sábado, 30 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (62) – ME CANSA LA POLÍTICA


Durante, exactamente, 50 años la política me ha interesado y mucho hasta el punto de condicionar mi vida y entregarla por lo que creía, inicialmente, que era política (lucha, creación, destino), luego resultó que era aventura existencial (con su carga de conflictos y represiones), más tarde rutina y, finalmente, desengaño. Pero lo cierto es que durante medio siglo –que se dice pronto- he leído cotidianamente la prensa, he meditado sobre los sucesos políticos de mi tiempo, he intentado contribuir a encontrar soluciones, para convencerme finalmente de que ni este país tiene remedio, ni aunque lo tuviera la política no es, desde luego, el canal más adecuado para la solución de los problemas acumulados. Esto, aunque parezca más una proclama, es, sin embargo, una queja. Me quejo de que la política me aburre.

La política termina cansando a todos… especialmente a los que no viven de la política. En estos 50 años que he visto y comprobado la política cotidiana, he llegado a una conclusión: lejos de mejorar la vida de las personas, la política tiende a empeorar las circunstancias y la vida de las naciones. Al menos de España. No es de ahora. La política, tal como se la concibe en la actualidad, aparece cuando se retiran las tropas francesas en 1814 y dejan un vacío de poder que cuesta cubrir y que genera los conflictos civiles que van desde 1817 hasta la Restauración. Luego seguirán los conflictos exteriores con nuestra presencia forzada (guerra hispanoamericana) o con nuestra ausencia voluntaria (primera guerra mundial), los conflictos inducidos (guerras marruecas) desde dentro (por la alta burguesía con intereses en la zona) y desde fuera (con Francia que pretendía una posición hegemónica en el Magreb), las experiencias políticas siguientes: restauración, dictadura, república, franquismo, democracia… porque todas son, experiencias frustradas y frustrantes que no han cambiado en nada la apatía de nuestro pueblo, su individualismo, la imposibilidad de construir nada sólido y ambicioso, y han ido degradando cada vez más la vida pública, hasta que hoy, una mínima exigencia de salud mental implica olvidarse, alejarse y permanecer ajeno a la política.

No es que el “stablishment” o alguna conspiración impidan que cambie (que cambien de manera positiva) es que el sentido de la historia de España es el sentido de la decadencia desde hace más de 200 años y el carácter de nuestro pueblo no es de ahora, sino que ya estaba implícito cuando “en nuestros dominios no se ponía el sol”… es decir que, algunos pensaban en el imperio, mientras la mayoría pensaba en sí mismo. Me quejo, claro está, de este sentido de nuestra historia y de que, la sensación generalizada es que no va a cambiar, mientras no suceda una convulsión de tal magnitud que suponga un electroshock comunitario completo y transmutador. Si, ya sé que es imposible vivir de esperanzas y que, quizás lo más duro que puede reconocerse hoy es que nuestro pueblo no tiene remedio. Buscar el shock es buscar la redención y no hay muchas vías para ello. Además no está claro que la redención y rectificación de la trayectoria histórica de nuestro pueblo vaya hacerse por la política: son intelectuales y pensadores los únicos que pueden sentar las bases de nuevos proyectos movilizadores y, de momento, han desertado. La figura del “doctrinario”, del “pensador”, está ausente por completo de la escena intelectual española. Claro está que de esto también me quejo. Nunca ha existido un período en el que la inanición intelectual esté tan presente en España como en nuestros días.

Por eso pasa lo que pasa y sucede lo que sucede: por eso hemos tenido como “presidentes de la democracia” a personalidades de nula envergadura intelectual, verdadero enanos cerebrales incapaces de forjar proyectos y pensar en el futuro. Cuando parecía imposible que el presidente siguiente fuera peor que el anterior, comprobamos que el sucesor no es tan incapaz cómo podíamos pensar, sino mucha más inútil de lo que éramos capaces de intuir. La llegada de Pedro Sánchez es una muestra y las iniciativas que ha tomado lo confirman. De esto ya no me quejo, porque no va conmigo.

Hoy no se puede apoyar a nada ni a nadie sin mantener un mínimo de reservas mentales. Quien crea en una causa o en un fulano y esté convencido de que no le va a fallar y de que a través de una sigla, hay una solución, se equivoca de medio a medio. Quien crea en la capacidad regenerativa de nuestro pueblo, debería desengañarse lo antes posible o la decepción será todavía más amarga a la vuelta de unos años.

Me quejo, en definitiva, de que la política cotidiana es un camino cerrado para construir un futuro para nuestro pueblo. Me quedo con la Gran Política de la que hablara Nietzsche, la que no distingue entre derechas e izquierdas, buenos y malos, monarquía o república, Franco o democracia, sino entre Grandes y Pequeños. Porque sólo los grandes pueden generar la transmutación de todos los valores, que es, a fin de cuentas, lo que hace falta en estos tiempos de miserias ideológicas y, mucho más, en este triste y cuernilarga patria mía.


viernes, 29 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (61) – IDEOLOGÍAS DE GÉNERO


Me quejo de que nuestra civilización vive de todo lo que se ha rechazado en anteriores momentos de la historia. Es como si en este “fin de temporada” en lugar de comprar la ropa en Emporio Armani, o nos vistiéramos de Dolce&Gavanna, lo hiciéramos de ropa de mercadillo o de Humana: tiempo de ideologías de baja calidad y complejidad de botijo. Comemos aquello que hubiera dado náuseas a nuestros antepasados. Respiramos un aire maloliente. En lugar de hijos, tenemos perros y en vez de amigos nos conformamos con “redes sociales”. Más que personalidad, lo que se impone es el “look” (el reflejo distorsionado de nosotros mismos). De todo esto ya habrá ocasión de quejarse, pero la verdad es que he quedado perplejo al saber ayer que Starbuks pagará las operaciones de cambio de sexo de sus empleados. Me quejo de que las iniciativas más absurdas en materia laboral se acojan a la sacrosanta “ideología de género”.

No es que hayan llegado los tiempos del “último hombre” anunciado por Nietzsche, sino es que ahora ya no sabemos si es LGBVT. Pero de lo que no cabe la menor duda es de que, más allá, ya no hay nada. Su entrada en España se produjo con ZP: su figura visible era el prototipo de “hombre sin ideología” (el PSOE renunció primero al marxismo, luego al socialismo y, finalmente, con ZP en La Moncloa, la socialdemocracia reveló ser solamente un sistema de ayuda a la banca en momentos de crisis). ¿Qué iba a proponer? Memeces. Se ha dicho que ZP era masón: era algo peor, era un ser huérfano de ideología. Pero, dado que era necesario arropar la gestión del poder con algún programa, ZP lo encontró no en Marx, ni en los clásicos de la izquierda de toda la vida, sino en El Correo de la UNESCO. Es ahí en donde se encuentra el foco originario de la “ideología de género” y de todos los residuos y lepras de la modernidad.

La UNESCO es una entidad extraña y estrafalaria. En primer lugar, no es lo que se tienden a pensar (una “organización internacional de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) que depende de sus naciones miembros. Pero no es eso, ni remotamente. El chow de declarar tal o cual paraje, tradición o monumento “patrimonio de la humanidad” es muy secundaria en relación al aporte principal: la definición de las reglas morales y éticas de un Nuevo Orden Mundial… que vive de todo lo que antes se había rechazado. La UNESCO no depende de los Estados que la financian, sino que es patrimonio de una secta de funcionarios que se autorreproducen y a partir de los que irradian las nuevas orientaciones “culturales” para todo el planeta.

La naturaleza es simple y busca los caminos más: masculino-femenino, división de funciones, especialización, reproducción, persistencia de la especie. Así de simple. Todo ello tiene utilidad social. Queda determinado por la naturaleza. Pero el problema de las ideologías de género es que niegan las exigencias del propio cuerpo y de la especie. La noción de “normalidad” queda abolida y se sustituye por un espacio borroso en el que entre los polos extremos, masculino y femenino, existen cada vez más eslabones intermedios susceptibles de combinarse de las formas más caprichosas posibles. Las ideologías de género aplican el principio de “libertad, igualdad, fraternidad” y nos dicen que todo esto es “normal”. Y una cosa es la “normalidad” y otra la funcionalidad de una orientación sexual. En tanto que ser biológico, la reproducción solamente puede ser asumida por el par hombre-mujer. El resto son sucedáneos. De lo que me quejo es de la moralidad o no de tales combinaciones, ni siquiera de que sean más o menos excéntricas, sino de que estén en situación de igualdad con la única combinación hombre-mujer que puede garantizar la supervivencia de la especie y que vehiculiza su instinto de reproducción. Porque otra cosa es la sexualidad: la sexualidad afecta a dos personas. Como si te lo haces con un pollo o con una merluz@. A mí qué diablos me importa tus hábitos sexuales. A mí que me importa tus preferencias. ¿Todo “vale”? Será así… pero solo una variedad “sirve” para la supervivencia de la especie.

En cuanto a Starbuks podría tratar de mejorar su aguachirri y sus precios, en lugar de hacer propaganda de que están a favor de los cambios de sexo (¿a que si se les llama “castración” varía la consideración de este concepto?). Benetton ya probó publicidad agresiva similar. Es simplemente un recurso publicitario que responde a la moda irradiada desde el “centro” (UNESCO). Así que el que quiera cambiar de sexo por la patilla, ya sabe, a servir aguachirri en Starbuks. De eso, más que quejarme, es que clamo…

jueves, 28 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (60) – PATRIOTISMO FUTBOLERO


Cada vez que se inicia un mundial de fútbol o algún equipo español logra algún éxito en competiciones internacionales, parece como si el patriotismo se reavivara y, salvo los raritos de siempre, se formara piña en torno a la selección española o al deportista de turno. No es malo que así sea, pero de lo que me quejo no es de eso, sino de que solamente el patriotismo se ponga de manifiesto con ocasión de eventos deportivos. Me quejo del patriotismo futbolero que ni es patriotismo, sino que no pasa de ser una forma modulada de hooliganismo que afecta, no al equipo de una ciudad, sino al de un Estado. Y en eso se queda. Y de eso me quejo.

Creo que hay sobredosis de fútbol. Creo que el fútbol es una cobertura al nihilismo (una más), una tapadera que evita ver lo insustancial de la vida moderna y una especie de estupefaciente de masas. Y lo dice alguien que en su juventud jugaba en el equipo del cole y era un afamado y veloz extremo-izquierda. Porque lo interesante de un deporte es practicarlo. Ver jugar un partido de tenis puede resultar un ejercicio de cuello, pero nunca será tan excitante como jugarlo. La competición es para los competidores competitivos. Sólo que en el último siglo se ha convertido en una forma de ocio. Y no, los juegos olímpicos de la antigüedad tenían tanto que ver con el deporte moderno, como la alquimia o la magia pueden tenerlo con la química o con la física de nuestros días.

Que guste ver el fútbol es una cosa, que su omnipresencia responde a unas necesidades muy concretas de la actual ordenación político-económico del mundo es otra que, por lo demás, nos parece innegable. Y en cuanto a las pasiones desatadas por el fútbol, son desde todo punto de vista, extemporáneas, especialmente cuando en algunos equipos relacionados con tal o cual provincia, están compuestos por gentes que solamente pisaron ese lugar cuando fueron contratados. Lejanos están los tiempos en que los clubes recurrían –como sería normal- a la cantera.

En España, además, la liga profesional de fútbol es la más fuerte del mundo… lo que inmediatamente remite al hecho de que el Estado Español es el que precisa a unos ciudadanos más despreocupados por la cosa pública, de espaldas a la triste realidad que les rodea y sempiternamente preocupados por la evolución de “su” equipo. No me voy a quejar de que muchos jugadores son perfectos tontorrones que cobran sueldos inmerecidos por algo que debería de haberse convertido en un trabajo “profesional”. Es demasiado tópico pensar que un ingeniero de sistemas o un cirujano de urgencias cobran salarios mezquinos comparados con el dinero que mueve la liga profesional de fútbol. Sin olvidar que millones de niños africanos quienes jugar a fútbol, no para divertirse, sino para convertirse en los nuevos Samuel Etoo, o Zinedine Zidan, otro motivo para venirse a Europa que nunca termina de tener el aforo completo.

Espero que gane España en el mundial, claro está. Pero si no gana, no me llevaré un berrinche, de la misma  forma que si ganara, cuando ganó, tampoco vería aumentado mi patriotismo. No creo que masas en la calle desatadas  por el fútbol puedan considerarse un fenómeno político en apoyo de tal o cual tendencia: ni preocupan en exceso los fanáticos del Barça cuando creen que su estadio ya es “territorio independiente de la repúblicatalana”, ni los obsesos de la selección española que reducen el patriotismo a los 90 minutos de un encuentro. El patriotismo es otra cosa mucho más profunda, más auténtica, menos mediatizada y más esencial. Y ese patriotismo está hoy casi ausente en España.

De hecho, cuando al “patriotismo” se le añade algún concepto queda desvalorizado: es lo que le ocurre al “patriotismo constitucional” del que hablara Aznar o del “patriotismo futbolero” tan presente en España y que la prensa quiere ligar con alfileres a la “extrema-derecha”. Es un fenómeno primitivo de masas. Nada más. Superficial e irrelevante. Lo más triste, y de lo que en realidad me quejo, es de que el patriotismo ha quedado reducido a esto. El 95% de los hooligans que se manifiestan a favor de “la roja”, lo ignoran todo sobre su propia patria, sobre su historia, sobre sus raíces. ¿Qué patriotismo ni qué gaitas? Espectáculo de masas y punto. De eso me quejo.

miércoles, 27 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (59) – CUBATAS DE PUTA PENA


¿Alcohol? Con moderación. Eso lo primero. Y por dos motivos: primero porque uno no puede abusar de lo bueno con el problema de que se convierta en rutinario; en segundo lugar porque la tolerancia del cuerpo al alcohol se va reajustando es como una “campana de Gauss”: si a los 20 años con dos cubatas ibas que te matabas, a los 40 seguramente resistías cuatro, pero a los 60 vuelve otra vez a los dos o el cuerpo te lo demandará. Es triste, pero es así. Claro que puedes aguantar mucho más, pero ¿para qué forzar al organismo a ritmos que no son los suyos? No me voy a quejar de que a la vista de mi edad, he reducido al mínimo el consumo de cubatas y solamente lo hago en ocasiones. He optado por no tomar cubatas en lugares que no conozco: suelen ser decepcionantes, incluso en los lugares en donde en otro tiempo eran aceptables. Y de eso si que me quejo.

La economía, contrariamente a lo que creen los legos en la materia, es más simple que el mecanismo de un biberón: para salir adelante se trata de ir reajustando precios según la oferta y la demanda, ahí está todo el misterio. Hoy, en tiempos de crisis mantenida y sempiterna, lo que no pueden hacer los pubs y bares es subir el precio de los cubatas, así que tienen a su alcance dos recursos económicos: o bien bajan la calidad del producto o bien disminuyen la dosis servida, de tal manera que puedan prolongar la vida de cada botella de ron. Lo primero favorece que se sirvan cubatas con rones miserables, seguramente fabricados en China o por ahí. Lo segundo es todavía más perverso: cuando te sirven la copa y ves la cantidad de ron que vierten, compruebas la mezquindad de ciertas concepciones económicas incompatibles con el estilo de vida dionisíaco.

Hubo un tiempo en el que se utilizaba para engañar la vista, el vaso de tubo con cubitos de hielo de un calibre que incluso un dedal de ron parecía alcanzar la mitad del vaso. Hoy el truco está demasiado utilizado como para que siga siendo eficaz. Así mismo el relleno de botellas de marca con ron baratillo ha caído también en desuso. Hoy se tiende al minimalismo: cañas de un euro que se pierden entre las caries y dosis de ron que ni siquiera atenúan el dulzor de la cola. En un país en el que todo falla como España, ni siquiera el cubata podía resistirse al apocalipsis generalizado. Incluso los nanos que van de botellón, eligen el ron más barato y la coca de marca blanca para ahorrar unos euracos: la resaca es –hay que advertirlo- mayor, cuanto menor es la calidad. Y aunque, ciertamente, la ventaja de una resaca es que puede conducir directamente a la abstinencia de alcohol de por vida, yo recomendaría evitarla.

Hay distintas técnicas para preparar un buen cubata. Os explico la mía que, de paso, os recomiendo: primero de todo, buenos materiales. ¿El hielo? Importante: con agua que sea de buena calidad. Cuidado con los cubitos de hielo de agua del grifo clorada y con lejía. Se trata de que el resultado final priorice el sabor a ron, no a cubo de limpiar suelos. ¿Cubitos de hielo? Yo los desaconsejo: pero si no hay más remedio, poned suficientes para que se enfríe no solamente los líquidos, sino el mismo vaso (es buena política hacer girar con el dedo los cubitos dentro del vaso para bajar la temperatura del vidrio). Si tenéis ocasión machacad el hielo a martillazo limpio o con el triturador. Pilé que le dicen. ¿El Ron? Que sea del Caribe: me quedo con el de la Martinica, el dominicano, el cubano. Evitar rones añejos: son para disfrutarlos a palo seco no en cóctel. Los jóvenes y de buenas marcas, son los más adecuados. ¿Angostura? No hace daño pero es prescindible y si recurrís a ella, sólo unas gotas. ¿Limón? Jamás de los jamases. Desconfiad de la profesionalidad de quien os sirva un cubata con limón: El azúcar de la cola combina mucho mejor con naranja, antes que con la acidez del limón. ¿Proporciones? A tu gusto, pero lo esencial es que se note el ron, que es, a fin de cuentas, lo que da vida al combinado. ¿La cola? Cuantas menos mejor. Primero siempre el ron (hasta la mitad del vaso... hay pilé, así que es mucho menos de lo que parece) y luego la cola. ¿Moverlo? Sin pasarse. ¿Degustarlo? Rápido o de lo contrario el pilé se convertirá en agua y el combinado perderá fuerza. ¿Acompañamiento? Ni tapas, ni embutidos. ¿Actitud mental? Concentrarse en los tragos. Antes de cinco minutos debería desaparecer o de lo contrario los componentes se os degradarán en la copa. Hay otros cubatas, pero éste es el mío y el que os recomiendo.

Un cubata es un regalo. No puede convertirse en un hábito o en una rutina cotidiana. Me quejo de que algunos amigos están en el otro barrio por haberlo tomado como hábito acaparador. Es un regalo que nos hacemos nosotros mismos a nosotros y a la gente que apreciamos. Y de lo que me quejo es de que algo que puede estar próximo a lo sublime, se vea degradado por hosteleros amateurs. Me quejo de que se le aplique al cubata del bar de la esquina las leyes de la economía y no la búsqueda de la perfección.

martes, 26 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (58) – LA EDUCACIÓN DE LOS PEQUEÑOS


Hoy, quienes verdaderamente merecen una Laureada de San Fernando en España son los padres. No hay acto más heroico en la sociedad española de 2018 que el desear tener conscientemente hijos y estar dispuestos a educarlos. No me voy a quejar de que los héroes siempre son una minoría, ni que la imagen de los padres empieza a ser una especie en vías de extinción (Cataluña es una de las zonas del planeta en donde la natalidad está más baja, a pesar de la aportación de 1.500.000 inmigrantes en los últimos 20 años y, ni aún así). De lo que me voy a quejar es de que nadie parece haber enseñado a los padres a educar a sus hijos.

Si alguien pretende superar a la familia como “célula base de la sociedad”, lo tiene claro. El inevitable fracaso de los “nuevos modelos familiares” degradará la vida comunitaria al nivel de “tribu” en su acepción africana: es decir, donde no existen familias estables y, por tanto, no existe la posibilidad de educar a los hijos en el seno de la familia, siendo encargada “la tribu” de hacerlo a través de alguna institución interpuesta creada al efecto. La familia, habrá que recordarlo, es una institución extendida en todo el universo indo-europeo, mientras que la “tribu” –al menos la forma a la que nos dirigimos- es fundamentalmente africana. Hay que ir con cuidado con los experimentos de “fusión” y “mestizaje” porque nunca sitúan su resultado en un nivel intermedio, sino inferior a las dos partes. Haga fusión entre Beethoven y el rap y lo que tendrá será un producto infumable.

No nos desviemos. La ruptura entre las generaciones fue en los años 60 el primer problema con el que se encontró la educación de los hijos. Esta ruptura se debió a los cambios rápidos de civilización: los padres ya no comprendían el mundo de sus hijos, ni tampoco podían dedicarles mucho tiempo a su educación porque, tras la segunda guerra mundial, con la incorporación de la mujer al mundo laboral, quedó abolida la división de funciones en el seno de la familia. Los padres encargaban –como se había hecho, más o menos, siempre- a los abuelos el cuidado de sus hijos. A mediados de los años 70 se impusieron los métodos de educación antiautoritarios. Fue un error y de ese error me quejo como de que no aparezcan pedagogos capaces de proponer una marcha atrás.

Los padres intentan hoy ser “amigos de los hijos”, intentan razonarles, no imponerles criterios autoritarios, no gritarles ni darles órdenes, tratar de convencerlos de que hagan o coman esto o aquello… Lo he visto en innumerables ocasiones –soy abuelo, así que sé de lo que hablo- en parques públicos, en transportes, en locales: cualquier cosa antes de ordenarles o imponerles algo. ¿No quieren comer? ¡Que le vamos a hacer! ¡lo hemos intentado! Cualquier cosa antes que hacer algo que contravenga la voluntad del pequeño y si se trata de torcer esa voluntad que sea mediante el convencimiento racional…

Lo que es la ignorancia: hasta los 7 años el cerebro del niño no está completamente formado. Hasta esa edad carece de “uso de razón”, por tanto, todo lo que sea razonar con él, es completamente inútil. El niño se mueve por impulsos, instintos, no por razonamientos. Por tanto, todos los padres que antes de esa edad quieren “razonar” con sus hijos es como si lo hicieran con una pared. El niño ni lo entiende, ni lo retiene. Antes de esa edad lo que hay que enseñarles son “dinámicas”: la de comer, la de jugar, la de ordenar lo que ha desordenado, la de hacer sus necesidades y mantener higiene personal, la socialización con otros niños, valorar y adiestrarle en los “buenos instintos” y enseñarle lo que es “malo” y que no deberá hacer nunca. No es importante que comprenda los motivos, sino habituarlo a esa dinámica. Será a partir del momento en que tenga “uso de razón” cuando habrá que hacerle entender los motivos. Antes es inútil. Y es justamente la tendencia que sigue la educación moderna en el seno de la familia. ¿El resultado? Que los niños no aprenden dinámicas sino a moverse por impulsos adquiridos cuando eran los “reyes de la casa” y su voluntad era ley. Es así como tenemos desde hace unas décadas a pequeños dictadores y no a hombres y mujeres dignos de tal nombre de tamaño pequeño…

Me quejo de que hay algo todavía peor que la caída de las tasas de natalidad. Me quejo de que una gran parte de los padres tratan de razonar con niños de año y medio o tres años, como si se tratara de premios Nobel. En otras palabras: me quejo de que no saben educar a sus hijos. Me quejo de que uno de los frentes en donde la crisis social del siglo XXI es más estridente y grave es en la educación, incluida la educación en el seno de la familia.

lunes, 25 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (57) – DIETAS MILAGROSAS


Resulta inevitable que todos, en un momento de nuestra vida, nos topemos con el mundo de las dietas. No me quejo de esto sino de que nadie es capaz de afirmar qué dieta es mejor e incluso si hay alguna que funcione. De eso me quejo exactamente.

No estoy dispuesto a hacer más gimnasia que la que supone nadar y andar, nada de levantar hierro, nada de romperse el culo a lomos de una bici y, por supuesto, nada de jogging. Seamos serios: levantar hierro, antes o después, por muchos “personal trainers” que se contraten, termina afectando a la osamenta. El cuerpo humano no ha sido hecho para ejercer como montacargas, así que las articulaciones, antes o después, empiezan a resentirse. No digamos si uno se cicla a base de bien. En cuanto a la bici es uno de los deportes más ingratos que uno puede practicar, en el que las hemorroides están garantizadas y no compensan la quema de grasas. Ciertamente no hay ningún ciclista gordo y resulta violento preguntarles por la salud de su ano.

¿Correr? Mal asunto. Desde que Patanjali redactó los Yogasutras, el mundo ario es perfectamente consciente de que si uno quiere prolongar la vida, simplemente, debe protegerse del peor enemigo: el “mercurio” del que nos hablaban los viejos alquimistas, ese elemento que no vemos, que nos rodea, que están en torno a nosotros, penetra en nosotros, y nos mata, esto es, el oxígeno que respiramos que, nos da vida… y, de paso, nos la roba oxidando las células. Cuanto más forzadamente respire, sepa que más acortará su vida. Lo que recomendaba Patanjali es… no respirar, o dicho de otra manera, reducir al máximo los ritmos respiratorios con el consiguiente efecto de atenuar la oxidación celular. Para eso (y sólo para eso) sirve el Yoga.

¿Quiere estar en forma? Ande y nade, deportes en los que el cuerpo no encuentra excesiva resistencia, facilitan la circulación y, en el caso de la natación, siempre en el mar, nunca en piscina: ¿y los que viven en el interior? Cambien la natación por las altas cumbres, solamente en las montañas se respira tanto y tan bien como rodeado de agua marina. La Gimnasia Sueca es otra alternativa.

Un amigo, profesor de educación física, me decir hace unos años: “¿Quieres adelgazar? No comas”. Entonces dudaba porque al no haber practicado ninguna dieta milagrosa, ignoraba sus efectos. Ahora, con algo más de experiencia en el asunto puedo decir que, efectivamente, los ayunos son algo que la humanidad ha hecho siempre, utilizando excusas religiosas: pero sería absurdo pensar que durante 2000 años se ha respetado la cuaresma, el ayuno como penitencia y la abstinencia en determinados períodos del año o antes de recibir la comunión, si algo de todo esto fuera perjudicial para la salud. Así pues, el mejor régimen es no comer, que, de paso, sirve también para domar la voluntad, el deseo y el impulso primario a la supervivencia evitando ponerse como el Tenazas.

Pregunté al médico de cabecera de la Seguridad Social si me podía recomendar alguna dieta o si existía en el sistema algún servicio de recomendaciones dietéticas y alimentarias. En absoluto, solamente para obesidad mórbida. Es evidente que la obesidad morbida está cada vez más presente en Europa Occidental, pero aún más generalizado está el problema de gente que pesa 10, 20, 30 kilos más de lo que debería y ningún organismo del Estado consideran necesario orientarlo.

¿Dietas? 1) Ninguna funciona tal como dice, 2) Es cuestionable que tengan base científica, 3) Cada uno se basa en aspectos parciales, nunca en la contemplación de la totalidad del ser humano, 4) Todas se practican tarde, cuando ganar peso es fácil y perderlo muy difícil, 5) Son contradictorias entre sí, por tanto acientíficas, 6) son productos comerciales bajo copyright, por tanto se promocionan con publicidad engañosa, 7) cuando se interrumpen se produce el efecto rebote. En conclusión: mucho esfuerzo, mucho sacrificio para alcanzar lo que se lograría simplemente practicando ayuno y abstinencia periódicamente… que es, a fin de cuentas, lo que recomendaba la religión mayoritaria en nuestro ámbito cultural. Me quejo de todo esto, claro está.

¿Alguna recomendación? Sanos hábitos de vida durante toda la vida. Seguir el “camino medio”, ni una austeridad eremítica, ni una glotonería oriental. Dominan cualquier forma de apetito antes de que te domine. Y a partir de los 50 nunca te regales dos fiestorros al mes. Anda y/o nada. El resto depende de tu genética.


domingo, 24 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (56) – SAN JUAN PETARDERO


Está bien eso de celebrar el solsticio de verano, uno de los dos “Juanes” del año que constituyen con la festividad de San Juan Bautista, las dos “puerta solsticiales”. Así que no me voy a quejar de que la festividad se celebre hasta altas horas de la noche mediante fuegos. Es más, es de los últimos restos de nuestro pasado ancestral al que todavía le queda algún detalle de las celebraciones tradicionales. De lo que me quejo es de los petardos. Chinos tenían que ser. De ellos y de la inconsecuencia de los ayuntamientos.

Porque, no me negarán que tiene gracia que los ayuntamientos, siempre en previsión de que pudieran provocarse desgracias, obligan a los vendedores de petardos a establecer pequeños garitos en lugares más o menos aislados, por si se produjera alguna desgracia. En Alicante conocí a alguna de las últimas fábricas españolas de material pirotécnico: una de ellas –juro que no tuve nada que ver– estalló a poco de visitarla. No ocurrió nada salvo que los que estaban dentro quedaron ligeramente chamuscados. Aquellos locales –oh, maravilla de maravillas– están diseñados de tal manera que si se produce una deflagración por cualquier motivo, el techo salta con lo que los efectos de la explosión se atenúan. Es bueno que esto sea así y que los puestos de venta de material pirotécnico estén en lugares seguros. No me voy a quejar de nada de todo esto, claro está.

Donde me llama la atención –y he ahí mi protesta– es que esos mismos ayuntamientos que tanto cuidado se toman en velar por nuestra seguridad, luego, una vez el petardo sea vendido, renuncien a cualquier tipo de normativa para su uso. Porque el petardo es peligroso –y ciertamente tiene un nivel de peligrosidad, especialmente si está manejado por catetos, porreros, chavales sin uso de razón, cretinos, fauna particularmente abundante o, simplemente, colgados– un arma que puede causar daños. Y eso es lo que no está en absoluto regulado. Cualquier menor de edad que ni siquiera tiene “uso de razón”, puede lanzar los petardos que papá y mamá le han comprado solícitos, en donde le dé la gana y como quiera, sin la más mínima restricción. Los cohetes pueden lanzarse desde no importa dónde por mucho que es relativamente frecuente que se desvíen o que se lancen mal y en lugar de emprender una trayectoria vertical, lo hagan con una inclinación superior a los 45º. Milagro si cada noche de San Juan, no hay más ingresos en urgencias (y, desde luego, cada año, la cifra de ingresados es mayor).

Debió ser había el 1997, quizás el 98, en Barcelona fue terrible. Una empresa de Hospitalet del Llobregat había comercializado un nuevo producto llegado de China: “el Superchupinazo”. Supongo que no debieron ser chinos los que le atribuyeron este nombre castigo, sino el cerebro del importador. El problema es que todo lo fabricado en China falla más que una escopeta de feria y hoy entre el 85 y el 90% de la pirotecnia que se consume en España procede del dragón asiático. “El Superchupinazo” causó centenar  y medio de heridos graves, algunos con amputación de mano y/o pérdida de dedos y el consiguiente proceso judicial.

En algunas zonas del Ensanche en las que viví, a finales de los 80 y principios de los 90, era imposible salir a la calle entre las 22:00 y las 24:00 de la noche. Era el momento en el que se prendían las hogueras y había euforia, entre otras cosas, porque los primeros despuntes de la globalización habían generado la llegada masiva de pirotecnia china con la consiguiente bajada general de precios. Era imposible estar por las calles con la seguridad de regresar indemne a casa. No sé si hoy eso seguirá así o habrá empeorado. Ni siquiera me interesa.

El olor a pólvora embriaga. Lo saben todos los que han manejado un arma. Sin embargo, la pólvora china solamente sirve para hacer ruido. Ni embriaga, ni enerva: ensordece. Es como los piñones llegados de China o como los ajos chinos: tienen forma de ajo, los venden como ajo pero ni saben a ajo ni se comportan en los guisos como tales. Me quejo de que China está contribuyendo a hacer polvo nuestra hostelería, nuestra alimentación, nuestra vida cotidiana con sus Todo a 1 euro inservibles e incluso uno de las dos “Puertas Solsticiales”. Es la globalización… otra más de sus delicias.

sábado, 23 de junio de 2018

365 QUEJAS (55) PULGAS, PRESERVATIVOS Y BASURA EN LAS PLAYAS


La temporada de playa dura para algunos ayuntamientos desde San Juan hasta el día 1 de septiembre. Todo lo que ocurra antes y después de esas fechas parece como si no fuera con ellos. Ni banderas verdes-amarillas-rojas, ni socorristas, ni desinfección de las playas, ni colocación de cubos de basura, ni limpieza de las arenas… con lo que si uno tiene el valor de ir antes o después de esas fechas puede pisar una mierda de perro, encontrarse un preservativo (siempre usado), verse asaltado por las pulgas que han abandonado al perro de antes, pisar embases de cualquier tipo o, simplemente, ver acumulaciones de basura. Me quejo de que ese es el pan de cada día en playas catalanas, cuando todavía no se ha abierto la temporada turística.

El problema es que los ayuntamientos procuran contener gastos. Eso está bien. De hecho, estas instituciones figuraban entre las más faraónicas de este país y son, en buena medida, responsables del billón de déficit acumulado (sin querer, por supuesto, quitar mérito a las comunidades autónomas que han hecho del despilfarro la forma de enriquecer a sus clases políticas y de mantener su clientelismo). Y cuando los ayuntamientos contienen el gasto, por algún motivo, el perjudicado directamente es el ciudadano. Los pocos recursos que tienen deben concentrarse en los momentos de mayor acumulación de visitantes y cuando el turismo como las moscas revolotean en torno al panal de rica miel. Me quejo –de hecho ya me he quejado- de que el ciudadano, en esta España situada en la periferia europea y convertida en país de servicios, vive más para el turista que para el nativo.

Las playas aparecen abandonadas fuera del período turístico: no hace mucho aquí hubo una epidemia de medusas. Nadie hizo nada para alertar, ni mucho menos para retirarlas. Anteayer, a menos de veinte kilómetros se había visto a un tiburoncillo en la zona de Mataró (o al menos eso publicó la prensa). En las playas lindantes no había ningún cartel. Sin olvidar que, dado que buena parte del turismo que captamos pertenece a la franja de “miserable”, tienen cierta tendencia a dormir en las playas, dejar allí su basura. Claro está que también hay legiones de autóctonos que optan por fumarse el porrito de rigor en la playa o agarrar la melopea sobre la arena. Al menos allí se puede vomitar bien.  De esto no es que me queje, es que lo doy por inevitable y anormalmente-normal.

Pegarse el lote en la playa ha sido un clásico de nuestros años jóvenes, así que no me voy a quejar de que esa práctica siga en vigor. Pero, coño, rematar la faena sobre las arenas –hay que advertir- siempre ha sido equivalente a “echar arena en los cojinetes”. Algo que, por placentero que sea, termina siendo incómodo porque siempre aparecen granos de arena en los lugares más inesperados. Y luego está la mala costumbre de deshacerse del preservativo en el mismo lugar que se ha utilizado. ¿Quién no ha nadado y, de repente, ha notado que se había tomado con una goma irrecicable?

Bien, aceptemos que el turismo es el destino de España y que esto va a durar hasta el fin de los tiempos, aceptemos que las arenas de la Costa Dálmata son diferentes y sus playas parecen empedradas, creamos que el Sol sea el gran atractivo de España (por mucho que los melanomas pongan el contrapunto), digo yo si no sería cuestión de cuidar un poco más las playas y no solamente en los dos meses turísticos por excelencia, sino a lo largo de todo el año?

Me gustaría saber porqué los perros pueden orinar, defecar y depositar sus pulgas diez meses al año y solamente en dos deben abstenerse. Me gustaría saber por qué los cubos de basura solamente deben estar presentes esos dos meses y retirarse los otros diez. Y, ya puestos, me gustaría saber porque en meses como mayo, junio, septiembre u octubre, en donde aún puede uno practicar natación, uno debe coquetear con medusas, nadar entre preservativos o decidir qué está más sucio, si las arenas o el mar.

Claro está que los ayuntamientos no están dispuestos a hacer nada más. Se han gastado la pasta, así que olvidarse de ellos y rezad para que no inventen más impuestos. Pero lo que podría pedirse a la sociedad es algo más de civismo. No se pueden impedir las plagas de medusas pero si la basura y las pulgas. De eso me quejo.



viernes, 22 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (54) – PUBLICIDAD TELEFÓNICA


Menos mal que nuestra privacidad está garantizada gracias a una legislación serie y rigurosa, aprobada en ese foro tan serio y competente que es el Parlamento Español, expresión de la soberanía popular… Ironizo, claro está, nuestro parlamento es tan competente para legislar como inútil puede ser la primera rebanada de pan Bimbo. De todas formas no me quejo de que el parlamento sea, como su nombre indica, el “lugar donde se habla”, pero donde no se resuelve nada y que darle a la churrera de las leyes es lo que justifica los estipendios presentes y futuros recibidos por los parlamentarios, sino del uso que se hace de esos datos sobre nosotros, que están protegidos por no sé cuántas leyes.

Porque de lo que me quejo es de que suene el teléfono fijo o el móvil y sea para venderme cualquier producto que no me interesa. O simplemente para colocarme publicidad engañosa o, incluso para ser un número “malicioso” que encubre, simplemente, una estafa. Estoy literalmente harto de que se interrumpa mi tranquilidad hogareña, la lectura de un libro, mi trabajo, el visionado de una película o simplemente esos momentos de dolce fare niente, por una llamada inoportuna y siempre molesta.

He optado por desconectar el teléfono fijo que sigue estando en casa simplemente porque necesito una conexión a Internet. Al menos en la red, cuando algo no te interesa, simplemente aprietas el “delete” y ahí termina la molestia. La culpa, claro está esta de los pomposamente llamados “call centers”, uno de esos monstruos basados en la explotación de sufridos chavales que venden productos que no les interesan a un personal que no los ha pedido. Lo siendo por ellos: antes, cuando respondía a estas llamadas, procuraba ser educado y explicarles que su producto no me interesaba. Ahora, simplemente, cuelgo. Creo que es lo más honesto y que demuestra someramente mi estado de ánimo: claro está que uno podría desahogarse, decirles de todo, pedir que te pasen con el encargado del “call center”, exigir aclaraciones sobre cómo han tenido mi nombre y mi teléfono y amenazarles con todos los castigos divinos y humanos, acogiéndome a no sé qué ley de protección de datos y con vernos en un proceso judicial… ¿para qué? ¿Para causar un berrinche al pobre chaval o el “migrante” que  intenta llevar una vida honesta y que empieza a ver que en España no atan los perros con longaniza o que se gana más viviendo de subsidios y caridad pública que trabajando en estos empleos de mierda? No vale la pena.

La insistencia de los call centers es uno de esos temas en los que uno ve que no hay remedio. Hasta que no inventen un sistema de telepatía para colocarnos publicidad, lo mejor es prescindir del móvil y no alterarse cuando te dicen aquello de “le estamos ofertando una promoción de…”. Se cuelga y a otra cosa.

No me voy a quejar, por una vez, solamente de la molestia que experimento cada vez que interrumpen mi privacidad con algo que no he pedido. Tampoco voy a caer en la falsa esperanza de que existe una ley que impide todos estos abusos (si existe ¿por qué ningún servicio de seguridad del Estado se preocupa de que se cumpla ley?) y una justicia (lenta, ciega, sorda y muda) para recurrir. Si alguien cree que todo esto sirve para algo, ánimo y allá usted… Me voy a quejar por todos estos empleados mal pagados que una ITT desalmada ha enviado a un call center, como si se tratara de un “trabajo estable” y que les han prometido ir a comisión. Me quejo de estos “call centers” situados no solamente en España, sino en Argentina, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México o República Dominicana, que aplican sin saberlo una teoría matemática (la “teorías de colas”): llamadas masivas, para obtener respuestas económicamente significativas. 

Me quejo de un sistema que considera “trabajo” el generar molestias y que extrae de millones de molestias un beneficio tangible: o como el capitalismo moderno ha convertido las molestias en negocio.

jueves, 21 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (53) TE VAN A PRIVATIZAR LOS GALLUMBOS


Tengo una buena relación con la oficina de Correos de mi pueblo. Solo hay dos personas: la que está en la oficina y la que distribuye correos por la calle. Es una empresa pública: Correos y Telégrafos de España… No nos hemos dado cuenta pero el gobierno la está privatizando poquito a poco. Si no se ha privatizado ya es porque las compañías que lo quieren comprar exigen que la empresa esté “saneada”. Pero, no nos engañemos, desde 2001 se están dando pasos en esa dirección. Me quejo de que la oficina de correos de mi pueblo (3.000 habitantes) corre el riesgo de ser cerrada en los próximos meses.

La idea de privatizar no sería tan mala, de no ser porque conocemos lo que viene luego: de la “empresa pública” entendida como un SERVICIO A LA COMUNIDAD (un servicio necesario que, aunque no sea rentable el Estado la asume como necesario), se pasa a la “empresa privatizada” entendida como NEGOCIO en un sector necesario para la comunidad. Tal es la distancia entre una economía social y una economía ultraliberal. Y de eso también me quejo.

Se privatizó CAMPSA y se nos dijo: “es para abaratar los precios gracias a la ley de la oferta y la demanda”. Pero los precios son prácticamente iguales en todas las compañías y los aumentos que han duplicado el precio de la gasolina es el único resultado de la privatización. ¿RENFE? Se está privatizando a trozos. Del antiguo INI no queda nada desde el período de Felipe González: sí, porque el socialismo inició la fiebre de las privatizaciones totales (SEAT y ENASA) y parciales (Endesa, Repsol, Argentaria, Telefónica…). Aznar continuó con lo que quedaba de algunas de estas empresas (Endesa, Telefónica, Repsol) y liquidó otras: Tabacalera. Zapatero inició la privatización de los aeropuertos pero le faltó tiempo y mano izquierda para vender como pretendía la joya de la corona: Loterías y Apuestas del Estado. Escarbando lo que  quedaba, Rajoy tiró hacia Paradores Nacionales, Correos, Puertos del Estado, con privatizaciones “parciales” para evitar rebotes y generar alarma social… y tras sondear cómo hacer lo de Loterías, lo dejó en punto muerto. En Perú el “chinito Fujimori” privatizó hasta los edificios de los Ministerios. Así que allí el gobierno está de alquiler. No ha habido mejoras sustanciales en los servicios, ni en España, ni en ningún otro país.

Queda por explicar qué es la “privatización”. Es simple de entender: el gobierno ofrece a precio de ganga lo que todo el país ha construido y pagado con sus impuestos durante décadas. Sabemos cuál es la fase última en la que desembocará el proceso: en la privatización de la sanidad. Y el que la salud se convierta en negocio resulta intolerable, por mucho que los gurús del neoliberalismo lo anuncien como nuestro destino.

Lo más significativo es que, una vez más, no hay defensa, porque aunque casi todos estemos de acuerdo en que un “servicio” solamente puede ser dado por el Estado, lo cierto es que TODOS LOS PARTIDOS POLÍTICOS ESTÁN POR LAS PRIVATIZACIONES: ¿Podemos también? Me temo que hasta ahora la voz de Podemos en este terreno no se ha hecho oír.  Y es un terreno importante. Así que dejando de votar al partido que le has votado, votando a otro, no vas a variar nada porque aquí han privatizado el PP y el PSOE y privatizaría Podemos si pudiera y el Cs se prepara para privatizar a la que tenga ocasión.

No nos engañemos: son perros pulgosos con distintos collares. Ninguno me garantiza que la oficina de correos de mi pueblo siga abierta en los próximos meses. ¿La alternativa? Compañías privadas de “logística”. Las vengo utilizando desde hace más de 15 años: la calificación oscila entre horribles y repugnantes. “Le anunciamos que su paquete está en distribución” – “Le anunciamos que a lo largo del día procederemos a su entrega” – “No hemos encontrado nadie en la vivienda” (mentira, of curse)… todo el despliegue de SMS automáticos para encubrir el hecho de la rentabilidad hace que, al final, solamente haya distribución en esa zona un par de días a la semana… Ahí no está la solución tal como sabe quien haya utilizado sus servicios.

No, la privatización no funciona. Si el correo es un servicio no quiero que lo privaticen, como lamento que hayan privatizado el crédito o vendido a precio de saldo las empresas públicas más señeras del país. Me quejo de que aquí la izquierda ha privatizado tanto como la derecha. ¿Los sindicatos? Poniendo el cazo y criando tripa. De eso ya me he quejado el 1º de mayo.

miércoles, 20 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (52) – LA ESTAFA COTIDIANA


En el primer lustro del milenio, las compañías telefónicas utilizaban de manera habitual una estafa. Al presentar sus recibos mensuales, entre 50 y 70 euros, de tanto en tanto, de manera aleatoria y solamente una vez por cliente, presentaban una factura que se aproximaba a los 200 euros. La filosofía era la siguiente: un 30% pagaba y ni se preocupaba de lo que había pagado, otro 30% reclamaba y al cabo de unas semanas se olvidaba o desistía de seguir adelante el procedimiento de devolución (que además, en aquel momento, se complicaba porque había que entenderse a través de centralita telefónica con gentes residentes en el otro extremo del planeta) y solamente un 30% conseguía que se le devolviera la totalidad del dinero estafado. Porque de una estafa sistematizada, a fin de cuentas, se trataba. Me quejo de que aquellas prácticas de la incipiente telefonía móvil se siguen realizando en la actualidad trasladada a otros sectores comerciales.

Ayer me refería a las comisiones bancarias. Me cuentan algunos amigos que hace tiempo que no les llegan sorpresas vía recibo telefónico, aunque si a través de otros recibos de consumo: en el del agua, por ejemplo, no hay mucho margen porque buena parte de los rubros que nos cobran no tienen nada que ver con el consumo de agua, sino con los impuestos municipales y autonómicos. Por su parte, las compañías telefónicas han optado por abandonar el sistema de la estafa del 30% al advertir que una parte de los usuarios, optaban simplemente por no pagar a la vista de las dificultades en recuperar el dinero escatimado, pero se daban de baja del servicio inmediatamente: así pues en tres meses, se perdían las ganancias fraudulentas devengadas por el cliente. Hoy han optado por realizar pequeñas subidas, graduales pero continuas, en las tarifas.

Hay por ahí timos digitales que consisten simplemente en girar masivamente recibos de cantidades ridículas, 1 euros, 3 euros, 5 euros, que se suelen pagar “por servicios varios”, como si se tratara de una suscripción. Dado que se trata de pequeñas cantidades ¿para qué preocuparnos? A fin de cuentas ¿vale la pena perder quince minutos reclamando un euro? Así, los estafadores ingresan miles de euros diarios. Si alguien se queja, no tienen inconveniente en devolver la cantidad… A ellos tampoco les sale rentable perder un minuto por un euraco de nada.

Vivimos en la época de la estafa generalizada. Hay momentos en los que nos sentimos encerrados en una especie de Fort Apache asediado por tribus de siux, chochones, arapajoes y demás fauna, en forma de compañías que nos giran recibos obligatoriamente: ni siquiera nos dan la posibilidad de que seamos nosotros los que aprobemos el pago o ingresemos la cantidad directamente. De momento, se quedan con nuestro dinero, luego ya veremos si algo les obliga a devolver la diferencia entre el coste real y el coste abusivo.

Desde luego, las leyes no protegen al consumidor, pero si blindan a las empresas. No he visto ningún directivo de ninguna teleco entrando en la cárcel por varios miles de recibos de 200 euros girados aleatoriamente. Tampoco he visto a ninguna cúpula bancaria sentarse en el banquillo de los acusados por estafas reiteradas en el cobro de comisiones.

Así que, abandonad toda esperanza: el Estado, nacido para administrar y organizar a la Nación, se preocupa por rendir beneficios y comisiones a sus gestores (¿por qué creéis que hay bofetadas para ser el Poncio de un partido político o por estar en una lista electoral municipal?). Por nada más. Tú les interesas solamente en momentos electorales y pre-electorales. Luego, eres simplemente una mierda lo suficientemente idiota como para desinteresarte de su gestión y que no mereces nada más que ser estafado, explotado, abandonado y triturado por los impuestos públicos, por los impuestos municipales, por los impuestos estatales, por los consorcios privados y por los estafadores de a pie.

Me quejo de que tú y yo no le importamos nada a los administradores del Estado, pero es posible que tú todavía les votes e incluso creas que esto puede resolverse con un cambio de gobierno. Personalmente, me quejo de que solamente una mutación brutal lograría resolver la situación. Me quejo de que la sociedad ni siquiera aceptaría a los estafadores de las farolas. Los hay que prefieren seguir siendo explotados ellos y sus hijos antes que vulnerar los derechos de los estafadores. Así que, lo dicho, abandonad toda esperanza y haceros a la idea de que estáis en el bando de los estafados.

martes, 19 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (51) – PUTOS BANKSTERS


Estafadores, bandidos que dejan a Luis Candelas por hombre honesto, chorizos de guante blanco y alma negra, omnipotentes herederos del tocomocho y tristes aprovechados a los que gobiernos débiles y asustadizos permiten más y más desmanes. Claro, me quejo de los bancos y de su proceder. Me quejo de que nadie, absolutamente nadie les ponga coto y que cada día vayan un poco más lejos en sus exacciones.

El Banco de Santander hace dos años anunciaba que “pagaba por depositar la nómina”. Miles de clientes se vieron atraídos por la publicidad. Usted trasladaba su nómina a ese banco y a cambio recibía entre 25 y 35 euros al mes. No está mal. Menos da una piedra. Al cabo de un año, el banco redujo la cantidad que se contrajo hasta los 10 euros. Y aquí sí que ya era cuestionable las molestias que generaba el traslado. Es previsible que el año siguiente el banco cobre comisiones que hagan retornar todo el dinero han ido abonando en los dos años anteriores y que, en el fondo, no eran más que los intereses devengados por TU DINERO depositado en SU BANCO, gracias al cual pueden operar en el día a día. Retira tu dinero, retira las domiciliaciones de tus recibos, retira el ingreso de tu nómina, retira tus pagos y el banco se quedará esquelético y sin efectivo.

Item más. Banco de Bilbao Vizcaya Argentaria (junto con el Santander, los más grandes de la banca española). Cobro de comisiones abusivas… e inesperadas. Porque si en la web del banco o en las circulares enviadas a casa se dijera que cada “notación” realizada –es decir cada pago con tarjeta, cada retirada de efectivo de cajero, etc- costase 0’60 céntimos, 100 pesetas de las de antes, uno probablemente, sacaría todos sus ahorros el mismo día en que se lo comunicasen… en lugar de hacerlo en el momento en que llega la “liquidación semestral de comisiones”. Claro que hay planes de “cero comisiones” que no son más que reclamos publicitarios.

En 1996 seguí un curso de programación en Internet. Un directivo de Bankia nos explicó que en aquel momento, cuando el parque de usuarios de Internet no llegaba en toda España al millón, su entidad ya había conseguido que las operaciones realizadas mediante la web corporativa fueran equivalentes a tres sucursales convencionales. Con el desarrollo que ha tenido la red en las dos últimas décadas es previsible que esa cifra se haya multiplicado por 100: así pues, habría que pensar que los costos de las operaciones bancarias se han rebajado y que, por tanto, estas instituciones podrían ofrecer servicios a más bajo precio: me quejo de que ocurre todo lo contrario porque en esos 20 años hemos asistido a un debilitamiento creciente del poder del Estado y de la sociedad civil que ha permitido a los bancos hacer literalmente lo que les da la gana, sin ningún tipo de control. Lo demostró la crisis de 2008: los bancos mal gestionados, sobrevivieron gracias a los dineros del Estado.

Se dirá que las “asociaciones de usuarios de banca” vigilan a los bancos… La única que conocíamos era AUSBANC en la que, Luis Pineda, en su infinita ingenuidad, creía que podría chantajear a los bancos, vendiendo publicidad de su revista, exaltando a las entidades que la contrataban y denigrando a los que se resistían. El resto le importaba una higa. Obviamente, era cuestión de tiempo que el oligopolio bancario se le echara encima y le augurara unas décadas a la sombra. Lo dramático en España es que ni siquiera los consumidores y los usuarios han podido organizarse en la defensa de sus derechos. No es que me queje de eso, es que me desespero de cómo es mi país y de cómo reacciona mi sociedad, de la que me siento cada vez más alejado.

Es triste, sino tristísimo, ver como gobiernos débiles dirigidos por pobres tontos ambiciosos miran a otro lado y son incapaces de legislar un fair play obligatorio para la banca. Hubo un tiempo en el que los bancos pagaban intereses por depositar en ellos su dinero y no hacían falta contratar “productos bancarios” que, en el fondo, no son más que promociones engañosas. Hubo un tiempo en el que existía una Banca Pública alternativa a la privada e incluso uno podía decidir si pagaba sus recibos directamente por cuenta corriente o en persona. Si recibía la nómina en sobre o por banco. Si liquidaba sus impuestos en ventanilla o por cuenta corriente. Hoy es una obligación tener cuenta corriente. Qué quieren que les diga, añoro aquellos tiempos que, mire usted por dónde, coincidieron con el franquismo y acabaron en la transición. 

Lo digo bien claro: no he sido franquista, pero reconozco que aquel viejito del Pardo y su banca pública, contenían a las bandas de banksters y les impedían llegar hasta donde hoy su rapacidad fuera de control les lleva. Me quejo de la banca y me quejo de la sociedad española, pasiva, silenciosa, sumisa y cuernilarga.

lunes, 18 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (50) – EXTREMA-DERECHA RIP


Me quejo de que en España no hay, ni ha habido, ni habrá un partido de “extrema-derecha” como esos que existen en Europa y que ya están en el poder en la parte central de continente o que tienen una presencia decisiva en las políticas de países importantes.

Lo sé porque yo he pertenecido durante 45 años a este ambiente y me lo conozco. Lo primero que subyace para esa imposibilidad son limitaciones doctrinales: unos siguen hablando “en falangista”, otros como nacional-católicos, los hay que van de “modelnos” (nacional-revolucionarios) en distintas variantes, contrapunto a los “sólo franquistas”… Ninguno de todos estos sectores quiere terminar de entender que todos estos planteamientos quedan ya muy atrás en el tiempo. Incluso los que imitan con más detalle al Front National (no sé si se han enterado que ahora ya se llama “Rassemblement National”, por cierto), al estilo de Vox u otros menores, olvidan el factor esencial que insertó a esta formación en la política francesa: la crítica a la globalización.

La extrema-derecha no logra entender cómo sus ideales de “justicia social” y “patriotismo” no logran seducir a ninguna fracción notable del electorado. Falta lo esencial: análisis político realista, cuadros políticos con el cerebro bien amueblado, programas realistas y, sobre todo, proyecto realista y ambición. Sí, también ambición, porque para “hacer política” hay que ser ambicioso… aunque no hasta el extremo de que exista un desfase entre las ambiciones y la propia capacidad personal para hacerlas efectivas. Esto se compensa, lo he dicho, con realismo. Tiene gracia porque allí donde alguno tiene exceso de ambición, existe déficit de realismo.

No puedo por menos que sonreír con cierta conmiseración ante enésimos intentos de realizar coaliciones y “frentes” entre fuerzas que existen solamente sobre el papel, pero que en realidad no son más que unas pocas decenas de tipos bienintencionados distribuidos por toda la geografía nacional… De la docena de grupos existentes, no hay ni un solo grupo que haya hecho un mínimo análisis realista, ni un programa aplicable, ni se haya preocupado de buscar recursos, formar cuadros y dedicarse “trabajar” políticamente a un sector concreto de la población que pueda recoger fácilmente su mensaje.

Reconozco que cuando uno está inmerso en una dinámica de este tipo no sé da cuenta de la situación real, pero en el momento en el que se inhibe y se contempla “desde fuera”, la única conclusión que se impone es: 1) existe una docena de siglas, 2) todas, en mayor o menor medida, tienen poco anclaje con la realidad (y cuando lo intentan –que si en un pueblo hay una calle mal pavimentada, que si falta una farola aquí o allí-  la temática apenas suscita interés), 3) ninguna tiene lo esencial que requiere un trabajo político real: doctrina – programa – clase política dirigente – objetivos políticos – estrategia – táctica – criterio organizativo (por este orden), 4) unos miran a otros a ver con quien pueden colaborar y formar frentes sin preocuparse de su importante, arraigo o valor político, 5) estos “frentes” no son la suma de fuerzas pujantes, sino de grupos inmersos en crisis desoladoras, con intenciones diferentes y con diferencias muy esenciales, 6) Ninguna de las partes está dispuesta a dar su brazo a torcer y todas quieren mantener su personalidad dentro de esos frentes o coaliciones inestables, 7) el sustituto del realismo es el providencialismo: “nuestra lucha es justa por tanto las masas vendrán”, “el Espíritu Santo está con nosotros”, “mi tema-obsesivo es el mejor”, “defiendo los derechos de los trabajadores que no tienen ya sindicatos que los defiendan”, “no tengo análisis global pero tengo tema-estrella” (aborto, camino a la derecha, inmigración, reparto arroz a los menesterosos, y así sucesivamente). Todo esto es providencialismo: todos han oído que, una vez, Le Pen pasó de ser “monsieur 1%” a transformar su partido en el primero de Francia, gracias a una breve intervención en televisión… Y todos los jefes de la extrema-derecha española esperan esa oportunidad que nunca llegará. No hay más. Ni vale la pena extenderse más.

Retorno al principio: me quejo de que no hay, ni habrá, ni puede haber una extrema-derecha en España en las actuales circunstancias.



domingo, 17 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (49) – EXTREMA-IZQUIERDA MARISQUERA


Lo que tenemos hoy de extrema-izquierda es una caricatura. La llamo marisquera porque dstila olor a gambas en sus niveles más asquerosamente cutres, desayuna marisco como prolongación de los usos de la izquierda-caviar (antigua “gauche divine”), o bien porque su sueño de justicia social no va más allá de la fantasía de que todos los seres humanos coman bocata calamares y percebes en Navidad. Ironizo, claro, pero me quejo de que esta tipología no está muy lejos de la realidad.

Los okupas, simplemente huelen mal. No es que su aspecto externo justifique perfectamente el que se les llame “guarros” con todas las letras, sino que parecen preocuparse incluso de comportarse y ser tan guarros como parece. Hace diez años, en el barrio de Gracia, tuve la sorpresa de ver a unos okupas rebuscando entre la basura de ¡un Mac Donald! (que es como aspirar a comer mierda elevada al cuadrado). Su olor a genitales descompuestos y a porro de baratillo es lo que les sitúa entre la extrema-izquierda marisquera.

Luego están los Gordillos y Cañameros, el alcalde Marinaleda y su secuaz del Sindicato de Obreros del Campo.  Son arcaísmos vivientes, emulan a algunos dirigentes de la FAI de antes de la guerra civil que atracaban bancos para pegarse una vida de lujo en el que el “desayuno con diamantes” (para ellos, los calamares y las quisquillas son los diamantes de los pobres) ocupaban un lugar preponderante. Sólo que los Durruti y Cía atracaban bancos y estos se limitan a saquear supermercados y fondos públicos. De estos hay muchos: están muy en su papel sacerdotal de defensores de la clase obrera y sostienen que “el que sirve al altar debe vivir del altar” (sí, pero ellos no lo hacen como simples sacerdotes, sino como cardenales).

Están también los que están en política por un vago sueño de justicia social. Eso estaría bien si no fuera porque su visión de la justicia social es que hasta el último de los cameruneses coma en la marisquería Ribeira do Mino de Madrid, la mejor entre las mejores de la capital. Y, de momento, mientras consiguen que arriben a las costas españolas barcos que ejercen el tráfico de refugiados, ellos ya están sentados todos los días examinando la carta tras fichar en el edificio del Parlamento o cuando regresan del notario tras haber firmado las escrituras del casoplón que acaban de comprar.

Me quejo de que la extrema-izquierda que existe hoy en España es tan moderna, tan moderna, tan moderna, que no va más allá de defender el “libertad, igualdad, fraternidad” aquel que sonó como consigna en 1789 bajo los muros de la Bastilla y que volvió a sonar de nuevo en 1917 en San Petersburgo o que finalmente se renovó en las aulas de la Sorbonne en 1968

Una vez más, cuando se dice lo de “imaginación al poder”, cabe decir, “dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces”. Al pastiche reactualizado por los abuelos de mayo del 68, la extrema-izquierda de ahora, ha añadido el humanismo universalista, la ideología de género, el pro-inmigracionismo y el apoyo a “movimientos sociales” tan simpáticos como los okupas, la legalización de todas las drogas y el antifascismo de toda la vida. Me quejo de que la extrema-izquierda española es más tonta que pegarle pellizcos a un cristal. Si queréis ideas, allí no hay ideas, la extrema-izquierda es un páramo: incluso en su “punto fuerte”, la globalización, su análisis es más simple que el mecanismo de un botijo; si queréis “personalidades típicas” de este sector ahí está el pobre Echenique y su atrofia muscular espinal degenerativa y Pablo Iglesias, cuyo discurso tiene el atractivo de la coleta y poco más.

Ver a los diputados de extrema-izquierda en el parlamento español o en los parlamentos autonómicos es un desagradable espectáculo estético y un todavía peor drama político. Cuatro tópicos mal aprendidos pillados con alfileres, unos mass-media que apuestan por ellos, y un electorado que nunca llegará más allá de los colgaos y de los que suelen comulgar con ruedas de molino… eso es Podemos y de eso me quejo. De que, o no son nada o son más de lo mismo (y “lo mismo” es que, a fin de cuentas, se comportan como cualquier otro partido que sienta sus posaderas en el parlamento).No es solo para quejarse, es para llorar.