miércoles, 23 de abril de 2025

Las dos alternativas: reforma o “exit” (IV de IV)

#fracasoUE, #reformaUE, #hispanexit, #disoluciónUE, #euroescepticismo

El resultado de las decisiones erróneas que hemos visto en la anterior entrega, ha sido la eliminación de la Unión Europea del escenario político internacional. Tras la oposición francesa al inicio de la guerra de Irak (y el significativo silencio alemán), fueron Blair y Aznar, lo que optaron por apoyar (como falsos representantes de los países la Commonwealth y de los países hispanos, para dar a la opinión pública mundial la idea engañosa de “unidad”) a George W. Bush en su loca aventura iraquí. A partir de ese momento, la UE fue incapaz de reconstruir una política exterior sólida. 

Esta incapacidad coincidió con la percepción en el Reino Unido de los efectos negativos de la política de permisividad ante la inmigración y a la sensación de que fuera del marco de la UE, la inmigración ilegal podría ser contenida. Así tomo cuerpo el “Brexit”. Mientras que la UE iba incorporando a todos los países del antiguo bloque del Este, el Reino Unido, el “séptimo socio”, la primera ampliación de la Comunidad Económica Europea, se retiraba reconociendo la incapacidad de la UE para defender los intereses del Reino Unido. 

A partir de este momento, el “euroescepticismo” fue avanzando hasta el punto de convertirse en una alternativa cada vez más cercana para amplios sectores de la opinión pública. Existen distintas formas de “euroescepticismo”: desde el radical (abandonar la UE), hasta el más moderado (abandonar el concepto “federal”, manteniendo los acuerdos económicos (esto es, remitir la UE a las intenciones iniciales presentes en su fundación en los 60: ser únicamente un espacio de intercambios económicos sin fronteras y nada más), pasando por los eclécticos que aspiran al espacio económico con una moneda única…

Pero, lo evidente es que la UE no puede seguir durante mucho tiempo en su actual deriva. Especialmente cuando Europa Occidental afronta los riesgos de islamización e, incluso, de guerra civil racial-étnica-religiosa-y-social. Desde el momento en que el eje franco-alemán se ha debilitado y, ha ido en aumento el “euroescepticismo” y/o el “populismo”, pocos creen en el futuro de la “Unión Europea”. Resulta significativo que el proyecto de paz en Ucrania alternativo a la propuesta de Donald Trump, no haya sido presentado por la UE, sino por el Reino Unido y Francia. Macron necesita algún éxito unilateral para contrapesar su escasa popularidad y sus fracasos (de los que los Juegos Olímpicos han sido el enésimo error “ultraprogresista”) y Starmer no tiene otra posibilidad de apuntalar su gobierno y su soledad ante la nueva situación en EEUU, su aliado tradicional. Ambos han creído que, proponiendo un plan absurdo, recuperarían terreno y protagonismo en política internacional. Por su parte, la presidencia de la comisión europea, ha apoyado este plan añadiendo el “rearme” de Europa a la vista de que los EEUU exigen más compromiso en el marco de la OTAN. 

Parece evidente que hemos llegado a un límite y que ahora, cualquier decisión de la UE, constituye, en sí misma, una “fuga hacia adelante” derivada y obligada por los errores cometidos anteriormente. Ese es el camino que lleva directamente al precipicio. 

De ahí que la UE precise urgentemente una reforma. La cuestión es si la “reforma necesaria” es posible y puede hacerse en las actuales circunstancias. Para ello haría falta que en los países que han sido las “locomotoras” de la UE (Francia y Alemania) y en los países de tamaño medio (Polonia y España), alcanzaran -en solitario o salvando el “cinturón sanitario”- a gobernar opciones “populistas”. E, incluso, en estas condiciones y dada la estructura actual de la UE y la inamovilidad del andamiaje burocrático que se ha generado, la posibilidad de un intento de reforma parece muy remota, compleja y sometida a vaivenes electorales.

La otra vía es la disolución de la UE. El “exit” generalizado y la disolución formal de la Unión. Incluso existiría una vía intermedia: la posibilidad de que un país -España, por ejemplo- anunciara el “Hispanexit” condicionado a una reforma interior de la UE, a la aprobación de una constitución, y a un desguace del corsé burocrático, en un plazo concreto. Para ello haría falta “liderazgo”: y este no existe, no solamente en España, sino tampoco en prácticamente ningún país “motor” de la UE, ni, por supuesto, en la cúpula de la UE. 

Y, finalmente, claro está, medidas como el “Hispanexit” deberían de estar precedidas por movimiento independientes del gobierno español al margen de las instituciones europeas, tendentes, especialmente, a ampliar la colaboración económica con los países iberoamericanos, reconstruir una línea propia en política internacional y de defensa y a poner en cintura a Marruecos cortando sus chantajes y reduciendo a cero la inmigración ilegal procedente de ese país y procediendo a “devoluciones en caliente”. 

No existe otra vía. La paradoja es que, en estos momentos, “Europa”, como unidad, es cada vez más necesaria. Pero la Europa que nos ofrece el stablishment es, justamente, lo contrario de lo que ha sido y ha representado Europa en la historia. Europa, no hay que olvidarlo, es la tierra de los europeos (como China es de los chinos y África de los africanos): Europa es la tierra de los pueblos blancos. Si se niega o se duda de esto, ya se está en la “anti-Europa”, o lo que es peor, en la Agenda 2030. 

Si deseamos un futuro europeo, valdrá la pena recuperar la vieja consigno de “Sí a Europa, pero no así…”.


 










Las tres fases: del Mercado Común a Union Europea (III de IV)


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Podemos sintetizar la historia de la UE en estas tres fases, cada una limitada a un ciclo temporal concreto, con características propias y resultados evidentes:

Primera Fase: tecnocrática.

Momento: 1960-1975 - Reconstrucción de Europa

Característica: solución tecnocrática de los problemas

Resultado: Eje exclusivamente económico.

Segunda Fase: Fantasía Federal.

Momento: 1976-2002 – Ampliaciones de la UE y Euro

Característica: nuevas adhesiones y optimismo en el futuro

Resultado: Sueño de unificación no solo económica, sino también política

Tercera Fase: Europa pata “regional” de la globalización

Momento: 2002-2025 – Sumisión de la UE al proyecto globalizador

Característica: Burocratización extrema y degradación del proyecto inicial

Resultado: Fracaso de la Constitución Europea y ascenso del euroescepticismo

Si este es el esquema general, valdrá la pena ahora remitirnos a las consecuencias y a los grandes errores cometidos:

1) Creación precipitada del “espacio único europeo” o “Espacio Schengen, que elimina las “fronteras internas” entre los países miembros y pueden cruzarse sin ningún tipo de trámite. Para que la creación de este espacio pudiera ser positivo y eficiente para todos los países de la UE hubiera sido preciso que antes se unificaran las legislaciones nacionales en la materia. Si bien ha entrañado facilidades para los ciudadanos honestos que se trasladaban de un país a otro para realizar negocios legales o por turismo, ha facilitado todavía más la acción de mafias y allanado el amino al narcotráfico: un alijo de cocaína puede desembarcar en el Guadalquivir procedente de Marruecos -y, a su vez, procedente de Colombia o México- y recorrer toda Europa hasta Finlandia, con la misma facilidad con que una tonelada de heroína puede cruzar el ”corredor turco de los Balcanes”, procedente de Afganistán y llegar hasta Finisterre sin ser molestado. Los “acuerdos preferenciales” con países “problemáticos” (Marruecos y Turquía) han terminado garantizando especialmente los tráficos ilícitos y, el envenenamiento de la sociedad europea. 

2) La Unión Europea no hace absolutamente nada efectivo para detener la inmigración ilegal y masiva que está alterando radicalmente el sustrato étnico-cultural del continente y que, para colmo, supone una losa económica. A pesar de que la UE y sus distintos gobiernos dicen hacer todo lo posible por estimular la inmigración legal, para cubrir plazas laborales cualificadas, lo cierto es que ésta supone seguramente menos del 3-5% del total de inmigrantes que recibe el continente, tratándose siempre de profesionales, representantes de empresas de otros países, estudiantes. La inmensa mayoría de inmigrantes que llegan a Europa carecen por completo de formación profesional y cualificación, permanecen tras pedir sistemáticamente “asilo político”, incluso procediendo de zonas con las que la UE mantiene relaciones diplomáticas. Casi siempre, no solamente la legislación europea es burlada, sino también las legislaciones de inmigración de los distintos países que componen la UE. Especialmente en lo que se refiere a inmigración procedente de África (Magreb y países subsaharianos), los recién llegados o bien se niegan a declarar su origen, filiación y demás datos, incluso su edad, e incluso su nacionalidad, o bien, mienten descaradamente sobre todo ello, destruyendo en el mar los documentos que permitirían identificarlos. 

3) La adhesión incondicional y acrítica de la UE a los valores “humanistas” y a la carta de derechos humanos de la ONU contribuyen a aumentar el caos migratorio. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que todos los seres humanos son “libres e iguales en dignidad y derechos, sin distinción de nacionalidad o estatus migratorio”. Esto significa que los migrantes, independientemente de su situación legal, tienen derecho a los mismos derechos humanos que los nacionales. Se reconoce sin restricciones que los migrantes tienen derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. El resultado salta a la vista: millones de personas del tercer mundo aspiran a llegar al “primer mundo” simplemente para disfrutar del progreso acumulado por generaciones y generaciones de europeos, construida con su trabajo y sus impuestos, en lugar de dedicarse a levantar su propio país con su trabajo y su esfuerzo. A medida que Europa aumenta las coberturas sociales y se muestra más permisiva y proteccionista con la inmigración, aumenta ésta y lo espurio de sus intenciones.

4) La “locomotora” franco-alemana de la UE ofreció a partir del segundo ciclo del proyecto cantidades exorbitantes (pero condicionadas) a todos los aspirantes a ingresar en el club en distintos conceptos. Estos fondos constituían atractivo suficiente para gobiernos que se encontraban en dificultades de ser reelegidos o bien cebos para acelerar la adhesión: con estos fondos de la UE han falseado los índices de crecimiento de esos países durante unos años y han contribuido a que gobiernos como el de Felipe González o el de Aznar pudieran alardear de un progreso económico que, en realidad, dependía solo de la inyección de fondos. Estos, por lo demás, no eran gratuitos, sino a costa de amputar a la propia economía de sectores en los que el tren franco-alemán no quería competencia. Pero este proceso ha coincidido con las deslocalizaciones empresariales que han afectado de manera desigual a los distintos países, pero se han sentido en toda la UE. España, ha sido de los más afectados: una industria textil que, primero, migró a Marruecos y luego a China, una industria pesada, astilleros y minería que fueron, literalmente, laminados por los acuerdos mal negociados por el gobierno de Felipe González. Con estos fondos no se lograron constituir sectores económicos nuevos, en la medida, en que, incluso entre los que España despegó -el sector de las energías renovables- inicialmente, pronto los precios operaron a favor de las empresas chinas. Finalmente, incluso las economías francesa y alemana se han visto desbordadas, invadidas y eclipsadas por las exportaciones chinas en los terrenos en los que más fuertes eran (el sector del automóvil y de la comunicación).

5) Firma de “acuerdos preferenciales” con países extraeuropeos a los que se les premió sacrificando especialmente la soberanía alimentaria desde el momento en el que la UE asumió los principios de la Agenda 2030 y las tesis sobre el “cambio climático”. A cambio se recibía la promesa de limitar la inmigración masiva en Europa y contribuir a mantener la “paz étnica” entre las comunidades inmigrantes magrebíes. A pesar de que los países con una agricultura más desarrollada de la UE podían vetar estos acuerdos, ninguno lo hizo. Existió un acuerdo entre los partidos del stablishment para “descarbonizar” Europa, y convertirlo en el paraíso de las “energías verdes”. Así empezó una lucha soterrada de la burocracia globalizadora contra la agricultura europea: los campos de cultivo, debían convertirse en “huertas solares”, las zonas de pasto en “parques eólicos”. Los “acuerdos preferenciales” han ido restando cada vez más soberanía alimentaria y creando problemas sanitarios. Y lo que es peor: la agricultura europea muere, mientras llegan desde Perú o desde China (en ambos casos a 10.000 km de distancia) frutas, verduras y hortalizas que pueden ser cultivadas en cualquiera de los países de la Unión. 

6) Al aceptar la globalización como un hecho definitivo e incuestionable, había que aceptar especialmente, la deslocalización empresarial y el Acuerdo General de Aranceles. Esto implicaba como resultado reducir el potencial industrial de Europa y convertir al continente en el paraíso del sector servicios. Tal como se había configurado la UE desde mediados de los años 80, Francia y Alemania, se prepararon para ser los últimos en sufrir las consecuencias de la deslocalización. Pero, tras la última crisis económica, incluso estos países se han visto afectados más y más, hasta el punto de que, tras la subida de Donald Trump y el establecimiento de aranceles, junto con el aumento de la importación de coches eléctricos chinos, la industria metalmecánica alemana ha entrado en una fase irremediable de crisis terminal. 

7) A principios del milenio, la UE fracasó en su intento de elaborar una “constitución” en función de la cual se ordenase la construcción europea. Es proyecto fue ambiguo y ni siquiera fue capaz de definir las bases, el origen, los valores y los límites de Europa (en un momento en el que se debatía el ingreso de Turquía en la UE…). Una de las primeras decisiones de Zapatero tras las bombas del 11-M que le permitieron llegar a la presidencia, fue la convocatoria de un referéndum para aprobar en nombre de España la “Constitución Europea”: apenas voto un 40% de la población, votando a favor tres cuartas partes de los que decidieron acudir a las urnas. Sin embargo, este primer “éxito”, resultó empañado por los referéndums posteriores realizados en Holanda y Francia. El voto negativo de estos países entrañó el entierro definitivo de aquel proyecto y, desde entonces, no ha existido liderazgo suficiente para impulsar un nuevo proyecto. La construcción europea se ha realizado sobre el vacío y ha facilitado el acceso a las instituciones de una burocracia abusiva, opaca y paquidérmica, abismalmente alejada de los intereses de la población europea.

8) Lentitud burocrática en la toma de decisiones en el sector agrícola. A medida que va creciendo la UE -y ya va por los 27 países miembros- cada vez resulta más difícil tomar decisiones en agricultura. El terreno para el que nació, inicialmente, la Comunidad Económica Europea y que durante años fue un modelo de desarrollo ha caído en la lentitud burocrática. El régimen de subvenciones para determinados cultivos, hace que en muchas zonas se conviertas en zonas de monocultivo, con lo que los precios -inicialmente rentables para el agricultor- caen en picado. La UE, lejos de interrumpir el régimen de subvenciones para ese cultivo crea una comisión de seguimiento que tarda, como mínimo un año en exponer sus conclusiones y otro año en que estas sean debatidas. Cuando han pasado cuatro años desde el inicio de la caída en picado del precio de algunos productos por sobreproducción, se interrumpen las subvenciones y se dan esas mismas subvenciones para arrancar cepas o frutales, pasando a subvencionar otros cultivos y reiniciando el ciclo infernal. En algunas zonas de España, los cultivos cambian según estén subvencionados y se arrancan cepas u olivos cuando está actividad está igualmente remunerada. El resultado es justo el contrario del que inicialmente se pretendía: se producen oscilaciones brutales de precios, siempre en beneficio de los intermediarios. 

9) Políticas económicas erráticas lastradas por las diferencias económicas entre los distintos socios. Oficialmente, la política económica de la UE trata de promover el crecimiento económico equilibrado, la estabilidad de precios, la moneda única y la estabilidad financiera. Los instrumentos son la coordinación de las políticas económicas y fiscales de los Estados miembros y una política monetaria común gestionada por el Banco Central Europeo. La política de esta institución, si bien no era, inicialmente, estrictamente monetarista (sino que se apoyaba también en el crecimiento económico y en el control de la inflación), la detención del crecimiento económico y el desbocamiento de la inflación, han convertido a la emisión de deuda en el principal recurso a su alcance. Por otra parte, las diferencias abismales de fiscalidad y de servicios públicos prestados en cada país (y su calidad), la falta de innovación tecnológica y competitividad en sectores clave como las nuevas tecnologías, hacen que el paso de la UE se vaya ralentizando. La falta de controles políticos y económicos hace que los países de la Europa Mediterránea, especialmente, tengan unos niveles insoportables de deuda pública y una presión fiscal que no se justifica por los servicios prestados y la disciplina en la utilización de recursos (especialmente en el caso de España). Para colmo, los ecologistas y sus aliados socialistas han convertido a Europa en dependiente de la energía importada producida en otros países. Es la famosa “soga verde”, vinculada a la Agenda 2030 y al dogma de la “transición energética”, las “energías renovables”, la “descarbonización” y la “desnuclearización”. Europa renuncia así a la energía atómica y, a medida que pasen los años, se hará patente el dramático déficit energético generado por la renuncia al único tipo de energía que puede aportar el volumen necesario para garantizar el progreso tecnológico: la energía atómica. La dependencia de las importaciones de energía hace que la UE sea muy vulnerable a las fluctuaciones de los precios y a las interrupciones del suministro. Si a esto añadimos el estancamiento creciente de la economía china (y los problemas sociales internos que puede acarrear y en la dependencia creciente de Europa de las importaciones procedentes de ese país), la pérdida de influencia en Oriente Próximo y el desastre ucraniano, o las medidas proteccionistas de EEUU, parece evidente que, en los próximos años, la situación de la UE se va a hacer cada vez más difícil, como no se adopten decisiones drásticas (retorno a las nucleares, relocalización industrial, aranceles a las importaciones, revisión de los estatutos de “países más favorecidos”, contención del gasto público, bajadas de impuestos, reducción de la deuda, etc, etc, etc)

Todos estos elementos nos llevan a la doble alternativa que estará cada vez mas presente en los próximos años: o la UE se reforma o se empezarán a producir abandonos en cadena que pueden llegar hasta su disolución. Porque una institución que no cumple sus funciones ni consigue alcanzar los objetivos propuestos, solamente puede concluir con un honroso reconocimiento de los errores: así pues, “reforma o disolución”. Tal es la alternativa.


 










martes, 22 de abril de 2025

EL NACIMIENTO DEL “MERCADO COMÚN” FUE LEGITIMO (II de IV)

#DrieuLaRochelle #Thiriart #JeuneEurope, #historiaUE, #Kalergi

La idea de una “Europa unida” apareció tras la Primera Guerra Mundial. Aquella masacre traumatizó a las nuevas generaciones: había que evitar una futura destrucción de vidas de esas características, que, llegada la paz nadie entendía como pudo haberse iniciado. Además, la “revolución bolchevique” estaba incendiando Europa Central y algunos pensaban en una “Santa Alianza”, al estilo de Metternich, para impedir la propagación del caos comunista en Europa. Algunos jóvenes que habían estado en las trincheras (Drieu La Rochelle, por ejemplo), empezaron a pensar en términos de “dimensión europea”. Drieu se limitó a difundir sus ideas a través de novelas, ensayos y artículos periodísticos. Pero la política no era un terreno en el que se moviera bien. Las musas que lo inspiraron tendían más hacia la estética y la creación literaria y lo ignoraban todo de las categorías políticas: por eso, su obra es inclasificable, y muestra una absoluta incomprensión hacia términos como “estrategia”, 

“táctica”, “objetivos políticos”, “clase política dirigente”, “amigo o enemigo”, “enemigo o adversario”, “camarada, amigo o compañero de viaje”. No puede decirse, por tanto, que su obra influyera en la “construcción de Europea”, pero si en la formación de una mentalidad europeísta que recorrió transversalmente a los movimientos fascistas de antes de la Segunda Guerra Mundial y a los grupos neo-fascistas posteriores a 1945, de los que la Jeune Europe del “primer Thiriart” serían la muestra mejor estructurada.

Algunos conservadores, con cierto afán de protagonismo y deseosos de defender a su clase (el Conde húngaro Coudenhove Kalergi) promovieron organizaciones (como el Movimiento Paneuropeo) para trabajar en dirección a la formación de un bloque continental (nada que ver con la fantasía del llamado “Plan Kalergi”). Kalergi, aprovechó los contactos que le proporcionaba su posición social y en el período de las “entreguerras” se convirtió en un activista de la “idea europea”, por mucho que su oportunismo llevara a contactar, tanto con gobiernos demo-burgueses, como con la Italia Fascista. En el fondo, su Movimiento Paneuropeo constituyó un mosaico de “notables” del mundo de la cultura, los negocios y la política que creían en el futuro de la idea europea, pero que no estaban muy dispuestos a sacrificar gran cosa por ella, salvo asistir a las cenas y cumbres convocadas por Kalergi.

Incluso dentro de los fascismos aparecieron movimientos europeístas. En Italia, el exsecretario de la Vanguardia Juvenil Fascista, Asvero Gravelli, uno de los exponentes del “primer fascismo”, intransigente y revolucionario, se mostró partidario de una “nueva Europa Fascista” y de ampliar la colaboración dentro del Eje. Él mismo, para hacer viable esta idea se presentó voluntario en la Guerra Civil Española. Por su parte, ideas análogas fermentaron en el interior del Tercer Reich en las filas personajes de la Revolución Conservadora que luego se integraron en el Ministerio de Asuntos Exteriores. De ellos surgió la idea de un “Nuevo Orden Europeo”. 

La mayor oposición a la idea de un eje que recorriera Europa desde Lisboa hasta Moscú, procedía del mundo anglosajón y de su política bicentenaria de que no consentía la existencia ninguna potencia hegemónica en Europa (para así mantener abiertas las puertas a la influencia británica). Fue precisamente esta oposición, unida a la necesidad del presidente Roosevelt de compensar el fracaso de su New Deal con una guerra alejada del territorio norteamericano, lo que, esencialmente, desencadenó el segundo conflicto mundial.

Tras la etapa de reconstrucción, entre 1945 y 1950, retornaron los fervores europeístas en Europa Occidental, cuando el paraguas norteamericano ya se había abierto y Stalin había manifestado hostilidad decretando en 1948-49 el bloqueo de Berlín.  Dado que buena parte del problema franco-alemán se debía a las riquezas minerales de Alsacia y Lorena, el primer ministro francés, pidió en 1950, la creación de un organismo europeo que controlara la producción del carbón y el acero. Ese fue el nacimiento de la CECA (Comunidad Económica del Carbón y del Acero) que cinco años después ya había dado buenos resultados y fue uno de los factores que impulsaron la reconstrucción de Europa Occidental

Pero luego estaba el problema de la agricultura: los precios oscilaban extraordinariamente de un año para otro y no existían reservas alimenticias. Era necesario un organismo que estabilizara los precios de la alimentación y garantizara el establecimiento de reservas. Era necesario, por tanto, una “política verde” entre los países de Europa Occidental. Fue así como nació la idea de la CEE (Comunidad Económica Europea, también llamada Mercado Común Europeo). 

Dado que la reindustrialización de Europa precisaba energía, en 1957 se creó la Comunidad Europea de la Energía Atómica (también llamado Euratom), para crear un mercado de la energía nuclear, entonces incipiente, garantizar la seguridad y proporcionar préstamos para proyectos nucleares.

En realidad, la idea de la CECA (carbón y acero para la industria pesada), de la CEE (desarrollo de la agricultura) y de la Euratom (mercado de la energía), respondían a un único proyecto: aproximar a los países de Europa, evitar un nuevo choque franco-alemán hacerlos competitivos, completar la reconstrucción y formar un bloque ante la realidad del bilateralismo propio de la Guerra Fría, capaz de desatar un nuevo conflicto, esta vez más destructivo aún que los anteriores.

Faltaba solamente un frente necesario: la cooperación europea en materia de defensa. A la vista de los buenos resultados de la CECA, en 1950 surgió la idea de una Comunidad Europea de Defensa (CED) que cristalizara en la formación de un “ejército europeo” (formado por contingentes de los seis países que habían firmado el acuerdo de la CECA: Francia, Bélgica, Holanda, Italia, Alemania Occidental y Luxemburgo. A pesar de que la OTAN se acababa de fundar, era evidente que el peso norteamericano era determinante y que contribuía a dificultar las relaciones con la URSS. La idea de la CED, excluía a los EEUU y tendía a rebajar la tensión con Moscú. El proyecto fracasó cuando los diputados gaullistas (que mantenían resquemores y rencillas en relación a Alemania) de la Asamblea Nacional francesa votaron en contra. Desde entonces, la defensa del territorio europeo se ha externalizado al Pentágono. 

La idea europea era justa, el proyecto razonable, el objetivo necesario.

El problema surgió cuando se establecieron las “condiciones de acceso” a la CEE: España y Portugal resultaron excluidos, alegando que una de las bases de la nueva institución era la “defensa de los valores democráticos”. Valores que habían fracasado en los años 30 y en nombre de los cuales había estallado la Segunda Guerra Mundial. Pero la “democracia” había llegado de nuevo a Europa en los furgones de los norteamericanos desembarcados en Normandía y la ley del vencedor hace que su cultura, su economía, su producción, sus valores, se impongan sobre los vencidos. A pesar de figurar en el bando de los vencedores, pocos años después de acabado el conflicto, los “imperios” francés e inglés, ya habían desaparecido. La guerra solamente contribuyó a ocultar durante cinco años su crisis. Así pues, los EEUU, el país que resultó más beneficiado por la masacre que tuvo lugar en Europa entre 1939 y 1945, pudo imponer su sistema a los países europeos.

Así pues, la CEE nació como una idea justa, pero excesivamente dependiente de la política exterior norteamericana. En teoría, Europa era “aliada” de los EEUU, pero, en política, los “imperios” no tienen aliados: tienen vasallos. Y esa era la relación de EEUU con Europa Occidental. Para Washington, Europa debía ser lo suficientemente fuerte para garantizar el convertirse en una barricada en un eventual conflicto con la URSS, pero lo suficientemente débil como para no aspirar a ser una “tercera fuerza” en el duopolio USA-URSS. 

Durante sus primeros años de existencia, la CEE fue acusada de “tecnocrática” (aunque no era rechazable el que se aplicaran soluciones “técnicas” a problemas europeos). La crítica mejor fundamentada fue elaborada por Jean Thiriart y su “Jeune Europe” que resumió así: 

“La construcción europea nacida del Tratado de Roma (25 de marzo de 1957) debe conducir a Europa como Estado. Se trata de una construcción válida, indispensable y no es su carácter técnico lo que debería hacernos condenarla en nombre de un cierto sentimentalismo. La Europa del Mercado Común es una buena cosa. Pero sus ambiciones son demasiado limitadas. Tiene como objetivo la creación de estructuras estatales. Es mucho y poco a la vez. Europa sólo estará completa cuando sea al mismo tiempo Estado y nación, es decir, estructuras y conciencia. Somos históricamente los primeros y los únicos que hemos expresado la voluntad de lograrlo. Nuestra tendencia comunitaria es la fuente de la que surgió el concepto de nacionalismo europeo. Esta es esencialmente diferente, de hecho, es diametralmente opuesta, a la de las Europas hegemónicas (la Europa francesa de Bonaparte o De Gaulle y la Europa germánica de Hitler) y a la de la Europa de las patrias. La diferencia entre Europa como Estado y Europa como nación es la diferencia entre lo inorgánico y lo orgánico, entre la materia y la vida, entre la química y la biología, entre el átomo y la célula”.

Thiriart figuró entre los que se dieron cuenta de que, tras la Segunda Guerra Mundial, la “dimensión nacional” había cambiado: cada uno de los Estados europeos, por separado, jamás tendrían la fuerza ni la potencia suficiente como para poder afrontar a los dos monstruos hegemónicos que se repartían el mundo durante la Guerra Fría. Por tanto, era necesario que convergieran y formaran un nuevo sujeto histórico. Una “tercera posición” solamente podría estar al alcance de lo que Thiriart llamaba “un imperio de 400 millones de hombres: Europa”. Pero, para ello, era preciso construir una “nación”, no solo aproximar a las administraciones de los distintos Estados seleccionados como “democráticos” en Europa Occidental para asegurar a sus poblaciones alimentación, industria y energía… Hoy debemos reconocer que “el primer Thiriart”, tenía razón y que su crítica a la CEE era correcta.

Thiriart -siempre el “primer Thiriart”- terminaba afirmando que era preciso crear una “conciencia europea” en la opinión pública y, para ello, había que hacer que la idea de construir una nación, calara en la mentalidad de la población. Consideraba que la población permanecía de espaldas a la “construcción europea”, precisamente porque ésta se había reducido al campo de la economía y de las soluciones técnicas. Era, por tanto, una construcción a la que le faltaba “el alma”. Por eso proponía que el protagonismo se desplazase de la estructura tecno-burocrática existente en los años 60, a un movimiento militante unitario de dimensión europea. Fue por ello, por lo que creó Jeune Europe con secciones nacionales en prácticamente todos los países de Europa Occidental. En la óptica del “primer Thiriart”, no se trataba de crear un movimiento “federal” que abriera el camino a una “Europa federal”, sino de crear un “movimiento unitario europeo” que abriera el camino a una “Europa Nación”. El movimiento activista debía galvanizar a la opinión pública, movilizarla y generar una corriente de solidaridad, simpatía e identidad con sus objetivos finales.

En aquella primera mitad de los años 60, el movimiento Jeune Europe consiguió llamar la atención; lamentablemente, sus secciones se desarrollaron de manera muy desigual, faltaron medios económicos, cuadros capacitados (que muy frecuentemente no estaban identificados con todas las propuestas de Thiriart, sino que daban por supuesto que proponía soluciones muy parecidas a las de los grupos neo-fascistas de los que procedían), problemas de dirección, y el propio Thiriart demostró ser mejor propagandista que dirigente político. En esas condiciones, el movimiento no pudo prolongar durante mucho tiempo su actividad; Thiriart, por otra parte, fue rectificando la línea política y cada giro doctrinal, se fue saldando con un empequeñecimiento del movimiento que, finalmente, hacia el último tercio de los años 60, solamente existía como realidad operativa en Italia. Las evoluciones posteriores de Thiriart, nos lo muestran como un hombre escéptico, cansado, capaz de elaborar una teoría geopolítica nueva, pero incapaz de encontrar partidarios dispuestos a luchar por ella [ver con detalle su evolución en el número especial de la Revista de Historia del Fascismo nº 75 dedicado a Joven Europa y la crisis del neofascismo].

La actividad de Thiriart se desarrolló dentro del marco político internacional creado tras la Segunda Guerra Mundial y de la economía propia de la Tercera Revolución Industrial. En un mundo dividido entre dos imperialismos en lucha, no existía la posibilidad de que un pequeño grupo activista pudiera constituirse como tercera fuerza y mucho más si, por sus propuestas, no conseguía recibir apoyos ni del proletariado (que veía la idea de una “Nación Europea” como algo demasiado alejado de sus problemas cotidianos), ni de la burguesía (aferrada a la “dimensión nacional” propia de las Naciones-Estado existentes hasta ese momento), ni de la juventud (el único sector en el que pudo penetrar superficialmente), ni convertirse en el escudo o la espada de grupos económicos, ni siquiera generó unanimidad en el mundillo de la extrema-derecha (sus aliados ocasionales, el MSI italiano y el NPD alemán estaban poco  interesados por el “proyecto europeo” y el apoyo de Oswald Mosley y de la Union Movement fue muy escaso y desde luego sin interés en la idea de un “movimiento europeo unitario”. Además, Thiriart chocó, además, con la esperanza y los primeros buenos resultados de la creación del “Mercado Común Europeo”. 

En cierto sentido, Thiriart había intentado traducir el modelo leninista (“no hay revolución sin partido revolucionario”) y aprovechar que, en el ámbito neofascista, todavía existía un fuerte impulso activista (que apenas un lustro después de la creación de Jeune Europe, sería subsumido por la “nueva izquierda” y la “contestación”. 

Sin embargo, ni siquiera en los medios neofascistas, sus tesis fueron aceptadas unánimemente. La crítica que le deparó Julius Evola (centrada en que al proyecto de Thiriart le faltaba una “dimensión espiritual”, mitos europeos compartidos y válidos en todos los rincones de Europa y, sobre todo, la ausencia de una élite diferenciada, espiritualmente “superior”, capaz de asumir la dirección del proceso de construcción de Europa), unida a los errores del propio Thiriart, terminaron reduciendo su movimiento a unas pocas individualidades aisladas entre sí, que veían impotentes cómo el “Mercado Común” se iba consolidando y creciendo.


 










martes, 15 de abril de 2025

LA U.E. NO ES LA SOLUCIÓN: ES EL PROBLEMA (I de III)


#unioneuropea, #euroescepticos, #reformaUE, #Hispanexit

Si Europa es hoy un enano político se debe, única y exclusivamente, a la existencia de la Unión Europea, a sus continuos errores desde principios del siglo XXI, a su incapacidad para ser dirigir la economía, a sus criterios económicos neo-liberales, a su lentitud para adoptar decisiones, a su falta de liderazgo interior, a su burocracia, a su incapacidad para defender la soberanía europea, a su ausencia de una “norma” (se le suele llamar “constitución”) que establezca las reglas del juego, los límites y los criterios de adhesión y exclusión. En lugar de ello, tenemos deuda, desindustrialización, desorientación, y una persistente adhesión a la “globalización”… cuando la globalización ya ha fallecido. 

A estas alturas, parece evidente que no podemos esperar nada bueno de la Unión Europea y vale la pena plantearse si no sería mejor empezar a agitar la calle para exigir una alternativa. Ésta solamente puede ser:

- O la disolución de la Unión Europea.
- O la reforma radical de sus estructuras.

La situación es todavía más grave en el caso de España. Nuestro país ha sido uno de los más afectados por el ingreso en la UE: la exigencia franco-alemana, fue el desmantelamiento de nuestra industria estratégica: a este proceso se le llamó “reconversión industrial”… pero tal “reconversión” no existió. Los fondos entregados para ella -que se agotaron en el primer lustro del nuevo siglo- no generaron industrias alternativas, puestos de trabajo de calidad, sino que precipitaron a nuestro país por el empleo precario, el sector servicios, el turismo estacional. Desde el momento mismo de la adhesión de España a la actual UE, estuvo claro que no estaríamos en el “centro”, sino en la periferia: la UE nos condenó a ser un país de “servicios”, de turismo y el geriátrico de Europa.


El panorama europeo es hoy simplemente desolador:

  • En política exterior, desde la guerra de Irak, Europa ha renunciado a tener una política exterior propia, clara y propia de un bloque geopolítico muy bien definido.
  • En política de defensa, la UE se ha limitado a ser un eterno segundón del Pentágono, sacrificando a la propia industria .
  • En economía, se limita a ser un instrumento de una globalización que cada día está quedando más atrás.
  • En agricultura, la UE no es más que el sepulturero del campo europeo.
  • En demografía, simplemente, ha practicado una política suicida que condena a los pueblos europeos a la extinción en unas pocas generaciones y, en cualquier caso, a ser subsumida por pueblos tradicionalmente rivales de Europa y que odian a Europa.
  • La UE se ha mostrado incapaz de defender la soberanía europea cada día vulnerada por miles de parásitos que ansían las jugosas subvenciones repartidas solo por haber llegado.
  • En lo que se refiere a la administración de la UE no es más que una máquina de quemar presupuesto y emitir deuda, amamantar a una burocracia cada vez más densa y lenta en la toma de decisiones y, por tanto, cada vez más ineficiente.
  • En lo relativo a las “libertades”, la regresión ha sido palpable y asistimos a un recorte en la libertad de expresión de los “disidentes” y, estamos solo en la primera fase de esa amputación: en pocos meses, la única información que no estará sujeta a censura será la “oficialista”.
  • El abultado presupuesto de la UE supone una losa para las economías nacionales más débiles.
  • El extraordinariamente complejo paquete de normas, directivas, regulaciones y leyes constituye la inextricable selva en el que pasta la burocracia y retrasa cualquier decisión.
  • Las políticas abordadas por la Comisión Europea no han sido nunca presentadas a escrutinio de la opinión pública y surgen de la burocracia, los lobbys y la partidocracia.
  • Europa, que desde 1945 fue un títere de EEUU, ahora aspira a convertirse en títere de China, cuando, en realidad, por su demografía, va camino de convertirse en socio de la Liga Árabe.
  • La falta de liderazgo europeo hace imposible seguir gobernando el magma en el que se ha transformado la UE; en la actualidad, no hay unanimidad entre los países miembros, en ninguna cuestión importante.
  • La UE es la única área geográfica del mundo en donde todavía se toma en serio la Agenda 2030 y se aplican acríticamente sus principios suicidas.

Ahora, eso sí, la UE ha logrado resolver las “grandes cuestiones” del momento: la sustitución de las pajitas de plástico por pajitas de papel (envueltas en plástico), los tapones de plástico inseparables de las botellas, y poco más: grandes avances eco-sociales que salvarán al planeta…

Ante esta realidad, pública y notoria, y ante el aumento constante del “euroescepticismo” en los últimos 10 años, la UE, en lugar de rectificar su rumbo, se obstina en circular a mayor velocidad por la senda del fracaso. En 2025 estamos llegando al límite. 


Por eso es necesario plantear, de una vez por todas, la alternativa: o se reforma la UE o se disuelve. Y, para España, existe una posición alternativa: 

- O se renegocia el Tratado de Adhesión a la UE firmado en Madrid en junio de 1985
- O se empieza a trabajar en el HispanExit.

En el primer caso, se trata, en primer lugar de lograr nuestra soberanía alimentaria y, por tanto, vetar cualquier acuerdo preferencial con el Magreb y revisar los firmados hasta ahora; conseguir reactivar la agricultura y la ganadería nacional; adoptar políticas de defensa de las fronteras ante la inmigración masiva; impedir la difusión del fundamentalismo islámico; suspender el “espacio Schengen” hasta que no se aprueben leyes contra las mafias transnacionales y el narcotráfico; exigencia de objetivos concretos, legislación unitaria y simplificación burocrática a la UE; etc.

En el segundo caso, una ruptura con la UE, implicaría, igualmente, un abandono de la OTAN, una reindustrialización del país, un cambio de política exterior, girada hacia el Atlántico Sur y orientada a Iberoamérica; una reforma constitucional, una política basada en la autonomía alimentaria, el endurecimiento penal (especialmente en casos de corrupción política), la creación de puestos de trabajo de calidad y la reducción drástica del gasto público.
 
Sea cual sea la alternativa, resulta inviable prolongar durante mucho tiempo más la actual situación tanto para España como para el conjunto de la UE. En las dos próximas entregas vamos a establecer cómo hemos llegado hasta este punto y a ampliar los detalles sobre las dos alternativas propuestas.



 










domingo, 6 de abril de 2025

DE NUEVO LOS JÁZAROS Y NOTAS PREVIAS A LA CUESTIÓN JUDÍA (III de III) – LA CREACIÓN DE LA HISTORIA JUDÍA

#Gordon Duff, #GreatnessandControversy, #cuestionjudia, #cuestionpalestina

(extraído de la web The Intel Drop)

«El siglo XX fue testigo de la construcción deliberada de una narrativa que asocia la identidad judía con los judíos bíblicos. Este esfuerzo, arraigado en las ambiciones políticas e ideológicas de las potencias europeas y los movimientos sionistas, tenía como objetivo legitimar la institución de una patria judía en Palestina. Sin embargo, las pruebas históricas y arqueológicas desafían esta narrativa... Los jázaros, un pueblo turco que fundó un poderoso imperio... desafían la representación monolítica de la identidad judía... Sin embargo, los esfuerzos por explorar este linaje a menudo se han encontrado con un feroz rechazo, censura e incluso persecución».

«La creación de la historia judía»

Extracto de Greatness and Controversy

En esta exhaustiva denuncia, Gordon Duff analiza las mitologías construidas que sustentan el moderno sionismo político, remontando sus orígenes no al antiguo Jerusalén, sino a las élites turcas conversas del Imperio Jázaro. Citando estudios genéticos revisados por pares, crónicas europeas suprimidas y análisis forenses de los flujos migratorios medievales, Duff desmonta la continuidad inventada entre los antiguos judíos y la mayoría de las poblaciones asquenazíes modernas.

Esta sección explora:

- Cómo la realeza europea, los consejos religiosos y los sistemas mediáticos modernos han colaborado (consciente o inconscientemente) para elevar una narrativa tribal a doctrina global.

- Las implicaciones de la ascendencia jasídica en la legitimidad de las reivindicaciones en Palestina.

- La función de la memoria del Holocausto en la consolidación de una identidad mítica, sin minimizar la tragedia, pero recontextualizando la forma en que se utiliza políticamente.

- La supresión académica y pública de hechos clave que revelan una historia de los orígenes mucho más variada y compleja de los judíos europeos, una historia centrada en el poder, los bancos y la etnia tanto como en la espiritualidad.

El trabajo de Duff reconsidera la lucha geopolítica entre Israel y Palestina no como una crisis de refugiados de la posguerra, sino como la culminación de siglos de manipulación de la identidad. No invita al odio, sino a la claridad, al coraje y a la honestidad histórica.

Una breve historia de la cuestión jázara

La presencia histórica de los jázaros —un poderoso pueblo turco seminómada que floreció entre los siglos VII y X d. C.— sigue siendo uno de los legados más reprimidos e incomprendidos de la historia euroasiática. Situado entre Bizancio y los primeros califatos islámicos, el Imperio jázaro no solo sirvió como amortiguador geopolítico, sino que se convirtió en la cuna improbable de una élite cuya conversión al judaísmo ha dejado una persistente huella genética, cultural e ideológica sobre Europa.

Esta "hipótesis de la conversión jázara", antaño dominante en los círculos académicos, fue progresivamente marginada a medida que el movimiento sionista cobraba impulso en el siglo XX. Citarla hoy en día suele suscitar acusaciones de antisemitismo; sin embargo, la evidencia arqueológica y los estudios genéticos demográficos sugieren que gran parte de la población judía de Europa del Este, en particular los asquenazíes, comparte una mayor afinidad con las poblaciones turcas y caucásicas que con los grupos semíticos o levantinos.

Puntos de inflexión históricos clave:

- Alrededor del año 740 d. C.: según fuentes árabes, bizantinas y judías, la clase dirigente jázara adoptó oficialmente el judaísmo, no como resultado de una revelación teológica, sino como una decisión estratégica para permanecer neutral entre el cristianismo bizantino y la expansión islámica.

- Siglos IX-XI: con el colapso del Imperio Jázaro, la élite judía emigró hacia el oeste, a lo que hoy son Ucrania, Polonia y Hungría, integrándose en las primeras comunidades asquenazíes y trayendo consigo costumbres cortesanas, el yiddish (una lengua híbrida germánico-turco-eslava) y prácticas bancarias centralizadas.

- Siglos XVI-XIX: los judíos europeos se presentan cada vez más como descendientes directos de los israelitas bíblicos, una narración que no está respaldada por pruebas genéticas, lingüísticas o migratorias, pero que se ve reforzada por la autoridad rabínica y la interpretación cristiano-sionista.

La hipótesis de los jázaros no es, por tanto, una mera curiosidad académica. Pone en tela de juicio los fundamentos de las reivindicaciones etno-históricas sobre Palestina y reformula la identidad asquenazí no como exilio y retorno, sino como conversión imperial y reposicionamiento estratégico.

Así se construye un mito: los medios de comunicación, la memoria y el Holocausto

Ningún mito sobrevive por sí solo. Debe ser alimentado, mantenido y defendido. En el caso de la identidad moderna de los asquenazíes, el Holocausto se convirtió en el eje emocional: una herida psicológica tan profunda que cuestionar cualquier narración al respecto significaba exponerse a acusaciones de depravación moral. Pero entre las ruinas de Auschwitz sucedió algo extraño: el mito de una continuidad judía ininterrumpida desde el antiguo Israel hasta los campos de concentración se volvió inatacable, no como hecho histórico, sino como necesidad política.

El trauma era real. El sufrimiento era innegable. Pero la conmemoración selectiva de la historia judía, edulcorada, lineal y mítica, creó un escudo ideológico que protegió a las instituciones judías más poderosas de un examen en profundidad. Los historiadores sionistas, los conglomerados mediáticos occidentales y las editoriales académicas han colaborado (intencionadamente o no) para silenciar genealogías alternativas, borrar datos sobre la descendencia jázara y minimizar la gran diversidad de orígenes de la diáspora judía.

Tres mecanismos para aplicar el mito:

1. Control de la narración histórica

- Importantes editoriales y departamentos universitarios han silenciado investigaciones que cuestionaban el modelo de descendencia bíblica.

- Investigadores como Arthur Koestler (La decimotercera tribu) han sido incluidos en listas negras, pero no desmentidos.

2. El absolutismo del Holocausto

- Todo el sufrimiento judío se redujo a un trauma singular, desalentando la exploración de identidades plurales.

- Cualquier desviación de la memoria «oficial» se consideraba revisionismo, incluso si se refería a acontecimientos ocurridos siglos antes.

3. Simbiosis de los medios de comunicación globales

- Las principales agencias de noticias han adoptado y repetido el escenario del «exilio y retorno», mezclando profecías bíblicas y política moderna.

- Hollywood ha reforzado este arco narrativo a través de películas, documentales y una selección selectiva de judíos como víctimas eternas.

No se trata de un argumento contra el recuerdo, sino de una invitación a liberar la memoria de la manipulación. Un pueblo incapaz de cuestionar sus mitos no es libre. Y en el caso del Israel moderno, el proyecto de Estado nunca ha sido solo de memoria, sino también de legitimidad.

Borrar los orígenes: la lista negra de investigadores y la censura genética

Durante más de un siglo, la investigación que cuestionaba la historia monolítica de los orígenes judíos se ha encontrado no solo con escepticismo, sino también con la ruina profesional. La represión académica ha sido sistemática, a menudo silenciosa y a veces violenta. Se retiraron las subvenciones. Se rechazaron los encargos. Se enterraron manuscritos bajo falsas acusaciones de sectarismo. Una lista negra, no oficial, pero sin duda aplicada, mantiene las fronteras de la investigación histórica patrulladas por manos invisibles.

Las dos áreas más agresivamente atacadas para su eliminación son:

- La genética de poblaciones y

- Estudios sobre migraciones medievales.

En ambos ámbitos, los datos revelan una verdad incómoda.

Pruebas genéticas:

Eran Elhaik (Universidad de Sheffield) y otros han demostrado repetidamente que los judíos asquenazíes están genéticamente más cerca de las poblaciones del Cáucaso, Anatolia y Europa del Este que de los antiguos grupos levantinos. El análisis de los haplogrupos [conjunto de mutaciones en el ADN que se heredan y que permiten conocer el origen geográfico de las poblaciones] revela marcadores coherentes con la ascendencia rusa, georgiana y turca meridional, que geográficamente corresponde al antiguo imperio kazajo.

Sin embargo, el artículo de Elhaik de 2012 no fue objeto de una refutación científica, sino de una campaña difamatoria en los medios de comunicación y de un distanciamiento institucional. A pesar de la ausencia de retractaciones, fraudes y escándalos, su carrera sufrió un parón y sus estudios posteriores quedaron relegados a revistas poco conocidas.

Migraciones medievales e indicadores lingüísticos:

La lingüística histórica también traiciona el mito. El yiddish, considerado durante mucho tiempo un dialecto alemán, contiene importantes estructuras eslavas y turcas, coherentes con los modelos de migración de los cazares. Los nombres, las costumbres e incluso las tradiciones culinarias judías en Europa oriental reflejan la adaptación y la síntesis, no la conservación, de la antigua cultura judía.

Pero nada de esto se enseña en la educación judía tradicional. Pocos estudiantes judíos de secundaria oyen la palabra «jázaro», por no hablar de sus implicaciones. Las escuelas rabínicas enseñan el comentario de la Torá, no el escepticismo antropológico. Los historiadores sionistas vigilan agresivamente estos límites, no por ignorancia, sino por necesidad existencial.

Porque si el mito de la descendencia del antiguo Israel se está desgastando, lo mismo ocurre con la arquitectura moral del sionismo moderno.

De las tribus al Estado: el sionismo y la utilidad estratégica del mito

El sionismo nunca fue simplemente un proyecto nacionalista: fue un arma narrativa envuelta en el lenguaje de la vuelta, la supervivencia y la inevitabilidad bíblica. A finales del siglo XIX, los judíos europeos se enfrentaron a un creciente antisemitismo y a la marginación política. En lugar de disolverse en los nuevos Estados liberales de Europa, una facción de intelectuales judíos, en su mayoría procedentes de la aristocracia austrohúngara y rusa, forjó un camino de escape basado, no en la solidaridad de clase, sino en el mito tribal.

La idea era tentadora: No somos solo una religión. Somos un solo pueblo. Una nación. Una raza. Y volvemos a casa.

Pero el hogar no era ni Odessa, ni Cracovia, ni la zona del asentamiento. Era necesario imaginar una patria, una memoria tan antigua que ninguna voz viva pudiera cuestionar su autenticidad. Así fue como resurgió el antiguo Israel. Los orígenes de Israel se olvidaron. La diáspora babilónica se comprimió. Las diferentes historias genéticas, culturales y migratorias de las poblaciones judías se condensaron en un único arco homogéneo.

La arquitectura mítica del sionismo:

1. La profecía bíblica como plan político

- El Tanakh (la Biblia hebrea) fue reinterpretado como un título de propiedad literal.

- Personajes como Theodor Herzl, que tenían poco interés por la religión, empezaron a hablar en términos bíblicos, sabiendo que la simpatía mundial requería una justificación sagrada.

2. El mito del retorno

- Los colonos europeos en África y América fueron acusados de conquista; los colonos judíos en Palestina fueron considerados «nativos que regresaban».

- Los indígenas palestinos, presentes en el territorio desde hacía más de un milenio, fueron considerados intrusos o, peor aún, árabes que ocupaban abusivamente una casa judía.

3. Eliminación de la diáspora y amnesia jázara

- Varias comunidades judías, desde los bereberes hasta los Bene Israel y los bukharianos, fueron absorbidas por la narrativa centrada en los asquenazíes.

- La ascendencia no semita de los jázaros de muchos judíos europeos ha sido silenciosamente reclasificada como «tribus perdidas» o liquidada como propaganda antisemita.

No se trataba solo de crear un mito. Fue una inversión estratégica: transformar un proyecto imperial de colonización en una historia de expropiación y retorno. Funcionó. Las potencias mundiales, culpables del Holocausto y deseosas de un aliado occidental en Oriente Medio, aprobaron esta fantasía.

Pero ninguna historia, por poderosa que sea, sobrevive indefinidamente a la evidencia. La era de los archivos ha vuelto. La era del mito se está resquebrajando.

El antisemitismo como arma: transformar la crítica en odio

Para proteger el mito, la crítica tuvo que transformarse en odio. No importa el matiz, no importa la intención. ¿Un historiador judío que cuestiona la descendencia de los jázaros? Se odia a sí mismo. ¿Un arqueólogo musulmán que no encuentra ruinas davídicas en Jerusalén? Un simpatizante del terrorismo. ¿Un teólogo cristiano que nota las contradicciones en la teología sionista? Un antisemita.

No era solo retórica. Se convirtió en una estrategia reforzada, uno de los escudos de desinformación más eficaces de la historia moderna.

¿Cómo ha funcionado?

1. Confusión entre etnia, religión y Estado nacional

- El judaísmo (fe) + judeidad (etnia) + Israel (Estado) se fusionaron en una trinidad sagrada.

- Criticar la política israelí se convirtió en un ataque al pueblo judío. Cuestionar la historia judía se convirtió en negacionismo del Holocausto.

2. Vigilancia institucionalizada y difamación

- Organizaciones como la ADL, la AIPAC y la CAMERA gestionaban bases de datos de «incidentes antisemitas», en las que las críticas, la sátira y los estudios académicos se equiparaban a menudo con la incitación al odio y el vandalismo.

- Los académicos fueron perseguidos, los periodistas desacreditados y los candidatos políticos acusados, utilizando palabras clave tácticas para difamar la disidencia.

3. Una psicología de las injusticias como arma

- Generaciones enteras han crecido asociando la identidad personal con el trauma colectivo.

- Cuestionar esta identidad se ha convertido en un ataque al yo, una herida existencial.

- Incluso dentro de las comunidades judías, el miedo al ostracismo ha silenciado las preguntas sinceras.

El resultado fue una inquisición al revés, un tribunal moral en el que la verdad no era la defensa, sino el crimen. Los hechos se volvieron peligrosos. Los archivos se convirtieron en mercancía de contrabando. Y detrás del velo protector del pueblo judío, se desarrolló sin freno una entidad política monolítica.

Pero el viento está cambiando

Los jóvenes judíos, los investigadores internacionales y los supervivientes del antisemitismo están empezando a ver la diferencia entre el odio hacia los judíos y la crítica al poder sionista. Entre la negación del Holocausto y la negativa a convertirlo en un arma. Entre el silencio y la supervivencia.

Y mientras el mecanismo narrativo se tambalea bajo sus propias contradicciones, resurge una verdad enterrada durante mucho tiempo: no en el odio, sino en la liberación.

Hacia la honestidad histórica: mitos, memoria y futuro de la identidad judía

Para sobrevivir, un pueblo debe ser capaz de recordar, pero también debe ser capaz de olvidar.

No para olvidar las tragedias. Sino para olvidar las ilusiones. El andamiaje del mito que, durante más de un siglo, ha servido tanto de escudo como de espada: defendiendo la identidad, por supuesto, pero también excusando la conquista, silenciando la disidencia y transformando la memoria en dogma.

La identidad judía moderna se encuentra en una encrucijada. Puede seguir anclándose en un pasado mítico (antiguas líneas de sangre, reivindicaciones territoriales divinas, victimización perpetua) o elegir el camino más difícil: convertirse en adultos históricos.

Preguntarse:

- ¿Y si nuestros antepasados fueran jázaros y no israelitas?

- ¿Y si fuéramos europeos conversos y no exiliados en el desierto?

- ¿Y si la historia del retorno fuera en realidad una historia de expulsión para otros?

No es odio hacia uno mismo. Es respeto por uno mismo. Porque un pueblo lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a pogromos, guetos y genocidios es lo suficientemente fuerte como para afrontar la verdad de sus orígenes y reconstruirse con claridad y no con ilusiones.

La autoridad moral del sionismo se está erosionando, no por ataques externos, sino por el peso insoportable de su propia mitología. Bulldozers en Gaza. Periodistas silenciados. Niños huérfanos en nombre de la profecía. Estos no son actos de memoria. Estos son actos de miedo.

El antídoto no es la cancelación. Es la expansión

La historia judía es más grande que el Éxodo y el exilio. Incluye a turcos conversos, filósofos españoles, místicos africanos, soñadores babilonios y millones de personas comunes cuyas líneas de sangre se entrelazan por toda Eurasia, no en Canaán.

Decir esta verdad no significa destruir la identidad judía. Se trata de liberarla de la prisión de la propaganda y ofrecerla finalmente al mundo como una cultura viva y en evolución, y no como un mito fosilizado.

Que esta sea el futuro: no invención, sino libertad.

 

FUENTE: https://www.theinteldrop.org/2025/03/25/featured-excerpt-the-fabrication-of-jewish-origins-a-century-of-misdirection/?utm_source=mailpoet&utm_medium=email&utm_source_platform=mailpoet