jueves, 8 de julio de 2021

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: ¿PERO QUE HA PASADO EN FRANCIA CON EL EX FRONT NATIONAL? (1 de 4)

Hubo un tiempo en el que podía creerse que, en Francia, antes o después, existiría un gobierno formado por el Front National (hoy Ressemblament National, a partir de ahora FN-RN) que pondría coto a la inoperancia del centro-derecha y a la locura de la izquierda. Y esto, hasta las pasadas elecciones regionales y cantonales en las que se daba por supuesto que el FN-RN sería el primer o el segundo partido y gobernaría en tres regiones. Eso sería la mejor pre-campaña para la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2022. Pero todo eso se ha hundido ante la realidad. Vamos a tratar de explicar qué ha ocurrido y, sobre todo, por qué ha ocurrido. Vamos a tratar de explicar lo que ha ocurrido y las consecuencias que pueden desprenderse en clave europea en esta serie de cuatro artículos.


introducción


UNA COSA ES UNA "CORRECCIÓN DE DERECHAS" Y OTRA UNA "ALTERNATIVA AL SISTEMA"


Desde que se inició la estrategia de “desdiabolización” inaugurada por Marina Le Pen, tras sustituir a su padre, se tenía la presunción de que el FN-RN, después de conquistar a un electorado “popular”, iría incorporando al electorado moderado de centro-derecha, especialmente ahora, cuando en Francia, ya casi nadie -incluso amplios sectores de la izquierda- que la inmigración masiva es un riesgo que la República no podrá soportar durante mucho tiempo.

Los profesionales del antifascismo alertaban: “¡cuidado! ¡la estrategia de Marina Le Pen, como la de Hitler, consiste en vencer a la democracia con la democracia!”. No era, ni remotamente así. Las convicciones democráticas de Marina Le Pen existen y son las propias de los conservadores de todos los tiempos. Es una opción tan digna como cualquier otra y tan limitada como las demás, porque, a fin de cuentas, lo que no ha captado es que ya no queda nada para conservar o que merezca ser conservado. El signo de los tiempos es la pérdida de las identidades, la mutación tecnológica, la desvalorización de lo humano, el hundimiento de todas las estructuras (religión, nación, soberanía, familia) que apuntalaban ese mundo que los conservadores intentan mantener en pie y que hoy viven sus últimos estertores y nunca más recobrarán su brillo de otras épocas.

Durante mucho tiempo, nosotros mismos pensábamos que un partido político -como todo partido, por definición, electoralista- en una primera fase debería mostrar un aspecto radicalizado, para incorporar a la fracción de las masas más harta de la dejadez de los partidos convencionales y, en una segunda fase, para ampliar su base, debería moderar su discurso. Ahora hemos visto que esa estrategia es errónea: a medida que el hartazgo de las masas va aumentando, lo que exige la situación, no es eso, sino todo lo contrario: radicalizar cada vez más el discurso (no en el sentido de actitudes violentas o viscerales, sino el de ATACAR LOS PROBLEMAS EN LAS RAÍCES, NO EN SUS MANIFESTACIONES ÚLTIMAS) y, sobre todo, decir claramente: NO QUEREMOS LA SUSTITUCIÓN DE UN PARTIDO POR OTRO, QUEREMOS HACER TABULA RASA, QUEREMOS, VERDADERAMENTE, QUE LAS COSAS CAMBIEN Y, PARA QUE CAMBIEN, ES NECESARIO CAMBIAR, ANTE TODO, LAS REGLAS DEL JUEGO.

Pero esto implica tener el valor para reconocer algo que todos ocultan (y que, a fin de cuentas es la única “conspiración” que, en nuestros días, merece tal nombre): el sistema ha fracasado.

La democracia numérica es inviable porque el electorado ya no es capaz ni siquiera de reconocer cuáles son sus problemas y mucho menos quién puede aportarle soluciones; la post-verdad, el aluvión diario fake-news, las noticias incompletas en donde faltan los datos esenciales para poder interpretarlas, los tópicos ultraprogresistas, etc, todo ello, hace muy difícil que el electorado sea capaz de medir las consecuencias de su voto. Además, los medios de manipulación de masas (convencionales y digitales, así como las redes sociales), tienen tal impacto que los resultados electorales están, de partida, falseados, orientar el voto es hoy tan fácil como guiar un rebaño. Y, en este caso, el pastor es un suicida, que incita al propio rebaño a precipitarse por el acantilado.

POR OTRA PARTE, LAS REDES DE CORRUPCION CREADAS AL CALOR DE LA PARTIDOCRACIA SON TAN TUPIDAS QUE EXISTE ENTRE TODOS LOS PARTIDOS UNA “OMERTÀ” QUE EXCLUYE DE SU “SANTA ALIANZA” A TODA DISIDENCIA. Hoy, más que nunca, debería interpretarse la pieza teatral de Eugene Ionesco, El Rinoceronte: “puesto que no es pecado ser rinoceronte, puesto que todos los son, seámoslo también”. Tal es la visión de cualquier persona que, una vez elegida, entra en los mecanismos de la política y hace, justo lo que todos, si no es que ha saltado al ruedo político, precisamente para tratar de beneficiarse de esta corrupción-impunidad que hoy supone el principal imán para dedicarse a la política.

Incluso, todo esto no importaría mucho si el “sistema” político-económico-social funcionara: PERO ES QUE ESTÁ DEJANDO DE FUNCIONAR O, LO QUE ES AUN PEOR, CADA DÍA MUESTRA SEÑALES CRECIENTES DE PARÁLISIS. Éstas se han acelerado visiblemente con la crisis COVID.

Un discurso que reconociera todo esto, unido a un activismo “misional” callejero, a la construcción de redes sociales propias, a medios digitales de masas, con la PERSPECTIVA DE PREPARAR ESTRUCTURAS NUEVAS PARA CUANDO EL SISTEMA COLAPSE, sí podría movilizar a franjas de ciudadanos cada vez más airados y “desafectos”. Pero ¿para qué sirve un partido como el FN-RN (y el resto de émulos de la derecha nacional europea) que solamente aspira a introducir algunas reformas obvias en la legislación, pero que, por activa y por pasiva, reconoce, una y otra vez, que no va a tocar nada esencial (esto es, nada de lo que ya ha mostrado su fracaso y su inadecuación)?

Marina Le Pen, al igual que casi todos los partidos de la “derecha nacional” europea, no aspiran, ni proponen un nuevo sistema de relaciones internacionales, una reforma radical de la Unión Europea, en lo económico oscilan entre el liberalismo clásico y, en ocasiones, incluso, el neo-liberalismo, no aluden a una reducción del poder de los partidos y de un aumento del poder de organismos corporativos especializados, ni siquiera quieren ser una partido diferente al resto de partidos, sino un partido más, en competencia con el resto y que, como ellos, aspira a gestionar un poder emanado de una ordenación jurídico-institucional que hace tiempo ha dejado de funcionar. Puede entenderse porque esas son las condiciones impuestas por la lógica del sistema, y si se pretende una política de “inserción parlamentaria”, aceptar esas reglas es condición sine qua non. Pero esto no debe hacernos olvidar que gestionar la sociedad del siglo XXI con los principios y organismos del siglo XVIII RESULTA COMPLETAMENTE INVIABLE.

Por parte, después de dos décadas de que la “derecha nacional” fuera inflando su electorado, la burbuja ha dejado de crecer y, ahora, remite. No ha estallado, pero pierde fuelle. La cuestión es entender el por qué, justo en el momento en el que el sistema demuestra más fallas, la única alternativa a los partidos clásicos, empieza a retroceder. Existen múltiples causas, pero la primera de todas ellas es que no se puede pedir a un electorado que vote, elección tras elección, por una sigla que siempre está -y siempre estará- en la oposición porque, los sistemas a dos vueltas están diseñados para lograr la alternancia entre los partidos que los han fundado, centro-derecha y centro-izquierda, excluyendo al tercero en discordia, en este caso al FN-RN.

Como veremos más adelante, otro de los problemas del FN-RN es que un gran porcentaje de sus votos procede del “electorado popular”, esto es, de grupos sociales que afrontan problemas reales y ocupan en la pirámide social los puestos más vulnerables. Estos sectores se ven cada vez más presionados por la realidad y no se pueden permitir el lujo de esperar décadas a que la sigla a la que voten esté en condiciones de realizar pequeñas reformas, ¡POR QUE CADA VEZ MÁS RESULTA EVIDENTE QUE LO NECESARIO SON GRANDES REFORMAS! ¡REFORMAS EN PROFUNDIDAD Y YA!

Esta es la gran diferencia entre Marina Le Pen y el Hitler de 1929-1933: la primera dice “no Os preocupéis, quiero llegar al poder por vía democrática y gestionar democráticamente el poder”. Mientras que el segundo decía “quiero llegar al poder por vía democrática y cambiar las reglas del juego”. Una gran parte del electorado, empieza a pensar, aquí y ahora, que ya no basta con cambiar el partido en el poder, sino que se precisa urgentemente una reforma de arriba abajo. Y esto es algo que ningún partido de la “derecha nacional” está en condiciones de ofrecer, ni quiere proponer, aquí y ahora (ni siquiera es consciente de su necesidad), ni de reconocer que nos encontramos en un “fin de ciclo” en el que ya resulta imposible apuntalar un edificio que hace aguas por todas partes y que amenaza con desplomarse interiormente.

Porque este sistema no se va hundir por acción de yihadistas, ni de pandemias, ni de revolucionarios fascistas ni bolcheviques, ni de terroristas racistas y antisemitas, sino por simple desplome interior y por suma de incoherencias y por la rigidez de sus organismos envejecidos, rígidos y esclerotizados, gestionados por ambiciosos sin escrúpulos elegidos por votantes sin cualificación ni siquiera para entender lo que conviene a sus intereses. Reformar algo así resulta imposible: la observación de la evolución de nuestras sociedades desde el principio del milenio y especialmente desde la crisis de 2007-2011, demuestra que el sistema mundial ha entrado en una fase de inestabilidad. El ciclo iniciado en 1763 con la “revolución americana”, que prosiguió en 1789 con la “revolución francesa”, tuvo su secuencia natural en 1917 con la “revolución bolchevique”, su proceso de rectificación en mayo de 1968 y sus últimos estertores en nuestros días, siempre bajo el eslogan de “libertad, igualdad, fraternidad”, toca a su fin. Dentro de este contexto:

- cualquier pequeña corrección (como las propuestas por la derecha nacional) o resulta inviable o, de aplicarse, podría instalar el caos en el interior del sistema,

- de la misma forma que la negativa a aplicar correcciones (por parte del centro-derecha y del centro-izquierda) aumenta, día a día, su rigidez y esclerosis.

- las reformas planteadas por el ultraprogresismo que insisten en lo más irrelevante y peregrino (ideologías de género, eutanasia, veganismo, papeles para todos, etc, propuestas “estrella” de la izquierda) responden más bien a psicologías averiadas que a necesidades reales y, desde luego, no salvarán al sistema de su desplome, sino que, más bien la acelerarán.

Hoy el sistema se mantiene solamente en el “espectáculo”. Y, de la misma forma, que el Imperio Romano quebró cuando el “panen et circenses” se hizo única política imperial, ahora, el “espectáculo”, esto es, la reducción de cualquier actividad social e iniciativa política, a la única dimensión circense para fascinación de masas cada vez más aborregadas. Marina Le Pen y el FN-RN forman parte, les guste o no, del “espectáculo”; no son, desde luego, los tramoyistas, ni tienen posibilidades de escribir el guion, pero sí de protagonizar algún esqueche…