miércoles, 23 de marzo de 2022

10 TESIS SOBRE EL CONFLICTO UCRANIANO (3 de 3)

7. DESDE 2014 EXISTE GUERRA EN EL ESTE DE UCRANIA 
Y ESA GUERRA, HASTA AHORA HA COSTADO 14.000 MUERTOS
DE LOS QUE NADIE SE ACUERDA Y QUE NADIE REIVINDICA.

Desde hace ocho años, vienen produciéndose choques entre milicias ucranianas y ciudadanos que defienden la independencia de las Repúblicas del Donbass. Estos enfrentamientos, hasta enero de 2022, habían costado 14.000 muertos. Nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado por este conflicto y por la situación de dos pueblos que eligieron separarse de Ucrania, a la que habían sido anexionados durante el período postestalinista, en la época de Khrushchev. Las dos repúblicas aprovecharon los incidentes generados en 2014 por elementos pro-occidentales, apoyados por los medios de comunicación ucranianos, en lo que se llamó “el Euromaidan”. Existía la creencia en el país de que Ucrania se integraría pronto en la Unión Europea (lo que representaba una inyección económica importante para un país poco industrializado, eminentemente agrícola y en manos de una oligarquía todopoderosa y extremadamente influyente y presente en el gobierno Zelensky. Y esa creencia se sustentaba en el olvido de las condiciones de acceso a la UE, establecidas por la propia UE y de las que Ucrania, ni cumplía, ni cumple, ninguna.

En la guerra del Donbass han menudeado los ataques de “bandera falsa” (al igual que ocurrió en el “Euromaidan”, cuando todavía hoy se ignora quien disparó desde los tejados contra la multitud). Pero lo cierto es que la comunidad rusofona, mayoritaria en estas dos regiones, ha sido la más castigada y este ha sido uno de los elementos que han generado la respuesta rusa: Putin ha considerado que las “milicias irregulares ucranianas” (que identifica con grupos neo-nazis), ha generado estos ataques contra la población civil.

En 1926, el Donetsk estaba habitado por 60.000 rusos y menos de 28.000 ucranianos, lo que indica que el sentir mayoritario, la cultura y el origen era ruso, sin embargo, en 2001, la desproporción se había reducido, después de que Khrushchev añadiera estos territorios a la República Soviética de Ucrania. Pero, aun hoy, la lengua rusa y los sentimientos rusófilos son ampliamente mayoritarios en la región que es radicalmente diferente al resto de Ucrania. Se entiende el por que el gobierno ucraniano se niega a desprenderse de ella: por una parte, se trata de una de las zonas más industrializadas de Ucrania (después de Mariupol), así mismo existen importantes explotaciones mineras, lo que posibilita la existencia de una importante industria estratégica basada en el carbón, el hierro, la ingeniería pesada, y la construcción de maquinaria.

Se suele olvidar que el 11 de mayo de 2014, se celebraron referéndums en estas dos Repúblicas, el Donestsk y Lugansk, para que la población decidiera su futuro. Y decidieron la independencia: con una participación del 74’87% y un 91’78% de los votos se aprobó la independencia nacional. La Guardia Nacional ucraniana presente en las dos repúblicas, intervino para impedir la celebración de la consulta, sin poder impedir, que existiera una masiva presencia en las urnas y se produjeran algunos disparos que causaron la muerte de dos vecinos. Incluso en Sloviansk el ejército ucraniano utilizó su artillería para destruir algunos edificios que debían servir como colegios electorales. Pero “Occidente” decretó que, dado que no habían estado presentes “observadores internacionales” (es decir, observadores pro-OTAN), el referéndum carecía de validez. Aquellas consultas populares tuvieron lugar, precisamente, cuando se desarrollaban los acontecimientos del a plaza Maidan que consiguieron derrocar al gobierno legítimo ucraniano y establecer un gobierno pro-UE y pro-OTAN.

En Crimea el proceso fue parecido, si bien, en esta región, la presencia rusa es todavía mayor, llegando en Sebastopol al 80% de la población y nadie pudo negar que las manifestaciones populares contra los sucesos de la plaza Maidan fueron en las ciudades Crimea, masivas. El resultado del referéndum del 17 de marzo en la península de Crimea (que siempre había sido rusa), dio 1.233.002 votos favorables a la integración en Rusia (un 96’77%), con una participación del 81,1%. También la incorporación de Crimea a Ucrania se había producido tras la muerte de Stalin, el 19 de febrero de 1954, cuando un decreto del presídium del Sóviet Supremo de la URSS, transfirió el territorio de Crimea, de la República Socialista Soviética de Rusia a la República Socialista Soviética de Ucrania.

Como puede verse, tanto en el caso de las repúblicas del Donbass, como en el caso ucraniano, es “derecho de autodeterminación de los pueblos” demuestra que se trataba de territorios históricos rusos que solamente han sido ucranianos en un corto período reciente de la historia, y que la voluntad de sus pueblos, expresada en referendos, consiste en independizarse de Ucrania y emprender una vida en común con la Federación Rusa.

Pero esto suponía que Ucrania perdía bazas estratégicas: la base militar de Crimea que suponía para Rusia conservar el pulmón con el Mar Negro y, consiguientemente, con el Mediterráneo; y las regiones mineras e industriales del Este de Ucrania, fronterizas con Rusia. Y Ucrania contestó enviando milicias irregulares, hostigando a los independentistas, participando en operaciones de “bandera falsa”, que, entre bajas propias y generadas a la población civil, habían causado esas 14.000 víctimas de las que nadie se acuerda en Occidente y a las que nadie ha llorado, ni se ha solidarizado, ni ha acogido como refugiados…

La política de la OTAN hacía necesario que los informativos occidentales no hablaran de aquel conflicto, del que solamente teníamos noticia a través de fuentes alternativas. Era obvio que, antes o después, si persistían esos ataques, Rusia se iba a ver obligada a proteger a los ciudadanos de estas repúblicas. Y la OTAN quería presentar a Putin como “agresor”, sin reconocer ni uno solo de los problemas existentes en la región y generados por esa misma OTAN y por su insensato interés en avanzar sus fronteras hacia Moscú.

 

8. RUSIA ESTABA PREPARADA PARA UN CONFLICTO DE ESTE TIPO,
EUROPA NO LO ESTABA
Y SIGUE SIN ESTARLO, NI PODRÁ ESTARLO.

Occidente no está preparado ni para éste ni para ningún conflicto que pueda suceder en el siglo XXI. La “razón de Estado” ha desaparecido de todas y cada una de las naciones europeas, y lo que es peor, jamás ha existido ni se le espera, en la UE. Después de haber renunciado a su defensa nacional, tras haber hipotecado su seguridad al Pentágono, a través de la OTAN, tras negarse a disolver la “alianza” en 1989 tras la caída del Muro de Berlín, cuando se quedó sin enemigo, las naciones occidentales, dirigidas por una clase política indigente en términos de proyectos y proyecciones de futuro, ávidas solamente de mantener en sus manos los recursos del poder el mayor tiempo posible, y servir a los “señores del dinero”, con unos pueblos anestesiados y atemorizados cada vez que estalla una crisis, tienen la creencia de que “los EEUU nos protegen”. Olvidan que nadie en el mundo real, da algo a cambio de nada. Esa protección viene a cambio de una sumisión feudal.

Podría asumirse incluso el liderazgo de un país provisto de un noble ideal y de unos objetivos ambiciosos y con capacidad para llevarlos a la práctica. No sería la primera vez en la Historia de Europa que los pueblos se ponen detrás de aquel que, en cada momento, de su historia ha estado en mejores condiciones para defender los intereses comunes. Lo hemos visto desde las guerras de las ciudades griegas contra Asia, en el caso del Imperio Romano, cuando, galos, hispanos, y otros pueblos aceptaron la hegemonía de Roma y Roma tuvo la generosidad de integrarnos. Lo volvimos a ver en la Edad Media, etc, etc. Pero el problema que existe hoy es la pobreza de ideales y objetivos de los EEUU y el hecho de que, en este país, ya no se defiende ni siquiera su hegemonía como nación, sino los intereses de sus élites dirigentes: los “señores del dinero”, las viejas dinastías económicas, los gigantescos fondos de inversión… Y los intereses de estos grupos, ni son los nuestros, ni siquiera son los que podrían satisfacer a la ciudadanía de su propio país.

La situación no es nueva y se hizo perceptible en los años 50, incluso cuando en la ceremonia del final de la presidente de Eisenhower, éste aludió a los “intereses del complejo militar-industrial”. Hoy, esos intereses están mucho más presentes de lo que estaban entonces y nada escapa en aquel país a su control. Son poderes que exigen sumisión total, fidelidad a todas sus directrices, sin excusas, sin dilaciones. Eso, o decretan la muerte política de un candidato, de una figura público, o incluso de un proyecto empresarial. Las décadas en las que EEUU (y, por extensión, todo Occidente) han vivido una situación así, ha operado un debilitamiento general de sus sociedades. Desde Vietnam, el talón de Aquiles del militarismo norteamericano y lo que frena sus ansias de intervención imperialista en todo el mundo, es que la visión de féretros y bolsas de plástico conteniendo cadáveres de sus soldados, es algo que la sociedad de los EEUU no puede soportar: se ha demostrado en Vietnam, se ha demostrado en Irak, se demostró en Afganistán… Por eso EEUU no está en condiciones ni de “proteger”, ni de “ayudar militarmente” a nadie y mucho menos a una Europa de la que solamente desea que ponga el tablero en el que se libraría una eventual Tercera Guerra Mundial, en la que, el único interés de los EEUU sería participar en el negocio armamentístico y en el de la reconstrucción posterior, pero no en el conflicto, si ello implicaba perder soldados. Esto -que es una constante de la política americana y explica por sí mismo los bombardeos de terror a los que fue sometida la ciudadanía alemana durante la Segunda Guerra Mundial o los ataques con misiles, artillería de acorazados, raids aéreos a distancia, contra Yugoslavia, contra Iraq, contra Afganistán y los estudios por librar una “guerra asimétrica” con “cero bajas”, en las que sea el enemigo el único que las sufra. EEUU ni está en condiciones de participar en otra cosa que no sea en provocar el que otros países se enfrenten entre sí para extraer el mayor beneficio. Eso es todo. Por eso decimos: ni EEUU, ni la UE están preparados para una guerra contra Rusia, ni siquiera para un pequeño conflicto armado (contra de España contra Marruecos, por ejemplo).

En cambio, la Rusia de Putin se ha rearmado en los últimos 15 años, se ha preparado para defender sus intereses y ha preparado a su población, a sus fuerzas armadas y a su economía para hacerlo. Y lo ha hecho ante la certidumbre -imposible de desmentir- de que los EEUU, tras la caída del Muro de Berlín, tras los acuerdos firmados por Gorbachov con los países occidentales- intentaban arrinconar cada vez más a Rusia, adelantando más y más las líneas de la OTAN en dirección a Moscú. ¿Cómo pensar que, antes o después, un país reconstruido después de la catástrofe que supuso la llegada de Boris Eltsin al poder, iba a dejarse avasallar indefinidamente por la OTAN que, por lo demás, había mostrado escasa “pegada” en los conflictos coloniales en los que se embarcaron los EEUU durante la “era Bush”?

Rusia, en cambio, está más que preparada. Era perfectamente consciente de que la única arma de la que podía disponer la OTAN, eran las sanciones económicas. Así que, desde hace ocho años, su economía se está preparando para responder. Rusia sabe perfectamente que los países europeos no podrán soportar durante mucho tiempo la inflación y la escasez, sabe que la dependencia energética de Europa convierte a los EEUU en un proveedor caro y lejano y que los resentimientos hacia EEUU irán aumentando en Europa, por mucho que el “imperio de la mentira” (tal como Putin ha calificado a la presidencia de los EEUU y a los grupos de presión, empezando por el Foro Económico Mundial, que constituyen los verdaderos gobiernos de los “países democráticos y liberales”) traten de desviar los hechos reales y responsabilizar a Putin de este conflicto y de las consecuencias que han derivado para Europa.

Rusia sabe que, las “redes sociales”, resultan imposibles de controlar y que, a pesar de los intentos y de la intoxicación acometida por “influencers”, lo cierto es que, a diferencia de los medios convencionales, ahí existen distintas opiniones y, a medida que la escasez y la inflación se vayan apoderando de Europa, los gobiernos europeos afrontarán la terrible decisión de entrar en conflicto con quienes les han llevado a esta situación, no por convicción, ni como gesto de sinceridad, sino porque de persistir en las sanciones, terminarán dando más y más argumentos a opciones “populistas”, arriesgándose a que den nuevos zarpazos electorales.

Por eso, en estos días pueden apreciarse la aparición de distintas posiciones en el seno de los países de la OTAN: mientras los EEUU tratan por todos los medios que el conflicto se enquiste y que se prolongue lo más posible, los estamos europeos tratan de que sea lo más breve posible y de sentar a las partes en la mesa de negociaciones. Rusia, de momento, ya ha ganado: la UE ha declarado que rechazaba la petición de adhesión de Ucrania y el propio Zelensky, por su parte, ha aceptado no entrar en la OTAN…

Por otra parte, contrariamente a lo que sostienen los medios de comunicación occidentales, Rusia se ha preparado para este conflicto con tres medidas: comprando reservas de oro en los último ocho años (algo que China lleva haciendo desde hace 15); acumulando criptomonedas y preparándose para lanzar una criptomoneda esponsorizada por la propia Federación Rusa; y, finalmente, mejorando sus relaciones con China, con la que, en este momento, forma una alianza tácita. Todo esto juega a favor de la posición rusa y le permitirá: por una parte, esquivar en buena medida las sanciones económicas, seguir realizando pagos avalados por el oro y en criptomonedas canjeables en divisas convencionales.

Es, pues, Europa la que se debe preocupar: las sanciones, unidas a los procesos inflacionistas y al descontento creciente de la ciudadanía, pueden operar cambios radicales en el panorama político europeo y servir de acicate y trampolín para el desarrollo de fuerzas opuestas al Foro Económico Mundial y a sus títeres, pueden arruinar el proyecto descrito en la “Agenda 2030” y hacer volver a la casilla de partida a las fuerzas políticas hoy en el poder en los distintos países de Europa Occidental, con la destrucción de la socialdemocracia, la principal fuerza sin la cual el Foro Económico Mundial no podría imponer sus designios: “transición energética”, “disminución de las emisiones de CO2”, “igualdad”, “mestizaje cultural”, “inmigración”, “derechos LGTBIQ+”, “cambio climático”, y demás cortinas de humo, verdadera coberturas para no ver que todo ello tiende: 1) a la pérdida de todo tipo de identidades, 2) a la fragmentación y neutralización del tablero social, 3) al alarmismo (otro rostro del miedo) que genera la renuncia de derechos y libertades, para que el Estado solucione tales problemas.

A pesar de que en el interior de Rusia también actúan fuerzas al servicio del Foro Económico Mundial, lo cierto es que allí se encuentran todavía en situación de inferioridad estratégica, arrinconadas por el proceso de reconstrucción de Rusia abordado por Vladimir Putin.

 

9. EL CONFLICTO EN UCRANIA ES EL NUEVO ESPECTÁCULO
QUE OFRECEN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN TRAS EL COVID: 
LA SIEMBRA DEL MIEDO.

El Foro Económico Mundial, en 2019 temía un proceso inflacionista generalizado: es decir, una devaluación del dinero. En efecto, para paliar los efectos de la crisis de 2007-2011, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal de los EEUU apostaron por imprimir papel moneda. Así pudieron afrontar la crisis bancaria, lanzar una política parecida a la del “new deal” de Roosevelt en los años 30 (que fracasó y condujo directamente a la Segunda Guerra Mundial), lanzar planes de inversiones públicas que deberían generar empleo (y que, sobre todo, compensaron a las dinastías financieras y a los “señores del dinero” por las pérdidas sufridas durante la primera fase de la crisis), y, sobre todo, comprar la paz social subsidiando a los grupos más afectados por la crisis. Los tipos de interés se bajaron hasta cero puntos. El resultado después de 10 años de esa política, en 2019, fue la previsión de una espiral inflacionista. Lo que obligaría a retirar estímulos para la inversión, limitar las ayudas sociales y subir los tipos de interés.

Sin embargo, el Covid vino en ayuda de los “señores del dinero” y, al margen de lo que podamos pensar sobre su origen y sobre sus efectos sanitarios, lo cierto es que, lo desproporcionado de las medidas con las que se afrontó, generaron un retraimiento del consumo (el confinamiento en el hogar restaba una parte sustancial al consumo y al dinero dedicado al ocio), lo que tuvo como efecto inmediato, una contención de la inflación. Durante dos años, la humanidad y, especialmente, el mundo occidental, vivió una verdadera psicosis del miedo que se ha prolongado hasta principios de enero de 2022, cuando ya era evidente que no podía prolongarse más la situación: la “variante Ómicron”, que desde el principio se sabía que no pasaba de ser algo parecido a un proceso gripal (ayer se reconoció como tal) que solamente podía tener efectos demoledores en naturalezas débiles o ya afectadas por enfermedades preexistentes, fue el canto del cisne del Covid y de la histeria vacunadora (la “tercera dosis” fracasó por completo, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos por promover campañas masivas de vacunación).

Durante dos años, Occidente ha vivido bajo la presión del miedo al virus, a sus efectos, al contagio y a la muerte… y eso, paradójicamente, ha supuesto para los “señores del dinero”, dos años en los que la inflación ha estado controlada y se han mantenido los estímulos a la inversión. Pero el fin de la pandemia, ha generado un brusco aumento del consumo. En el momento de escribir estas líneas, volvemos a vivir una fiebre inflacionista que, sin embargo, ha encontrado otro freno “providencial”: el conflicto ucraniano.

Como por arte de magia, una vez entró en declive el caso de la “variante Ómicron”, bruscamente, apareció en escena la crisis ucraniana y esta opera sobre la economía de manera diferente: obliga, desde luego, a subir los tipos de interés (la Reserva Federal ha anunciado tres subidas a lo largo de 2022, de las que una ya se ha producido). Después de haber ejercido como “capitán araña”, la OTAN, el gobierno de los EEUU y la UE, han optado por dejar sola a Ucrania, tras haber instigado a un país a enfrentarse con su vecino, han amagado la mano y se han limitado, prudentemente, a imponer solamente sanciones económicas a Rusia.

Estas sanciones generarán un inevitable aumento del precio de la energía. Ahora bien, ese aumento solamente se debe en parte al conflicto de Ucrania y a las sanciones, pero el inicio de las subidas de precio de la energía es muy anterior y se debe a factores múltiples, entre otros, la famosa “transición energética” tan cacareada por la Agenda 2030 y que ni siquiera es capaz de haber previsto.

Gobiernos títeres del Foro Económico Mundial, como el español, han esperado al momento culminante de la crisis ucraniana para desencadenar un cambio en la política exterior en relación al Sáhara, que, en la práctica, implica un empeoramiento de las relaciones con Argelia, una paletada más de leña al conflicto atávico que este país mantiene con Marruecos y que hace peligrar, también por el sur, el suministro de gas natural a España. Y, entonces el presidente del gobierno ha proclamado que no debemos alarmarnos, que España está comprando gas natural ¡a Estados Unidos! Trasportado licuado en grandes petroleros y que, incluso -oh maravilla, de maravillas- España bombeará parte de ese gas hacia Marruecos, a través del gaseoducto de trazado absurdo construido durante el felipismo que trae el gas natural de Argelia a España… ¡a través de Marruecos!, países que, ya en el momento de aprobarse ese trazado llevan desde su independencia enfrentados. Ese gaseoducto lleva cuatro meses sin operar a causa, precisamente, de las tensiones sobre el Sáhara. Así pues, el principal efecto, tanto de la crisis ucraniana como de la crisis del Sáhara, es que España ha cambiado de proveedor y los EEUU se erigen, prácticamente, como el principal suministrador de gas a nuestro país ¡a pesar de que es un 40% más caro que el ruso o el argelino! Se entiende perfectamente quien es el propietario de la correa que Pedro Sánchez tiene en el cuello.

La mala fe del gobierno español, estriba en que, desde el primer momento en el que se desató la crisis de ucraniana, ha anunciado que “Rusia es culpable de la subida de la factura energética” ¡que venía subiendo desde el verano!

En realidad, dado el nivel de impuestos que gravan el consumo de energía, el gobierno español hubiera podido eliminar desde el principio los efectos de cualquier conflicto, o paliar -hasta hacerlo desaparecer- las oscilaciones en el precio del combustible, simplemente, rebajando impuestos.

La gasolina que cada día colocamos, solamente cuesta el 33% de lo que pagamos por ella. El resto, hasta el 67% ¡son distintos impuestos! IVA e Impuesto sobre Hidrocarburos. Lo más siniestro y grotesco es que, incluso el IVA, no se aplica sobre precio base del carburante, sino sobre el precio base más otros impuestos, vulnerando cualquier criterio de ortodoxia fiscal y sentido común. Se trata del más formidable paquete de impuestos que exista en España, del que se beneficia el Estado y las Comunidades Autónomas, que reciben directamente. Pero lo más indignante es que éstas últimas reciben el 58% de la recaudación total. Lo que no dilapida el Estado, lo dilapidan las Comunidades Autónomas. De ahí que no sea fácil bajar el impuesto: ni unos ni otros quieren dejar de ver aumentado su presupuesto con las consiguientes comisiones que implica…

Para todas las partes, por tanto, lo importante es que el ciudadano siga pagando y, sobre todo, que pague creyendo que “el dictador comunista Putin” es el causante del aumento del precio del carburante. En realidad, es la mala gestión, la absoluta inconsciencia de los gobiernos occidentales, la falta de previsión, unido a la deuda pública de los Estados y a las medidas para paliar la crisis de 2007-2011, el verdadero responsable de lo que está ocurriendo y que está paralizando al país.

Lo importante para el Foro Económico Mundial es que el ciudadano no piense, que vote y crea que los Estados velan por él. Y no es así. Es justo lo contrario: los Estados esquilman al ciudadano al estar gestionados por desaprensivos, incompetentes, aventureros y psicópatas. Esa clase política solamente lograr controlar a la opinión pública mediante dos instrumentos: la subvención sistemática a medios de comunicación (lo que explica el que todos tengan la misma opinión sobre los asuntos esenciales) y la difusión del miedo: anteayer a causa del “terrorismo internacional”, luego de la “crisis económica” de 2007-2011, previsible y evitable, pero ante la que nadie hizo nada- ayer agitando el asunto del Covid y hoy con el conflicto ucraniano. El miedo impide pensar, el miedo impide ver la fuente de los problemas, el miedo desvía la atención y el “ministerio de la verdad” se preocupa para presentar a los culpables de las crisis como “santos” y al que ha dicho ¡basta!, como “dictadores asesinos”.

Quizás ahora se entienda mejor porque nulidades como Zelensky, Justin Trudeau o Pedro Sánchez, pontifican sobre los derechos humanos y las libertades, mientras en sus países respectivos, han desencadenado crisis destructoras en las que los “señores del dinero” y sus más devotos súbditos y virreyes son los únicos que nunca pierden.