jueves, 25 de mayo de 2023

ESTAMOS EN PLENA 2ª FUERRA FRÍA (Y NO TERMINARÁ COMO LA 1ª)

Quienes tenemos “memoria histórica” digna de tal nombre y la utilizamos, vemos en el desarrollo de los actuales acontecimientos internacionales un paralelismo con el escenario que se dio entre 1948 y 1980, los años de la “Guerra Fría”. Porque, a pesar de que nadie nos lo haya dicho, nos encontramos en lo que podemos llamar con propiedad “segunda Guerra Fría”. Pero decir esto es decir poco, especialmente, porque todo induce a pensar que este segundo conflicto entre bloques no terminará como el primero. Estas líneas resumen los paralelismos y las divergencias.

LO QUE FUE LA PRIMERA GUERRA FRÍA

1. Fue un conflicto ideológico entre el “Occidente liberal y democrático liderado por EEUU” y “la URSS al frente de los países del bloque comunista”.

2. Lo que se dirimía entonces era la hegemonía política mundial, aun admitiéndose que solamente dos países, USA y URSS estaban en condiciones de ejercer el liderazgo en sus correspondientes bloques.

3. Cada uno de los dos bloques estaban interiormente unidos en torno al ideal liberal-capitalista y al ideal marxista-bolchevique respectivamente. Incluso los comunistas occidentales tendieron a desvincularse a partir de los años 60 del estalinismo y del gobierno soviético. Así mismo, era obligado que el bloque del Este rechazara el capitalismo y que en el occidental existiera un consenso en la defensa de la democracia y del libremercado.

4. La primera Guerra Fría fue el resultado de un momento de la Segunda Revolución Industrial en la que las fuerzas productivas se habían concentrado especialmente en dos países con potencial humano, tecnológico y geopolítico como para aspirar a la hegemonía mundial.

5. La primera Guerra Fría fue el producto de la derrota de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, cuando las destrucciones de aquel conflicto garantizaron a los EEUU y a la URSS que ya ningún país europeo tendría fuerza suficiente para ser hegemónico ni siquiera en su propio continente, que hasta ese momento había sido el centro de la civilización y, en conjunto, el núcleo más rico del planeta.

6. Cuando cae el Muro de Berlín, y se cierra la primera Guerra Fría, se abre el período de la globalización que no es más que el proyecto de hegemonía político-económica mundial de los EEUU que aspiraban a ser la “única potencia global”.

7. Como rechazo al duopolio USA-URSS apareció el movimiento de los no-alineados que aspiraban a crear una “tercera vía” formada por países del Tercer Mundo en vías de desarrollo cortejados por ambas partes. Este bloque aspiraba a ser independiente de los otros dos y a generar una vía propia hacia el desarrollo.

8. Durante la primera Guerra Fría, Europa, a pesar de su debilidad, aún tenía un peso político específico. La creación del “Mercado Común Europeo”, transformado en Unión Europea, supuso luego un intento de adaptarse a una época en la que los Estados-Nación había quedado atrás y era preciso crear bloques geopolíticos. Sin embargo, la UE se desentendió de su propia defensa, que confió a la OTAN, esto es, al Pentágono. De ahí derivó su debilidad.

9. Las estructuras sociales de los países occidentales fueron variando a lo largo de la primera Guerra Fría. Estuvo constituida, en un primer momento, por la que había sido clásica en los inicios de la Segunda Revolución Industrial: trabajadores, clase media y alta burguesía, con un importante tejido industrial y una importancia creciente del sector servicios. En los años 60 ese esquema empezó a cambiar: el proletariado fue reduciendo su número e incrementando las franjas de la clase media, mientras aumentaba la distancia entre ésta y la alta burguesía. EEUU primero y luego los países europeos más avanzados entraron en la “etapa postindustrial”, cuando el sector servicios se convirtió en mayoritario sobre los otros dos.

10. Las bases sociales del centro-izquierda europea estaban formadas en los años de la primera Guerra Fría por trabajadores y cuadros sindicales; por su parte, el centro-derecha europea estuvo apoyada por clases medias, pequeños propietarios y por las patronales. Existía un consenso entre ambos en evitar caer en la esfera soviética y, por tanto, en todos los países de Europa Occidental, los Partidos Comunistas estuvieron siempre alejados de las esferas de poder, incluso allí en donde eran más fuertes (Francia e Italia).

11. Los distintos grupos sociales en Europa Occidental tenían una percepción común: todos, incluso los trabajadores a partir de 1956 con los sucesos de Hungría, se sentían solidarios de un destino común que querían libre de la injerencia soviética. Preocupaba solamente los niveles de bienestar, el mantenimiento de la paz en Europa y de niveles de prosperidad e industrialización que garantizaran trabajo para todos.

12. Uno de los frentes de la primera Guerra Fría fue la lucha cultural. En Occidente, esta lucha estaba dirigida especialmente contra el marxismo, mientras que en la URSS se orientaba en función del esquema clásico marxista de la lucha de clases y en mantener la ficción de un paraíso socialista final a construir. Si bien existió en Occidente una “quinta columna” cultural, lo cierto es que, a partir de finales de los 70, el marxismo perdió posiciones y, cuando se produjo el colapso de la URSS ya era residual. Sin embargo, lo que había ganado no era la “ideología antimarxista”, sino el consumismo y el bienestar convertidos en alternativas al burocratismo soviético y la carestía que fue incapaz de superar.

13. El final de la Guerra Fría se produjo cuando la URSS entró en colapso a raíz de la guerra de Afganistán, del cuestionamiento de su sistema de alianzas defensivos a partir de la revuelta polaca y del ascenso al papado de Juan Pablo II, cuando no estuvo en condiciones de superar el listón puesto por Reagan en la cuestión de la “guerra de las Galaxias” y, finalmente, a causa de los fenómenos de burocratización, caída de los nacimientos, alcoholismo y crecimiento superior de las etnias no rusas sobre el núcleo central del poder soviético.

14. En los años de la primera Guerra Fría, los organismos internacionales, creados en 1945, tenían todavía un prestigio reconocido universalmente: habían intervenido decisivamente en algunos conflictos, favorecido la descolonización, se les consideraba foros internacionales de intercambio de opiniones y debates constructivos. Mientras que el centro-derecha los tenía como inapelables y aceptaba sus decisiones, el centro-izquierda los presentaba como ejemplos de lo que sería la marcha hacia un “federalismo mundial” que se iría construyendo poco a poco y en el que la construcción del Mercado Común Europeo era un peldaño. Sin embargo, en los EEUU, estos organismos internacionales eran vistos con desconfianza especialmente por la derecha aislacionista que los consideraba como sustractores de parcelas de soberanía nacional.

LO QUE ESTÁ SIENDO LA SEGUNDA GUERRA FRÍA

1. Es un conflicto económico entre “Occidente” (reducido a EEUU + UE) y “Eurasia” (Rusia más China).

2. Lo que se dirime es la lucha por la hegemonía económica mundial, es decir, el bloque que tendrá más capacidad de producción, de innovación tecnológica y de consumo y que dictará sus reglas a todo el planeta.

3. En el interior de cada bloque existen distintas sensibilidades: en el bloque occidental, existen dos posiciones: la izquierda permanece obsesionada por el inmigracionismo, el cambio climático, los estudios de género y el wokismo; los conservadores, por su parte, siguen defendiendo el liberalismo económico, pero miran con admiración el sentido de la autoridad y del Estado que existe hoy en Rusia. En el bloque euroasiático, China ha llevado hasta el límite el afán consumista y el control tecnológico de las poblaciones, y Rusia aspira solamente a ser una de las potencias regionales sobre las que se apoye un futuro orden mundial multipolar.

4. El conflicto se inserta dentro de los primeros pasos de la Cuarta Revolución Industrial que se da al mismo tiempo en Occidente y en Eurasia, pero con distintas características: en Occidente está protagonizada por las “big-tech” que desconfían de los Estados, mientras que en Eurasia las “big-tech” nacidas en aquellos territorios colaboran con los Estados y están participadas económicamente por esos mismos Estados formando parte de sus estrategias políticas y, en concreto del hegemonismo chino.

5. La Segunda Guerra Fría es el resultado del fracaso de la globalización promovida por los EEUU a partir de 1980 y que se impuso hasta la gran crisis económica de 2007-2012. En el curso de esos años, la Unión Europea se eclipsó como “potencia global”. El “nuevo orden mundial” proclamado por George Bush senior, tras la guerra de Kuwait, ha colapsado irremediablemente.

6. A partir de 2008 el “mercado global” controlado por los EEUU se fue debilitando, mientras el PIB chino, desde el 2000, experimentó un crecimiento brutal. En el período posterior a 2012, el ascenso de los “populismos”, el realismo político de Trump, la caída de Kabul en manos de los talibanes y, finalmente, el conflicto ucraniano, son los factores que han liquidado la globalización, tal como fue concebida por los EEUU tras la caída del Muro de Berlín.

7. Los antiguos países no-alineados de ayer, están hoy -especialmente los más destacados y los que han logrado mayores niveles de desarrollo- preferentemente alineados junto al bloque euroasiático. Son los países BRIC. Estos países no están tanto dispuestos a situarse incondicionalmente junto a ninguna de las partes, pero sí a apoyar -por distintas razones, históricas en ocasiones o, simplemente, por conveniencias coyunturales- a quien les dé un margen suficiente de autonomía política y prosperidad económica. Países como Turquía que, aún hoy están alineados en la OTAN, manifiestan una autonomía política y una inclinación hacia la cooperación con Rusia que, en la práctica, implica un cambio de alianzas.

8. La Unión Europea, al seguir careciendo de una estructura militar de defensa, al seguir confiando en el paraguas ofrecido por el Pentágono, ha perdido cualquier posibilidad de influir en la política mundial. Hoy se está mostrando que el resultado de la Segunda Guerra mundial, no fue la derrota del Eje, sino la de todos los países europeos y que, ochenta años después, Europa sigue siendo un espacio ocupado: cuando existen decenas de bases militares norteamericanas en Europa no puede hablarse de naciones “independientes”, sino de “naciones ocupadas”, por “blanda” que pueda resultar tal ocupación. El ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN, lejos de reforzarla, introduce en su interior más sumandos a favor del “bloque nórdico”, siempre dispuesto a dialogar y a evitar un conflicto con Rusia para el que no están ni preparados, ni desean.

9. Cuando se entró en la Tercera Revolución Industrial (hacia principios de los años 80) la estructura social de los países occidentales había variado extraordinariamente: se había constituido la “sociedad de los tres tercios” (una clase alta sin problemas económicos que vivía en la abundancia, una clase media que cada vez encontraba más dificultades y se iba empobreciendo progresivamente atravesando períodos de precariedad y, finalmente, una clase subsidiada que iba creciendo con la llegada de inmigración masiva y con contingentes procedentes de la clase media caídos en la precariedad y la pobreza). La globalización amplió la presión sobre la clase media, arrojada cada vez más presionada y amenazada y cuyos restos deben de soportar unas cargas fiscales asfixiantes, aumentó la distancia con los grupos que se habían beneficiado la globalización y de la economía especulativa, cada vez más poderosos económicamente pero más reducidos numéricamente. Del modelo de sociedad de los “tres tercios” (en el que cada segmento era similar a los otros dos) se pasó a una "estructura social piramidal", con una base en precariedad excepcionalmente amplia, una clase media cada vez más reducida numéricamente y una pequeña cúspide formada por una élite con acceso fácil a todo tipo de consumo. La sociedad de los “tres tercios” asumía la necesidad de una “paz social”, alterada solo por chispazos momentáneos, pero que aspiraba a tender hacia el estado del bienestar o mantenerlo allí donde ya existía. Sin embargo, la “sociedad piramidal” actual se mantiene en pie gracias a la narcosis social generada por la acción combinada del entertaintment, los medios de comunicación comprados al peso y redes sociales absorbentes.

10. En estos primeros pasos de la segunda Guerra Fría, el centro-izquierda europeo ha variado extraordinariamente su base social: hoy está compuesto por funcionarios públicos, miembros de ONGs, minorías étnicas subsidiadas y profesionales universitarios progresistas; por su parte, el centro-derecha ha agrupado a los restos de la clase obrera blanca, a la mayor parte de la clase media y a los propietarios de pequeñas empresas.

11. Se ha producido un cambio profundo en la estructura social y en las orientaciones políticas de las distintas formaciones en Europa. Occidente (USA + UE) se ha desindustrializado y su economía se ha convertido en especulativa y financiera. La UE que nació para garantizar la estabilidad del sector primario (alimentación y agro) lo está liquidando en estos momentos con excusas “medioambientales”. En general el centro-izquierda europeo, nunca se ha sentido amenazado por la globalización, siempre la ha aceptado; en la actualidad, tiende hacia posiciones “libertarianas” (especialmente en materia de inmigración, cambio climático, wokismo y libre-comercio). La filiación a los sindicatos ha caído a mínimos históricos (un tercio en relación a los afiliados hace medio siglo) convertidos hoy en fuerzas residuales en todo Occidente. Por su parte, el centro-derecha ha ido desplazándose cada vez más hacia posiciones nacionalistas y populistas.

12. En la segunda Guerra Fría no existe “guerra cultural”: existe solamente una lucha entre dos “mundos”: el nuevo mundo tecnológico nacido de la libre competencia entre big-techs en Occidente, independientes de los Estados y el nuevo mundo tecnológico nacido en Eurasia tutelado por los Estados ruso y, especialmente, chino. En la práctica, no existen diferencias “culturales” entre ambos modelos: ambos se basan en la banalidad de las redes sociales, en formas de cultura pop que generan productos de muy baja calidad, en un mismo modelo humano consumista, culturalmente alienado, sin memoria histórica, y sin más ideales que los puramente hedonistas y economicistas.

13. El inicio de la segunda Guerra Fría coincide con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y con él, un intento de ampliar la OTAN aproximando sus líneas a Moscú, con la integración de Ucrania en esta alianza militar y en la UE. Ese intento implicó una reacción rusa y el inicio de las sanciones impuestas por los EEUU y aprobadas por el gobierno de centro-izquierda alemán. Coincide, así mismo, con una etapa de transformación tecnológica que se da en paralelo en los dos bloques y con la entrada en la Cuarta Revolución Industrial que genera, en Occidente, contradicciones entre las big-tech, de un lado, y de otro las corporaciones clásicas y dinastías económicas nacidas en períodos anteriores. A esto se unen las tensiones insoportables que sufren las sociedades occidentales a causa de las nuevas orientaciones “libertarianas” y de las imposiciones de la ONU a través de la Agenda 2030 que no hacen sido debilitarlas interiormente, generar confusión y aumentar la posibilidad de conflictos civiles internos (de carácter etno-religioso-social, especialmente).

14. Los organismos internacionales viven hoy una etapa de deterioro. El lanzamiento de sus campañas neomalthusianas por parte de la ONU y de la UNESCO, sus exigencias obsesivas en materia de inmigración y wokismo, sus tesis sobre el cambio climático antropogénico, concentradas en la Agenda 2030, han terminado por enajenarles simpatías y a demostrar que no se trata de “foros de países” sino de estructuras dirigidas por élites funcionariales con ideas propias, élites a las que nadie ha elegido, que ostentan una visión ideológica y dogmática cerrada y utopista, heredera de grupos mundialistas nacidos en el siglo XIX.

UNA CONCLUSIÓN

Sabemos cómo terminó la primera Guerra Fría: con el colapso de la URSS y el inicio del “nuevo orden mundial” dictado por los EEUU y que daría lugar al período globalizador. El vencedor indiscutible fue la tecnoburocracia liberal que había vencido a la tecnoburocracia autoritaria, gracias a un sistema económico más dinámico. Pero desde 1980 ha pasado mucho tiempo: como hemos visto a lo largo de este breve repaso, aunque hoy estemos en los inicios de la segunda Guerra Fría, caracterizada por una nueva fase en la lucha por la hegemonía mundial, todos los rubros que entran en juego resultan completamente diferentes y, por tanto, también puede intuirse que el final del conflicto será, también, diferente.

Si la primera Guerra Fría se cerró con el desplome de la potencia rival, todo induce a pensar que, en la actualidad, la situación interior de los EEUU dista mucho de ser la misma que tenía en 1989-90. El gasto público y la deuda se han disparados, el tejido industrial se ha diluido con los años de la globalización, su sociedad se ha debilitado interiormente por distintos proceso de fragmentación, por la aparición de nuevas patologías sociales y por la esclerosis interna de un régimen incapaz de abordar reformas interiores de envergadura: si la soviética de los años 80 moría a causa del alcoholismo, la norteamericana muere gracias al fentanilo, si en la URSS de los 80 eran los grupos no-rusos los que tendían a imponerse sobre los rusos, hoy en EEUU, las minorías étnicas están en permanente guerra civil latente, agravada por las locuras wokistas y de género, pobres productos de ideólogos indigentes que aumentan tensiones y sitúan a las partes en posiciones desde las que resulta imposible cualquier diálogo.

Nuestra generación, que vio con la caída del Muro de Berlín, el hundimiento de una de las partes vencedoras en 1945, es muy posible que vea, en un mínimo de 10 años y un máximo de 15, el desplome de los EEUU para el que la puntilla va a ser el cambio científico-tecnológico que se generará con la introducción de la robótica, la ingeniería genérica, las medicinas personalizadas, la criogenia, la nanotecnología y la inteligencia artificial. “Oriente” soportará mejor estos choques en la medida en que allí todavía existe la idea de “Estado” y la necesidad de que éste sea el árbitro y el que impone a las partes las reglas del juego. El relativismo occidental y su “libertarianismo”, los valores finalistas y el olvido de los valores instrumentales, hace que sus sociedades sean inviables a corto plazo. Hoy, la República Popular China que recoge lo peor del neocapitalismo más lo peor del estalinismo, es el país llamado a dirigir un nuevo orden mundial unipolar con capital en Pekín.

El drama para nosotros europeos, no es que los EEUU queden presumiblemente descalabrados de este proceso, sino que su hundimiento corre el riesgo de arrastrarnos en su caída.








 

miércoles, 24 de mayo de 2023

PORTUGAL: BILDELBERG EN PORTUGAL Y EL RESTO DE “SOCIEDADES DE PODER MUNDIAL” (2ª parte) - Nuevas “Asociaciones de poder mundial” en la Tercera Revolución Industrial

 

Las reuniones del Club Bildelberg llaman la atención mediática a causa de su secretismo y, por eso mismo, constituyen uno de los focos de las doctrinas conspiranoicas; la hora de la Comisión Trilateral parece haber pasado y sus reuniones ya no generan interés en los medios. Por otra parte, a pesar de que el CFR y el RIIA siguen vivos, operativos e, incluso mantienen niveles de actividad propios de sus mejores años y surten de cuadros a las administraciones británica y norteamericana, están completamente olvidados por los medios. Ahora se habla de Bildelberg y se especula con lo que pueden haber deliberado real o fantasiosamente sus miembros, y el interés se centra en las reuniones realizadas a la luz pública del Foro Económico Mundial, también llamado el Foro de Davos.

Lo sorprendente es que en los patronatos de ambas organizaciones se encuentran algunos nombres comunes: Larry Fink, por ejemplo, el todopoderoso seños de “Black Rock”, el mayor fondo de inversiones mundial o David Rubenstein, big-boss de Carlyle Group, el mayor gestor mundial de activos. Y, sin embargo, los objetivos de Bildelberg y los del Foro Económico Mundial son bien diferentes.

1. El Foro Económico Mundial

Ya hemos hablado de Bildelberg, queda ahora establecer la diferencia con el Foro de Davos y resumir cuál es la novedad de esta organización de “poder mundial”.

Fundado en 1971, inicialmente no era nada más que una iniciativa personal de su fundador, Klaus Martin Schwab, quien ese año convocó a 450 ejecutivos de empresas de Europa Occidental en el “Primer Simposio de Gestión Europeo”. Schwab había logrado que la Comisión Europea patrocinara el encuentro (y lo financiara) con la excusa de trasladar a Europa las técnicas de gestión de las empresas de EEUU. A partir de ese momento, cada año, siempre en Davos (Suiza) se fueron organizando encuentros y en 1974, por primera vez, se invitó a dirigentes políticos. Por entonces, Europa vivía las consecuencias de la crisis económica que puso fin a los “30 años gloriosos” de la economía mundial, a causa de la guerra árabe-israelí de 1973, a la que siguió el embargo petrolero decretado por los países de la OPEP. Es evidente que la primera idea de Schwab era proveerse de una red de contactos personales que favorecieran sus negocios e inversiones, pero también convertir aquel encuentro en un “big bussines” (lo que, desde luego consiguió: en la actualidad el Foro Económico Mundial factura 5.000.000.000 de dólares anuales).

A medida que la organización se fue fortaleciendo y cada vez conseguía la presencia de personajes de mayor envergadura, fue ampliando su ámbito de estudios y trató de facilitar la mediación en distintas crisis políticas: en el final del “apartheid” en Sudáfrica, en las negociaciones entre Shimon Peres y Yaser Arafat, incluso en rebajar la tensión con Corea del Norte y con la República Popular China.

A diferencia del resto de asociaciones del “poder mundial” que hemos visto, la asistencia al Foro Económico Mundial está abierta a todos los que estén dispuestos a pagar lo exigido por la organización (que depende del número y del nivel de conferencias a los que quieran asistir, estando en 2020 el precio de la “entrada” en como mínimo 19.000 US$). Suelen asistir unos 3.000 participantes que pagan esa cantidad, con derecho a asistir a parte de las conferencias. Sin embargo, una cosa es la asistencia a las conferencias del foro y otra la “membresía”. Existen distintos grados de miembros: cualquier individuo puede “afiliarse” a cambio de 52.000 US$ anuales, existe también un segundo nivel de “socio industrial” reservado a CEOs de empresas que pagan 263.000 US$ anuales y, finalmente, “socios estratégicos” con una cuota anual de 527.000 US$. Ahora veremos qué ofrece el Foro de Davos a cambio de estas abultadas cantidades.

Estos ingresos abultados, así como subvenciones procedentes de la UE, de organismo internacionales e ingresos procedentes de inversiones realizados por el propio Foro, se utilizan para realizar informes empresariales, políticos, estratégicos, estudios antropológicos y culturales, informes de prospectiva, etc, que son servidos a sus miembros y que pueden utilizar para orientar sus negocios o prever “macrotendencias”. Casi nada en estos encuentros es “secreto”: las reuniones del Foro son cubiertas por medio millar de periodistas que tienen libre acceso a los pasillos del congreso y libertad para entrevistar a los asistentes y a los especialistas que imparten las charlas. Esto favorece el que las tesis del Foro de Davos tengan mucha más repercusión que las de cualquier otra asociación del “poder mundial”.

Por supuesto, lo que Schwab pretendía inicialmente era constituir un “espacio de socialización” entre las élites económicas occidentales. Luego amplio está perspectiva a las élites económicas y políticas. Más tarde, tras caer el Muro de Berlín, Schwab se centró en promover la globalización. Y hasta aquí, nada esencial diferenciaba al Foro Económico Mundial de las asociaciones de “poder mundial” descritas en la entrega anterior y propias de la Segunda Revolución Industrial.

Poco a poco Schwab se fue dando cuenta de que se estaba configurando un “nuevo orden mundial” en el que lo importante no era sólo quien había hasta ese momento detentado el poder político-económico, sino quién lo ostentaría en el futuro. Percibía un fenómeno que había escapado a todos los analistas internacionales y estrategias: el valor de la técnica y lo percibió simplemente mirando las listad Forbes de las principales fortunas de todo el mundo. Es cierto que la fortuna de las grandes dinastías económicas acumuladas durante siglos, no figuraban en esta lista y que eran conscientes de que la discreción y el secreto eran la mejor garantía para dejar fluir sus negocios. Pero, Schwab percibió, en apenas 15 años, que había aparecido una nueva generación de “milmillonarios” que debían sus ingresos a las “nuevas tecnologías”. Tras la primera gran crisis de la globalización, el fenómeno por el que había apostado sin restricciones, se dio cuenta de que los niveles de capitalización en bolsa de las “big-tech” (Amazon, Facebook, Google, Apple y Microsoft) era extraordinariamente superior al de las multinacionales convencionales que protagonizaron las últimas fases de la Segunda Revolución Industrial. Y, además, su extraordinario “valor añadido” y sus niveles de beneficios se obtenían con un número entre 10 y 20 veces menor de trabajadores. Además, estas empresas eran las que pagaban salarios más altos a sus empleados, eran absolutamente independientes del crédito bancario, cuando se decidían a cotizar en bolsa eran capaces de ofrecer los mayores beneficios y, para colmo, invertían sus beneficios en otras empresas que tenían que ver, siempre, con “nuevas tecnologías”.

Observando este fenómeno y, sobre todo, extrayendo consecuencias del análisis histórico e informándose sobre las posibles evoluciones de estas tecnologías, sorprendido además por la brutalidad de la crisis de 2007-2012, extrajo algunas conclusiones. En 2015 publicó en Foreig Affairs un primer artículo sobre la “Cuarta Revolución Industrial” que pocos leyeron, pero el tema saltó a la primera plana de la actualidad en la siguiente reunión del Foro de Davos en 2016. Celebrado entre el 20 y el 23 de enero de ese año, el tema repercutió en todos los medios de comunicación y, a partir de ese momento, hablar sobre la “Carta Revolución Industrial” se convirtió en algo obligado.

Schwab se dio cuenta de que esta nueva “revolución” no era una extensión y una ampliación de la “tercera” (que sería la revolución de la microinformática y de los microchips y la aparición de las redes mundiales de comunicación vía internet). Lo que veía era algo mucho más profundo y peligroso para gentes como él, habituadas a invertir y desarrollar sus negocios en el marco de la Segunda Revolución Industrial en su fase multinacional, primero, y globalizadora, después. Advertía que estaba apareciendo una nueva clase de “emprendedores”, cuyos productos generaban grandes excedentes de capital en un tiempo récord y que, esta tendencia, se iría ampliando en el futuro.

En efecto, Schwab identificó dos fenómenos: lo que llamó “tecnologías convergentes” y las “megatendencias”.

- Por lo primero entendía tres ramas de las “nuevas tecnologías” que habían nacido independientes, pero que, necesaria y automáticamente tenderían a converger: la ingeniería genérica, la Inteligencia Artificial y la nanotecnología.

- Por megatendencias entendía tres ramas: la Física (robótica, 3D, tecnología del grafeno, exoesqueletos, etc), la Digital (Inteligencia Artificial, blockchain, internet de las cosas, tecnología 5G, etc) y la Biológica (ingeniería genética, medicina personalizada, criogenia, nanotecnología, prolongación de la vida, etc.).

El resultado de todo esto sería que nos encontramos en el camino de un mundo nuevo que no va a tener nada que ver con el anterior, una propia y verdadera “revolución industrial” similar a la que supuso la introducción del vapor, o del motor de combustión interna o de la electricidad y que va a marcar a la humanidad entre 2020 y 2050. Y será mucho más profunda que las revoluciones industriales anteriores, porque la técnica estará integrada en lo humano y formará parte de lo humano

Pero decir esto era decir poco: lo esencial, no era esto, sino que, en cada revolución industrial, los propietarios de las nuevas tecnologías eran los que marcan las reglas del juego político, económico y social. Y no resultaba difícil prever que se iba a producir un desplazamiento desde el capitalismo clásico, industrial y financiero, que había sido hegemónico en las tres primeras revoluciones industriales y que podemos llamar “el dinero viejo”, producto de las acumulaciones de capital logradas por las dinastías capitalistas y por los CEOs de las multinacionales, hacia el “dinero nuevo” acumulado por las big-tech.

De ahí la gran diferencia entre el Foro Económico Mundial y el resto de asociaciones del “poder mundial”: mientras que estas -Bildelberg, la Comisión Trilateral, el CFR, la RIIIA- habían nacido en el seno de la segunda revolución industrial, el grupo de Schwab quería tender una mano e integrar a las “big-tech” y evitar que estallara una lucha entre “dinero nuevo” y “dinero viejo”. De momento, el proyecto dista mucho de haber tenido éxito. Las “jóvenes big-tech” permanecen de espaldas a este conjunto de “ancianos”, inversores de bajo valor añadido, especuladores bursátiles, multinacionales que cada vez dependen más de las “big tech” y “faraones” caducos del viejo capitalismo. Los “cables” lanzados por Schwab a estos sectores, asumiendo, en la reunión de enero de 2023, del Foro de Davos, los presupuestos de la “doctrina transhumanista” o dando cabida a una conferencia telemática de Elon Musk (que se permitió criticar todo lo criticable del “dinero viejo”), no parecen haber tenido éxito.

El hecho de que Schwab haya insistido en la creación de un “capitalismo con rostro humano”, insistiendo en las ideas de “economía de las partes interesadas” que lanzó en 2020, va en la misma dirección: se trata de un capitalismo cuyo objetivo ya no sería el marcado por Milton Friedman de maximizar beneficios que, luego, beneficiarían a toda la sociedad. Este planteamiento, cínico, falsario y erróneo. Schwab rectifica esta posición afirmando que los capitalistas deberán, a partir de ahora, tener en cuenta los intereses de otros grupos sociales -sus empleados, por ejemplo-, y los del “medio ambiente”. ¿Cómo hacerlo? Aumentando la cooperación entre las empresas y los Estados, considerados como cristalización política de las sociedades. Schwab trata de matar con esta idea dos pájaros de un tiro: de un lado lanzar una mano tendida a los sectores más progresistas, lanzando esa idea de “capitalismo social”, y de otro confirmando el viejo sueño liberal de un mundo empresarial que domine sobre la política y marque la agenda a la política que es, a fin de cuentas, lo que implica esa “colaboración”. Tales son las ideas para “reformar” el capitalismo, hacerlo agradable a los sectores más progresistas y tender un puente hacia un futuro dominado por las “big-tech”.

Esto no implica que el Foro Económico Mundial no siga siendo el espacio de socialización de las élites económicas, políticas y mediáticas -uno más entre otros muchos- y una iniciativa rentable para las arcas del propio Schwab. Lo que sí parece claro es que este grupo trata de adecuar el viejo capitalismo a la nueva sociedad hipertecnologizada que se dibuja para el futuro inmediato y en el que las “big-tech” (no solo las “five big” occidentales, sino las empresas tecnológicas chinas e indias) serán los dueños de la situación y quienes, presumiblemente, dicten las reglas.

El Foro de Davos y el trabajo personal de Schwab se ha trasladado -como no podía ser de otra forma- al resto de asociaciones del “poder mundial”. La sensación que da es que, en la actualidad, el panorama está marcado por dos contradicciones:

- la existente en Occidente entre el “dinero viejo” y el “dinero nuevo”, es decir, entre el capitalismo industrial y financiero clásico y las acumulaciones de capital procedentes de las tecnológicas;

- y, por otra parte, la contradicción entre las empresas tecnológicas occidentales y las empresas tecnológicas chinas.

Estas contradicciones hay que enmarcarlas dentro de la ruptura de la globalización que empezó con la crisis de 2007-2012 y que demostró que las cadenas de suministro se habían extendido demasiado y eran inviables, lo que quedó demostrado al aumentar los precios de la energía y, por tanto, del transporte, y quedó sellado con las sanciones impuestas por “Occidente” bajo presión de la administración Biden, contra Rusia a raíz del conflicto ucraniano. Este conflicto, por lo demás, demostró una nueva contradicción internacional: la existente entre “Occidente” (la UE + el mundo anglosajón) y “Eurasia” (Rusia y China).

Lo cierto es que, en el informe presentado por Klaus Martin Schwab en la última reunión del Foro de Davos, ya no estaba presente, ni el optimismo económico mostrado en anteriores ediciones en las que lanzó la idea del “gran reset” como plataforma para nuevas iniciativas, ni siquiera alternativas claras en ningún terreno, sino tópicos buenistas y manos tendidas, de un lado hacia la Agenda 2030 y de otro hacia las corrientes Transhumanistas. En cuanto a la Asociación de Jóvenes Líderes, vinculada al Foro que, en teoría, debería de formar jóvenes llamamos a gobernar sus países en el futuro, solamente ha conseguido situar en el poder a Elliot Trudeau, posiblemente, el político más nefasto de Canadá desde la fundación del país. No parece un resultado particularmente brillante.

Tal es la situación en 2023 del Foro Económico Mundial.

2. El club de Roma

Así como el Foro Económico Mundial puede ser definida como una organización nacida durante la última fase de la Segunda Revolución Industrial que tiende a adaptarse a la Cuarta, el Club de Roma es otra organización nacida, más o menos en la misma época, durante las convulsiones de 1968 y que tuvo su momento estelar al entrar en la Tercera Revolución Industrial, pero que no ha estado en condiciones de adecuarse a los presupuestos de la siguiente. No es raro, por tanto, que algunos se pregunten hoy si el Club de Roma sigue existiendo o ha desaparecido: existe, pero todos sus presupuestos, uno tras otro, que dieron lugar a esta organización han terminado por hundirse o desaparecer, de tal manera que los estudios que regularmente sigue publicando no son más que informes de muy escaso valor que se sitúan en la estela de las resoluciones de los funcionarios de la ONU sobre la Agenda 2030 o de los funcionarios de la UNESCO. El hecho de que siga existiendo nos induce a dedicarle algunas líneas, especialmente porque es un ejemplo de “grupo de eminencias grises” que han proliferado especialmente en el ámbito anglosajón desde el siglo XIX.

El Club de Roma nació vinculado a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, cuyo presidente, Alexander King, cofundo el círculo junto a Aurelio Peccei, presidente de Olivetti y de Italconsult que asesoraba a las principales firmas italianas. Peccei se especializó en inversiones y desarrollo de Iberoamérica y su conocimiento del área le llevó a iniciar una estrecha cooperación con Dean Rusk, secretario de Estado USA con JFK y Jhonson.  También estableció contactos con medios de la URSS (con el yerno de Alexei Kosygin, primer ministro del país). King y Peccei, apoyados por medios empresariales europeos y en concreto por la Fundación Agnelli) y norteamericanos, convocaron distintos ciclos de conferencias abiertas al público, que tendían a analizar los cambios que estaban sucediendo en los años 60, situar los nuevos problemas y establecer soluciones a largo plazo. De estos ciclos nació el Club de Roma.

Con todo, hasta 1972, las actividades del Club pasaron casi desapercibidas para la opinión pública. Fue ese año cuando publicaron el estudio titulado Los límites del crecimiento (en el que, por primera vez alertaban sobre el futuro agotamiento de energías no renovables, los problemas de producción alimentaria y las implicaciones del crecimiento continuo de la producción), estableciendo que sería precisa una “cooperación global” para afrontar los nuevos desafíos. Ese mismo año, Peccei contribuyó a la fundación del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) con sede en Austria, destinado a realizar estudios interdisciplinarios sobre problemas demasiado complejos para ser afrontados por un solo Estado o por una sola disciplina académica. Fue en ese entorno en el que nació la ideología del “cambio climático”, el concepto de “desarrollo sostenible” y formas de neomalthusianismo (enmascarado como estudios sobre “reproducción humana”, “política y planificación de la educación”, “salud y mortalidad”, “envejecimiento”, realizados a través del Centro Wittgenstein para la Demografía y el Capital Humano Global, constituido por la IIASA). En 2016, haciendo gala de ese malthusianismo, promovió la política del “hijo único” para los países industrializados (en el estudio titulado Reinventar la prosperidad)

Tanto en Club de Roma como el IIASA, apostaron por la globalización antes de que la caída del muro de Berlín la hiciera posible. De hecho, hasta el final de la URSS, ambas organizaciones, eran partidarias de una cooperación Este-Oeste que superara la Primera Guerra Fría. La muerte de Peccei en 1984, llevó a King a la presidencia que ostentó hasta 1990. Desde 1988 a 1990, el español Ricardo Diez-Hochleitner fue vicepresidente del Club y desde ese año hasta el 2000, su presidente.

El Club de Roma no es más que uno de tantos thing-tanks especializados que contratan especialistas para realizar estudios que aporten puntos de apoyo y base a las orientaciones que luego serán asumidas por gobiernos, organizaciones internacionales, ONGs y sociedades de “poder mundial”. Cuando se extinguieron los ecos de Los límites del crecimiento (cuyos datos y prospectiva se demostraron falsos) pareció como si el Club de Roma dejara de llamar la atención de los medios. Sin embargo, el Club sigue existiendo: aun hoy es uno de los puntales más destacados de las corrientes globalizadoras, insiste en tender puentes entre las dos partes confrontadas en la presente “segunda Guerra Fría” y ha conseguido que sus sugerencias fueran incorporadas a la Agenda 2030 y sirvieran, en gran medida, como su soporte “científico”.

Si hemos elegido al Club de Roma como muestra de la proliferación de thing tanks creadas para definir las temáticas que luego serán sistemáticamente asumidas por otros foros más importantes e influyentes, es por que sus tesis se encuentran en el arranque de buena parte de las temáticas sistemáticamente asumidas por las asociaciones del “poder mundial”. Nacida durante la Segunda Revolución Industrial, intentó, en su primer estudio importante, describir -a su manera- cómo sería el mundo de la Tercera Revolución Industrial.

3. La coordinación entre las big-tech

Resulta significativo que ni en el Foro Económico Mundial ni en el submundo de los Thing-tanks, estén presentes de manera significativa los big-tech, ni siquiera puede decirse que exista una estructura que las coordine y que marque una agenda propia. Se diría que cada una de ellas actúa independientemente del resto y que excluyan cualquier forma de cooperación o renuncien a la defensa de los intereses comunes. Esta percepción es auténtica, pero es preciso realizar algunas precisiones.

En primer lugar, las “five bigs” occidentales son relativamente recientes y se han ido desarrollando a partir de los avances operados en microinformática y computación. El aumento de su poder e influencia seguirá dependiendo de la posibilidad tecnológica de construir cada vez microchips con mayores capacidades de procesamiento de datos. No dependen de sus alianzas, ni de sus proyectos comunes, sino de la profundización de las nuevas tecnologías. Los vientos soplan a su favor, no precisan estructuras comunes de colaboración, cabalgan con la época.

Por otra parte, también es cierto que sus gestores son conscientes de que, para ellos, el mayor peligro, no son las empresas nacidas y desarrolladas en las revoluciones industriales anteriores, sino las rivales tecnológicas que aparecen en “el otro lado” del mundo globalizado. El mayor enemigo de Facebook o de Microsoft, no es ni el sector de químicas, ni el metalmecánico, sino Tik-tok y los gigantes tecnológicos (incluso empresas de tamaño medio) nacidos en China. El adversario de Amazon no es Wallmart o El Corte Inglés: es Alibaba el gigante chino de la venta a través de Internet. El rival de Google no es la Enciclopedia Espada sino las distintas empresas que están hoy desarrollando IA, en buena medida chinas.

Todas estas empresas crecen a una velocidad que en apenas una o dos décadas conseguirá generar concentraciones de capital, como mínimo, tan importantes como las que están en manos de las dinastías capitalistas y de los grandes fondos de inversión o de gestión de activos. No precisan coordinarse entre sí, ni siquiera están en condiciones de hacerlo: el conflicto ucraniano ha roto la globalización, ha hecho entrar en la “segunda Guerra Fría” y lo que preocupan a las big-tech occidentales es que, bruscamente, a raíz de este nuevo conflicto, su campo de aplicación se ha reducido a la mitad de la población mundial y que, la “otra parte”, cuenta con el apoyo del Estado chino y, por tanto, se desarrolla a más velocidad aún que las tecnológicas occidentales.

Por lo demás, el hecho de que compartan sedes comunes (Silicon Valley) y que todas ellas dependan del desarrollo de tecnologías asociadas, el que sus ingenieros suelen rotar de empresa en empresa, las hacen, objetivamente, solidarias: son ellas y no el “dinero viejo” el que va a dominar el escenario internacional en las próximas décadas y que nadie dude que van a ser ellas las que modelen el futuro y las formas de poder. En realidad, estas empresas tecnológicas, en sí mismas, cada una de ellas por separado, pueden ser consideradas “organizaciones de poder mundial” en la medida en que, gracias al “big data” almacenan más información sobre cada uno de nosotros, élites incluidas, que el mejor servicio de inteligencia e información clásico.

 

CAPÍTULOS

1) Censo de “asociaciones de poder mundial” surgidas en la SegundaRevolución Industrial

2) Censo de “asociaciones de poder mundial” surgidas en la TerceraRevolución Industrial

3) Censo de “foros intergubernamentales”

4) Algunos nuevos y viejos “círculos de influencia”

5) Balance global y líneas surgidas de las reuniones del “poder mundial” en 2023.








 


lunes, 22 de mayo de 2023

LISBOA: REUNIÓN BILDELBERG (1ª parte) - Los grupos de "poder mundial" en la Segunda Revolución Industrial

Vaya por delante que el autor de estas líneas no es “conspiranoico”, pero cuando se reúnen las personas con más poder (económico, político, militar y mediático) del mundo, cuando abandonan por unos días sus actividades habituales, se debe a algo que ellos consideran importante; es evidente que no es lo mismo que si se reúnen cuatro amigos para jugar al mus. Y mucho más en estos momentos en los que asistimos a tensiones mundiales insuperables en un momento en el que el “viejo mundo” no termina de morir y el “nuevo” todavía está ausente y sin que pueda establecerse la fecha de su nacimiento, ni siquiera haya aparecido ningún rasgo nuevo. Nunca como hoy “la información es poder” y estas asociaciones, no solamente ofrecen el marco más adecuado para el intercambio de informaciones, sino que ellas mismas se preocupan -como entidades- de recabarla a especialistas y protagonistas.

Además, vale la pena recordar que, siendo importante el encuentro portugués del Club Bildelberg, existen decenas de asociaciones similares que, hasta ahora, nadie se ha preocupado por clasificar, establecer y que se siguen reuniendo (el Foro Económico Mundial, por ejemplo, lo hizo en enero de este año). Sin olvidar, igualmente, que, si bien todos estos círculos son “privados”, existen, además, “foros políticos intergubernamentales” (G-3, G-4, G-6, G-7, G-10, G-12, etc.) que tratan de articular políticas de sus miembros, asumir iniciativas conjuntas y definir objetivos en función de las realidades de cada momento. Y estos “foros”, igualmente, se reúnen con cierta frecuencia (la reunión del G-7 tuvo lugar este pasado fin de semana). Llamar a este conglomerado “asociaciones de poder mundial”, es constatar una evidencia, pero al mismo tiempo, es decir poco. Así pues, la pregunta es: ¿cuáles son las relaciones entre todas estas asociaciones, foros, grupos, clubs y cuál es su importancia real? ¿Se trata de asociaciones meramente consultivas? ¿Tienen algún tipo de jerarquía entre sí? Vamos a intentar responder dentro de los límites de un post.

Vamos a artículos nuestro estudio en cinco partes:

1) Censo de “asociaciones de poder mundial” surgidas en la Segunda Revolución Industrial

2) Censo de “asociaciones de poder mundial” surgidas en la Tercera Revolución Industrial

3) Censo de “foros intergubernamentales”

4) Algunos nuevos y viejos “círculos de influencia”

5) Balance global y líneas surgidas de las reuniones del “poder mundial” en 2023.

1ª parte: CENSO DE “ASOCIACIACIONES DE PODER MUNDIAL” surgidas en la Segunda Revolución Industrial

Es importante establecer que cada “revolución industrial” surgida al calor de la aparición de nuevas tecnologías, genera modificaciones en la estructura de las sociedades y en las concepciones del poder político. En la actualidad estamos viviendo un momento de tránsito de la tercera a la cuarta Revolución Industrial, cuando todavía subsisten prácticas y corporaciones que crecieron y se hicieron omnipotentes durante la Segunda Revolución Industrial. Y esto, como veremos en las conclusiones, define con propiedad al primer grupo de asociaciones de “poder mundial”.

Estas asociaciones no son simples “círculos de socialización de las élites económicas” (como pueden ser, por ejemplo, Skull & Bones, asociación de miembros de la universidad de Yale que hizo verter mucha tinta durante la administración de George W. Bush que, tanto él como su padre, pertenecieron a ella), sino círculos cuyo denominador común es la integración de élites económicas, con élites políticas, y representantes del mundo de la comunicación.

Son decenas, muchas más de lo que generalmente se tiene tendencia a pensar o a recordar. Algunas han tenido fugaces momentos de protagonismo, han estado presentes en los medios y en las crónicas conspiranoicas, para luego desaparecer. Y, sin embargo, siguen existiendo. Otras, en cambio, llevan más de 50 años o incluso 100 años, permanentemente actuando entre sombras. No todas son igualmente importantes, ni tienen los mismos campos de aplicación, pero todas tienen objetivos similares. Intentemos establecer una “cartografía” de todo este entramado.

1. Chatham House

El origen de estas asociaciones es el mundo anglosajón a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX. La razón es clara: ese ambiente geopolítico había protagonizado la irrupción de la Primera y de la Segunda Revolución Industrial y, por tanto, económicamente, era el que tenía unos intereses mundiales más amplios. Así pues, las élites económicas y políticas precisaban articular proyectos, intercambiar información, decidir qué les beneficiaba y qué rechazarían y, por supuesto, a quien entregar su confianza y a quién negarla. La máquina de vapor había aparecido a finales del siglo XVIII y registró una formidable expansión a lo largo de todo el XIX. Cuando aparecen los motores de combustión interna y se generaliza la electricidad, el capitalismo anglosajón tiene ya un siglo de experiencia, por delante de sus competidores europeos, y aparecen las primeras “asociaciones de poder mundial” en ambas orillas del Atlántico.

La figura de Cecil Rhodes fue importante en el arranque de estas asociaciones. Magnate minero y político británico con intereses en África del Sur, fue uno de los teóricos del colonialismo británico. A finales del XIX su empresa dominaba el mercado mundial del diamante. Su proyecto personal era conseguir el dominio británico desde el Cairo hasta el Cabo en Sudáfrica. La base de su proyecto era el racismo más primario que pudiera existir: la raza anglosajona estaba destinada a regir el mundo. Fue considerado como el “arquitecto del apartheid” y aspiraba a formar una “raza de reyes-filósofos”, a partir de las élites económico-intelectuales en el mundo anglosajón, que consiguieran reincorporar a los EEUU al Imperio Británico. Nunca se casó y fue considerado homosexual. Se le atribuye la paternidad de la idea de crear una “sociedad secreta” que extendiera el dominio anglosajón por todo el mundo.  

En 1909 se creó el “movimiento” Round Table (Mesa Redonda) impulsada por los discípulos de lord Milner, uno de los ideólogos de la política exterior inglesa de finales del XIX que había estado ligado a las iniciativas de Rhodes. Milner se rodeó de un grupo de jóvenes “protegidos” por él que fueron llamados “el jardín de infancia de Milner” y que proseguirían la realización de su idea de un imperio británico “federalista” que, finalmente, desembocaría en la creación de la Commonwealth. El líder de este “jardín de infancia” fue Lionel Curtis quien, en 1920, convocó a los participantes ingleses y norteamericanos en la Conferencia de Paz de París de 1919, tras la Primera Guerra Mundial y creó el Royal Institute of International Affairs (RIIA) también conocido como Chatham House.

Esta asociación todavía existe en la actualidad, celebra conferencias con frecuencia en las que el invitado tras pronunciar la charla pública, asiste a una cena en su honor en el curso de la cual es interrogado y examinado sobre sus proyectos, su personalidad y sus posibilidades. Elabora informes globales o sectoriales por iniciativa propia que luego sirve a los distintos organismos de gobierno y asociaciones privadas. En la práctica, la asociación es una antena del ministerio de asuntos exteriores británico. En 1927 se creó la famosa “regla” que rige las reuniones del Instituto y que ha sido adoptada por el resto de “asociaciones del poder mundial”: “En una reunión o parte de ella, los participantes son libres de utilizar la información recibida, pero no puede revelarse ni su identidad ni la afiliación de los ponentes ni de ningún otro participe”. Quien no respeta la regla corre el riesgo de ser expulsado del grupo. Romper la “regla” es condenarse al ostracismo. Se entra en la asociación por invitación que deriva de orígenes y contactos familiares, rol socio-económico y protagonismo político.  

El RIIA ha creado antenas en otros países, especialmente en antiguas colonias británicas: Australia, Canadá, Pakistán, Singapur. Así pues, la asociación, sobre todo, un instrumento de análisis e influencia de las élites económicas británicas.

2. Council on Foreing Relations

Si el RIIA se fundó en 1920, el CFR se creó al año siguiente en Nueva York. El origen fue la ya mencionada reunión de delegados británicos y norteamericanos en la Conferencia de París de 1919. La mayoría de los delegados norteamericanos estaban vinculados al “coronel” Edward Mandel House, y habían asesorado al presidente Woodrow Wilson a lo largo de los años de la Primera Guerra Mundial. Al terminar ésta, el grupo siguió realizando estudios para determinar cómo sería el mundo de la postguerra. Sus informes influyeron decisivamente en las posiciones adoptadas por Wilson en la Conferencia de París. A la vista de los distintos orígenes (los delegados norteamericanos, por supuesto, no compartían las tesis del “jardín de infancia” de Milner, ni los criterios sobre la reintegración de los EEUU en el Imperio Británico), los convocados por Curtis en París optaron amistosamente por crear dos asociaciones diferenciadas, la rama británica sería el RIIA, mientras que la rama estadounidense, sería el CFR.

Las actividades del CFR son muy parecidas a las del RIIA: en ambos casos, además, de facilitar estudios e informes para el gobierno, ambas asociaciones se han convertido en “viveros” de altos cargos ministeriales y administrativos en ambos países. En EEUU, por ejemplo, el 57% de la administración del presidente Johnson procedían del CFR y el 50% en tiempos de JFK. Incluso varios presidentes, antes de serlo, habían presidido comisiones del CFR (Eisenhower, por ejemplo). Está constituido por 250 “miembros corporativos”, necesariamente “ciudadanos estadounidenses”. Hay miembros “vitalicios” (que deben ser propuestos por miembro y avalado por otros tres) y “temporales” (cuya filiación dura solo cinco años y deben tener entre 30 y 36 años, es, por tanto, también una “escuela de cuadros” y de “élites”). Los “vitalicios” están divididos en “asociados”, “afiliados”, “círculo presidencial” y “fundadores”.

Durante la Guerra Fría fue uno de los grupos que facilitaron más cuadros a las distintas administraciones y exaltaron el belicismo antisoviético. Desde su fundación, el CFR se dividió en distintas comisiones (económica, financiera, seguridad, territorial y política) lo que índice sus principales frentes de interés. En la actualidad, el presidente del CFR es David M. Rubenstein, director del Carlyle Group y miembro también de la dirección del Foro Económico Mundial.

Ha alimentado, tanto a administraciones demócratas como republicanas, si bien es cierto que sus preferencias pueden ser definidas con propiedad como “progresistas”, a condición de recordar que, más que “preferencias”, lo que priman son “intereses”. No siempre sus miembros han estado unidos (ni siquiera hoy lo están en relación al conflicto ucraniano, las mayores divisiones se produjeron durante la guerra del Vietnam y, posteriormente, a causa de la acogida o no del destronado Sha de Persia en EEUU): el único elemento que ha facilitado la cohesión entre sus miembros son los “intereses comunes”.

El CFR es, por tanto, un foro pues al servicio de la administración norteamericana que garantiza el que los resortes del poder político serán ocupados por “amigos”, “gentes de confianza” que respetarán y promoverán los intereses de las élites a las que deben el cargo.

3. Club Bildelberg

En 1954, cuando la reconstrucción de Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, estaba casi completada, pero eran los momentos más amenazadores de la Guerra Fría, Jozef Retinger, un polaco exiliado de origen judío, se mostró preocupado por la creciente oleada de antiamericanismo que detectaba en Europa Occidental y propuso la convocatoria de una conferencia que reuniera a representantes europeos y norteamericanos para promover el “atlantismo” y la cooperación en política, economía y defensa. Logró reunir en la primera conferencia de 1954 asistieron 54 representantes europeos de 11 países y otros 11 de los EEUU.

Desde el principio, las reuniones fueron extremadamente secretas y, con el tiempo, el secretismo se ha extendido todavía más: hoy, prácticamente, son impenetrables y solamente se tiene acceso a parte de lo tratado gracias a la información tamizada por la propia organización que elije a los periodistas que deben cubrir el evento. En las últimas conferencias celebradas (Montreux, 2019, Washington 2022 y en estos días en Lisboa) asisten entre 120 y 150 personas: la élite de la élite del mundo de la economía, la política, los negocios, la comunicación y la cultura.

El objetivo declarado sigue siendo el fortalecimiento de la cooperación euro-norteamericana “en la defensad de la paz”, lo que, traducido implica fortalecer el libremercado y los intereses de las élites capitalistas de ambos lados del océano. Sin embargo, la asociación está visiblemente desequilibrada: el “lado europeo” pesa bastante más que el norteamericano: dos tercios, en efecto, proceden de Europa y uno de EEUU. Pero esto no debe engañar: están presentes los representantes de las mayores corporaciones “clásicas” de EEUU. Y, por lo demás, es cierto que las ideas del club influyeron decisivamente en la creación del Mercado Común Europeo (si bien existieron dos fracciones: los que proponían una Europa unificada y los que proponían una Europa federal).

Los miembros del “club” no tienen todos el mismo rango: existe un “Comité Directivo de las Reuniones” que es quien marca la agenda del grupo, establece las invitaciones para las conferencias y constituye su verdadero “centro”. El secretismo llevado hasta el paroxismo, ha hecho que sobre Bildelberg se centren buena parte de las teorías conspirativas que llegan hasta a ver en el grupo un verdadero “gobierno mundial”. Reiteradamente sus miembros han negado todas estas teorías y afirmado que se trata de un círculo de intercambio de opiniones, sondeo de perspectivas de futuro y, por supuesto, es inevitable que, cuando se reúnen miembros de las élites económicas se fragüen acuerdos, negocios, proyectos y se tienda a prácticas comunes.

Por lo demás, lo cierto es que se ha atribuido al Club acciones más importantes que les que, en realidad, les corresponden, fruto de exageraciones conspiranoicas. El objetivo inicial sigue vigente (mantenimiento del eje euro-americano), y, en la medida en que todos los asistentes están vinculados a sistemas democráticos y economías neo-capitalistas, parece lógico que los acuerdos, contactos, resoluciones e informes vayan en la misma dirección, para ampliar intereses, defenderse de riesgos que puedan aparecer y establecer actitudes a adoptar.

4. Comisión Trilateral

David Rockefeller, era en los años 60 un globalista convencido, educado en esta ideología por su padre y, por tanto, había participado en las actividades del CFR (que presidió la organización entre 1949 y 1967, siendo hasta su muerte presidente honorífico), había asistido a todas las reuniones del Club Bildelberg desde su fundación en 1954. Sin embargo, en la década siguiente empezó a mostrar discrepancias tanto con la forma de actuar del club (que según él debía de ser más “intervencionista”) como en las listas de invitados (Rockefeller aspiraba a que miembros japoneses fueran incluidos en el Club. Al no conseguirlo, decidió crear la Comisión Trilateral cuyo inspirador sería Zbigniew Brzezinski que entonces había lanzado un libro que causó impacto en las élites al diseñar algunas líneas que, necesariamente, deberían adoptar las democracias si aspiraban a sobrevivir: La Era Tecnotrónica.

El calificativo “trilateral” alude a los que a principios de los años 70 eran los tres puntales del mundo capitalista: Europa, EEUU y Japón. La novedad de la Comisión Trilateral es, precisamente, el establecimiento de un eje de colaboración con el capitalismo japonés. Entre los miembros de la Trilateral que han llegado a la presidencia figuran: Jimmy Carter, George Bush (padre) y Bill Clinton.

Está formada por menos de 400 miembros, incorporados por rigurosa invitación. A medida que la globalización fue avanzando y que aparecieron otros actores internacionales, la CT ya no se reduce a EEUU, UE y Japón, sino que alude a “tres áreas regionales”: América del Norte (con 120 miembros: 87 estadounidenses, 20 canadienses y 13 mexicanos), Europa (con 170 miembros: 20 alemanes, 18 franceses, 18 italianos, 18 del Reino Unido, 12 españoles y entre 1 y 6 para el resto de países) y área Asia-Pacífico (con 117 miembros: 75 japoneses, 11 coreanos, 7 australianos y neozelandeses, 15 repartidos entre Indonesia, Malacia, Singapur, Tailandia y Filipinas y, finalmente 9 repartidos entre China, Hong Kong y Taiwán). Todos pertenecen al mundo de los negocios, la política y la comunicación.

La organización ha estado siempre dirigida por un “triunvirato” formado por un europeo, un norteamericano y un japonés. En la actualidad, esta dirigida por Jean-Claude Trichet, Meghan O’Sullivan y Akihiko Tanaka.

En la CT se atrincheran los partidarios más fanáticos de la globalización. Desde siempre, su orientación ha sido proclive a actitudes “progresistas” y siempre ha sido sospechosa de tratar de limitar la democracia con distintos subterfugios (ya en 1973, Brzezinsky sostenía la necesidad de desarrollar una fuerte industria del “entertaintment” para distraer a los ciudadanos y sustraerlos de las decisiones políticas importantes que había llevado a la derrota norteamericana en Vietnam).

*    *    *

Como puede comprobarse por estas breves notas, existe entre todas estas asociaciones distintos niveles de “especialización” y de campo de aplicación: el CFR es específicamente norteamericano, el RIIA-Chatham House británico, el Club Bildelberg tiene una vocación decididamente euro-norteamericana y es, por tanto, más amplia que los demás. En cuanto a la Comisión Trilateral puede ser considerada como la quintaesencia de la globalización, el grupo que, en primer lugar, la propuso, pero, con una salvedad que introdujo desde el principio su fundador: globalización sí, pero bajo hegemonía norteamericana.

Llaman la atención varios elementos: en primer lugar, como ya hemos dicho al principio, salvo la Comisión Trilateral que desde el principio no tiene inconveniente en afirmar una línea “ultraprogresista” patroneada por el “clan Rockefeller”, el resto de asociaciones tiene bastante más atenuados sus rasgos ideológicos. Todas ellas han ido cambiando de fisonomía y de objetivos a lo largo del tiempo: si bien la influencia de las corrientes “fabianas” estuvo muy presente tanto en la RIIA como en el CFR, a medida que la Sociedad Fabiana se fue diluyendo y los grupos socialdemócratas fabianos se diluyeron en el seno de sus respectivas naciones, a partir de los años 90, esa influencia -incluso dentro del PSOE-, simplemente, desapareció y lo que quedó fueron algunas dinastías -especialmente norteamericanas- que aspiraban a llevar adelante un programa “gradualista” (inspirado en el fabianismo británico difundido en las élites económicas a través de la London Economic School) de “ingeniería social”. En especial el clan Rockefeller, el clan Vanderbilt y el clan Carnegie (en esencial, los antiguos “barones ladrones” de finales del XIX estadounidense).

En segundo lugar, a pesar de los esfuerzos, especialmente de la Comisión Trilateral, de incorporar a miembros de países no occidentales, lo cierto es que estas asociaciones de poder mundial, están presentes especialmente en Europa y EEUU, con antenas en países de la Commonwealth o en tradicionales aliados de los EEUU desde 1945 (caso de Japón o de Corea del Sur). En el resto del mundo, mantienen contactos simplemente, especialmente con los presidentes de los Bancos nacionales, pero carecen por completo de presencia efectiva. Nacieron en un momento (los primeros años del siglo 20) en el que solamente contaban en el mundo algunos países europeos y EEUU, esto es, los países que protagonizaron los primeros pasos de la Segunda Revolución Industrial. No han sido capaces de incorporar -salvo a personalidades aisladas- a países “emergentes”, ni siquiera a nuevos actores económicos.

Su esperanza fue que los años en los que la globalización pareció imponerse en todo el mundo (entre 1990 y 2001) el entramado de intereses y alianzas haría que las grandes corporaciones occidentales extendieran su sombra por todo el mundo. No calcularon que otros países, otros continentes, nuevos modelos de empresas vinculadas a la Tercera y a la Cuarta Revolución Industrial intentarían defender sus propios intereses.

Esto es lo que hace que, aun en el caso de existir una “conspiración”, esta ya no pueda ser de ninguna manera una “conspiración mundial”. Sería, en el mejor de los casos, una “conspiración” que afectara solamente a una parte del mundo: pero de la otra parte, hoy, parece claro que ya han perdido completamente el control. El proyecto globalizador en el que habían centrado su interés Bildelberg o la Trilateral, está hoy en bancarrota tal como ha evidenciado la decantación de posiciones a raíz del conflicto ucraniano.

CAPÍTULOS

1) Censo de “asociaciones de poder mundial” surgidas en la SegundaRevolución Industrial

2) Censo de “asociaciones de poder mundial” surgidas en la TerceraRevolución Industrial

3) Censo de “foros intergubernamentales”

4) Algunos nuevos y viejos “círculos de influencia”

5) Balance global y líneas surgidas de las reuniones del “poder mundial” en 2023.