Algunos datos son particularmente
reveladores: el 60% de los candidatos presentes en las listas regionales
aparecían también en las cantonales, dándose la circunstancia de que varios
candidatos se presentaban en una región para las regionales, pero para las
cantonales lo hacían en otro departamento. Esto tiene cierto parecido en
España con lo que hemos conocido durante años: algunas formaciones de
extrema-derecha presentaban candidatos en toda España que eran completamente
desconocidos en su distrito electoral. Yo mismo fui presentado en alguna
elección en la lista de DN por Extremadura. Todo fuera por cumplir las
condiciones que daban acceso a los medios públicos. Luego sabemos lo que
ocurría inevitablemente: el número de votos de estas candidaturas, en muchos
casos, era menor al número de candidatos presentados…
Pues bien, lo que ocurre en el
FN-RN no es exactamente esto debido a las dimensiones y a los recursos de la
organización, sino algo bastante más complicado que es paralelo -salvando las
distancias- a lo que le ocurrió a Plataforma per Catalunya en sus mejores
momentos, cuando en las elecciones municipales de 2011 presentó 108
candidaturas, obteniendo 67 concejalías (algunas de ellas en pueblos
importantes: Hospitales, Santa Coloma, San Baudilio, Mataró, Mollerusa,
Tárrega, Amposta, Tortosa…). Aquellas candidaturas se elaboraron a prisa y
corriendo, atadas con alfileres. Luego, a lo largo de los cuatro años
siguientes, se fueron perdiendo entre 15 y 20 concejalías, la mayoría escindidos,
desinteresados otros, sin contar algunos que resultaron elegidos y no eran del
municipio con lo que apenas acudían a los plenarios del ayuntamiento o
simplemente lo ignoraban todo sobre la ciudad de la que eran representantes.
Algo parecido ha ocurrido en el
FN-RN. Estas son las cifras: sobre 358 puestos regionales conquistados en
2015, en los seis años siguientes se perdieron 94, es decir, un 26%. Los
diputados departamentales, en principio 62, pasaron a ser 52 cuando se
convocaron las nuevas elecciones (merma de un 16%). ¿A qué se han debido
estas pérdidas?
Hay de todo: cargos electos no
suficientemente identificados con la línea del partido y que votan según su
conveniencia e interés; otros que son excluidos por faltas disciplinarias de
todo tipo; los ha habido que se han escindido y otros, simplemente, han sido
expulsados. Todo esto entra dentro de lo humanamente posible, pero no de lo
políticamente admisible: pensemos lo que ocurriría si el 26% de los diputados
autonómicos del PSOE se dieran de baja del partido, o si el 16% de los
concejales del PP, cambiaran de formación… ¿Qué pasa, pues, dentro del FN-RN
para que existan esa inestabilidad en las candidaturas y en los cargos electos?
Cualquiera que se dedique a la
política electoralista evidencia tener un ego suficientemente fuerte,
especialmente en provincias y en localidades de tamaño medio. Sobre todo, si
han sido elegidos por la dirección parisina: eso les confirma en su papel
protagonista. Luego, cuando son dueños de la poltrona, todo cambia para muchos:
hacen lo que quieren sin respetar la línea del partido. Les favorece el hecho
de que no son las organizaciones de base del partido quienes proponen
candidatos, sino la dirección parisina la que estima quién es oportuno y quién
no. El resultado, con demasiada frecuencia, es que un candidato impuesto al
margen de la opinión de la federación local, o bien no tiene el apoyo de ésta,
o ni siquiera se preocupa de buscarlo. A fin de cuentas, el acta de cargo
electo va a su nombre.
En otras ocasiones, cuando se
produce una discrepancia interior, en lugar de apercibir al cargo electo,
llamarlo al orden, ilustrarlo sobre la línea del partido, lo que se produce es
una expulsión fulminante.
Y también, claro está, hay
diputados decepcionados con la línea del partido: “Esto no es para lo que me
llamaron”, dirán alguno. Los hay que dimiten, pero otros optan por mantener
el puesto, con sus prebendas y sus beneficios, hasta el final de la legislatura
y luego, simplemente, renunciar a presentarse de nuevo en una candidatura del
FN-RN. En estas últimas elecciones de 2021, ¡dos tercios de los consejeros
departamentales electos no se han vuelto a presentar!
Las razones para esto son muchos. La
tendencia de la dirección a nombrar candidatos que puedan pagarse su promoción
y candidatura a despecho de aquellos militantes que “han batido el cobre” en
las bases, es una de ellas. Estos “notables”, al ser elegidos, o bien no se
sienten competentes o está aislados del resto de partidos, sin aliados
posibles, o, una vez satisfecho su ego, aquello empieza a aburrirles; por
decirlo en pocas palabras: no están suficientemente motivados. Nadie les
había explicado lo que era la política departamental y la política regional y,
una vez en la oposición, experimentan aburrimiento, hastío, impotencia,
decepción…
Esto es posible a causa de la
debilidad de las estructuras centrales del FR-RN. También aquí pueden
establecerse algunos paralelismos con Plataforma per Catalunya: una vez
elegidos, los cargos no recibían ni información, ni formación, ni
orientaciones, por parte de la dirección. En el caso del FN-RN, esto, unido a
la falta de experiencia de muchos de ellos, hace que no presenten si
iniciativas, ni propuestas, ni críticas a los gestores cantonales o regionales.
Un estudio crítico sobre la línea del partido que ha llegado a nuestras manos,
se plantea: “¿Quién puede recordar una iniciativa de cargos electos del
RN en el seno de un consejo regional?”. El candidato electo, una
vez jurado su cargo, parece olvidado por la dirección central del partido y, al
cabo de las semanas, él mismo deja de esperar orientaciones y actúa según su
leal saber y entender… entonces se produce lo que hemos dicho antes: deja de
tener conciencia de pertenecer a un partido, con lo que se inicia el ciclo que
le lleva a la disidencia, al transfuguismo o al hastío o a la también
mencionada sensación de aislamiento.
Uno de los motivos por los que el
FN-RN se ha desplomado es por la invisibilidad de sus cargos electos.
Esto ocurre en 2015-2021, veinte años antes, Louis Alliot nos decía que uno de
los problemas de los cargos electos del FN-RN era que carecían de experiencia y
preparación en gestión municipal. Y el propio Alliot puso como ejemplo la
ciudad de Tolón en donde el FN gobernó entre 1995 y 2001, agregando que los
servicios públicos se habían deteriorado por falta de capacidad del equipo de
gobierno. Veinte años después, la situación no ha cambiado.
Otro elemento más a tener en
cuenta: el FN-RN ha tenido en los últimos años muchas crisis interiores.
Y no nos referimos a la escisión “megretista” que fue orquestada desde fuera
del FN y contra el FN, sino de crisis interiores que han tenido lugar durante
el período de presidencia de Marina Le Pen y están vinculados a personalidades
del partido. Por el momento van cuatro de estas crisis: la crisis de Bruno
Gollnisch, la crisis de Marion Marechal, la crisis de Florian Philipot, el
aislamiento y alejamiento de los identitarios considerados como “extremistas”…
La pérdida de todas estas personalidades y tendencias, ha supuesto mucho más
que la baja o la irradiación de un “notable”: ha desmovilizado a sectores
enteros, los ha desmoralizado, los ha disociado, todo lo cual es mucho más
grave, tratándose de militancia con experiencia, curriculum e ideas claras. Sus
puestos han sido cubiertos por “jóvenes lobos” de los que Jordan Bardella es
quizás el paradigma y el elemento más característico: de 26 años, el clásico
“relaciones públicas” con un arsenal de ideas oportunista y vacío de ideas, que
abría la cabeza de la lista de RN para el Parlamento Europeo en 2019.
Copiamos de un artículo publicado
por críticos en otro tiempo próximos al FN: “El pequeño mundo RN de Marine
Le Pen da vueltas en una espiral del vacío. Candidatos mediocres, poco
competentes y poco animados, inexistentes sobre el terreno y en sus asambleas,
al servicio de un discurso electoral edulcorado… ¿quién puede creer que podrían
haber dado otro resultado?”.