martes, 29 de agosto de 2023

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: "EL BESO DE LA MUERTE" EN LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO

En el momento de escribir estas líneas, llevamos más de una semana con el culebrón del beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso. Reconozco que el tema solamente me interesa como síntoma de la decadencia de nuestra sociedad, por lo demás, el fútbol femenino me interesa tan poco como el masculino, es decir, nada, y no voy a tomar partido ni por uno ni por otro, algo que hoy parece obligado en tertulias y cenas. Lo primero que recordé cuando vi la escena -por un casual, en directo- fue de la película dirigida por Jesús Franco en 1968, Fu Manchú y el beso de la muerte. Intenta ser un thriller de terror y de aventura, pero, como todo lo que hacía Jess Franco, no pasa de ser un ejercicio de supervivencia alimentaria sólo para amantes de lo freaky.

Resulta que el malvado Fu-Manchú -personaje creado por Sax Rohmer en 1913, cuando empezaba a hablarse del “peligro amarillo”- idea un procedimiento para que sus sicarias transmitan un virus mortal con solo besar en los labios a alguien. Y le da resultado hasta que intervienen el doctor Petrie y Nayland Smith, sus eternos adversarios. El beso al que nos referimos -el de la celebración de la victoria del equipo femenino de fútbol- ha sido suficiente para entrañar la “muerte cívica” de Luis Rubiales.

Tras esta comparación aleatoria, lo siguiente que pensé en los días sucesivos al dichoso beso de la muerte, fue que, una vez más, la progresía ha conseguido ser la inversión de una sana forma de ser y de vivir. En efecto, recordé un consejo que justifica la lectura de la obra de Evola, Cabalgar el tigre: “transformar el veneno en remedio”. El tigre puede devorarte, pero si logras subirte a sus espaldas, conseguirás cansarlo y sobrevivirás. Tal es la moraleja. Muchos fármacos, tomados en grandes cantidades serían venenosos, pero la “dosis justa”, es lo que permite que el veneno sea un remedio. La medicina homeopática se basa, precisamente, en esto.

Pero lo que ha conseguido la progresía es “transformar la alegría en amargura”. A fin de cuentas, una victoria deportiva para el equipo que representa a un país, debería de ser objeto, sobre todo, de alegría. Sin embargo, a fecha de hoy, cuando hace una semana que se produjo la victoria del equipo femenino de fútbol, nadie lo recuerda, pero del “beso de la muerte” se seguirá hablando durante meses. Y para el feminismo, un beso no consentido, dado por un varón a una mujer, es el peor de los crímenes (y no al revés, nunca al revés). Un acto así supone un motivo de alerta, victimización, amargura, al nivel, tal como lo ha presentado la progresía feminituda- como algo equivalente a una violación o poco menos.

No voy a defender el gesto de Rubiales. Tengo por cierto que, en la peor de las derrotas, como en el mayor de los triunfos, lo esencial es no dejarse arrastrar ni por el abatimiento, ni por la alegría y que, por tanto, signos que pueden ser interpretados como desbordante alegría, en realidad, no son más que síntomas de que el protagonista, en lugar de seguir siendo él mismo, se ha dejado arrastrar por una situación de euforia. Ni, por tanto, voy a entrar en la cuestión de si fue “consentido” o no. Obviamente, no lo fue, pero tampoco hay que dramatizar, especialmente desde el momento en que, en este país, han ocurrido y están ocurriendo cosas infinitamente más graves, y aquí no pasa nada. Lo que resalto, simplemente, es como las artes mágicas de unas “aprendices de brujas” consiguen convertir cualquier alegría en factor de tristeza, baja polémica y peores conclusiones.

Y ahora, entremos en el fondo de la cuestión.

Llevamos dos años en los que, por todos los medios posibles y en todos los medios de comunicación, se intenta que el fútbol femenino tenga protagonismo. Vale la pena preguntarse por qué. El destino del “feminismo” es hacer que sus “victorias” terminen suponiendo para la sociedad amargas derrotas. Pondré un ejemplo precedente: en los años 50 y 60, bastaba con que “el cabeza de familia” trabajase, para que una familia española o norteamericana pudiera ejercer su “su sueño de vida”: casa en propiedad, automóvil y segunda residencia. Los salarios eran altos. Eso explica el interés de las fundaciones capitalistas en promover el feminismo: incorporando a la mujer al mercado laboral, se conseguía que, en determinadas profesiones, la oferta doblase a la demanda y, por tanto, los sueldos fueran a la baja. Lo quieran o no reconocer las feministas de la época, su acción “liberadora de la mujer” (es decir, transformarse de “alienada por el trabajo en el hogar” a “alienada por el trabajo en una empresa) redundó en un fenómeno social cuyas características extremas se prolongan todavía hoy: disminución de sueltos, aumento del paro, mayor precariedad laboral, unido a efectos sociales como la disminución de la natalidad, la eliminación de la división de funciones en el hogar, etc, etc, etc. Y conste que no pongo en duda el derecho de la mujer al trabajo. Simplemente, me limito a recordar los efectos que ha tenido.

Hoy, se vuelve a repetir el esquema en el caso del fútbol. Lo cierto es que, en los últimos años, el interés por el fútbol ha ido disminuyendo de manera apreciable. Hace 10 o 15 años, cada día en algún canal generalista, se nos obligaba a ver un partido de fútbol. Hoy, los aficionados al fútbol tienen canales propios de mucha menor audiencia, ya no se pagan las sumas astronómicas de principios de siglo por los derechos de retransmisión de los partidos. Por otra parte, las gradas de los estadios también registran una visible disminución de público: demasiadas “champions”, demasiadas “ligas”, demasiadas “copas”, demasiados intentos de explotar el fenómeno del fútbol masculino en momentos de crisis económica. Casos como la compra al peso de árbitros realizada por determinada sociedad anónima (aunque formalmente no lo sea) que afirma con una seriedad pasmosa que es “algo más que un club”, han redundado negativamente en la afición. Tampoco las cuentas de los clubs están claras y no se entiende porqué a un autónomo lo pueden embargar por deber unos cuantos meses a la Seguridad Social, pero a clubs con deudas multimillonarias todo son paños calientes. Sea como fuere, lo cierto es que había que compensar las deserciones de los aficionados con un nuevo “producto” (por que eso es el futbol femenino: un mero “producto” comercial).

Era fácil de hacerlo: a ello contribuían las orientaciones de la Agenda 2030 y de los popes de la progresía que han sentenciado que la mujer debe poder hacer lo mismo que el hombre. Así que había que subvencionar este deporte y promocionarlo por todos los medios. El ministerio de igualdad, trabajó como nadie, en esta materia. Y el resultado ha sido que el equipo femenino español ha ganado un mundial… Bien por ellas. Pero…

Hay un “pero”. Tal como han dicho las Yolanda Díaz, “ahora se trata de equiparar salarios”… Y esto nos lleva a otro problema capital. La calidad del juego. Sí, porque, cualquier, hombre o mujer, que haya visto los partidos de fútbol femenino, se habrá dado cuenta de que le falta mucho para igualar en vistosidad, estrategia y tácticas, al fútbol masculino. Este es el problema que no suele tener en cuenta el feminismo radical cuando habla de “igualdad salarial”: sí, a trabajo igual, salarios igual, pero ¿dónde dejamos el factor “calidad”…?

Quizás el problema de por qué, globalmente, las mujeres cobran algo menos globalmente, sea que en las facultades de ingeniería o de telecomunicaciones, hay pocas mujeres. Cuando yo estudiaba, en una facultad de ingeniería, de 1.200 alumnos, apenas estaban matriculadas 5 mujeres. Y no hace tanto: las cifras han mejorado solo muy sensiblemente. Sin embargo, en otras facultades el número de mujeres iguala o supera al de varones. La cuestión es que el salario de un psicólogo, un abogado, sea del sexo que sea, no es el mismo que el de un ingeniero industrial o un experto en telecomunicaciones.

El fútbol femenino tiene un problema: puede ser seguido por gentes que no se interesen por el fútbol masculino, pero inmediatamente es rechazado por todos aquellos que distinguen lo que es tener una visión amplia del terreno de juego, dominar el balón, seguir estrategias, de lo que es un juego, más o menos deslavazado, frecuentemente bronco (incluso más que el masculino), poco a nada vistoso (tratándose de una final) y que se parece, sobre todo, al fútbol masculino en algunos gestos característicos de sus protagonistas (escupir al césped, mostrar dentadura como signo de fiereza, encararse con el árbitro y, actitudes, en general, que se distancian mucho del concepto tradicional de “lo femenino”).

Una cosa es promocionar por todos los medios el fútbol femenino y otra muy diferente la “equiparación salarial” propuesta por Sumar. Habrá equiparación cuando haya espectáculo, cuando haya mayor calidad…Y, de momento, no la hay.

El mundo del fútbol es una gran empresa. No es, en absoluto, un “deporte”. Era deporte para los que, como yo, “jugábamos” al fútbol durante nuestro período de estudios. Era un deporte entre otros (yo jugaba de extremo-izquierda, pero también corría 100 metros lisos y relevos 4x100 y gané varias medallas en juegos deportivos escolares y en juegos escolapios). Algunos de mis compañeros de alineación siguieron jugando luego durante años en equipos de amigos y, siempre como deporte. El fútbol espectáculo, lo lamento, nunca me ha interesado. Tal como decía Guy Debord la sociedad moderna tiende a reducir cualquier actividad a nivel de “espectáculo”. Me niego a sentarme en una grada en la que es frecuente -incluso en encuentros de fútbol infantil- en el que los espectadores griten como posesos, aplauden enloquecidos o se estiren de los pelos y, para colmo, pagando una entrada y venerando a jugadores que cobran salarios desmesurados.

Me alegra que gane el equipo español, pero eso no me hace sentir particularmente “orgulloso de ser español”, porque, a fin de cuentas, se trata de un espectáculo promovido por empresas en vistas a obtener unos beneficios. Nada más. Por lo mismo, debería de estar orgulloso de una fábrica de bragas y/o calzoncillos española.  Y lo dicho para el fútbol masculino, vale tanto como para el fútbol femenino.

No tengo ni la más remota idea de quien es el tal Luis Rubiales. Dicen que es un “pinta”. Que en la federación se amontonan casos de corrupción y que su nivel ético y moral está a la altura del betún. Ni me lo creo ni lo desmiento. Simplemente, no me interesa, ni creo que debería interesar nada más que a los organismos de justicia. Si es un corrupto, que lo cuelguen. Si vela por el deporte, tampoco es para llevarlo a los altares, pero sí para que le respeten. En cualquier caso, ahí está la justicia para establecerlo. Pero lo que más me sorprende es que sea valorado por haber dado el “beso de la muerte”. En este país, un beso que no haya sido consentido ante notario puede ser más ruinoso que una carrera de corrupción.

Estaba traduciendo unas páginas del filósofo italiano Julius Evola, cuando me he topado con estas consideraciones que os traslado y que creo sitúan perfectamente el fondo de la cuestión:

“Mientras que la ética tradicional pedía a hombres y mujeres que fueran cada vez más ellos mismos, que expresaran con rasgos cada vez más claros lo que hace a uno hombre y a la otra mujer, vemos que la civilización moderna gira hacia la nivelación, hacia lo informe, hacia una etapa que, en realidad, no está más allá, sino por debajo de la individuación y de la diferencia entre los sexos.

Y lo que en realidad ha sido una abdicación, se ha tomado como una conquista. Después de siglos de “esclavitud”, la mujer quería ser libre, vivir para sí misma. Pero el “feminismo” fue incapaz de concebir una personalidad para la mujer, excepto imitando la personalidad masculina, de modo que no es exagerado decir que sus “pretensiones” enmascaran una desconfianza fundamental de la nueva mujer hacia sí misma, su incapacidad de ser y de querer como mujer, y no como hombre, la mujer moderna ha sentido una inferioridad completamente imaginaria al creer que es sólo una mujer, y como un delito al ser tratada “sólo como a una mujer”.

Tal fue el origen de una vocación errónea: precisamente por ella, la mujer quiso vengarse, hacer valer su “dignidad”, mostrar su “valor”, comparándose con el hombre. Sólo que no se trata en modo alguno del hombre real, sino de la construcción del hombre, del hombre-títere de una civilización estandarizada y racionalizada, que no implica casi nada realmente diferenciado y cualitativo. En una civilización así, evidentemente, ya no puede haber ninguna cuestión de privilegio legítimo. Las mujeres, incapaces de reconocer su vocación natural y de defenderla, incluso en el plano más bajo (porque no hay mujer sexualmente realizada que envidie al hombre y sienta la necesidad de imitarlo), pudieron demostrar fácilmente que también ellas poseían virtualmente la vocación. facultades y talentos (materiales e intelectuales) que se encuentran en el sexo opuesto y que generalmente son necesarios y apreciados en una sociedad de tipo moderno. Es más, el hombre se dejó pasar, comportándose como un auténtico irresponsable; incluso ayudó, empujó a la mujer en las calles, en las oficinas, en las escuelas, en las fábricas, en todas las encrucijadas contaminantes de la sociedad y de la cultura moderna, apoyando así la última etapa de la nivelación”.

No creo que tocar el asunto del “beso de la muerte” tenga absolutamente ningún interés para una sociedad como la española que se está cayendo a trozos (parálisis política, bloques enfrentados irremisiblemente, situación económica catastrófica, con una sociedad desmigajándose, dependiendo de mindundis regionales cuya visión no va más allá de sus narices, psicológicamente enferma, que ni siquiera acierta a identificar -no digamos a diagnosticar- ninguno de sus problemas esenciales), salvo para reflexionar sobre el papel del feminismo, de lo masculino y de lo femenino que es, a fin de cuentas, lo único que debería importar a los que se niegan a ser peces muertos arrastrados por la corriente.








 


martes, 22 de agosto de 2023

3. LA DECADENCIA COMO SENTIDO DE LA HISTORIA MODERNA Y LA BRUTALIZACIÓN DE LAS MASAS COMO FORMA DE MANIFESTARSE

Lo fundamental para vivir en el siglo XXI consiste en entender su carácter y su naturaleza. Y, sobre esto, no vale la pena hacerse ilusiones. Mirando a nuestro alrededor se percibe con claridad meridiana que vivimos una época de decadencia. Fijar esta idea en la mente es fundamental para entender e interpretar el presente, rechazando la “pastilla azul”, propia de la ignorancia satisfecha.

No creo que haya mucha gente inteligente, en los tiempos que corremos que tenga el valor y/o la inconsciencia de ver nuestro tiempo como época de “progreso”. Lo más habitual es encontrarse con personas que comentan que, en efecto, algunas cosas van mal, muy mal (la delincuencia, la inmigración masiva, la ideología woke, la violencia, la creciente falta de educación cívica, el egoísmo extremo, etc, etc), pero, junto a esto, ven elementos para ser optimistas (cada día aparece un fármaco nuevo que remedia algún mal, los productos electrónicos de consumo lanzados al mercado son cada vez más sofisticados, las perspectivas científicas que se abren en los próximos años van a ser espectaculares, se está erradicando el hambre en el Tercer Mundo, somos solidarios, etc.).

Así pues, toda la cuestión que se plantea a muchas personas conscientes, responsables y ecuánimes, consiste en no dejarse impresionar por los aspectos negativos de la modernidad, y confiar en que puedan ser resueltos en los próximos años, gracias a medidas gubernamentales adecuadas. Esta es seguramente, la forma más extendida de ver las cosas. Y, también la más errónea.

La decadencia, cuando aparece en una sociedad, opera como un agujero negro: poco a poco, va atrayendo hacia su vórtice a cada vez más elementos, hasta que finalmente, ninguno consigue zafarse del proceso de degradación y termina entrando en el agujero negro que, al crecer más y más, hace que todo gire en torno suyo. Pondré varios ejemplos:

Nada como la telefonía móvil, un sueño hace solo 20 años; sin embargo, esta maravilla de la ciencia moderna es hoy el principal vehículo de alienación de masas. La “vida”, hoy, solamente puede ser definida como el espacio que media cuando no estamos pendientes de una terminal informática, cuando prescindimos del móvil, cuando no estamos dando cuenta de lo guay que es nuestra vida a través de una docena de redes sociales. Si consideramos “vida” a estar constantemente observando el móvil, el paso siguiente es trasladar nuestras vidas al entorno virtual, algo que el Metaverso está en trance de conseguir a la vuelta de cinco años, en realidad, nos estamos alejando de la “vida real” y sumergiéndonos en la “vida virtual”, esto es, en la “no-vida”.

De hecho, una “realidad virtual” construida por nosotros y a nuestra medida, es mucho más satisfactoria que la versión “mejorada” de nuestra vida que damos en redes sociales. Y, sin embargo, ¡qué gran logro técnico las redes 5G! El problema es que, cuando ha aparecido, el proceso de decadencia social de la humanidad estaba muy avanzado y, por tanto, lejos de ser mayoritariamente utilizado como un instrumento de enriquecimiento personal, se ha transformado en vehículo de alienación y la cobertura más drástica al nihilismo contemporáneo: no se aspira a cubrir tal o cual vacío en nuestras vidas, sino que se construye un mundo virtual en el que nos sintamos plenos, felices e integrados. Es una sobredosis de “pastilla azul” lo que asumimos.

Otro ejemplo. Hemos construido un mundo sin fronteras, en el que un “derecho humano” fundamental consiste en elegir dónde queremos vivir y que, por supuesto, no está relacionado con nuestra tierra natral, sino con aquella en la que existen, aparentemente, mejores condiciones de vida. Gracias a la ONU y gracias a los distintos programas de este organismo y de la UNESCO, en tanto que “ciudadanos del mundo”, podemos instalarnos en donde nos apetezca. Maravilloso ¿no? Sin embargo, cuando viajo a Canadá o a Australia, con un pasaporte de la Unión Europea, me piden que lleve dinero en efectivo suficiente para sufragar mis gastos, seguro médico privado, billete de retorno a mi país de origen, que facilite la dirección de dónde voy a vivir y que al cabo de 90 días (o de 180) retorne, o de lo contrario, detención, cárcel y expulsión con prohibición de retornar al país. Pero eso solo es válido para europeos y solo es respetado por europeos. Parece complicado explicar cómo Canadá es uno de los destinos prioritarios de la inmigración marroquí… salvo por el hecho de que para ellos rige otra normal muy diferente a la nuestra. Un inmigrante de cualquier país africano que pisa tierra europea es, por ese mismo hecho, inexpulsable. Le basta con rellenar una instancia en la que se declare “refugiado político”… incluso en países con los que la UE mantiene buenas relaciones. El resultado es que, grupos sociales con valor suficiente como para venir a Europa, tratar con mafias de la inmigración y pagar cantidades que, incluso no estarían al alcance de un trabajador español de sueldo medio (hoy el sueldo medio en España es de 1.200 euros/mes y el cruce del Estrecho o el pasaje en patera hasta Canarias está en 1.800 euros… a partir de lo cual el Estado Español paga cualquier gasto adicional: vestimenta, alimentación, comunicación, residencia, etc, etc). Lo que, en principio, era un derecho humano atractivo, se ha convertido en un foco de desestabilización de pueblos, países y regiones enteras

Otro ejemplo más. Retornamos a la tecnología. Internet garantiza el tránsito libre de información de un lugar a otro del planeta. El monopolio de la comunicación ha sido arrebatado a los grandes consorcios mediáticos. Hoy, cualquiera puede tener acceso libre a la información que desee… ¡con permiso de Google! ¡observado, seguido y “buitreado” por millones de programas espía, de bots que siguen todos nuestros movimientos, recopilan datos sobre nuestra vida y los comercializan. La intimidad y la privacidad son prácticamente imposibles en la red. La red nos conoce mejor que nosotros mismos. Pero, ese no es todo el problema: el volumen de información a nuestro alcance es tal que no podemos estar seguros de la veracidad de nada de lo que leemos cada día. Google realiza un primer tamizado: todo lo que interesa a Google lo difunde, todo aquello que puede ser considerado, por algún motivo, como lesivo para sus propios accionistas, para la corrección política o para la mitología contemporánea, lo desecha y resulta prácticamente imposible llegar hasta ello. En la era de la hiperinformación la mayor paradoja es que nadie ha estado tan desinformado como el actual usuario de la red. El exceso de información, mata a la información. Los “verificadores” que aparecieron durante la pandemia pronto quedaron desenmascarados como nuevos censores al servicio de la “corrección política” y de los intereses de las multinacionales de farmacia.

Un último ejemplo. Vivimos una época extraña en la que las religiones tradicionales o sufren un descrédito (el catolicismo) o bien se han visto adulteradas (budismo, zen, sufismo) por “predicadores” (en realidad, vendedores de cursos) que, en sus países de origen, no pasaban de ser charlatanes con una exclusiva audiencia turística, a ser gurús venerados, santones a 500 euros en cursillo, chamanes infalibles o babalaos que reclaman dignidad y respeto que, en otro tiempo, fueron propias purpurados… El impulso religioso que siempre ha acompañado a la naturaleza humana (que percibía que en sí misma, existía algo que trascendía a lo biológico) se ha convertido en supersticiones, ritualismos desprovistos de sentido y de efectividad, cumpliéndose lo augurado por Spengler hace exactamente 100 años: la caída de la religión tradicional, no abre períodos de racionalidad, sino que instala en el imaginario popular las supersticiones más absurdas. La última, la que se promociona más en estos momentos a partir de EEUU es la existencia de vida extraterrestre. Ya no se alza la mirada a los cielos para contemplar la grandeza del Universo, sino para tratar de ser los primeros en saludar al primer hombrecillo verde que venga a graduarse la vista en Carglass. La nómina de las seudo-religiones, llamadas eufemísticamente “nuevas religiones”, es infinita. Existe “libertad religiosa”, existe la racionalidad, se reconoce que cualquier culto por excéntrico, absurdo y alienante que sea, tiene derecho a la existencia, ¿por qué no? Basta leer el Aso de Oro de Apuleyo, escrito en la segunda mitad del siglo II de nuestra era, para ver que la decadencia en este terreno no tenía límites: “Entonces yo, tembloroso, saltándome el corazón con pulsaciones aceleradas, tomé con ávida boca la corona resplandeciente, tejida de rosas delicadas, y la devoré ansioso de conseguir lo prometido. No me engañó la promesa celestial: seguidamente desapareció mi aspecto deforme de asno”.

Estos ejemplos permiten hacernos una idea de que aspectos, incuestionablemente, positivos en un primer momento, al aplicarse en el seno de una civilización que ha entrado en un proceso de decadencia, se convierten en factores inmediatamente acelerantes y coadyuvantes de esa decadencia: el agujero negro siempre crece más, nunca deja de atrapar todo lo que nace en su periferia. Es una ley física que se conoce desde hace algo más de 100 años y de la que no se salva absolutamente nada.

Ahora bien, ¿por qué se produce la decadencia? ¿Cómo se inicia?

Cuando se admite que la historia no es lineal y que la flecha del “progreso” no es una curva asindótica ascendente, sino que se ve como una sucesión de ciclos y de fases, ascendentes y descendentes, todo empieza a tener sentido. Todo lo que es humano está sometido a la ley de las dualidades: cualquier elemento positivo, tiene otro, negativo, como contrapartida. Solamente, lo Absoluto, escapa de las dualidades y, por tanto, de la decadencia.

En una fase “ascendente”, cuando adelanto técnico se integra en un modelo que tiende “hacia lo alto”, es decir, a encontrar un sentido a la vida humana y una vía de perfección. Por que la vida solamente puede ser un camino de perfección, o, de lo contrario, solo cabe considerarla como valle de lágrimas en el que el hedonismo de hoy se convierte en doloroso cuando ya no se puede ejercer. Pero, en una fase “descendente”, todo tiende a materializarse, a medirse en términos de rentabilidad, a someterse a métricas y a consideraciones de utilidad personal. Desde los años 80 se viene observando un repliegue hacia lo personal que hoy llega al límite: “lo que es bueno para mí es lo que debo hacer, aunque cause problemas a todos los demás”.  Esta es la normal moral más extendida en la modernidad, desde el presidente del gobierno hasta el último chulo de piscina. Tal es el camino que conduce hacia el salvajismo y al actual proceso de brutalización de las sociedades.

El salvaje es aquel que no reconoce otra norma que la dictada por él mismo, útil y beneficiosa para sí mismo. No es algo nuevo: siempre ha existido esta construcción mental en algunas personalidades enfermas o con la psique deformada. La diferencia es que, en otro tiempo, mediante la educación, se conseguía -o se trataba, al menos- de que esas personas rectificaran sus comportamientos o, al menos, fueran objeto de censura general hasta que desistieran de los mismos. Hoy, sin embargo, esos comportamientos, en tanto que mayoritarios resultan imposibles de corregir e, incluso, de afrontar. A fin de cuentas, intentar rectificar esos comportamientos, supone una vulneración de la sacrosanta “libertad personal” y ésta ya no tiene ningún tipo de límite.

La decadencia, por tanto, se inicia, cuando se diluye la moral de una comunidad; se va acelerando cada vez más, arrastra cualquier actividad, por genial, constructiva o ilusionante que pueda ser. No importa dónde aparezca ni en que área de actividad humana: si aparece en un momento de decadencia, pronto será tiznada por esa misma decadencia. Pienso ahora en aquel cormorán que durante la Guerra de Kuwait fue fotografiado envuelto en petróleo y agonizando. Reconozco que he perdido mucho tiempo observando el vuelo de cormoranes en el Caribe. Me fascina ver como pican sobre el mar a una velocidad endiablada y remontan el vuelo con un pez agitándose en su pico. La más noble muestra de progreso técnico o científico en nuestra época, me recuerda a un cormorán que intentara lanzarse sobre una charca de hidrocarburo. Imposible remontar el vuelo, imposible sobrevivir, imposible pescar nada tras chocar con la negrura oleosa y pegajosa de la charca.

¿Cuál es el límite a la decadencia? Es frecuente que siempre, cuando se suscita esta cuestión en una conversación, alguien responda: “¿Decadencia? Sí, existe, pero cuando se toque fondo, se empezará a remontar”. Error. Esto no es psicología conductista que estima -con razón- que cuando una depresión toca fondo, solamente queda esperar que, con el tiempo, mejore espontáneamente o con poca ayuda. La decadencia, llega para quedarse. Si algo toca fondo, las posibilidades son dos: o bien se sigue arrastrando por el fondo, o bien su peso y su densidad, hacen que aún se hunda más.

Los procesos de “recuperación” de la decadencia, nunca son espontáneos ni están sometidos a leyes mecanicistas. Se sale de la decadencia, porque aparece un tipo de hombre nuevo decidido a combatir la decadencia, no solo por afán de supervivencia, sino por la sensación de que hace falta restablecer la idea de Orden.

Cuando se habla de “Orden”, con mayúscula, obviamente, no aludimos al “orden público” o a una necesidad de “control social”, sino a un principio de estabilidad que debe, ante todo, estar presente en aquellos que reaccionan contra la decadencia. Difícilmente triunfaría una “opción de Orden” guiada por individuos turbulentos y descontrolados.

Es obligado pensar que “el Orden nace de la Orden”, es decir, que para que exista un movimiento de recuperación que conduzca a los pueblos del caos al Orden, deben de existir, en primer lugar, individuos que hayan reconstruido en su interior ese “Orden”: capaces de haber dejado atrás el nihilismo, autónomos, serenos, estables, visiblemente superiores al resto de la humanidad, capaces de imponer su Autoridad por su mera presencia, de portar y vivir en sí mismos, los valores que proclaman: orden, autoridad, jerarquía, tradición, perfección, espíritu, responsabilidad, disciplina, entrega, sacrificio. Con la mirada de las águilas en sus ojos y una determinación a llevar a cabo la única revolución necesario hoy en día que, nunca mejor dicho, consistirá en “tender rieles de acero sobre ríos de sangre”. Esos hombres, inicialmente individualidades, tenderán a agruparse en la estructura organizativa de una Orden. Sin Orden no hay posibilidades de luchar contra la decadencia. Pero una Orden solamente puede actuar como tal, si está constituida por hombres que sean portadores, en sí mismos, de Orden.

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Estas reflexiones que parten de elementos muy distintos presentes en la actualidad que vivimos cada día en nuestro país, nos han llevado a cuestiones mucho más amplias. El tránsito de “lo particular a lo global” es condición sine qua non para la transmisión de ideas. En estas tres entregas hemos pasado repaso a crímenes horrendos, a interpretaciones sesgadas de los procesos de brutalización y salvajismo que se han instalado en nuestra sociedad. Hemos mencionado lo irreversible de tales procesos, especialmente, cuando los grandes canales de comunicación, los niegan, o sugieren señuelos equívocos mediante informaciones sesgadas. Lo hemos hecho viendo algunos ejemplos, para finalmente determinar que el común denominador de todos estos procesos, es la DECADENCIA. Hemos definido lo que es decadencia, lo que implica y visto como todo lo que aparece en un momento de cadencia, se ve ganado por ella y se convierte en un nuevo factor de aceleración de esa decadencia. Hemos establecido, que el punto de arranque de toda decadencia es la pérdida de una regla moral y su sustitución por mitos e imágenes sugerentes y, hemos llamado a todo ello, como decía Evola, como formas de “coberturas al nihilismo”. Así mismo, en los últimos párrafos hemos conjeturado que solamente una Orden, estructura organizativa, formada por una élite en cuyo interior ya esté instalado ese Orden que se propone para la sociedad, será eficiente para iniciar un nuevo ciclo de civilización. Porque, no nos engañemos, ni queramos alumbrar falsas esperanzas o esperanzas infundadas por irrealizables: éste, el nuestro, está acabado y, aunque “no sabemos ni el día ni la hora”, todo induce a pensar que hay que actuar, prever y pensar, en función de esa convicción. Ya que resulta imposible detener el curso de la decadencia, preparémonos, al menos, para afrontar el día después, o para facilitar el nacimiento de una generación preparada para ese momento.








martes, 8 de agosto de 2023

2. PARÉNTESIS SOBRE EL CASO DEL NIETO DE “CURRO JIMÉNEZ” Y LOS “CURAS PEDERASTAS” (2 de 3)

Todo lo anterior es una reflexión que acompaña a una noticia que viene repitiéndose en programas del corazón (lo que resulta natural) y en telenoticias (junto a las negociaciones con Puigdemont alias “el Nulo” o con “Fortunita de Vascongadas”, también llamado PNV). Resulta que, en Tailandia, el nieto de “Curro Jiménez”, “presuntamente” ha asesinado y descuartizado a un cirujano colombiano. La palabra “gay” no aparece por ningún sitio, pero todo induce a pensar que ambos tenían una relación homosexual, algo que no nos sorprende, lo que sí resulta mucho más curioso es ese interés por hablar de “violencia machista” cuando un hombre agrede a una mujer, pero cuando otro hombre se ve agredido por otro de su mismo sexo. Por lo mismo, además, debería de llamarse “violencia feminista” (“fémina”, opuesto a “macho” y mucho más adecuado que “hembra” que, en el fondo podría aludir a cualquier especie animal).

Sabemos los hombres que han asesinado a sus mujeres: los medios se solazan llevando la cuenta a diario. Lo que no sabemos es cuántos problemas similares se han producido entre parejas gays, ni, por supuesto los hombres asesinados por sus mujeres. Por no saber, tampoco sabemos a qué grupo étnico pertenecen los varones agresores y/o asesinos. De hecho, cuando se resalta que el asesino es “español” tampoco es decir mucho, si tenemos en cuenta que las naturalizaciones en España se entregan casi como en una tómbola, aun a pesar de que la persona en cuestión ni siquiera hable castellano y, por supuesto, no tenga ni remota idea de lo que la cultura, los hábitos y el estilo de vida de este país. ¡Y, claro que es básico! Porque solamente con estos datos en la mano se puede combatir eficazmente la violencia machista. Claro está que los funcionarios de policía, los funcionarios de prisiones, los trabajadores de las urgencias sanitarias tienen una visión mucho más clara que el ciudadano medio de esta violencia que podemos llamar “asimétrica”: desde principios del milenio, está más que claro que el grupo étnico autóctono tiene unos niveles de violencia machista bajos en comparación con otros países y, frecuentemente, reducidos a el porcentaje de psicópatas, alcohólicos, toxicómanos y maníacos sexuales que existen en toda sociedad.

Entonces ¿de qué grupos étnicos procede la violencia y los asesinatos machistas? Esta es la cuestión: dado que no hay estadísticas y dado que la progresía instalada en el ministerio de igualdad, defienden la multiculturalidad y la inmigración masiva, evitar este elemento que supondría situarlos ante una contradicción insuperable. Y, por lo mismo, el problema de la violencia machista sigue vigente y las campañas en contra nunca hacen efecto, por la sencilla razón de que no van dirigidas al “target” que protagoniza estos episodios lamentables.

La contradicción se agrada al tratarse del mundo gay. La idea que se ha introducido en la mente de la ciudadanía es que los gays son dechados de simpatía, sofisticación cultural, apertura de miras, estilo, educación y demás…  Por tanto ¿para qué preocuparse de los niveles de violencia que pueden acompañar sus relaciones sexuales? Sabemos, por ejemplo, el número de parejas gays que han contraído matrimonio desde la Ley Zapatero que reconocía el derecho de que su unión se llamara “matrimonio”. Lo que no sabemos es la duración media de este tipo de parejas. De tanto, en tanto, gracias a los programas del corazón nos enteramos de que tal pareja de famosos gays se están tirando los trastos a la cabeza y disputando por el control de sus hijos adoptados. Son como luces en la noche: pero ¿cuántos casos de agresiones dentro de parejas gays se producen? Incluso en series de TV y películas se evita esta temática. Y, ahora resulta que el nieto de Curro Jiménez, no sólo ha asesinado, sino que, además, ha descuartizado -que daño hizo aquella serie genial, Dexter- a su amante. Y en Tailandia…

El episodio se convertirá en la serpiente del verano de 2023. Vamos a otros mucho más habituales. La pederastia entre el clero. Los medios progres tienen tendencia a enumerar los casos y los detalles, incluso los más truculentos, de este tipo de delitos. Los protagonistas destacados son miembros de órdenes religiosas dedicados a la enseñanza. Vergüenza y oprobio, desde luego. Y mucho peor si las propias órdenes han ocultado los casos o no han sido lo suficientemente duros con sus protagonistas. Mal por la Iglesia que ha esperado demasiado para reaccionar. Creo que todos estaremos de acuerdo en esto, pero también habrá que recordar que estos sacerdotes, además de pederastas, eran gays. Que yo recuerde, los medios no han presentado a niñas abusadas por sacerdotes. Inevitablemente, al parecer, todas las víctimas han sido varones y sus abusadores también: así pues, estamos ante algo que parece difícil de negar. La palabra “homosexual” debería estar presente en ese tipo de noticias. Sin embargo, se elude, no así la orden religiosa a la que pertenecen, a pesar de que no todos los miembros de esa orden son abusadores, pero sí todos los abusadores de esa orden, sí son gays.

Probablemente, de recordarse este tipo de delitos, algunos estarían menos “orgullosos” de su opción sexual. Que por cierto es cosa de ellos: de la misma forma que uno de los rasgos más problemáticos del “machismo” es alardear de las propias conquistas, el mundo gay ha querido elevar el listón y alardear, no ante un grupo de amigotes, sino ante toda la sociedad de su opción sexual. Pero, atención, cualquier opción sexual es personal y, desde luego, no que te gusten los hombres o las mujeres o las ovejas no es algo como para sentirse “orgulloso”, a menos que tu vida sea tan pobre que solamente puedas alardear de tus hazañas de catre.

Hará como veinte años, escribí un libro titulado Los gays vistos por un hétero. Me documenté lo suficiente como entender algunos aspectos del fenómeno que no había percibido previamente. Por ejemplo, una de las cosas que más me llamó la atención es que en el mundo hétero se tiene la sodomía como la forma por excelencia de mantener relaciones gays. Sin embargo, en los distintos diccionarios gays la palabra estaba ausente. Podía encontrarse cualquier otra, pero no ni sodomía, ni ninguno de los sinónimos más o menos procaces de esta práctica. Me pregunté el motivo: no vale decir que, para algunos heteros, la sodomía es una práctica recurrente; también lo es el beso que sí estaba reconocido en los diccionarios gays que consulté o el “trabajo de pezón” que atrae tanto a la comunidad gay. El problema era que la sodomía era reduccionista: si se la mencionaba como práctica gay, podía parecer antihigiénica, sucia y retorcida. Además, debería de explicarse el porqué este tipo de práctica tiene como consecuencia -otro elemento que se oculta- una mayor incidencia de determinadas enfermedades (en internet hay suficiente literatura sobre el tema como para que no queden lugar a dudas) a corto, medio y largo plazo. Nada, en definitiva, como para estar “orgulloso”.

*     *     *

Podríamos seguir con ejemplos y más ejemplos de lo que, en el fondo, no es más que un frente -otro frente- de la decadencia de nuestro tiempo. Más vale que nos hagamos a la idea de que vivimos en tiempos de decadencia y que esta no se detendrá forme quien forme gobierno, ni se convoquen o no nuevas elecciones. La decadencia es como una pequeña piedra que empieza a deslizarse desde lo alto de una montaña y que en su caída arrastra más y más piedras a mayor velocidad, hasta que, finalmente, genera un alud. Hemos llegado al momento en que ese alud se muestra imparable. Podrá aumentar o mantenerse la velocidad de caída, pero este tipo de procesos tienden a llegar hasta sus últimas consecuencias y solamente entonces se produce un reordenamiento “normal” de la sociedad.

El sexo está en el fondo de la cuestión. Parece lógico: desde el momento en el que “Dios ha muerto” y “todo está permitido”, la tendencia “normal” hasta ese momento (la de tratar de llevar un comportamiento ético y moral aceptable para la masa o el tratar de apurar las potencialidades del alma para aproximarse a la idea de la transcendencia y vivir la trascendencia) se invierte y lo que antes era un “tender a lo alto”, ahora es zambullirse en lo bajo, por lo bajo y para lo más bajo aún. Ni “pequeños misterios”, ni “grandes misterios”, ni “salvación”, ni “liberación”: tan solo disfrute, hedonismo y poco más. Este es el fatum de nuestro tiempo.

Evola presentó en Metafísica del sexo, una serie de prácticas y concepciones que indicaban que las civilizaciones tradicionales, vivían el sexo, conocían lo que era el sexo, lo apuraban y lo transformaban en vehículo para la experiencia trascendente. El libro está ahí para demostrar una vía para los que creen que el “sexo es la mayor fuerza de la naturaleza”. Pero el problema es que, hoy, el sexo se ha convertido en un producto obsesivo de consumo: para las apps de citas tener una relación sexual es como echar monedas en una máquina; la pornografía gratuita vehiculizada a través de Internet, ha hecho imposible el sexo real. Hace poco leía que chicos de 14 años en su primera relación creían que lo más normal era asfixiar a la partener. Lo habían visto en miles de webs porno. Así pues, si está en la red, es que es “normal”.

La coeducación y la “igualdad” aspira a que las chicas sean competitivas con los varones desde la primaria. En lugar de potenciar su feminidad, tienden a ser “como los chicos” y a competir con ellos. El resultado es que la barrera entre sexos, lejos de ir disminuyendo, se va ampliando e, incluso, termina por hacer imposible las relaciones sexuales que, como mínimo, exigen “polaridad” entre los dos parteners: la corriente no fluye entre dos polos con la misma carga magnética, para que haya “chispa” hace falta diferenciación, un polo positivo y otro negativo. La mujer no termina por encontrar “hombres”, ni el hombre logra aproximarse a “mujeres” que verdaderamente sientan que lo son. La idea de complementariedad en las relaciones sexuales ha desaparecido: “yo quiero hacer el sexo así… aunque a ti no te guste; y solo esto. Y, ni por un momento se me ha ocurrido pensar lo que tú quieras hacer o lo que a ti te guste”. La economía neoliberal ha hecho casi imposible formar una familia. Y, a lo lejos, ya se siente el aroma de la Inteligencia Artificial unida al metaverso y a la robótica que nos permitirán descender a los “mundos virtuales” en donde tendremos al “partener” que nosotros mismos hayamos diseñado y que nunca encontraremos en el “mundo real”.

Lo sorprendente es que, en este mundo interconectado, “libre”, “inclusivo” e “igualitario”, las nuevas generaciones especialmente se sienten cada vez más solas, más aisladas y más incómodas. Y esos mundos virtuales nacidos del metaverso se acabarán en el momento en el que una crisis de cualquier tipo corte el flujo de energía eléctrica.

Pero nuestra civilización no vive en la “postverdad”, sino que oscila entre la “postmentira” y la “ignorancia” pura y simple. De tanto en tanto, aparecen pequeñas luces -la carnicería realizada por el nieto de Curro Jiménez, el caso de los curas pederastas, el maniqueísmo a la hora de dar noticias sobre “violencia machista”- que bastarían por sí mismas para que la sociedad reflexionara: pero hace tiempo que las sociedades modernas han perdido la capacidad de reflexionar. Se fían de lo que dice Internet y de los mitos al uso. No pienses, el Gran Hermano piensa por ti. Y el Gran Hermano trabaja para cubrir el nihilismo ofreciendo a cada cual el producto de consumo de su elección. Pero sólo hay uno: hedonismo en distintas tallas.


1. NIHILISMO, PEDERASTIA Y CRÍMENES SEXUALES A CASCOPORRO

2. APRÉNTESIS SOBRE EL CASO DEL NIETO DE “CURRO JIMÉNEZ” Y LOS “CURAS PEDERASTAS”

3. UNA SOCIEDAD NIHILISTA EN MARCHA A UNA BRUTALIZACIÓN CRECIENTE









lunes, 7 de agosto de 2023

ACABA DE APARECER: UKRANIA Y SU FASCISMO de Michele Rallo

La traducción de los primeros capítulos de este libro se publicaron en la Revista de Historia del Fascismo antes del estallido de la crisis ucraniana en febrero de 2022. Hemos considerado oportuno completar y revisar aquella traducción del libro escrito por Michele Rallo y publicado por Settimo Sigillo, para tener una perspectiva histórica de este conflicto. El autor describe, en los primeros capítulos, la morfología del país que no podía sino llevar a la crisis que se está viviendo desde 2014. Así mismo, cuando se habla de "fascismo ucraniano" hay que ser conscientes de lo que se está hablando, de su origen, de sus nombres y de sus siglas, de su tiempo y del papel que adoptaron durante la convulse primera mitad del siglo XX. Sin esos elementos, resulta prácticamente imposible entender la crisis actual.

Así mismo, este libro responderá a algunos aspectos de la crisis: el papel de Polonia, el resentimiento antisoviético de parte de la población ucraniana y el sentimiento ruso de otra parte. El autor detalla particularmente la participación y el papel de los nacionalistas ucranianos durante la Segunda Guerra Mundial y, en particular, de la División SS “Galitzia”. Descubriremos los giros, a veces imprevistos, otras impuestos por las circunstancias, a las que se vio sometido el nacionalismo-revolucionario ucraniano y cómo logró sobrevivir en la clandestinidad y prolongar una guerra de guerrillas -la mayor que apareció en la retaguardia soviética- hasta las postrimerías del estalinismo.

Este trabajo de investigación, perfectamente estructurado y organizado supone una contribución, amena, rápida y esencial a la historia inédita de Ucrania en la primera mitad del siglo XX.

 

Índice

¿Ucrania o Ukraina?

La Rada y la República Nacional de Ucrania (1917-1918)

El Hetmanato (1918).

La República Nacional de Ucrania Occidental (1918–1919)

Aliados de la Polonia de Pilsudski (1919–1921)

Yevhen Konovalets y la Organización Militar Ucraniana (1921)

Mutaciones en Rusia y en Polonia (1922)

La diáspora nacionalista (1923)

La emulación del modelo fascista (1923–1926)

Asesinato de Petljura nacimiento de la OUN (1926–1929)

La “pacificación” polaca en Galitzia (1929–1930)

El Holomodor en la Ucrania soviética (1929–1933)

Primeros acuerdos y conflictos con el Tercer Reich (1933–1938) .

Crisis de los Sudetes y asesinato de Konovalets (1938)

El sueño ruteno (1938–1939)

El Pacto Germano–Soviético y el congreso de la OUN en Roma (1939)

La guerra en Polonia y la Legión de los Nacionalistas Ucranianos (1939)

La escisión: OUN–M Y OUN–B (1940)

Crisis germano–soviética y expectativas ucranianas (1940–1944)

La Organización de los Nacionalistas Revolucionarios Ucranianos (1941)

Ucrania en el momento de la Operación Barbarroja (1941)

Proclamación del Estado Ukraniano Independiente (1941)

La represión alemana a la independencia ucraniana (1941)

Lahora de la OUN–M (1941)

Las muchas almas de la Ucrania ocupada(1941)

Ucrania de la Gobernación (1941–1942)

La Ucrania del Comisariado (1941–1942)

La ruptura con los alemanes: la OUN–M (1942)

La ruptura con los alemanes: la OUN–B (1942)

Šhukhevyc y el Ejército Insurreccional Ucrania (1942–1943)

La División Galitziana de las Waffen SS (1943)

El 3er Congreso de la OUN (1943)

El Consejo Supremo para la Liberación de Ucrania (1943–1944)

El Comité Nacional Ucraniano (1944–1945)

El Ejército Nacional de Ucrania (1945)

La resistencia de la UPA tras las líneas soviéticas (1943–1945)

Guerra Fría y las relaciones de la OUN con los servicios secretos occidentales (1945–1949)

Los últimos fuegos (1945–1959)

Cronología

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

 

Características:

Tamaño: 15 x 32 cm

Páginas: 234

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Acaba de aparecer el número 85 de la Revista de historia del Fascismo dedicada a los fascismos brasileños: Getulio Vargas y Plinio Salgado

Dossier Acción Integralista Brasileña A I B

Fascismo tropicalizado

El fascismo brasileño es, sin duda, uno de los que pudieron extenderse y arraigar más en el subcontinente americano. Constituyó un verdadero movimiento de masas y a punto estuvo de llegar al poder. No podemos siguiera intuir lo que hubiera ocurrido en aquel país de no estallar en Europa la Segunda Guerra Mundial y enrarecerse las condiciones políticas en las que los movimientos fascistas debieron, a partir de entonces, actuar en todo el mundo.

El fascismo brasileño es importante porque en aquel movimiento se dio una perfecta traducción de los temas propios de los fascismos europeos a las características nacionales. La adap[1]tación se realizó, en buena medida, a partir de los nexos de los militantes políticos brasileños con Portugal y con el integralismo que apareció en este país en el primer cuarto del siglo XX, pero también con los movimientos fundados por Hitler y Mussolini.

No faltaron intelectuales que apoyaran al movimiento y facilitaran la amplia (y rápida) acogida que tuvo en aquel país. La Acción Integralista Brasileña (Ação Integralista Brasileira) llegó a contar con millón y medio de afiliados e, incluso, aunque transformado, alterado, incluso desvirtuado, ha podido subsistir hasta nuestros días con otros nombres: Partido de Representação Popular, entre 1945 y 1965, su sucesor directo y, a partir de la subida al poder del régimen militar, como parte integrante de la Aliança Renovadora Nacional (ARENA) que apoyó al nuevo régimen y pudo subsistir como partido de masas hasta su disolución en 1979.

Hoy el movimiento integralista sigue existiendo y demostrando cierto dinamismo. A nadie se le escapa la importancia de Brasil: en la actualidad es la sexta economía mundial y el quinto país más poblado. Su papel político internacional se ha visto realzado al formar parte como socio fundador de los “países BRIC” (Brasil, Rusia, India y China”), como alternativa a “Occidente” (EEUU + UE). Brasil lo tiene todo para convertirse en una “potencia regional”: territorio, recursos, población, tecnología…Hemos intentado reunir toda la documentación que nos ha sido posible sobre la Acción Integralista Brasileña, sobre sus pre[1]cedentes y sus sucesores, sobre sus dirigentes y su trayectoria política, pero hemos creído necesario –a la vista del desconocimiento generalizado sobre la política y la historia de Brasil– dar algunas pinceladas previas que permitan contextualizar la acción de este partido y de sus gentes. Por supuesto, una parte importante de este Dossier estará dedicada a Plinio Salgado, fundador, líder y doctrinario del integralismo brasileño. Con este dossier, iniciamos una serie dedicada a los fascismos iberoamericanos.

 

Sumario

 

PRIMERA PARTE

Brasil: una historia casi desconocida

      1. El Brasil Imperial

      2. El Brasil republicano

      3. El “tenientismo” o los oficiales inquietos

SEGUNDA PARTE.

Don Getulio y las experiencias autoritarias

      1. Getulio Vargas llega al poder vía golpe de Estado

      2. Getulio Vargas: “Jefe de Gobierno Provisional”

      3. Problemas para Vargas en Sao Paulo

      4. La creación de la MMDCA

      5. La “revolución constitucionalista”

      6. Nuevas elecciones y Tercera República

      7. Vargas incómodo con la constitución de 1934

      8. El “Plan Cohen”, golpe anti-judeo-bolchevique

      9. El “Estado Novo”: secuela del Plan Cohen

    10. Brasil en la Segunda Guerra Mundial

    11. El final del Estado Novo

    12. “Don Getulio” tras el Estado Novo

RECUADRO: EL TREN BLINDADO

TERCERA PARTE

Pequeña historia del fascismo brasileño.

      1. El hombre: Plínio Salgado

      2. El movimiento

      3. Sus principios

      4. Sus símbolos

      5. Su modelo organizativo

      6. La breve historia de la AIB

      7. El “levantamiento integralista”

      8. El integralismo tras el “levantamiento”

      9. Su presente

CONCLUSIÓN:

¿Fascismo latino o fascismo ibérico?

ANEXOS

A. El integralismo y el Tercer Reich - La Abwehr en Brasil y la AIB

B. El integralismo y la Italia Fascista

C. Manifiesto del 7 de octubre de 1932 .

 

Características:

Tamaño: 15x21 cm

Páginas: 224

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NIHILISMO, PEDERASTIA Y CRÍMENES SEXUALES A CASCOPORRO (1 de 3)

Desde las elecciones del 23-J España vive De espaldas a la política. Buena parte de los españoles no se podrán ir de vacaciones a causa ¿de la guerra de Ucrania? ¿del Covid-19? No, no se podrán ir “por lo bien que va el país”, “como una moto”, “en la Champion’s”, “con las cifras macroeconómicas viento en popa”, que decía Perro Sánchez. En realidad, la inflación, la inseguridad y la precariedad en el empleo, los bajos salarios, impiden a muchos romper con la rutina. Mucho menos aún interesan las “negociaciones” del PP y del PSOE para alcanzar una precaria mayoría que les “permita gobernar”. El hecho de que un mindundi como Puigdemont, alguien que, hasta hace poco, solo existía para los espectadores de TV3, esté en el centro de las negociaciones es motivo suficiente para que la mayoría se desinterese por el asunto. Lo que verdaderamente importa en estas semanas procede del colorín, de las noticias del corazón.

Que si Bertín Osborne va a tener un hijo con la última petarda de labios recauchutados (Bertín, pero ¿dónde tenías la cabeza?). Que si el futbolista y la cantante han firmado la paz. Que si el “emérito” ha ido y ha venido de Sanchencho. El resacón del enlace entre el niño de los Onieva y la niña de los Falcó. Los modelitos lucidos por toda la familia real. La última gilipollez de la última “influencer”. Y así sucesivamente. Pero, el tema que promete acaparar durante varios meses las portadas del colorín y los programas del corazón es el asesinato y descuartizamiento de un colombiano a manos del nieto de Curro Jiménez. Creo que vale la pena reflexionar sobre todo esto, en conjunto.

1. LOS PROGRAMAS DEL CORAZÓN ALIMENTO VERANIEGO PARA EL “ESPÍRITU”

Estamos en días vacacionales. Fuera, el calor es asfixiante; al menos en el interior del hogar el aire acondicionado nos garantiza no derretirnos. No sabemos muy bien qué hacer. Ponemos la tele. En ningún streaming hay nada que pueda interesarnos. Después de más de media hora de rastreo y de iniciar una o dos películas que la IA del streaming dice que podía gustarnos, nos hemos convencido de que son un auténtico truño con aroma a zurullo bien aplanado. Pasamos a los canales en TDT: incluso en los telediarios, las noticias del verano tienen más que ver con el corazón que con la política. No es que durante el verano no haya noticias, es que el espectador no quiere oírlas.

El ciudadano medio está acosado por los problemas y huye de los problemas. Bastante tiene con lo suyo para asumir los de otros, o los de la sociedad. Quiere relajación y cosas que no le hagan pensar. Le gustaría olvidar que existe, pero los plazos de la hipoteca seguirán ahí, tanto como los de la freidora de aire caliente que aún no ha terminado de pagar y que ya tiene en venta en Wallapop desde hace semanas. Elude visitar la teletienda; en su versión de “Mejor llama a Kiko” le da, incluso, asco tanto el personaje que ni siquiera simula creer en las bondades de sus productos, como las baratijas que vende.

El túnel metacarpiano se va erosionando poco a poco a fuerza de presionar la tecla del mando a distancia. Y llega a los programas del corazón: todos hablan de los mismos temas. Los conoce todos, como el verano pasado supo todos los detalles sobre el intento de asesinato de aquel individuo de “La Trinca” cuya esposa, alemana y colgada, le metió sobredosis de no recuerdo qué medicamento; dado que el afectado era un tipo con “mano” en el mundo de la tele logró que no se hablase de los aspectos más escabrosos del tema. Este año, la cosa venía tediosa: Bertín Osborne, obligado por su sempiterno papel de “macho español” había dejado embarazada a una chica de poco lustre, más falsa que las escenas de acción de Tom Cruise. El corazón estaba flojo, en realidad. Pero, a medida que íbamos entrando en el verano, el género se animaba.

Vale la pena hacer un pequeño paréntesis para tratar de explicar ese interés del "último hombre" por los temas del "corazón".

2. EL “CORAZÓN” COMO COBERTURA AL NIHILISMO

La cuestión es por qué, cada vez más, millones de españoles se preocupan por lo que no son más que noticias de “telebasura”. Hay varias respuestas. La primera que acude a la mente es que la gente consume aquello que está más acorde con su nivel cultural: a un nivel cada vez más bajo corresponde una programación que hace 50 años hubiera sido ofensiva para el sentido común y el buen gusto. Hoy es natural. Es el resultado de medio docena de “reformas” educativas a cuál más catastrófica. El destrozo es tal que ahora ya resulta irremediable. “Telebasura” para gente que no tiene más que “basura” en el cerebro.

Pero esta explicación parece muy radical: a fin de cuentas, ¿quién establece lo que es “basura” y lo que no lo es? Sabemos lo que es, pero no existe un estándar que lo defina y que genere un consenso. Así pues, será cuestión de buscar alguna otra explicación más “profunda”.

Es así como llegamos al nihilismo: Nietzsche fue el filósofo del nihilismo, lo que quedó tras decretar la muerte de Dios; y en Rusia, uno de los personajes de Dostoievski en Los hermanos Karamazov parece responderle desde la estepa rusa: “Si Dios ha muerto, todo está permitido”. La respuesta que dio Nietzsche al nihilismo no era del todo convincente (“que cada cual se haga su propia ley y la cumpla”, una especie de imperativo categórico kantiano personalizado…), pero lo cierto es que, al darse cuenta de que el mundo podía prescindir de Dios, precisaba clavos ardiendo a los que agarrarse. Y su idea del “superhombre” (ese que ha logrado establecer su propia ley y su propia moral y realizarla) constituye uno de esos “clavos”, tan irreales como poco convincentes.

Nietzsche no tuvo el valor de llegar hasta el final como lo hizo literariamente Dostoievski, quien reconocía que la muerte de Dios implicaba la imposibilidad de aplicar sanciones morales unánimemente aceptadas y sometidas a una poder superior y trascendente.

Nietzsche, en realidad, lo que hizo fue cubrir el nihilismo con su idea del “superhombre”. Su altura intelectual le permitía el quiebro. Pero era solo un quiebro, una finta ingeniosa que, acaso valiera para él, pero no para el “último hombre. Pero, la realidad, era que el agujero sin fondo generado por el nihilismo y, por tanto, por la imposibilidad de establecer “valores absolutos”, se ha ido afirmando a lo largo del siglo XX y reconociéndose en las últimas décadas del milenio que preludiaron los discursos erráticos, exóticos, grotescos y aberrantes de estas primeras décadas del nuevo siglo.

Al haber desterrado la trascendencia de la propia vida, el nihilismo se convierte en el acompañante obligado del “último hombre”. Y la vida de éste se convierte en un ejercicio constante para esquivar el problema, evitarlo e ignorarlo mediante las “oberturas al nihilismo” de las que hablara Evola en Cabalgar el Tigre. Cuando decimos “me gusta el cine”, en realidad, deberíamos decir: “el cine cubre mi tiempo y, transfiriendo mi ego a los protagonistas, identificándome con este o rechazando a aquel, lo que estoy haciendo alienarme, dejar de ser yo para ser otro, olvidar que no soy nada, que no hay nada, que todo es vacío y que nuestra vida, privada del sentido de la trascendencia es un permanente viaje sin rumbo”. Cuando decimos: “voy a jugar una partidita al Candy Crush” en realidad deberíamos decir: “Quemo mi tiempo con este juego para mantener ocupada mi mente y olvidar que tengo el vacío bajo mis pies; quiero olvidar que moriré y que no dejaré nada detrás de mí”. Cuando utilizo las apps de contactos como si se tratara de máquinas tragaperras, y esto consume mi tiempo, en realidad, lo que estoy reproduciendo el mismo drama de Don Juan Tenorio: tratar de buscar en muchas mujeres lo que no he conocido realmente, en una sola “Mujer” a la que entregar, no solo mi amor, sino todo mi Yo. Una búsqueda, permanentemente decepcionada. Sigo un curso de cocina y lo hago porque si me quedo solo en casa, pienso y el pensar me aterroriza. Estoy en redes sociales porque la soledad me genera un miedo análogo. Busco likes a una foto en la se me ve sonriendo ante una tortilla de patatas, como muestra de lo guay que es mi vida. Y estoy dispuesto a dar uno y mil likes a todos aquellos que demuestran idéntica satisfacción ante banalidades y más banalidades.

Pero la triste realidad: es que hablar de “valores”, de “experiencia de la transcendencia”, de creer en lo “Absoluto”, es algo que ya no entra en las posibilidades, ni mucho menos en las necesidades, de la inmensa mayoría de la población. No es que se rechace: es que se ignora. Cualquier actividad -el ver prensa del corazón y buscan en ella noticias espectaculares- es la forma más habitual de olvidar la nada que nos rodea y el pozo sin fondo que nos lleva por las oscuras aguas del Leteo (de Lete, en griego antiguo “olvido”) que conducen hasta el reino de los muertos, el Hades en donde se “extinguen sin gloria” la inmensa mayoría de mortales. Además, del Leteo, la mitología griega aludía a otros ríos infernales: el Estigia (el río del odio), el Flegetonde (el río de las pasiones o del fuego), el Aqueronte (o río de la aflicción) y el Cocito, (río de las lamentaciones). Todos desembocaban en una gran ciénaga: el barro al barro. Al olvido. Nadie como los griegos conocían el alma humana. Y ese conocimiento no constituía una “cobertura al nihilismo”, indicaba, más bien, el camino alternativo: el de los “pequeños misterios” (que conducían a la “salvación”) y el de los “grandes misterios” (que llevaban a la “liberación”). El único misterio que es capaz de concebir nuestro momento histórico es si el Pentágono oculta a hombrecillos verdes llegados de ni se sabe dónde.


1. NIHILISMO, PEDERASTIA Y CRÍMENES SEXUALES A CASCOPORRO

2. APRÉNTESIS SOBRE EL CASO DEL NIETO DE “CURRO JIMÉNEZ” Y LOS “CURAS PEDERASTAS”

3. UNA SOCIEDAD NIHILISTA EN MARCHA A UNA BRUTALIZACIÓN CRECIENTE