Con el tiempo,
se supo que el “misterioso ruso” no era otro que el conde de Mordvinoff, en
contacto con Guénon desde hacía tiempo. De él dice Reyor: “Era
verdaderamente un guenoniano, es decir, que no consideraba a Guénon tan solo
como “gigante del pensamiento”, sino más bien como el “transmisor de una
doctrina no-humana, expresión de la Tradición primordial, “madre y maestra” de
todas las tradiciones ortodoxas, sin excepción, lo que le valió a este
intérprete, el estar en el punto de mira de la hostilidad de un buen número de
exoteristas, exclusivos y militantes”. Reyor lo califica, “distinto de
los demás” fundadores de la logia La Gran Tríada, para añadir después que, en
vida de Guénon, nadie se hubiera atrevido a declararse “guenoniano”. No
hemos podido encontrar más datos sobre la personalidad de este ruso que, dice
Reyor, pertenecía a la generación siguiente a la de Guénon.
Buen número
de miembros de la logia eran católicos (recordar que para Guénón, en otro
momento de su evolución personal, afirmó que el catolicismo era otro vehículo
de restauración tradicional). Justificaban su presencia alegando que la
obediencia en cuestión aceptaba la figura del “Gran Arquitecto del Universo” y
no entraba en contradicción con la doctrina de la Iglesia. Se sentían herederos
y émulos de Joseph de Maistre, el católico, místico y masón que fue la
columna vertebral del pensamiento conservador francés en la primera mitad del
siglo XIX.
A diferencia
de la masonería anglosajona que ponía el énfasis en la “representación” de los
ritos, casi como si de una obra teatral se tratara, la actividad de La Gran
Tríada consistió, sobre todo, en la elaboración de “planchas” (nombre
de los trabajos de investigación sobre temas concretos que se presentan, se
leen y se discuten en las sesiones ordinarias de las logias). Guénon proponía
que en lugar de la fórmula “A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo”
se dijera “En el Nombre del Gran Arquitecto del Universo” y que, en
lugar de trabajar los tres grados “azules” (aprendiz, compañero y maestro) “bajo
la invocación del Gran Arquitecto”, estimaba preferible situar, el segundo
grado, bajo la del Gran Geómetra del Universo, y el tercer grado, bajo la del
Muy Alto…
Luego insistía
en que se utilizaran los manuales y catecismo ingleses en lugar de los
franceses. Pedía que se eliminaran las interpretaciones moralizantes,
insistiéndose sobre las iniciáticas. Estas y otras muchas medidas,
deberían haber tendido a retornar a las formas arcaicas de la masonería para
negar (y “rectificar”, que era de lo que se trataba) los principios
“progresistas” que siempre ha querido asumir la masonería.
Pero el
problema no era de detalles, sino de fondo. Los guenonianos podían insistir en
mil y un detalles que recuperaran las “formas” de la masonería de los oficios
(la “operativa”) previa a 1717, pero les iba a resultar absolutamente imposible
modificar el “fondo” de la institución. Esto era tan evidente desde el
principio que resulta increíble que se atrevieran a acometer la aventura.
En los primeros
años, los miembros de la logia intentaron llevar adelante su tarea de
“rectificación” (hay que decir que, en la época, además de la GLF -que era
la segunda en número de efectivos- existían otra mediA docena de “obediencias”
-federaciones de logias- masónicas, así que, una sola logia minoritaria en
el seno de su propia obediencia, era absolutamente insignificante en el
microcosmos masónico francés de finales de los 40 y principios de los 50. Esta
realidad orgánica y cuantitativa, hizo que, pocos años después de la fundación
de la logia, se produjeran los primeros abandonos al comprobar que la tarea
“rectificadora” era imperceptible. Es cierto que en esa época ingresaron en
ella genonianos destacados (Jean Tourniac, de verdadero nombre Jean Granger) y
que a sus ceremonias asistían masones de otros talleres: pero, una cosa era evidencias
preparación intelectual -especialmente en materia de simbolismo- y otra ser
capaz de rectificar los patrones que estaban presentes en la masonería desde la
fundación de la primera logia en la taberna del Ganso y la Parrilla
en 1717.
Y entonces empezaron
los problemas interiores (algo relativamente frecuente en todas las logias,
en todos los horizontes, y en todas las épocas que desdice el tema de la
“fraternidad” masónica).
Tourniac,
Granger y Roman llegaron a la conclusión de que el problema era la escasa
actividad de la GLF y que la Gran Logia Nacional de Francia, ofrecía mejores
perspectivas. La GLNF había surgido cuando se intentó reactivar el Rito
Escocés Rectificado antes de la Primera Guerra Mundial y, a diferencia de la
GLF y del Gran Oriente de Francia, había sido reconocida por la Gran Logia
Unidad de Inglaterra. Durante el conflicto de 1914-18, esta logia se vio
reforzada por militares masones ingleses que participaban en la guerra, lo que
implicó que el rito que asumiera fuera el de “Emulación” (o Rito de York).
Esta logia, siempre ha tenido un número inusualmente alto de militares (hoy
es la mayoritaria entre los masones militares que participan en la estructura central
de la OTAN). En los años 50, la GLNF se fie reforzada por masones que
practicaban el Rito Escocés Rectificado procedentes del Gran Priorato de las
Galias fundado por Camille Savoire. Esta red de logias es, además, muy curiosa,
porque a ella pertenecieron muchos jefes de Estado de las antiguas colonias
francesas del África occidental. A pesar de rechazar discusiones políticas,
sus miembros están generalmente orientados a la derecha.
Los trámites para hacer pasar a la Gran Tríada de la GLF a la GLNF se realizaron a través de Pierre Masiou, directivo de esta última y que estuvo en contacto con Guénon durante los últimos años de su vida. El maestro, desde El Cairo, -al parecer- en alguna carta desaconsejó un tránsito que suponía ingresar en una obediencia reconocida por la masonería inglesa y, por tanto, estable y poco dada a “rectificaciones” de rumbo. Reyor, en cambio, apoyó la idea.
El resultado fue
que la logia se partió en dos: unos migraron a la GLNF, la otra mitad se
quedó en la GLF. Reyor, antes de poder consumar el tránsito, fue
“irradiado” de la GLF el 66 de enero de 1951. Siguió colaborando con algunas
revistas masónicas (Le Symbolisme de Marius Lepage) y considerándose
como masón. Al día siguiente, Guénon moría en El Cairo.
La historia de
la logia no terminó ahí. Reyor explicó que, cuando la GLNF sufrió la escisión
de lo que se llamó Logia Opera (en 1958 y que, a partir de 1982 se llamó Gran
Logia Tradicional y Simbólica-Opera) solamente uno de sus miembros se fue con
la nueva formación. Pero, como suele ocurrir, al producirse estos problemas
interiores, ninguna de las dos fracciones en litigio queda reforzada. De ahí
que Reyor reconozca que la Grande Triade fue deshinchándose poco a poco,
perdiendo afiliación y convirtiéndose en “esquelética”. Así que, finalmente,
“abatió columnas” (que, en la jerga masónica significa disolverse).
El otro
intento de crear una logia guenoniana se saldó con un fracaso mayor. Reyor,
escéptico ante las posibilidades de trabajar en el interior de una obediencia
masónica (recuérdese: dentro de una federación de logias), propuso como
alternativa la creación de una logia “salvaje”, fuera del régimen de
obediencias. La logia -de la que el autor no es muy explícito- se creó
en 1949 con autorización de Guénon y logró el reconocimiento de la Gran Logia
Unida de Inglaterra. Es evidente que, fuera quien fuera el que detentase el
cargo de Gran Maestre, era Guénon desde El Cairo el que marcaba la pauta. Y ese
fue el problema, porque al fallecer, la logia quedó sin orientación y
simplemente se disolvió poco después.
Que sepamos no
hay más intentos de crear una corriente guenoniana organizada en el interior de
la masonería. Ahora bien, los textos guenonianos contribuyeron a difundir el
concepto de “masonería tradicional” (al parecer, la primera vez que es
mencionada es en 1950 en la revista de Marius Lepage en la que colaboraba Reyor).
Hoy el
término “masonería tradicional” está extremadamente difundido en muchas
obediencias, sin ser conscientes de lo que implica: la Tradición, no en
vano, no es “modernidad”, sino su negación y difícilmente los creadores del
paradigma de la modernidad -con su lema “libertad, igualdad, fraternidad”-
podrían arrogarse pretensiones tradicionales.
Como antes hemos dicho, todo masón con
inquietudes intelectuales, antes o después se topa con la obra de René Guénon.
La cuestión es si la asume, identifica sus columnas básicas y es consecuente
con sus planteamientos, o simplemente es una lectura que le enseñará mucho
sobre simbolismo y old charges. Casi continuamente, las “logias de
investigación” que existen en cada país y en cada obediencia (la Villar
d’Honnencourt en Francia, dependiente de la GLNF, la Duque de Wharton
dependiente de la Gran Logia de España), dedican artículos en los que se cita
alguna obra de René Guénon. ¿Quiere esto decir que la masonería ha sufrido
un proceso de ”tradicionalización”?
En absoluto,
lo que quiere decir es que el sector guenoniano de la masonería es el único en
condiciones intelectuales de elaborar ideas. Una parte importante de plumas
“tradicionalistas” francesas de nuestros días, pasó por la Gran Triada o por
las logias: hemos mencionado a Jean Tourniac, a Paul Naudón, a Jean Palou,
faltaba citar también a Jean Pierre Bayard. Algunos de ellos, hace unos
años, seguían todavía en la GLNF. Pero esto se debe a que el resto de la
masonería hace tiempo que ha dejado de producir ideas y, salvo honrosas
excepciones, a título de excepciones, la mayoría de los miembros de las logias,
están ahí, bien para completar sus “redes sociales”, para desempeñar una
carrera política, mejorar sus posiciones en el mundo de los negocios. Solo
unos pocos -y los miembros de las logias saben perfectamente que no mentimos-
se interesan por los aspectos metafísicos, simbólicos y de perfeccionamiento
del ser humano. Habitualmente, entre estos, se encuentran los guenonianos.
En el fondo, hoy,
ser guenoniano en la masonería, es la única forma de serlo con un mínimo de
dignidad. El gran problema es que la masonería fundada en 1717 y hoy
multidividida, en crisis, con una falta de orientaciones y de ideas, nunca ha
sido “tradicional” en el sentido en que lo concebía el propio René Guénon. No
hay dignidad en una organización que nació como expresión organizada de los
intereses de la Casa de Hannover frente a los estudiardistas y que, a lo largo
de finales del XVII, durante todo el siglo XIX y hasta la Segunda Guerra
Mundial, fue expresión organizada de las aspiraciones burguesas.
La masonería fue
hija de la Primera Revolución industrial, se mantuvo durante la Segunda
Revolución industrial y es puro arcaísmo en tiempos de tránsito entre la
tercera y la cuarta Revolución industrial: en nuestro tiempo sus “obras de
caridad” las han asumido de forma mucho más ventajosa las ONGs; las ideas de
organización social que defendieron a lo largo de los últimos 250 años, hoy
pueden ser consideradas como responsables de la crisis de la modernidad
(liberalismo, republicanismo, partidocracia, economicismo, humanitarismo etc.);
sus rituales se han visto tan alterados una y otra vez y las querellas
intestinas, los casos de corrupción han generado tal imagen que todo lo que
podría ofrecer la masonería (un sistema simbólico) puede adquirirse orgánica y
sistemáticamente, leyendo algunos libros (es curioso que un artículo que
publicamos en 1998 en Internet, sobre el “simbolismo masónico” hoy figura -sin
que aparezca nuestro nombre- en las webs de varias logias de habla hispana…
nosotros que jamás hemos pertenecido a la masonería, ni hemos tenido la
tentación y entre masonería y compagnonage, siempre hemos optado por
éste último).