domingo, 6 de abril de 2025

DE NUEVO LOS JÁZAROS Y NOTAS PREVIAS A LA CUESTIÓN JUDÍA (II de III) – Guillaume Faye, un testimonio de “autoridad”


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Las reflexiones que hizo Guillaume Faye en uno de sus últimos libros -La nouvelle question juive- sin duda el más polémico- tienen hoy mucho más valor que cuando se escribieron, por que da la sensación de que los problemas que planteó se van agudizando de día en día. No pasa una semana, sin que en algún lugar de Europa se produzca algún atentado yihadista. Lo peor es que Europa se está habituando y solamente reacciona el día de las votaciones apoyando a opciones populistas... pero esto ya no basta, porque lo hecho avanzan a velocidad de vértigo. Delincuencia, inmigración islámica y yihadismo están creando disfunciones y conflictos en toda Europa que hace apenas cinco años no existían.

Ha bastado un lustro de gobierno de Pedro Sánchez para que las mafias de la inmigración, de la delincuencia y de la droga, controlaran zonas enteras del país. Y para que cualquier delincuente amnistiado al término de cada Ramadán por Mohamed VI, se embarque para España en donde podrá seguir delinquiendo, mantenido por el Estado y sin pisar un recinto carcelario por años.

Faye, se oponía a esto y lo venía denunciando desde principios de los años 90. Su posición era lógica y suponía tomar partido. Lo hizo en muchas ocasiones. Hemos seleccionado unas cuantas frases de Faye pronunciadas en el curso de presentaciones de libros, incluidas en algunas de sus obras, en entrevistas y artículos, para fijar una posición que puede resumirse en estos puntos:

- El conflicto palestino no es “nuestro problema”.

- Pensar en Palestina cuando aquí y ahora hay una situación de tensión creciente, es puro sinsentido.

- No debería importarnos lo que ocurra en Palestina, sino lo que está ocurriendo en Europa.

- Los islamistas están creciendo en Europa, los palestinos son islamistas, luego, no puedo solidarizarme con ellos: que se solidaricen los Estados Árabes.

- Es un mito de la peor especie sostener que los judíos están detrás de los lobbys de la inmigración masiva.

- Lo más razonable es no ser ni pro-judío, ni pro-arabe, sólo pro-europeo.

Reflexionar sobre estos fragmentos de Guillaume Faye clarifican extraordinariamente la visión del conflicto de Oriente Medio y ayudan a tomar una posición desde Europa.



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“Escribo, en primer lugar, que la comunidad judía ya no es lo que era en los años sesenta y setenta. Ahora está muy nerviosa. Hay que subrayar que existen dos comunidades judías. Una, religiosa, que sólo se interesa por sí misma. La segunda, formada por intelectuales judíos, es la que promovió la inmigración. Dentro de esta comunidad, muchos (pero no todos) se han dado cuenta de que cometieron un gran error al hacerlo. El representante típico es Finkelkraut. Dicen que, a pesar de todo, quizá deberían haberse quedado en Europa porque, en contra de la creencia popular, los europeos no eran tan antisemitas como parecía, y comparativamente mucho menos que el mundo árabe. La prueba: tras la independencia del Magreb, los judíos llegaron a Francia. ¿Por qué no se quedaron allí? Extraño, ¿verdad? La segunda tesis que defiendo en mi libro es que el Estado de Israel está quizás condenado a medio plazo por razones demográficas. No encuentro aquí nada de lo que alegrarme y no veo cómo la erradicación de Israel resolvería nuestros problemas frente a la embestida del islam y del Tercer Mundo. Mi tercera tesis es, de hecho, una pregunta filosófica: ¿por qué este pequeño pueblo ha tenido tanta influencia en el mundo occidental? No soy ni antijudío ni projudío, ni antiárabe ni proárabe, simplemente observo la historia. Y digo que, en el mundo venidero, que estará dominado en parte por las potencias emergentes y colosales, China e India, la cuestión judía perderá poco a poco su importancia. También abordo el problema del revisionismo. La propia Simone Veil pidió la derogación de la ley Gayssot[1], por considerarla una enorme estupidez. En Estados Unidos, los lobbies judíos siempre se han opuesto a leyes de este tipo. Yo digo que cometemos un error entre nosotros, pensando que, una vez levantado el tabú, todo cambiará. El problema es que el 95% de los árabes son revisionistas y, sin embargo, nada cambia para nosotros. A los europeos no se les culpa de la Shoah, se les culpa del colonialismo, de la acusación de esclavitud, por el etnomasoquismo cistianomorfo y el igualitarismo en general. Se culpa a los europeos de una enfermedad interna. Los judíos tienen poco que ver con esta enfermedad. Por lo tanto, para mí, el revisionismo no es la lucha esencial.

Novopress: Sin embargo, hay que constatar que, desde hace cinco años, hay una explosión en Internet de sitios supuestamente «patrióticos» y «antiinmigración» que son visceralmente sionistas y proisraelíes. Uno tiene realmente la impresión de asistir a una operación de seducción por parte de los medios de comunicación nacionalistas de ciertos miembros de la comunidad judía. Esta seducción consiste, en estos sitios, en palabras de aliento como: «¡vamos, chicos!» ¡estableced la primera línea contra las hordas de inmigrantes árabes y antisemitas!». Esto nos remite directamente a «El Príncipe», en el que Maquiavelo describe estrategias similares; «con la eliminación de aquellos que se han ensuciado las manos (y despertado cierto resentimiento) el trabajo está hecho». Como maquiavélico que es, ¿qué opina al respecto?

Guillaume Faye: Mi respuesta es muy sencilla: «¡No necesito a nadie en una Harley—Davidson!». Aunque los nacionalistas judíos se unieran a nuestra causa, no me aliaría con ellos contra los árabes». No es necesario pensar en una alianza con la comunidad judía. Más bien, es necesario razonar cínicamente como ellos. Ellos defienden su bando, nosotros el nuestro. No pueden imaginar ni por un segundo que vamos a luchar por ellos. Igual que ellos no tienen ninguna intención de luchar por nosotros. ¡Luchamos por nosotros mismos! Ese es el problema de la tercera vía. No se trata de aliarse con los judíos contra los árabes, ni de aliarse con los árabes contra los judíos. Es más, los judíos no representan una amenaza demográfica en Francia. Algunos representan una amenaza política y cultural para nosotros, pero se trata de una minoría de intelectuales judíos. Y no es por ser judíos por lo que hay que atacar a estos intelectuales que nos odian, sino por ser ideólogos decadentes e ingenuos. Sobre todo, no debemos caer en la trampa del antisemitismo antidreyfusardiano[2]. De lo contrario, les resultará extremadamente fácil atacarnos con las habituales acusaciones de apoyo a la «Shoah». En resumen, simplemente digo: «¡dejen de obsesionarse con los judíos! No les defenderemos. Ellos tampoco vendrán en nuestra defensa. La mejor postura es considerarlos un pueblo como los demás. Pienso simplemente que los seis millones de musulmanes presentes en Francia y en constante aumento parecen plantear un problema etnopolítico más grave y urgente que seiscientos mil judíos. No hay que obsesionarse con el pasado, sino prepararse para el futuro y no vivir con un retrovisor en la cabeza.

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¿Cuál es el papel del Estado de Israel?

No estoy aquí para hablar del estado de Israel, pero, sin embargo, diré unas palabras sobre el tema. Por razones demográficas, creo que la utopía sionista fundada por Hertzl y Buber y materializada desde 1949 no durará más que la utopía comunista y que el Estado hebreo está condenado. Actualmente estoy preparando un ensayo sobre la nueva cuestión judía, que espero que será traducido al ruso.

¿Alguna conclusión?

Nunca se debe ser fatalista. La Historia está siempre abierta y presenta con frecuencia caprichos y vueltas de tuerca inesperadas. No olvidemos la fórmula de Guillermo de Orange: allí donde hay una voluntad hay un camino. Por el momento estamos en una fase de resistencia y de preparación para acontecimientos muy graves que se anuncian, por ejemplo, la conjunción de las guerras étnicas y de una recesión económica gigante.

Por lo tanto, desde ahora hay que pensar en lo que vendrá después del caos y organizarse en consecuencia. Para terminar, he aquí la consigna que suelo difundir: de la resistencia a la reconquista, de la reconquista al renacimiento.

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“Dado que los judíos son muy influyentes en los medios de comunicación, sería interesante que los círculos identitarios se aliaran con ellos para oponerse a la islamización y a la inmigración, a cambio de abandonar todo matiz antijudío y todo apoyo a los revisionistas. […] Mi tesis es que, si bien es cierto que los judíos han tenido un peso y una influencia extraordinarios (en relación con su número) en todo el Occidente europeo y americano durante los dos últimos siglos, extremadamente negativos para unos y positivos para otros, esta influencia judía está ahora en pleno declive. Hay muchas razones para ello: la mala imagen de Israel, la pérdida de poder económico y financiero de las comunidades judías en Europa y Estados Unidos, la islamización acelerada de Europa, la descentralización del mundo en favor del Lejano Oriente indiferente a lo judío, y muchas otras cosas más”.

La Nouvelle question juive

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Es cierto que la etnia judía se encuentra en un estado de contradicción permanente, en primer lugar, en cuanto a su definición. ¿Son una entidad étnica, una nación, una raza o una comunidad religiosa? Los propios judíos se sienten incómodos al tener que responder a estas preguntas: «¿Quiénes somos?». Prefieren responder a la pregunta inversa: «Mira lo que no somos»; «¿Quién está entre nosotros?» En cualquier caso, parece que el sentimiento de pertenencia a una entidad judía o israelí es mucho más fuerte entre las clases medias y bajas —la mayoría son sefardíes— que entre las clases altas de origen judío. Esta situación se está acentuando cada vez más en la actualidad.

De hecho, la religión parece estar en el corazón de la etnia judía, pero, por otro lado, la religiosidad judía resulta ser muy débil. El judaísmo es una religión en el sentido etimológico estricto: une (re—ligare) a las personas de manera etnocéntrica. Pero las relaciones que ha establecido con su Dios son de naturaleza política y contractual, manteniendo la distancia y sin el misticismo de las creencias esotéricas. El agnosticismo coexiste con el ritualismo. La teología rabínica y talmúdica rechaza cualquier vía afectiva, porque el espíritu calculador y el modo analítico de investigación del judaísmo están exentos de cualquier «romanticismo». El judaísmo rechaza lo sacrosanto —en el sentido hindú o católico— así como la superstición; en esto se diferencia del islam.

El alma judía se encuentra en una tensión permanente entre un particularismo exacerbado y un sentimiento universalista, entre un espíritu de gueto y un espíritu conquistador. Así, el deseo de ser un mártir se asocia con la necesidad de dominar y sentirse seguro. De acuerdo con el sacrificio de Abraham, en la conciencia del alma judía, las persecuciones sufridas a lo largo de su historia, cuya culminación metafísica sería la Shoah, hacen del pueblo judío un pueblo sacrificial y divino, un emblema ejemplar del hombre que sufre. Este síndrome es muy antiguo, ya que Cristo no es más que la recuperación de la posición martirológica del pueblo de Israel, un emblema de sacrificio para salvar a toda la humanidad.

De ahí surgen una serie de características contradictorias: buscar la paz y la seguridad, pero complacerse en la idea de ser odiado por envidia y perseguido; aspirar a la dominación y al orgulloso reconocimiento de una superioridad intrínseca, pero adoptan la imagen de un pueblo pequeño y perpetuamente amenazado. Esto también se corresponde con la doble atracción de la diáspora internacional y la idea sionista de regresar a su patria, una patria sacrificial e inalienable; e incluso, dentro del sionismo, con la oposición entre la visión puramente judía de un Eretz Israel[3] y el concepto laico y abierto de un Estado judío.

Estas contradicciones no constituyen necesariamente factores prohibitivos; al contrario, dan lugar a una energía febril y única en un pueblo poco numeroso. El pueblo judío se ha arraigado profundamente, a lo largo de su historia, en su particularismo de origen semítico y, sin embargo, se ha integrado en la aventurada fabricación de la civilización europea de la raza blanca. Los judíos han sabido influir en Occidente gracias a la fuerza de su genio mitológico y también a su inteligencia, mucho más neocortical que límbica. Han demostrado ser una pequeña minoría capaz de desempeñar un papel desproporcionado en relación con su número.

Volviendo al antirracismo promovido por algunos de los intelectuales judíos contemporáneos, hay que entender que estos agentes de influencia del cosmopolitismo —Jacques Attali, Bernard–Henri Lévy o Dominique Strauss–Kahn— son fundamentalmente lo que se conoce como «judíos de la corte». Además de estar más o menos desarraigados, se preocupan poco por la etnia judía de la que proceden, hasta tal punto que no verían ningún problema en servir a un gobierno musulmán en un Francia islamizada. Su lucha por la propagación del cosmopolitismo en Francia y en otros Estados no judíos no tiene nada que ver con el deseo de proteger a Israel de esos países, difundiendo el veneno del cosmopolitismo de tal manera que su homogeneidad étnica se erosione y su población autóctona se desvirtúe.

La verdad es que, entre los intelectuales judíos, los que apoyan el cosmopolitismo querrían que triunfara tanto en Israel como en Francia, Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos, por no hablar de que la mayoría de ellos son abiertamente antisionistas. Sin embargo, un grave error de análisis por parte de los autores antisemitas, y más concretamente de Kevin B. Mac Donald[4], ha sido centrarse en los rasgos psicológicos de los movimientos intelectuales judíos a favor del cosmopolitismo y confundir estos rasgos con los patrones de comportamiento y mentalidad de la etnia judía. Mientras que el influjo intelectual de los judíos cortesanos disminuye con firmeza en Occidente, un porcentaje cada vez mayor de «judíos de la vida cotidiana» rechaza ahora el antirracismo y el cosmopolitismo, en parte como reacción a la invasión árabe—musulmana.

[...]

En cuanto a la probabilidad de que surja un imperio judío en Oriente Medio, creo que Israel es demasiado débil económica y militarmente para continuar su expansión territorial. Aunque Israel, donde la proporción de ingenieros en relación con la población es la más alta del mundo, se ha convertido sin duda en una potencia tecnológica, no ha logrado luchar contra la pobreza: su clase media está insuficientemente desarrollada. Por otra parte, Israel sufre dos problemas: por un lado, la presencia de judíos ultraortodoxos, que no muestran ningún interés por la ciencia y la tecnología y solo se interesan por el estudio del Talmud; por otro lado, debe afrontar la alta tasa de natalidad de la población árabe—musulmana, tanto dentro como fuera del territorio israelí.

[...]

Es necesario por supuesto tener perfectamente conciencia de que los palestinos (como los tibetanos, de los que nadie habla) son víctimas de una agresión injustificada. Pero, ¿ellos, nos apoyarían si estuviésemos pasando por una situación similar? Cada pueblo razona de manera egoísta, nunca de manera moralista, sino de forma política y cínica. A partir del momento en que el islam se propone abiertamente invadir Europa, no veo por qué debemos defender a sus mártires en Oriente Próximo. En cuanto al sionismo, el destino del pueblo judío, me es tan indiferente como el de los inuits, los patagones o el de los palestinos. Los propios hebreos son bastante mayores para defenderse, con la ayuda (que no les durará eternamente) de sus guardias norteamericanos. No tenemos que tomar partido ni a favor del sionismo ni a favor del arabismo. No debemos entrar en los problemas de familia. Soy partidario del egoísmo etnopolítico: cada uno que se ocupe sus propios problemas.

Lo que me diferencia de mi querido amigo Jean—Edern Hallier[5] y lo que causó entre nosotros debates muy apasionados, es que él era partidario de la “causa de los pueblos”, de todos los pueblos, mientras que yo era más bien partidario de la causa de mi pueblo. En ese sentido, creo que tanto un israelí como un Palestino estarán de acuerdo conmigo, ¿no le parece?

[...]

Asistí al congreso de American Renaissance, un lobby anti—Bush, cuyas posiciones van en la línea de «antes de ir a jugar a los vaqueros en Irak, ocupémonos de nuestra frontera mexicana». No son ni prosemitas ni antisemitas y están totalmente desinteresados por el conflicto palestino—israelí. Después de mi conferencia, se publicaron artículos en mi contra, sobre todo en el Washington Post. Lo que dije durante esa conferencia fue: «antes de hacer el tonto en Oriente Próximo, defiéndanse en su propio territorio de unos flujos migratorios menos graves que los nuestros, pero no por ello menos importantes». Mi objetivo, como he dejado claro recientemente en Rusia, España, Alemania y Canadá, es únicamente defender la identidad en peligro de las personas de origen europeo en todo el mundo, en torno a cuatro nociones:

— La etnopolítica por encima de la geopolítica.

— Eurosiberia.

— El choque Norte—Sur.

— La amenaza del islam.

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 ¿Trata de comparar a los jóvenes palestinos con la escoria de los suburbios?

Guillaume Faye: ¡Claro que no! No se trata de desinteresarse ni de comparar a los revoltosos de los suburbios con los palestinos. La revuelta de los suburbios es étnica. Se basa principalmente en un complejo de inferioridad y de venganza que entra en el ámbito del psicoanálisis político. La comparación con los palestinos es una farsa. Lo que quiero decir es que tendríamos un problema en los suburbios incluso sin el conflicto de Oriente Próximo, y que tendríamos un problema con la Yihad y los musulmanes incluso sin la existencia del Estado de Israel. Israel no es un factor desencadenante, sino agravante. Lo que poca gente sabe, y que explicaré en mi próximo libro, es que el sionismo no data de 1947. Los primeros asentamientos judíos en Palestina se remontan a los años 80 del siglo XIX, en tierras compradas por el barón de Rothschild. Por tanto, no hay que desinteresarse de los problemas de Oriente Próximo y Oriente Medio, pero tampoco hay que centrarse sólo en eso. Cuando veo a ciertos activistas de nuestro entorno preocuparse por la causa palestina — «masturbación mental, sustitución del tipo ideal»— o compadecerse de los libaneses bombardeados por Israel, me doy cuenta de que no se interesan por nuestros problemas en el preciso momento en que estamos en pleno proceso de islamización masiva. ¿Por qué indignarse por los demás? Cuando veo que otros simpatizan profundamente con Israel, me hago la misma pregunta. ¿Por qué pensar que Israel es el escudo de Occidente? Nuestro único escudo somos nosotros mismos. Maquiavelo decía que sólo debemos luchar por los nuestros y que cualquier alianza nunca debe superar un cierto «grado de intensidad», que es «el umbral de la ingenuidad». Todo el problema reside en definirse a uno mismo, en aferrarse a la propia identidad y no a la de los demás.

[…] Se puede ser antiamericano, antisionista, lo que se quiera, pero es cansino que los europeos se interesen incesantemente por los demás. Tenemos problemas mucho más urgentes que resolver. No deberíamos posicionarnos en relación con un problema árabe—israelí. Eso es incultura política. Eso es no conocer la historia. Deberíamos centrarnos en los retos que nos amenazan. Por último, aprendamos a ser egoístas como todos los pueblos del mundo.

[…] ¿Qué tengo yo que ver con que los israelíes bombardearan Canaán? ¿Acaso Julio César, cuando se lanzó a la conquista de la Galia, se preocupó de lo que ocurría en China? Existe una obsesión judeomaníaca en nuestros círculos: ¿a favor o en contra de los judíos? ¿A favor o en contra de los israelíes? Pronto saldrá un libro mío, cuyo título aún no he revelado, pero que trata del problema judío. Escribo que la comunidad judía está completamente dividida, esquizofrénica y al borde de la explosión. Pero eso no resolverá nuestro problema. Es un tema que capta la atención de todo el mundo y es por ello que decidí escribir este libro, con la esperanza de poner efectivamente los «puntos sobre las íes», y así establecer para nuestro medio una doctrina realmente clara y sencilla sobre la cuestión judía y el problema de Israel, sin odios, sin tabúes, sin faccionalismos.

Novopress: Para aclarar las cosas una vez más y acallar los rumores, ¿se hizo o no sionista?

Guillaume Faye: ¡Por fin! ¿Cómo puedo ser sionista si no soy judío? No soy ni sionista ni antisionista: ¡ese no es mi problema! No hay que tomar partido. ¿Acaso un africano o un israelí se van a preguntar: «Estoy a favor de Ségolène Royal o de Sarkozy»? ¡No tiene ningún sentido! Tenemos que olvidarnos de estos problemas. En Francia tenemos un problema: la inmigración. La cuestión, entonces, es cuál es el papel de los intelectuales judíos en este asunto. Estos últimos, además, dan la espalda y se muerden el dedo por lo que han hecho. Pero, como mostraré en mi próximo ensayo, ¡el lobby de la inmigración está muy lejos de estar dirigido por la intelectualidad judía! El papel de los goym neomarxistas masones, cristianos e islamófilos es mucho más importante.



[1] La Ley Gayssot, ley francesa n.º 90-615 del 13 de julio de 1990, «destinada a reprimir todo propósito racista, antisemita o xenófobo». Fue propuesta por el diputado comunista Jean Claude-Gayssot y, entre otras cosas prohíbe el negacionismo del “holocausto”. El historiador revisionista Robert Faurisson consideró esta ley como una «violación de su derecho a la libertad de expresión». [NdT]

[2] Alusión a la lucha que tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios del XX, entre partidarios y detractores de Alfred Dreyfus, oficial francés de origen judío, acusado de espionaje. [NdT]

[3] Tierra de Israel (ארץ ישראל‎, Eretz Yisra'el), término empleado para referirse a los antiguos reinos de Judá e Israel, esto es, al territorio de los hebreos.

[4] Kevin B. MacDonald (24 de enero de 1944), profesor emérito de psicología evolutiva en la Universidad de California. MacDonald es conocido por su tesis de que los judíos occidentales han tendido a ser políticamente liberales y a participar en movimientos sociales, filosóficos y artísticos política o sexualmente transgresores, porque los judíos han evolucionado biológicamente para socavar las sociedades en las que viven. [NdT] ​ 

[5][5] Jean—Edern Hallier (1936-1997), escritor, polemista, panfletario, crítico y editor judío-alsaciano, creador de los Premios anti-Goncourt y de la revista L’Idiot International. De vincularse a la extrema-izquierda, pasó a mantener relaciones con algunos miembros de la Nouvelle Droite e, incluso, en 1991, se habló de su probable ingreso en el Front National. En una entrevista a Le Monde había declarado: “Le Pen representa a muchos franceses de la Francia profunda. Es preciso reconciliar a Doriot y Thorez. Adoptó, igualmente, una postura particularmente hostil contra François Mitterand. [NdT]