambio los adoran... tal es el caso de Dennis Nielsen que no quiso que su perro (Bleep) fuera testigo de su detención, por pura vergüenza. El torturador sádico, violador y asesino Christopher Wilder, cuyos horrores se recuerdan todavía en EEUU donó mucho dinero al fondo para salvar a las ballenas y delfines.

Pero hay una tercera característica sorprendente. Orinar la cama, es uno de los síntomas más desconocidos, dada su naturaleza íntima. Sin embargo, se estima que 60% de los criminales en serie orinaron sus camas aún llegada la adolescencia.

Cosa notable si consideramos que personas con lesiones cerebrales y retraso logran contenerse a una edad aceptable. Por el contrario, el asesino en serie siendo una persona «normal» y a veces extremadamente inteligente no logra controlar sus esfínteres.

¿DEMASIADOS O DEMASIADO POCOS ASESINOS EN SERIE?

Se admite unánimemente que el número de asesinos en serie está creciendo en las últimas décadas y que ya no es un fenómeno propio de la criminología norteamericana, si bien es cierto, que en los EEUU es donde todavía existe mayor densidad.

Este aumento de los asesinos en serie está relacionado con un alza generalizada de la violencia en los espectáculos, en los videojuegos, en la pornografía y en todos los ámbitos sociales. Así mismo, la desintegración y la crisis de la familia, ha generado la aparición de familias desestructuradas en cuyo interior fermentan mejor las psicopatías, las frustraciones y los problemas que, como hemos visto, son acompañantes casi inseparables del asesino en serie.

Obviamente, nos hemos limitado a describir los rasgos más habituales entre los asesinos en serie, evitando descender al terreno de la política en el que se mueven otro tipo de psicópatas que tienen a su alcance medios de destrucción masiva. No hay que confundir al psicópata con el asesino en serie. Si bien todos los asesinos en serie son psicópatas, no todos los psicópatas lo son, especialmente aquellos que actúan como “psicópatas integrados”, es decir, que llevan una vida respetable, pero que en su interior residen las características propias de esta aberración mental.

No es aventurado decir que todos o algunos rasgos propios del psicópata están presentes en la clase política. El problema se complica mucho más cuando el “psicópata integrado” alega haber sido elegido por votación popular, declara una guerra de aniquilación alegando que la otra parte es responsable o utiliza los mecanismos legales para acallar a la oposición o sofocar las libertades ante cualquier crítica que se le pueda reprochar.

Decididamente, el “serial killer” del que hemos hablado en este artículo es peligroso para los ciudadanos tomados de uno en uno. Nadie está a salvo de esta especie criminal, convertirse en víctima es casi como participar en una lotería. Sin embargo, el “psicópata integrado” que ocupa cargos políticos o económicos de máxima responsabilidad, es un peligro incuestionable para toda la sociedad, sus decisiones afectan a grandes conjuntos de población y no pestañea a la hora de darse una satisfacción borrando de un plumazo a pueblos enteros. La mayoría de ellos han sido elegidos por sufragio universal. Y es que, una de las características del “psicópata integrado”, además de su capacidad para mentir, es ofrecer cierto encanto personal…

Tampoco podemos olvidar a la figura del terrorista, otra personalidad anómala, un matarife que trata de justificar sus crímenes recurriendo a explicaciones de matriz política o social, como si eso le eximiera de responsabilidades. Cada vez que un etarra toma la palabra para defender su opción evidencia sus anomalías mentales. Cada vez que un yihadista asesina, apelando a la religión. evidencia lo peligroso de las derivaciones extremas de aquellos credos en los que el “no matarás” aparece atenuado por la tarea misional.

En cualquier caso, el terrorismo, determinadas formas de entender la política, los serial-killer, tienen todos como denominador común la personalidad psicópata. De eso podemos estar bien seguros.

IRAN: UN ASESINO EN SERIE MUSULMÁN

Said Hanai, es un asesino en serie iraní. Hanai, un obrero de la construcción de 38 años, confesó haber asesinado a dieciséis mujeres en la ciudad iraní de Mashah. El portavoz de la policía explicó que tenía problemas mentales y de impotencia.

Llamado por los medios de comunicación de su país “la araña asesina”, Said Hanai fue detenido el 23 de julio de 2002. Así pudo darse por concluida la investigación sobre el misterioso asesino que azotó durante un año la región de Mashad, al noreste del país.

Hanai, un obrero de la construcción de 38 años, casado y con tres hijos, confesó haber matado en los últimos doce meses a 16 de las 19 víctimas, todas ellas mujeres de entre 20 y 50 años. La mayoría de mujeres asesinadas se dedicaba a la prostitución y eran o habían sido toxicómanas. ¿Quién asesinó a las otras 3 mujeres? La fama obtenida por Hanai en los medios de comunicación que explicaron detalladamente su método para ejecutar los crímenes, hicieron que otros tres asesinos mataran a tres mujeres copiando su técnica. En los tres casos fueron detenidos previamente.

Los asesinatos se extendieron del 28 de julio de 2000, al 22 de julio de 2002. El primer cuerpo que apareció fue el de Afsaneh, una prostituta veterana de 30 años; a los pocos días se encontraron los cadáveres de otras dos y entre diciembre y enero, cinco cuerpos más imposibilitaron que la oleada de asesinatos fuera mantenida en secreto. El diario local “Jorasan” empezó a hablar de la presencia en la zona de un “serial killer” al que llamaron “la Araña” por la particular forma en que las mujeres quedaban atrapadas.  La técnica era siempre la misma, el asesino estrangulaba a la víctima con su propio pañuelo y luego abandonaba los cuerpos arrojándolos a la cuneta y envueltos en el chador (velo islámico). Nunca abusó sexualmente de ellas, solo las asesinaba movido por impulsos religiosos... La ciudad de Mashad, literalmente quiere decir, “lugar de martirio”.

El impacto que estos asesinatos causaron en Irán es indescriptible, no solo por la brutalidad de los hechos en sí, sino porque reveló que, a pesar de la estricta legislación islámica que prohíbe la prostitución y la droga, ambas gozan de buena salud. Sin embargo, los sectores más integristas del régimen iraní se niegan a reconocer la realidad.

Said Hanai fue ahorcado en 2002. Dos días antes de su detención, 9 condenados a muerte fueron ahorcados en Teherán y Shiraz. Tres más lograron salvarse gracias a un indulto de última hora. En Irán la pena de muerte fue restablecida en 1979 con la revolución islámica del Imán Jomeini y está aún vigente en especial para traficantes de droga y asesinos. El reo solo puede evitarla si los familiares de la víctima le perdonan públicamente. Alguien no perdonó a Hanai

 


lunes, 28 de diciembre de 2020

BARCELONA: RAICES DE AYER Y CIUDAD DE HOY

Tener a una alcaldesa cateta, tontorrona, de pocas luces y muchas ambiciones, que fuera del cargo no tiene donde caerse muerta, es garantía de que la ciudad se degradará irremediablemente. Todo lo que se invierte en mejora de infraestructuras, termina contrarrestado por la caída de la seguridad ciudadana, la basura okupa, el incivismo generalizado. Si reproduzco este artículo sobre la Barcelona que fue y ya no es -ni de coña- es porque me cuenta que el ayuntamiento (o los okupas al servicio del ayuntamiento) han colocado carteles jactándose de ser la capital mundial de la ocupación y de que “mejor tener un vecino okupa que un vecino policía”. Como para estar orgullosos. Y, en segundo lugar, porque la Colau, no contenta con eso, se ofrece a albergar a más “refugiados” en la ciudad (sí, a esos pirómanos que si no se les da un hotel de cuatro estrellas a pan y cuchillo, ropa de marca y línea gratis de telefonía e internet, van y queman el campamento). Es la misma Colau que permite que el tráfico en la Meridiana sea cortado por los últimos mohicanos del indendentismo que aún creen en la existencia de una República Catalana y que para reivindicarla, los viernes por la tarde (ver secuencia de noticias sobre el tema en el último año) dificultan la entrada y salida de la ciudad… con la mirada complaciente de la alcaldesa que envía a la policía para proteger a los manifestantes de las iras vecinales. Creo que los barceloneses se merecen un homenaje y el mío es traer a colación una parte de su historia. Si te decepciona el presente, hunde tus raíces en el pasado.

Este artículo es uno de los capítulos de nuestra obra Misterios de Barcelona (segunda guía de la Barcelona mágica)

 

LOS BARCELONESES Y EL SEXO

 

No sabríamos como definir la Barcelona tradicional, si inhibida y pacata en lo sexual o desenfadada y dionisíaca. A decir verdad, hemos encontrado rastros de lo uno y de lo otro. Barcelona tuvo, como todo puerto de mar, un barrio de dudosa reputación, salpicado de lupanares, llamados aquí, eufemísticamente, "casas de barrets". Incluso hasta nuestros días la institución de los "meublés", cuya discrección y exquisitez ponderan todos los que han pasado por ellos, es muestra de ese doble aspecto: de un lado se vive el deseo de gozar, de otro se mantiene en secreto. ¿Tiene la sexualidad de los barceloneses algo que ver con lo mágico y misterioso que nos ocupa? Hubo un tiempo en que sí.

Antes hemos aludido a las brujas y hechiceras. No es ningún secreto -y así lo hemos dicho- que, desde la más remota antigüedad existió un nexo de unión entre brujas y celestinas; desde Roma y, posiblemente también en Egipto, las primeras celestinas fueron también hechiceras; el filtro amoroso se situaba en el espacio común y exigía de la celestina una sabiduría que iba mucho más allá de satisfacer las necesidades lúbricas de la clientela. Por lo demás, alguien ha definido al sexo "como la fuerza mágica más fuerte de la naturaleza" y a poco que meditemos sobre ello veremos que así es, en efecto. El sexo está íntimamente ligado -aunque no necesariamente- al Amor. Y los barceloneses de ayer y de hoy se han amado como pocos pueblos.

LOS INICIOS DE UN GRAN AMOR

Ayer se daba más pompa, ceremonia y solemnidad a la declaración de amor. Acaso por eso las uniones duraban más y, aunque el tedio llegara finalmente, solían ser eternas. Y no era raro que así fuera. Los jóvenes barceloneses, antes de declararse a una "pubilla", iban siete domingos seguidos a misa en el Convento de San José y sólo después del último "Ita misa est" osaban declararse a su amada. Si la boda no podía celebrarse inmediatamente, ambos jóvenes, acudían a jurarse amor eterno ante la estatua de la Mare de Deu del Carmen que se exponía en la Iglesia de San José.

Existían ciertas procesiones y ritos religiosos creados para estimular el amor eterno. También existían supersticiones que operaban a modo de indicativos. Si una chica se miraba al espejo en la medianoche del día de San Juan, podía intuir en él la imagen de quien sería el gran amor de su vida, al menos eso decía una tradición muy extendida entre los barceloneses que pensaban también que en la fuente de Hércules, situada en el Paseo de San Juan esquina Córcega, se reflejaba en el agua el rostro de la persona que estaba destinada a compartir alegrías y tristezas por siempre jamás; esto ocurría a la misma hora, el mismo día fatídico.

Dos procesiones tenían análoga finalidad y ambas discurrían por el barrio del Raval. Una, la llamada "dels bordets", en los prolegómenos de la Semana Santa, hacía desfilar con cirios pascuales en las manos, a los hijos nacidos fuera del matrimonio, abandonados o huérfanos; si alguien sentía una repentina pasión por alguno de los "bordets", no tenía nada más que entregarle una cinta azul en prenda de su amor. Otra procesión partía del convento de las Egipcíacas a la ermita del Peu de la Creu, ambos lugares hoy desaparecidos, pero que han dejado rastros en el callejero del Casco Antiguo. La procesión -que ya mencionamos en nuestra Guía de la Barcelona Mágica- se parecía extraordinariamente a las antiguas saturnales romanas. Los jóvenes varones, con el torso desnudo debían azotarse las espaldas mientras duraba el recorrido. Se decía que, si alguna gota de sangre salpicaba a alguna chica, ésta quedaría inmediatamente prendada del penitente. Ritos y tradiciones ingenuas de una sociedad que se esforzaba en entrar en la modernidad. A partir de la crisis finisecular, todo esto fue barrido por los traumas en cadena que vivió la sociedad barcelonesa.

HETAIRISMO Y DERECHO DE PERNADA

Estos amores eternos estaban muy alejados de las uniones temporales obtenidas al auspicio de los burdeles que son, en definitiva, las que nos interesan. Y tienen cabida en estas páginas en la medida en que la prostitución, originariamente, fue en todo Occidente una institución sagrada. Egipto, Grecia, Roma, y las demás civilizaciones tradicionales concebían el "hetairismo" como prostitución sagrada. La mujer, hasta entonces virgen, debía ofrendar su integridad a la diosa antes de contraer matrimonio. Llevada al templo consagrado a la diosa del amor, debía esperar junto a una columna que cualquier extranjero arrojara una moneda a sus pies para entregarle su virginidad. Nunca jamás volvería a ofrecer su cuerpo a cambio de dinero, sin embargo, tal era el tributo que debía a la diosa.

Cuando se analiza el origen del "derecho de pernada" se comprueba que tuvo un origen similar. En la mayoría de los casos, bastaba que la mujer que iba a contraer matrimonio pasara sobre la cama del noble, sin que éste la tocara; era el signo de que le rendía vasallaje y sumisión. El futuro marido, por su parte, en el curso de la misma ceremonia ofrecía al noble "beber en sotacopa"; el acto consistía en ofrecer al noble local un vaso de agua en una bandeja que éste tomaba y arrojaba su contenido en semicírculo, mientras que decía que el pacto de vasallaje duraría todo el tiempo que aquella agua tardara en regresar al vaso. Cómo puede verse, el "derecho de pernada", en nuestro ámbito cultural jamás adquirió el carácter dramático y depravado que en otras latitudes.

En esas mismas culturas mediterráneas, el hetairismo se convirtió en una cofradía sagrada de la que derivó directamente el fenómeno de la prostitución. Podríamos decir que la prostitución actual no es sino una institución sagrada transformada en laica en el decurso de las centurias; una institución que tenía un lugar muy concreto en la sociedad. Las culturas clásicas distinguían dos figuras de mujer: la mujer madre y la mujer amante que se encarnaron en la Roma antigua en las figuras de Demeter (convertida en Santa Madrona en la Ciudad Condal) y Venus Afrodita (una joven que embrujaba con su aspecto físico, algunos de cuyos rasgos -salvo la virginidad, pequeño detalle- coinciden con el mito de Santa Lucía que ya analizaremos en otro lugar de esta obra).

Incluso a principios de siglo, era extremadamente frecuente que varones de todas las clases sociales, tuvieran una amante oficial, al tiempo que compartían una feliz vida hogareña. Para ellos -e incluso para sus mujeres- resultaba obvio que las madres de sus hijos no podían tener la misma servidumbre sexual que exigían a sus amantes; hacerlo hubiera sido degradar su función materna y mezclar dos planos que no tenían nada que ver: el del amor y el del sexo. El hecho de que en una de las torres de la muralla romana se descubriera una estatua de Diana implica que determinados cultos telúricos de carácter mistérico, se celebraban ya en la Barcelona de los orígenes. La institución fue variando y adaptándose a los nuevos tiempos, pero conservó hasta un tiempo excepcionalmente reciente residuos de ese carácter sagrado propio de su irrupción. No en vano existía en la prostitución barcelonesa un hilo endeble jamás roto entre las casas de lenocinio y los conventos de un lado y la brujería de otro. Hemos aludido a Enriqueta Martí como muestra de lo segundo, tendremos en este capítulo ocasión de ver como en determinado período del año las prostitutas barcelonesas ingresaban en un céntrico convento y como en la decoración de algunos burdeles dominaba el viejo simbolismo pagano.

EL CASTIGO

La Barcelona antigua jamás puso excesivo énfasis en combatir la prostitución, si en cambio vio siempre con malos ojos al intermediario, al alcahuete, que era castigado con el cepo. Este castigo tenía un carácter genérico y siempre iba acompañado por algún complemento: la lengua atravesada por un alfiler para los blasfemos, tripa de cerdo en torno al cuello por ofensas a las autoridades, la cara untada con boñiga de buey si se trataba de un agravio al vecino, etc. Los alcahuetes resultaban expuestos a la vergüenza pública en la Plaza del Ángel; desnudos en los cepos, el castigo duraba medio día para la primera falta y día entero para los reincidentes. Con el tiempo el castigo se atenuó y en el siglo XIX se limitaba solo a rapar el pelo y las cejas y a ser paseada la culpable a lomos de un burro por las calles de la ciudad antigua.

La abundancia de prostitución en todos los tiempos deriva del carácter portuario de la ciudad. Barcelona tuvo puerto desde la más remota antigüedad aun cuando la ubicación de éste no haya dejado de variar a lo largo de los siglos. La calle Argentería era el antiguo camino romano que conducía a los muelles, partía de una puerta lateral de la muralla, el Portal Mayor. No era la puerta más próxima al mar; la Puerta de Regomir o Puerta Pretoria vigilaba las costas, sin embargo, en esa parte, al tratarse de un acantilado rocoso, era impracticable como puerto. El área situada frente al fuerte de Regomir se conoció en la edad media como Roquetas, precisamente por su configuración. El perfil de la costa varió mucho. En el período en que se construyó la muralla romana, el mar alcanzaba hasta Regomir. Joan Amades sostiene que en el siglo XI el mar llegaba prácticamente hasta la plaza del Pi, lo cual parece exagerado. Sin embargo, si es cierto que en el siglo XIII ya se había retrasado hasta la calle de la Merced y, doscientos años después estaba a la altura de la actual Plaza de Antonio López, frente al edificio de Correos. La sedimentación de las arenas arrojadas por el Besós y el Llobregat produjo la formación de una barra litoral que luego, tras 1714, se rellenó con los escombros del barrio de la Ribera, sobre el que se edificó el Barrio de la Barceloneta. La actual plaza de Medinacelli, donde hoy se encuentra la columna en honor de Galcerán Marquet, fue hasta el XVIII lugar donde varaban las barcas de los pescadores. Poco a poco el puerto fue desplazándose hacia esa zona donde, a lo largo del XIX, se fueron concentran los prostíbulos.

En tiempos de Cervantes el fenómeno tenía una incidencia mucho menor. El escritor aprovechó unos meses en la ciudad de Barcelona, para rememorar en "El Quijote" ese período en el episodio de la "cabeza parlante". La tradición sostiene que el escritor se albergó en la casa de Gil Grau, en el número dos del Paseo de Colón. La casa, por supuesto, ha sufrido drásticas modificaciones a lo largo de los siglos y la que acertadamente alberga hoy al Gremio de Editores, tiene poco que ver -salvo el emplazamiento que le otorga la tradición- con la casa originaria. La Muralla del Mar situada justo enfrente hizo que debiera accederse a la casa por la calle de la Merced. Cervantes imaginó la lucha entre su héroe alienado y el Caballero de la Blanca Luna, en la playa situada frente al actual edificio de Correos. Es significativo que la derrota sufrida ante su oponente bastó para devolverle la razón; pero esta es otra historia.

Desde finales de la Edad Media hasta el siglo XVII se obligaba a las prostitutas barcelonesas a vestir de una manera diferente. Un pañuelo de colores vivos e inusuales, situado sobre la falda, delataba su oficio. El pañuelo se llamaba "parranda", nombre que ha quedado asociado a juerga y libertinaje. La tradición sostiene que la mujer de Jaime I, dispuso esta ordenanza después de que una prostituta besara al rey en el curso de la misa sin que éste advirtiera su condición.

Con esta historia y esta fisonomía, el puerto de Barcelona iba a tener un creciente tráfico marítimo, sobre todo cuando, a lo largo del siglo XVIII, aumentó el comercio con ultramar. Tras semanas de travesía, los marineros, una vez desembarcados, se convertían en ávidos consumidores de sexo. Joan Amades da una etimología para la palabra "ramera" no carente de interés: la "ramera" sería la mujer del "remero". Para satisfacer a remeros de galera y marineros de altura estaban las hetairas barcelonesas y sus curiosas costumbres.

Amades da seis características por los que podían reconocerse los burdeles barceloneses: solían tener en su fachada el relieve de una dama hermosa (como el de la calle de la Carassa), en otros casos un sátiro y motivos eróticos evidenciaba la condición del local (burdel del número 6 de la calle Ancha), otros burdeles tenían abundante decoración vegetal (fue un burdel el que, precisamente por ese motivo, dio nombre a la actual calle del Laurel); más tarde bastaba que tuvieran el número de la calle en grandes caracteres para que se supiera el destino del edificio; las fachadas pintadas de bermellón eran otro indicio y, finalmente, la estrechez de las puertas de acceso.

Hubo un tiempo en que las autoridades protegían a los burdeles como si de un bien municipal se tratase; sabedores de que estos locales podían ser foco de disputas y tensiones, eran vigilados por una guardia; también la autoridad municipal procuraba, a la vista de las enfermedades venéreas que irradiaban los burdeles, que sus pupilas se sometieran a frecuentes controles médicos. Unas costumbres extremadamente avanzadas y, desde luego, mucho más razonables que las actuales.

Al llegar la Semana Santa se requería a las prostitutas para que ingresaran en el Convento de las Monjas Egipcíacas, pero esto no constituía tanto un castigo como la posibilidad que una sociedad creyente y devota daba a las mujeres que practicaban el oficio más viejo del mundo, un tiempo de meditación y búsqueda interior. Situado en la confluencia entre la calle del Hospital y la Riera Baja el convento se llamó a partir del siglo XVIII "de las arrepentidas", regentado por las Monjas Mínimas. En este convento se veneraba una imagen del Santo Cristo de los Descarriados. Cuenta la tradición que una prostituta lo recibió de una persona piadosa; la prostituta le prometió solemnemente que los viernes no pecaría, pero víctima de la necesidad, terminó rompiendo su juramento y el Cristo sudó. Afectada por el milagro, la prostituta ingresó en el convento. No muy lejos de allí, en el convento de San Agustín -cuyo último resto, la iglesia de San Agustín puede verse hoy en la plaza del mismo nombre- se veneraba una imagen de la Madre de Dios de las Virtudes, a la que las prostitutas más piadosas iban a orar tras acabar su jornada.

Frente al convento de los Angels, en pleno Raval existía un famoso burdel regentado por una celestina, la "Nicolaua" que solía utilizar ruda para encandilar a los hombres. Tenía fama la tal "Nicolaua" de que los hombres que llegaban hasta su cama soportaban dos coitos, pero el tercero los colocaba en riesgo de muerte. Varios, efectivamente, fallecieron en lo que se suponía era un envenenamiento. Terminó denunciada a la Inquisición como hechicera y nigromante. Otro burdel famoso estaba situado en la Plaza Real disimulado en una tienda de sombreros. Bastaba pedir un modelo determinado para que el cliente tuviera acceso a la trastienda dedicada a muy diferente menester. De este burdel deriva la asimilación barcelonesa de estos locales a "casas de barrets" (sombreros).

En los períodos absolutistas de recio moralismo del siglo XIX se solían utilizar triquiñuelas de este estilo. Otro burdel, este en la Baixada de la Pressó, estaba disimulado en una guantería. La casa del Fang en la calle del Comercio, era otro afamado burdel del que se contaba la leyenda de una garza que robó un diamante del Rey de Portugal y lo depositó allí dando lugar a todo tipo de comentarios. El burdel de la calle de las Moscas gozaba de gran prestigio entre los marinos de todas las latitudes. Las mujeres que allí trabajaban aspiraban a ser redimidas de su humillante cometido por algún apuesto marinero. Y no se trataba de una quimera, sino de una práctica habitual. El burdel de la calle de la Carabassa mostraba un orgulloso reloj de sol del que aun quedan trazas y el del numero 11 de la calle Serra tenía en su portal unas rejas que fueron suficientes para extender el rumor de que las mujeres que allí se ofrecían al público estaban secuestradas. Otro burdel que gozaba de gran prestigio estaba situado en la calle de la Carassa esquina Mirallers; allí puede verse aún el rostro humano pétreo que indicaba a los soldados y marinos extranjeros la existencia del lugar. Este, en concreto, fue posterior a la guerra de sucesión y se habilitó a mediados del siglo XVIII. El burdel de la calle de las Cabras fue de los primeros en construirse en esa zona cuando el Raval era aun un descampado. Antes, en los siglos XIV y XV, la zona próxima a la colegiata de Santa Ana estaba salpicada de burdeles que doscientos años después se desperdigaron por el Raval.

Una zona a la que llegaron a lo largo del siglo XIX fue a la calle del Arco del Teatro que entonces se llamaba calle de Trentaclaus, nombre que ostentaba desde el siglo XIV. La calle era larga y tras dejar atrás la muralla por el Portal de Escudillers, recorría la parte baja de las Ramblas, pasaba tras las Reales Atarazanas e iba a parar a las barracas de pescadores del Puerto antiguo, hoy Can Tunis. En el 1401 la Reina María ordenó que las prostitutas abandonaran el lugar; fue entonces cuando se desperdigaron a lo largo de las Ramblas y llegaron hasta Santa Ana. Allí fueron a confluir con otras expulsadas del barrio de las Puelles por decisión de la abadesa con la aquiescencia del Rey.

Desde entonces hasta nuestros días las costumbres y zonas de prostitución han variado extraordinariamente. Hoy el Barrio Chino barcelonés es solo un recuerdo. Sus calles han sido "esponjadas" y la mayoría de burdeles y zonas de prostitución han desaparecido. Eso no quiere decir que el fenómeno haya desaparecido, sino todo lo contrario. José María Carandell escribía su "Guía Secreta de Barcelona", "la calle Robador era la de mayor incidencia prostibularia". Hoy Robador, una de las calles más antiguas de la ciudad, es casi un recuerdo. Ya no quedado ninguno de los "consultorios médicos" o "clínicas de vías urinarias" que vendían preservativos y examinaban órganos genesíacos enfermos; durante un tiempo fueron sustituidos ventajosamente por los sex-shops o los centros de asistencia primaria, ninguno de los cuales está situado en aquella zona.

Durante los años ochenta la marejada de la droga y las reformas urbanísticas en el Casco Antiguo acabaron con buena parte de este ambiente. La figura del "chulo" o "taxista" ha desaparecido prácticamente salvo entre prostitución llegada con la inmigración. La mayor cantidad de burdeles se sitúa hoy en barrios respetables, el Ensanche es uno de ellos, pero en la "zona alta" de la ciudad están sin duda los más afamados. En cuanto a los "meublés", tras algún período de cierre por parte de las autoridades franquistas, los vientos de la transición los reabrieron y retornaron a sus momentos áureos. Robador no es un caso único, calles enteras como la de las Tapias han desaparecido en su antigua configuración para reabrirse sin sombra de prostitución. De la "isla negra" situada entre San Ramón, San Olegario y las Tapias no queda sino un descampado.

Cuando en 1956 el gobierno cerró las "casas de lenocinio" se tenía la presunción de que la "vida golfa" había sufrido un golpe mortal. Carandell sitúa a Barcelona a la cabeza con 98 establecimientos de este tipo cerrados. En esa medida hay que ver el origen de la abundante prostitución callejera que vimos cuando despertamos al sexo allá a mediados de los sesenta y hasta bien entrados los ochenta. Lo que vino después fue el tránsito de la economía artesanal a la industrial: desde principios de los ochenta la prostitución había ido emigrando a zonas más respetables e incluso La Vanguardia, el gran periódico de la burguesía catalana bienpensante alquilaba parte de sus páginas de anuncios por palabras a las nuevas hetairas incluso en los últimos años del franquismo

Sin embargo, la mayoría de prostitutas actuales ni están motivadas por el hambre como antes, sino por el consumo en el mejor de los casos (la prostitución unida al fenómeno de la droga todavía no ha logrado erradicarse). Muchos consumidores habituales de estos servicios se quejan de la desmotivación e impericia de las pupilas; "ya no hay prostitutas profesionales", suelen decir. Y tienen toda la razón. La prostituta de hoy, a diferencia de la tradicional, está desarraigada; a pesar de todo lo sórdido que siempre ha acompañado a la prostitución, antes estas mujeres constituían, sino formalmente un gremio, si al menos tenían prácticas que indicaban cierto nivel de organización colectiva. Se sabe, por ejemplo, que las prostitutas mayores, ya retiradas del oficio, cuidaban a los niños de las que aún estaban en activo. También que las mayores, llegado el momento, se retiraban y abrían un local de citas que ponían a disposición de las jóvenes. 

Existía "continuidad generacional" entre unas y otras promociones. En las salas de espera se transmitían los secretos del oficio, como lograr hacer eyacular antes a un hombre, qué hacer y decir y que no hacer y callar, trucos y pequeñas maldades, que constituían la esencia de la profesión. De eso ya no queda ni el recuerdo. También aquí, la tradición se ha perdido y lo que trae la modernidad -el cybersexo- parece excesivamente frío como para poder sustituir con ventaja los viejos usos y costumbres. La distinción entre mujer madre y mujer amante ha quedado abolida en estas décadas de liberación de la mujer. Los roles sociales se han difuminado y el caos que vive hoy la prostitución contrasta con la sensación de orden que alcanzó en otro tiempo.