sábado, 17 de julio de 2021

"Memoria histórica": TÁNGER: ÚNICO FRUTO IMPERIAL. LA OCUPACIÓN ESPAÑOLA DE LA 'CIUDAD LIBRE' EN 1940 (2 de 3) - LOS ESTADOS FASCISTAS Y SU POLÍTICA EN EL MAGREB

 

Los Estados Facistas y su política en el Magreb

La novedad que se produjo en los años 30 en la situación en el Magreb fue la irrupción de los Estados Fascistas. Italia llegó a estar en condiciones de plantearse la creación de un imperio propio y a partir de 1934 el III Reich pudo forjarse una política exterior que incluía a los países mediterráneos. Hay que decir que tanto la política exterior italiana como la alemana fueron oscilantes y variaron con el tiempo. No puede hablarse de una política exterior única de estos países ni siquiera en el Mediterráneo, sin olvidar que sus intereses geopolíticos eran diferentes (para Italia el Mare Nostrum era el eje de su política exterior, para Alemania era un escenario secundario). Italia intentaba forjarse un Imperio del que ya formaban parte algunos países musulmanes (Libia, Somalia, Eritrea) a pesar de que en la prehistoria del fascismo (durante el período escuadrista y durante la ocupación de Fiume, era favorable a la “lucha antiimperialista” hasta el punto de que D’Annunzio contactó con “naciones oprimidas” con la intención de constituir una Liga de los Pueblos Oprimidos[1] que luego pasó a llamarse Unión Islámica de Pueblos Oprimidos. Es cierto que en el diario de Mussolini, Il Popolo d’Italia, se publicaron decenas de artículos favorables a los nacionalistas árabes. Sin embargo, toda esta línea política (pro-nacionalista árabe y anti-imperialista) se interrumpió cuando los futuristas y socialistas revolucionarios que acompañaban a D’Annunzio y Mussolini se unieron con los nacionalistas para dar lugar al Partido Nacional Fascista. Fue así como se interpoló en el fascismo la idea de tener un imperio colonial… que no podía forjarse sino a expensas de los países árabes. Una vez en el poder, el fascismo intentó sistematizar la colonización de Libia desplazando a poblaciones autóctonas y dando origen a incidentes en 1931. Por otra parte, la ocupación de Etiopía tampoco contribuyó a mejorar las relaciones con lo que entonces aún no se llama “Tercer Mundo”. El control de Italia sobre Albania (mayoritariamente islámico) terminaba por enturbiar las cosas por mucho que Dino Grandi defendiera la independencia del mundo árabe mediterráneo en el parlamento[2] o que las Juventudes Universitarias Fascistas organizaran congresos con estudiantes árabes para atraerlos al fascismo, o que se instalara una emisora en Bari que radiaba emisiones en lengua árabe (se trató de la primera emisora en lengua árabe del mundo), o que el régimen contactara con nacionalistas egipcios (los Saud) árabes (Arslan), palestinos (el Gran Muftí) solamente sirvieron para que Mussolini recibiera de manso de algunos notables libios pro-italianos la “Espada del Islam” el 18 de marzo de 1937. Pero todo esto era poco y no podía olvidar los excesos cometidos por los italianos en Libia en 1931. Cuando Italia invadió Etiopía y firmó los acuerdos de abril de 1938 con los ingleses, estos establecían que Italia cesaba de intervenir en los asuntos de Palestina y suspendía las emisiones de Radio Bari.

Fue a partir de ese momento cuando los nacionalistas árabes dejaron de fijarse en Italia (país comprometido realmente en una carrera “imperial” que afectaba directamente al mundo árabe) y empezaron a fijarse cada vez más en Alemania (cuyos intereses geopolíticos en el mundo árabe eran menores y que, incluso, había practicado una política de alianza con el Imperio Otomano hasta el final del a Primera Guerra Mundial. Es cierto que el NSDAP se declaraba “antisemita” (y los árabes son semitas) pero también era cierto que los choques en Palestina producidos por la llegada continua de colonos judíos estaba envenenando la convivencia en la zona y el Reich parecía decidido a liberarse de la influencia judía, por lo tanto, desde la óptica árabe podía ser un aliado mejor que Italia… a quien el Reich había acordado entregar la política Mediterránea del Eje. Las sombras existían, de todas formas. Hitler había declarado en muchas ocasiones su intención de crear un poder continental fuerte (con Alemania en el centro) aliado de un poder marítimo fuerte (es decir, aliado de Inglaterra). Esto no terminaba de convencer a los árabes colonizados por los ingleses. Pero esta era una de las líneas de política exterior que se discutían en el Reich; también existían diplomáticos conservadores pro-árabes que procedían del antiguo imperio derrotado en 1918. Desde 1934, en los ministerios del Reich se habían recibido a distintos nacionalistas y representantes del mundo árabe pero no fue sino a partir de 1938 cuando el Reich inició los contactos con el Gran Mufti de Jerusalén y, a partir de ese momento, se multiplicaron los contactos oficiales con los países árabes independientes y con los movimientos nacionalistas árabes. Sin embargo, el Reich evitó ayudar directamente a los palestinos en su lucha contra los judíos, para evitar molestar a Inglaterra. Goebbels visitó Egipto en febrero de 1939 y en ese momento la Organización Exterior del NSDAP y la Abwher empezaron a ayudar a los palestinos[3]. Y a partir de 1938 funcionó en la capital alemana el Comité de Defensa del Magreb árabe y el Comité Por-Detenidos Políticos en África del Norte”. A medida que se aproximaba la sensación de que aumentaba la tensión internacional, la política exterior alemana se iba aproximando a los países árabes y estos veían en el Reich una esperanza para obtener una pronta liberación.

En la medida en que los alemanes estaban menos interesados por la política mediterránea, para ellos la elaboración de una estrategia era más fácil que para los italianos que tenían un imperio africano que defender. En los meses precedentes a la guerra, las distintas oficinas del Reich que mantenían contactos con el mundo árabe (el ministerio de exteriores, la Abwher, la AO_NSDAP, oficina exterior del partido) actuaban con la hipótesis de que cuando se declarara la guerra habría que utilizar a los movimientos nacionalistas árabes contra Francia e Inglaterra. Y esto afectaba a España cuyo Protectorado en Marruecos podía verse afectado. Esa misma percepción se tenía desde España: si los alemanes conseguían desestabilizar el Marruecos francés, Argelia y Túnez, todo esto repercutiría inevitablemente en la parte española. Para el Reich de lo que se trataba era de no lesionar los intereses de España (mientras existió la posibilidad de que nuestro país se decantara abiertamente a favor del Eje) y, posteriormente de la Francia de Vichy.

Todo esto hizo que existieran ambigüedades y que no se aplicara una política decidida de carácter anti-imperialista con la promesa de independencia para los distintos países árabes y, especialmente para el Magreb. En efecto, mientras se mantuvo la presencia del Africa Korps entre las arenas, el gobierno alemán, si bien mantuvo contactos con todos los grupos nacionalistas, lo cierto es que no fue explícito a la hora de prometer la independencia y, por tanto, tuvo pocos efectos (si bien contingentes relativamente numerosos se alistaron en las filas alemanas e incluso estarían presentes en los últimos momentos en la defensa del Berlín destruido en abril de 1945[4]). No fue sino en los dos últimos años de guerra, cuando el régimen fascista italiano se había derrumbado y perdido su imperio en África y cuando las tropas del Eje ya se habían retirado de África del Norte, cuando los medios de comunicación alemanes insistieron en la idea de la independencia: “La hora de la independencia y de la libertad ha sonado para África del Norte. Vuestras torturas acabarán. Todo buen musulmán, desde Marruecos a Túnez, debe resistir y utilizar todos los recursos a su alcance para liberar su Patria del yugo de los imperialistas” se había oído desde las emisoras alemanas que radiaban en árabe. Pero la proclama llegaba tarde… entonces se pagaron los titubeos en política exterior.

Y, entonces, estalló la Segunda Guerra Mundial (septiembre 1939-mayo 1940)

A partir del 3 de septiembre de 1939, lo que hasta ese momento había sido un conflicto localizado entre Alemania y Polonia por una cuestión territorial (en la que un simple análisis objetivo da la razón a Alemania que tenía todo el derecho de construir un “pasillo” que uniera a los dos trozos de su territorio partido por el Tratado de Versalles) se convirtió en una nueva “guerra mundial”  cuando el Reino Unido presionó a Francia para que declarara la guerra a Alemania. Durante los primeros meses de conflicto nada cambió. En España los falangistas siguieron utilizando la retórica imperial en un momento en el que Italia se había apropiado de Albania y acariciaba la idea de ocupar Grecia, unos años después de haberse hecho con el control de Etiopía en lo que constituía un ejemplo de cómo podía forjarse un imperio en un breve espacio de tiempo.

Hoy se sabe que la ensoñación geopolítica expuesta en Reivindicaciones de España fue algo más que un planteamiento que afectaba solamente a sus dos autores. En efecto, Franco –y más concretamente su Estado Mayor- prepararon planes de guerra en esa época que apuntaban en dirección de hacer efectivo ese proyecto expansionista si se daban las circunstancias apropiadas[5]. Se planificó la ocupación española de Tánger y la ocupación del Marruecos francés (junio de 1940), se elaboraron planes para invadir Portugal (1940-41) y para la ocupación de las zonas del sur de Francia que en otro tiempo habían sido españolas (en 1942) y, por supuesto, se elaboró un plan de toma de Gibraltar (1940). Todos estos planes –salvo la ocupación de la Ciudad Libre de Tánger- quedaron en el cajón de los proyectos elaborados pero no ejecutados. La orden de elaboración de estos planes derivó de las circunstancias políticas siempre trepidantes y cambiantes en las que se desarrolló la Segunda Guerra Mundial. Franco, se fue adaptando rápidamente a cada una de estas fases el conflicto que exigían de España distintas actitudes y que abrían unas puertas y cerraban otras.

La posición oficial del régimen era de neutralidad, pero todo induce a pensar que detrás de esa neutralidad, antes de Stalingrado y especialmente en el verano de 1940 lo que existía era la voluntad de aliarse con las potencias hasta ese momento vencedoras del conflicto (con Alemania e Italia). Para Franco, esa era una de las vías para poder consumar el irredentismo español. De hecho, algunos autores sostienen que si España no entró en guerra en ese momento, no fue por falta de ganas, sino porque no consiguió garantías de sus potenciales aliados para asegurarse la obtención de un imperio colonial en el norte de África[6].

Para Franco, y para los oficiales africanistas que habían hecho primero las guerras marruecas y luego dirigido la guerra civil, la principal afrenta era la existencia de la Ciudad Libre de Tánger, enclave bajo administración internacional situado en dentro del territorio del protectorado. Ya de por sí, la zona del protectorado español era extremadamente pobre en comparación con la parte francesa y con su dimensión[7].

Una vez iniciado el conflicto mundial, las posiciones de los contendientes eran las que podía preverse de sus actuaciones anteriores. Por una parte, Inglaterra no deseaba que España controlara el Estrecho de Gibraltar de manera unilateral e indiscutible (y por ello seguía manteniendo su presencia en el Peñón), y al mismo tiempo que había insistido a Francia para que Tánger quedara bajo administración internacional, como formas de reducir el valor de la posición española como resultado del acuerdo de 1923; Francia había amenazado con no colaborar en sofocar la rebelión rifeña si España no firmaba el acuerdo. Esto había dejado una llaga abierta entre los africanistas y la reivindicación de la pertenencia de Tánger al protectorado español era una cuestión pendiente. Durante la dictadura de Primo de Rivera, España presionó a Francia para que se modificara el acuerdo, pero solamente se lograron avances exiguos (España recuperó en 1928 el mando de la policía de la ciudad). Luego, la República mantuvo siempre un buen entendimiento con Francia y por tanto prefirió no tocar el tema limitándose a reconocer el papel de Francia como potencia hegemónica en la zona. Sin embargo, la mayor parte de la población europea de la ciudad estaba compuesta por españoles (14.000 sobre 18.000, a los que había que sumar 7.000 judíos y 36.000 musulmanes). Los militares africanistas sostenían que la realidad poblacional hacía de Tánger una parte del protectorado y que era preciso que la ciudad estuviera en manos españolas para controlar efectivamente el Estrecho de Gibraltar. Y esta era la cuestión: que ni Francia ni el Reino Unido podían permitir que España tuviera en sus manos la lleva de tan estratégico paso.

En junio de 1936, le correspondía a España gestionar la administración de la ciudad que se hacía por turno rotativo. Reclamado ese derecho (cuando ya había estallado el conflicto civil), Francia respondió que prorrogaba unilateralmente el mandato hasta que se aclarara la situación en España. Las conversaciones para cumplir lo pactado en el Tratado de 1923 solamente se reanudaron en febrero de 1940, alegando ahora los franceses que el problema para cambiar la situación era la guerra en Europa.

Los franceses habían permanecido muy atentos al desarrollo de la guerra civil por tres motivos: por el “efecto contagio” que pudiera producirse en Francia en el momento en el que las ligas fascistas tenían cierto peso y podían galvanizar, además, a la opinión pública católica; por los 656,3 kilómetros de frontera común en los Pirineos que se distribuyeron ambos bandos durante la mayor parte de la guerra civil y que implicaban el que se produjeran tráficos de armas y de personas; y, finalmente, por la cuestión del Protectorado Español en donde se temía que pudiera estallar una anarquía armada que arrastrara a la insurrección al Marruecos francés. El Estado Mayor del Ejército francés elaboró un plan de ocupación del Protectorado Español, el llamado “Operación Marruecos” cuya última versión está fechada el 17 de marzo de 1937[8]. El plan francés preveía generar un incidente diplomático ocasionado por una visita del sultán de Rabat, Muley  Mohamed (futuro Mohamed V tras la independencia), al Protectorado Español. A la vista de que las autoridades españolas se negarían a recibirlo, Muley Mohamed prepararía un ejército de 25.000 hombres distribuidos a lo largo de la frontera. Además de la invasión de la zona española estaba prevista también la invasión de Menorca (todavía en ese momento en manos republicanas) para asegurar la comunicación marítima del territorio metropolitano francés con el norte de África. Ahora bien, Francia había elaborado este plan solamente para el caso de que estallara una guerra en Europa y España se colocara del lado de las potencias del Eje. Se trataba pues de un “plan de contingencias”. Enterado el gobierno español por diversas fuentes (una de ellas el propio Sheik marroquí del Protectorado) del plan francés, Beigdeber tomó la iniciativa mejorando las condiciones de vida de los rifeños, abriendo escuelas árabes y hospitales y contactando con cada uno de los partidos nacionalistas de la zona evitando la formación de un bloque unido bajo un liderazgo único que pudiera movilizar a toda la población contra España[9]. Beigdeber, se preocupó por fomentar las divisiones  y rencillas entre las tres formaciones para limitar su influencia y limitar la incidencia de estos partidos.

La situación se mantuvo tensa pero sin cambios hasta que el 24 de septiembre de 1938 Francia ordenó la movilización general a raíz de la crisis de los Sudetes y Europa estuvo al borde de la guerra. En ese momento, Francia reforzó su guarnición en Marruecos ante la posibilidad de que el banco franquista entrara en el conflicto apoyando al Eje. Aprovechando las redes de reclutamiento que habían conseguido movilizar a un gran contingente de voluntarios marroquíes en la guerra civil, Beigdeber inició la formación de una fuerza guerrillera indígena que en caso de conflicto actuaría en la parte francesa. Pero el 28 de septiembre Franco se declaró neutral y los franceses se tranquilizaron. Con la celebración de la conferencia de Munich, Europa consiguió alejar durante un año los vientos de guerra. Luego, el jefe del Estado Mayor francés, el general Gamelin, aconsejó al gobierno de Daladier que tratara de llegar a un acuerdo con Franco (que ya se perfilaba como el inapelable vencedor del conflicto civil) para evitar que en caso de conflicto, Francia tuviera que combatir en dos frentes (con Alemania en el Este y con España en el Sur, además del frente marroquí en el Magreb).

El 15 de marzo de 1939, el Reich ocupaba Checoslovaquia y al mes siguiente la noticia de que Beigdeber había iniciado la preparación de guerrilleros para penetrar en el territorio francés fue publicada por la prensa de Casablanca. El conde de Jordana, entonces ministro de Exteriores de Franco, y Beigdeber, desmintieron la información[10] añadiendo que respetaban el Estatuto de Tánger. En ese tiempo y desde 1938, Franco jugaba con dos barajas y daba explicaciones distintas a los aliados germano-italianos y a los aliados anglo-franceses. A los primeros se les informó de la sospecha de que sus oponentes preparaban la ocupación de la zona internacional de Tánger. A los segundos se les tranquilizó sobre el mantenimiento de la neutralidad con España[11]. En realidad, todo obedecía a la política contemporizadora de Franco que en ese momento estaba decidido a no crear tensiones de ningún tipo en la zona de Marruecos.

Sin embargo, en junio de 1939, el recién estrenado ministro falangista de Exteriores, Serrano Suñer, viajó a Italia para despedir a los voluntarios de ese país que habían participado en la guerra civil y al entrevistarse con el conde Ciano, su homólogo italiano, le comentó por primera que “España tiene sus reivindicaciones con respecto a Francia –la torpe e decorosa Francia-, y éstas se llaman Marruecos y [para sí misma] independencia política y económica”[12]. Si bien Italia aspiraba a ser potencia hegemónica en el Mediterráneo, esperaba poder dar alguna compensación a España (en detrimento de Francia)[13].

En los meses siguientes la situación no varió sustancialmente: se volvieron a reproducir las tensiones y los rumores de ocupación francesa de Tánger e incluso se supo que existía un decreto del sultán firmado sin fecha en donde aprobaba la ocupación francesa de la ciudad y Beigdeber recomendaba anticiparse a la operación y ocupar la zona internacional y así lo hizo saber en carta a Franco el 28 de junio de 1939. Lo que proponía era “llegar a las primeras casas de Tánger sin disparar un solo tiro”, algo que “consideraría un éxito político”[14]. Da la sensación de que en aquel momento (el trimestre anterior al estallido de la guerra en Europa, junio-agosto de 1939), Beigdeber disponía de información que le iba llegando de París, pero adulterada y exagerada. Es posible que los agentes alemanes le hicieran llegar “material averiado” en función del cual realizara correcciones a sus puntos de vista directos sobre la situación. En julio de 1939, volvió a escribir a Franco explicándole cómo veía la situación a raíz de los informes que le llegaban de París: en caso de conflicto el Sultán denunciará el Tratado franco-español y declarará bajo su autoridad el protectorado; Tánger será administrado por franceses e ingleses, Inglaterra recibirá Ceuta y ensanchará Gibraltar y Turquía, apoyada por Francia, nombrará un bey en Túnez. Y, finalmente, reseñaba que en Casablanca estaban desembarcando material de guerra procedente de EEUU, en especial bombarderos[15]. El resultado inmediato de esta valoración era preparar el aparato militar español en el Protectorado para hacer frente a la situación y adelantarse a los acontecimientos.

Este fue, presumiblemente el motivo por el que Franco, en esos meses de tensión no diera seguridades a los aliados sobre su actitud cuando se iniciara en conflicto. No sería sino hasta dos días después de que Francia e Inglaterra declararan la guerra a Alemania cuando el 5 de septiembre de 1939, Franco realizó un llamamiento público para que se restableciera la paz. Como se sabe, la guerra con Polonia acabó pronto. Al régimen franquista le había sido muy difícil explicar por qué el gobierno que les había ayudado con armas, voluntarios, medios e información, había terminado suscribiendo el Pacto Germano-Soviético el 23 de agosto de 1939, e incluso la URSS había colaborado con el Reich en el desmembramiento de Polonia. Franco deseaba una guerra corta y el restablecimiento rápido de la paz. Lo contrario iba en detrimento de España que resultaría afectada por el bloqueo del comercio internacional justo en el momento en el que más dependiente era de importaciones de manufacturas y especialmente alimentos. Pero ocurrió todo lo contrario. A la rendición de Polonia siguió la llamada “drôle de guerre” (la guerra en broma) y a partir del 6 de octubre de 1939, los cañones callaron en Polonia, pero apenas tronaron en el frente franco-alemán. Esta situación duraría hasta la llegada de la primavera de 1940, es decir, medio año después.

El 9 de abril de 1940, anticipándose al plan franco-inglés de ocupación de Noruega[16], las tropas alemanas trasportadas por unidades de la Kriegsmarine y de la Luftwaffe, transportaron un fuerte contingente a Noruega e irrumpieron en Dinamarca. La tensión internacional volvió al límite y era especialmente importante para España el hecho de que cada vez con mayor frecuencia aparecían rumores sobre la entrada de Italia en el conflicto, lo que implicaba que la guerra –o al menos una parte- se desplazaría hacia el Mediterráneo y terminaría afectando al Protectorado. La guarnición española en la zona recibió 70.000 fusiles para armar a las harkas indígenas y nuevamente se extendió el rumor de la ocupación franco-británica de Tánger. Beigdeber volvió a proponer adelantarse a la ocupación evitando roces con los aliados. También llegaron rumores de desembarco inglés en Torremolinos que iría acompañada, no solamente de la ocupación de Tánger y posteriormente todo el protectorado español con lo que el Mar de Alborán quedaría bajo control aliado. Porque lo que tanto Franco como Beigdeber temían era que la ocupación aliada de Tánger fuera solamente el anticipo de una ocupación total del Protectorado Español. Para conjurarla Franco podía realizar solamente dos acciones: anticiparse y ocupar la zona de Tánger y llevar la guerra de guerrillas a la zona francesa reclutando mercenarios y atizando la rebelión. La mejor defensa seguía siendo un buen ataque que, de paso “pudiera ser la salida de España al mundo” y generar “las condiciones de que comience ese Imperio que soñamos”[17].

La idea que había ido cobrando forma en la mentalidad de los militares africanistas y, por supuesto de los falangistas “imperiales” era que los vientos de guerra que azotaban a Europa generaban las condiciones objetivas necesarias para que las ideas de reconstrucción del Imperio pudieran hacerse realidad. La primera etapa señalada era la ocupación de la Ciudad Libre de Tánger, a partir de la cual seguiría la expansión por el Marruecos francés y luego por el resto de África. Esto ocurría dos meses antes de que el Reich derrotara a Francia y era algo más que un “plan de contingencias”, expresaba la idea de lograr un ajuste de cuentas con París y dar el primer paso para la restauración imperial.

El 10 de mayo de 1940 comenzó la ofensiva alemana sobre Francia rompiendo el frente por Bélgica y atacando justo por donde no existían fortificaciones. Veinte días después, el grueso del ejército francés y la totalidad del cuerpo expedicionario británico estaban cercados en Dunkerque. Estos movimientos de tropas desencadenaron los acontecimientos en el norte de África.



[1] Cfr. Revista Diside,ncias, nº III, artículo La revuelta de los “pueblos jóvenes”, D’Annunzio y la Liga de los Pueblos Oprimidos, Adriano Scianca.

[2] “[Italia] había sido la primera potencia en darse cuenta de la fuerza histórica que emerge ineluctablemente en los Estados árabes del Mediterráneo oriental, aún no independientes, para conquistar su plena y efectiva independencia”, discurso de Grandi ante la Cámara de los Fascios y las Corporaciones, citado por Carlos Caballero en La espada del Islam, voluntarios árabes en el ejército alemán 1941-1945, García Hispán Editor, Alicante 1990, pág. 68-69.

[3] C. Caballero, op. cit., pág. 78..

[4] Este tema ha sido estudiado por C. Caballero, op. cit., capítulo XIV. Voluntarios árabes en Berlín pág. 293 y sigs.

[5] La obra La Gran Tentación. Franco, el Imperio Colonial y el proyecto de intervención española en la Segunda Guerra Mundial de Manuel Ros Agudo (Editorial Styria, Barcelona 2008), es la obra más accesible en la que se ha analizado toda esta temática y a la que remitimos para conocer al detalle los planes de intervención de Franco, si bien algunas de las conclusiones del autor parecen excesivas y desconocen el hecho de que los planes de intervención no reflejan la voluntad de agresión a otros países, sino que son habituales planes de contingencia elaborados para cubrir todas las situaciones posibles que puedan darse.

[6] M. Ros, op. cit., pág. 22. De hecho el título del libro La gran tentación viene dado por eso precisamente: la tentación fue la de intervenir en el conflicto a cambio de un imperio. Así mismo, han ido apareciendo distintas obras en las que queda demostrado que las garantías para la obtención de ese “imperio” fueron el centro de la conversación entre Hitler y Franco que tuvo lugar en Hendaya. En relación al encuentro de Hendaya cabe decir que aún hoy es difícil saber de qué se habló allí. Durante el franquismo, especialmente tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el régimen, en una afán de congraciarse con los vencedores indicó que Franco había, literalmente, “toreado” a Hitler desde el primer momento haciéndole esperar durante una hora hasta el punto de que éste llegó a decir que prefería un dolor de muelas a otro encuentro con Franco. El encuentro tuvo lugar el 23 de octubre de 1940 y todo parece indicar que de lo que se trató fue de establecer las condiciones para la entrada en guerra de España, que eran fundamentalmente territoriales. Hitler pretendía obtener una base en Canarias y otra en Mogador, Agadir o Fernando Poo. Si las demandas de Franco no fueron atendidas fue porque Hitler no deseaba enemistarse con el mariscal Petain (pues el crecimiento del imperio español se haría a costa de Francia), ni con Mussolini (que aspiraba a ser la primera potencia del Mediterráneo de manera indiscutible y veía en España a un competidor). Se anunció que ya existía una fecha para que los paracaidistas alemanes se lanzaran sobre Gibraltar, la llamada Operación Félix (10.01.41). El problema era que Franco no estaba dispuesto a permitir que Gibraltar cambiara de bandera y si eso ocurría la izada debía ser española. Franco pidió, además, 100.000 toneladas de Trigo. Prácticamente, salvo el envío de la División Azul y cierta tolerancia a la actuación de los agentes de la Abhwer en España y en los territorios africanos, no hubo más resultados de este encuentro. De todas formas, aún hoy se tienen serias dudas sobre los contenidos reales de aquel encuentro: unos afirman que Hitler presionó a Franco para entrar en guerra y que éste alegó que España no estaba preparada; otros sostiene que Franco exigía un precio demasiado alto para intervenir en el conflicto y, finalmente, otros sostenían que los falangistas querían entrar en el conflicto, los católicos (junto con los militares) mantener la neutralidad. Franco optó por esta opción. Sobre este tema pueden consultarse: Gustau Nerín y Alfred Bosch, El imperio que nunca existió. La aventura colonial discutida en Hendaya. Plaza Janés, Barcelona 2001, y (con reservas) Javier Tusell, Franco, España y la Segunda Guerra Mundial, Ediciones Temas de Hoy, Madrid 1995.

[7] La proporción de dominio territorial de Marruecos era de 80% para Francia y 20% para España.

[8] Un par de meses después, el cónsul italiano en Tetuán informó a Beigdeber que el ministro francés de Exteriores sostenía en París, incluso ante círculos diplomáticos italianos, la necesidad de intervenir en la zona española. M. Ros., op. cit., pág. 52.

[9] En aquel momento operaban en el Protectorado tres formaciones nacionalistas: el Partido de las Reformas de Abdeljalak Torres, el Partido de la Unidad Marroquía de Mekki el Nasiri, escisiones ambas de la matriz originaria, el Partido Islah fundado en 1935 en Tetuán. Antes ya se publicaban en la zona los periódicos nacionalistas Es-Salam y El Hayat que empezaron a publicarse en noviembre de 1933.

[10] Parece ser que valoraron el hecho de la publicación como el inicio de una preparación psicológica realizada por los franco-británicos para justificar el desembarco aliado preventivo en Tánger en caso de que estallara la guerra en Europa, lo que calificaron de “hecho que crearía una situación gravísima por constituir una violación de los tratados vigentes y del Estatuto por el que se rige la ciudad internacional”. M. Ros, op. cit., pág. 74.

[11] Jordana llegó incluso a aludir en mayo de 1939 de la “agresividad y audacia germano-italaiana” (ibídem, pág. 76).

[12] Galeazzo Ciano di Cortelazo, Diarios 1937-1943, Editorial Crítica, Barcelona 2004, pág. 311.

[13] Ciano anotaba en su diario el 14 de junio de 1939: “El Duce quiere que con España comencemos a definir el programa futuro en el Mediterráneo occidental: Marruecos íntegramente para España; Túnez y Argelia para nosotros”. Italia reconocía el papel de España como cerrojo del Mare Nostrum: “Un acuerdo con España debería asegurarnos la comunicación permanente con el Atlántico a través de Marruecos” (ibídem. Pág. 315)

[14] Ibidem, pág. 79-80.

[15] Todo esto parece excesivo y o bien se trató de material de intoxicación enviado por algún agente de la Abwher alemana o bien de una improvisación de un agente bien remunerado y creíble pero que carecía de información fidedigna en ese momento.

[16] La iniciativa franco-británica había sido motivada por la dependencia del Reich del suministro de pirita de hierro sueca. El producto de las minas suecas era embarcado en Narvik (Noruega) y la ocupación de este puerto era fundamental para lograr un bloqueo eficiente de Alemania. El almirante Reader planteó a Hitler la posibilidad de ocupar Noruega antes de que lo hicieran los aliados. Hitler dudó de la conveniencia de abrir ese frente norte hasta que la marina británica atacó a un mercante alemán desarmado, el Altmark (16.02.40) en aguas territoriales noruegas. Los ingleses minaron los puertos noruegos el 8 de abril y al día siguiente, en respuesta, la Wehrmacht ocupó Dinamarca y se lanzó a la conquista de Noruega, enlazando esta campaña con la ofensiva en el frente francés.

[17] Carta del general Asensio (Alto Comisario Español en Tetuán) a Beigdeber (31.04.40) M. Ros, op. cit., pág. 98.