sábado, 31 de julio de 2021

SIMBOLISMO TRADICIONAL: LAS ARMAS DEL GRIAL

Me encuentro perdido en una carpeta de archivos a clasificar, este artículo que debí escribir cuando me encontraba todavía en clandestinidad, pero ya en España, esto es, hacia finales de 1983. Tiempos, lo que se dice, duros. Empecé a escribir un texto para presentar a un concurso de una editorial que publicaba libros sobre tradicionalismo esotérico (junto a otros de extrema-izquierda). El libro se titulaba, "Introducción a la tradición guerrera". Éste era uno de los capítulos. Entre la convocatoria del concurso y la designación del ganador, la editorial quebró y se disolvió. El editor pasó por mi casa y me devolvió el texto original: "De haberse fallado el concurso, hubieras ganado...". No sé si lo decía sinceramente o era lo que le decía a todos los que habíamos participado. Realmente, cuando revisé el escrito, vi que no era nada del otro mundo. Sin embargo, es un trabajo por el que albergo simpatías, más que nada por las circunstancias en las que fue escrito. Aquí va uno de los capítulos.

LAS ARMAS DEL GRIAL

El tema de las armas va indisolublemente unido a la casta guerrera y a sus modalidades de ascesis hasta el punto de que puede afirmarse que, real o simbólicamente, no puede acometerse una empresa de realización espiritual, al menos en lo que se refiere a la ascesis guerrera, sin estar provisto de las “armas” adecuadas para la misma. En las leyendas mitológicas la figura del héroe sería casi inconcebible sin el arma que lo caracteriza; imaginemos por un momento a Thor sin su martillo, Sigfrido sin Notung o Balmunga, al Cid sin su larga Tizona o a Arturo sin Excalibur. En ocasiones incluso, el arma hace girar en torno suyo a toda la narración legendaria como ocurre en buena parte del mito del Grial y de las leyendas vehiculizadas en torno suyo.

ESENCIA DE LA ASCESIS GUERRERA

Pero de entrar en el estudio directo de las armas que recorren las páginas más gloriosos de la Tradición Occidental y de penetrar en su simbolismo será útil recordar siquiera mínimamente el tipo de ascesis correspondiente a la casta guerrera y que, en parte ya se haexaminado en otros artículos de este dossier.

El arma va ligada, inicial y preferentemente, al hecho del combate: un arma se utiliza para pelear y el primer combate que deberá afrontar el héroe o futuro héroe será el de la conquista de su arma (o su recomposición, pues se encuentra rota). El hecho mismo de que unos guerreros puedan conquistar un arma y otros fracasen, significa ya un primer elemento de jerarquía: unos son dignos de empuñar un arma y otros no, y esa dignidad es, o bien adquirida por la superación de unas pruebas, o bien por una "dignidad natural innata".

En el segundo caso, Arturo, por ejemplo, logra extraer "Excalibur" de la piedra cuadrangular sin invocar por ello otra dignidad más que la de su nacimiento (hijo del rey Uther Pendragon), y en el otro caso, Sigfrido, educado puro y sin haber aprendido lo que era el miedo consigue forjar la espada invencible. Tanto en uno como en otro caso, antes que ellos, otros caballeros habían intentado la empresa, fracasando. No puede hacerse exclusión del carácter sagrado que tiene la espada en todas sus manifestaciones, pues como elemento creado por un Dios o un rey, participa de la divinidad y no puede ser tocada ni manejada por quien no posea en sí mismo la esencia de lo divino.

La conquista del arma es pues ya un primer paso de realización heroica y nos pone en la pista del significado de este concepto: si unos consiguen el arma y otros no, y si previo a esta obtención no ha mediado ninguna acción exterior "heroica", ningún combate, ni simbólico, ni real, implicará que ha sido un proceso interior en el héroe o guerrero lo que le ha encarrilado por la senda de la dignidad regia que le permitirá poseer la espada.

Más aun, significa que el proceso interior es más importante que la acción exterior, lo cual concuerda con la distinción coránica entre "pequeña" y "gran" guerra santa". La Gran Guerra Santa es la lucha del hombre consigo mismo, contra todo lo que lo ata a la materialidad y lo domina, contra sus instintos y pasiones inferiores. Mientras que la Pequeña Guerra Santa es la guerra en el sentido contingente del término, es decir, el combate de un hombre contra otros hombres. Instintos como el miedo, el ansia, el orgullo o el deseo pueden comprometer el desarrollo de la pequeña guerra santa, de ahí la importancia que se concede a la fase interior y anterior de desarrollo en la que estos impulsos y pasiones deben quedar dominados, "calcinados". Pero esa "Gran Guerra", como hemos visto, es la del hombre consigo mismo. Un occidental ido al Japón para aprender Zen a través del tiro con arco nos explica:

"Esta es la consecuencia del tiro con arco: un enfrentamiento del arquero consigo mismo que penetra hasta en las profundidades"

Y en el mismo libro unas páginas más adelante prosigue:

        "El último secreto del arte de la espada consiste también en estar liberado de la idea de la muerte".

Cita que viajando por el tiempo puede muy bien trasladarnos a la filacteria situada en el frontispicio de la ciudad griega de Esparta en la que podía leerse:

        "Solo el desprecio a la muerte da la libertad".

La conclusión a extraer de todo esto es importante y se refiere a la unidad objetiva e intrínseca de todas las tradiciones guerreras, más allá de los períodos históricos, como ya hemos visto y su referencia a la misma tradición en la que lo importante es el reencuentro del hombre consigo mismo, la liberación de la personalidad de todo lo que la condiciona y la obtención de una libertad absoluta.

PAX Y VIRILIDAD OLIMPICA

El fin de la lucha es la "pax triunphalis", la que Evola asimila al "estado olímpico", es decir, un estado de paz y quietud interior en el cual "el corazón ya no es afectado por ningún pensamiento sobre yo y tú" o por emplear palabras de Wolfram "[los guerreros] a fuerza de combatir han conquistado la paz del alma". Esto sobre el terreno interior, pero en el campo de la Pequeña Guerra Santa también la "pax triunphalis" representa la victoria del orden sobre el caos, de la misma forma que en el interior del hombre el caos viene asimilado a las pulsiones inferiores e instintos y el orden a su separación. Tal es el símbolo de la "pax romana" impuesta por Augusto.

Este simbolismo lo encontramos también en el ciclo del Grial cuando Arturo arranca la espada de la piedra. Como símbolo del orden, la espada se identifica, en ocasiones, con la "columna vertebral" del mundo, el "axis mundi", es el orden por excelencia, un principio de espiritualidad pura, que hincado en la piedra cúbica representa la ocultación o subordinación de lo espiritual a lo material, no en vano el cubo, con sus superficies cuadrangulares es la figura más estática de la geometría de los volúmenes y representará la materialización absoluta. Separar la espada de la piedra sugerirá liberarla de la materialidad, esto es, separar el caos del cosmos, del orden.

En el mismo ciclo se repite otro simbolismo análogo. La espada que surge vertical de entre las aguas, empuñada unas veces por la misteriosa "Dama del Lago" y otras, simplemente por un brazo desconocido y que será recogida por Uther o bien por alguno de los caballeros del Grial o, en otras narraciones por Arturo, representa la separación del elemento ordenador del universo, la espada, del seno del elemento informe y caótico que son las aguas.

Y también encontramos un simbolismo análogo en las artes herméticas cuando la espada se convierte en el emblema general de la virilidad representada esquemáticamente por el trazo vertical que simbólicamente sugiere el control sobre el estado de vigilia, control necesario en la primera fase de la obra alquímica. A esta sucede, como se ha dicho, la pasividad pura, el trazo horizontal y luego, en una tercera fase de la obra, obra al rojo, la virilidad resurge y se recupera nuevamente el estado de verticalidad. Ambos trazos se representan en la cruz, pero también y quizás de forma mucho más completa en la flor de loto o en la llave de la vida (el "ankh" egipcio): una raíz inserta en la tierra desprende un tallo que atraviesa las aguas, el cual, finaliza en una flor situada ya sobre el elemento caótico, o agua orientada hacia el sol, elemento viril, al igual que la espada "Excalibur" emergía de entre el caos de las aguas.

El carácter heroico de la obra hermética aparece también relacionado con el simbolismo de los colores y de la virilidad. El color del planeta Marte es el rojo, pero Marte es también el dios de la guerra y así mismo su símbolo es, no solo el mismo del metal que le es correspondiente, el hierro, sino también el emblema general de la virilidad: una cruz superpuesta a un círculo : la cruz alquímica de los cuatro elementos ordenadores, superpuesta al Todo representado por el círculo, un Orden, antepuesto a un Caos.

LOS APAREJOS DEL CABALLERO

Dicho esto, conviene regresar al tema de la guerra que emprende el héroe. Para ello precisará no solo sus armas sino una serie de elementos imprescindibles para acometer la aventura: revestirá su corazón o armadura que le otorgará una protección real en la "pequeña" guerra, pero también la "defensa espiritual" de la que habló San Pablo. La coraza lo aisla del mundo, lo hace indiferente a él. En el ciclo del Grial el brillo de las armaduras representará el período de esplendor de la Corte de Camelot pero cuando el Grial se pierda y el rey herido agonice las armaduras habrán perdido su brillo. Previamente a la aparición del héroe providencial, Arturo, en la corte de Pendragon, cuando éste no ha obtenido aun la espada, las armaduras de sus caballeros tendrán un aspecto tosco y sombrío, bárbaro, una ausencia de brillo que indica un discurrir entre el caos y la ausencia de espiritualidad. Ahora bien, la coraza está realizada en acero, el metal que se forja golpe a golpe, que significa dureza trascendente y que sobre el plano real es la resistencia personificada.

Luego el caballero se ceñirá el casco o la cimera y el cinto. Por su posición, casco y cimera, simbolizarán los pensamientos que emanan del cerebro y también el dominio de los pensamientos y de los instintos que tienen su origen espiritual surgidos como emanación biopsíquica del organismo cerebral. El cinturón, por su parte, es un medio de protección del cuerpo y, no lo olvidemos, uno de los atributos de Hermes, robado a Venus Afrodita, lo que hace también del cinturón un elemento relacionado con la sexualidad contenida.

Ataviado así el caballero sube a su montura.

CABALLO Y JINETE

El carácter mismo del caballo define su papel simbólico y práctico. Se trata de un vehículo y más en concreto de un vehículo que simboliza lo material en la medida en que el caballo realmente es el exponente de unos deseos exaltados y furiosos, irreprimibles y salvajes. Quien haya visto un caballo excitado y haya tratado de separarlo de su yegua en celo, comprenderá lo que decimos. La misma doma del caballo es un arte que, simbólicamente, no está al alcance de todos. Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno, solo puede ser domado por él, y solo por él será montado. La furia del caballo es la furia de la materialidad y del instinto ciego; sobre él, es decir, en una relación jerárquica, el caballero, expresa el polo espiritual. Si el caballero sufre un accidente, pierde el control de la montura que se desboca y cae, significará una inmersión en la materialidad, una pérdida del vehículo de realización espiritual.

Alquímicamente esto puede tener correspondencia en el sentido de que en la primera fase de la obra alquímica se aconseja "mantener cerrado el recipiente con objeto de que el espíritu no vuele". Y más adelante, en la segunda fase, a su término, se insiste en que el producto de la calcinación", las "cenizas", no se pierdan. El cuerpo material en alquimia es el elemento que realiza en sí mismo y en su interior, la transmutación y por tanto debe ser conservado. La pérdida del caballo podría entonces asimilarse a la incapacidad por mantener en "un mismo recipiente" el espíritu y el cuerpo. Pero mientras que el caballero, sobre su montura indica la materialidad domada y dirigida, puesta a su servicio, el centauro, que podría asimilarse a esta imagen, es su inversión: lo espiritual dominado por lo material, lo instintivo, y sin posibilidad de separase de él.

La relación "jinete caballo", es decir, la posición ocupada con respecto a la altura supone una proximidad del caballero al cielo, una separación, consecuentemente, de la materialidad. Algunos capiteles góticos recogen este simbolismo mostrando a caballeros que cabalgan extrañamente sobre cabras: es decir, sobre el animal que trepa más alto, el que, en consecuencia, acercará más al caballero al cielo, a la proximidad con lo absoluto.

Por último, una vez en la montura, el caballero recibe su escudo que es algo más que una defensa y aparte de cumplir una función complementara a la armadura, siendo la parte más visible del caballero será en ella en donde coloque su blasón y leyenda.

Tras recibir sus armas, partirá.

LAS ARMAS DEL CABALLERO

En las armas hay un doble poder contenido: de ahí que muchas ostenten dos filos (hacha, espada, maza) que habrá que entender como una referencia a esta duplicidad: con ellas se rompe y se mata, pero también se gobierna. Arturo hace probar a sus enemigos el filo de su espada y luego gobierna "por el poder de la espada", una vez impuesta la "pax triunphalis", y es en su nombre en quien realiza sus actos de poder. Creación y destrucción, tales son los atributos de las armas, que se corresponde, en cierta forma, con los atributos del Grial. Una tradición cuenta que el Grial es la piedra preciosa colocada en la frente del diablo que cayó a la tierra cuando la rebelión de los "ángeles malvados". Otra tradición india nos habla del poder destructor del "tercer ojo" de Shiva, que evidentemente es análogo a la piedra graal de la frente del diablo. Con ella se alcanza la felicidad, pero también se sufren peligros y riesgos, otro tanto ocurre con las armas. El bastón es el símbolo de apoyo, pero también de castigo, el martillo del herrero es también un arma de guerra y simboliza el poder creador de la forja y también el aplastamiento del adversario y así sucesivamente.

La espada; centrémonos en este arma es más larga cuanto mayor es la dignidad de quien la empuña. Solamente en la tradición espartana las cosas eran algo diferentes: se consideraba un honor combatir con una espada contra más corta mejor, porque era así como podía estar más cerca del corazón del adversario y la tradición guerrera de aquella noble ciudad libre quería que la distancia ideal para el combate fuera aquella en la cual resultaba posible ver la abeja de tamaño natural que los espartanos pintaban en sus escudos.

Sin embargo, esto no es más que una excepción justificada por una forma particular de tradición viril y guerrera por regla general al acortarse la espada se transforma en un arma distinta, cualitativamente diferente también, la daga, el machete, llegando incluso a ser una inversión del significado de la espada. Su corto filo sugiere una espiritualidad no desarrollada y también se une a la traición, al asesinato la venganza y a la ausencia de cualidades viriles. Solo cuando el puñal es consagrado y ostenta signos de haberlo sigo (runas, inscripciones y leyendas, símbolos) se convierte en la daga de los caballeros, un arma auxiliar, surgida en tiempos relativamente recientes.

La forma de la espada varía según las latitudes y el sentido de las tradiciones imperantes: en el Occidente heroico y viril, donde la impronta "solar" es fácilmente observable no solo en el ciclo del Graal, sino también en la literatura de la Grecia clásica, la espada toma la forma de la virilidad fálica, por el contrario, en Oriente, islámico y semita, toma la forma del alfanje, estará en correspondencia con el carácter lunar de la espiritualidad de estos pueblos.

Otras tradiciones relacionan la espada con el Verbo. El mismo San Juan presenta la visión de un anciano de cuya boca sale una espada de dos filos, es el poder del Verbo, e incluso en el Apocalipsis, al añadir que "su aspecto (el de la espada) era como el sol cuando resplandece con toda su fuerza" liga la imagen del Verbo a la del principio Solar.

Paracelso grabó en su espada  que como médico tenía derecho a utilizar algo que suponía una reminiscencia remota de los poderes de la realeza, uno de los cuales, la teúrgia ayudaba a la curación de las enfermedades  la palabra "AZOTH" compuesta por las primeras y últimas letras de los alfabetos griego, latino y hebreo, intentando dar a la espada un símbolo de totalidad, integralidad y divinidad.

También en la Biblia, será ya tras haberse producido la "caída" cuando una espada llameante separe a Adán y Eva del Paraíso, ligando esta arma también al elemento solar, al fuego. Otras armas se harán corresponder así mismo con otros elementos: el tridente, patrimonio de Neptuno, claramente con el elemento acuático, la lanza con el elemento tierra en la medida en que es apenas una vara de madera de origen vegetal que antes había hundido sus raíces en la madre tierra; la honda estará ligada al elemento aire y otro tanto ocurrirá con la saeta. Así se podrán deducir consecuencias de las descripciones de ciertos combates: un héroe armado con una honda que luche contra un lancero, simbolizará la oposición del aire contra la tierra, si es una lanza contra una espada, de la tierra contra el fuego.

La tradición islámica refuerza la tesis de una relación entre la palabra y la espada. Cuando los imanes que impartes las enseñanzas coránicas suben a los minaretes la tradición quiere que porten una espada de madera y otro tanto ocurre en los relatos de las "Mil y una noches" en donde el simbolismo de la espada aparece obsesivamente; Simbad, por ejemplo, en cierta ocasión debe afrontar a un cíclope similar a Polifemo, improvisa una espada calentando al rojo un gran clavo que introduce en el único ojo del monstruo.

En el Japón tradicional el Emperador no precisaba de ninguna ceremonia para ser consagrado, le bastaba con asumir la Triple Joya: el espejo, la espada y la perla. Mediante el espejo se le instaba a que recordara sus orígenes solares, mirándose en él, la perla simbolizaba la "piedra celeste" adoptando un significado análogo al del Graal occidental , por último, la espada simbolizaba los dos poderes, el temporal y el espiritual, y con ella debía "decapitar" al dragón de ocho cabezas.

Junto a la espada, la daga y la lanza son las armas del caballero. Ya hemos hecho alusión a la primera; en cuanto a la lanza cabría decir que su simbolismo de rectitud, es manifiesto, en efecto, se trata casi de un vector. Pero en ocasiones, va ligado a la sexualidad. Anfortas, por ejemplo, que ha elegido como divisa de combate un lema de amor, se ve dominado por éste impulso y resulta herido por una lanza en las partes genitales: su virilidad envenenada ha sido castigada por el poder de la lanza. Se podría inducir que este símbolo implica también penetración, profundidad y confirmar así su temática sexual. Pero no debemos centrar todo su simbolismo en este área, en el mismo ciclo del Grial a que hemos hecho alusión, la lanza adopta un nuevo significado cuando el caballero que la extrae del cuerpo de otro guerrero muerto debe, por este hecho vengarlo, es decir, recuperar la dignidad perdida por el muerto, o mejor aún, convertirse en restaurador. El lancero termina así siendo, simbólicamente, un restaurador.

La lanza alquímicamente, está ligada al simbolismo hermético de la apertura del costado. En efecto, según la tradición cristiana, el centurión Longinos clavó la lanza en el costado de Cristo crucificado. La cruz puede simbolizar aquí los cuatro elementos de la naturaleza  fuego, tierra, aire y agua  ordenados en torno a un centro, elementos sobre los que descansa el cuerpo de Cristo muerto que solo resucitará tres días después, una vez separado del madero. En el costado, las distintas tradiciones aseguran que se aloja el "spiritus mundi" que en el momento del lanzazo se libera desparramando agua blanca y sangre roja. La lanza pues señalaría una fase de ruptura y muerte, previa al renacimiento en un nuevo estado del Ser.

En otras ocasiones, la lanza, gratuitamente, en lugar de terminar en una aguja, se trifurca; estamos entonces ante una variación del mito: el tridente. Patrimonio y atributo del dios de las profundidades, Neptuno, rey del subconsciente. Otros ligan el tridente a la figura del "Padre" simbólico que contiene a las Tres Personas del Nuevo Testamento. En la India aria el tridente quedará ligado al tercer ojo destructor de Shiva y en el ciclo del Grial aparecerá una lanza "grande con tres corrientes que sangran" remedo indudable del tridente clásico. El simbolismo, como se vé, es ambiguo pero universal.

LOS ATRIBUTOS DE LA REALEZA

Al igual que el caballero, la realeza tiene otros atributos que le son, así mismo propios y la cualifican: el cetro, la maza y el bastón. El cetro de Zeus, tras ser robado por Hermes, pasa a ser símbolo de una de sus triples dignidades. Será en torno a este centro que se enroscarán las dos serpientes formando el símbolo del caduceo y representa al "axis mundi".

La maza, por el contrario, es un símbolo de aplastamiento. Es un atributo de Hércules, símbolo, a su vez, de la realización personal, a través de un complicado suceder de pruebas y "trabajos" que rememoran tanto los signos zodiacales como las fases alquímicas. En cuanto al bastón como ya se ha dicho, es a la vez, un elemento de castigo y de apoyo. En su papel de objeto de castigo será utilizado por Edipo para matar a su padre y como apoyo será considerado por los egipcios como un símbolo solar ya que, en el equinoccio de otoño, cuando los días se acortan, el sol, envejecido, precisaba de un bastón para apoyarse; en esa fecha los egipcios celebran la fiesta del "bastón solar".

Los dioses también disponen de armas, las más frecuentemente mencionadas son la flecha y la red. En ocasiones no se tratará de flechas, sino de un remedo, de rayos, por ejemplo, flechas son los atributos de Apolo, rayo será por el contrario, el de Júpiter Zeus, mientras que Thor ostentará un martillo como compañero del trueno; Thor, "el dios tonante", el dios del trueno, precedido siempre por el relámpago. En cuanto a la red, es el arma de Varuna, aparece también en la saga de los nibelungos, confiriendo la invisibilidad y fué así mismo un arma utilizada por los gladiadores reciarios que rememoraban en la arena del circo los combates  de los dioses.

El oponente del reciario, el mirmidón, armado con espada y coraza simbolizaba el signo de Cáncer; el reciario (tridente y red) pueden ser asimilados al signo de Piscis ("tirad las redes", dijo Jesucristo inaugurando la Era de Piscis y también "yo os haré pescadores de hombres") ambos signos se encuentran en trígono con Escorpio, regido a su vez por Marte. No podía ser de otra manera: el combate siendo una dramatización de las luchas divinas debía estar bajo la advocación de un aspecto zodiacal favorable (el trígono en el cual los signos están separados 120º) con un signo y con un planeta guerrero: Escorpio y Marte.

LA DECADENCIA DE LA TRADICION HEROICA

Queda solo por dilucidar alguna utilización de las armas que aparentemente parecen no tener relaciones con la actividad guerrera. Ya hemos dicho antes lo que suponía "caerse de la cabalgadura", podría ahora hablarse del accidente, ligado, en ocasiones a la pérdida del control de la montura, que supone la rotura de la espuela.

En la Edad Media las espuelas se utilizaban tanto para azuzar a la cabalgadura como de arma defensiva capaz de herir en el rostro al infante. Simbólicamente representaban las alas de Mercurio/Hermes y protegían el punto más débil de Aquiles, de tal forma que su pérdida o rotura suponía una fuerza activada, pero no superada.

Idéntico simbolismo tenía la rotura de la espada. Un caballero incapaz de dominar su furia, es decir, cuando ha caído en una virilidad salvaje y primitiva, ya no es capaz de regir su acción. En ese momento, cuando no es digno de empuñar la espada, ésta se hace trizas entre sus manos.

En otras ocasiones serán las propias fuerzas del subconsciente las que harán sufrir un accidente al caballero, el cual, creyendo poder luchar contra otro adversario, se herirá a sí mismo. Todo ha sido, en definitiva, un sueño, en el curso del cual el caballero ha luchado contra su proyección demoníaca, contra los fantasmas latentes en su cerebro y son esas potencias infra humanas, no sublimadas, las que han salido a relucir, hiriéndolo.

*     *     * 

Pues bien, todos estos símbolos no se redujeron solo a literatura o erudición, fueron la encarnación de valores asumidos por la caballería medieval y por su cúspide, el templarismo. Esta, supo sintetizar durante dos centurias los valores más altos de la espiritualidad guerrera y plasmarlos en lo contingente apoyado en un sistema simbólico integral que abarcaba todas las actividades que el templarismo inspiró: el arte gótico, la ciencia hermética, la literatura heroica (ciclos arturiano y graélico) y el arte de la guerra.

La disolución de la orden templaria primero y el acoso al gibelinismo más tarde, hizo que la Tradición se volviera subterránea. La literatura caballeresca se volvió tópica y perdió su sustancia, el arte gótico se volvió "flamígero", es decir, puro alarde estético y el arte de la guerra fue dejando paso a las máquinas de matar que hacían innecesario el encuentro hombre contra hombre propio de la caballería.

Ya nunca más renacería una caballería de monjes guerreros. Lo más parecido en han sido en estos setecientos años han sido los llamados "cuerpos de élite". Hoy cuando se asiste a una denigración de las fuerzas armadas y cuando una ola de pacifismo recorre las conciencias, hace falta poner los puntos sobre las íes: lo criticable del "servicio militar" es su democratización, su extensión a todos los "hijos de la patria", cuando, hasta la revolución francesa solamente los miembros de la nobleza tenían, no el deber de usar las armas, sino el derecho a portarlas.

Hoy en día se hace incomprensible para los reclutas un hecho tan simple como la "novatada", los insultos del sargento mayor a los reclutas, la gratuidad de algunas bofetadas, etc.; en efecto, nadie les ha explicado que el secreto del arte de la guerra es la despersonalización, la superación del principio de individuación, y esto se consigue degradando cuerpo y personalidad, es decir, los portadores de los valores individuales, porque solamente dejando a las puertas del cuartel tales valores se consigue forjar un "espíritu de cuerpo", una nueva conciencia colectiva capaz de hacer reaccionar a los sujetos que la componen como un solo hombre.

Todas las técnicas tradicionales tienden a lo mismo: la superación del principio de individuación. Y todas los hacen por diferentes caminos, los que corresponden a cada una de las castas tradicionales: un monje o un burgués difícilmente aceptarán el sistema de accesis que corresponde a la casta guerra, con su disciplina, con su violencia, con su tosquedad. Y otro tanto ocurre a la inversa.