La primera
vuelta de las elecciones departamentales y regionales del 20 de junio de 2021,
no fue todo lo agradable que el FN/RN esperaba y que los medios de comunicación
habían anunciado. Desde 2015, las elecciones regionales se celebran el mismo
día que las departamentales. Francia está dividida en 18 regiones
administrativas (13 en el territorio metropolitano y 5 en ultramar; antes de la
reforma de 2014, realizada por el presidente Hollande, eran 27, eliminándose
9), cada una de estas regiones integra a varios “departamentos” (lo más
parecido a nuestras provincias). En total hay 96 departamentos numerados por
orden alfabético.
Este sistema de
regiones y provincias ha sufrido innumerables alteraciones. Cada región está
administrada por un “consejo regional” asistido por un “comité económico y
social”. Sus poderes reales son escasos. No existe ninguna “nacionalidad”: las
regiones son eso, regiones, nada más. El fracaso del intento de De Gaulle de
ampliar los poderes de las regiones, fracasó y le llevó a dimitir en 1969.
Desde 1982 se eligen consejeros regionales por sufragio universal con un
mandato de seis años. Los poderes de los departamentos son aún menores.
En las pasadas
elecciones regionales y departamentales el nivel de abstención fue
sorprendentemente alto: apenas votó el 33%, un 16,6% menos que en la
anterior convocatoria. Sobre casi 46 millones de inscritos, apenas fueron a las
urnas 15 millones. De estos, casi 1 de cada 5 votaron al FN-RN (un 19,35%
en la primera vuelta y un 19,5% en la segunda, respectivamente 2.370.060 y
2.908.253), siendo superado por la derecha (30,13% y 4.425.710 votos en la
primera vuelta y 37,92% y 5.789.046 votos en la segunda) y por la izquierda
(35,03% y 5.143.235 de votos en la primera vuelta y 34,75% y 5.305.173 votos en
la segunda), quedando los regionalistas y el centro por debajo del 10%. Pero el
descalabro del FN-RN fue mucho mayor de lo que sugieren estos porcentajes.
Prácticamente en todas las regiones perdieron votos y escaños.
En total, el
destrozo supuso una pérdida de 3,3 millones de votos, sobre un total de 6
millones cosechados en 2015.
O bien, una
pérdida del 55% del electorado y de 2,6 millones de votos en relación a las
pasadas elecciones europeas, prácticamente el 50% de su patrimonio electoral.
Si la comparación
se realiza con los resultados de las elecciones presidenciales de 2017 en
donde el FN obtuvo casi 8.000.000 de votos, el balance es absolutamente
desalentados y supone una pérdida del 75%.
Y esto ocurre,
no precisamente en unos momentos en los que el régimen esté en su mejor
momento, sino cuando está en sus horas más bajas, incluso cuando un amplio
sector de la opinión pública, incluso de la izquierda, es consciente de la
amenaza para el orden público, para la hacienda y para la identidad, la admisión
irresponsable de inmigración (raro es el día que no ocurre algún asesinato
escabroso relacionado con la inmigración) y cuando se tienen muy presentes los
atentados islamistas (y el propio incendio de Notre Dame, oficialmente nunca
reconocido como atentado, pero del que pocos tienen dudas de cómo se produjo).
En otras palabras: cuando existen más razones para votar al FN-RN, el
partido se ha debilitado más que en cualquier otro momento (quizás con
excepción del momento en el que Jean Marie Le Pen tuvo que afrontar la escisión
de los “megretistas”, y con la diferencia de que, ahora, el debilitamiento, ha
sido libremente elegido por la dirección al optar, como veremos, por temáticas
“débiles”).
¿A qué se
debe este desastre electoral? Las causas son múltiples. Parece bastante claro
que el primero de todos ellos es el récord de abstención. El electorado del
FN-RN es, mayoritariamente, “popular”, pertenece a las clases trabajadoras y a
grupos desfavorecidos, los que registran siempre mayores índices de abstención:
cuanto más alta es la abstención, los votantes del FN-RN disminuyen de manera
mucho más significativa que otras opciones. Pero esto no basta para explicarlo
todo.
A lo mejor es
que hay que analizar la temática central y a los “temas estrella” elegidos para
la campaña: en esta última, el énfasis se ha puesto en el concepto de “desmetropolización”,
concepto de moda en Francia. Es, ni más ni menos, un sistema que pretende
disminuir los desequilibrios y las fracturas territoriales. El FN-RN se ha
opuesto a las políticas de desmetropolización orquestadas por el Elíseo y
proponiendo una política de planificación, el “localismo”. Bien, pues el
tema no ha interesado al electorado, ni mucho menos lo ha movilizado, a
pesar de que un sector de la dirección del partido pensaba que el debate en
torno a este tema desplazaría a cualquier otro en la próxima campaña
presidencial. Las temáticas “identitarias” desaparecieron y los candidatos
“marcados” como “identitarios” estuvieron ausentes de las listas electorales. No
fue una “traición” como algunos han insinuado: fue un error garrafal que el
partido ha pagado y pagará muy caro
La idea de
fondo era “abrirse” a otros sectores del electorado ¡justo cuando salvo los
bonzos de la izquierda radical y de las ONGs subvencionadas, son ahora lo
únicos que todavía hablan de favorecer más inmigración y el disparate
migratorio es algo que pocos ponen en duda! Pero, podemos imaginar lo que
ocurre en una empresa que ofrece determinado producto y quiere ampliar su
clientela introduciendo nuevos productos ¡y dejando de “vender” el que ha sido
estrella hasta ese momento! Esto supone que el “populismo” cree
verdaderamente que el electorado es un ente colectivo con “memoria” y que
siempre identificará su sigla (que, por cierto, ha cambiado de FN a RN) con el
producto “de siempre”, la identidad y la lucha contra la inmigración masiva.
Pero la memoria del electorado es corta. Y justo cuando el electorado aspira a
encontrar palabras claras (“No a la inmigración masiva”, “no a las ‘zonas
particularmente sensibles’ en las que las bandas étnicas controlan parcelas
crecientes del territorio francés”, “no al velo islámico”, “no a la concesión
gratuita de nacionalidad”, “no a la pérdida de identidad”, “no al terrorismo y
a la delincuencia halógena”, etc, etc, etc.), Marina Le Pen, acaso para
llevar a último extremo la estrategia de “desdiabolización” (hacer pasar al
FN-RN como “un partido más”, casi aséptico y preocupado por lo mismo que
cualquier otro). Algunos han llamado a esta actitud, “pasteurización”
del FN-RN, un intento de reducir al mínimo los “agentes patógenos” que hacían
diferente al partido de cualquier otra opción ¡y en lo que residía su
principal atractivo, si bien algo incómodo para todos aquellos que quisieran
emprender una “carrera política”!
¿Para qué
votar al partido que se había elegido como garantía de la identidad francesa,
si ese tema ha quedado relegado a un puesto secundario? ¿Para qué votar a una
sigla cuyos portavoces son tan anodinos como los de cualquier otra opción y, algunos
de ellos, ni siquiera son capaces de ocultar su ausencia absoluta de
convicciones?
Como se sabe, el
FN-RN tiene dos alcaldes en ciudades importantes del Mediodía: Perpignan y
Béziers, Louis Alliot y Robert Ménard. El primero obtuvo el 36,57% de los votos
en la ciudad que dirige, el segundo ha conseguido el 50,34%. ¿Cuál es la
diferencia entre ambos? Alliot ha hecho todo lo posible por distanciarse del
“área de extrema-derecha”, su discurso ha sido “discreto”, “moderado”, “al
uso”. Por el contrario, Ménard se ha despachado a gusto denunciando que los
problemas de su ciudad están vinculados con bandas étnicas, que la inmigración
es una aspiradora de recursos sociales y que la población de origen argelino
debe, como cualquier otra, respetar, aceptar y seguir las leyes de la
República. Los resultados hablan por sí mismos. Ahora, cuando se trataba
radicalizar y dramatizar el discurso, los “estrategas” del FN-RN han hecho
justo lo contrario de lo que convenía.
Al cerrarse la
primera vuelta de las elecciones, la presidenta del partido, empezó a barruntar
la dimensión del error estratégico. Pero ya era tarde: una semana no basta
para movilizar al electorado ausente en la primera vuelta, e incluso aburrido y
decepcionado, especialmente porque, en muchas regiones, su sigla ya había
quedado en tercer, cuarto, quinto o sexto puesto, y no tenía posibilidades de
acceder a la segunda vuelta.
Pero tampoco
esto basta para explicar el destrozo. Cabe hablar ahora de los candidatos, de
lo que han aportado y de lo que ha faltado y, sobre todo, preguntarse, ¿y dónde
están los candidatos que salieron elegidos en las anteriores elecciones?