viernes, 9 de julio de 2021

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: ¿PERO QUE HA PASADO EN FRANCIA CON EL EX FRONT NATIONAL? (2 de 4) – LAS RAZONES DE LA DERROTA EN LAS REGIONALES Y CANTONALES

La primera vuelta de las elecciones departamentales y regionales del 20 de junio de 2021, no fue todo lo agradable que el FN/RN esperaba y que los medios de comunicación habían anunciado. Desde 2015, las elecciones regionales se celebran el mismo día que las departamentales. Francia está dividida en 18 regiones administrativas (13 en el territorio metropolitano y 5 en ultramar; antes de la reforma de 2014, realizada por el presidente Hollande, eran 27, eliminándose 9), cada una de estas regiones integra a varios “departamentos” (lo más parecido a nuestras provincias). En total hay 96 departamentos numerados por orden alfabético.

Este sistema de regiones y provincias ha sufrido innumerables alteraciones. Cada región está administrada por un “consejo regional” asistido por un “comité económico y social”. Sus poderes reales son escasos. No existe ninguna “nacionalidad”: las regiones son eso, regiones, nada más. El fracaso del intento de De Gaulle de ampliar los poderes de las regiones, fracasó y le llevó a dimitir en 1969. Desde 1982 se eligen consejeros regionales por sufragio universal con un mandato de seis años. Los poderes de los departamentos son aún menores.

En las pasadas elecciones regionales y departamentales el nivel de abstención fue sorprendentemente alto: apenas votó el 33%, un 16,6% menos que en la anterior convocatoria. Sobre casi 46 millones de inscritos, apenas fueron a las urnas 15 millones. De estos, casi 1 de cada 5 votaron al FN-RN (un 19,35% en la primera vuelta y un 19,5% en la segunda, respectivamente 2.370.060 y 2.908.253), siendo superado por la derecha (30,13% y 4.425.710 votos en la primera vuelta y 37,92% y 5.789.046 votos en la segunda) y por la izquierda (35,03% y 5.143.235 de votos en la primera vuelta y 34,75% y 5.305.173 votos en la segunda), quedando los regionalistas y el centro por debajo del 10%. Pero el descalabro del FN-RN fue mucho mayor de lo que sugieren estos porcentajes. Prácticamente en todas las regiones perdieron votos y escaños.

En total, el destrozo supuso una pérdida de 3,3 millones de votos, sobre un total de 6 millones cosechados en 2015.

O bien, una pérdida del 55% del electorado y de 2,6 millones de votos en relación a las pasadas elecciones europeas, prácticamente el 50% de su patrimonio electoral.

Si la comparación se realiza con los resultados de las elecciones presidenciales de 2017 en donde el FN obtuvo casi 8.000.000 de votos, el balance es absolutamente desalentados y supone una pérdida del 75%.

Y esto ocurre, no precisamente en unos momentos en los que el régimen esté en su mejor momento, sino cuando está en sus horas más bajas, incluso cuando un amplio sector de la opinión pública, incluso de la izquierda, es consciente de la amenaza para el orden público, para la hacienda y para la identidad, la admisión irresponsable de inmigración (raro es el día que no ocurre algún asesinato escabroso relacionado con la inmigración) y cuando se tienen muy presentes los atentados islamistas (y el propio incendio de Notre Dame, oficialmente nunca reconocido como atentado, pero del que pocos tienen dudas de cómo se produjo). En otras palabras: cuando existen más razones para votar al FN-RN, el partido se ha debilitado más que en cualquier otro momento (quizás con excepción del momento en el que Jean Marie Le Pen tuvo que afrontar la escisión de los “megretistas”, y con la diferencia de que, ahora, el debilitamiento, ha sido libremente elegido por la dirección al optar, como veremos, por temáticas “débiles”).

¿A qué se debe este desastre electoral? Las causas son múltiples. Parece bastante claro que el primero de todos ellos es el récord de abstención. El electorado del FN-RN es, mayoritariamente, “popular”, pertenece a las clases trabajadoras y a grupos desfavorecidos, los que registran siempre mayores índices de abstención: cuanto más alta es la abstención, los votantes del FN-RN disminuyen de manera mucho más significativa que otras opciones. Pero esto no basta para explicarlo todo.

A lo mejor es que hay que analizar la temática central y a los “temas estrella” elegidos para la campaña: en esta última, el énfasis se ha puesto en el concepto de “desmetropolización”, concepto de moda en Francia. Es, ni más ni menos, un sistema que pretende disminuir los desequilibrios y las fracturas territoriales. El FN-RN se ha opuesto a las políticas de desmetropolización orquestadas por el Elíseo y proponiendo una política de planificación, el “localismo”. Bien, pues el tema no ha interesado al electorado, ni mucho menos lo ha movilizado, a pesar de que un sector de la dirección del partido pensaba que el debate en torno a este tema desplazaría a cualquier otro en la próxima campaña presidencial. Las temáticas “identitarias” desaparecieron y los candidatos “marcados” como “identitarios” estuvieron ausentes de las listas electorales. No fue una “traición” como algunos han insinuado: fue un error garrafal que el partido ha pagado y pagará muy caro

La idea de fondo era “abrirse” a otros sectores del electorado ¡justo cuando salvo los bonzos de la izquierda radical y de las ONGs subvencionadas, son ahora lo únicos que todavía hablan de favorecer más inmigración y el disparate migratorio es algo que pocos ponen en duda! Pero, podemos imaginar lo que ocurre en una empresa que ofrece determinado producto y quiere ampliar su clientela introduciendo nuevos productos ¡y dejando de “vender” el que ha sido estrella hasta ese momento! Esto supone que el “populismo” cree verdaderamente que el electorado es un ente colectivo con “memoria” y que siempre identificará su sigla (que, por cierto, ha cambiado de FN a RN) con el producto “de siempre”, la identidad y la lucha contra la inmigración masiva. Pero la memoria del electorado es corta. Y justo cuando el electorado aspira a encontrar palabras claras (“No a la inmigración masiva”, “no a las ‘zonas particularmente sensibles’ en las que las bandas étnicas controlan parcelas crecientes del territorio francés”, “no al velo islámico”, “no a la concesión gratuita de nacionalidad”, “no a la pérdida de identidad”, “no al terrorismo y a la delincuencia halógena”, etc, etc, etc.), Marina Le Pen, acaso para llevar a último extremo la estrategia de “desdiabolización” (hacer pasar al FN-RN como “un partido más”, casi aséptico y preocupado por lo mismo que cualquier otro). Algunos han llamado a esta actitud, “pasteurización” del FN-RN, un intento de reducir al mínimo los “agentes patógenos” que hacían diferente al partido de cualquier otra opción ¡y en lo que residía su principal atractivo, si bien algo incómodo para todos aquellos que quisieran emprender una “carrera política”!

¿Para qué votar al partido que se había elegido como garantía de la identidad francesa, si ese tema ha quedado relegado a un puesto secundario? ¿Para qué votar a una sigla cuyos portavoces son tan anodinos como los de cualquier otra opción y, algunos de ellos, ni siquiera son capaces de ocultar su ausencia absoluta de convicciones?

Como se sabe, el FN-RN tiene dos alcaldes en ciudades importantes del Mediodía: Perpignan y Béziers, Louis Alliot y Robert Ménard. El primero obtuvo el 36,57% de los votos en la ciudad que dirige, el segundo ha conseguido el 50,34%. ¿Cuál es la diferencia entre ambos? Alliot ha hecho todo lo posible por distanciarse del “área de extrema-derecha”, su discurso ha sido “discreto”, “moderado”, “al uso”. Por el contrario, Ménard se ha despachado a gusto denunciando que los problemas de su ciudad están vinculados con bandas étnicas, que la inmigración es una aspiradora de recursos sociales y que la población de origen argelino debe, como cualquier otra, respetar, aceptar y seguir las leyes de la República. Los resultados hablan por sí mismos. Ahora, cuando se trataba radicalizar y dramatizar el discurso, los “estrategas” del FN-RN han hecho justo lo contrario de lo que convenía.

Al cerrarse la primera vuelta de las elecciones, la presidenta del partido, empezó a barruntar la dimensión del error estratégico. Pero ya era tarde: una semana no basta para movilizar al electorado ausente en la primera vuelta, e incluso aburrido y decepcionado, especialmente porque, en muchas regiones, su sigla ya había quedado en tercer, cuarto, quinto o sexto puesto, y no tenía posibilidades de acceder a la segunda vuelta.

Pero tampoco esto basta para explicar el destrozo. Cabe hablar ahora de los candidatos, de lo que han aportado y de lo que ha faltado y, sobre todo, preguntarse, ¿y dónde están los candidatos que salieron elegidos en las anteriores elecciones?