lunes, 31 de octubre de 2022

CRONICAS DESDE MI RETRETE: HOY ES UN BUEN DIA PARA CANCELAR EL ABONO A NETFLIX

Es hora de meditar sobre el abono a Netflix. Y, por extensión, a cualquier otra plataforma. Y quizás hoy sea un buen día para replantear una forma de ver televisión y de emplear nuestro tiempo de ocio.

Me dedico a esto de la crítica de series, así que recibo muchas notificaciones de usuarios de los distintos servicios de streaming. Estos últimos días, muchos se han quejado, especialmente, los abonados a Netflix, de que la gran empresa del sector les había puesto trabas a seguir manteniendo distintos perfiles no alojados en el mismo domicilio. Netflix no es un servicio particularmente barato. Sus beneficios mensuales son multimillonarios, tanto como inefable es su voluntad de adoctrinamiento. Netflix quiere adoctrinar y que los abonados lo acepten de manera bovina. Quizás éste sea un buen momento para darse de baja de Netflix (y del resto de streamings que sigan por el mismo camino).

Resumo la situación: Netflix ha ido perdiendo abonados desde principios de año. ¿Motivo? La caída de calidad de sus producciones. Nadie está dispuesto a pagar 15 euros al mes por ver dos o tres series que valgan la pena y un par de películas aceptables. La cosa era atractiva por la posibilidad de colocar distintos “perfiles” en cada abono. En efecto, cuatro amigos o familiares podían ponerse de acuerdo, abonarse uno a Netflix, el otro a HBO, otro más a Amazon Prime, a Disney el cuarto y a Apple+ el último. Y todos podían intercambiar perfiles de tal manera que un abono para tal plataforma, intercambiados los códigos con sus amigos, podía facilitar el que estos cedieran también sus claves y, por el precio de un abono, disfrutaran cinco personas diferentes. Eso se ha terminado.

Netflix ha enviado una circular: solo admitirá perfiles dentro del mismo domicilio. Bien: es su empresa, son sus reglas. Pero, claro, un usuario compulsivo y acrítico de Netflix puede aceptarlo y borrar los perfiles de sus amigos. O bien, puede replantearse el abono a la plataforma. Porque si no puede compartir con otros, otros no estarán obligados a compartir sus abonos a otras plataformas. Así pues, donde hasta ayer había cinco abonados por cuota pagada a Netflix, el gigante del streaming quiere que exista un abono por cada espectador domiciliado en un lugar diferente.

PEQUEÑA HISTORIA DEL MEDIO: 
DE LA TELEVISIÓN GENERALISTA
AL STREAMING PASANDO POR LA TELEBASURA

A principios de los 80 era frecuente oír que el público denostaba de la única televisión existente, TVE con sus dos canales y de alguna televisión regional. Zbigniew Brzezinsky, el fundador de la Comisión Trilateral y cerebro de la administración Carter, había determinado que, en las décadas siguientes, los Estados deberían mantener entretenida a la población y evitar que se mezclaran con las decisiones de la alta política. Y, para ello había que proliferar, desde parques temáticos hasta el mundo del espectáculo. Que la gente se preocupara por su ocio y dejara a los “iniciados” las grandes cuestiones político-económicas. Era necesario impulsar la “industria cultural” para que ocupara cada vez parcelas más grandes en el ocio del ciudadano. Dado que, en aquella época, los 70 y principios de los 80, la opinión de Brzezinsky y de la Trilateral, indicaban tendencias que había que seguirlas imperativamente.

Los años 80 registraron la eclosión de las televisiones privadas. Se creía que la ampliación del mercado televisivo iba a repercutir positivamente en la oferta: los distintos canales intentarán ser lo más competitivos posibles y esto llevará a una elevación en la calidad de los contenidos. Ocurrió, justamente, lo contrario: la aparición de las Mama-chicho, precedente de la telebasura que nos invadió a partir de ese momento, fue el primer aviso de que las cosas no iban en la dirección prevista.

Con el tiempo, entre la publicidad institucional de los canales públicos nacionales y regionales habituales del peloteo y lisonja para quien ocupara el poder, difusores de basura política, los canales generalistas se convirtieron en vendedores de telebasura.

Menos mal que aprendimos a “bajar” series y películas a través de programas como el primigenio Napster (que duró poco) y el eMule. Hubo protestas de las productoras y el presidente ZP, siempre atento a las exigencias de los “grandes” se le ocurrió imponer un canon a los soportes de reproducción: desde pendrives, hasta DVDs, pasando por discos duros, tarjetas de memoria, etc.

La medida no sirvió para mucho: ni era lógica (mucho de este material se utilizaba para trabajos que no tenían nada que ver con el pirateo), ni resolvió nada. Las multinacionales siguieron presionando: querían que se criminalizara a los que utilizaban programas de intercambio de archivos. Prohibición, palo y tentetieso. ZP no llegó a tanto: ni tenía carácter para ello, ni se atrevía a la vista de que buena parte del electorado utilizaba estos sistemas para piratear música, películas, series y videojuegos. En un momento en el que España afrontaba el vía crucis de la crisis de 2007-2011, solamente faltaba eso para añadir otro factor al descontento nacional y que “los indignados” además tuvieron otro motivo para estarlo.

La técnica solucionó el problema. A fin de cuentas, con el tiempo, algunos nos planteamos si no sería mejor tener acceso a plataformas que ofrecieran en su catálogo series y películas, sin necesidad de tener que buscarlas, “bajarlas” de las plataformas más insospechadas, con calidades dudosas. Y decidimos “abonarnos” a las distintas plataformas especializadas. Se había iniciado la “época de los streamings”. Netflix fue la que partió primero y, por tanto, la que experimentó el primer tirón global en todo el mundo. Luego seguirían otras y ahora son decenas las que compiten en ese mercado.

Pero esto ha generado un problema. O, mejor, varios.

LOS PROBLEMAS EVIDENCIADOS EN 2017:
BAJADA DE CALIDAD Y ADOCTRINAMIENTO

Por un lado, cantidad y calidad están siempre en razón inversa: la calidad exige detenimiento, trabajo artesanal, perfeccionamiento y sentido de la “obra bien hecha”; pero, la cantidad sugiere necesariamente prisa, amontonamiento, calidad mediocre, productos elaborados sin refinado de guiones ni controles de calidad. Y, el problema era que el abonado medio a estas plataformas, cada día, miraba novedades; si no las encontraba, pasaba a otra plataforma y se daba de baja. De ahí que, durante diez años, los streamings hicieran la vista gorda ante los distintos perfiles incluidos en cada uno de sus abonados. A cambio, para ofrecer más y más novedades, se fueron acostumbrando a importar y producir series de ínfima calidad, horribles.

Netflix es el paradigma del catálogo inextricable en donde todo está pensado para absorber el tiempo del abonado en búsquedas que podrían facilitarse mediante un buscador y mediante filtros. Pero, uno de los antiguos presidentes de Netflix había establecido la pauta cuando dijo “mi gran enemigo es el sueño del abonado; cuando no duerme se trata de que esté en Netflix viendo o buscando”.

A esta caída de calidad se unió en 2017 otro factor: las “agendas progresistas”. Dado que existían nexos entre los sectores empresariales e inversores que proponían estas “agendas” (desde las big tech o “dinero nuevo”, hasta las viejas dinastías económicas especulativas, el “dinero viejo”), los streamings se convirtieron en “transmisores” de los principios incluidos en las “agendas” (agenda feminista, agenda abortista, agenda gay, agenda LBGTIQ+, agenda medioambiental, agenda woke, etc, etc, etc.). Los streamings se convirtieron en el canal más frecuente para adoctrinar en la “corrección política” y en el “progresismo”. Bruscamente, entre 2017 y 2018, se percibió en los streamings esta nueva orientación.

El resultado fue que, los guionistas y creadores, además de estar presionados por el tiempo y tener que rebajar la calidad y el refinado de sus productos, se vieron compelidos por el refajo de la corrección política: su creatividad ya no iba en sentido libre, sino que era encarrilada por las rutas del progresismo, las agendas y la corrección política. El resultado fue que los streamings empezaron a difundir “doctrina basura”.

EN 2022 TODO EMPEZÓ A CAMBIAR
SIEMPRE NOS QUEDARÁN LAS APPS DE INTERCAMBIO DE ARCHIVOS

A principios de 2022, se produjeron fenómenos que pasaron desapercibidos para la opinión pública, pero que, sin embargo, indicaban un cambio de tendencia: el número de abonados de Netflix, por ejemplo, en lugar de aumentar, fue disminuyendo. Los que se daban de baja superaban preocupantemente a las nuevas altas. En otros streamings, el fenómeno irrumpió. En principio los responsables de estas empresas atribuyeron sus mermas al trasvase de abonados de una plataforma a otra. Luego resultó que las estadísticas y las investigaciones sociológicas demostraron que los abonados estaban hartos de pagar mensualmente una cuota que les reportaba pocas satisfacciones.

Los deseos de adoctrinamiento y las consiguientes rebajas en las calidades de lo producido eran tales que muchos se negaban a pagar. ¿Dónde iban? Retornaban a las plataformas de intercambio de archivos. Emule, que en la década anterior se había reducido a ser una herramienta para intercambiar PDFs y libros, bruscamente volvió a ser lo que había sido al principio: un foro para obtener en pocos minutos cualquier seria -en los últimos 10 años las velocidades de la fibra óptica habían mejorado y permitían que una película de 90 minutos que, diez años antes de descargaba en cuatro o seis horas, ahora fuera casi inmediata. Y, por otra parte, los “torrents” habían mejorado también. Cada vez que el gobierno de turno cerraba uno, se abría otro. Hoy, incluso coexisten cuatro o cinco clones de la misma plataforma que, en caso de ser bloqueada judicialmente, volvería a estar operativa en otros cuatro o cinco direcciones web al día siguiente… Ahí van a parar los dimisionarios de los streamings.

A todo esto, se ha unido el resultado de la inflación, la crisis económica y el encarecimiento de la vida. Una familia media, puede gastar en streaming al final de la pandemia, entre 50 y 100 euros en abonos a los distintos streamings. Hoy, esta cantidad son muchos los que consideran que es excesiva para ocio en un momento de crisis y alzas descontroladas en productos de primera necesidad. Si hay que renunciar a algo que sea a parcelas de ocio.

Lo cierto es que, entre los “torrents” y eMule, las series que realmente valen la pena ver, están presentes desde el mismo día del estreno. Sí, ya sé que se atenta contra los “creadores” y que es “ilegal”. Pero hay tantas cosas ilegales en nuestra desgraciada época que no sé porqué uste y yo deberíamos ser los únicos que nos preocupásemos por la legalidad.

Lo que los streamings quieren en este momento es adoctrinarnos y que, además, seamos nosotros los que paguemos la factura. Lo dicho: “hacer de putas y pagar la cama”. HAY QUE DECIR BASTA. Hay que hacer entrar en cintura a los streamings: si quieren adoctrinar, si quieren sepultarnos con un aluvión de productos basura, poco o mal elaborados y en absoluto refinados, que se atengan a las consecuencias.

La exigencia de Netflix de que los distintos perfiles del mismo abonado estén incluidos en la misma vivienda, va a hacer que el problema salga a la superficie de manera brutal. Es un buen momento para que los streamings rectifiquen: MAS CALIDAD, MENOS ADOCTRINAMIENTO.

El Vuze para tener acceso a los “torrents” es una aplicación que se instala con suma facilidad. Emule cuesta algo más, pero en internet hay tutoriales que basta con seguirlos para beneficiarnos de millones de archivos gratuitos y de actualidad. Basta con mirar un calendario de series (el de El País es aceptable y ahí podemos ver lo que nos interesa y lo que no) y buscarlo con más rapidez en Vuze o en eMule: LIBREMENTE, SIN IMPOSICIONES ADOCTRINADORAS, SIN INTELIGENCIA ARTIFICIAL QUE NOS CONDICIONES, SIN PAGAR POR BASURA

Si quieres que te pague, dame calidad y no me des basura adoctrinadora”, tal debería ser el “motivo” que alegar cuando nos demos de baja en los streamings. Hoy es una alta obligación moral.








 


sábado, 29 de octubre de 2022

CONFLICTO UCRANIANO: ESTAIS ASISTIENDO AL FINAL DE LA GLOBALIZACIÓN Y NO OS HABÉIS ENTERADO

George Bush padre, aquel en el que los conservadores habían depositado tantas esperanzas, proclamó solemnemente al acabar la guerra de Kuwait que los EEUU se consolidaban como única potencia garante de un Nuevo Orden Mundial. Fukuyama estaba tecleando, en esos momentos, su teoría sobre El fin de la historia. La guerra fría había concluido. La URSS estaba dando las últimas boqueadas y China no contaba (por entonces tenía un hospital para cada 3.000.000 de habitantes y se la consideraba potencia agrícola subdesarrollada y superpoblada, al igual que la India). Así pues, todo estaba dispuesto para iniciar la “globalización”, esto es, contemplar un mercado único mundial en el que el liberalismo económico y la desregulación, condujeran automáticamente a todos los pueblos del mundo al oasis democracia liderados por los EEUU. A fin de cuentas, si la URSS había caído por la imposibilidad de competir con el liberalismo, otro tanto ocurriría con China, con Cuba, con las dictaduras africanas y árabes, etc, etc, etc. Vanas alucinaciones que empezaron a disiparse en la primera década del milenio.

El primer “susto” fueron los extraños ataques del 11-S, casus belli para las expediciones coloniales de EEUU en Afganistán e Irak. De pronto, entendimos que al “fin de la historia” había que añadir el “conflicto entre civilizaciones” augurado por Huntington. Cuando esto permanecía aún en el horizonte apareció un segundo bache para la “globalización”: la crisis económica mundial de los años 2007-2011. Fue otro aviso de que el “libremercado mundial”, no solamente no era la solución, sino que además estaba lastrado por las malas decisiones, apresuradas, irreflexivas, optimistas o, simplemente, corruptas de los “agentes económicos”.

Aquella crisis económica se saldó, primero con un aumento del número de parados y mutó pronto en “crisis social”, para, finalmente, desembocar en “crisis política que tomó distintas formas en cada país, pero cuyos nuevos elementos fueron:

1) la victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas de 2016,

2) la aparición de nuevos populismos de derechas e izquierdas, y

3) en un cierre el falso de la crisis, cuyas consecuencias se hicieron palpables en los años siguientes (aumento de la deuda mundial, inflación, inestabilidad económica).

En ese contexto, lo normal hubiera sido que los poderes políticos, a partir del 2008, reflexionaran sobre lo que había ocurrido: la desregularización económica mundial, no llevaba a la democracia ni al edén de las libertades, sino que reforzaba el poder político del gobierno chino que, gracias a la deslocalización, lejos de aumentar las libertades, iba concentrando más y más poder, invirtiendo los excedentes que no se utilizaban para modernizar y reforzar el país, en adquisición de influencia en el exterior… En ese momento, seguir apostando por la deslocalización y la desregularización mundial constituía un suicidio económico (lo que, nuevamente, garantizaba que, de ahí derivaría una crisis que mutaría pronto en “crisis social” y, finalmente en “crisis política”). Tras la crisis de 2007-2011, era un buen momento para reformular la “globalización”. No se hizo, sino que se hizo todo lo contrario.

Además, habían aparecido nuevos actores en escena:

1)   Rusia, desahuciada en 1989, había vuelto a ocupar un lugar en la escena internacional. El pueblo de la Federación Rusa demostraba formar un todo con sus dirigentes y no reivindicar una “partidocracia liberal” a la Occidental, sino una propia fórmula de gobierno y de liderazgo.

2)  El mundo islámico se había dividido en función de tes polos: Irán, Arabia Saudí y Turquía, cada uno de los cuales disponía de una “agenda” propia para convertirse en hegemónico dentro de su marco geográfico. Salvo Arabia Saudí, los otros dos polos miraban con buenos ojos el nuevo curso de Rusia en quienes veían cada vez más un aliado potencial.

3)  En los EEUU, las desigualdades sociales se habían convertido en endémicas y abismales: no solamente se habían instalado en los guetos negros de otros tiempos, sino que la pobreza alcanzaba a la clase media blanca.

4)  Los grandes consorcios tecnológicos habían demostrado ser los grandes beneficiarios de la globalización, estaban presentes en todo el mundo y obtenían beneficios multimillonarios, con inversiones relativamente modestas y poco personal pero muy especializado.

5)  Los populismos estaban normalizando su presencia en buena parte de los parlamentos nacionales y sus criterios suponían una ruptura con los de la “vieja derecha”, liberal a ultranza que aceptaba acríticamente algunas de las medidas propuestas en las “agendas” liberales: “feminismo”, “igualdad”, “inmigración”, “cambio climático”, “LGTBIQ+”, “corrección política”, etc. El populismo chocaba con todo esto y se enfrentaba a las nuevas orientaciones de la “vieja derecha liberal”.

6)  La pandemia demostró por espacio de dos años el poder de las “big-tech”: cuando todo el mundo está confinado, estas empresas fueron las únicas que garantizaron la comunicación. Esto evidenció la situación de oligopolio de este sector y el riesgo de que el gigantesco poder económico y la influencia mediática que habían conseguido terminara condicionando las decisiones de los poderes políticos nacionales.

Y así estaban las cosas a finales de 2021. Luego vino el conflicto ucraniano: y, a partir, de aquí, todo esto saltó por los aires.

No importa que los tertulianos y los “analistas” políticos no hablen de ello en los medios de comunicación, ni la temática esté presente en los vídeos (censurados) de youTube, pero la realidad, es que en, en estos momentos, se está produciendo una verdadera revolución mundial. Esto es, una revolución que afectará a todo el mundo y que se superpondrá a otros conflictos. El causante directo, ha sido el conflicto ucraniano, pero no hay que olvidar las causas que han llevado a que la guerra, iniciada por fuerzas irregulares ucranianas en 2014, tras la secesión de las repúblicas del Donetsk y Lubanks, atizada por la llegada al gobierno de Kiev de una camarilla corrupta mediatizada por las oligarquías locales, ávida de los fondos de la Unión Europea, aceptara, para obtenerlos, pedir el ingreso en la OTAN. Si esto hubiera ocurrido en 1995 o, incluso en el 2002, no hubiera ocurrido absolutamente nada: pero ocurría justo en el momento en el que Rusia había reconstruido su poder, trazado una red de influencias y alianzas internacionales y, previsto lo que iba a ocurrir cuando pusiera las cartas sobre la mesa: “no habrá vectores nucleares a 1.000 km de Moscú”.

Era evidente que, con Donald Trump en la presidencia de los EEUU, este conflicto no hubiera tenido nunca lugar. Nadie hubiera empujado a Kiev al regazo de la OTAN, ni nadie hubiera puesto en riesgo la seguridad rusa en las circunstancias que ya se dieron durante el período trumpista. Ahora bien, con la llegada de un anciano decrépito a la Casa blanca, lo que llegaban eran los “ultraliberales”, los mercaderes de armas, los halcones, los que no estaban dispuestos a que los EEUU se encerraran en un aislacionismo que les permitiera reconstruir infraestructuras y rompiera con la globalización: han sido estos los que han puesto al pueblo ucraniano en el frente. El nacionalismo ucraniano ha hecho lo demás (de la misma forma que el nacionalismo polaco jugó un papel análogo en 1939).

Pero, desde que se inició el conflicto hemos asistido a algo imprevisto: cada parte ha utilizado sus mejores recursos adaptados para la guerra psicológica. Era normal que así ocurriera. Pero la novedad ha sido que estos esfuerzos se han vehiculizado a través de las big-tech. Y estas han impuesto sus reglas: corrección política, fair play a través de “verificadores”, unido al consabido “Rusia es culpable”… Todos los mensajes, incluso de líderes políticos, que no entraban dentro de estos parámetros, eran baneados de las redes sociales. En cuanto a los “verificadores”, todos, sin excepción, tomaban partido por una de las partes. Los intereses del gobierno norteamericano y de los gobiernos de buena parte de los países integrados en la OTAN, coincidían, al menos en esto, con los intereses de las big-tech y con los de las multinacionales clásicas.

¿Por qué adoptaron esta orientación “pro-occidental”?

Es muy fácil de explicar: las big-tech percibían la debilidad de los gobiernos occidentales. Bastaba con que un emisario de Facebook, de Google, de Amazon, de Apple o de Netflix, hablara con ellos, para que los gobiernos se plegaran a sus exigencias. Esto era imposible con otros gobiernos: de haber empleado el mismo tono en Pekín, Moscú, Teherán o Nueva Delhi, probablemente esos mismos emisarios y gestores habrían terminado entre rejas. Esta era la diferencia.

Así pues, en los primeros meses del conflicto ucraniano se han dado cuatro convergencias de intereses:

1) Convergencia de los intereses de las big-techs con los gobiernos occidentales.

2)   Convergencia de los intereses de las viejas multinacionales con las nuevas big-tech.

3)   Convergencia de los intereses del gobierno de los EEUU -una vez más- con el “complejo militar-petrolero-industrial” y con las tecnológicas.

4)  Convergencia de los intereses del gobierno de los EEUU con los gobiernos de Europa dentro del marco de la OTAN.

Todo esto genera un entrelazado endiablado de intereses que explican cómo hemos llegado al punto en el que nos encontramos.

Pero no hay que olvidar que, también, a partir de todo esto se han generado contradicciones insuperables. Se diría que los gobiernos occidentales se han visto arrastrados, casi sin darse cuenta, por una orgía de operaciones psicológicas, no solo a decantarse del lado de los EEUU, adoptando posiciones irreflexivas y prescindiendo de las consecuencias que pudieran tener para ellos mismos a corto plazo. Y, no digamos, de los efectos que se van a generar a medio plazo.

Estas contradicciones insuperables son:

1)      Contradicción entre los intereses de las poblaciones y los intereses de los gobiernos de Europa occidental: las decisiones apresuradas de los gobiernos están generando problemas de abastecimiento energético, inflación, inseguridad ante el futuro y van a redundar negativamente en su permanencia en el gobierno… con el consiguiente aumento de la cuota de votos de las opciones populistas de derechas e izquierdas.

2)   Contradicción entre los intereses globales de las big-tech, que aspiran a estar presentes en todo el mundo y que, a partir de ahora, solamente estarán presentes en una parte del mundo (“Occidente”), pero serán proscritos en la otra (Rusia y China) y sometidos a control de los Estados en otra parte. Esto implica, así mismo, que Rusia, China, India e Irán, especialmente, fomentarán la creación de sus propias “redes sociales” nacionales e impondrán controles a las big-tech con base en los EEUU. La merma de más del 50% de su campo potencial de operaciones puede general una caída en bolsa progresiva del valor de estas corporaciones.

3)    Contradicción entre los intereses del dólar norteamericano y su necesidad de seguir siendo “sobrevalorado” como “única moneda de cambio global” de un lado, y de otro, el hecho de que varios países estén en estos momentos estudiando la creación de otra monera de cambio común: conversaciones en las que están embarcados Rusia, China, India, Irán, con posibilidad de que se sumen otras potencias de tamaño medio. El gran riesgo para la economía mundial y, sobre todo, para la de los EEUU, es que el dólar se reduzca a su valor real: entre un 80 y un 40% inferior a su valor actual.

4)  Contradicción entre la inercia de la globalización abordada desde 1989 y cuyos “beneficiarios” se niegan a realizar rectificaciones, pensando que nada ha cambiado y que los objetivos que la motivaron siguen siendo válidos, y el fracaso del modelo que es constatable para la mayor parte de las poblaciones y de los Estados que pueden considerarse como “damnificados” por la globalización.

5)  Contradicción entre las “agendas globalistas” y la imposibilidad de aplicarlas más allá de “Occidente”. Las “agendas” abortistas, de muerte voluntaria, la agenda sobre el cambio climático y el conglomerado LGTBIQ+, los estudios de género, así como los “estudios de género” y el dogma de la igualdad a ultranza con la pérdida de cualquier identidad, es un fracaso fuera de “Occidente” y cada vez encuentra más resistencia en los países occidentales.

6)    Contradicción entre las sociedades arraigadas en sus valores tradicionales y las sociedades que han aceptado las “agendas progresistas” y, por tanto, asumen una pérdida de identidad absoluta, rechazan cualquier forma de “exclusión” y consideran que nunca hay suficientes grados de “libertad” e “inclusión”. Esta contradicción se da entre Estados-Nación, pero también en el interior de cada unidad nacional.

7) Contradicciones entre el momento histórico (revolución científico tecnológica que proseguirá a lo largo del siglo XXI) y la forma de gobierno de las Naciones-Estado anclada en principios y en formas que tienen su origen en la primera revolución industrial (siglo XVIII).

Todas estas contradicciones, algunas de ellas latentes desde el principio del fenómeno globalizador, han salido a la superficie desde el inicio del conflicto ucraniano.

¿Hacia dónde vamos?

La salida lógica a todas estas contradicciones puede preverse que generará -está generando- un nuevo escenario cuyas características principales serán:

1)  Ruptura de la globalización e imposibilidad de aplicar las “agendas progresistas” más allá de “Occidente”. Incluso en los países occidentales, a pesar de que exista una “derecha progresista” y una “izquierda progresista”, la irrupción de los populismos hace difícil el que estas “agendas” pudieran imponerse sin el concurso decidido de las big-tech.

2)      División del mundo en dos bloques: ya no queda nada de la “teoría del arco dorado de la paz mundial”, el logotipo de McDonald. Según esta teoría, dos países que tuvieran establecimientos McDonald nunca entrarían en guerra porque sus sociedades ya estaban unidas por los hábitos alimentarios… La salida de Mc Donald y de otras multinacionales occidentales de Rusia, escenifica a las claras que ya no hay “UN” mundo sino “DOS”. No es el esquema de la Guerra Fría, en donde existían dos imperios que disputaban la hegemonía, ahora lo que existen son dos “bloques” en posiciones antagónicas: uno sigue teniendo las mismas características de la Guerra Fría, la OTAN, pero el otro, es un frente amplio de países opuestos, a la globalización, al mundialismo, a las corporaciones multinacionales todopoderosas, que tienen incluso quintacolumnistas dentro de las naciones “occidentales” en forma de populismos (y viceversa, en la medida en que el mundialismo y la globalización también tienen “agentes” entre las élites del bloque antiglobalizador.

3)  Aumento de las tensiones internacionales: los conflictos internacionales, históricamente, han estallado cuando un país ha hecho valer su voluntad de poder tratando de imponerse sobre otros o bien cuando una élite cuestionada y en riesgo de perder su hegemonía, opta por generar un conflicto artificialmente en el exterior, para mantenerse en el poder, retrasar su caída o debilitar al contrario. La tendencia actual es a que, después de la pandemia (que contuvo la crisis inflacionaria durante dos años: encerrados en sus casas, el consumo cayó en picado y, por tanto, se hizo imposible la inflación), los EEUU de la administración Biden, harán todo lo posible para generar una crisis bélica en un escenario alejado de los EEUU (conflicto ucraniano) que mantenga en pie la política anglosajona en vigor desde el siglo XVIII: generar conflictos en el viejo continente para evitar el eje Paris-Berlín-Moscú. El complejo militar-petrolero-industrial y las big-tech, han impulsado el conflicto ucraniano, comprometiendo -a través de la OTAN y de los políticos de bajo nivel que gobiernan en Europa- el bienestar y la seguridad de las poblaciones europeas en beneficio de las exportaciones norteamericanas (de gas y de armamento).

4)   Exigencia en los países occidentales de que las big-tech sean vigiladas y tuteladas por los Estados: el peso de estas compañías ha crecido excesivamente y hoy se sienten en condiciones de dictar reglas. Personajes como Elon Musk tienen la seguridad de que cualquier declaración que hagan será reproducida inmediatamente en TODOS los medios de comunicación y redes sociales de todo el mundo inmediatamente y se permiten el lujo de especular con criptomonedas, crear de un día para otro burbujas que aumentan sus beneficios y hunden a pequeños accionistas e inversores, y sobre todo dictar sus normas a los gobiernos aterrorizados de que los propietarios de las redes sociales se vuelvan contra ellos en caso de no acceder a sus exigencias. Ante esto, la única salida es: gobiernos sólidos que impongan un rígido control a las corporaciones tecnológicas en todos los terrenos. Que sean consideradas como “empresas de utilidad pública” y, por tanto, sometidas a una vigilancia que excluya el que sus propietarios puedan intervenir políticamente a través de “lobbys” o de presiones sobre los gobiernos y se persigan sus vulneraciones a las legislaciones de cada país y sus ambiciones monopolistas.

5)   Exigencia de renovación política radical en los países occidentales con nuevas formas de liderazgo: ni Montesquieu, ni el parlamentarismo, ni la partidocracia, tienen lugar hoy. Han demostrado demasiadas veces su fracaso y han evidenciado que no están en condiciones ni de comprender ni, mucho menos, de gestionar el mundo del siglo XXI. Hace falta una profunda renovación política y cada vez es más visible que los partidos tradicionales no van a acceder a ello, ni a aplicar reformas constitucionales (y, mucho mejor, nuevas constituciones) que contemplen reformas políticas en profundidad.

6)  El sistema económico mundial pende de un hilo que puede romperse al constatar la ruptura de la globalización y cuando esta sea todavía más evidente. Sufrirán los eslabones más débiles de la cadena, esto es, aquellos países que han ido deslocalizando su industria en los últimos 25 años y que ahora tienen exceso de paro y altas tasas de endeudamiento público. Obviamente, el país más expuesto son los EEUU y en segundo lugar los países de Europa Occidental y la UE, verdadero enano político y puzle económico en el que cada uno de los asociados intenta suplir sus propias carencias, aprovechándose de los demás. Un pequeño tropiezo en la política norteamericana (¿quién sucederá dentro de dos años a Biden?), la caída del dólar, la retirada masiva de fondos de inversión chinos, petrodólares, inversores europeos, y yenes de las bolsas norteamericanas, ante el primer síntoma de crisis del dólar, puede llevar a la catástrofe en pocas horas a la economía norteamericana. La ruptura de la globalización, por lo demás, puede generar el desabastecimiento en Europa y alcanzar la hiperinflación que, en las actuales circunstancias, y por breve que fuera, supondría el colapso del sistema económico mundial, que generaría una crisis social de dimensiones incalculables y, por supuesto, una crisis política de la que las “partidocracias occidentales” no podrían recuperarse.

Todo esto es lo que puede deducirse de la observación de la marcha del conflicto ucraniano y de las reacciones intemperantes y poco meditadas de los gobiernos occidentales. El mundo está cambiando ante nuestros ojos: no lo vemos porque tenemos exceso de información, pero desde el momento en el que nos paramos a meditar e incorporamos informaciones que, poco a poco, van apareciendo en los medios, percibimos las tendencias y los entrecruzamientos complejos de intereses sin salida.

Es la hora en la que los marmolistas pueden empezar a cincelar una losa fúnebre: “RIP. Aquí yace la globalización. Lo que no pudo ser ayer, es imposible hoy”. Preparad las palas para cavar una fosa bien profunda.








viernes, 28 de octubre de 2022

Jean Marie Le Pen, 94 años. Homenaje, agradecimiento y recuerdo (VII) - LA CUESTION DEL ISLAM (así estaban las cosas hace 20 años)

 

Resulta difícil resumir el estado de la cuestión en Francia y cómo el "antinmigracionismo" de Le Pen tuvo un eco tan fuerte en Francia. Para entenderlo estamos obligados a realizar la recensión de una obra de Guillaume Faye1, que no milita en el Front National, «enfant terrible» de la «nouvelle droite» intelectual, y que en su obra «La Colonisation de l’Europe» define la situación que está afrontando el vecino país en relación a la delincuencia, la inmigración, el racismo y la xenofobia. [Este texto fue escrito hace 20 años, y, por tanto, refleja la situación que se daba en Francia en aquel momento. Ni que decir tiene que en la actualidad esa situación se encuentra mucho más degradada, NdA]

Por que las cosas en Francia, al decir de Faye, están como siguen. No pierdan nota. Algunos de los datos que les vamos a ofrecer les parecerán extremos y quizás frunzan el entrecejo en gesto forzado de incredulidad. Si Faye tiene razón, Francia tiene un problema y ese problema no es Le Pen. Hemos preferido traer a colación un texto  que no perteneciera al acervo documental del Front National o de Le Pen, lo cual hubiera implicado sospechas de subjetividad. Tampoco hemos optado por evaluar nosotros mismos la situación: hace falta estar en Francia todos los días para advertir la situación; no es nuestro caso, si el de Faye. Y, finalmente, Faye es un intelectual polémico, no un buscador de votos. Hace veinte años, no sólo era indiferente a Le Pen, sino además le era hostil. No ahorraba ironías ni maldades sobre el líder del Front National que para él y para la tendencia a la que pertenecía era el más conspicuo representante de la «vieja derecha» y ellos (Benoist, Vial, Louis Pauwels, etc.)  se consideraban «nueva derecha». Vale la pena conocer su opinión. Sus libros han sido editados por Editions de L’Aencre y, con su enorme carga polémica, resumen la situación mucho mejor de lo que podríamos hacer nosotros.

LA CUESTION DEL ISLAM

Presentamos a continuación un resumen de la obra de Guillaume Faye “La Colonisation de l’Europe”2. Hemos intentado resumir en 30 folios un libro de 350 páginas, recogiendo los datos esenciales.Y lo hacemos sin añadir ningún comentario por nuestra parte:

«Actualmente hay en Francia 4 millones de musulmanes. Nadie duda que se trata solo de gente regularizada, la mayoría tienen incluso en la actualidad la nacionalidad francesa. Pero entre legales e ilegales, se admite que cifra de musulmanes puede llegar a 6 e incluso a 7 millones. En el momento de escribir estas líneas el Islam es la segunda religión de Francia. En menos de veinte años se han construido casi 1500 mezquitas con altavoces que llaman a la oración sin preocuparse si existe una legislación que limite este tipo de manifestaciones.

Sus practicantes son jóvenes, mientras que los practicantes católicos son viejos; tienen un alto nivel de evolución demográfica, tanto por el flujo masivo de inmigrantes como por la alta natalidad de los Islamistas. En realidad el Islam será la primera religión de Francia en el 2015. Ya hoy existen más musulmanes en Francia que en Albania y en la antigua Yugoslavia juntas. Tampoco hay que perder de vista que en el ámbito de la Unión Europea, existen 15 millones de musulmanes y en diez años, la cifra se habrá duplicado.

El 25% de las personas entre 5-20 años en Francia son ya de origen extraeuropeo. En el 2010 el Islam será la primera religión practicada dentro de Francia. El 75% de los actos delictivos violentos en el año 1998 son el hecho de magrebies o africanos. Son datos del Ministerio del Interior. El 30% de los nacimientos en la Francia de hoy tienen un ascendente extranjero de primera o segunda generación, la gran mayoría de procedencia afro-asiática. De los 780.000 nacimientos anuales, una de las tasas más bajas de Francia, 250.000 nacimientos son de mujeres magrebies, africanas, asiáticas o mixtas. Hoy, el 8% de adultos son de origen extra-europea, el 20% de alumnos son en mayoría afro-magrebies, y el 34% de los niños de menos de 5 años. A partir del 2010 el número de electores africanos negros y musulmanes en Francia alcanzará el 20% de los votantes. Luego esta cifra no cesará de aumentar (Journal of Demographic Studies, Boston UP. Nº1439, dic.1998).

Podremos ver como se constituye un partido islamista que alcanzará rápidamente el poder en un centenar de municipios con las elecciones municipales. ¿Se impondrá la «sharia» en esas zonas? Y, finalmente, si el crecimiento demográfico sigue como hasta ahora, en unas décadas ese partido alcanzará mayoría en la sociedad francesa e impondrá la ley coránica en todo el territorio francés...

En Francia está larvando una guerra étnica que ya ha empezado y que, año tras año, se extiende. Por ahora toma la forma de una guerrilla urbana poco organizada: incendios de coches (el 91% exactamente de coches incendiados son de europeos) o comercios, agresiones a europeos, pedradas, ataques a los medios de transporte públicos, emboscadas a policías y bomberos, ataques sorpresas en los centros urbanos, etc. La delincuencia se ha convertido en un medio de creación de zonas de «non-droit» [donde no rije el Estado de Derecho], en las cuales los europeos son expulsados. Es decir que asistimos a una verdadera conquista territorial.

Contrariamente a la opinión de los islamófilos, el Islam no es solamente una «fe universal», como el cristianismo, sino una «comunidad de civilización» («umma») que tiende a la expansión. El proyecto implícito del Islam en Europa es simplemente la conquista de Europa, como así lo estipula el Corán. Ya estamos en guerra, y los europeos occidentales no lo hamos comprendido. Los rusos, por el contrario, sí. Porque el Islam es un vehículo de valores trascendentes que propone una doctrina individual y colectiva en la cual las normas superiores e intangibles se imponen a los creyentes, dando así un valor a su existencia.

Su introducción masiva en Europa desfigurará la cultura europea más aun que el hecho de la americanización. Un dogmatismo reivindicado, una ausencia de espíritu faústico, una negación fundamental del humanismo (entendido como autonomía de la voluntad humana) en nombre de una sumisión absoluta a Dios, un rigidismo extremo de obligaciones y de relaciones sociales, un monoteísmo absoluto, una confusión teocrática de la sociedad civil, una reticencia profunda hacia la libre creación artística o científica, son los trazos incompatibles con la tradición mental europea.

Aquellos que creen que el Islam pudiera europeizarse, adoptar la cultura europea, aceptar la noción de laicidad, cometen un grave error. El Islam, por esencia, no aceptará ese compromiso. Su esencia es autoritaria y guerrera. Dicho de otra forma, con la introducción del Islam en Europa, se presentan dos riesgos: desfiguración o guerra.

En una primera etapa, el discurso del Islam en Europa se hace relativamente tolerante. Los responsables musulmanes dicen «querer respetar las leyes de la República» y la laicidad, a pesar de que ello es totalmente incompatible con el Corán, pues allí no se acepta otro derecho mas que el derecho coránico, que también incluye el derecho civil. Se presenta con un mensaje que pertenece a la «estrategia del zorro» evocada por Maquiavelo.

Pero ya se elevan en Francia, como en Gran Bretaña, las voces que demandan para los musulmanes un derecho especial. Sus partidarios creen llegada la hora de afirmar estas reivindicaciones. Como veremos más adelante, el Islam no revela jamás con franqueza sus intenciones a aquellos que considera enemigos, nosotros, los Infieles; este camuflaje es para ellos una obligación teológica y moral.

En un segundo tiempo, con el aumento constante de efectivos musulmanes gracias al vuelco del diferencial demográfico, los flujos constantes de inmigración, más la conversión de los autóctonos, Europa será declarada «tierra de conquista» por el Islam, lo que constituye una revancha radical de las tendencias históricas de siglos pasados. Revancha contra las cruzadas y la humillación de la colonización, y conquista mediante un gran movimiento de expansión.

El Islam es por esencia intolerante y maquiavélico, utiliza conjuntamente la fuerza y la astucia. La astucia se emplea siempre que los musulmanes son minoritarios y débiles; la fuerza, en el momento en que su dominación está asegurada. Entre los inmigrantes árabe-africanos, el Islam se piensa no como una religión de esencia espiritualista, sino como una autoafirmación étnica y de revancha frente a los europeos. Más aún que el cristianismo, hoy muy debilitado, el Islam es la religión por esencia de la verdad revelada e imperativa, y, con una conciencia ciega, siempre se cree en su derecho y justifica todos sus actos, hasta la exacción, cometidos en nombre de su expansión y de la gloria de Allah.

Los europeos, ingenuos defensores del Islam, cometen el error de no conocer ni interpretar el Corán como un bloque sincrético, como un texto globalmente lógico, sino que lo consideran un texto de «varias lecturas», rico en interpretaciones.

Se subraya la «tolerancia y la fraternidad entre las religiones, la libertad de creencia» inscritas en los preceptos coránicos (sura II, 256); se insiste en el rechazo de todo integrismo y fanatismo, «el Islam como comunidad del justo medio» (II, 143), o bien «el rechazo de la violencia en materia de religión» (II, 257). El Islam estaría unido a la compasión y al perdón de las ofensas: no se debe responer el mal al bien (XLI, 34; XXIII, 96; XII, 22); o bien el Islam estaría unido a la humanidad hacia los enemigos, que obliga a todo musulmán a darles protección (IX, 6).

Pero estos versículos se contradicen con catorce siglos de comportamiento del Islam, que privilegia la violencia siempre que las relaciones de fuerza le son ventajosas, que ignora el perdón y la compasión, que erradica o somete en ghettos a las otras religiones en los territorios que han conquistado, que no tolera bajo ningún concepto ni a los paganos politeístas ni a los ateos.

Estos versículos pacíficos son un engaño, una astucia. Teológicamente, en el Corán, son anulados por los versículos bélicos escritos con posterioridad, especialmente aquellos de la sura IV, sobre la cual hablaremos más adelante.

De manera general, el Islam no practica una política de paz y de tolerancia aparente sino cuando se encuentra en minoría. Varios países musulmanes, como Arabia Saudita, proscriben absolutamente la construcción de iglesias en sus territorios. La práctica de un culto cristiano está prohibida a los extranjeros residentes en el país. En la mayor parte de los países musulmanes, la entrada o la residencia de sacerdotes cristianos es casi imposible, y todo proselitismo está rigurosamente prohibido, bajo pena de expulsión inmediata. En Europa, el proselitismo musulmán está protegido y financiado (construcción de mezquitas) por los poderes públicos, confundiendo la laicidad con la ingenuidad. La regla de la reciprocidad que por siempre ha regido el derecho internacional no se corresponde aquí, y los europeos lo aceptan con toda naturalidad, en su demérito, esta regla del «dos pesos, dos medidas», que a los ojos musulmanes no es sino un signo de debilidad y de claudicación, que justifica y legitima la «voluntad divina» de su movimiento de conquista etno-religiosa de Europa. En el espíritu del Islam, el hecho de que los europeos no exijan a los países musulmanes la misma neutralidad laica, la misma libertad de culto que ellos practican hacia los musulmanes, significa aquí que «Los europeos saben que están en el error; ellos reconocen la superioridad del Islam y ante la superioridad de Allah se postergarán ante nosotros reconociéndose Infieles y que es justo que sean para nosotros tierra de conquista»; estas palabras de un famoso imán egipcio fueron recogidas en el diario AI Ahram, de El Cairo.

Los europeos ignoran los mismos fundamentos del Islam, especialmente el cínico imperativo de las tres etapas de conquista: en un primer tiempo, la comunidad musulmana instalada en un territorio extranjero, al encontrarse en minoría, debe practicar el «Dar al-Sulh», la «paz momentánea», para que los infieles, en su ignorancia e ingenuidad, permitan el proselitismo islámico en su propio suelo, sin exigir ninguna reciprocidad en tierras musulmanas. Es la etapa que vivimos actualmente en Europa, que hace creer que un Islam laico y europeizado es posible.

En un segundo tiempo, cuando la implantación de la comunidad islámica está confirmada, entra en juego el imperativo de la conquista y de la violencia. Es el «Dar al-Harb», donde la tierra de la infidelidad se convierte en «zona de guerra», y en la cual toda resistencia a la implantación del Islam debe ser aplastada, ya que su número suficiente hace posible que los musulmanes abandonen la prudencia de los primeros tiempos de la conquista. Esta es la fase que no tardaremos en vivir: ya estamos viendo las premisas.

La tercera etapa es aquella en la que los musulmanes acaban por dominar. Es el «Dar al-Islam», el «reinado del Islam». Los judíos y los cristianos son tolerados como minorías, sujetos a un derecho inferior como «dhimmis» («protegidos») que les sustrae la mayor parte de sus derechos civiles; los paganos politeístas («idólatras») y los ateos son perseguidos, y toda la población debe someterse a las reglas sociales del Islam. Los no-musulmanes no pueden beneficiarse de una posición social dirigente.

Para muchos actuales líderes islámicos mundiales, el objetivo declarado es imponer en Europa la ley del «Dar al-Islam». Hablamos de un proyecto planificado, de una voluntad política puesta en marcha, ya que Dios así lo ordena. El Islam es un universalismo absoluto y proselitista con vocación imperativa de conquistar toda la tierra. El proselitismo cristiano desea imponer una fe universal, pero el proselitismo musulmán desea implantar una civilización, un modo de vida y una sumisión política. El Islam no es tanto una religión, en el sentido espiritual del término, como un imperialismo político y étnico con la voluntad de implantar en todos sitios una civilización intolerante en la cual los musulmanes dominarían a todos los demás, como el hombre domina a la mujer. Pretender separar, en el Islam, la política de la religión es completamente vano; ambas no son sino una sola y la misma cosa.

Los sermones de los imanes en las mezquitas de nuestros suburbios, que los Islamófilos de salón no han entendido jamás, apelan abiertamente a la conquista del suelo francés y al trabajo proselitista de conversión. Desde hace tiempo las noticias dan cuenta de ciertos imanes que predican directamente la violencia armada. Cuando se piensa que el ecumenismo jamás ha funcionado con los protestantes y los judíos, ¿cómo imaginar que pudiera ser posible con el Islam? Es la fábula del pastor que deja entrar en el aprisco a los lobeznos; cuando crecieron y se convirtieron en lobos ya era tarde.

La doctrina de la cohabitación de comunidades es inaplicable al Islam. Los partidarios del chador, de los derechos específicos al culto musulmán, de una cohabitación harmoniosa como una «piel de leopardo» según un confuso derecho a la diferencia, se equivocan de cabo a rabo. Porque el Islam es visceralmente opuesto a todo derecho a la diferencia. Su monoteísmo absoluto le ordena reinar sin oposición sobre la sociedad conquistada. Intrínsecamente, el Islam se piensa a sí mismo como la única comunidad legitima, la comunidad de los creyentes, que posee el monopolio de la existencia y de la expresión, y donde las otras comunidades no pueden beneficiarse sino de un status inferior de infieles y tolerados. Para el Islam, una sociedad plural, caleidoscópica, es fundamentalmente impía; no es más que una transición para conseguir la dominación de una comunidad –la musulmana sobre las otras–, preludio para su eliminación o conversión.

Hoy día, los líderes musulmanes, en las sociedades europeas, juegan la carta de una coexistencia comunitaria, y proclaman sus sentimientos laicos. Pero no dejan de tener como objetivo a largo plazo la implantación de la «sharía», la ley islámica. La aceleración de la historia demográfica llegará a convencer a los más escépticos.

¿Saben que el Islam es el más ardiente defensor de lo «Único», que rechaza y refuta todas las diferencias? ¿Imaginan los defensores del chador en las escuelas republicanas que en los colegios coránicos de Francia las cruces, las estrellas de David, los martillos en miniatura, cualquier tipo de medallas y símbolos religiosos ajenos al culto musulmán están prohibidos sin apelación?

El Islam funciona exactamente según el mismo principio totalitario que el comunismo. Al igual que éste, con sus doctrinas del proletariado como única comunidad, de la lucha de clases y del partido único, el Islam tiene vocación de absorber todo el campo social y político. La visión de una sociedad de «libertad de comunidades» le es tan extraña como insoportable, tal como el multipartidismo lo es para el comunismo. Durante los años cincuenta, los comunistas tomaron la consigna de no hablar de la dictadura del proletariado y la conquista de la sociedad, tal como los Islamistas esconden hoy sus verdaderos objetivos, hablando de multipartidismo y de libertad de opinión. El comunismo se derrumbó. Pera en el Islam, tal mutación es imposible. Marx está desacreditado, pero no Allah.

Desgraciadamente, aquellos intelectuales o políticos que defienden al Islam no le conocen. Ignoran su naturaleza teocrática según la cual todo Estado es ilegítimo si no se rige según los preceptos de la religión islámica. Para un musulmán no pueden coexistir una ley laica neutral y pública y una ley musulmana fundada sobre la fe y que se extiende hasta el dominio privado. La fe y la ley son indisociables, lo cual significa que desde el momento en que la religión islámica deviene mayoritaria en un país, tal país debe abandonar sus costumbres legislativas y adoptar el derecho coránico. Si nada se le opone, si la lógica demográfica se consuma, el Islam devendrá la religión mayoritaria en muchos países de Europa. Sería una estupidez pensar que entonces no pasaría nada…

Los europeos subestimamos la determinación islámica, su potencia y su peligro. Consideramos que son «una religión como cualquier otra», que se inscribe en un «nicho», como el judaísmo o el budismo, cuando en estas religiones no existe en absoluto la obligación del proselitismo. El Islam no reposa sobre especulaciones, dudas, interrogaciones, abstracciones, sino sobre principios. Por definición, estos principios son intangibles. Para hacerse respetar ante los musulmanes habría que hacerles respetar los mismos principios intransigentes que ellos manifiestan. Conviene sobre todo no mostrar ninguna debilidad, ninguna tolerancia ante sus exigencias.

El genio del Corán no reside en su espiritualidad religiosa, que es casi inexistente, sino en constituir el mejor tratado de estrategia de conquista geopolítica de la humanidad. El Corán supera con creces las obras de Sun-Tzu, de Maquiavelo o de Clausewitz.

La mayor parte de los europeos no se han dado cuenta, especialmente los islamófilos y los inmigracionistas; ninguno de ellos ha leído jamás el Corán, ni habla árabe, ni han puesto jamás sus pies en país musulmán alguno. Para ellos, el Islam, y toda la inmigración, son hechos abstractos, lejanos, simpáticos. Son gentes que viven una vida propia de las clases descomprometidas, virtual, alejada de la realidad; son gentes que se derrumbarán ante la realidad que se aproxima.

¿Qué nos depara el porvenir?, preguntaba Albert Kehl. «Un sobresalto de autoridad que traerá la calma, la obediencia a nuestras leyes, y por lo tanto el fatalismo instalado por un tiempo entre la población musulmana, el dejarse llevar, estallará en un punto de fanatismo declarando la conversión al Islam o la condición de “dihimmis” de nuestro pueblo sobre nuestro propio suelo hasta los tiempos indefinidos. La única solución verdaderamente eficaz, la única digna para nosotros, pueblos de Europa, pasa por el retorno a sus países de origen de la inmensa mayoría de los Islamistas».

Se puede decir mejor, pero no más claro. Bien entendido, este género de propuestas es hoy considerado, en estos tiempos de neurosis etnomasoquista, como diabólico. No es perverso el permitir que el enemigo nos conquiste, pero es perverso que nos defendamos. Bien, seamos perversos.

El Islam está fundamentalmente atormentado por la idea de la guerra santa. Los conceptos de muerte, de venganza, de exterminio, de matanza son constantes en el Corán. Quienes hablan del Islam como una religión de paz y de cohabitación son precisamente aquellos que ignoran el Islam. Los recientes sucesos en Afganistan y Argelia, Chechenia y Macedonia, las escenas de barbarie cotidiana, son un hecho consustancial al Islam. No se trata de accidentes o de crímenes cometidos por falsos musulmanes, sino de un salvajismo inscrito en el cuadro teológico de esta religión. Se pretende hacer creer que existen un fundamentalismo extremista y un Islam civilizado. Se olvida que el mismo «Islam civilizado» puede en cualquier momento devenir bárbaro, pues el Corán se esmalta con llamamientos a muerte contra los infieles o los traidores. El «no matarás» es una prescripción desconocida entre los musulmanes.

Para mostrar que no hablamos de fantasmas o de acusaciones malévolas, veamos algunos pasajes del Corán, ampliados con unos comentarios. Sura 2, versículo 190: «Y combatid en la senda de Dios a aquellos que os combaten»; sura IX, versículo 5: «…Y matadlos donde les encontréis, cazadlos, sitiadlos, preparadles toda clase de emboscadas». Aquí se encuentra la justificación del mártir, una de las bases fundamentales del terrorismo Islamista: «Que seáis muertos o que seáis matados, sí, es con Dios con quien os reuniréis. No penséis como difuntos a los que han muerto en la senda de Dios (la guerra santa), al contrario, viven al lado de su Señor. Porque la vida presente no es sino un objeto de goce engañoso. Aquellos que están expatriados, aquellos que han sido expulsados de su residencia, que han perseguido Mi sendero, que han combatido y que han sido muertos, Yo les haré entrar en el paraíso» (sura 3, versículos 158, 169, 185, 195). El morir en el nombre de Dios es la certidumbre de obtener el paraíso. La fuerza del Islam reposa en estos simplismos brutales. He aquí otros versículos, recogidos de las suras 4, 5, 8, 9, 17, 33, 47

«A quienquiera que combate, tanto si muere o vence, Nosotros le daremos un gran salario. No cojas amigos entre los infieles hasta que ellos acepten la senda de Dios. Pero si ellos se vuelven de espaldas, matadles entonces y donde les encontréis». «Por consiguiente, si ellos no quedan neutros ante vuestras consideraciones, no les tenderéis la paz y no les daréis la mano, sino que les matareis allá donde les encontréis. No son iguales los creyentes que se quedan sentados y los que luchan en la senda de Dios». Aquí se puede ver, en esta afirmación de la superioridad intrínseca del mujaidin; que la guerra santa es una etapa permanente, casi obsesiva. «El musulmán que combate, que milita, es superior a aquel que se contenta con practicar su fe». «Y cuando os lancéis sobre el Mundo, no temáis que los infieles os pongan a prueba, los infieles son para vosotros, verdaderamente, enemigos declarados».

Triple alusión: en situación de debilidad, el musulmán puede practicar el engaño y no seguir su religión para así obtener ventajas, por otra parte todo ecumenismo con otras religiones está proscrito. La Iglesia católica es una ingenua… En fin, el deber del Islam es la conquista.

Buena conciencia del combatiente o del terrorista: «Cuando das muerte, no eres tú quien les da muerte, sino que es Dios quien les mata. Y cuando disparas (la flecha), no eres tú quien dispara, sino que es Dios quien dispara. Oh, Profeta, anima a los creyentes al combate».

Conquista y guerra santa permanentes son preferibles al trabajo, a la perspectiva y a la fundación, a una civilización pacífica: «Oh, los creyentes. Partid en campaña en la senda de Dios. ¿Os agrada la vida presente? ¿Os pesa más la tierra que el más allá? Si no partís en campaña, Dios os castigará con un castigo doloroso. Ligeros o pesados, partid en campaña y luchad en la senda de Dios. Quienes se retrasan y se quedan sentados se oponen al mensaje de Dios y rechazan combatir en la senda de Dios. ¡Oh, los creyentes! Combatid a los infieles que se os acerquen, que encuentren en vosotros la fuerza».