lunes, 29 de junio de 2020

El sexo que llevó al III Reich (1 DE 3) LOS "REFORMADORES SEXUALES"


Siempre hemos sostenido que la República de Weimar fue uno de esos momentos estelares en la historia de la humanidad en la que en apenas unos años se produjo una gigantesca eclosión científico-político-cultural en la que lo mejor se juntó con lo peor y que, finalmente, predispuso a una mutación total y radical que llevó al III Reich. Las bases de este impulso, por supuesto, existían antes de la I Guerra Mundial pero las condiciones de inestabilidad, tensión, crisis permanente, agitación e inseguridad que aparecieron después (y en cierto sentido se mantuvieron a lo largo de toda la conflictiva vida de Weimar) parecieron favorecer a este movimiento de renovación uno de cuyas columnas centrales fue la modificación de los hábitos sexuales, tema que vamos a tratar en este artículo.

Cuatro años de guerra habían modificado profundamente la forma de ver la vida, el mundo y la sexualidad por parte de los jóvenes. Muchos de ellos habían caído en los frentes sin conocer los placeres del sexo. La guerra demostró a todos la impermanencia de lo humano, su fragilidad y la necesidad de vivir intensamente y sin tiempos muertos o de lo contrario, en cualquier momento un fragmento de metralla, una ráfaga certera o un disparo perdido podrían interrumpir banalmente la existencia. En los cerebros de toda una generación se habían producido inevitablemente estos pensamientos durante su tiempo de permanencia en las trincheras, en los hospitales del frente o durante los breves permisos en la retaguardia. Si la vida es breve, y todo es “vanidad de vanidades”, pasajero y puntual ¿por qué no disfrutar de los placeres de la vida “sin trabas y sin tiempos muertos”?

El problema era que el “antiguo régimen” se caracterizaba por un recato y unas actitudes pacatas que no dejaban mucho margen para vivir intensamente la sexualidad. Gozar no estaba bien visto. Así pues, hubo que esperar hasta noviembre de 1918 para que el shock de la derrota descompusiera los fundamentos de la sociedad y fuera posible vivir la sexualidad de otra manera. Una de las primeras consecuencias de la caída del Káiser fue la abolición de la censura. Entonces irrumpió la modernidad y esto implicaba, fundamentalmente dos cosas, apreciar la “libertad individual” (aceptar la democracia formal como la mejor forma de organizar una sociedad) y “vivir intensamente y sin inhibiciones el sexo” (rechazar cualquier cortapisa al principio del placer).

Algunos “reformadores sexuales” que aparecieron en los primeros años de la República introdujeron otro elemento en la ecuación: la sexualidad se vivía individualmente pero también dentro del marco de la sociedad, por tanto, había en ese impulso algo que trascendía lo privado y que, por tanto debía tener una dimensión social. Y, por curioso que pueda parecer, esta opinión apareció en la derecha, en el centro y en la izquierda, como veremos.


En la izquierda esta idea se extendió de la mano de socialdemócratas con Hirschfeld (fundador del Instituto de Investigaciones Sexuales) como entre los comunistas con Wilhelm Reich. A pesar de la tradicional austeridad en materia sexual del Partido Comunista (KDP) que consideraba oficialmente que determinadas formas de sexualidad eran “residuos pequeño-burgueses”, en ese entorno apareció el Movimiento para la Reforma Sexual cuyo lema era “Tu cuerpo te pertenece”. Mientras la derecha (Theodor Hendrich van Welde, autor de tres gruesos volúmenes dedicados a una vida sexual placentera y ordenada el primero de los cuales se titulada El matrimonio ideal) se limitaba, en su habitual conservadurismo, a procurar extraer el máximo placer dentro del matrimonio, la izquierda solía aludir a la “miseria marital”, a la “crisis de la familia” y a la “miseria sexual”.

La guerra había provocado un desequilibrio sociológico en la sociedad alemana: en 1925 existían 1075 mujeres por cada 1000 hombres. Para colmo, la crisis de la superinflación que apareció a principios de los años 20 y que se reavivaría con la crisis mundial de 1929, generó el que las tasas de natalidad fueran extremadamente bajas, las más bajas de toda Europa en 1933, apenas 14,7 nacimientos por cada 1.000 habitantes. El 25% de los berlineses, ni tenía hijos ni quería tenerlos voluntariamente y para ello utilizaban entre 80 y 90 millones de preservativos al año. Por si esto fuera poco, el número de abortos ilegales pasó a ser de 1.000.000 anual sobre 32.000.000 de mujeres. El hecho de que buena parte de estos abortos se realizaran en condiciones higiénicas lamentables que provocaban la muerte de entre 4.000 y 12.000 mujeres al año, mientras otras 50.000 sufrían problemas de salud relacionados con la intervención.

La homosexualidad que hasta ese momento había estado contenido y era prácticamente invisible aumentó aunque no se dispongan hoy de cifras seguras. Hirschfeld, uno de los gurús socialdemócratas de la sexualidad de Weimar recomendaba prácticas sexuales imaginativas incluidas la homosexualidad. Incluso los “reformadores sexuales” de derechas, decían creer en el matrimonio, pero no en la monogamia. Para estos, las relaciones sexuales prematrimoniales debían mostrar si la pareja se “acoplaba” bien y, cuando lo habían comprobado, se trataba de obtener el máximo placer en el interior de la pareja. La izquierda, por supuesto, iba mucho más allá. Wilhelm Reich, que en aquel momento compartía las doctrinas psicoanalíticas de Freud, sostenía que la “represión” sexual había destrozado la estabilidad mental de los trabajadores y que la única terapia consistía en adoptar una vida sexual gratificante pues, según él, la “represión” era el recurso del capitalismo para paralizar y contener a la clase obrera. Si ésta quería ser dueña de su destino debía proceder, no solamente a una “liberación de clase” mediante la revolución proletaria, sino también a la terapia psicoanalítica. La primera aboliría la represión de clase que la burguesía ejercía sobre el proletariado, la segunda llevaba a la “liberación sexual”.

La sociedad alemana –siguiendo la tesis de Freud- había experimentado durante la guerra el principio del Thanatos (de la muerte) y solamente podía liberarse absorbiendo hasta las heces el principio del Eros (del placer). Theodor Hendrick, el teórico de la sexualidad marital de derechas, reconocía que la familia era la célula básica de la sociedad, pero, al mismo tiempo que el matrimonio podía llegar a ser para algunos un infierno. La clave de la vida feliz –u él estaba convencido de que la felicidad en el matrimonio existía- consistía en reconducir la sexualidad hacia el paraíso. En sus investigaciones había observado que muchas mujeres casadas no experimentaban ningún placer en las relaciones con sus maridos y que estos también habían caído en el aburrimiento y la rutina recurriendo a prostitutas, amantes o simplemente a la masturbación y se decía que la clave para una relación duradera era que ambas partes, marido y mujer, obtuvieran placer.

Hendrick, como decíamos, era un liberal de derechas y por tanto veía cierta relación “jerárquica” en la pareja: el marido, decía, debía ser el “educador” de la mujer, de su propia mujer y debía de darle la mano para recorrer con ella el camino que llevaba al placer. Confiaba, como todos los “terapeutas sexuales” de Weimar que la ciencia era quien debía marcar el camino hacia el placer teniendo en cuenta las características fisiológicas de las partes y las técnicas más adecuadas para dar placer. El orgasmo simultáneo marcaba la cima de la perfección de las relaciones maritales. Había observado que la culpa de que muchas mujeres no experimentaran placer en sus relaciones sexuales era por la tensión que les ocasionaba el coitus interruptus, unido a que los maridos no sabían utilizar las “técnicas sexuales”. Y allí estaba Hendrick y demás “reformadores sexuales” para difundir con su verbo misionero la buena nueva de una sexualidad sana y placentera.

Muchos de ellos creían que la respuesta a los males de la sexualidad occidental vendrían resueltos por las ideas recogidas por antropólogos y sociólogos entre las tribus primitivas o los aborígenes del Pacífico (estudiadas a través de los trabajos de Malinovsky), otros pensaban que había que recurrir a refinamientos orientales (el Kama-Sutra acababa de ser traducido) y también había llamado la atención de la sociedad alemana anterior al conflicto bélico el descubrimiento de la institución japonesa de las Geishas o las prácticas sexuales árabes o propias del sudeste asiático. No solamente la mujer debía de aprender determinadas técnicas para dar más placer al varón, sino que éste debía hacer otro tanto, modificando sus hábitos y considerando que el placer no era cosa de uno, sino de dos, puntos en los que coincidían todos los “reformadores sexuales” de Weimar era en creer que el Estado debía de tomar cartas en el asunto.

Fue durante la República de Weimar cuando se introdujo la idea de que era necesario que existiera una educación sexual en las escuelas. A través de la educación sexual el Estado debía recomendar prácticas sexuales que llevaran a la felicidad individual y conyugal. Este planteamiento quedaba todavía más reforzado por el hecho de que en los años 20 las enfermedades venéreas y las psicopatías sexuales se habían enseñoreado de la sociedad. Sin excepción, todos estos problemas eran tratados en la amplia literatura que se generó a derecha e izquierda en la República de Weimar. La izquierda, por supuesto, insistía resaltando las dificultades económicas que encontraba la clase obrera en el ejercicio de una sexualidad placentera. La derecha, por su parte, buscaba contener el placer en el interior de la célula familiar. Sin embargo, la diferencia entre unos y otros consistía en que, entre los medios de la izquierda, existían muchas mujeres que se habían sumado al movimiento, mientras que en la derecha el movimiento era algo protagonizado solamente por varones.


viernes, 26 de junio de 2020

DUALIDADES MASÓNICAS (VI) – JUAN BAUTISTA Y JUAN EVANGELISTA


Las festividades de San Juan Evangelista y la de San Juan Bautista, en la Masonería, especialmente en la del Rito Escocés, constituyen una de las fuentes de mayor riqueza simbólica y, acaso uno de los patrimonios más remotos que mejor encajaron con el cristianismo. Tras el simbolismo de los dos San Juanes se puede reconocer sin dificultad la imagen del Jano, dios latino bifronte, dios del pasado y del presente, de los cruces y de las puertas, dios de los caminos, pero, fundamentalmente, dios del principio y del fin del ciclo anual. Fue una derivación de su nombre la que se utilizó para denominar al primer mes del año, jaunarai, enero, mes en el que coincidían el primer instante del nuevo año y el último del ciclo pasado.

Históricamente está suficientemente documentado que las fiestas de Jano fueron sustituidas por las de San Juan Evangelista. El doble rostro del dios latino se escindió y fue así como uno pasó a celebrarse en las proximidades del solsticio de invierno –coincidiendo, más o menos, con las antiguas fiestas de Jano— y la otra en fecha simétrica, el solsticio de verano, coincidiendo con la festividad de San Juan Bautista. Desde el punto de vista zodiacal, la primera festividad coincidía con el signo de Capricornio, y se la llamaba «puerta de los dioses», estaba presidida por la tristeza y la desesperanza por el alejamiento del dios sol que parecía haberse ido separando de su elíptica a lo largo de los meses de otoño. La naturaleza, abandonada por el sol, había muerto. La festividad opuesta, bajo el signo de Cáncer, coincidente con el solsticio de verano, se celebraba bajo un signo diverso: se la llamaba «la puerta de los hombres» y significaba el apogeo del sol, el momento en que los días son más largos y la naturaleza ha llegado a su límite de verdor y frondosidad.


Ahora bien, estas dos fiestas opuestas no hacían sino complementarse mutuamente e indicaban ideas así mismo complementarias. La llegada al solsticio de invierno reflejaba actitudes contrapuestas: de un lado, ciertamente se producía en un clima de tristeza y pesadumbre por la muerte de la naturaleza; pero llegar a esa fecha suponía llegar al límite de alejamiento del sol; a partir de ese momento, se tenía la certidumbre de que el sol volvería de nuevo. La fiesta fue llamada en el mundo romano «Dies natalis solis invictus», el día del nacimiento del sol invencible. De la misma forma, el solsticio de verano suponía una idéntica actitud ambivalente, la bondad del clima parecía llegar al punto más álgido, la duración de los días, tras prolongarse desde el solsticio de invierno al de verano, empezaba, a partir de ese momento, a acortar su duración. Lo que había llegado a su límite superior, no podía sino descender; lo que se encontraba, en el punto más bajo, iniciaba una recuperación.

Este orden de ideas queda perfectamente recogido en el Evangelio en la contraposición existente entre la figura de San Juan Evangelista y la de Cristo. Aquel dice, anunciando la inminente llegada de éste: «Es preciso que El crezca y yo mengüe» que, entre otros simbolismos, evoca perfectamente el ciclo anual. Y es que, en el fondo las dos mitades del círculo no hacen sino evocar las dos fases que concurren en un mismo ciclo: la ascendente y la descendente.




Las festividades solsticiales, traspasadas a los dos San Juanes, llegaron a la Masonería acompañadas de un grafismo harto elocuente. Un círculo rodeado de dos rectas paralelas tangentes y verticales, ostenta un punto en el centro. Se le llama «las columnas de Hércules» y toma significado del tema joánico. El círculo corresponde al ciclo anual, identificado con el recorrido del sol –punto situado en el centro del círculo—; el hecho de que las dos columnas sean paralelas indican simetría y que sean tangentes nos dice que estarán situadas en los puntos límite del ciclo, los dos solsticios opuestos. La alusión a Hércules procede del carácter solar de sus 12 trabajos que supusieron una dramatización de su búsqueda heroica a lo largo de los doce signos zodiacales. Por otra parte, las dos rectas paralelas y verticales, están tradicionalmente unidas por una filacteria en la que puede leerse la inscripción «Non plus ultra» que indica un límite imposible de superar.

La tradición católica confiere a San Juan Evangelista una naturaleza solar acaso porque su evangelio está considerado como el más espiritual de los cuatro y por el énfasis puesto en la naturaleza de Jesucristo como hijo del Verbo. Su emblema es por esto la naturaleza más etérea y sutil, el ángel. Por el contrario, en los mismos evangelios se insiste en que San Juan Bautista está toscamente vestido, con una piel de camello, se asegura; se trata con ello de demostrar el carácter humano de su naturaleza. El mismo tema se recoge en otras tradiciones: el hombre no iniciado, es equivalente al «hombre de los bosques», al «hombre salvaje» que figura en algunas representaciones románticas y góticas y al que Fulcanelli dedica uno de los más hermosos capítulos de sus «Moradas Filosofales»: el hombre salvaje de Thiers. El hombre viejo que precisa una metanoia para alcanzar la salvífica naturaleza trascendente del hombre nuevo.

jueves, 25 de junio de 2020

EL “BARBERO TORTURADOR AJUSTICIADO POR EL FRAP”



Llevaba varios días queriendo escribir estas líneas, pero por distintas circunstancias, no he tenido tiempo. Sigo desinteresado por la política (en un país con el peor gobierno del “primer mundo” y por la peor oposición, interesarse por la política, aquí y ahora, equivale a amargarse), pero no por la moral, ni por la ética. Así que, cuando estalló la polémica sobre que Pablo Iglesias era “hijo de un terrorista del FRAP”, me acordé de algunos episodios que sucedieron en España entre 1973 y 1975. Nadie que viviera aquella época, puede dudar que el FRAP aspirara a ser terrorista. Y digo “aspirara”, porque en realidad se quedó en “terrorista chapucero”. Es decir, un quiero y no puedo.

Se dirá que el terrorismo no es como para tomárselo a broma, algo con lo que estoy de acuerdo. Pero el FRAP, ni era ETA, ni siquiera el GRAPO (por mucho que mantuviera con esta organización la familiaridad que daba el “maoísmo”). La historia del FRAP es radicalmente diferente a la de otros grupos de la extrema-izquierda durante los últimos años del franquismo. Sobre él, recayeron sospechas de todo tipo. Sobre esta parte, puede leerse el artículo en el que me reafirmo en lo dicho y escrito hace algunos años en A 40 años de mayo del 68: el Caso del PCE(m-) y del FRAP. Sé que algunos antiguos miembros de esta organización no están de acuerdo con la interpretación que di, incluso lo he discutido con alguno de ellos, pero hay, en su origen y en su historia, elementos perturbadores y que no todo se explica por el clima de fanatismo radicalizado de la extrema-izquierda de la época.

Voy a insistir en dos puntos que no tuve ocasión de tratar en aquel momento. Cuando Nixon abordó la “política del ping-pong” y tendió la mano a China comunista en una estrategia antisoviética, el PCE(m-l), escisión “maoísta” del PCE, se quedó huérfano y optó por aproximarse al comunismo albanés. De hecho, alguno de los que polemicé había residido en Albania durante los últimos años del franquismo, como locutores y redactores de las emisiones en castellano de Radio Tirana, que, en realidad era el portavoz del PCE(m-l)/FRAP.

Fue, precisamente, a partir de ese tránsito de la “esfera china” a la “albanesa”, cuando se produjo el endurecimiento de la organización y su radicalización. Antes se había producido una mutación anterior: para que el que lo ignore, los partidos “marxistas-leninistas” pro-chinos fueron impulsados en un primer momento por la CIA, en una operación cuya sede se encontraba en Suiza. China, a mediados de los años 60, quedaba demasiado lejos. Luego fue, la embajada de la República Popular China en Bruselas la que “tuteló” a estos partidos “maoístas”. Hasta que se produjo la ruptura Pekín-Tirana.


La “política del ping-pong” se inicia en 1971 y la visita de Nixon a China en 1973. El primer asesinato del PCE(m-l) tiene lugar un año después. A partir de ese momento, el partido empieza a atracar a serenos para arrebatarles las pistolas, roba bancos y empiezan los asesinatos que entran dentro de la “guerra popular prolonganda” y de la “insurrección armada de masas”. El resultado es que unos meses después, absolutamente todo el PCE(m-l) y su entramado, el FRAP, estaba en la cárcel, bajo las piedras o en el exilio. Tres de ellos serían fusilados en septiembre de 1975 después de ser juzgados por algunos de estos asesinatos.

Cuando ya estaba desintegrado el PCE(m-l) y el FRAP -que, en realidad solamente tuvieron importancia organizativa en Madrid y en Valencia-, el 14 de septiembre de 1975, resultó asesinado Juan Ruiz Muñoz del IIº Escuadrón de Caballería de la Policía Armada. Y es sobre este asesinato, sobre el que me gustaría dedicarle unas líneas.

Manuel Blanco Chivite era “coordinador en Madrid del FRAP”, aunque otros cuentan que era su máxima autoridad en el interior. A saber. Lo cierto es que, años después -hace unos días se preguntaba por qué Podemos lo había vetado- entrevistado en los primeros números de El Viejo Topo, en plena transición, sostenía que todos los asesinatos cometidos por el FRAP (seis) eran “conocidos torturadores”… y que practicó “ejecuciones selectivas”. En realidad, era mentira: los seis asesinatos, fueron “fáciles” de realizar. Seguramente, algún vecino del PCE(m-l), o la simple casualidad, los convirtió en víctimas. Ni uno de ellos fue “selectivo”, ni siquiera uno de ellos era “torturador”, ni tenía una calificación moral que hiciera comprensible su asesinato. Esta es la triste y pura verdad del “terrorismo chapucero” que practicó esta organización. Y todavía no hemos oído a Blanco Chivite pedir perdón, no ya por los asesinatos, sino por haber hecho recaer sobre las víctimas, los peores insultos.

Conocí a amigos de Juan Ruiz Muñoz, el último asesinado por el FRAP. ¿Era un torturador? Era barbero y Policía Armado. Vivía en el barrio de la Trinidad. Lo asesinaron en Vía Favencia. Entre sus vecinos también era popular y conocido porque se sacaba un sobresueldo cortando el pelo a los vecinos. Todos los conocían y todos sabían que era alguien afable y próximo que trataba de salir adelante, como todos en el barrio. Seguramente, algún miembro del PCE(m-l) debió cruzárselo cuando iba de uniforme y eso determinó el que fuera elegido como “objetivo” por un “comando antifascista”.


Al asesino se le encasquilló la pistola, así que quien lo acompañaba le asestó varias puñaladas, mientras el otro volvía a artillar el arma y disparaba. El FRAP era chapucero incluso a la hora de asesinar. Fueron detenidas cinco personas: Miguel Sánchez Gómez, José M. Jurado Pérez, Lorenzo Jurado Pérez, Francisca Molinos Barrios y Antonio López Quero. Jurado Pérez fue considerado como “autor material” del cromen. Él y sus compañeros nunca serían juzgados. En octubre de 1977 resultaron amnistiados. Sería el penúltimo asesinato del FRAP. El siguiente cometido quince días después, también en Barcelona, cerraría el “brillante historia terrorista” del FRAP.

Juan Ruiz Muñoz era, lo que se suele conocer, como “una buena persona”. Siempre, la víctima es superior a sus asesinos y muy superior a quienes han dado la orden o, en la lejanía del tiempo, han reelaborado sus recuerdos y recuerdan su paso por el FRAP como algo “heróico” y “digno de ser contado a sus nietos”.

Pablo Iglesias tiene hijos, pero su abuelo no contará a sus nietos todo lo que hizo mientras militó en el FRAP.

No le dirá que el FRAP tuvo un origen extraño y anómalo. Que fue la organización mas “rara” de la oposición radical al franquismo.

Tampoco le dirá que, su precedente, el Frente Español de Liberación Nacional (FELN), también presidido por el republicano Álvarez del Vayo, fue otra muestra de “terrorismo chapuza”.

No le explicará, por supuesto, que todos los asesinados por el FRAP lo fueron por pura casualidad, que ninguno era torturador, ni siquiera alguien que ocupara cargos mínimamente destacados en el “aparato represor” del franquismo.

No le explicará que los miembros del FRAP fueron manipulados seguramente por los intereses de los EEUU (que negociaban en aquellos últimos meses del franquismo un nuevo acuerdo y presumiblemente intentaban crear una sensación de debilidad y acoso al régimen para rebajar las aspiraciones compensatorias).

Tampoco les dirá que el análisis político del FRAP era absurdo, enfermizo, absolutamente marciano, ni que todos los “comités regionales” estaban controlados por la policía, como mínimo, desde 1972-73, y que, en esas condiciones, lanzarse a la “lucha armada” era un suicidio.

Claro que papá Iglesias, tampoco le habrá contado a su hijo bienamado, que la cúpula de la organización se encontraba (Raúl Marcó y Elena Ódena) se encontraban en Suiza y no salieron de allí.

O que el franquismo utilizó el terrorismo chapucero del PCE(m-l) para atacar… al PCE, jugando con la similitud de la primera parte de las siglas.

Lo peor no es equivocarse (¿quién no se ha equivocado siendo joven?). Lo peor es no reconocer los propios errores y dar a los hijos la impresión de que papá ha sido una figura en la lucha antifranquista, cuando en realidad, no fue más que un elemento sin importancia de una organización políticamente inmadura y chapucera desde el punto de vista terrorista. Así como otros exmilitantes de esta organización sí realizaron autocrítica y reconocieron sus errores, no hemos oído lo mismo a Javier Iglesias, padre de Pablo Iglesias.

Hace falta poner las cosas en su punto: el padre de Pablo Iglesias no participó en ningún asesinato del FRAP, pero sí fue miembro de una organización terrorista y ambigua desde todos los puntos de vista. No es para sentirse orgulloso, salvo que se reconozca y se realice autocrítica. Decir que Pablo Iglesias es “hijo de un terrorista”, parece excesivo, por mucho que todo miembro de una “organización terrorista” lo sea necesariamente al callar ante las propuestas de “guerra popular prolongada” e “insurrección armada de masas”. Muchos del FRAP lo entendieron así y abandonaron la organización. Algunos han escrito libros sobre lo que vieron y vivieron allí. Otros han callado: abochornados, avergonzados y algunos han optado por realizar autocrítica recuperando la memoria histórica.

Pero, cuando se es un personaje público, hay que asumir lo hecho en la juventud y pedir perdón públicamente, mucho más si se ha asesinado a inocentes por medio, por mucho que uno no haya tenido relación directa con los asesinatos, pero si ha militado en la misma sigla que los asesinos, compartiendo programa, estrategia y objetivos.

Entiendo perfectamente que el padre de Pablo Iglesias no quiera saber nada de ese período. Lo que ya me cuesta trabajo entender es que el hijo alardee de que papá militó en el FRAP, como si figurar codo a codo entre terroristas chapuceros, fuera un timbre de honor.

Yo, por mi parte, lamento profundamente que para “salvar al FRAP”, algunos cretinos sigan sosteniendo que todos los asesinados, como el del barbero de Barcelona, eran “torturadores”.

Pido un recuerdo para Juan Ruiz Muñoz, un hombre bueno, asesinado.

Y no creo que lo peor de Podemos sea que el papá de Pablo Iglesias fuera del FRAP (todos tenemos derecho a equivocarnos, pero no a eternizar en nuestros hijos el error), sino que la izquierda de este país sigue sin reconocer errores y culpas y pretende redactar de nuevo la crónica del siglo XX quedando favorecida en aquellos puntos, como éste, más bochornosos. Como si el “antifascismo” les diera una superioridad moral que inhibiera la necesidad de autocrítica.

(Sí, ya sé que la ilustración es tendenciosa, pero es que el que se expone al escrutinio público se arriesga a que le pasen estas cosas; lo único que se dice en este artículo es que el papá de Pablo Iglesias perteneció a un grupo que practicó el "terroristas chapuceros", -no que él fuera terrorista- y, por tanto, debería de explicar a su hijo el por qué. Así la criatura entendería que la izquierda se equivoca con mucha frecuencia)

viernes, 19 de junio de 2020

DUALIDADES MASÓNICAS (V) – EL CUBO Y LA ESFERA


Más que a la masonería, esta dualidad concierne genéricamente al mundo mágico de los símbolos. Si la hemos incorporado a esta sección es, fundamentalmente porque la Piedra cúbica es un símbolo Masónico por excelencia. Sin embargo, es más difícil percibir el símbolo de la Esfera en las Logias; si bien su representación plana, el círculo, ocupa un lugar importante, para entrever la Esfera hay que recurrir a ornamentos que la incorporan: la esfera armillar, por ejemplo, aparece en algunas Logias como símbolo del cosmos sobre las columnas J.·. y B.·.; en otras representaciones Masónicas representa al huevo filosofal situado sobre una peana componiendo ambos elementos lo esencial del atanor de los alquimistas. Así puede vérsele en Barcelona en el frontispicio de la Casa Xifré, detrás de Urania y en los Jardines del Laberinto cerca del estanque, construcciones ambas de indudable inspiración Masónica.

La más estable de todas las formas, el Cubo, se opone visiblemente a la más móvil de las figuras geométricas. El Cubo parece sugerir inamovilidad, apoyado en cualquiera de sus seis caras, es el símbolo de estabilidad completa, pero también de materialidad. La Esfera, por el contrario, al poder girar libremente hacia cualquier dirección, es una forma completamente dinámica y, considerada, como la más perfecta parábola material de la misma esencia divina. Orígenes de Alejandría decía que las almas cuando entran en el Paraíso lo hacen rodando, «pues la Esfera es el más perfecto de todos los cuerpos».

Esta asimilación de la perfección a la Esfera deriva de sus características geométricas. Existen en ella elementos que la hacen completamente diferente al resto de los poliedros regulares. Por de pronto cada uno de los puntos de su superficie dista lo mismo del centro; esto ya implica regularidad y orden. Pero al mismo tiempo existe en esta figura una paradoja. En sí misma, la Esfera procede de la irradiación de un punto central hacia el exterior, como una explosión. Cada punto de la superficie no es sino un punto unido por un radio al centro, lo que, en otras palabras, quiere decir que el centro contendrá el mismo número de puntos que la superficie exterior, es decir, infinito número de ellos. La paradoja estriba en que, por una vez, en geometría, el cero y el infinito son una sola y misma cosa. Por eso la Esfera remite al mundo espiritual.

El proceso de formación de un Cubo es sensiblemente diferente. Un punto en desplazamiento genera una línea recta, una línea recta, a su vez, desplazada, genera una superficie y ésta un volumen. La proyección de cada una de las caras del Cubo así constituido, marca las seis direcciones del espacio; siendo la séptima el propio Cubo de origen.

Todas estas asimilaciones fueron tenidas en cuenta por arquitectos de muy diferentes culturas. Frecuentemente se ha repetido que el mundo espiritual sería imposible de manifestarse sino fuera la perspectiva de facilitar el acceso al mundo luminoso y superior. Esta complementariedad de ambos órdenes de realidad se muestra en las construcciones árabes tradicionales formadas por una semiesfera superpuesta a un Cubo; éste último representa a la tierra y la semiesfera al cielo; así mismo en los ábsides de las pequeñas iglesias románicas es frecuente ver cómo están cubiertos por un cuarto de Esfera que, para acentuar su asimilación al cielo, está incluso pintado de azul y motejado de estrellas.

El Cuadrado y el Círculo, a pesar de ser figuras trazadas de diversa forma, aun siendo opuestas en sus significados y calidades, siempre terminan por ser relacionadas entre sí. Uno de los problemas matemáticos que se han mostrado irresolubles a lo largo de los siglos es el de la cuadratura del Círculo, problema que va más allá de lo estrictamente matemático: relacionar Cuadrado y Círculo (Cubo y Esfera), equivale a reconstruir una síntesis originaria superior a cada una de las partes. Pero, si bien el problema matemático no tiene solución, no ocurre lo mismo desde el punto de vista geométrico, existiendo distintas variantes para encontrar un Cuadrado cuya superficie equivalga a la de un Círculo. Uno de los métodos para resolver este problema consiste en trazar una vésica piscis (símbolo de la dualidad), desde cuyos extremos el Cuadrado simétrico es aproximadamente idéntico al del Círculo a partir del cual se traza.

Una de las personalidades que conocía esta resolución geométrica era el prominente Masón barcelonés, Ildefonso Cerdá, planificador del Ensanche barcelonés en cuyos octógonos dejó constancia del conocimiento de esta fórmula practicada en su tiempo por los Maestros Masones. Las famosas manzanas barcelonesas son el testimonio de una sabiduría que el devenir del tiempo no logra erradicar.

miércoles, 17 de junio de 2020

DUALIDADES MASÓNICAS (IV) - LA PIEDRA CÚBIDA Y LA PIEDRA PUNTIAGUDA


En el cuadro de uno de los Grados, pueden verse dos símbolos de los diferentes estadios alcanzados por la materia prima al inicio de los trabajos y en el momento de la conclusión. A la izquierda una Piedra negra y sin desbastar, a la derecha la misma Piedra pulida y convertida en un cubo puntiagudo. En el cuadro de otro Grado, aparece otra imagen intermedia, la de la Piedra cúbica que examinaremos en su momento, estado intermedio entre las dos que acabamos de nombrar.

En algunas Logias y en determinados Ritos Masónicos, la Piedra puntiaguda figura con un hacha insertada en su cúspide; el carácter sideral y uranio del hacha implicaba en este caso que para alcanzar esta fase de perfeccionamiento, el Masón debía recurrir a una fuerza y un poder situados por encima de él y de su personalidad común. Así pues, el Grado de Maestro era un Grado de perfección y de apertura hacia lo Absoluto.

La Piedra puntiaguda en ocasiones se representaba como una pirámide, en otras como un monolito de estilo egipcio constituido esquemáticamente por un paralelogramo coronado por una pirámide. También se le representaba sobre el plano como un cuadrado al que se le superponía un triángulo equilátero. Al «cuaternario inferior» –síntesis de fuego, tierra, agua y aire— surgido de la unión de las cuatro escuadras de brazos iguales (el «gammadion»), representante del mundo material, se le superponía el «delta luminoso», símbolo del mundo espiritual y de las calidades superiores, que llegó hasta la Masonería por un complicado camino que pasaba a través de la simbólica católica, la cual hizo de él «el ojo que todo lo ve», representación del mismo Dios Padre.

En ocasiones el simbolismo de un trabajo espiritual venía representado en una clave diferente, adaptado a las características de la casta a la que pretendía ejemplificar. Así pues, el símbolo artúrico de la extracción de la espada de una Piedra, entraña la separación de un principio superior representado por el mango y la guarda de la espada, de la Piedra, representada por el cuadrado de los cuatro elementos. La Piedra puntiaguda era, finalmente, para otro sector del mundo tradicional, la representación de la Piedra Filosofal de los alquimistas, otro símbolo del máximo grado de perfección.

Lo que para los constructores y Masones era la Piedra en bruto, para los alquimistas era la materia prima. En cualquiera de las dos concepciones se consideraba que el objetivo a perseguir estaba contenido en la materia a emplear. La Piedra Filosofal no estaba fuera de la materia a través de la que se alcanzaba, y la perfección de una estatura estaba ya contenida en la multiplicidad de las formas posibles residentes en el interior de un bloque de Piedra recién extraído de la cantera. La Piedra sin desbastar y la materia prima, eran símbolos de la perfección originaria, de la misma forma que la culminación de los trabajos en la Piedra puntiaguda era interpretada también como límite de perfección; un curioso símbolo coincidente con lo que decimos es el del cono tallado y situado sobre un pedestal cúbico. El símbolo que se le otorga es el de un principio masculino –el cono— descansando sobre la Piedra femenina; unidos así representan, como la Piedra puntiaguda, al andrógino que fue en los orígenes y que vuelve a ser en la culminación final del trabajo sobre la materia prima.



La Piedra en bruto indica la situación del cosmos anterior a la Creación, es, por tanto, símbolo de caos, indiferenciación y pasividad. En ese magma entran distintos estados de la materia, no debemos reducirlo ni confundirlo con el mundo material que conocemos; en absoluto, lo que se indica con esto es que cuerpo, alma y espíritu están mezclados caóticamente, de tal forma que no puede haber inicio de los trabajos sin practicar lo que la alquimia llama «el arte de la separatoria», es decir, la identificación y extracción de cada uno de estos elementos de los demás. No siempre se realiza, no siempre el hombre es consciente de cuál es la materia sobre la que debe trabajar –sobre sí mismo— y así se producen fenómenos interiores que reproducen perfectamente los distintos tratamientos que puede darse a la materia. Si el artesano golpea indiscriminadamente a la piedra, sin orden ni concierto, descuidadamente, no conseguirá sino disgregarla en pequeños trozos, símbolo hermoso de una vida desperdiciada y vana; si, por el contrario, logra acometer la tarea de desbastar su piedra con cuidado y aceptando el hecho de su ignorancia y de su necesidad de aprender, es posible, que poco a poco vaya dotando a la piedra de forma: su ser se irá manifestando; tal es el símbolo.

Los minerales, tal como salen de la mina están muertos, es tarea del artesano o del hermetista, revitalizarlos. Cuando el artista golpea con el Cincel la Piedra y saltan chispas debe aprender por este signo que resta aun en el mineral el principio latente del fuego gracias al cual, avivándolo, puede recuperar el estado de pureza original. Esta visión del universo probablemente chocará con el escepticismo de la ciencia para la que las nociones de vida corresponden solo al mundo orgánico y en absoluto al mineral; pero es sin embargo una visión mítica y mágica del mundo que, no solo ayuda a explicarlo, sino que además es utilizada como vehículo de realización interior.

Es muy importante entender que cuando el hermetista o el hombre tradicional hablan de la «vida de la piedra» se refieren a una vida no orgánica, aluden a su calidad, a sus vibraciones, identifican en la Piedra, en cada mineral, pero también en cada planta y en cada especie animal, en cada estrella y constelación, un aspecto de todo ello que sintoniza más perfectamente con su propia vida. El oro pasa a ser así, por una ley de correspondencias símbolo del sol, del corazón, del centro del universo, de la realización espiritual; la Piedra, lo es de los distintos estados de evolución del ser. !Tiempo maravillo aquel en el que toda realidad era un símbolo y cualquier símbolo podría expresarse a través de una realidad material !

lunes, 15 de junio de 2020

DUALIDADES MASÓNICAS (III) – LA ESCUADRA Y EL COMPÁS


Hasta aquí hemos visto símbolos que solamente los miembros de las Logias y unos pocos interesados conocen; pero si hubiera que preguntar cuál es el símbolo más universalmente extendido y que mejor expresa el origen filosófico de la Masonería y sus ideales, éste sería sin duda el de la Escuadra y el Compás. No se trata tanto de una dualidad opuesta como complementaria y, en cualquier caso, que permite la realización de tareas que competen a dos estructuras completamente diferentes y contradictorias: el cuadrado y el círculo. Si ignorásemos cualquier otro instrumento propio de las Logias, bastaría con conocer el cometido de la Escuadra y del Compás para reconstruir a partir de ellos toda la filosofía Masónica.

Hasta tal punto son importantes, que nos ayudan a comprender por qué son 33 los Grados de la Masonería y puede decirse que, sin estos dos instrumentos, no sólo sería incomprensible el simbolismo de las Logias, sino que ni siquiera hubieran sido alzadas nuestras más hermosas catedrales. Una muestra de la ineficacia de los modernos sistemas de enseñanza radica en que tanto la Escuadra como el Compás son útiles que acompañan a todo escolar desde sus primeros años de aprendizaje y, sin embargo, ningún plan de enseñanza registra una reflexión sobre las cualidades de los instrumentos que durante años el niño deberá utilizar en su aprendizaje. Pero la disociación que hoy existe entre un instrumento y las enseñanzas morales que nos pueda aportar, era desconocida en otro tiempo, de tal forma que no se concibió instrumento que permaneciera al margen de un contenido didáctico, referido no solo a la tarea específica para la que había sido concebido, sino fundamentalmente a una disciplina ética y moral.

Fijémonos solo un instante, porque nunca más lo olvidaremos, cómo estos dos símbolos de la Escuadra y el Compás nos sugieren, en su simplicidad, las tres situaciones posibles en el terreno espiritual. Siendo la Escuadra el instrumento a través del cual se delimita y trazan las formas posibles del mundo material, cuadrados, rectángulos, líneas rectas, el Compás, por el contrario, delimita un círculo tenido como imagen de lo Absoluto, de aquello que tiene principio y fin en sí mismo. Así pues, la Escuadra simboliza la tierra, el Compás el cielo. Cuando veamos a la primera superpuesta al Compás esto nos indicará una situación de dominio de la materia; si, por el contrario, Escuadra y Compás se muestran entrelazados, tal situación nos advertirá sobre el equilibrio de fuerzas entre el mundo material y el mundo espiritual. Y si, finalmente es el Compás el que se superpone a la Escuadra, quedará claro el dominio espiritual.

Escuadra y Compás, por su amplitud simbólica, son, en sí mismos, libros mudos, no es raro que sean equiparados en las Logias al Libro Sagrado, la Biblia, y que los tres constituyan las «Tres Grandes Luces» que deben iluminar la senda del miembro de la Orden. La función de la Escuadra es medir magnitudes del mundo material, mientras que el Compás mide ángulos; el primero supone una aproximación al mundo de la cantidad, el segundo al de la calidad y la esencia. Por esto mismo y como veremos en otra parte, el cuadrado que puede trazarse con la Escuadra es el símbolo del mundo material y el círculo que surge del manejo del Compás, lo es del espiritual, siendo el instrumento que corresponde al Supremo Hacedor de Dios, al Gran Arquitecto del Universo.


Relieve en la cornisa de la Casa Xif´re de Barcelona. Urantia, embarazada, con el compás

En las Logias, el Compás muestra generalmente dos angulaciones: abierto a 90° indica el ángulo que no se puede superar, el límite de la manifestación y, por esto mismo, el equilibrio entre sus dos brazos; abierto a la mitad, sus 45° sugieren equilibrio entre fuerzas antitéticas, situadas de manera dinámica y constructiva. Así precisamente puede verse un Compás manejado por la musa Urania en la cúspide de la Casa Xifré de Barcelona, acompañando a Saturno—Cronos. Puede verse a la musa embarazada como asimilación a Balkis, amante de Hiram que, tras abandonarlo y resultar muerto, quedó embarazada de él; episodio simbólico por el que los Masones aceptan gustosos el nombre de «hijos de la Viuda». Esta asociación de Urania con Saturno nos permite afirmar que en la cosmología Masónica, el Compás es, al mismo tiempo, el emblema de la Geometría y la Astronomía, mide las angulaciones de la tierra y del cielo y permite insertarse en los secretos de ambos mundos. No es raro, por lo mismo, que originariamente Saturno fuera una divinidad agraria y que su relación con el Compás estuviera motivada por la necesidad de roturar y medir las tierras. En manos de Urania significa el escrutar el Cosmos desvelando su influencia en las acciones de los hombres. Es significativo a este respecto que en astrología la cuadratura – distancia de 90° entre dos planetas – sea considerada como un aspecto muy negativo, pero lo es solo en tanto que esta angulación es la propia e inamovible de la Escuadra.

Toda la movilidad del Compás es fijeza en la Escuadra. Así hay que entender la joya que la representa colgando del cuello del Venerable Maestro de la Logia. Su voluntad no puede ser otra, más que la de hacer cumplir las Constituciones y los Estatutos de la Orden. Es libre solo para eso; pero para acceder a ese noble rango debe necesariamente hacerse acreedor del otro atributo derivado de la Escuadra: la rectitud que lo debe caracterizar por encima de cualquier otra virtud; no deberá ceder a la debilidad, tendrá la rigidez propia de quien quiere imponerse sobre la materia y aspira a ser perfecto y la perfección se mide por el grado de identificación con lo establecido en las Constituciones.

Estos dos instrumentos son esquemátcamente idénticos a las letras griegas gamma (Γ, G ) y lambda (Λ, L ). Las cuatro gammas forman una svástica completa, por eso en Masonería uno de los símbolos más habitualmente utilizados es la letra G inserta dentro de una estrella. La G corresponde a la gamma y de la misma forma que la geometría —cuya inicial es precisamente la G— es la quinta ciencia en la enumeración de las artes liberales, la quinta esencia del mundo manifestado y simbolizado por las cuatro gammas que forman la svástica es, así mismo, la estrella de cinco puntas.

Por lo demás, desde el punto de vista numerológico, el valor de la gamma es 3 y el de la lambda 30, su suma, la suma de la escuadra y el compás, es 33, como el número de Grados de la Masonería, como la edad de Cristo, como los 33 peldaños que componen la escalinata del parque de Güell, como el número que puede obtenerse en infinitud de combinaciones sumando las cantidades que figuran en el cuadrado mágico del Pórtico de la Pasión en la Sagrada Familia...

domingo, 14 de junio de 2020

DUALIDADES MASÓNICAS (II) – EL MALLETE Y EL CINCE


Herramientas propias de los canteros, el mallete y el cincel, fueron utilizadas durante milenios en las hermandades de constructores, hasta que el destino quiso que su simbolismo fuera incorporado al de las Logias Masónicas en donde todavía hoy figuran en los cuadros del Apr.·. y del Comp.·. Una vez más encontramos en estos instrumentos el doble carácter, activo y pasivo, que veíamos en el Nivel y la Plomada. El Martillo, golpea activamente la piedra, dirigido por la hábil mano del artesano que lo dirige, no directamente contra ella, sino optimizando su acción a través del Cincel; éste, por su parte, cumple pasivamente su cometido. La antítesis entre uno y otro es lo suficientemente evidente como para que no insistamos.

Ahora bien, hay una serie de aspectos que interesa resaltar. El Cincel, por ejemplo, en tanto que ocupa un lugar intermedio entre el Martillo y el material que desbasta, es activo en relación a éste y pasivo frente al Mazo y a la fuerte mano que lo maneja. No puede extrañar pues que éste instrumento, fuera asociado inicialmente al Grado de Comp.·., el segundo en la jerarquía Masónica, anterior a la Maest.·. y posterior al Aprendizaje. O si se quiere, la jerarquía Masónica hace del Comp.·. un estadio intermedio entre la pasividad absoluta y la iniciativa total correspondiéndole algo de lo uno y de lo otro.

Pero sobre todo, el Grado de Comp.·. es un grado problemático. A decir verdad, quizás la gran carencia de la Masonería moderna consiste en considerarlo como un Grado de trámite en el que los aspirantes al maestría quieren permanecer solo el tiempo imprescindible. Pero, en realidad, es el Grado de instrucción por excelencia. Atrás se ha dejado la fase de ignorancia total, de inercia; por delante quedan los Grados de consumación del aprendizaje, pero éste ¿dónde se realiza?. La lógica quiere que fuera en ese Grado intermedio en donde se operase la verdadera formación y selección de Hermanos Masones. Pero no siempre la lógica es la gran aliada de la logia.


Lo característico del Cincel es desgastarse con cierta frecuencia, perder capacidad de penetración y precisar un nuevo afilado, perífrasis mística del sendero que debe seguir el Comp.·., siempre propenso a caer en el error y precisar de un nuevo enderezamiento; sometido al riesgo de no persistir en su tarea lo suficiente, de desanimarse así como el Cincel se desafila y convierte en romo y estéril para el trabajo. Entonces la hábil mano del Maest.·. deberá entrar en acción; pero también el Comp.·. deberá revisar constantemente su preparación y conocimientos y tendrá la obligación de estar sobre sus deficiencias y desviaciones.

El Mallete ha sido símbolo de la autoridad suprema desde la más lejana antigüedad. Arma de Thor y de Hércules, arma de los «dux bellorum», ha pasado a las Logias con idéntico carácter. Manejado por los Maestros se utiliza en las ceremonias para iniciarlas o concluirlas. Tocado a ritmos diversos indica momentos importantes en el desarrollo de los ritos y en las recepciones de nuevos Hermanos.

No es raro que el Mallete sea el instrumento característico del Maest.·. : expresa la voluntad libre y soberana de crear y construir; más que ningún otro instrumento tiene un carácter ejecutor de la voluntad, quien lo toma en sus manos debe tener previamente en su interior la imagen de lo que va a construir, la forma de lo que quiere modelar; y todo esto deberían ser los atributos del Maest.·. de la Logia.

Ambos instrumentos, a pesar de estar dotados de contenidos simbólicos diversos, son inseparables uno del otro; perfectamente inútiles cuando no colaboran en la misma obra, denotan una necesaria capacidad organizativa y una coordinación de quien los utiliza. Simbólicamente el Mallete es utilizado con la mano derecha y el Cincel sostenido con la izquierda, tal como corresponden a sus características; es solo así como logran modificar una y mil veces la materia en bruto.

No es extraño que este carácter de extracción de nuevas realidades se haya asociado con cierta frecuencia a un simbolismo sexual. El Cincel sería una forma fálica que a través de su capacidad de penetración de la materia femenina, consigue generar en el vientre de ésta, nueva vida; pero esto no compete en solitario al Cincel sino a su asociado, el Mallete. Y con todo, hay que ser cautos en este tipo de asimilaciones, desconocidas en la antigüedad y que fueron descritas en tiempos relativamente recientes. En efecto, Freud y los suyos, no pudieron concebir un universo simbólico liberado del pansexualismo que desvirtuó todos sus intentos interpretativos. Una vez más, la rana de la charca no pudo concebir la grandeza del océano.

viernes, 12 de junio de 2020

DUALIDADES SIMBÓLICAS EN LA MASONERÍA (I) - LA PLOMADA Y EL NIVEL


Este artículo fue escrito en 1993. Debía formar parte de un libro que jamás terminé, dedicado a la “dualidad”, esto es al mundo que conocemos. Recopilé unas cuarenta parejas de símbolos complementarios, opuestos o, de alguna manera, vinculados en pares. Una parte de estos símbolos tenían que ver con el simbolismo masónico. Años después, tras abandonar el proyecto, esa parte, al refundí en un solo archivo y lo subí a la web Disidencias (la primera que tuve), en 1997 o 98. Me sorprendió que varias webs masónicas, desde entonces, hayan ido reproduciendo estos artículos y que, algunos, incluso, lo hayan reproducido como “documento masónico”, por supuesto sin indicar origen ni autor, y a veces, firmándolo con su propio nombre. Quiero aclarar que, no solamente no soy masón, sino que nunca lo he sido, nunca he tenido la tentación de serlo -a pesar de tener varios amigos que si lo son- y que estoy convencido de que la masonería es una fuerza disolvente del mundo tradicional, y lejos de ser la prolongación del gremio de constructores de catedrales, es, más bien, su inversión. Repasando estos artículos, me he dado cuenta que falta una dualidad que añadiré al final de la serie. Casi era la más evidente, es la que está en las puertas de toda logia masónica: las columnas Jakim y Boaz (Franco, “el anterior jefe del Estado”, al elegir un seudónimo para una obra antimasónica escrita por él, adoptó el de “Jakim Boor”, obviamente inspirado en esto).

I
La Plomada y el Nivel

Mientras la Plomada es el emblema del Seg.·. Vig.·. (Segundo Vigilante), el Nivel está asociado al Prim.·. Vig.·. (Primer Vigilante) o Vicepresidente de la Logia. La utilización de ambos instrumentos en albañilería es perfectamente opuesta entre sí: la Plomada sirve para trazar planos perpendiculares; el Nivel busca afirmar la horizontalidad.

Ambos elementos se empezaron a utilizar en la construcción de las pirámides egipcias. En su versión antigua consistía en un bastidor de madera parecido a una A, un ángulo de lados iguales y desde cuyo vértice que apuntaba hacia arriba pendía una plomada; una marca situada en el travesaño horizontal señalaba la verticalidad y debía coincidir con la plomada. Hoy, en albañilería este instrumento es completamente diferente, y ha sido sustituido por el llamado nivel de burbuja, pero permanece como símbolo de las hermandades de constructores (el «compagnonage»), y de la Masonería especulativa.

Algunos han querido ver en el diseño de este instrumento una esquematización del Azufre, elemento químico equivalente al alma humana. En cierta forma el Nivel se utiliza para fundamentar bien la construcción ulterior sobre un firme completamente horizontal; de la perfección de este instrumento originario dependerá la solidez de todo el conjunto. En ese sentido es, efectivamente, similar al alma, parte originaria del ser humano cuyo desarrollo y afirmación se pretende. Puede pensarse hasta qué punto resulta absurdo el que algunas Logias Masónicas hayan sustituido este instrumento por el nivel de burbuja, carente de cualquier simbolismo.

En los primeros Grados de la Masonería se considera muy importantes estos dos instrumentos que llegan incluso a simbolizar los dos primeros grados de Iniciación: así, el paso de la Plomada al Nivel comporta el paso del grado de Apr.·. (Aprendiz) al de Comp.·. (Compañero), el primero y segundo de la jerarquía Masónica. El primero es un Grado que comporta reflexión interior, aprendizaje y sumisión al maestro de la Logia; el Masón se convierte así en sujeto pasivo que recibe enseñanza y empieza a ser desbastado de su ignorancia. El segundo, por el contrario, es un Grado activo y expansivo: los conocimientos adquiridos en el primer nivel de Iniciación le permiten caminar por sí mismo en su interioridad. Pero nada de todo ello sería posible, si las bases de este trabajo no estuvieran sólidamente asentadas sobre un terreno bien equilibrado y horizontal; nada de todo ello, en definitiva, sería posible sin saber utilizar el Nivel.

En el plano moral, aquel en el que tan frecuentemente permanecen los masones actuales, el Nivel es tomado en su acepción ético—social como el referente de la igualdad, la vida en común y la ausencia de autoritarismo; en otras palabras, como el instrumento paradigmático del segundo término de la trilogía ideológica de la Masonería: «Igualdad».

Resulta difícil comprender, en cualquier caso, la relación entre la «Igualdad» Masónica y el complicado sistema jerarquizado en extremo que preside la organización interna de las Logias: en efecto, la igualdad es la antítesis de la jerarquía. Esta, por el contrario, es una de las acepciones simbólicas de la Plomada.

En tanto desciende verticalmente, supone distintos escalones de aptitud y preparación, la Plomada es superior a lo que mide; la tierra y su ley de la gravedad, atrayendo al plomo que pende del límite del hilo, dramatiza así la condición humana atraída por el elemento tierra. Indica también una dirección descendente y de caída que debe ser invertida mediante el uso del Nivel con el cual, como hemos dicho, se prepara la superficie sobre la que se asentaba el edificio construido ulteriormente.

Pero la Plomada tiene también un sentido superior. Al descender del aire a la tierra, lo que hace es poner en contacto dos órdenes de realidad: un polo celeste y un polo terrenal. Diversos símbolos son los que disponen de esta característica axial propia de comunicadores entre el cielo y la tierra. También indica una cierta correspondencia entre lo alto y lo bajo, entre las realizaciones trascendentes y lo contingente, entre el mundo del ser y el del devenir. Lo que va de uno a otro extremo de la Plomada es lo que va del principio metafísico a la manifestación de este principio en la actividad cotidiana; resume así perfectamente el concepto Masónico de cosmos.

Fue así como estos instrumentos que proceden de nuestro pasado más remoto y ancestral, rebasaron su modesto cometido de simples útiles de trabajo y sugirieron a los artífices que construyeron nuestras más hermosas catedrales, toda una serie de correlaciones simbólicas que iluminaron su existencia y contestaron a sus porqués. !Cómo no sentir añoranza de un tiempo en el que las herramientas hablaban a los hombres con el lenguaje de la metafísica!