Los Estados Facistas y su política en el Magreb
La novedad
que se produjo en los años 30 en la situación en el Magreb fue la irrupción de
los Estados Fascistas. Italia llegó a estar en condiciones de plantearse la
creación de un imperio propio y a partir de 1934 el III Reich pudo forjarse una
política exterior que incluía a los países mediterráneos. Hay que decir que
tanto la política exterior italiana como la alemana fueron oscilantes y
variaron con el tiempo. No puede hablarse de una política exterior única de
estos países ni siquiera en el Mediterráneo, sin olvidar que sus intereses
geopolíticos eran diferentes (para Italia el Mare Nostrum era el eje de su
política exterior, para Alemania era un escenario secundario). Italia intentaba
forjarse un Imperio del que ya formaban parte algunos países musulmanes (Libia,
Somalia, Eritrea) a pesar de que en la prehistoria del fascismo (durante el
período escuadrista y durante la ocupación de Fiume, era favorable a la “lucha
antiimperialista” hasta el punto de que D’Annunzio contactó con “naciones
oprimidas” con la intención de constituir una Liga de los Pueblos Oprimidos[1] que luego pasó a
llamarse Unión Islámica de Pueblos Oprimidos. Es cierto que en el diario de
Mussolini, Il Popolo d’Italia, se publicaron decenas de artículos favorables a
los nacionalistas árabes. Sin embargo, toda esta línea política
(pro-nacionalista árabe y anti-imperialista) se interrumpió cuando los
futuristas y socialistas revolucionarios que acompañaban a D’Annunzio y
Mussolini se unieron con los nacionalistas para dar lugar al Partido Nacional
Fascista. Fue así como se interpoló en el fascismo la idea de tener un imperio
colonial… que no podía forjarse sino a expensas de los países árabes. Una vez
en el poder, el fascismo intentó sistematizar la colonización de Libia
desplazando a poblaciones autóctonas y dando origen a incidentes en 1931. Por
otra parte, la ocupación de Etiopía tampoco contribuyó a mejorar las relaciones
con lo que entonces aún no se llama “Tercer Mundo”. El control de Italia sobre
Albania (mayoritariamente islámico) terminaba por enturbiar las cosas por mucho
que Dino Grandi defendiera la independencia del mundo árabe mediterráneo en el
parlamento[2] o que las
Juventudes Universitarias Fascistas organizaran congresos con estudiantes árabes
para atraerlos al fascismo, o que se instalara una emisora en Bari que radiaba
emisiones en lengua árabe (se trató de la primera emisora en lengua árabe del
mundo), o que el régimen contactara con nacionalistas egipcios (los Saud)
árabes (Arslan), palestinos (el Gran Muftí) solamente sirvieron para que
Mussolini recibiera de manso de algunos notables libios pro-italianos la
“Espada del Islam” el 18 de marzo de 1937. Pero todo esto era poco y no podía
olvidar los excesos cometidos por los italianos en Libia en 1931. Cuando Italia
invadió Etiopía y firmó los acuerdos de abril de 1938 con los ingleses, estos
establecían que Italia cesaba de intervenir en los asuntos de Palestina y
suspendía las emisiones de Radio Bari.
Fue a
partir de ese momento cuando los nacionalistas árabes dejaron de fijarse en
Italia (país comprometido realmente en una carrera “imperial” que afectaba
directamente al mundo árabe) y empezaron a fijarse cada vez más en Alemania
(cuyos intereses geopolíticos en el mundo árabe eran menores y que, incluso,
había practicado una política de alianza con el Imperio Otomano hasta el final
del a Primera Guerra Mundial. Es cierto que el NSDAP se declaraba “antisemita”
(y los árabes son semitas) pero también era cierto que los choques en Palestina
producidos por la llegada continua de colonos judíos estaba envenenando la
convivencia en la zona y el Reich parecía decidido a liberarse de la influencia
judía, por lo tanto, desde la óptica árabe podía ser un aliado mejor que
Italia… a quien el Reich había acordado entregar la política Mediterránea del
Eje. Las sombras existían, de todas formas. Hitler había declarado en muchas
ocasiones su intención de crear un poder continental fuerte (con Alemania en el
centro) aliado de un poder marítimo fuerte (es decir, aliado de Inglaterra).
Esto no terminaba de convencer a los árabes colonizados por los ingleses. Pero
esta era una de las líneas de política exterior que se discutían en el Reich;
también existían diplomáticos conservadores pro-árabes que procedían del
antiguo imperio derrotado en 1918. Desde 1934, en los ministerios del Reich se
habían recibido a distintos nacionalistas y representantes del mundo árabe pero
no fue sino a partir de 1938 cuando el Reich inició los contactos con el Gran
Mufti de Jerusalén y, a partir de ese momento, se multiplicaron los contactos
oficiales con los países árabes independientes y con los movimientos
nacionalistas árabes. Sin embargo, el Reich evitó ayudar directamente a los
palestinos en su lucha contra los judíos, para evitar molestar a Inglaterra.
Goebbels visitó Egipto en febrero de 1939 y en ese momento la Organización
Exterior del NSDAP y la Abwher empezaron a ayudar a los palestinos[3]. Y a partir de 1938
funcionó en la capital alemana el Comité de Defensa del Magreb árabe y el
Comité Por-Detenidos Políticos en África del Norte”. A medida que se aproximaba
la sensación de que aumentaba la tensión internacional, la política exterior
alemana se iba aproximando a los países árabes y estos veían en el Reich una
esperanza para obtener una pronta liberación.
En la
medida en que los alemanes estaban menos interesados por la política
mediterránea, para ellos la elaboración de una estrategia era más fácil que
para los italianos que tenían un imperio africano que defender. En los meses
precedentes a la guerra, las distintas oficinas del Reich que mantenían
contactos con el mundo árabe (el ministerio de exteriores, la Abwher, la
AO_NSDAP, oficina exterior del partido) actuaban con la hipótesis de que cuando
se declarara la guerra habría que utilizar a los movimientos nacionalistas
árabes contra Francia e Inglaterra. Y esto afectaba a España cuyo Protectorado
en Marruecos podía verse afectado. Esa misma percepción se tenía desde España:
si los alemanes conseguían desestabilizar el Marruecos francés, Argelia y
Túnez, todo esto repercutiría inevitablemente en la parte española. Para el
Reich de lo que se trataba era de no lesionar los intereses de España (mientras
existió la posibilidad de que nuestro país se decantara abiertamente a favor
del Eje) y, posteriormente de la Francia de Vichy.
Todo esto
hizo que existieran ambigüedades y que no se aplicara una política decidida de
carácter anti-imperialista con la promesa de independencia para los distintos
países árabes y, especialmente para el Magreb. En efecto, mientras se mantuvo
la presencia del Africa Korps entre las arenas, el gobierno alemán, si bien
mantuvo contactos con todos los grupos nacionalistas, lo cierto es que no fue
explícito a la hora de prometer la independencia y, por tanto, tuvo pocos
efectos (si bien contingentes relativamente numerosos se alistaron en las filas
alemanas e incluso estarían presentes en los últimos momentos en la defensa del
Berlín destruido en abril de 1945[4]).
No fue sino en los dos últimos años de guerra, cuando el régimen fascista
italiano se había derrumbado y perdido su imperio en África y cuando las tropas
del Eje ya se habían retirado de África del Norte, cuando los medios de
comunicación alemanes insistieron en la idea de la independencia: “La hora de
la independencia y de la libertad ha sonado para África del Norte. Vuestras
torturas acabarán. Todo buen musulmán, desde Marruecos a Túnez, debe resistir y
utilizar todos los recursos a su alcance para liberar su Patria del yugo de los
imperialistas” se había oído desde las emisoras alemanas que radiaban en árabe.
Pero la proclama llegaba tarde… entonces se pagaron los titubeos en política
exterior.
Y, entonces, estalló la Segunda Guerra Mundial
(septiembre 1939-mayo 1940)
A
partir del 3 de septiembre de 1939, lo que hasta ese momento había sido un
conflicto localizado entre Alemania y Polonia por una cuestión territorial (en
la que un simple análisis objetivo da la razón a Alemania que tenía todo el
derecho de construir un “pasillo” que uniera a los dos trozos de su territorio
partido por el Tratado de Versalles) se convirtió en una nueva “guerra
mundial” cuando el Reino Unido presionó
a Francia para que declarara la guerra a Alemania. Durante los primeros meses
de conflicto nada cambió. En España los falangistas siguieron utilizando la retórica
imperial en un momento en el que Italia se había apropiado de Albania y
acariciaba la idea de ocupar Grecia, unos años después de haberse hecho con el
control de Etiopía en lo que constituía un ejemplo de cómo podía forjarse un
imperio en un breve espacio de tiempo.
Hoy
se sabe que la ensoñación geopolítica expuesta en Reivindicaciones de España
fue algo más que un planteamiento que afectaba solamente a sus dos autores. En
efecto, Franco –y más concretamente su Estado Mayor- prepararon planes de guerra
en esa época que apuntaban en dirección de hacer efectivo ese proyecto
expansionista si se daban las circunstancias apropiadas[5].
Se planificó la ocupación española de Tánger y la ocupación del Marruecos
francés (junio de 1940), se elaboraron planes para invadir Portugal (1940-41) y
para la ocupación de las zonas del sur de Francia que en otro tiempo habían
sido españolas (en 1942) y, por supuesto, se elaboró un plan de toma de
Gibraltar (1940). Todos estos planes –salvo la ocupación de la Ciudad Libre de
Tánger- quedaron en el cajón de los proyectos elaborados pero no ejecutados. La
orden de elaboración de estos planes derivó de las circunstancias políticas
siempre trepidantes y cambiantes en las que se desarrolló la Segunda Guerra
Mundial. Franco, se fue adaptando rápidamente a cada una de estas fases el
conflicto que exigían de España distintas actitudes y que abrían unas puertas y
cerraban otras.
La
posición oficial del régimen era de neutralidad, pero todo induce a pensar que
detrás de esa neutralidad, antes de Stalingrado y especialmente en el verano de
1940 lo que existía era la voluntad de aliarse con las potencias hasta ese
momento vencedoras del conflicto (con Alemania e Italia). Para Franco, esa era
una de las vías para poder consumar el irredentismo español. De hecho, algunos
autores sostienen que si España no entró en guerra en ese momento, no fue por
falta de ganas, sino porque no consiguió garantías de sus potenciales aliados
para asegurarse la obtención de un imperio colonial en el norte de África[6].
Para
Franco, y para los oficiales africanistas que habían hecho primero las guerras
marruecas y luego dirigido la guerra civil, la principal afrenta era la
existencia de la Ciudad Libre de Tánger, enclave bajo administración
internacional situado en dentro del territorio del protectorado. Ya de por sí,
la zona del protectorado español era extremadamente pobre en comparación con la
parte francesa y con su dimensión[7].
Una
vez iniciado el conflicto mundial, las posiciones de los contendientes eran las
que podía preverse de sus actuaciones anteriores. Por una parte, Inglaterra no
deseaba que España controlara el Estrecho de Gibraltar de manera unilateral e
indiscutible (y por ello seguía manteniendo su presencia en el Peñón), y al
mismo tiempo que había insistido a Francia para que Tánger quedara bajo
administración internacional, como formas de reducir el valor de la posición
española como resultado del acuerdo de 1923; Francia había amenazado con no
colaborar en sofocar la rebelión rifeña si España no firmaba el acuerdo. Esto
había dejado una llaga abierta entre los africanistas y la reivindicación de la
pertenencia de Tánger al protectorado español era una cuestión pendiente.
Durante la dictadura de Primo de Rivera, España presionó a Francia para que se
modificara el acuerdo, pero solamente se lograron avances exiguos (España
recuperó en 1928 el mando de la policía de la ciudad). Luego, la República
mantuvo siempre un buen entendimiento con Francia y por tanto prefirió no tocar
el tema limitándose a reconocer el papel de Francia como potencia hegemónica en
la zona. Sin embargo, la mayor parte de la población europea de la ciudad
estaba compuesta por españoles (14.000 sobre 18.000, a los que había que sumar
7.000 judíos y 36.000 musulmanes). Los militares africanistas sostenían que la
realidad poblacional hacía de Tánger una parte del protectorado y que era
preciso que la ciudad estuviera en manos españolas para controlar efectivamente
el Estrecho de Gibraltar. Y esta era la cuestión: que ni Francia ni el Reino Unido
podían permitir que España tuviera en sus manos la lleva de tan estratégico
paso.
En
junio de 1936, le correspondía a España gestionar la administración de la
ciudad que se hacía por turno rotativo. Reclamado ese derecho (cuando ya había
estallado el conflicto civil), Francia respondió que prorrogaba unilateralmente
el mandato hasta que se aclarara la situación en España. Las conversaciones
para cumplir lo pactado en el Tratado de 1923 solamente se reanudaron en
febrero de 1940, alegando ahora los franceses que el problema para cambiar la
situación era la guerra en Europa.
Los
franceses habían permanecido muy atentos al desarrollo de la guerra civil por
tres motivos: por el “efecto contagio” que pudiera producirse en Francia en el
momento en el que las ligas fascistas tenían cierto peso y podían galvanizar,
además, a la opinión pública católica; por los 656,3 kilómetros de frontera
común en los Pirineos que se distribuyeron ambos bandos durante la mayor parte
de la guerra civil y que implicaban el que se produjeran tráficos de armas y de
personas; y, finalmente, por la cuestión del Protectorado Español en donde se
temía que pudiera estallar una anarquía armada que arrastrara a la insurrección
al Marruecos francés. El Estado Mayor del Ejército francés elaboró un plan de
ocupación del Protectorado Español, el llamado “Operación Marruecos” cuya
última versión está fechada el 17 de marzo de 1937[8].
El plan francés preveía generar un incidente diplomático ocasionado por una
visita del sultán de Rabat, Muley
Mohamed (futuro Mohamed V tras la independencia), al Protectorado
Español. A la vista de que las autoridades españolas se negarían a recibirlo,
Muley Mohamed prepararía un ejército de 25.000 hombres distribuidos a lo largo
de la frontera. Además de la invasión de la zona española estaba prevista
también la invasión de Menorca (todavía en ese momento en manos republicanas)
para asegurar la comunicación marítima del territorio metropolitano francés con
el norte de África. Ahora bien, Francia había elaborado este plan solamente
para el caso de que estallara una guerra en Europa y España se colocara del
lado de las potencias del Eje. Se trataba pues de un “plan de contingencias”.
Enterado el gobierno español por diversas fuentes (una de ellas el propio Sheik
marroquí del Protectorado) del plan francés, Beigdeber tomó la iniciativa
mejorando las condiciones de vida de los rifeños, abriendo escuelas árabes y
hospitales y contactando con cada uno de los partidos nacionalistas de la zona
evitando la formación de un bloque unido bajo un liderazgo único que pudiera
movilizar a toda la población contra España[9].
Beigdeber, se preocupó por fomentar las divisiones y rencillas entre las tres formaciones para
limitar su influencia y limitar la incidencia de estos partidos.
La
situación se mantuvo tensa pero sin cambios hasta que el 24 de septiembre de
1938 Francia ordenó la movilización general a raíz de la crisis de los Sudetes
y Europa estuvo al borde de la guerra. En ese momento, Francia reforzó su
guarnición en Marruecos ante la posibilidad de que el banco franquista entrara
en el conflicto apoyando al Eje. Aprovechando las redes de reclutamiento que
habían conseguido movilizar a un gran contingente de voluntarios marroquíes en
la guerra civil, Beigdeber inició la formación de una fuerza guerrillera
indígena que en caso de conflicto actuaría en la parte francesa. Pero el 28 de
septiembre Franco se declaró neutral y los franceses se tranquilizaron. Con la
celebración de la conferencia de Munich, Europa consiguió alejar durante un año
los vientos de guerra. Luego, el jefe del Estado Mayor francés, el general
Gamelin, aconsejó al gobierno de Daladier que tratara de llegar a un acuerdo
con Franco (que ya se perfilaba como el inapelable vencedor del conflicto
civil) para evitar que en caso de conflicto, Francia tuviera que combatir en
dos frentes (con Alemania en el Este y con España en el Sur, además del frente
marroquí en el Magreb).
El 15 de marzo de 1939, el Reich ocupaba Checoslovaquia y al mes siguiente la noticia de que Beigdeber había iniciado la preparación de guerrilleros para penetrar en el territorio francés fue publicada por la prensa de Casablanca. El conde de Jordana, entonces ministro de Exteriores de Franco, y Beigdeber, desmintieron la información[10] añadiendo que respetaban el Estatuto de Tánger. En ese tiempo y desde 1938, Franco jugaba con dos barajas y daba explicaciones distintas a los aliados germano-italianos y a los aliados anglo-franceses. A los primeros se les informó de la sospecha de que sus oponentes preparaban la ocupación de la zona internacional de Tánger. A los segundos se les tranquilizó sobre el mantenimiento de la neutralidad con España[11]. En realidad, todo obedecía a la política contemporizadora de Franco que en ese momento estaba decidido a no crear tensiones de ningún tipo en la zona de Marruecos.
Sin embargo, en junio de 1939, el recién estrenado ministro falangista de Exteriores, Serrano Suñer, viajó a Italia para despedir a los voluntarios de ese país que habían participado en la guerra civil y al entrevistarse con el conde Ciano, su homólogo italiano, le comentó por primera que “España tiene sus reivindicaciones con respecto a Francia –la torpe e decorosa Francia-, y éstas se llaman Marruecos y [para sí misma] independencia política y económica”[12]. Si bien Italia aspiraba a ser potencia hegemónica en el Mediterráneo, esperaba poder dar alguna compensación a España (en detrimento de Francia)[13].
En
los meses siguientes la situación no varió sustancialmente: se volvieron a
reproducir las tensiones y los rumores de ocupación francesa de Tánger e
incluso se supo que existía un decreto del sultán firmado sin fecha en donde
aprobaba la ocupación francesa de la ciudad y Beigdeber recomendaba anticiparse
a la operación y ocupar la zona internacional y así lo hizo saber en carta a
Franco el 28 de junio de 1939. Lo que proponía era “llegar a las primeras casas
de Tánger sin disparar un solo tiro”, algo que “consideraría un éxito político”[14].
Da la sensación de que en aquel momento (el trimestre anterior al estallido de
la guerra en Europa, junio-agosto de 1939), Beigdeber disponía de información
que le iba llegando de París, pero adulterada y exagerada. Es posible que los
agentes alemanes le hicieran llegar “material averiado” en función del cual
realizara correcciones a sus puntos de vista directos sobre la situación. En
julio de 1939, volvió a escribir a Franco explicándole cómo veía la situación a
raíz de los informes que le llegaban de París: en caso de conflicto el Sultán
denunciará el Tratado franco-español y declarará bajo su autoridad el
protectorado; Tánger será administrado por franceses e ingleses, Inglaterra
recibirá Ceuta y ensanchará Gibraltar y Turquía, apoyada por Francia, nombrará
un bey en Túnez. Y, finalmente, reseñaba que en Casablanca estaban
desembarcando material de guerra procedente de EEUU, en especial bombarderos[15].
El resultado inmediato de esta valoración era preparar el aparato militar
español en el Protectorado para hacer frente a la situación y adelantarse a los
acontecimientos.
Este
fue, presumiblemente el motivo por el que Franco, en esos meses de tensión no
diera seguridades a los aliados sobre su actitud cuando se iniciara en
conflicto. No sería sino hasta dos días después de que Francia e Inglaterra
declararan la guerra a Alemania cuando el 5 de septiembre de 1939, Franco
realizó un llamamiento público para que se restableciera la paz. Como se sabe,
la guerra con Polonia acabó pronto. Al régimen franquista le había sido muy
difícil explicar por qué el gobierno que les había ayudado con armas,
voluntarios, medios e información, había terminado suscribiendo el Pacto
Germano-Soviético el 23 de agosto de 1939, e incluso la URSS había colaborado
con el Reich en el desmembramiento de Polonia. Franco deseaba una guerra corta
y el restablecimiento rápido de la paz. Lo contrario iba en detrimento de
España que resultaría afectada por el bloqueo del comercio internacional justo
en el momento en el que más dependiente era de importaciones de manufacturas y
especialmente alimentos. Pero ocurrió todo lo contrario. A la rendición de
Polonia siguió la llamada “drôle de
guerre” (la guerra en broma) y a partir del 6 de octubre de 1939, los
cañones callaron en Polonia, pero apenas tronaron en el frente franco-alemán.
Esta situación duraría hasta la llegada de la primavera de 1940, es decir,
medio año después.
El
9 de abril de 1940, anticipándose al plan franco-inglés de ocupación de Noruega[16],
las tropas alemanas trasportadas por unidades de la Kriegsmarine y de la Luftwaffe,
transportaron un fuerte contingente a Noruega e irrumpieron en Dinamarca. La
tensión internacional volvió al límite y era especialmente importante para
España el hecho de que cada vez con mayor frecuencia aparecían rumores sobre la
entrada de Italia en el conflicto, lo que implicaba que la guerra –o al menos
una parte- se desplazaría hacia el Mediterráneo y terminaría afectando al
Protectorado. La guarnición española en la zona recibió 70.000 fusiles para
armar a las harkas indígenas y
nuevamente se extendió el rumor de la ocupación franco-británica de Tánger.
Beigdeber volvió a proponer adelantarse a la ocupación evitando roces con los
aliados. También llegaron rumores de desembarco inglés en Torremolinos que iría
acompañada, no solamente de la ocupación de Tánger y posteriormente todo el
protectorado español con lo que el Mar de Alborán quedaría bajo control aliado.
Porque lo que tanto Franco como Beigdeber temían era que la ocupación aliada de
Tánger fuera solamente el anticipo de una ocupación total del Protectorado
Español. Para conjurarla Franco podía realizar solamente dos acciones:
anticiparse y ocupar la zona de Tánger y llevar la guerra de guerrillas a la
zona francesa reclutando mercenarios y atizando la rebelión. La mejor defensa
seguía siendo un buen ataque que, de paso “pudiera ser la salida de España al
mundo” y generar “las condiciones de que comience ese Imperio que soñamos”[17].
La
idea que había ido cobrando forma en la mentalidad de los militares
africanistas y, por supuesto de los falangistas “imperiales” era que los
vientos de guerra que azotaban a Europa generaban las condiciones objetivas
necesarias para que las ideas de reconstrucción del Imperio pudieran hacerse
realidad. La primera etapa señalada era la ocupación de la Ciudad Libre de
Tánger, a partir de la cual seguiría la expansión por el Marruecos francés y
luego por el resto de África. Esto ocurría dos meses antes de que el Reich
derrotara a Francia y era algo más que un “plan de contingencias”, expresaba la
idea de lograr un ajuste de cuentas con París y dar el primer paso para la
restauración imperial.
El
10 de mayo de 1940 comenzó la ofensiva alemana sobre Francia rompiendo el
frente por Bélgica y atacando justo por donde no existían fortificaciones.
Veinte días después, el grueso del ejército francés y la totalidad del cuerpo
expedicionario británico estaban cercados en Dunkerque. Estos movimientos de
tropas desencadenaron los acontecimientos en el norte de África.
[1] Cfr. Revista Diside,ncias,
nº III, artículo La revuelta de los
“pueblos jóvenes”, D’Annunzio y la Liga de los Pueblos Oprimidos, Adriano
Scianca.
[2] “[Italia] había sido la primera potencia en darse cuenta de la
fuerza histórica que emerge ineluctablemente en los Estados árabes del
Mediterráneo oriental, aún no independientes, para conquistar su plena y
efectiva independencia”, discurso de Grandi ante la Cámara de los Fascios y las
Corporaciones, citado por Carlos Caballero en La espada del Islam, voluntarios árabes en el ejército alemán
1941-1945, García Hispán Editor, Alicante 1990, pág. 68-69.
[3] C. Caballero, op. cit.,
pág. 78..
[4] Este tema ha sido estudiado por C. Caballero, op. cit., capítulo XIV. Voluntarios árabes en Berlín pág. 293 y
sigs.
[5] La obra La Gran Tentación.
Franco, el Imperio Colonial y el proyecto de intervención española en la
Segunda Guerra Mundial de Manuel Ros Agudo (Editorial Styria, Barcelona
2008), es la obra más accesible en la que se ha analizado toda esta temática y
a la que remitimos para conocer al detalle los planes de intervención de
Franco, si bien algunas de las conclusiones del autor parecen excesivas y
desconocen el hecho de que los planes de intervención no reflejan la voluntad
de agresión a otros países, sino que son habituales planes de contingencia
elaborados para cubrir todas las situaciones posibles que puedan darse.
[6] M. Ros, op. cit., pág.
22. De hecho el título del libro La gran
tentación viene dado por eso precisamente: la tentación fue la de intervenir
en el conflicto a cambio de un imperio. Así mismo, han ido apareciendo
distintas obras en las que queda demostrado que las garantías para la obtención
de ese “imperio” fueron el centro de la conversación entre Hitler y Franco que
tuvo lugar en Hendaya. En relación al encuentro de Hendaya cabe decir que aún
hoy es difícil saber de qué se habló allí. Durante el franquismo, especialmente
tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el régimen, en una afán de
congraciarse con los vencedores indicó que Franco había, literalmente,
“toreado” a Hitler desde el primer momento haciéndole esperar durante una hora
hasta el punto de que éste llegó a decir que prefería un dolor de muelas a otro
encuentro con Franco. El encuentro tuvo lugar el 23 de octubre de 1940 y todo
parece indicar que de lo que se trató fue de establecer las condiciones para la
entrada en guerra de España, que eran fundamentalmente territoriales. Hitler
pretendía obtener una base en Canarias y otra en Mogador, Agadir o Fernando
Poo. Si las demandas de Franco no fueron atendidas fue porque Hitler no deseaba
enemistarse con el mariscal Petain (pues el crecimiento del imperio español se
haría a costa de Francia), ni con Mussolini (que aspiraba a ser la primera
potencia del Mediterráneo de manera indiscutible y veía en España a un
competidor). Se anunció que ya existía una fecha para que los paracaidistas
alemanes se lanzaran sobre Gibraltar, la llamada Operación Félix (10.01.41). El
problema era que Franco no estaba dispuesto a permitir que Gibraltar cambiara
de bandera y si eso ocurría la izada debía ser española. Franco pidió, además,
100.000 toneladas de Trigo. Prácticamente, salvo el envío de la División Azul y
cierta tolerancia a la actuación de los agentes de la Abhwer en España y en los
territorios africanos, no hubo más resultados de este encuentro. De todas
formas, aún hoy se tienen serias dudas sobre los contenidos reales de aquel
encuentro: unos afirman que Hitler presionó a Franco para entrar en guerra y
que éste alegó que España no estaba preparada; otros sostiene que Franco exigía
un precio demasiado alto para intervenir en el conflicto y, finalmente, otros
sostenían que los falangistas querían entrar en el conflicto, los católicos
(junto con los militares) mantener la neutralidad. Franco optó por esta opción.
Sobre este tema pueden consultarse: Gustau Nerín y Alfred Bosch, El imperio que nunca existió. La aventura colonial discutida en Hendaya.
Plaza Janés, Barcelona 2001, y (con reservas) Javier Tusell, Franco, España y la Segunda Guerra Mundial,
Ediciones Temas de Hoy, Madrid 1995.
[7] La proporción de dominio territorial de Marruecos era de 80% para
Francia y 20% para España.
[8] Un par de meses después, el cónsul italiano en Tetuán informó a
Beigdeber que el ministro francés de Exteriores sostenía en París, incluso ante
círculos diplomáticos italianos, la necesidad de intervenir en la zona
española. M. Ros., op. cit., pág. 52.
[9] En aquel momento operaban en el Protectorado tres formaciones
nacionalistas: el Partido de las Reformas de Abdeljalak Torres, el Partido de
la Unidad Marroquía de Mekki el Nasiri, escisiones ambas de la matriz
originaria, el Partido Islah fundado en 1935 en Tetuán. Antes ya se publicaban
en la zona los periódicos nacionalistas Es-Salam
y El Hayat que empezaron a publicarse
en noviembre de 1933.
[10] Parece ser que valoraron el hecho de la publicación como el inicio
de una preparación psicológica realizada por los franco-británicos para
justificar el desembarco aliado preventivo en Tánger en caso de que estallara
la guerra en Europa, lo que calificaron de “hecho que crearía una situación
gravísima por constituir una violación de los tratados vigentes y del Estatuto
por el que se rige la ciudad internacional”. M. Ros, op. cit., pág. 74.
[11] Jordana llegó incluso a aludir en mayo de 1939 de la “agresividad y
audacia germano-italaiana” (ibídem,
pág. 76).
[12] Galeazzo Ciano di Cortelazo, Diarios
1937-1943, Editorial Crítica, Barcelona 2004, pág. 311.
[13] Ciano anotaba en su diario el 14 de junio de 1939: “El Duce quiere
que con España comencemos a definir el programa futuro en el Mediterráneo
occidental: Marruecos íntegramente para España; Túnez y Argelia para nosotros”.
Italia reconocía el papel de España como cerrojo del Mare Nostrum: “Un acuerdo con España debería asegurarnos la
comunicación permanente con el Atlántico a través de Marruecos” (ibídem. Pág. 315)
[14] Ibidem, pág. 79-80.
[15] Todo esto parece excesivo y o bien se trató de material de
intoxicación enviado por algún agente de la Abwher alemana o bien de una
improvisación de un agente bien remunerado y creíble pero que carecía de
información fidedigna en ese momento.
[16] La iniciativa franco-británica había sido motivada por la
dependencia del Reich del suministro de pirita de hierro sueca. El producto de
las minas suecas era embarcado en Narvik (Noruega) y la ocupación de este
puerto era fundamental para lograr un bloqueo eficiente de Alemania. El
almirante Reader planteó a Hitler la posibilidad de ocupar Noruega antes de que
lo hicieran los aliados. Hitler dudó de la conveniencia de abrir ese frente
norte hasta que la marina británica atacó a un mercante alemán desarmado, el Altmark (16.02.40) en aguas
territoriales noruegas. Los ingleses minaron los puertos noruegos el 8 de abril
y al día siguiente, en respuesta, la Wehrmacht ocupó Dinamarca y se lanzó a la
conquista de Noruega, enlazando esta campaña con la ofensiva en el frente
francés.
[17] Carta del general Asensio (Alto Comisario Español en Tetuán) a
Beigdeber (31.04.40) M. Ros, op. cit.,
pág. 98.