martes, 30 de marzo de 2021

¿EXISTE VIDA ANTES DE LA MUERTE? NO ES EVIDENTE...

El hombre moderno tiene miedo de morir y solo le reconforta pensar que más allá de la muerte existe un "corredor de luz", una sensación de "paz, quietud y serenidad", otra vida, en definitiva. Muchos son los libros y los trabajos periodísticos, los reportajes y filmes que tratan -casi de manera obsesiva- sobre la supervivencia tras a muerte. Pero a fuerza de pensar en el "allí y entonces", nos olvidamos del "aquí y el ahora". Y la vida se resuelve en cada instante de eternidad, aquí y ahora.

En tales condiciones, es lícito preguntarse si existe o no vida antes de la muerte, entendiendo por vida, no solo el sufrir los acontecimientos de la cotidianeidad, sino el tener una percepción directa del ser y de la existencia.

LA VIDA: O ES ARMONIA O NO ES NADA

Algunos místicos católicos y también grandes meditadores de escuelas orientales o sufíes, han "percibido", en trances profundos de meditación, una ley de armonía en el cosmos que hace de este algo ordenado y evita que el caos se enseñoree.

El místico y el meditador no temen a la muerte, no tanto por la presunción -problemática, por lo demás- de que el principio de la personalidad, mi yo, subsistirá tras la muerte, como por la certeza de que con la muerte cesan las contradicciones de lo contingente y el alma humana, liberada, se integra -entra en sintonía- con el orden cósmico. A este proceso algunas escuelas budistas le han llamado "la extinción". Y, paradójicamente, es esa extinción -la abolición del principio de individuación que da nacimiento a nuestra personalidad- la que persiguen a través de sus prácticas y meditaciones.

A través de las diversas religiones y creencias, el abandono total del Yo (la renuncia al principio de individuación) y la práctica del “amor” (esto es, de la armonía y de la no-contradicción) hacia todo lo que les rodea, abren la vía a una percepción directa del cosmos y de la vida. Es en el curso de esas prácticas en donde la vida, aquí y ahora, adquiere su verdadero sentido. De ahí que a esta experiencia interior se la conozca en diversas latitudes como "el despertar", despertar es vivir, vivir es tener constancia del momento presente, apearse de la corriente del devenir, "vivir el aquí y el ahora".

A partir de aquí puede comprenderse el papel secundario que ocupaba el destino post-morten del ego que, sin embargo, centra buena parte de las preocupaciones del hombre moderno. Obsesionándose con la seguridad -altamente improbable- de obtener testimonios objetivos y convincentes al ciento por ciento sobre la pervivencia de su Ego tras la muerte, el hombre moderno se olvida que el problema fundamental lo tiene aquí y ahora; el momento presente es sacrificado y no vivido y la existencia se convierte en un sueño cuyo despertar es morir.

EL HOMBRE MODERNO: UN HOMBRE ROTO

El proceso a través del cual se ha iniciado esta caída es complejo y se ha ido acelerando en el curso de la historia; está íntimamente relacionado con el tránsito de las civilizaciones tradicionales a las modernas. Entendemos por "civilización tradicional" aquella que muestra caracteres orgánicos, ordena todas sus partes y actividades en un conjunto integrador, holístico y finalmente tiene su eje en la trascendencia, esto es en las posibilidades del hombre como ser que rebasa los marcos y las necesidades de lo estrictamente biológico y material.

La civilización moderna pone, por el contrario, el énfasis en una concepción biológica y reduccionista del hombre y en la satisfacción solo de su vertiente material -innegable por lo demás, pero no preeminente en relación al conjunto-; haciendo esto rompe el marco orgánico y holista anterior y coloca al hombre a merced de las fuerzas contradictorias que rigen todo lo que es material. Una serie de aspectos de la vida humana que anteriormente estaban integrados, se rompen y a partir de aquí puede entenderse el profundo malestar de las sociedades modernas y de sus componentes individuales.

Es dudoso que al resultado de todo esto se le pueda considerar "vida"; el hombre moderno no vive, soporta la vida.

1. LA RUPTURA DEL HOMBRE CONSIGO MISMO

El hombre moderno ignora cuál es su verdadera naturaleza: apenas sabe nada importante de sí mismo. Conoce solo sus necesidades cotidianas y contingentes y al actuar en función de ellas termina convencido de que no es nada más que un tubo digestivo que es preciso alimentar y satisfacer en unas pocas necesidades más.

Pero el hombre es algo más que eso. Cualquier antropología tradicional implica una concepción más completa y realista: el hombre es cuerpo físico, pero también flujo mental (que puede controlar o mediante el cual puede ser controlado) y finalmente, late en él una chispa sobrenatural que hace de él algo diferente al resto de la naturaleza.

Una concepción reduccionista -utilitarista, si se quiere- hace del hombre un cuerpo, hecho de materia, que es preciso mantener y una mente atraída por las necesidades de esa misma materia que hay que satisfacer en lo que pida: el eje de la vida se desplaza de un polo trascendente (la concepción del hombre como un ser integrado en la naturaleza, pero al mismo tiempo radicalmente diferente a la misma, es decir, una vida orientada a satisfacerlos aspectos trascendentes) a un polo contingente (la vida como búsqueda del hedonismo más elemental y materialista).

2. LA RUPTURA DEL HOMBRE CON LA NATURALEZA

Una concepción materialista y economicista de la vida, debía repercutir, antes o después, en la naturaleza: optimización de los beneficios, las leyes del mercado, la de la rentabilidad, de la productividad a todo trance, debía finalmente, agredir a la naturaleza. Los tiempos en los que el hombre tenía conciencia de que, en su parte contingente, formaba parte de esa misma naturaleza, han acabado.

La sobreexplotación de la naturaleza, los problemas del medio ambiente, las catástrofes derivadas de la energía nuclear, los experimentos genéticos descabellados, todo ello, no son sino pruebas fehacientes del enfrentamiento del hombre con la naturaleza. Una lucha titánica en la que el hombre -como el Titán mitológico- siempre tiene las de perder.

Una vida integrada del hombre en relación a la naturaleza implica la utilización racional de los recursos que ésta ofrece; una ruptura, en cambio, implica sobreexplotación, agresión y conflicto. A estas alturas es imposible seguir compartiendo actitudes "progresistas" según las cuales el progreso científico irá compensando y corrigiendo el deterioro del entorno ecológico. Más aún: el encarrilamiento actual del progreso científico supone, día a día, una ruptura mayor del hombre con la naturaleza.

La carrera entre una ciencia que deteriora el medio y otra ciencia que intenta paliar este deterioro prosigue frenética y sin cesar, con un resultado problemático al final del camino.

3. RUPTURA DEL HOMBRE CON SUS SEMEJANTES

Las sociedades modernas son profundamente insolidarias. El fenómeno no es nuevo. Desde que se definieron las relaciones entre los hombres como "homo homine lupus", estaban sentadas las bases para la aparición de un hiperindividualismo y para la abolición de todo lazo de solidaridad.

Fenómenos posteriores como el nacionalismo (que aparece con la revolución francesa, siendo en la práctica el individualismo de los pueblos), el racismo (que se afirma a lo largo del siglo XIX), el individualismo (para el cual el hombre es una unidad atómica separada de otras idénticas a él y necesariamente enfrentada), unido a la acumulación de capital y al afán de lucro y de usura, se van radicalizando a lo largo del siglo XIX y XX y hoy no dan pie a ningún optimismo.

El repliegue individualista que registran las sociedades modernas, en las que nadie está dispuesto a sacrificarse por nada y ningún valor es defendido fuera de los estrictamente economicistas, hacen de la sociedad algo profundamente fragmentado y en crisis irreversible.

4. RUPTURA DEL HOMBRE CON LA MUJER

Sería injusto afirmar que la concepción tradicional de la pareja ha entrado en crisis; lo que está en crisis es la concepción burguesa de las relaciones hombre-mujer: la sumisión fálica de la mujer al hombre, ha sido sustituida por el igualitarismo a ultranza y en todos los órdenes. Pero la alternativa no está ahí; si la sociedad burguesa hubo roto la complementareidad hombre-mujer, lo que siguió después, no fue un "ir a más", sino un descender un peldaño: el de la reducción de la feminidad al tipo de varón, integrándose progresivamente en todas las actividades de éste, como si esto fuera una conquista, cuando en realidad lo que implicaba era llegar a las últimas consecuencias de una sociedad machista, la integración de la mujer en el modelo "macho". Pero esto supuso olvidar muchas cosas.

En primer lugar, este planteamiento ignora la importancia de la sexualidad en la vida humana. Existe atracción sexual en tanto que existe polaridad entre los dos sexos. Polaridad implica atracción: más fuerte es la polaridad, más fuerte es la atracción, más atenuada está, más débil es la atracción erótica. Un mundo en el que los dos sexos tienden a igualar sus perfomances es un mundo sin polaridad, luego un mundo en el que la tensión erótica se ha relajado o desviado.

Nunca una sociedad ha sido tan libre y permisiva desde el punto de vista sexual como hoy, nunca al hombre se le han dado tantas posibilidades de gozar, pero nunca como hoy han existido tantas psicopatías sexuales.

La integración de la mujer en el mercado de trabajo (como trabajadora alienada y consumidora integrada), su incorporación a las filas militares y a trabajos ingratos y desfeminizantes, solamente puede ser considerada como una "conquista" por mentes abyectas y deformadas, nunca por cerebros sanos y objetivos.

5. RUPTURA DEL HOMBRE CON SUS HIJOS

La aceleración de los ritmos de la historia ha hecho prácticamente imposible la comunicación generacional. Las jóvenes generaciones lo ignoran casi todo de sus padres y lo que estos pueden transmitirles ya ha periclitado o carece de valor.

En este contexto el papel educador de los padres (en el supuesto de que estuvieran en condiciones y supieran educar a los hijos) se ha difuminado: los padres, delegando en la "educación obligatoria" la formación de sus hijos, han renunciado a aportarles algo de sí mismos, confiando en los buenos oficios del Estado o de entidades privadas.

Pero la educación es algo más que cinco horas de clase al día. La educación global implica convivencia, transmisión continua, y, sobre todo, ejemplo. El papel del padre de familia se ha devaluado y deja de ser, ejemplo, educador y orientador de sus hijos, para pasar a ser la persona que trae dinero a casa, tarea a la que se ha reducido la paternidad en nuestras sociedades.

No es de extrañar que el impulso vital que hace que una sociedad se prolongue en sus hijos, haya disminuido en Occidente y la pirámide de población se invierta. ¿Para qué tener hijos? Desde el punto de vista económico, son ruinosos; y tal es el único punto de vista que hoy cuenta, el economicista.

6. RUPTURA DEL HOMBRE CON LA "RES PUBLICA"

Occidente entero, el Primer Mundo, vive regímenes de democracia formal. En la práctica estos regímenes no son otra cosa que partitocracias tuteladas por una oligarquía económica. La libertad de expresión ("se puede decir todo, pero no sirve para nada") es una ilusión formal. Las elecciones "democráticas", no solo se celebran ante una indiferencia cada vez mayor, sino que además las opciones en liza han sido uniformizadas en función del "realismo" y del "posibilismo": derechas e izquierdas liman sus aristas y se convierten en confusos conglomerados de centro.

Hoy, democracia, en Occidente, supone elegir solo, cada cuatro años, a unos sujetos con los cuales no existe la más mínima relación, divorciados completamente de sus electores, impuestos por las cúpulas de los partidos (esto es, por los grupos de presión a los que sirven), y cuya tarea se limita a apretar un botón siguiendo las consignas de su jefe de grupo parlamentario. No tienen iniciativa propia, ni autonomía de decisión, ni relación con sus electores...

Para colmo, la pared que separa la vida política de la económica es tan fina como un papel de fumar: los grandes negocios se realizan al abrigo del poder que, frecuentemente es cortejado por mafias corruptas y corruptoras. Esta degeneración de la vida pública -corrupción- aumenta, día a día, la separación entre el país real y el país legal. Por lo demás, puede intuirse el ejemplo de unas instituciones corruptas sobre una sociedad presionada por necesidades economicistas: es el "aquí vale todo" que vivimos. La economía dirige a la política, el poder económico al poder político, las necesidades del rendimiento máximo del capital se traducen en decisiones políticas...

La separación de poderes, base del liberalismo democrático, es mera entelequia y solo existe de manera teórica; la representatividad de las instituciones es más que cuestionable en tanto que los electores no reciben suficiente información (sino consignas y falacias publicitarias) a la hora de votar. Por lo demás, es tradicional que los partidos traicionen el voto de los electores y hagan todo lo contrario de lo que han dicho...

En estas condiciones el hombre moderno no participa de la vida pública. Esta ha sido usurpada y acaparada por una clique de políticos profesionales para los que la gestión del poder por el poder es la única norma y ley.

7. RUPTURA DEL HOMBRE CON LO TRASCENDENTE

Entendemos por trascendencia el impulso del hombre hacia el conocimiento de lo que está por encima de él. La trascendencia forma parte de la naturaleza humana, tanto como su aspecto biológico o su flujo mental. El marco a través del cual el hombre pudo vivir en el pasado la trascendencia, no era únicamente el religioso; buena parte de las técnicas de ascesis no están necesariamente ligados a ninguna forma religiosa concreta. Estas técnicas forman parte del esoterismo, que se sitúa en un plano superior a la mera religiosidad exotérica.

En Occidente, la Iglesia Católica, renunciando a su esoterismo, poniendo el énfasis solo la fe y en el culto ritual, ha sido uno de los responsables de la ruptura del hombre con la trascendencia. El esoterismo implica la posibilidad de tener directamente la experiencia de lo Absoluto. La Iglesia, hace pasar tal experiencia a través del sacerdote y de la fe, no de una ascesis interior.

El resultado ha sido, no solo la disolución progresiva de los lazos del hombre con lo trascendente -lo que se operó en una primera fase- sino la desviación posterior del impulso hacia la trascendencia. Esta desviación se operó en dos direcciones diferentes: de un lado con la aparición de ideologías político-sociales que implicaban la aceptación de dogmas, ritos, culto, sacerdotes, escritos sagrados, etc. (el marxismo en primer lugar), y de otro, la proliferación de sectas seudo-religiosas, cultos exóticos, ocultismo de distintos pelajes, etc. que han constituido lo que podemos llamar "supermercado espiritual".

8. RUPTURA DEL HOMBRE CON LA ECONOMIA

La economía ha pasado, en el decurso de los siglos, de ser un accesorio para facilitar la vida social, a dirigir la totalidad de las actividades humanas. El hombre ha dejado de utilizar la economía para su beneficio y se ha convertido en una pieza más del complicado engranaje de producción y consumo.

La economía en las sociedades tradicionales estaba situada en el nivel que le correspondía: junto a la función productora. Ahora bien, al convertirse la burguesía en clase social preeminente, impuso sus valores a la totalidad de la sociedad y los convirtió en hegemónicos: afán de lucro y usura, leyes del mercado, de la oferta y la demanda, etc.

Pero el burgués utilizaba un arma peligrosa para alcanzar sus fines: el capital. Poco a poco, la acumulación de capital se ha ido concentrando en cada vez menos manos y ha cobrado vida propia: la economía se ha vuelto omnipresente, rige los destinos de los hombres y de las naciones, dirige la política e impone sus leyes en todos los campos de actividad humana y millones de hombres sufren las oscilaciones de un sistema económico que ya nadie controla.

Ya hemos dicho que la economía, para servir a la realización de sus leyes objetivas, ha terminado por agredir, de un lado al hombre, de otro a la naturaleza; pero esto no es todo. En los últimos 200 años se han ido produciendo crisis coyunturales en el sistema económico capitalista, que, mejor o peor, se corregían mediante ajustes técnicos; pero hoy, un examen pormenorizado de la actual crisis económica demuestra que no es coyuntural, sino estructural: pero la reforma de las estructuras económicas, pasa por el rompimiento de las leyes del capital y éste hoy, es hegemónico e inamovible y camina hacia sus últimas consecuencias lógicas: máxima acumulación de bienes, optimización de los costos de producción, regímenes de oligopolio, etc. con sus secuelas sociales: alienación del trabajo, legiones de parados, desfase entre la oferta de consumo y las posibilidades reales de consumir, marginación de sectores cada vez mayores de la población, etc.

9. RUPTURA DEL HOMBRE CON EL SABER

A partir del triunfo de las nociones mecanicistas de la ciencia, se operó un cambio sustancial en ésta: el saber dejó de ser algo universal y se fragmentó en especializaciones horizontes progresivamente más restringidos. La educación integral de los científicos se olvidó y la ciencia se convirtió en una búsqueda ciega y sin conciencia, en la que el desprecio más profundo por la dignidad humana, la seguridad del entorno ecológico y la calidad de vida, se utilizó en beneficio de los intereses de las multinaciones y de los gobiernos: unos y otros preocupados por los problemas de competencia.

El saber -como la economía- ha pasado de ser un instrumento en manos del hombre, a ser una cadena de hierro que marca su esclavitud. Hoy sabemos que la idea del progreso indefinido en falaz y engañosa y que los avances técnicos solo mejoran la vida en sus aspectos más superficiales, sino banales.

Ahora bien, dado el proceso economicista de las sociedades modernas, el saber -que en otro tiempo abarcaba ramas muy diferentes del pensamiento humano- ha quedado reducido al saber científico y éste, a su vez, al saber utilitarista: solo merece ser investigado aquello de lo que puede derivar un beneficio, sin importar cualquier otra consideración ética o moral: los espectaculares avances en biología son significativos a este respecto.

Dado que las humanidades no rinden un beneficio directo, pasan a ocupar un plano muy secundario en la enseñanza y son desvalorizadas por las nuevas generaciones. Idiomas como el latín y el griego, cuyo aprendizaje no es un alarde de mera erudición, sino un instrumento para comprender el significado de las palabras y la génesis de las ideas, desaparecen de los programas de bachillerato. La memoria -ese "músculo" a desarrollar- es estigmatizada por una pedagogía "progresista" y su práctica -que todas las civilizaciones tradicionales han colocado en el centro de su sistema pedagógico- borrada literalmente de los nuevos planes de estudio. El resultado son niños que utilizan constantemente la calculadora para sumar cantidades mínimas y que ignoran todo sobre el origen de su cultura y su pasado. El empobrecimiento humanístico de un saber así concebido, es tan evidente como dramático.

SOLDAR LAS RUPTURAS: PARA QUE HAYA VIDA ANTES DE LA MUERTE

De todas estas rupturas emana una psicopatología social que hace que la humanidad viva una crisis cada vez más extrema que afecta a las sociedades en tanto que tales y a los individuos aislados en tanto que miembros de unas sociedades en crisis.

Aislando los males es posible evaluar los remedios eventuales. Hay que ver la marcha actual de la civilización como una bola de nieve que cae por una ladera arrastrándolo todo y a velocidad progresiva. Parece como si a lo largo de los últimos doscientos años la historia se hubiera acelerado adquiriendo la forma de una curva asindótica en la que las fechas son el eje de ordenadas y la desintegración el eje de abscisas. Pues bien, la existencia del hombre antes de la muerte, se desenvuelve en ese marco espectral.

Una vida "rota" no es vida, es un sucedáneo de vida. Frente a las rupturas y desintegraciones de hoy no queda más que una vía: recuperar el sentido -etimológico- de lo religioso. La palabra religión procede del latín, "religare", volver a unir. En sánscrito, la palabra "yoga", deriva igualmente de "yug", (raíz que, por derivación directa a dado origen a la palabra latina "yugo", unión) cuyo sentido es idéntico. Al hablar de "religión" nos estamos refiriendo no a dogmáticas concretas, ni a cultos o fes particulares, sino a la recuperación de una sabiduría capaz de reintegrar los distintos aspectos de la vida del hombre en una totalidad holística, en un conjunto unitario. Eso y solo eso, puede ser considerado como verdadera vida.

Solo así la vida recuperará un sentido. Solo así, podremos decir que vale la pena vivir la vida y más aún, que existe una vida antes de la muerte... al menos una vida digna de tal nombre.

lunes, 29 de marzo de 2021

¿AÚN VOTAS, MERLUZO?, ahora que algunos se disponen para votar...

En 2001, la Editorial PYRE lanzó una serie de libros, todos ellos sobre temas polémicos con tiradas que empezaban a ser relativamente altas para la época (2.000 ejemplares por edición) y que contaban con una buena distribución, tanto en librerías como en kioscos (si bien, ya en aquella época, El Corte Inglés, absorbía un 25% de la tirada, configurándose como la “mayor librería” del país… papel hoy en manos de Amazon). En 2004, decidimos lanzar una serie de libros de bolsillo de carácter polémico, estridentes en sus títulos y con portadas dotadas de personalidad propia. Para facilitar su distribución los publicábamos de dos en dos. Los primeros títulos de la colección Impacto (el nombre vino inspirado por una revista francesa que apareció en los años 70 con ese nombre) fueron ¿Fumas porros, gilipollas? y ¿Aún votas, merluzo? El resultado nos sorprendió y en apenas un año lanzamos tres ediciones de cada título.

Básicamente, la idea era lanzar unos títulos de no más de 100 folios que dieran para 200 páginas de libros, y expusieran un tema de manera desenfadada, accesible para todos, por compleja que fuera la temática y que, en sus títulos, mostraran una voluntad provocativa.

El segundo volumen apareció en un momento en el que la política española (y la internacional), se habían vuelto particularmente desagradables: hacía poco, habíamos visto como un pequeño país, era, literalmente, masacrado por los cazabombarderos de la OTAN y que un español, Luis solana, socialista, secretario y telefonista de la misma, había transmitido la orden emanada de la Casa Blanca. Luego, habíamos visto cómo se derrumbaban las Torres Gemelas, en unos ataques apenas explicados y cuya versión oficial -increíble y primitiva- sirvió para justificar la invasión de Afganistán y, posteriormente, a Irak. Todo, en aquel momento, era conformista, acrítico e ingenuo-felizote. Era el tiempo dorado de los “tertulianos” que florecían como hongos en todos los canales. Bostezo y aburrimiento. Mentiras sobre mentiras, presentadas como dogmas incuestionables. Nadie nos puede reprochar que lanzáramos una colección concebida como esas bofetadas que se dan para que alguien espabile.

El socialismo felipista había caído y nos encaminábamos hacia la tragedia del 11-M que pondría punto final al ciclo de la derecha. Esta lo había hecho, como mínimo, tan mal como la izquierda. Quedaban pocas opciones. Llevábamos casi treinta años de democracia, habíamos votado no menos de docena y media de ocasiones y el país parecía gobernado por gentes atentadas solamente a lo que se decidía en EEUU, con una oposición socialista que estaba sentada en esos bancos precisamente por su carácter cleptomaníaco, con unas comunidades autónomas que solo querían más autonomía (esto es, más control sobre la caja) y con unos ayuntamientos que se estaban poniendo morados con el boom de la construcción. Aburrimiento, corrupción, falta de perspectivas y nulas posibilidades de que el sistema pudiera ser democrático: satisfacía demasiado a las exigencias ambiciones de la clase política, así que, ¿para qué reformar el más mínimo de sus muchos desfases?

Entiendo que, en 1975 o 77, votar era una novedad. Nos había dicho -e, incluso, algunos lo habían creído- que votar (democracia implicaba votar, se nos insistía en la transición, votar una y otra vez, votar, cuanto más, mejor) lo iba a resolver todo. Pero, a medida que se iban desgranando elecciones y votaciones, empezábamos a convencernos -al menos, los observadores críticos- que ocurría justo lo contrario: los problemas se acumulaban unos sobre otros. En 2004, nosotros mismos habíamos perdido las esperanzas en que pudiera resolverse algo por vía electoral. Nos daba la sensación de que todo iba de mal en peor y que nos estábamos precipitando por un precipicio.

Así pues, optamos por dedicar un volumen a esta temática: votar, ni había resuelto nuestros problemas, ni existían posibilidades de que los resolviera. De ahí la pregunta que nos formulábamos en el título: “¿Aún votas…?”, que era cómo preguntar “pero, ¿cómo diablos se te ocurre perder el tiempo escuchando promesas electorales de impresentables que solamente quieren que tu voto les solucione la vida? ¿Cómo te prestas a que unos impresentables justifiquen con tu voto el ponerse como “el tenazas”, trincando más y más? ¿Es que aún no te has enterado que, al morir las ideologías, lo único que impulsa al político es la ambición (en el mejor de los casos) o la psicopatía (en el peor)?”.

Treinta años votando y creyendo que el voto resolvería algo, empezaba a ser mucho tiempo como para seguir mecánicamente perdiendo una hora de nuestra vida cada año como promedio (entre elecciones autonómicas, generales, locales, europeas, referéndums, es un no parar), para que una banda de mangantes pudiera justificar sus exacciones. De ahí el adverbio (“aún”) y los interrogantes.

Pero ¿a qué venía lo de “merluzo”?

Tiene su explicación: me la dieron aquellos documentales de TV2 en las que, inevitablemente, pusieras ese canal a la hora que lo pusieras, siempre aparecían algún animal del zoológico. En este caso del acuario. No sé por qué, en un documental sobre peces, escuche que el cerebro de uno de estos animales acuáticos no da para mucho: un pez de colores, cuando completa una vuelta en el interior de una peque pecera circular, lo que hace en apenas tres segundos, ha olvidado por donde ha pasado antes. La memoria está reñida por los pececillos, de la misma forma que el elector carece de memoria para contabilizar las veces que unas siglas u otras le han tomado el pelo.

Así pues, ya tenía título: “¿Aún votas, merluzo?”. Ahora, solamente faltaba darle un contenido. Vivía entonces en Crevillente, construyendo chalets. Crevillente era, en aquel momento, una de las ciudades más islamizadas del país. Recuerdo que, cruzando una avenida, se llegaba al barrio de mayoría islámica. Me sorprendió que, incluso existía una boutique de moda islámica con todo tipo de velos, chilabas, babuchas y alfombras, tan pronto de encontradas un burka, como un chador… Era un pueblo con una alta tasa de delincuencia, así que opté por alquilar un piso frente al cuartel de la Guardia Civil. Fueron muchas las veces en las que me desperté por la alarma de alguna tienda cercana que estaban desvalijando. Tenía la Kawasaki 750 c/c justo bajo el balcón para poder controlarla mejor. Allí escribí, en unos pocos días, estas páginas.

No me arrepiento, ni del título, ni del contenido, a pesar de que, lo primero puede valerme la acusación de irrespetuoso y lo segundo de “antidemócrata”. Acepto las dos acusaciones, pero no la de mala voluntad: el libro -y lo he reeditado para que pueda percibirse- ni destila inclinaciones por una dictadura, ni adhesión a cualquier forma de golpismo, sino que lanza ideas a modo de cargas de profundidad, no para hundir un submarino, sino para despertar a su tripulación. No todo lo que se da como “verdadero” lo es. En buena parte de los casos, se trata solamente de la “ilusión de una época”. Y la ilusión (en la triple acepción de la palabra: como esperanza, como ironía y como representación que no tiene nada que ver con la realidad) de nuestra época es el Dogma de la Igualdad. Ilusión está demasiado cerca de “iluso”. Lo decía entonces, en 2004, lo pensaba cuando apenas tenia 16 años, y lo digo ahora con la misma fuerza y convicción que entonces: “la igualdad es pura ficción”. Lo sé desde que vi en Estudio 1, El enemigo del pueblo. Pongo el enlace porque tú, si no lo has visto, no te puedes perder esta obra maestra de Henrik Ibsen. La fecha que da es de 1981, pero yo recuerdo haberla visto en 1968 o 1969. Nunca más tarde de 1970.

El índice esta obra permite ver que se trata de un trabajo mesurado, crítico, pero constructivo, en la medida en la que, en el capítulo final se sugieren formas para la reforma democrática.

SUMARIO

Nota para la nueva edición

Introducción

La nueva religión laica

Orígenes religiosos de la democracia.

Las enfermedades de la democracia

Las culpas del elector

El voto cachondo
El voto loco
El voto constante.
El voto nómada
El voto instintivo.
El voto meditado

Sugerencias para la reforma democrática

1: Más democracia - Menos partitocracia
2: El Senado como cámara corporativa
3: Democracia Directa Digital «3D»
4: Listas abiertas y desbloqueadas
5: Referéndum – Plebiscito
6: Aligerar el Estado, disminuir la burocracia

Conclusión

 

En total, 217 páginas que son hoy más actuales que cuando se escribieron hace 16 años. He optado por no variar ni una coma, ni actualizar ejemplos. Creo en la inteligencia del lector: si ha comprado este libro es porque intuye que “algo” no termina de funcionar bien en nuestro sistema político. Eso ya nos hace miembros de la misma familia. Lo que expongo es el origen de estos errores, la naturaleza de los mismos, la etiología de las enfermedades de la democracia y las culpas del elector (por que aquel que vota es dueño de su voto y, por tanto, responsable de lo que vota), para finalmente lanzar seis ideas -que, en mi opinión, son irrenunciables- para garantizar el fair play democrático y la viabilidad a largo plazo del sistema.

De esta obra, de tanto en tanto aparece algún ejemplar en eBay de segunda mano (6.000 ejemplares en tres ediciones son muchos, incluso para el momento en el que se publicó). Hace unos años, un amigo me dio a firmar uno de estos ejemplares que había comprado de segunda meno. Me conmovió ver que tenía el exlibris de otro antiguo amigo, fallecido, cuya esposa liquidó por eBay su bien provista biblioteca…

La obra, en sus tres primeras ediciones llevaba como autor a “Pol Ubach”, uno de los alias que utilizaba en la época. Que ¿por qué ocultaba mi nombre? La razón que daba entonces es que, desde que ley el sermón de Benarés del Buda, creo que no hay que atarse a nada, ni siquiera a la propia personalidad, que en plis abandonamos sin que deje de salir el sol, y desde que ley el Bhagavad Gita, sé que hay que realizar la “obra”, pero no apegarse a sus “frutos”. Ahora lleva mi nombre, porque considero que un autor debe asumir lo que ha escrito.

Puedes comprar este libro, reeditado y con una introducción realizada a propósito en Amazon o bien pidiéndolo a eminves@gmail.com

En las próximas semanas va a haber elecciones. No te voy a recomendar que te inhibas, pero sí que votes, sin fe, sin respeto y sin esperanza. Pero ten una cosa clara: si bien es cierto que, el resultado de las votaciones puede ralentizar la crisis que vive la sociedad española, lo que no contribuirá en nada en absoluto, es el resolverla. Desde hace más de 250 años, España tiene una crisis que se va agravando y que no solucionará el depositar una papeleta en un sobre. Eso lo debes de tener claro si decides ir a votar. Y, dentro de cuatro años, piensa en lo que ha ocurrido y si las cosas están mejor o peor. Porque si juzgas que todo va a peor, antes o después te convencerás de que es mejor que todo se desplome de una vez y empezar a reconstruir un país a partir de cero, que una larga agonía.

viernes, 26 de marzo de 2021

“¿FUMAS PORROS GILIPOLLAS?” nueva (y más necesaria) reedición

En 2004, en apenas un año, se vendieron tres ediciones de 2.000 ejemplares cada una de este libro de título deliberadamente provocador. Y, en aquel momento, hay que decir que se fumaba mucha menos marihuana de la que se fuma en la actualidad. La mayor parte, procedía de Marruecos, pero empezaba a cultivarse “in-door” en tiestos y macetas que ya podían verse en muchos balcones y patios interiores. Hoy, en toda la geografía nacional, existen grow-shops, clubs de cannabis y rara es la ciudad de tamaño medio para arriba, en la que no se celebre alguna “feria del cannabis”. Volviendo de Francia, por el valle de Arán, lo primero que el viajero ve, es el anuncio de un club de cannabis situado, especialmente dispuesto para acoger a franceses en busca de un relajo. Es un reclamo para el turismo sediento de porros, y es que Cataluña (y BCN, en concreto) quieren competir con Amsterdam en “capital europea del canuto”.

Siempre he mantenido una actitud bicéfala ante las drogas. Comparto la opinión de Alaister Crowley cuando decía que “la droga es el alimento de los fuertes”, pero también sé perfectamente que la mayoría de los que consumen algún tipo de drogas, no son lo que se dice “fuertes”, sino más bien, todo lo contrario. Las drogas son -como la religión para unos, el trabajo para otros o el sexo para los más obsesos, y así sucesivamente- una simple cobertura al nihilismo: muletas para que individuos que no se sienten lo suficientemente fuertes para andar por la vida.

Pertenezco a una generación a la que, sobre todo, le gustaba “experimentar”. Recuerdo que, en los años jóvenes, incluso en la militancia política, decíamos: “hacemos esto o lo otro… a ver qué pasa”. Y con las drogas no puede jugarse. Especialmente, cuando caen en manos de adolescentes o de personas con una constitución interior débil y quebradiza. El “alimento de los fuertes”, en estos casos, simplemente, los destruye.

La división entre “drogas duras” y “drogas blandas” es falaz e ilusoria. Hasta una cañita puede ser una “droga dura” dependiendo de la dosis y de su frecuencia. He visto gente “enganchada” al ajedrez y al sexo, con el cerebro carcomido por su adicción. Es algo propio de nuestra época: desde que Nietzsche constató la “muerte de Dios”, el hombre ha querido “ser libre”, pero esa libertad ha destruido a muchos.

Estudié en los Escolapios -algo de lo que no estoy en absoluto orgulloso, teniendo en cuenta que, en 1968, la inmensa mayoría de miembros de la orden en aquel cole habían ingresado en el PSUC (y algunos ostentarían en los años siguientes cargos de responsabilidad, incluso la secretaría general del partido, “el pare Jaume Botell”, por ejemplo). Comí en el cole durante unos ocho años y recuerdo las mesas de cuatro en las que nos ponían una botella de vino tinto y otra de agua. Nadie nos lo enseñó, pero bebíamos con moderación y no recuerdo ninguno de sus compañeros de aquellos días que cayera en el alcoholismo, ni que se emborrachara a la hora de comer. Nos gustaba vivir despiertos y, aunque en los últimos cursos descubrimos lo que eran la marihuana y el hachís, no consiguieron hacer de nosotros, adictos.

Ahora es muy diferente y por varios motivos:

- En primer lugar, porque la selección genética de las variedades de marihuana ha lanzado al mercado hierba con diez, incluso veinte veces más principio activo que las que se fumaban hace cincuenta años, en el período hipioso.

- En segundo lugar, porque

la escuela está hundida, buena parte de los jóvenes carecen de esperanzas en el futuro y optan por evadirse en los mundos de la droga, del videojuego, del móvil o del botellón. En una palabra, se “alienan”.

No es algo que no hubiera ocurrido antes, pero es que la “alienación” generada por la droga corre el riesgo de atrapar, neutralizar y liquidar a buena parte de la juventud. “Alienarse”, hay que recordarlo, es dejar de ser uno mismo, pare ser otra cosa: en este caso, un producto modelado por la droga, llámase marihuana o cañita. Ha sido patrimonio de las grandes culturas de la historia el proponer siempre el mismo estilo de vida que estaba resumido en las inscripciones que figuraban en las dos columnas que abrían el templo de Delfos: “Sé tu mismo” y “Nada de más”. Sé tú mismo, no otro, ni algo que no eres tú. No acumules ni en tu personalidad, ni en tu vida, ni en tu día a día, nada que sea superfluo e innecesario: viaja con una maleta ligera por la vida. Desde el mundo clásico, hasta la india védica, el “saber vivir” se concentraba en estos dos lemas.

Pues bien, la marihuana contribuye a que dejemos de ser nosotros mismos y pasemos a ser entidades modeladas por su principio activo, el THC. Fundamentalmente, por eso me opongo a que, alguien que no tenga la suficiente solidez interior, consuma incluso la droga más blanda. Sea cual sea.

Pero, no nos engañemos. Ni todas las drogas, tienen la misma capacidad de adicción, ni todos los individuos se “enganchan” con la misma facilidad a una droga en concreto. Fuera de la heroína (de la que se dice que, a los tres pinchazos, uno ya es adicto para toda la vida), lo cierto es que la capacidad adictiva de una caña, con un 3,5% de alcohol de promedio, no es la misma que las variedades más agresivas de marihuana, con, entre un 2 y un 27% de THC. Hace falta beber mucho litraje de cerveza para que te cambie el carácter, sin embargo, con seis meses de fumar porros de continuo, ya estamos ante otra persona.

Hay más. En 2004, cuando escribí con el seudónimo de “Pol Ubach”, ¿Fumas porros, gilipollas?, apenas existían casos de sicosis cannábica en las urgencias de los hospitales. Hoy son el pan de cada día. A principios del milenio costaba encontrar literatura científica que expresara dudas sobre la ausencia de riesgos de la marihuana, hoy está bastante claro que es una llave que abre la puerta de la esquizofrenia… afortunadamente, no a todos los que fuman, sino a aquellos que son particularmente sensibles y cuya ecuación personal los predispone a esta enfermedad.

No creo que haya ningún departamento de recursos humanos que se arriesgue a contratar a alguien que confiese abiertamente que es un porrero o del que se pueda sospechar que abusa del porro. Incluso en series de televisión, reflejo de la realidad, suele haber algún porrero pintado con rasgos descontrolados y ridículo por su falta de encaje con la realidad. Sin embargo, a diferencia de las campañas contra el tabaco, hasta ahora, ninguna campaña publicitaria ha recomendado, siquiera, un mínimo de prudencia ante la marihuana.

La situación, en este terreno, se ha agravado extraordinariamente, desde 2004. La crisis económica del 2008-2011 abrió la puerta para la legalización de facto del porro: hoy, en la práctica, está legalizado y se reprime tanto como puede reprimirse el tabaco de contrabando. En ocasiones, se sabe que en cierto chalet se cultiva marihuana “in door” (el olor es inconfundible) pero solamente la policía actúa cuando hay alguna denuncia de vecinos. Hay chavales que han empezado a fumar desde los 12 años: sus estudios se han resentido brutalmente, a los 18 años ya muestran episodios de irritabilidad, agresividad, nerviosismo que solamente atenúan consumiendo más cannabis. Vivirán de sus padres y luego de la “paguita”. Lo más probable es que un porcentaje importante adquiera enfermedades crónicas de carácter psicológico.

En 2020, un 30% de la población había consumido cannabis en los últimos 30 días. La edad media para el inicio del consumo eran los 15 años y, junto al tabaco y al alcohol, era la droga más accesible y utilizada. Estas cifras (extraídas del Informe 2020 sobre Alcohol, tabaco y drogas ilegales en España, publicado por el Observatorio Español de los Drogas y las Adicciones) demuestran, por sí mismas, que el porro es hoy un fenómeno de masas, tolerado ante la falta de perspectivas que el sistema ofrece a los jóvenes, a modo de tranquilizante para neutralizar capacidades de análisis de su situación y actitudes reivindicativas.

A diferencia de en los años 60, con el underground, la contracultura y la búsqueda de “experiencias nuevas”, actualmente, el porro es un neutralizador para la crítica social y las actitudes revolucionarias. El porro, es un juego de muletas que el “sistema” pone a disposición de los jóvenes para sumirlos en la pasividad. Así se neutraliza a toda una generación.

Estos son algunas de las razones por las que he decidido lanzar una nueva edición de ¿Fumas porros, gilipollas? El título es, deliberadamente provocador. Pero no miente: a fin de cuentas, un “gilipollas” no es otra cosa que alguien que se hace daño a sí mismo.

No he tocado ni una coma del texto original, solamente he añadido un prólogo que adapta la edición a la realidad de 2021: 17 años en los que el problema se ha cuadruplicado en volumen.

Este es el índice de la materia tratada:

Prólogo a la edición de 2021
Introducción
I. El porro situado           
II. El porro historiado    
III. El porro farmacéutico
IV. El porro y sus efectos             
V. El porro reivindicado
VI. El porro como arma 
VII. El porro superado   

El libro puede ser pedido directamente a Amazon: en versión libro convencional o en versión libro electrónico. Yo os recomendaría que, si tenéis algún familiar con este problema, o vosotros mismos tenéis tendencia a consumir porros, le dierais un repaso. No encontraréis aquí argumentos alarmistas, pero sí una buena dosis de realismo sin concesiones, ni a la corrección política, ni a la tendencia general de la sociedad.

jueves, 25 de marzo de 2021

Imprescindible: “EL PEQUEÑO LIBRO NEGRO – CITAS DE JULIUS EVOLA”

En 1970, recibí un catálogo de Edizioni Europa que, entonces estaba gestionada por miembros de Ordine Nuovo, que acababan de reingresar en el MSI. Aquel catálogo era casi un libro que contenía cientos de referencias bibliográficas: “si lo recomendaban los de Ordine Nuovo, es que había que leer a todos aquellos autores”, pensaba a mis 18 años.

No fui el único en disponer de ese catálogo, los miembros de CEDADE también lo consiguieron y, a partir de él, fue cómo surgió la idea de realizar un volumen que vería la luz diez años después con el título de THULE, la cultura de la otra Europa, libro que ha tenido varias reediciones pero que yo no recomendaría: todos los que lo escribimos éramos demasiado jóvenes en aquellos momentos y era imposible que hubiéramos leído a todos los autores que referenciábamos, una mayoría de los cuales, ni siquiera -en aquellos años- habían sido traducidos al castellano. Hicimos lo que pudimos, esa es la verdad, pero “íbamos de oídas” y no podíamos conocer a aquellos autores en profundidad.

Entre los libros que figuraban en este catálogo había uno que me llamó particularmente la atención: Citazioni di Julius Evola”, publicado en la colección L’Architrave de Giovanni Volpe, recopiladas por Giovanni Conti y prologadas por Gianfranco De Turris.

En aquella época tenía la impresión de que Evola era un “autor importante” para nuestro ambiente. Lamentablemente, ¡no existía ni una sola página de él traducido al castellano! Ni siquiera conocía las líneas maestras de su pensamiento. Así que, para conocer la naturaleza del “pensamiento evoliano” opté por comprar este volumen de citas que, al menos, me aportarían una panorámica de su pensamiento.

Era un pequeño volumen, con una letra particularmente minúscula (la introducción de De Turris y las notas de Conti estaban impresas con un cuerpo 4 que hoy me resulta absolutamente imposible leer y el resto del volumen, con sus citas no es mayor de un cuerpo 5…) que me impresionó a pesar de que en aquella época no hablaba italiano y debía recurrir a un diccionario para descifrar la mayor parte de frases. De hecho, no logré entenderlas todas.

El volumen ha estado conmigo la mayor parte del tiempo que siguió. Me acompañó en el exilio. Tiene aromas parisinos, libaneses e iberoamericanos, incluso carcelarios. Cuando en 2008 doné la mayor parte de mi biblioteca a la de Villena, este libro permaneció conmigo. Lo había intentado traducir en varias ocasiones, pero nunca había conseguido encontrar el tiempo suficiente como para avanzar. 

Durante más de cuarenta años, esta traducción ha sido una asignatura pendiente, hasta que al final, me decidí a hacerlo, aprovechando el año nuevo (“segundo año triunfal del Covid”).

El estilo de Evola es difícil. Especialmente el de sus primeros trabajos. Incluso el Rivolta contro il mondo moderno, adolece de cierto preciosismo y de una estructura de las frases que no es la que acompaña a los textos italianos escritos en nuestros días. Traducir literalmente a Evola, supone hacerlo incomprensible a otras lenguas (como, de hecho, así ha ocurrido en muchas traducciones al castellano, cuya floja calidad explica, por sí misma, la menor impronta del pensamiento evoliano en nuestra lengua).

Y es que, Evola precisa una adaptación necesaria y radical en su estilo. Cuando se tradujo el Rivolta a una edición franco-canadiense, comparada con la edición original italiana, los dos textos se parecen como un huevo a una castaña. Pero se entiende, se altera la forma, para aclarar y hacer accesible el fondo.

En 1971, con 19 años, intenté traducir Orientamenti, el volumen más asequible de Evola y fracasé al no atreverme a corregir ni una sola línea del autor. Peor aún, cuando se tradujo Gli Uomini e le rovine al francés en la colección Les Septs Couleurs, publicada por Maurice Bardeche, el traductor consideró necesario -pero abusivo- la traducción del propio título que pasó a ser, por la magia del adaptador: Les hommes parmi les rovines (los hombres “entre” las ruinas, cuando la traducción original hubiera sido Los hombres y las ruinas) y no fue sino hasta los años 80 cuando la obra de Evola fue mucho más correctamente traducida al francés por Pardés.

Finalmente, me di por satisfecho con la traducción del Citazioni di Julius Evola, que ahora ofrezco a los lectores en un volumen de la Revista de Historia del Fascismo y, al mismo tiempo, como volumen al margen de cualquier colección. Creo que vale la pena explicar algunas cosas.

En estas más de 200 páginas se encierran los puntos esenciales de una “doctrina” (no de una “ideología”, esquema rígido con poca capacidad de adaptación a un mundo siempre cambiante, sino de una “concepción del mundo” de la que el fascismo fue una concreción espacio temporal, pero cuyos lineamientos corresponden a los mejores momentos de la tradición). Tener una “doctrina” es importante, mucho más para un individuo que para un movimiento político. A fin de cuentas, hoy, decretado el “ocaso de las ideologías”, la política se ha convertido en el escenario por el que deambulan los peores tipos humanos, pero la “persona” puede mantenerse “en pie”, a condición de disponer de una concepción del mundo. De lo contrario, será uno de tantos peces muertos que circulan con la corriente.

¿De qué se compone una “doctrina”? Fundamentalmente de siete aspectos:

  1. - concepción del mundo,
  2. - concepción de la persona,
  3. - concepción de los valores,
  4. - concepción de la Historia,
  5. - concepción del Estado,
  6. - concepción de la cultura y
  7. - concepción de la sexualidad

Cuando una “doctrina” ofrece respuestas a todos estos aspectos de la vida, es que estamos ante una visión integral que, en rigor, merece este nombre. Por eso he traducido las “Citazioni di Julius Evola”. Véase el índice en el que se clasifican las frases seleccionadas:

  • Prefacio (Gianfranco De Turris)
  • I. LA TRADICION
  • II. LA HISTORIA Y MITO
  • III. CONTESTACION AL MUNDO MODERNO
  • IV. AUTORIDAD – JERARQUIA – ARISTOCRACIA
  • V. DOCTRINA DEL ESTADO
  • VI. RAZA Y RAZAS
  • VII. SEXO Y EROS
  • VIII.LA CULTURA Y EL ARTE
  • IX.CONOCIMIENTO Y AUTORREALIZACIÓN
  • X.PROBLEMAS DEL ESPÍRITU
  • XI.ORIENTACIONES EXISTENCIALES

Vienen a ser en torno a una 250-300 frases extraídas de las obras escritas por Evola desde los años 20 hasta su fallecimiento en el primer tercio de los años 70. Conti, el recopilador, realizó un esfuerzo de lectura del “corpus evoliano” que abarca todas las grandes obras y también pequeños ensayos y artículos publicados en distintos medios de comunicación, algunos de ellos de amplia difusión. En su conjunto, este volumen ofrece una perspectiva completa ¿del pensamiento evoliano? Sí, pero, sobre todo, del pensamiento tradicional aplicado al análisis de la modernidad y a definir las actitudes que alguien inspirado en este pensamiento puede adoptar ante el mundo.

En su introducción, Gianfranco De Turris cita algo que merece recordarse. Cuando recibí el volumen en los ya lejanos años 70, pensé en traducirlo, no con el título original sino con el de “Pequeño Libro Negro”. Otros editores pensaron lo mismo y en varias ediciones francesas este título fue recogido. Era lógico y De Turris explica el por qué. Desde mediados de los años 60, la izquierda tenía al “Pequeño Libro Rojo” de Mao Tse Tung, una especie de catecismo maoísta, como texto de referencia para el “marxismo-leninismo”.

En nuestro ambiente no teníamos nada parecido. Solamente hacia mediados de los 70, Editorial Acervo publicó una selección de frases de José Antonio Primo de Rivera, con intención rivalizar con el “Libro Rojo”. En Italia, las “Citazioni di Julius Evola”, alumbraron a una nueva generación de militantes que se curtió, tanto en las filas del MSI, como de grupos extraparlamentarios y en círculos culturales autónomos.

Cincuenta años después, nadie, ni siquiera en China, recuerda el “Libro Rojo” de Mao, ya no hay partidos “maoístas” en Europa, sin embargo, el interés por Evola sigue vivo y se ha ampliado a todo el mundo. Esa es la gran diferencia y el gran triunfo de lo que es “tradicional” sobre lo que en algún momento puede llegar a ser una “moda”.

En lo personal, resulta una satisfacción el haber traducido este volumen (que ha sido varias veces reeditado en Italia, tiene varias ediciones francesas). Solamente he introducido una frase que Conti no había integrado en su recopilación. Pertenece al ensayo de Evola “Espiritualidad pagana en el seno de la Edad Media católica” que traduje a mediados de los 80:

“Teniendo como ideal al héroe antes que al santo y al vencedor antes que al mártir; cuyos valores se resumían en la fidelidad y el honor, más que en la caridad y el amor; viendo en la cobardía y en la vergüenza males peores que el “pecado”; poco inclinado a no resistir al mal y a devolver bien por mal, sino, más bien, habituado a castigar la injusticia y devolver mal por mal; excluyendo de sus filas aquellos que mantuvieran el principio cristiano de "No matarás", teniendo por principio no amar al enemigo sino combatirlo y no demostrar magnanimidad con él sino tras haberlo vencido; en todo esto, la Caballería medieval afirma, casi sin alteración, una ética heroico-pagana y aria en el seno de un mundo que tenía de católico solo el nombre”.
Evola, casi intentando pasar desapercibido pocas horas después de la liberación de Mussolini por parte de los comandos especiales de Otto Skorzeny, detrás del almirante Dönitz, de Martin Borman y de otros "innombrables".

 La obra está presentada en dos formatos.

  • Como volumen nº 71 de la Revista de Historia del Fascismo (para Evola, el fascismo era una forma de recuperar los valores tradicionales en un momento del siglo XX y tenía valor, solamente en tanto en cuanto, realizaba esa función), que puede pedirse en eminves@gmail.com, o bien en la página de Amazon
  • Como libro fuera de cualquier colección que puede comprarse en formato libro convencional o bien en formato electrónico en este enlace.

Quizás la doctrina no te interese y creas que lo importante es que ganen las elecciones la sigla por la que has apostado. Créeme, esa sigla pasará como todo lo que está en este mundo en el que todo es “vanidad de vanidades y mecerse en el viento”, pero lo que no pasará es la Gran Tradición. Si logras unir tu vida con esta concepción del mundo, lograrán una orientación existencial, la única que da un sentido a la vida. Y entonces entenderás porqué en este blog, bajo el título, aparece una definición de cómo me siendo y de lo que pienso:

- APOLÍTICO (pero no indiferente, sino distanciado),

- ANARCA (al margen del pensamiento masificado),

- CONSERVADOR (consciente de que ya no hay casi nada que merezca del conservado) y

- REVOLUCIONARIO (por la revolución del Orden).

Somos muchos los que compartimos estos lemas en todo el mundo. Los suficientes como para poder considerarnos ciudadanos, no de una patria que va del mal en peor, sino de una IDEA. Este volumen te ayudará a conocer esta idea e incorporarla a tu vida.