jueves, 24 de marzo de 2022

10 TESIS SOBRE EL CONFLICTO UCRANIANO (Anexo)


10. LA NEUTRALIDAD DE EUROPA A TRAVÉS DE LA NEUTRALIDAD DE UCRANIA. NI “OCCIDENTALISMO”, NI “EURASISMO”.

Ni Ucrania puede ser el apéndice más avanzado de la OTAN, una especie de cuña que apunta al corazón de Rusia, ni Europa puede seguir siendo por más tiempo la plataforma del Pentágono en el Viejo Continente. No es el momento de valorar el papel de la OTAN durante la “Guerra Fría”, pero el hecho es que la Alianza Atlántica todavía parece no haberse enterado que, desde la caída del Muro de Berlín y tras la disolución de la Unión Soviética, se ha quedado sin enemigo y se ha convertido en una estructura absoluta prescindible que genera más problemas y compromisos indeseables para los Estados europeos, en lugar de ser una garantía para su seguridad. El núcleo de toda la “cuestión ucraniana” es, precisamente, la OTAN.

Caminamos a un mundo multipolar -y ese tránsito ya operado era necesario-. Pero los EEUU no se resignan a ser una potencia en decadencia (lo que son en realidad), ni siquiera una “pata” más en un mundo multipolar, y abriga todavía -especialmente entre el “Deep State”- las esperanzas de que los marines, sigan siendo el mejor apoyo al dólar.

Pero basta ver el resultado de las últimas intervenciones militares de los EEUU, desde la Guerra del Vietnam para concluir que desde los años 70, todavía no han concluido ninguna guerra victoriosa, no han sido capaces de vencer a los “enemigos” que ellos mismos han seleccionado y definido como tales y que todos sus éxitos militares, incluso desde 1943, se deben a bombardeos masivos a gran altura, a lanzamiento de misiles desde plataformas remotas, a cañoneos desde acorazados contra países que carecen de marina, etc. Pero, cuando se trata de ocupar el territorio y ejercer un dominio efectivo sobre las zonas ocupadas, el resultado es una guerra de desgaste en la que, antes o después, se ven obligados a tirar la toalla. A esto se une la situación económica de los EEUU, el país más endeudado del mundo, con unas infraestructuras anticuadas y una industria deslocalizada, con una sociedad en la que se alternan los oasis de las altas tecnologías con el analfabetismo estructural, el lujo con legiones de sin techo, las aspiraciones y las investigaciones para lograr la vida eterna (sí, la vida eterna, no nos hemos equivocado) en un país en el que ponerse enfermo puede suponer una deuda de por vida. Los EEUU, hoy no están en condiciones de “defender” a nadie, sino solamente de instaurar y hacer caer gobiernos según su proximidad o alejamiento a los intereses del “Deep State” norteamericano. Porque, para colmo, ni la “democracia americana” funciona, ni los presidentes elegidos en las elecciones ejercen el poder de manera efectiva, lo único que le interesa a los “señores del dinero”, al Estado Mayor de la alta finanza y de los grandes consorcios de inversión, no es, el destino de los EEUU, sino el destino de sus negocios. Una estructura de poder así concebida, ni está interesada en “defender a Ucrania”, mucho menos en asumir la “defensa de Europa”, ni siquiera a “defender derechos y libertades” de otros pueblos, derechos y libertades que agonizan en el propio territorio de los EEUU.

Por eso, Europa debe desembarazarse lo antes posible de la tutela norteamericana, por eso debe contar con una fuerte industria armamentística, por eso debe estar en condiciones de garantizar su propia defensa, por eso debe de armarse, no tanto para prepararse para una guerra contra un enemigo que nadie es capaz de ubicar, sino para disuadir de cualquier maniobra de dominio sobre Europa, garantizar su independencia y su integridad territorial. El axioma clásico de “si quieres la paz, prepárate para la guerra” sigue siendo válido en el siglo XXI. Sólo que los gobiernos europeos lo han olvidado.

Europa tiene un superávit de talento, suficiente como para poder cambiar materias primas por ayuda tecnológica. Europa tiene población, cultura, territorio y tecnología como para poder aspirar a ser una de las “patas” de un nuevo orden internacional multipolar, en lugar de ser un apéndice de la medusa estadounidense, convertida en “delegación continental” de la globalización y del mundialismo.

Europa y Ucrania tienen el mismo destino, solo que por diferentes razones. Y ese destino tiene un nombre: NEUTRALISMO. Ucrania no puede ser otra cosa que neutral, si quiere conservar su independencia. Tiene que demostrar a Rusia buena voluntad y mano tendida, si quiere mantener su integridad territorial tiene que limitarse a sus territorios históricos, no soñar con que los asignados arbitrariamente por Kruschev en los años 50, le pertenecen por derecho. Y sobre todo debe garantizar que las minorías rusas (mayorías en algunas zonas de Ucrania) serán respectadas y gozarán de los mismos derechos que el resto de la población. Rusia no puede hacer otra cosa más que mantenerse en las posiciones que ha sostenido en los últimos ocho años: no interferir en la política interior ucraniana y saldar de una vez por todas mediante la negociación, las nuevas fronteras que deberá compartir con el vecino.

Rusia tiene todo el derecho a exigir a Ucrania neutralidad. Y esa es la primera condición para acabar con el conflicto actualmente abierto. De hecho, el aviso dado por rusia a Ucrania está resultando demoledor: el propio Zelensky, ha dejado de lado sus peticiones de ayuda a un Occidente que no está dispuesto a prestarle más ayuda que la verbal y psicológica, y ha renunciado explícitamente a solicitar el ingreso en la OTAN. A la vista de las consecuencias económicas de la crisis, la propia UE ha dado marcha atrás y ha desechado la candidatura ucraniana de ingreso en la federación.

Son medidas razonables y que van en favor de la resolución del conflicto. Solamente la voz discordante del arterioesclerótico que duerme en la Casa Blanca, mascarón de proa del “Deep State”, repite una y otra vez mensajes alarmistas, belicistas y de odio anti-ruso. Porque, para los EEUU, una guerra en Europa es siempre un aliciente para realizar buenos negocios. Lo están haciendo ahora, otra vez, otra más, con el gas vendido a España.

Europa no está amenazada por Rusia. Pero está condicionada por los EEUU. Y, no lo dudemos, cuanto mayor sea el riesgo de desplome interior de EEUU, cuando más cerca estén de la quiebra económica y aumentes las tensiones sociales y étnicas dentro de aquel país, más cerca se estará de un conflicto fuera de las fronteras de los EEUU: es lo que enseña la historia. Los imperios en decadencia tratan de cerrar sus crisis interiores con aventuras exteriores que creen nuevos objetivos, generen expectativas económicas. EEUU está en esa situación hoy en día.

Así pues, los destinos de Ucrania y de Europa son paralelos. Ambos tienen necesidad de neutralismo, de ejercer el papel de amortiguador de las tensiones entre un imperio en decadencia y un país en fase de reconstrucción, entre EEUU y Rusia. No existe otro camino practicable en Europa y en Ucrania más que la neutralidad política.

Es cierto que en el mundo de la Guerra Fría solamente podía optarse por dos opciones: o se estaba con “Occidente” o se estaba con el “bloque comunista”. Pero ahora, las circunstancias han cambiado extraordinariamente y el mundo que afrontamos es completamente diferente: es un mundo en el que ya no existen, ni pueden existir un “único imperio global”, tampoco ninguna potencia reivindica el carácter de “leadership” alternativo. El comunismo se ha desintegrado y lo que existe en China no es, exactamente, el maoísmo que aspiraba aún a extender la “revolución de obreros y campesinos” a todo el mundo. Es una especie de capitalismo salvaje y de comunismo para uso interno. Rusia no es en absoluto ese “Estado comunista” que nos quieren presentar algunos. Es, según los cánones occidentales, una “democracia atenuada” que busca un “poder fuerte”. Existen otras potencias emergentes: Irán, Arabia Saudí, India… Y cada uno de estos centros ha forjado estrategias para tener un lugar bajo el sol a mediados del siglo. Solamente en Europa, la particular situación política y el enquistamiento generado por un sistema cada vez más inadecuado para gestionar la modernidad, nacido en el siglo XVIII e incapaz de adaptarse a las realidades del siglo XXI, las “democracia liberales”, hace que, cada año, la Unión Europea, vaya quedando más y más atrás en el desarrollo de una política común, en capacidad económica, en peso político internacional, incluso en coherencia interior. Después de casi 40 años de presencia del Reino Unido en la UE, quedó claro que el mundo anglosajón mira hacia los EEUU y solamente aspira a condicionar a Europa y a impedir que adquiera conciencia de la necesidad de alcanzar fortaleza, fuerza, integridad y peso internacional. La UE está a la deriva desde que a principios del milenio se hizo imposible la aprobación de una Constitución Europea y hoy ni siquiera sabemos qué es la UE, ni hacia donde camina. Sabemos dónde está: ejerciendo el virreinato continental en nombre del Pentágono, como vasallo más que como aliado, y sin personalidad propia.

Se ha dicho que las crisis son para algunos “oportunidades” y la crisis ucraniana debe ser un revulsivo para Europa: así, el continente no puede sobrevivir por mucho tiempo. Sometido a las presiones e imposiciones del Foro Económico Mundial, con unos dirigentes políticos que miran más a su futuro personal que a los intereses de las naciones y de las sociedades que los han elegido, merecen el nombre de “traidores” y el destino que, históricamente, siempre ha aguardado a todos los traidores a su país, a su cultura, a su tradición y a su sociedad.

La lectura que hemos hecho de la crisis ucraniana nos dice que ha estallado a causa del interés del “Deep State” norteamericano por abrir un nuevo frente de crisis que permita avanzar hacia la realización de la “Agenda 2030” y que ésta supone la instauración de un “mundo feliz” huxleyano en el mundo. Una vez más, han jugado con la vida de ucranianos y rusos, como hace 83 años enfrentaron a los pueblos para impedir la concreción de un “nuevo orden europeo”.

Las crisis pueden saldarse con parches técnicos o con victorias de una u otra parte. Putin ya ha vencido: ha demostrado cual es la línea roja que no puede transgredirse y que quien lo haga se hará acreedor de una operación de castigo. Zelensky está derrotado: ni entrará en la OTAN, ni en la UE. Intentará salvar lo salvable (en especial su propia figura), pero su ciclo ha terminado. Sabe perfectamente, tan bien como cualquier analista, que el futuro de Ucrania es de asumir una situación de neutralidad como la que tuvo Finlandia, Suiza, Austria o Suecia, durante la Guerra Fría. EEUU vencerá mientras encuentre debilidad, complicidad y aquiescencia entre los gobiernos europeos. De momento está consiguiendo buenos negocios a costa del sufrimiento ucraniano y de la debilidad y traición de los gobiernos europeos.

La “oportunidad” que ofrece este conflicto es que, a partir de ahora, es posible “resetear” la situación política en Europa Occidental: sabemos que precisamos una defensa europea integrada y autónoma, sabemos que precisamos una unidad política que no puede ser ni “euroasiática” (Europa satelizada por Rusia), ni “euroccidental” (Europa satelizada por los EEUU), sabemos que el mundo tiende hacia un orden multipolar y solamente hace falta que Europa adquiera la conciencia del momento histórico que estamos viviendo y trabaje en dirección a su unidad, integridad e independencia, si quiere jugar algún papel internacional en el futuro. Y todo eso para por el neutralismo.

De ahí que la consigna del momento y la gran oportunidad que ofrece la crisis ucraniana sea: LA NEUTRALIDAD DE EUROPA A TRAVÉS DE LA NEUTRALIDAD DE UCRANIA.

miércoles, 23 de marzo de 2022

10 TESIS SOBRE EL CONFLICTO UCRANIANO (3 de 3)

7. DESDE 2014 EXISTE GUERRA EN EL ESTE DE UCRANIA 
Y ESA GUERRA, HASTA AHORA HA COSTADO 14.000 MUERTOS
DE LOS QUE NADIE SE ACUERDA Y QUE NADIE REIVINDICA.

Desde hace ocho años, vienen produciéndose choques entre milicias ucranianas y ciudadanos que defienden la independencia de las Repúblicas del Donbass. Estos enfrentamientos, hasta enero de 2022, habían costado 14.000 muertos. Nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado por este conflicto y por la situación de dos pueblos que eligieron separarse de Ucrania, a la que habían sido anexionados durante el período postestalinista, en la época de Khrushchev. Las dos repúblicas aprovecharon los incidentes generados en 2014 por elementos pro-occidentales, apoyados por los medios de comunicación ucranianos, en lo que se llamó “el Euromaidan”. Existía la creencia en el país de que Ucrania se integraría pronto en la Unión Europea (lo que representaba una inyección económica importante para un país poco industrializado, eminentemente agrícola y en manos de una oligarquía todopoderosa y extremadamente influyente y presente en el gobierno Zelensky. Y esa creencia se sustentaba en el olvido de las condiciones de acceso a la UE, establecidas por la propia UE y de las que Ucrania, ni cumplía, ni cumple, ninguna.

En la guerra del Donbass han menudeado los ataques de “bandera falsa” (al igual que ocurrió en el “Euromaidan”, cuando todavía hoy se ignora quien disparó desde los tejados contra la multitud). Pero lo cierto es que la comunidad rusofona, mayoritaria en estas dos regiones, ha sido la más castigada y este ha sido uno de los elementos que han generado la respuesta rusa: Putin ha considerado que las “milicias irregulares ucranianas” (que identifica con grupos neo-nazis), ha generado estos ataques contra la población civil.

En 1926, el Donetsk estaba habitado por 60.000 rusos y menos de 28.000 ucranianos, lo que indica que el sentir mayoritario, la cultura y el origen era ruso, sin embargo, en 2001, la desproporción se había reducido, después de que Khrushchev añadiera estos territorios a la República Soviética de Ucrania. Pero, aun hoy, la lengua rusa y los sentimientos rusófilos son ampliamente mayoritarios en la región que es radicalmente diferente al resto de Ucrania. Se entiende el por que el gobierno ucraniano se niega a desprenderse de ella: por una parte, se trata de una de las zonas más industrializadas de Ucrania (después de Mariupol), así mismo existen importantes explotaciones mineras, lo que posibilita la existencia de una importante industria estratégica basada en el carbón, el hierro, la ingeniería pesada, y la construcción de maquinaria.

Se suele olvidar que el 11 de mayo de 2014, se celebraron referéndums en estas dos Repúblicas, el Donestsk y Lugansk, para que la población decidiera su futuro. Y decidieron la independencia: con una participación del 74’87% y un 91’78% de los votos se aprobó la independencia nacional. La Guardia Nacional ucraniana presente en las dos repúblicas, intervino para impedir la celebración de la consulta, sin poder impedir, que existiera una masiva presencia en las urnas y se produjeran algunos disparos que causaron la muerte de dos vecinos. Incluso en Sloviansk el ejército ucraniano utilizó su artillería para destruir algunos edificios que debían servir como colegios electorales. Pero “Occidente” decretó que, dado que no habían estado presentes “observadores internacionales” (es decir, observadores pro-OTAN), el referéndum carecía de validez. Aquellas consultas populares tuvieron lugar, precisamente, cuando se desarrollaban los acontecimientos del a plaza Maidan que consiguieron derrocar al gobierno legítimo ucraniano y establecer un gobierno pro-UE y pro-OTAN.

En Crimea el proceso fue parecido, si bien, en esta región, la presencia rusa es todavía mayor, llegando en Sebastopol al 80% de la población y nadie pudo negar que las manifestaciones populares contra los sucesos de la plaza Maidan fueron en las ciudades Crimea, masivas. El resultado del referéndum del 17 de marzo en la península de Crimea (que siempre había sido rusa), dio 1.233.002 votos favorables a la integración en Rusia (un 96’77%), con una participación del 81,1%. También la incorporación de Crimea a Ucrania se había producido tras la muerte de Stalin, el 19 de febrero de 1954, cuando un decreto del presídium del Sóviet Supremo de la URSS, transfirió el territorio de Crimea, de la República Socialista Soviética de Rusia a la República Socialista Soviética de Ucrania.

Como puede verse, tanto en el caso de las repúblicas del Donbass, como en el caso ucraniano, es “derecho de autodeterminación de los pueblos” demuestra que se trataba de territorios históricos rusos que solamente han sido ucranianos en un corto período reciente de la historia, y que la voluntad de sus pueblos, expresada en referendos, consiste en independizarse de Ucrania y emprender una vida en común con la Federación Rusa.

Pero esto suponía que Ucrania perdía bazas estratégicas: la base militar de Crimea que suponía para Rusia conservar el pulmón con el Mar Negro y, consiguientemente, con el Mediterráneo; y las regiones mineras e industriales del Este de Ucrania, fronterizas con Rusia. Y Ucrania contestó enviando milicias irregulares, hostigando a los independentistas, participando en operaciones de “bandera falsa”, que, entre bajas propias y generadas a la población civil, habían causado esas 14.000 víctimas de las que nadie se acuerda en Occidente y a las que nadie ha llorado, ni se ha solidarizado, ni ha acogido como refugiados…

La política de la OTAN hacía necesario que los informativos occidentales no hablaran de aquel conflicto, del que solamente teníamos noticia a través de fuentes alternativas. Era obvio que, antes o después, si persistían esos ataques, Rusia se iba a ver obligada a proteger a los ciudadanos de estas repúblicas. Y la OTAN quería presentar a Putin como “agresor”, sin reconocer ni uno solo de los problemas existentes en la región y generados por esa misma OTAN y por su insensato interés en avanzar sus fronteras hacia Moscú.

 

8. RUSIA ESTABA PREPARADA PARA UN CONFLICTO DE ESTE TIPO,
EUROPA NO LO ESTABA
Y SIGUE SIN ESTARLO, NI PODRÁ ESTARLO.

Occidente no está preparado ni para éste ni para ningún conflicto que pueda suceder en el siglo XXI. La “razón de Estado” ha desaparecido de todas y cada una de las naciones europeas, y lo que es peor, jamás ha existido ni se le espera, en la UE. Después de haber renunciado a su defensa nacional, tras haber hipotecado su seguridad al Pentágono, a través de la OTAN, tras negarse a disolver la “alianza” en 1989 tras la caída del Muro de Berlín, cuando se quedó sin enemigo, las naciones occidentales, dirigidas por una clase política indigente en términos de proyectos y proyecciones de futuro, ávidas solamente de mantener en sus manos los recursos del poder el mayor tiempo posible, y servir a los “señores del dinero”, con unos pueblos anestesiados y atemorizados cada vez que estalla una crisis, tienen la creencia de que “los EEUU nos protegen”. Olvidan que nadie en el mundo real, da algo a cambio de nada. Esa protección viene a cambio de una sumisión feudal.

Podría asumirse incluso el liderazgo de un país provisto de un noble ideal y de unos objetivos ambiciosos y con capacidad para llevarlos a la práctica. No sería la primera vez en la Historia de Europa que los pueblos se ponen detrás de aquel que, en cada momento, de su historia ha estado en mejores condiciones para defender los intereses comunes. Lo hemos visto desde las guerras de las ciudades griegas contra Asia, en el caso del Imperio Romano, cuando, galos, hispanos, y otros pueblos aceptaron la hegemonía de Roma y Roma tuvo la generosidad de integrarnos. Lo volvimos a ver en la Edad Media, etc, etc. Pero el problema que existe hoy es la pobreza de ideales y objetivos de los EEUU y el hecho de que, en este país, ya no se defiende ni siquiera su hegemonía como nación, sino los intereses de sus élites dirigentes: los “señores del dinero”, las viejas dinastías económicas, los gigantescos fondos de inversión… Y los intereses de estos grupos, ni son los nuestros, ni siquiera son los que podrían satisfacer a la ciudadanía de su propio país.

La situación no es nueva y se hizo perceptible en los años 50, incluso cuando en la ceremonia del final de la presidente de Eisenhower, éste aludió a los “intereses del complejo militar-industrial”. Hoy, esos intereses están mucho más presentes de lo que estaban entonces y nada escapa en aquel país a su control. Son poderes que exigen sumisión total, fidelidad a todas sus directrices, sin excusas, sin dilaciones. Eso, o decretan la muerte política de un candidato, de una figura público, o incluso de un proyecto empresarial. Las décadas en las que EEUU (y, por extensión, todo Occidente) han vivido una situación así, ha operado un debilitamiento general de sus sociedades. Desde Vietnam, el talón de Aquiles del militarismo norteamericano y lo que frena sus ansias de intervención imperialista en todo el mundo, es que la visión de féretros y bolsas de plástico conteniendo cadáveres de sus soldados, es algo que la sociedad de los EEUU no puede soportar: se ha demostrado en Vietnam, se ha demostrado en Irak, se demostró en Afganistán… Por eso EEUU no está en condiciones ni de “proteger”, ni de “ayudar militarmente” a nadie y mucho menos a una Europa de la que solamente desea que ponga el tablero en el que se libraría una eventual Tercera Guerra Mundial, en la que, el único interés de los EEUU sería participar en el negocio armamentístico y en el de la reconstrucción posterior, pero no en el conflicto, si ello implicaba perder soldados. Esto -que es una constante de la política americana y explica por sí mismo los bombardeos de terror a los que fue sometida la ciudadanía alemana durante la Segunda Guerra Mundial o los ataques con misiles, artillería de acorazados, raids aéreos a distancia, contra Yugoslavia, contra Iraq, contra Afganistán y los estudios por librar una “guerra asimétrica” con “cero bajas”, en las que sea el enemigo el único que las sufra. EEUU ni está en condiciones de participar en otra cosa que no sea en provocar el que otros países se enfrenten entre sí para extraer el mayor beneficio. Eso es todo. Por eso decimos: ni EEUU, ni la UE están preparados para una guerra contra Rusia, ni siquiera para un pequeño conflicto armado (contra de España contra Marruecos, por ejemplo).

En cambio, la Rusia de Putin se ha rearmado en los últimos 15 años, se ha preparado para defender sus intereses y ha preparado a su población, a sus fuerzas armadas y a su economía para hacerlo. Y lo ha hecho ante la certidumbre -imposible de desmentir- de que los EEUU, tras la caída del Muro de Berlín, tras los acuerdos firmados por Gorbachov con los países occidentales- intentaban arrinconar cada vez más a Rusia, adelantando más y más las líneas de la OTAN en dirección a Moscú. ¿Cómo pensar que, antes o después, un país reconstruido después de la catástrofe que supuso la llegada de Boris Eltsin al poder, iba a dejarse avasallar indefinidamente por la OTAN que, por lo demás, había mostrado escasa “pegada” en los conflictos coloniales en los que se embarcaron los EEUU durante la “era Bush”?

Rusia, en cambio, está más que preparada. Era perfectamente consciente de que la única arma de la que podía disponer la OTAN, eran las sanciones económicas. Así que, desde hace ocho años, su economía se está preparando para responder. Rusia sabe perfectamente que los países europeos no podrán soportar durante mucho tiempo la inflación y la escasez, sabe que la dependencia energética de Europa convierte a los EEUU en un proveedor caro y lejano y que los resentimientos hacia EEUU irán aumentando en Europa, por mucho que el “imperio de la mentira” (tal como Putin ha calificado a la presidencia de los EEUU y a los grupos de presión, empezando por el Foro Económico Mundial, que constituyen los verdaderos gobiernos de los “países democráticos y liberales”) traten de desviar los hechos reales y responsabilizar a Putin de este conflicto y de las consecuencias que han derivado para Europa.

Rusia sabe que, las “redes sociales”, resultan imposibles de controlar y que, a pesar de los intentos y de la intoxicación acometida por “influencers”, lo cierto es que, a diferencia de los medios convencionales, ahí existen distintas opiniones y, a medida que la escasez y la inflación se vayan apoderando de Europa, los gobiernos europeos afrontarán la terrible decisión de entrar en conflicto con quienes les han llevado a esta situación, no por convicción, ni como gesto de sinceridad, sino porque de persistir en las sanciones, terminarán dando más y más argumentos a opciones “populistas”, arriesgándose a que den nuevos zarpazos electorales.

Por eso, en estos días pueden apreciarse la aparición de distintas posiciones en el seno de los países de la OTAN: mientras los EEUU tratan por todos los medios que el conflicto se enquiste y que se prolongue lo más posible, los estamos europeos tratan de que sea lo más breve posible y de sentar a las partes en la mesa de negociaciones. Rusia, de momento, ya ha ganado: la UE ha declarado que rechazaba la petición de adhesión de Ucrania y el propio Zelensky, por su parte, ha aceptado no entrar en la OTAN…

Por otra parte, contrariamente a lo que sostienen los medios de comunicación occidentales, Rusia se ha preparado para este conflicto con tres medidas: comprando reservas de oro en los último ocho años (algo que China lleva haciendo desde hace 15); acumulando criptomonedas y preparándose para lanzar una criptomoneda esponsorizada por la propia Federación Rusa; y, finalmente, mejorando sus relaciones con China, con la que, en este momento, forma una alianza tácita. Todo esto juega a favor de la posición rusa y le permitirá: por una parte, esquivar en buena medida las sanciones económicas, seguir realizando pagos avalados por el oro y en criptomonedas canjeables en divisas convencionales.

Es, pues, Europa la que se debe preocupar: las sanciones, unidas a los procesos inflacionistas y al descontento creciente de la ciudadanía, pueden operar cambios radicales en el panorama político europeo y servir de acicate y trampolín para el desarrollo de fuerzas opuestas al Foro Económico Mundial y a sus títeres, pueden arruinar el proyecto descrito en la “Agenda 2030” y hacer volver a la casilla de partida a las fuerzas políticas hoy en el poder en los distintos países de Europa Occidental, con la destrucción de la socialdemocracia, la principal fuerza sin la cual el Foro Económico Mundial no podría imponer sus designios: “transición energética”, “disminución de las emisiones de CO2”, “igualdad”, “mestizaje cultural”, “inmigración”, “derechos LGTBIQ+”, “cambio climático”, y demás cortinas de humo, verdadera coberturas para no ver que todo ello tiende: 1) a la pérdida de todo tipo de identidades, 2) a la fragmentación y neutralización del tablero social, 3) al alarmismo (otro rostro del miedo) que genera la renuncia de derechos y libertades, para que el Estado solucione tales problemas.

A pesar de que en el interior de Rusia también actúan fuerzas al servicio del Foro Económico Mundial, lo cierto es que allí se encuentran todavía en situación de inferioridad estratégica, arrinconadas por el proceso de reconstrucción de Rusia abordado por Vladimir Putin.

 

9. EL CONFLICTO EN UCRANIA ES EL NUEVO ESPECTÁCULO
QUE OFRECEN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN TRAS EL COVID: 
LA SIEMBRA DEL MIEDO.

El Foro Económico Mundial, en 2019 temía un proceso inflacionista generalizado: es decir, una devaluación del dinero. En efecto, para paliar los efectos de la crisis de 2007-2011, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal de los EEUU apostaron por imprimir papel moneda. Así pudieron afrontar la crisis bancaria, lanzar una política parecida a la del “new deal” de Roosevelt en los años 30 (que fracasó y condujo directamente a la Segunda Guerra Mundial), lanzar planes de inversiones públicas que deberían generar empleo (y que, sobre todo, compensaron a las dinastías financieras y a los “señores del dinero” por las pérdidas sufridas durante la primera fase de la crisis), y, sobre todo, comprar la paz social subsidiando a los grupos más afectados por la crisis. Los tipos de interés se bajaron hasta cero puntos. El resultado después de 10 años de esa política, en 2019, fue la previsión de una espiral inflacionista. Lo que obligaría a retirar estímulos para la inversión, limitar las ayudas sociales y subir los tipos de interés.

Sin embargo, el Covid vino en ayuda de los “señores del dinero” y, al margen de lo que podamos pensar sobre su origen y sobre sus efectos sanitarios, lo cierto es que, lo desproporcionado de las medidas con las que se afrontó, generaron un retraimiento del consumo (el confinamiento en el hogar restaba una parte sustancial al consumo y al dinero dedicado al ocio), lo que tuvo como efecto inmediato, una contención de la inflación. Durante dos años, la humanidad y, especialmente, el mundo occidental, vivió una verdadera psicosis del miedo que se ha prolongado hasta principios de enero de 2022, cuando ya era evidente que no podía prolongarse más la situación: la “variante Ómicron”, que desde el principio se sabía que no pasaba de ser algo parecido a un proceso gripal (ayer se reconoció como tal) que solamente podía tener efectos demoledores en naturalezas débiles o ya afectadas por enfermedades preexistentes, fue el canto del cisne del Covid y de la histeria vacunadora (la “tercera dosis” fracasó por completo, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos por promover campañas masivas de vacunación).

Durante dos años, Occidente ha vivido bajo la presión del miedo al virus, a sus efectos, al contagio y a la muerte… y eso, paradójicamente, ha supuesto para los “señores del dinero”, dos años en los que la inflación ha estado controlada y se han mantenido los estímulos a la inversión. Pero el fin de la pandemia, ha generado un brusco aumento del consumo. En el momento de escribir estas líneas, volvemos a vivir una fiebre inflacionista que, sin embargo, ha encontrado otro freno “providencial”: el conflicto ucraniano.

Como por arte de magia, una vez entró en declive el caso de la “variante Ómicron”, bruscamente, apareció en escena la crisis ucraniana y esta opera sobre la economía de manera diferente: obliga, desde luego, a subir los tipos de interés (la Reserva Federal ha anunciado tres subidas a lo largo de 2022, de las que una ya se ha producido). Después de haber ejercido como “capitán araña”, la OTAN, el gobierno de los EEUU y la UE, han optado por dejar sola a Ucrania, tras haber instigado a un país a enfrentarse con su vecino, han amagado la mano y se han limitado, prudentemente, a imponer solamente sanciones económicas a Rusia.

Estas sanciones generarán un inevitable aumento del precio de la energía. Ahora bien, ese aumento solamente se debe en parte al conflicto de Ucrania y a las sanciones, pero el inicio de las subidas de precio de la energía es muy anterior y se debe a factores múltiples, entre otros, la famosa “transición energética” tan cacareada por la Agenda 2030 y que ni siquiera es capaz de haber previsto.

Gobiernos títeres del Foro Económico Mundial, como el español, han esperado al momento culminante de la crisis ucraniana para desencadenar un cambio en la política exterior en relación al Sáhara, que, en la práctica, implica un empeoramiento de las relaciones con Argelia, una paletada más de leña al conflicto atávico que este país mantiene con Marruecos y que hace peligrar, también por el sur, el suministro de gas natural a España. Y, entonces el presidente del gobierno ha proclamado que no debemos alarmarnos, que España está comprando gas natural ¡a Estados Unidos! Trasportado licuado en grandes petroleros y que, incluso -oh maravilla, de maravillas- España bombeará parte de ese gas hacia Marruecos, a través del gaseoducto de trazado absurdo construido durante el felipismo que trae el gas natural de Argelia a España… ¡a través de Marruecos!, países que, ya en el momento de aprobarse ese trazado llevan desde su independencia enfrentados. Ese gaseoducto lleva cuatro meses sin operar a causa, precisamente, de las tensiones sobre el Sáhara. Así pues, el principal efecto, tanto de la crisis ucraniana como de la crisis del Sáhara, es que España ha cambiado de proveedor y los EEUU se erigen, prácticamente, como el principal suministrador de gas a nuestro país ¡a pesar de que es un 40% más caro que el ruso o el argelino! Se entiende perfectamente quien es el propietario de la correa que Pedro Sánchez tiene en el cuello.

La mala fe del gobierno español, estriba en que, desde el primer momento en el que se desató la crisis de ucraniana, ha anunciado que “Rusia es culpable de la subida de la factura energética” ¡que venía subiendo desde el verano!

En realidad, dado el nivel de impuestos que gravan el consumo de energía, el gobierno español hubiera podido eliminar desde el principio los efectos de cualquier conflicto, o paliar -hasta hacerlo desaparecer- las oscilaciones en el precio del combustible, simplemente, rebajando impuestos.

La gasolina que cada día colocamos, solamente cuesta el 33% de lo que pagamos por ella. El resto, hasta el 67% ¡son distintos impuestos! IVA e Impuesto sobre Hidrocarburos. Lo más siniestro y grotesco es que, incluso el IVA, no se aplica sobre precio base del carburante, sino sobre el precio base más otros impuestos, vulnerando cualquier criterio de ortodoxia fiscal y sentido común. Se trata del más formidable paquete de impuestos que exista en España, del que se beneficia el Estado y las Comunidades Autónomas, que reciben directamente. Pero lo más indignante es que éstas últimas reciben el 58% de la recaudación total. Lo que no dilapida el Estado, lo dilapidan las Comunidades Autónomas. De ahí que no sea fácil bajar el impuesto: ni unos ni otros quieren dejar de ver aumentado su presupuesto con las consiguientes comisiones que implica…

Para todas las partes, por tanto, lo importante es que el ciudadano siga pagando y, sobre todo, que pague creyendo que “el dictador comunista Putin” es el causante del aumento del precio del carburante. En realidad, es la mala gestión, la absoluta inconsciencia de los gobiernos occidentales, la falta de previsión, unido a la deuda pública de los Estados y a las medidas para paliar la crisis de 2007-2011, el verdadero responsable de lo que está ocurriendo y que está paralizando al país.

Lo importante para el Foro Económico Mundial es que el ciudadano no piense, que vote y crea que los Estados velan por él. Y no es así. Es justo lo contrario: los Estados esquilman al ciudadano al estar gestionados por desaprensivos, incompetentes, aventureros y psicópatas. Esa clase política solamente lograr controlar a la opinión pública mediante dos instrumentos: la subvención sistemática a medios de comunicación (lo que explica el que todos tengan la misma opinión sobre los asuntos esenciales) y la difusión del miedo: anteayer a causa del “terrorismo internacional”, luego de la “crisis económica” de 2007-2011, previsible y evitable, pero ante la que nadie hizo nada- ayer agitando el asunto del Covid y hoy con el conflicto ucraniano. El miedo impide pensar, el miedo impide ver la fuente de los problemas, el miedo desvía la atención y el “ministerio de la verdad” se preocupa para presentar a los culpables de las crisis como “santos” y al que ha dicho ¡basta!, como “dictadores asesinos”.

Quizás ahora se entienda mejor porque nulidades como Zelensky, Justin Trudeau o Pedro Sánchez, pontifican sobre los derechos humanos y las libertades, mientras en sus países respectivos, han desencadenado crisis destructoras en las que los “señores del dinero” y sus más devotos súbditos y virreyes son los únicos que nunca pierden.

martes, 22 de marzo de 2022

10 TESIS SOBRE EL CONFLICTO UCRANIANO (2 de 3)


4. LA RUSIA DEL SIGLO XXI NO TIENE NADA QUE VER
CON LA URSS DE STALIN Y SOLAMENTE EL “EJE DE LA MENTIRA”
INTENTA DEMOSTRAR QUE PERTENECE AL “EJE DEL MAL”.

El argumento preferido por la derecha en todo este conflicto ha sido: “Putin es el nuevo Stalin”. No ha faltado quien haya sostenido que Putin es “comunista” y que nada ha cambiado en Rusia desde los tiempos del estalinismo, ni la perestoika, ni la glasnost, ni la transformación de la URSS en Federación Rusa, nada de todo esto es real, solo maquillajes que encubren el hecho de que Rusia sigue siendo “una dictadura comunista”. ¿La prueba? Que Unidas Podemos se ha declarado contra la OTAN… Dejando aparte que, la posición de los restos de Unidas Podemos se corresponde al antiguo dicho español de “querer estar en misa y repicando”, lo que llevado a los términos de este grupo implica “querer gozar de las mieles del poder, pero no renunciar al gustazo de llevar la pancarta”, lo cierto es que, a estas alturas, considerar alguna toma de posición de este grupo como “seria y meditada” constituye el más craso error de apreciación. Unidas Podemos ya no representa a nadie más que a un grupo de funcionarios contratados y paniaguados de distintas ONGs que están rebañando fondos del Estado antes de desaparecer para siempre.

Pero no, ni Putin es comunista, ni el estalinismo sigue gobernando en Rusia, ni siquiera, contrariamente a lo que algunos tienen tendencia a pensar, existe un expansionismo soviético por razones geopolíticas trasferido a la Federación Rusa. De hecho, hay algo históricamente erróneo en todas estas concepciones. Lenin especialmente, pensaba que la misión histórica de la URSS consistía en exportar el comunismo a todo el mundo. Ya, en época de Lenin, la Tercera Internacional, se convirtió en un instrumento de la política soviética. Pero Lenin, todavía, aspiraba a que la “revolución proletaria” se extendiera a todo el mundo y la URSS fuera el faro mundial de ese movimiento. Stalin, mucho más realista, se limitó a transformar a la Internacional en un auxiliar para su política exterior y para su objetivo, “la construcción del socialismo en un solo país” (la URSS). Por eso sacrificó al partido comunista alemán en 1933, pensando que sería posible un entendimiento entre la URSS y el Tercer Reich y, por eso mismo, cambió la orientación de la Internacional en 1934, al percibir las dificultades de esta política, orientándose hacia una colaboración con los socialistas en los Frentes Populares (con el ánimo de trazar una alianza franco-soviética frente al Reich. Y así sucesivamente. Obviamente, en 1945, tras los acuerdos de Yalta, la URSS obtuvo todo lo que pretendió y la Internacional resultaba más una carga que un auxiliar (aún así, Moscú siguió teledirigiendo a los partidos comunistas por medio de subsidios y de “conferencias de partidos comunistas” en donde no había duda quién dirigía y quién obedecía).

Pero en 1989, con la caída del Muro de Berlín y en los meses siguientes con la caída del régimen de Ceaucescu en Rumania, se interrumpió el flujo de ayuda a los partidos comunistas de Europa Occidental. Si bien Gorbachov seguía siendo “comunista”, Eltsin ya no lo era y Putin no volvió a repetir ningún dogma, ni a difundir en la sociedad ningún mandato ni principio marxista. El Partido Comunista ruso siguió existiendo, pero, en absoluto como fuerza hegemónica y que marcaba los ritmos.

Así mismo, también cambió la política exterior y los principios geopolíticos. Rusia renunció al establecimiento de bases militares fuera de su “área geopolítica”. Putin no ha manifestado la más mínima reivindicación por regresar al estatus de Yalta (Europa dividida en dos zonas de influencia), ni tampoco a progresar su penetración en Asia hacia el Sur en dirección a los “mares cálidos”. ¿Para qué hacer todo eso? La Rusia de hoy está interesada en un orden mundial sostenido sobre distintas “patas” y, por supuesto, rechaza, como cualquier gobierno razonable haría, un “nuevo orden mundial” basado en el predominio estadounidense considerado como “única potencia mundial”… entre otras cosas porque no es un poder “político”, sino solamente el poder de los centros de decisión económicos, hoy agrupados en el Foro Económico Mundial y que hacen de la Agenda 2030 su programa de gobierno… para los gobiernos títeres.

Rusia está mucho más interesada en una cooperación económica con los gobiernos de Europa que por un proyecto “eurasista”. De hecho, sabe, que tal cooperación puede ser benéfica para las dos partes y que, se tarde lo que se tarde en establecerla (y se tardará todo el tiempo que tarden los EEUU en entrar en colapso interior por sus problemas políticos, por su situación social, por su deuda exterior, por las contradicciones entre las distintas zonas del país y por la lucha a muerte entre grupos de intereses contradictorios), es inevitable, razonable y necesaria.

Ahora bien, Putin tiene razón en considerar a la OTAN como el “eje de la mentira”. A diferencia del período estalinista y del neo-estalinismo que se prolongó hasta el final de la “era Breznev”, no hay absolutamente ni una sola prueba de que Rusia “amenace” los intereses europeos, ni siquiera que muestra la intención de convertir a Europa en “zona de influencia”. No hay que confundir un “eurasismo” de cooperación entre los distintos polos que forman este amplio territorio geopolítico (China Europa, Irán, India), lo que alejaría el fantasma de guerras y de agresiones mutuas, con el quimérico “eurasismo” que ve en este espacio a una potencia hegemónica, la única capaz de derrotar al “eje de la mentira” (la OTAN y su gran titiritero el Pentágono). Las contradicciones, las diferencias culturales, étnicas y antropológicas, los intereses económicos, impiden considerar a “Eurasia” como un todo y apostar por una política única, anti-norteamericana, para todo ese espacio. Política que puede coincidir con la sostenida por nacionalistas rusos, atraídos por la idea de “Imperium”, que intentan racionalizar puntos de vista románticos, pero no por políticos realistas como Putin.


5. LOS GOBIERNOS EUROPEOS UTILIZARÁN EL CONFLICTO UCRANIANO
PARA JUSTIFICAR LA CAÓTICA SITUACIÓN DE SUS ECONOMÍAS
Y LA IMPOSIBILIDAD DE ENDEREZARLAS.

La prensa de hoy trae una noticia que, en las actuales circunstancias, puede ser considerada casi como una broma: la UE aprueba su “plan de defensa” capaz de movilizar 5.000 soldados… tal es el límite máximo al que puede llegar esta institución en el siglo XXI: El que un continente de 600 millones de habitantes, solamente pueda disponer de un “ejército común” de 5.000 soldados es, por sí mismo, muestra de los límites de la UE. Casi un chiste irrelevante, poco o nada meditado. Una iniciativa así, ni siquiera puede tener capacidad para elaborar una “doctrina militar” propia, un principio estratégico que le dé coherencia, salvo la de llevar bocadillos a zonas en conflictos o desfilar en tiempos de paz, tras las banderas de los veintitantos países de la UE… Cero.

La Europa que quedó destruida en 1945, renunció a su propia defensa, rebajó sus presupuestos de defensa, para poder afrontar su reconstrucción y, cuando esta se hubo consumado, la OTAN ya garantizaba la “defensa de Europa occidental”, al menos sobre el papel, así que los gobiernos occidentales, ni siquiera contemplaron la posibilidad de una industria armamentística fuerte que, además de surtir a los propios arsenales, pudiera convertirse en materia de exportación. Se exporta sí, pero material táctico, y, salvo el proyecto de caza europeo, Europa está casi completamente ausente en la exportación de material bélico de carácter estratégico.

A esto se unió la acción deletérea de pacifistas y ecologistas. Es cierto que, hasta 1989, estos sectores estaban artificialmente alimentados con subsidios procedentes de la URSS, pero también es cierto que, cuando estos cesaron, ya se había implantado en todo el continente europeo una cultura “antimilitarista” que no permitía el aumento de los presupuestos de defensa. A la clase política no le importó lo más mínimo: mejor, pensaron, así podemos gastar en otras partidas y, por lo demás, los EEUU siguen siendo el paraguas protector. Las experiencias de Vietnam o de Afganistán, con retiradas ignominiosas y desordenadas, debió impulsar una meditación sobre si las “garantías” ofrecidas por los EEUU eran reales, o simplemente, su interés consistía en estar seguros de que todas las guerras que se desarrollarían serían fuera y lejos del territorio norteamericano.

Y esto ha llevado a la situación actual: Europa carece de una política de defensa, la ha subrogado a la de los EEUU. La contrapartida es que, cuando desde el Pentágono, se toca la corneta para formar, todos los “aliados” deben acudir a la voz de ya, sin excusa posible. Actitud propia, no del “aliado”, sino del “vasallo”.

Pero, el gran problema de los gobiernos de Europa Occidental es que su situación se está convirtiendo en más y más insostenible: el “gran reseteo” del que se viene hablando desde hace dos años, no es mas que un intento de acelerar la irreversibilidad del “nuevo orden mundial”, a la vista de que las resistencias son cada vez mayores y pueden obtener éxitos parciales que pueden retrasar la marcha de la Agenda 2030.

En una civilización en la que la única medida de satisfacción es la material, los gobiernos se mantienen o caen a condición de que garanticen niveles aceptables de consumo, presión fiscal que no sea excesiva y que reporte servicios perceptibles al ciudadano y niveles asistenciales cada vez mas extendidos. La población quiere un “estado del bienestar” y aspira a que el gasto público se oriente en esa dirección. Pero hay dos elementos que están en contra de esta tendencia: por una parte, la creación de una aparato burocrático-estatal cada vez más denso (y, más ineficiente) con unas redes clientelares a mantener, unas políticas que precisan de subsidios, una clase política (con todo lo que implica de “asesores”, “gabinetes de estudios”, etc.) cada vez más rapaz e incapaz desde el punto de vista técnico de gestionar el Estado (e interesada solamente en gestionar sus propios intereses derivados de su control sobre el Estado); y de otra parte, las necesidades del capital de rendir intereses.

Este triángulo maldito (ciudadanos – burocracia estatal / partidos políticos – gestores del capital) obliga a que el primer término -los ciudadanos- carguen a sus espaldas con el mantenimiento de todo lo demás a través de la fiscalidad y del consumo. Para mantener la paz social, desde la crisis de 2007-2011, los Estados optaron por poner más y más dinero en circulación y subvencionar a cada vez más sectores y actividades: el resultado ha sido que, a partir de 2019, ya se percibió un incremento de la inflación. Durante los dos años siguientes, 2020 y 2021, esta inflación fue controlada frenándose radicalmente el consumo, mediante las medidas adoptadas para afrontar el Covid: los confinamientos y las restricciones detuvieron radicalmente el consumo y estimularon el ahorro, lo que tuvo como efecto inmediato el que la inflación pudiera detenerse durante ese tiempo. Pero, ante la imposibilidad de mantener más la tensión en torno a la pandemia, relajadas las medidas, se produjo en el inicio de 2022, un aumento de la inflación espectacular que solamente puede frenarse mediante alzas en los tipos de interés y… mediante el estallido de crisis internacionales que tengan como consecuencia una nueva merma en el consumo. Ucrania, por ejemplo.

Pero las alzas en los tipos de interés, no solamente frenarán la inflación, sino que harán aumentar el paro, detendrán la inversión y harán inviable el actual modelo de Estado. La tendencia viene observándose desde la crisis de finales del milenio, cuando empezaron a aparecer en toda Europa partidos de carácter “populista” que, en mayor o menor medida, diagnosticaban bien los males, aunque no estaban en condiciones de dar respuesta satisfactoria a los mismos. Los impulsores del “nuevo orden mundial”, del “gran reseteo”, de la “Agenda 2030”, ahora, tiene prisa por marchar hacia sus objetivos: saben que la situación de todos los gobiernos de Europa Occidental es delicada y el continente puede entrar en una situación de inestabilidad política permanente. Por eso tienen prisa en crear “falsos objetivos” (cambio climático, transición energética, igualdad, mestizaje, derechos LGTBI+…), capaces de generar polémicas inútiles que permiten tranquilamente -como ya ha ocurrido en Canadá con la huelga de camioneros y ya ocurrió en los EEUU con la Acta Patriótica de 2001- aplicar medidas liberticidas a partir de las cuales, la disidencia (incluso del pensamiento) será absolutamente imposible.

Con la guerra de Ucrania, por ejemplo, se ha demostrado la incapacidad de la UE para defender sus propios intereses. Si los gobiernos europeos hubieran contemplado esta posibilidad, jamás se les habría ocurrido invitar a este país a que se integrara en la UE (sabiendo que esto implica necesariamente -véase el caso de España- su integración en la OTAN. Si los gobiernos europeos fueran conscientes de sus intereses, jamás hubieran aceptado aplicar medidas contra Rusia que pudieran afectar al suministro energético procedente de ese país y nunca hubiera permitido el desmantelamiento de las plantas de producción de energía nuclear, desmantelamiento que, en si mismo, supone una renuncia a la independencia energética de Europa.

La falta de talla política de gobiernos como el español, han evidenciado la estrategia de comunicación utilizada desde que se inició la crisis de Ucrania: culpar a Rusia y a su “agresión a un país indefenso con el resultado de muertes y sufrimientos por parte de la población indefensa” para justificar su imprevisión en materia energética, su falta de visión de futuro y de cuantificación de las necesidades de consumo y las posibilidades de satisfacerlo por parte de las “energías renovables” y su negativa a reconocer la realidad: que el consumo de petróleo es el “modelo energético” histórico de los EEUU, el consumo de gas el modelo ruso y el modelo europeo debería ser la energía nuclear mientras no se esté en condiciones de generar energía de fusión.

Pero el conflicto ucraniano no lo explica todo y, ni siquiera es capaz de explicar, por qué hoy se está comprando gas natural a los EEUU a un precio 40% más caro que el comprado a Rusia o porque, justo en el momento más grave de la crisis energética generada por el conflicto ucraniano, el gobierno español elige para cambiar su postura ante la cuestión del Sahara, apoyando a Marruecos, rompiendo en la práctica las relaciones con el que hasta ayer era nuestro principal proveedor en materia de gas, Argelia, y de paso, aumentando las tensiones entre estos dos países.

6. EL CULPABLE DE UN CONFLICTO ES EL QUE GENERA SUS CAUSAS
Y EL CULPABLE DE LA CRISIS UCRANIANA 
ES EL DESEO DEL PENTÁGONO DE DESAFIAR A RUSIA.

Es cierto que las tropas rusas están realizando una “operación de castigo”, mucho más que una “invasión” de Ucrania. Esta operación de castigo tiene tres objetivos: garantizar la seguridad de las dos repúblicas que optaron por escindirse de Ucrania, el Donestk y Luganks, garantizar al seguridad de Crimea y el acceso a este territorio, innegablemente ruso, y, finalmente, destruir y alejar de las fronteras rusas a los efectivos militares ucranianos. En su conjunto, la operación tiene un objetivo estratégico final: conseguir que Ucrania dé marcha atrás y abandone sus pretensiones de integrarse en la OTAN o, lo que es lo mismo, ser socio de la UE.

Ya hemos explicado el porqué de esta legítima aspiración. Sin embargo, la tendencia “políticamente correcta” en Europa es que, un país, aunque tenga razón, la pierde al utilizar la fuerza. Y esto es lo que se reprocha en Europa Occidental a Putin: el haber atacado primero. Comparándose su acción con el ataque a Polonia realizado por el Tercer Reich en septiembre de 1939. Dejando aparte que aquel ataque fue una “guerra relámpago” y no una “operación de castigo” como es la emprendida por el ejército ruso, cabe decir que, en ambos conflictos existió un paralelismo que la “memoria histórica” aliada de la “corrección política” oculta por todos los medios.

En efecto, en 1939, la guerra fue inevitable por tres razones: las necesidades que el presidente Roosevelt tenia de que estallara un conflicto en Europa que pusiera en marcha las fábricas en los EEUU, tras el fracaso de su política del “new deal”; el nacionalismo polaco de carácter imperialista que oprimía a 5.000.000 de germano-parlantes que vivían en su territorio después de los ignominiosos acuerdos de Versalles; y, finalmente, la política tradicional británica de impedir que en Europa existiera una potencia hegemónica. Frente a estos argumentos, todo lo demás es irrelevante y pasa a segundo plano: lo cierto es que, en 1939, el nacionalismo polaco estaba asesinando a ciudadanos germano-parlante que vivían en su territorio, intentaba asfixiar la vida de la Ciudad Libre de Danzig (que pretendía anexionarse), alemana en un 95%, y, en la creencia de que los aliados franco-británicos estarían en condiciones de apoyarla, se sentía fuerte hasta el punto de mantener contenciosos territoriales con todos los países vecinos.

Cámbiese hoy Danzig por Crimea, los territorios alemanes entregados por Versalles a Polonia por las Repúblicas del Donestk y Luganks, la parálisis de la economía norteamericana en 1929-39 por el proceso inflacionista, la deslocalización empresarial, la deuda de los EEUU, y se tendrá una situación absolutamente paralela.

Si abandonamos las ideas que constituyen la “versión oficial” sobre el conflicto de 1939-45 y realizamos un ejercicio de memoria histórica sin prejuicios ni apriorismos, sin las falsas imágenes transmitidas por los vencedores de 1945, lo que nos queda es una Alemania que, por su peso demográfico e industrial se hubiera convertido en el polo de agregación de Europa en el marco del “nuevo orden europeo” (que hubiera sido un “orden” alemán), sin necesidad de una guerra de conquista, sino simplemente por su propio peso específico que hubiera generado un “efecto gravitacional” en torno suyo por parte de los países europeos. Por lo mismo, Rusia, hoy, no tiene necesidad de un conflicto con Ucrania, ni mucho menos con Europa, en la medida en que le interesa mucho más garantizar, en primer lugar, su seguridad, y en segundo lugar su provisión de gas a Europa y relaciones económicas fluidas, mucho más que una guerra contra la OTAN.

De la misma forma que es importante establecer quién fue el verdadero motor que llevó a la Segunda Guerra Mundial y qué proporción puede atribuirse a cada parte, es imprescindible reconocer que en el caso del conflicto ucraniano, Rusia fue llevada a una situación sin salida en la que debía de callar y aceptar la sumisión que implicaba colocar misiles nuclear en sus fronteras, o responder con una “operación de castigo” que desmotivara a Zelensky de seguir por esa vía. Por eso, Rusia ni ha entrado en Karkov, ni en Minks, ni en ninguna otra ciudad y se está limitando a destruir infraestructuras y defensas militares. ¿Acaso la OTAN no hizo otro tanto durante un mes en Serbia en 1999 sin justificación posible y solamente por el hecho de que se trataba de un país amigo de Rusia?

Determinar quien es el responsable de una guerra es importante: porque es a él a quien deben atribuirse todas las responsabilidad y masacres que luego, inevitablemente, se cometen en todo conflicto armado. Y el verdadero responsable nunca es el que disparó el primer tiro, sino aquel que hizo imposible el llegar a un acuerdo, el que mantuvo una política intervencionista para demostrar hasta qué punto, la otra parte, aguantaba el desafío o bajaba la guardia y demostraba debilidad. Si hay un responsable de esta guerra ha sido la OTAN y su centro de decisión, que no está en Europa, sino en el Pentágono: y es a estas instituciones a las que hay que cargar la responsabilidad de todo el dolor, los muertos, las destrucciones y las masacres que se han cometido y que se van a cometer.

lunes, 21 de marzo de 2022

10 TESIS SOBRE EL CONFLICTO UCRANIANO (1 de 3)

 

1. LO QUE SE DIRIME EN UCRANIA
NO SON LAS “LIBERTADES UCRANIANAS”,
SINO EL DESTINO DEL “NUEVO ORDEN MUNDIAL”.

Se equivoca el que piense que en el conflicto ucraniano los “derechos humanos”, “la democracia” o la “libertad de los pueblos” tienen algo que ver. Esos argumentos sirven solamente como argumentos emotivos para una opinión pública bombardeada constantemente por imágenes que afectan a sus sentimientos, pero que no tienen nada que ver con la realidad del conflicto.

Lo que está en juego en este conflicto, excede con mucho las fronteras ucranianas. El “nuevo orden mundial”, el “pensamiento único”, la “corrección política”, la ideología del “cambio climático”, de los “estudios de género” y del complejo LGTBIQ+, del veganismo, de la igualdad a ultranza y del mestizaje cultural, han encontrado resistencias en Europa, especialmente en países como Hungría, Chequia o Polonia, pero estos países son pequeños y débiles como para poder suponer un riesgo. El gran problema del “nuevo orden mundial” diseñado por el Foro Económico Mundial es que un gran país como Rusia, se constituya como baluarte y referencia contra todos estos principios. De ahí que haya sido necesario retar a Rusia, tratar de ponerla contra las cuerdas para vencer la gran resistencia al diseño político-económico-social diseñado por el centro de decisión del universo globalista-mundialista.

La situación generada décadas antes de la crisis de 2007-2011, caracterizada por una pérdida creciente del poder adquisitivo de la población, un aumento desmesurado de la deuda pública de los Estados y una tendencia a la financiarización de las economías occidentales, ha hecho que el proceso inflacionista ya no pueda contenerse más. Los dos años de restricciones por el Covid han favorecido la bajada del consumo y, consiguientemente, han ralentizado la inflación, pero en el momento en el que se han extinguido los riesgos, presuntos o reales, del Ómicron, la inflación ya no puede frenarse mediante confinamientos ni restricciones. De ahí que, tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo, tengan previstas subidas de los tipos de interés. Pero no está claro que estas medidas puedan contener el fenómeno y eso podría llevar a cambios políticos radicales en distintos países europeos que pueden registrar el ascenso de fuerzas políticas que escapan al control de los centros de decisión mundialistas. Porque el gran problema es la deuda de los estados (lo que implica necesariamente alzas fiscales) y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios (resultado de la inflación y que provoca descontento social) que pueden hacer estallar en cualquier momento, movimientos de protesta similares a los que han sacudido Canadá en el mes de febrero de 2022 con un mes de huelga general de camioneros o a los problemas registrados en Francia a lo largo de 2020-2021 con los “chalecos amarillos”.

El “nuevo orden mundial” tiene prisa por gobernar en todo el mundo sin enemigos. Y cualquier espectáculo político, sanitario, mediático, bélico, será utilizado para reforzar la posición del Foro Económico Mundial y de los gestores del neocapitalismo. La experiencia canadiense demuestra que, el nuevo orden mundial es consciente de que precisa nuevas un nuevo arsenal legislativo, para imponer leyes que restrinjan las libertades y pongan el poder en manos de la “élite” económica. Y se trata de aprobar estas leyes antes de que sobrevenga el colapso de la economía mundial a causa del binomio explosivo deuda-inflación.

Por eso la OTAN lanzó el órdago contra Rusia invitando a Ucrania a entrar en el club. El bienestar y las libertades de los ucranianos, les importan a los “señores del dinero” solamente en la medida en que apelar a estos valores les permite realizar una última ofensiva contra el régimen ruso. Si el presidente ruso Vladimir Putin no hubiera respondido a la escalada de provocaciones de la OTAN, políticamente estaría muerto y las fuerzas que también en el interior de Rusia, aunque todavía débiles en relación a la totalidad del poder, hubieran hecho peligrar el liderazgo de Putin y desactivar Rusia como foco de resistencia contra el “nuevo orden mundial”.

Por eso, no hay que dejarse impresionar por las imágenes que vemos desde hace dos semanas y que ni siquiera sabemos si nos auténticas, ni si las cifras de refugiados son las que dicen los medios y en qué dirección se producen.  Lo que está en juego no son las “libertades ucranianas”, sino algo mucho más importante: las posibilidades de aceleración o de ralentización de la lucha por implantar un nuevo orden mundial irreversible, para lo cual Rusia debe estar desactivada y sometida al mismo proceso de vasallaje que Europa.

 

2. LA OTAN SIGUE SIENDO
EL INSTRUMENTO DEL PENTÁGONO
PARA RECORDAR A LOS EUROPEOS QUIÉN GANÓ EN 1945.

La responsabilidad de la OTAN en este conflicto es patente. Una vez más, la OTAN ha tirado la piedra y escondido la mano. Inicialmente, la OTAN nació como respuesta oficial al “expansionismo soviético”, pero esto no es del todo cierto. Incluso en el período estalinista, la URSS limitó su expansión a lo acordado en la Conferencia de Yalta, esto es, a Europa Oriental. Se le puede achacar a la URSS, tratar de lograr una salida a los mares cálidos del sur, fomentar el comunismo como coadyuvante a su política exterior, pero se atuvo a los acuerdos de Yalta, lo que no impidió que en 1949 se constituyera la OTAN: “Occidente” quedó impresionado por el “golpe de Praga” de 1948, olvidando que un anciano enfermo terminal (Roosevelt) y un alcohólico empedernido (Churchill) habían entregado Europa del Este a Stalin.

Europa quedó arrasada durante la Segunda Guerra Mundial (una guerra que fue estimulada por el presidente Roosevelt y por la alta finanza internacional, que se había mostrado incapaz de superar la crisis iniciada en 1929 y de la que EEUU no salió hasta que se pusieron en marchas las fábricas con la nueva guerra). En 1945, Europa debía de dar prioridad a su reconstrucción y no estuvo en condiciones de asumir su propia defensa. Las naciones europeas subrogaron su defensa a la del único país que había resultado indemne en la guerra: los EEUU y que, de paso, había convertido la reconstrucción de Europa en un “big business”.

Pero el “peligro comunista” que había sido la excusa para que el Imperio alineara a sus vasallos en la OTAN y confirmara que una nueva guerra mundial volvería a tener a Europa como escenario, se desplomó en los años 80. Entre la revuelta de los astilleros de Danzig en diciembre de 1980 y la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, la URSS, víctima especialmente de la ineficacia de su sistema político, se hundió. En aquel momento, la OTAN perdió su razón de ser: una “alianza” sin enemigos no está justificada. EEUU y Rusia pactaron la reducción de cabezas nucleares. Pero, en lugar de esforzarse en mantener la paz, la OTAN, que, incluso hoy, no es nada más que la prolongación del imperialismo norteamericano y un instrumento de encuadramiento de sus vasallos, optó por extender sus líneas hacia el Este: a partir de 1997 se fueron incorporaron los antiguos países que formaron parte del “Pacto de Varsovia” en la OTAN: la República Checa, Hungría y Polonia en 1999, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia en 2004, Albania y Croacia en 2009, Montenegro en 2017… ¡y todo esto sin que hubiera el más mínimo signo de que Rusia intentaba expandirse por Europa! En ocasiones, la excusa esgrimida era tan estúpida como infantil: la incorporación de estos países se justificaba para afrontar la “amenaza nuclear iraní” y, más tarde, “la amenaza de Corea del Norte”…

Era inevitable que Rusia se sintiera amenazada porque cada vez más, las baterías de misiles nucleares estaban más cerca de sus fronteras y, consiguientemente, acortaban los tiempos de respuesta. Además, cuando en 1999, la OTAN bombardeó Serbia de manera absolutamente injustificable (Estado hermanado por lazos de sangre con Rusia), se puso de manifiesto la voluntad agresiva de esta alianza. Quedaba Ucrania. Pero en 2010, el presidente ucraniano Viktor Yanukovich afirmó que Ucrania no se incorporaría a la OTAN “en el futuro inmediato” y optó por “ser un Estado europeo no alineado”. Incluso el parlamento ucraniano votó contra la adhesión a la OTAN. A partir de aquí, Yanukovich firmó su sentencia: en 2014, tomando como excusa su negativa a pedir la adhesión a la Unión Europea, se desataron los extraños incidentes de la Plaza Maidan que derribaron al gobierno legal ucraniano y generaron la antesala de la situación actual. Las relaciones con la OTAN volvieron -como por ensalmo- a reavivarse y, finalmente, tras la llegada al poder de Volodimir Zlensky, un actor judío sin formación política, Ucrania manifestó su intención de pedir la adhesión a la OTAN y a la UE…

La distancia de Kiev a Moscú y la de Karkov a Moscú es, respectivamente, de  862 km y 750 km, lo que implica que un misil con cabeza nuclear, lanzado desde la frontera ucraniana, puede llegar a Moscú en ¡dos minutos! Obviamente, Moscú no podía aceptar eso. Putin lo expresó con claridad: “es como si nosotros pusiéramos mísiles en la frontera de Río Grande”.

Ha sido la constante e innecesaria expansión de la OTAN hacia el Este, lo que ha generado el conflicto en Ucrania, especialmente después de que un gobierno instalado por los instigadores de los sucesos en la plaza Maidan, situarán a un presidente títere de la OTAN en el palacio presidencial de Kiev. Ucrania era la “línea roja” que la OTAN no podía cruzar. Al hacerlo, al invitar a Zelensky a entrar en la alianza, selló su destino e hizo inevitable la guerra.

Rusia está luchando en estos momentos por su seguridad. Eso es todo. La OTAN, ha jugado a la ruleta rusa, mostrando su beligerancia y expandiéndose, oleada tras oleada, hacia el Este: hasta que, al cruzar la “línea roja”, ha recibido la respuesta decidida de Moscú: a pesar de las “sanciones”, a pesar de los “envíos de armas”, a pesar de las declaraciones de solidaridad, lo cierto es que Ucrania ha sido abandonada a su suerte. Los “capitanes araña” de la OTAN, los “armadores”, han entendido, finalmente, la barrera que no podían traspasar y han abandonado a su suerte al perro fiel cuyo acceso al poder facilitaron.

La OTAN es culpable de lo que está pasando en Ucrania y ahora es cuando los ucranianos que se sentían acompañados por “Occidente”, han entendido que están solos y que las irresponsabilidades geopolíticas se pagan caro.


3. EN EUROPA YA HAY UN VENCEDOR EN ESTE CONFLICTO:
WASHINGTON QUE SE OFRECE COMO
PROVEEDOR ENERGÉTICO DE EUROPA
.

Lo más vergonzoso de este conflicto, después de la provocación de la OTAN y de su marcha atrás, es la actitud de los gobiernos europeos que intentan “sacar pecho” y demostrar posturas de “fuerza”, cuando en realidad se han visto abocados a adoptar una posición que, incluso redundará en su propio futuro.

Los países de la Unión Europea no solamente no estaban preparados para este conflicto, sino que les ha sorprendido en el peor momento posible: a la salida de los dos años de Covid, cuando ya nada puede controlar la inflación que se adivinaba desde el 2019 y que solamente los confinamientos, con las consiguientes restricciones al consumo, habían conseguido detener momentáneamente. A esto se han sumado los aumentos de precio de la energía que, en España, se han visto todavía más agravados por el contencioso argelino-marroquí y por el aumento de la presión fiscal generada por la mala gestión de la cosa pública, la increíble deuda del Estado Español, las partidas presupuestarias habilitadas por el gobierno para satisfacer a sus electorados clientelares y conseguir apoyos parlamentarios y por ser uno de los gobiernos más obedientes a las directrices del Foro Económico Mundial en todo lo relativo a la Agenda 2030, con todo el esfuerzo presupuestario que implica.

Hoy todavía nadie ha preguntado a Felipe González, porqué durante su mandato se eligió como trazado para el gaseoducto que trae gas argelino a España, una ruta que pasaba por Marruecos, habida cuenta de que el conflicto del Sáhara convertía a estas dos naciones en enemigas con riesgo de que Marruecos interrumpiera el gaseoducto (como, de hecho, así ha ocurrido después de que el Polisario relanzara la guerra suicida con Marruecos desde territorio argelino). Para colmo los tópicos ecologistas y las prevenciones contra la energía nuclear y las imposiciones de la Agenda 2030, han convertido el déficit energético de España en irremediable.

La muestra indirecta de “buena voluntad” rusa y de su deseo de “coexistencia pacífica” se evidencia en el suministro de gas natural a Europa. Así mismo, la duplicidad y el chantaje de los gobiernos ucranianos (por cuyo territorio pasaban los gaseoductos, saliéndoles gratuito el suministro de gas que, para colmo, saqueaban regularmente, constituyendo la primera fuente de ingresos para la oligarquía mafiosa que, en realidad, es quien gobierna el país) hizo necesario que el gobierno ruso planteara la construcción de gaseoductos que esquivaban el tránsito por Ucrania y optaban por desviarse hacia el Báltico, para asegurar el suministro de gas a Europa.

Una vez iniciado el conflicto, Europa se ha visto obligada a aceptar el chantaje impuesto por Washington para mayor gloria de sus negocios y de sus ansias depredadoras. Dado que Europa no estaba en condiciones de enviar ayuda militar real a Ucrania (sumado todo lo ofrecido por Europa, sería notable en caso de guerra entre dos países africanos, pero no en un conflicto con un país como Rusia con una industria militar y tecnológica desarrollada y autónoma), impulsada por Washington, optó por las “sanciones económicas”. Y esas sanciones son una especie de hará-kiri para la economía europea, que las costuras de la UE no van a soportar durante mucho tiempo.

La UE, portento de organismo carente de personalidad política propia, no ha dudado en sumarse al carro de las sanciones (con ciertas reticencias, bien es cierto, de gobiernos como el francés que ven peligrar su situación ante las próximas elecciones presidenciales), y no han dudado en firmar compras de gas norteamericano destinadas a suplir la falta de reservas existentes en el continente. A pesar de que, como han indicado los especialistas, el consumo de gas se reduzca en el continente un 4%, lo cierto es que el gas norteamericano se compra a un precio ¡el 40% más caro que el gas comprado a Rusia! (ver El Economista). La esperanza de que la generación de electricidad con gas disminuya gracias al fuerte crecimiento de las renovables resulta altamente ilusoria y entra dentro de los objetivos de la Agenda 2030, impuesta por el Foro Económico Mundial en su capítulo de “transición energética”. Si a esto unimos, la presión ejercida para desterrar la energía nuclear de Europa (con referencias a Chernobyl y a centrales diseñadas hace más de medio siglo), justificadas por los mismos objetivos de la Agenda 2030 en Europa, cabe decir que, la quimera de las “energías alternativas” y de la “transición energética”, contribuirá todavía más a elevar los precios de la energía en el viejo continente.

Europa, hace décadas, debía de haber sido consciente de que los hidrocarburos son la forma de energía característica de los EEUU y a la que tienden, el gas la forma que adoptada por los rusos y que a Europa no le quedaba otro camino más que centrarse en la energía nuclear y en la construcción masiva de nuevas centrales en todo el continente, realizada con los actuales criterios tecnológicos y de seguridad. Pero las campañas de descrédito de la energía nuclear, unidas a la quimera de que las “energías alternativas” serían suficiente para compensar el cierre de nucleares, la sangría económica que deriva de la importación de gas, y la creciente demanda energética, han situado al continente al borde del abismo energético: ahora, inevitablemente, la imprevisión de la UE, su falta de perfil político (e incluso tecnocrático, la única baza de la que pudo alardear en sus comienzos) nos obliga a depender COMPLETAMENTE de fuentes energéticas del exterior, lo que sería hasta cierto punto viable… de no ser porque la compra masiva de gas a EEUU, bruscamente, aumenta la factura en un ¡40%! Inviable para la industria, los servicios y para la misma supervivencia de la sociedad europea.