martes, 4 de febrero de 2025

¿HA DICHO “INMERSIÓN LINGÜÍSTICA”? HOY CONOCEMOS EL RESULTADO. (II de II)


¿CUÁLES SON LAS RAZONES PARA JUSTIFICAR LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA DE LA GENCAT?

Determinados personajillos que han ido pasando por la gencat y por los ayuntamientos, han demostrado su auténtico “odio lingüístico”, hacia el castellano (incluido el PSC). Lo han demostrado, cuando en letreros y anuncios han colocado el texto, en primer lugar, en lengua catalana, luego, en segundo plano en inglés o ¡incluso en árabe! Y, finalmente, en castellano (o, simplemente, han prescindido de él). En cuanto a los “activistas lingüísticos”, su fair play puede ser calificado de mero chantaje delincuencial: son los norteamericanos que en 1942 habrían denunciado a su vecino alemán, el charcutero, como espía simplemente porque se había despedido de una cliente con un sonoro “tankischen”. El nivel más bajo de una sociedad.

Se diría que todos estos han elegido a un “mal enemigo”: el castellano es, junto con el inglés y el chino mandarín, uno de los idiomas del futuro. Enfrentarse a él es garantía de romperse los dientes, por mucho que se utilice chichonera y protección bucal: en efecto, las simetrías políticas y el diseño constitucional realizado en la transición, que facilitan la catalanización de la sociedad, han fracasado al aplicarse sobre la sociedad civil.

Cuando le discutí al entonces responsable de política educativa de la gencat, la “inmersión lingüística” y le pregunté por qué no existían, como aconsejaba la situación lingüística real de Cataluña, dos líneas lingüísticas educativas, la respuesta fue demoledora: “es lo que ha votado el parlament de Catalunya”. Sí, así son las leyes, pero esa votación, ni se correspondía con la realidad de la sociedad catalana de la época, ni tenía en cuenta el efecto futuro que iba a tener. Los malos augurios de aquellos momentos, ahora están más que demostrados. Y de nada sirve, practicar la política del avestruz para no enterarse de la realidad: basta mirar la situación de Cataluña en el Programa PISA o los índices de utilización del catalán, cada vez más achicado.

Para la gencat lo que justifica que la totalidad de programación de sus medios sea en catalán, es que “estamos en Cataluña” y “en Cataluña, la lengua oficial es el catalán”. Palmario. Como decir, “estamos en Cataluña y aquí solo se baila la sardana”. Se baila la sardana y se habla catalán, tanto como se baila un agarrao o se habla castellano. Porque, vale la pena no olvidarlo, Cataluña no es Andorra (Estado minúsculo, pero independiente), Cataluña sigue siendo una parte del Estado Español (y, en realidad, desde que Roma llamó a esta zona “Hispaniae”) que tiene una lengua oficial: el castellano. Y siempre, el todo, lamentándolo mucho, ha sido superior a las partes, como enseña la lógica aristotélica. De ahí la necesidad de dos líneas lingüísticas en la enseñanza y lo injustificable de que los medios pagados por TODOS los catalanes (que hablamos una u otra o las dos lenguas) emitan SOLO en catalán.

El catalán está muriendo porque desde hace cuarenta años está siendo IMPUESTO A LA FUERZA, con más o menos guante blanco y a base de vaselina (y, a ratos, sin ella, a pelo). Esto, inevitablemente, genera un rechazo social en muchos sectores de la sociedad catalana. Es posible que, en el proyecto de vida de muchas familias, su estancia en Cataluña sea temporal, o que sus hijos quieran estudiar en otras universidades fuera de Cataluña (aunque en la propia Cataluña el uso del catalán en la universidad, a pesar de su obligatoriedad y de la amenaza de sanciones, va descendiendo…). Allí, su conocimiento del catalán les va a ser completamente inútil y van a tener un déficit de castellano. También se han dado casos de extranjeros que han venido a Cataluña a estudiar en alguna universidad, creyendo que –como sería lógico– al estar en España, se hablaría castellano, lengua que dominan, para caer en algún aula con “activistas lingüísticos” para los que decir “átomo” en lugar “àtom”, es un sacrilegio y un “eco del fascismo”. No puede decirse que esta política haya estimulado la llegada de talentos extranjeros a las universidades catalanas.

El argumento “definitivo” es que aquel pueblo que tiene una lengua propia es, por este mismo hecho, una “nación”. El principio lo enunció el presidente norteamericano Wilson para justificar el despedazamiento de los Imperios Centrales después de la Primera Guerra Mundial. El principio tiene, pues, más de un siglo y ya va siendo hora de revisarlo. Especialmente, porque la “dimensión nacional” ha cambiado desde la Segunda Guerra Mundial (a la que precipitaron errores en la Paz de Versalles, uno de ellos este “principio de las nacionalidades”). En realidad, si debemos de atender a la “línea del tiempo”, ésta es contraria a este “principio”: familia, clan, tribu, pequeños condados, reinos, estados nacionales, superpotencias en la guerra fría y bloques geopolíticos en el presente… El “principio de las nacionalidades”, nos lleva a un pasado remoto entre la tribu y los condados que ya no coincide con la complejidad presente. Pero esta es otra historia.

EL ”PREJUICIO NACIONALISTA”
EN LA BASE DE LA PIRÁMIDE DE FRACASOS

La vitalidad de una lengua ahora lo sabemos muere cuando de ser algo vivo, se convierte en un objeto pasivo de subvenciones: aparecen los “espabilados” que quieren hacer de la cuestión lingüística un medio de vida, o un “tema político”, claro está, atrofian su vitalidad. Pasa a la UCI, y si persiste durante mucho tiempo su estancia allí, puede dársele por muerta. Es lo que le está pasando al catalán.

Ahora no vale la pena repetir una y mil veces la falacia de que el franquismo prohibió el catalán. No lo prohibió, lo que no hizo, fue subvencionarlo. Pero durante el franquismo existió prensa catalana (en 1966 existía ya un semanario catalán, Tele|Estel, y el 1940 se publicaron ya poemas de Verdaguer en catalán). Incluso en la primera mitad de los 70, ya existían varias revistas y semanarios en catalán y editoriales que publicaban libros en esa lengua. Y, sobre todo -soy testimonio aún vivo- se hablaba catalán en las calles.

Desde entonces la sociedad ha cambiado mucho, pero no tanto como para justificar el retroceso del catalán en todos los órdenes, cada vez más acelerado, a medida que se legisla más a su favor y se invierten más y más medios. Digámoslo ya: lo que han fracasado, lo que están fracasando, son las políticas de la gencat (y no solo en materia lingüística), siempre dictadas por el “prejuicio nacionalista”. Pongamos un ejemplo.

Se acepta hoy que quien trajo a los primeros marroquíes a Cataluña fue Jordi Pujol y su gobierno. Se sabe por qué: hacía falta acelerar las obras de las Olimpiadas del 92 y, antes que aceptar a iberoamericanos (que hablaban en castellano y no se esforzarían en aprender otro idioma si el castellano les bastaba para hacerse entender), se favoreció la llegada masiva de marroquíes. Se pensaba que se integrarían en la sociedad catalana como habían hecho cientos de miles de andaluces, extremeños, castellanos y gallegos y que bastaría con subvencionar a unas pocas asociaciones para hacer de ellos buenos catalanes. Así se hizo sin tener en cuenta que las gentes procedentes del resto del Estado en anteriores oleadas migratorias, tenían comportamientos antropológicos y culturales idénticos a los catalanes, mientras que con los marroquís, no sólo la lengua pertenecía a una familia diferente (catalán y castellano son lenguas hispano-romances), sino una religión diferente (a fin de cuentas, la Virgen de Atocha y la Virgen de Monserrat, no sólo son católicas, sino que además “negras”), una historia diferente (y no muy pacífica, si tenemos en cuenta, que, además de la Reconquista, hasta el siglo XIX las costas catalanas se vieron asaltadas por piratas berberiscos) y, sobre todo, existía una BRECHA ANTROPOLÓGICA Y CULTURAL que hacía imposible esa integración (tal como, por entonces, ya se había demostrado en la vecina Francia)...

Era la política dictada por el “prejuicio nacionalista”. Gracias, pues, a Pujol, como hemos dicho alguna vez, en el improbable caso de que Catalunya se declarara independiente, existen más posibilidades de que se integrara en la Liga Árabe que en la Unión Europea, a la vista de la presencia musulmana en nuestra región.

Este fracaso lingüístico ha sido irreversible porque ha coincidido con otros tres factores:

mundialización de la cultura (proceso en el cual solamente pueden competir unas pocas lenguas que muestran una vitalidad excepcional especialmente en los canales actuales de transmisión de la cultura pop),

los procesos artificiales de transvases masivos de población (a Cataluña, los primeros contingentes marroquíes, fueron seguidos por paquistaníes, luego por iberoamericanos, cuya presencia es masiva en algunos barrios de Barcelona y cuya lengua no es otra que el castellano),

la transformación de la democracia en Europa en “partidocracia” (y, consiguientemente, en cleptocracia, lo que ha hecho que cualquier medida que tome un gobierno, se adopte no tanto para solucionar un problema real, como para desviar fondos públicos a bolsillos particulares).

Y en eso estamos. Reconocer el fracaso de las políticas lingüísticas desde el primer pujolismo, equivaldría a negar legitimidad a la gencat. Así pues, nada de eso: hay que persistir en la línea trazada y, de error en error, ir aumentando medidas legislativas, imposiciones arbitrarias, negar la realidad de la sociedad catalana y, por supuesto, el presupuesto en materia lingüística… todo ello para lamentarnos, en el ejercicio siguiente, de lo mal que sigue la lengua catalana. Y, seamos claros, la gencat de Illa, no va a rectificar ni un ápice, las políticas lingüísticas de sus eximios predecesores.

¿HAY ALTERNATIVA?

La lógica. Estos días, un señor que ha tomado la presidencia en EEUU, ha explicado que traía “la revolución del sentido común”. Pues eso es lo que falta en Cataluña.

En dos ocasiones en menos de un siglo, la vergüenza internacional que ha caído sobre el independentismo —tres si contamos la “invasión” de Prats de Molló organizada por el “avi Maciá” que no dejó de ser una anécdota chusca—: las pocas horas de independencia decretada por Companys en octubre de 1934 (que se “apuntó” al golpe planeado por los socialistas) y los pocos segundos de “República catalana” de 2017, culminación del “procés” liderado por Puigdemont. No creemos que, a la vista de las correlaciones lingüísticas, va a haber una tercera intentona y los deseos del pobre Lluis Llach al frente de la ANC, de que en 2028 “hará independencia” son, como se dice en Catalunya, un somnia truites, esto es, un desiderarum, imposible e impractible. Sus Campanades a mort, parecen compuestas expresamente para el independentismo.

No somos cocineros: no tenemos la receta mágica para salvar la lengua catalana. Solo disponemos de la lógica: si todo lo invertido hasta ahora en los últimos cuarenta años en materia lingüística no ha servido para nada, sino que se han obtenido resultados contrarios a lo que se pretendía y el retroceso en el uso de la lengua catalana es notable en ese tiempo, la lógica más elemental implica que habría que cambiar la orientación de los esfuerzos y el destino de los fondos. Cambiar radicalmente, porque de persistir en esta línea, el catalán, en lugar de estar ligado al “pueblo de Cataluña”, lo estará a unos partidos muy concretos que, si no satisfacen a alguien, es, precisamente, a las nuevas generaciones. Y me refiero, no solamente a Junts y a ERC (la CUP está, como quien dice, en estado etéreo), sino también al PSC. Estas formaciones son responsables de la política lingüística que se ha demostrado nefasta para la lengua catalana.

Hace falta una renovación política. Si tenemos en cuenta que tanto Junts como ERC siguen dirigidos por los “fracasados del procés fracasado” (Puigdemont y Junqueras), podemos pensar en su futuro. Y por ese lado solamente existe la esperanza del discurso renovador de Aliança Catalana de Silvia Orriols, la única fuerza política, verdaderamente nueva, que ha aparecido en el panorama nacionalista desde el funeral del “procés” y que, por cierto, va royendo a los electorados y a las bases de los dos partidos dirigidos por los “fracasados del procés fracasado”.

En cuanto al PSC, su destino está ligado al de Pedro Sánchez, del que Illa es solamente un gestor temporal. Y hay que preguntarse qué quedará de la sigla PSOE-PSC en el post-sanchismo y en los procesos que seguirán durante años.

Del PP no puede esperarse gran cosa: timoratos y “centristas”, se acomodarán a cualquier cosa que diga Génova (que se acomodará a cualquier cosa que diga Junts como Aznar destruyó al PP en Cataluña para satisfacer a Pujol).

Y, en lo que se refiere a Vox, como mínimo ha planteado una opción en absoluto descabellada: máxima libertad lingüística, basta de chiringuitos, dos líneas de enseñanza y que cada cual elija aquella en la que quieren ser educados sus hijos. Así de simple. Tampoco es tan complicado, ni tan complejo: oferta y demanda; y que el “mercado lingüístico” decida. En unas zonas de Cataluña se elegirá preferencialmente el catalán y en otras el castellano. Pura lógica.

Lo que no puede hacerse es mantener eternamente una lengua obligatoria y excluyente en los medios de comunicación de las instituciones catalanas. Y eso a la vista de que menos de un tercio de residentes en Cataluña, la utilizan. Porque, como hemos visto, las cifras cantan.

Podemos imaginar lo que ocurriría si, por un momento, los nacionalistas (incluido el PSC) perdieran el control de la gencat y cesara la política de proteccionismo lingüístico o bien que, en un momento dado, alguien tuviera el valor (y la necesidad) de decir lo que dijo Milei a poco de tomar posesión de la presidencia argentina: “Ché, pibes, se acabó la plata…”. Posibilidad que no hay que excluir a la vista de la situación económica real del país y del nivel de deuda acumulado. Si el catalán sigue en la UCI, subsidiado y obligatorio, existe el riesgo de que, cuando cambien los partidos de gobierno, el catalán, simplemente, desaparezca en menos de una generación (el grupo de “ocho apellidos catalanes” es el que tiene una natalidad más baja en Cataluña). Y no es justo que una lengua sufra el destino, ni esté ligada a quienes se han querido aprovechar de ella, transformándola en una excusa para su modus vivendi.

 









¿HA DICHO “INMERSIÓN LINGÜÍSTICA”? HOY CONOCEMOS EL RESULTADO. (I de II)

La Real Academia define una “lengua muerta” como “la que se habló y ya no se habla ya como propia y natural de un país o nación”. Wikipedia, afinando algo más, define una “lengua muerta” como “aquella que ya no posee ningún hablante nativo, incluso si sique siendo usada en ciertos ámbitos”. Aceptando ambas definiciones, yo añadiría una última condición para que algunas lenguas pudieran incluir en esta categoría a las “lenguas subvencionadas”. Aunque, quizás, cupiera más hablar de “lengua zombie” (muerta en vida), “lengua en la  UVI” (a punto de morir) y también “lengua agónica” (que irremisiblemente, muere). Y, a la inversa, ¿qué sería, pues, una “lengua viva”? Respuesta: la que vive en los labios de los ciudadanos de manera natural. Este es el fondo de la cuestión lingüística que nadie parece atreverse a afrontar en Cataluña.

Vaya, por delante, que soy de los que cree —y lamenta— que la lengua catalana esté muriendo. Era la lengua que, según mi árbol genealógico, hablaba mi familia desde principios del siglo XVI. Era el lenguaje de mi infancia. Que el catalán retrocede es algo que resulta innegable para mí. Todos mis recuerdos de infancia, allá por los años 50, están vinculados al catalán del Penedés. En esa misma zona, hoy, es más frecuente oír hablar en árabe o en jergas africanas que en catalán. Y no exagero. Así pues, la desaparición real y progresiva del catalán en la sociedad catalana es un hecho preocupante y contradictorio: porque nunca el catalán estuvo más protegido, subsidiado y apoyado oficialmente que ahora, legislado e, incluso, impuesto a martillazos.


MEDIOS EN CATALÁN = MEDIOS SUBSIDIADOS

Para los que no viven en Cataluña, les explicaré que la totalidad de los programas de TV3 y de los canales de radio oficialistas, la programación es 100% en catalán. Y no es lógico, ni razonable, porque esta lengua, en la actualidad, es utilizada sólo habitualmente, por un 30-35% (como máximo) de la población residente en Cataluña. Pero, más sorprendente aún es que, hoy, TV2, la segunda cadena de RTVE, emita en un 75% en lengua catalana y que en el canal 24 Horas, se esté próximo al 50%, incluso en la primer canal contine “apartes” solo en catalán y, como esto, se ve que no era suficiente, El País anunció el 29 de enero de 2025, que “la Generalitat anuncia un nuevo canal de RTVE “íntegramente” en lengua catalana”… en un plazo de dos años (TV2, en concreto, se transformará íntegramente en un “canal en catalán”). Así pues, las horas de programación de RTVE en catalán, superan ya a las que emite en la lengua del Estado -a pesar de ser una televisión “del Estado”- y del hecho incuestionable que el catalán es solamente la lengua en la que se comunica en torno a un tercio -¡sí, un tercio apenas!- de la población que vive en Cataluña. Menos aún entre los jóvenes.

Pero, el problema con la prensa escrita no es menor. En el mes de diciembre, el semanario “El Temps”, confeccionado en Valencia, pero que, en su mancheta, orgullosamente, luce el distintivo de ser pagado por la Generalitat de Catalunya, anuncio su transformación en revista mensual. Desde hace veinte años, el semanario había sufrido distintas modificaciones: renunció a ser vendido en kioscos, se servía solo por suscripción, especialmente a bibliotecas pública y, a pesar de que llegó a declarar “25.000 ejemplares” de tirada en 2000, es probable que en 2024 no pasaran de 5.000. Es, igualmente, significativo, que, en el editorial de despedido, anunciaran que seguían “al pie del cañón” en Internet. La pena —para ellos— es que sus audiencias en la red están por los suelos, infinitamente por debajo de los denostados “tabloides digitales” a los que aludiera Perro Sánchez y que nadie, por cierto, subvenciona.

La situación de otros medios de comunicación en catalán no es mucho mejor. La Vanguardia, declara una “difusión” de 51.940 ejemplares en sus dos ediciones convencionales. Este diario, junto con El Periódico, publican una edición en catalán y otra en castellano. En ambos casos, la edición en catalán se vende menos que en castellano. Y, de hecho, cuesta ver a un ciudadano en la calle comprando, no solo estos, sino cualquier diario, en catalán o en castellano. Pero lo cierto es que, la prensa específicamente catalana, El Ara y El Punt/Avui, tienen tiradas casi anecdóticas. En el caso de El Punt/Avui, su existencia, desde el origen, se debe al apoyo “económico-militante” de la Generalitat de Cataluña que lo riega con cantidades muy superiores a lo que correspondería por sus lectores. En 2015, la subvención de este medio fue un 20% mayor que las subvenciones recibidas por TV3 (la mujer de origen rumano de Puigdemont trabajaba entonces en ese diario…). En cuanto al diario Ara, propiedad de la familia Carulla (Gallina Blanca, Pans&Company, Bocatta), se mantiene, así mismo, a base de subvenciones (como se indica en la misma edición digital).

Solamente durante el “procés” la gencat desvió 181 millones para los medios de comunicación favorables (según El Mundo… pero ¡hasta el 8 de septiembre de 2014! Y sin contar desde esa fecha hasta 2017 cuando el “procés” concluyó en el ridículo más espantoso que se haya generado en alguna región europea). Este dinero, que se empezó a distribuir desde 2008, procede de ayudas directas y publicidad institucional… desigualmente repartida.

Hay que recordar que, en esas fechas, y desde 1988, el gobierno del Estado no daba subvenciones directas a los medios. Pero, la gencat desde 1983 amamantaba a la prensa publicada en Cataluña y en catalán. Fue así como convencieron a los propietarios de La Vanguardia y de El Periódico para que publicaran ediciones en catalán.

En la radio ocurre otro tanto. Desde el período de Jordi Pujol, se impusieron “cuotas lingüísticas” a las cadenas que emitían en territorio catalán, especialmente en prime time, mientras que la gencat subvencionaba (directamente o a través de publicidad) a grupos afines. Otro tanto, ocurrió en lo que se refiere a TV3 y a los canales periféricos. El presupuesto de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales en 2023, era de 386.237.717 euros con 2.445 funcionarios.

De los libros publicados en catalán, existe la sospecha —hoy cuando se pueden lanzar ediciones de 25, 50 y 300 ejemplares— de que muchas editoriales publican ediciones limitadas a lo que adquieren las bibliotecas públicas. No vale la pena adentrarse en este terreno vidrioso: un pueblo lee lo que habla y si en Cataluña, el uso del catalán es limitado y minoritario, en la lectura lo será igualmente. Y, a todo esto ¿qué habla la sociedad catalana?

EL USO DEL CATALÁN EN LA SOCIEDAD CATALANA

Todo lo dicho en el parágrafo anterior parece superfluo: muy pocos compran medios de prensa convencionales. De hecho, en la ciudad de Barcelona, prácticamente han desaparecido los kioscos de venta de revistas (están reconvertidos en kioscos de gadgets para el turismo). Las audiencias de las televisiones convencionales van irremisiblemente descendiendo. Los espectadores prefieren streamings, youtube y pirateo antes que la mediocridad de los canales generalistas. Así que el hecho de que el presupuesto faraónico de TV3 no consiga remontar la audiencia, no es una excepción: eso mismo le ocurre a TVE.

Ahora bien, lo más preocupante y significativopara la gencat es que el uso del catalán en redes sociales, no desciende: más bien, se desploma.

El uso habitual del catalán en chats y foros ha pasado del 24% en 2017 al 16,7% en 2021. En las redes sociales, el retroceso ha sido igualmente significativo: del 31% se pasó al 24% en apenas cuatro años.

La difusión del cine en catalán está aún peor y registra audiencias residuales (en 2018, solamente asistieron a sesiones de cine en catalán un 2’18% de espectadores) a pesar de los cientos de millones invertidos en los doblajes y subtitulaciones. La gencat pone las campanas al vuelo cuando alguna película catalana logra superar estás audiencias medias (tal ha sido el caso de La Casa Quemada en 2024 que se aproximó al millón de espectadores, excepción histórica y sin precedentes).

La realidad actual es que no se sabe, ni aproximadamente, cuantos catalanes ven TV3: el sistema de audiencias, a nivel de Estado, favorece al fraude y no existe un sistema de medición específicamente regional. Y es muy posible que la audiencia real esté entre un 30 y un 40% por debajo de la estimada. Pero discutir sobre esto sería desviarnos del tema central (las televisiones en cualquier otro idioma están sometidas a las deficiencias de un sistema de medición de audiencias absurdo y diseñado solamente para elevar los precios de la publicidad). El problema central, ahora, cuando la gencat cumple ya más de cuatro décadas y su política de “inmersión lingüística” más de tres, es valorar sus resultados.

Y el resultado no puede ser más desolador. La generación de niños educados en la “inmersión lingüística” (algunos ya por encima de los treinta) ha reaccionado mal a aquel sistema que todavía sigue vigente. Cifras cantan.

El catalán busca hablantes: es minoritario en las redes y se usa cada vez menos en Barcelona”, titulaba El País un artículo publicado el 3 de mayo de 2024. Apenas lo habla el 25% de los jóvenes frente al 48,8% que se expresa en castellano. En la ciudad de Barcelona es donde el desplome del catalán ha sido más evidente. Un estudio de los Servicios Municipales de Barcelona, realizada en 2023, reconocía que apenas el 36,5% de la población de la Ciudad Condal habla en catalán, casi el mismo porcentaje que cinco años antes. Sin embargo, en el ya lejano (pero no tanto) 1989 la utilización del catalán llegaba al 49%: 13 puntos perdidos desde entonces y a pesar de la obligatoriedad de la “inmersión lingüística” y de la catarata de subsidios a los medios de comunicación.

El diario independentista Ara, el 23 de marzo de 2024, reconocía dramáticamente que solo uno de cada cuatro jóvenes residentes en Cataluña, habla habitualmente el catalán. Bajo el título de “Los jóvenes se pasan cada vez más al castellano”, trataba de dar una respuesta a por qué el 28% de catalanohablantes lo abandona a menudo en la vida cotidiana. El problema, al parecer, torturaba al redactor que, al menos, tenía el valor de reconocerlo: “Dos primos adolescentes hablan castellano mientras en la comida familiar todo el mundo habla en catalán”. El artículo reconocía que “el cambio más relevante de los últimos cinco años es que el catalán tiene una capacidad de atracción para vez más limitada. Según la Encuesta en la Juventud de Cataluña el uso del catalán como lengua habitual entre los jóvenes de 15 a 35 años ha caído en los últimos 15 años a un ritmo de un punto por año a favor del castellano.

Los medios independentistas son los primeros en proclamar estas cifras que son todavía más preocupantes en algunas localidades concretas: en la “montaña” catalana, la Cataluña interior, el uso del catalán es mayoritario entre autóctonos, pero es ahí, en zonas como Vic o Ripoll, o en la provincia de Lérida, e incluso en la Costa Brava gerundense, en donde han ido a parar contingentes inintegrables de inmigración magrebí y africana. En algunas zonas como Hospitalet de Llobregat y en el cinturón industrial de Barcelona, el catalán es la ¡tercera lengua! en utilización, por detrás del castellano y del árabe.

Así que sí: es rigurosamente cierto que el catalán está en riesgo de desaparecer en Cataluña.

LENGUA SUBVENCIONADA = LENGUA MUERTA

Lo que vive de manera natural, se espabila, por sí mismo, para encontrar la forma de satisfacer sus necesidades. Lo que vive de forma subvencionada, solamente satisface sus necesidades de manera artificial y, es frecuente que, con el tiempo, vaya viendo como se le atrofian determinadas cualidades.

El subvencionado, siempre, deja de “luchar por la vida”. Recibe todo a cambio de nada. Esto vale para las personas tanto como para los organismos e instrumentos creados por la civilización, la lengua incluida.

La prensa subvencionada es la prensa que no se esfuerza en obtener informaciones. Se limita a ser la voz de su amo. Por eso, algunos medios convencionales, han visto como se derrumbaban sus ventas, no solo por la crisis de la prensa impresa, sino sobre todo por su conformismo. Le ha pasado a El País y le ha pasado antes a La Vanguardia, por citar solo unos ejemplos. Ha pasado en Cataluña, en España y en EEUU, donde las audiencias de la otrora “prestigiosa” CNN se han desplomado.

Se atribuye el descenso en ventas a la “digitalización”, pero el problema es mucho más complejo. Y en lo relativo a los idiomas, las ayudas que ha recibido la lengua catalana desde el regreso de la gencat, han sido de tal calibre, que explican parte del déficit en el gasto público de la administración autonómica, la necesidad de aumentar más y más el presupuesto mediante un “concierto” y el deseo de que la extorsión fiscal pase a manos de la gencat.

Porque, como hemos visto, para aumentar artificialmente el uso y conocimiento de la lengua catalana, se han impuesto cuotas lingüísticas en las radios, se ha introducido la figura del “censor lingüístico” en las redacciones que determina cuál es la palabra más adecuada para que no se deslicen “castellanismos” y/o “barbarismos”, se ha subvencionado prensa en catalán, se ha creado un ente dependiente de la gencat del que dependen los medios de comunicación del organismo, se ha impuesto la “inmersión lingüística”, algunos maestrillos indepes, incluso, han propuesto que el catalán sea obligatorio en los recreos, se han comprado miles y miles de libros editados en catalán que languidecen en las estanterías de las bibliotecas públicas, se han creado decenas de chiringuitos, ongs y grupos de “activistas lingüísticos”, y paro aquí por puro cansancio... Traducir esto en millones de euros es algo a lo que dentro de poco responderá una Inteligencia Artificial bien entrenada.

Y todo esto ¿para qué? ¿Cuál ha sido el resultado de esta política de apoyo inconmensurable y (no hay que tener miedo en emplear la palabra) autoritario a la lengua catalana? Hemos visto la respuesta: un tercio de habitantes residentes en Cataluña, después de casi medio siglo, hablan catalán; su uso llega a una cuarta parte del total entre los menores de 35 años. Hoy se habla menos catalán en Cataluña que cuando empezó este régimen de subsidios e imposiciones. ¡Cómo para estar orgullosos de esta política y de sus resultados!

Y lo peor no es el fracaso de estas políticas, sino su insistencia en ellas:

Casi nadie parece querer reconocer que la política de “inmersión lingüística” ha constituido un doloroso fracaso y que es la primera causa (junto con otros lastres de la enseñanza en España, inspirada desde la transición por principios socialistas) de que la región catalana esté a la cola de Europa en programas de medición de la eficiencia educativa.

Casi nadie reconoce que los medios controlados por la gencat cada vez pierden más audiencia, a medida que va aumentando su presupuesto. Se buscan razones justificativas pero se evita coger el toro por los cuernos.

Sorprende que los propios autores en lengua catalana queden decepcionados de la política lingüística de la gencat. No hace mucho, un amigo vio como su libro, era descartado de los premios de literatura catalana, por dos motivos: contener algunas frases en castellano y haber sido publicado, paralelamente, en lengua castellana. Hace más de tres décadas, otro amigo, propietario de Ediciones Thor, inició la publicación de una colección de libros en catalán, pensando que podría acceder a las, ya por entonces, jugosas subvenciones a la edición en esta lengua. No obtuvo nada a pesar de que la colección incluía biografías de nacionalistas y regionalistas. La colección siguió, pero subvencionada por La Caixa. ¿El motivo? La gencat de CiU, más que apoyar la edición en catalán, apoya a “los amigos que editan en catalán”. Me lo contó, y me lo creo. La lengua, se ha transformado para la gencat, en un big business.

Como si los médicos de la UCI, procuraran desviar pacientes a su unidad, no para salvarles la vida, sino para cobrar una prima por dedicación.


 









martes, 21 de enero de 2025

"TRANSHUMANISMO" O "ARQUEOFUTURISMO" (V de V) - LO QUE SUPONE LA TOMA DE POSESIÓN DE DONALD TRUMP


5. CONCLUSION:
¿LA ÚLTIMA CONVULSIÓN DE AYER O
EL PRIMER RAYO DE SOL DEL MAÑANA?

Todo esto nos lleva a la cuestión de si la “revolución conservadora” actual y su unión con los magnates de las nuevas tecnologías, que ha cobrado una relevancia extraordinaria en la segunda toma de posesión de Donald Trump como presidente de los EEUU, puede ser considerada como el primer rayo de sol del futuro, o más bien como la última convulsión del ayer. Hemos tratado de responder con la última parte de este escrito y ahora podemos decir que hemos llegado a tres conclusiones definitivas:

1) Se ha producido el descalabro de una forma perturbada y enloquecida de concebir la política y la sociedad. El ultraprogresismo quedará, como máximo, reducido al “islote woke europeo” (mientras no cambie en la UE la correlación actual de fuerzas políticas y se prolonguen los “cordones sanitarios” y las ofensivas autoritarias contra las disidencias populistas y euroescépticas), pero ha perdido la partida. Sus sostenes, la Agenda 2030, los organismos internacionales, el “dinero viejo”, están entrando -entre resistencias e intentos desesperados- en el vertedero más maloliente de la historia.

2) Pero, con la alianza entre el “dinero nuevo” y el viejo conservadurismo, las contradicciones se van deslizando de la alternativa “ultraprogresismo – conservadurismo”, a la futura nueva contradicción “Transhumanismo – Arqueofuturismo”. De estos términos, el primero nacerá del fortalecimiento de las empresas tecnológicas y de los fondos de “capital-riesgo” y se apoyará en las posibilidades de mejora y progreso de las condiciones materiales de vida. El segundo, surgirá de la insatisfacción creciente del ser humano ante la perspectiva de una existencia y una vida subordinada a la técnica que conduce inevitablemente a la progresiva “deshumanización de la humanidad”, en los debates sobre bioética, en los errores cometidos por el “optimismo tecnológico” y en sus dificultades para estabilizarse.

3) El conservadurismo norteamericano y su alianza con los magnates de las nuevas tecnologías es puntual y circunstancial. Como siempre, cántaro de barro y cántaro de hierro no pueden viajar juntos: antes o después uno de ellos se rompe. Y el que tiene más posibilidades de quebrar por el duro viaje que le aguarda, es el conservadurismo. La alianza entre ambos es puntual y circunstancial, destinado a abatir la ideología woke y el ultraprogresismo que ambos consideran como su enemigo. Pero, desde el momento en el que Donald Trump jure su cargo, pueden comenzar las fricciones entre ambas tendencias.

4) Todo esto se producirá dentro de una perspectiva neo-liberal en la cual los grandes conglomerados tecnológicos establecerán sus leyes, por encima de los Estados y estos quedarán reducidos a una mínima expresión cuya finalidad sea trasladar a la sociedad los intereses y las metas definidas por los “propietarios de las nuevas tecnologías”. La narcosis social generada durante la Tercera Revolución Industrial, mediante las técnicas propias de la cultura de masas, será sustituida por la “fascinación tecnológica” capaz de encadenar voluntades y tiempos, de los que solamente serán conscientes y sabrán establecer límites y barreras los llamados a ser la élite del futuro, provistos de concepciones Arqueofuturistas.



Esta interpretación del futuro prescinde de cuadros apocalípticos. Es, más bien, la lucha entre las dos únicas concepciones actualmente posibles: o seguir la senda tecnológica sin más, o seguir esa senda, pero con la perspectiva de una élite capaz, no solo de generar técnica, sino sobre todo de dominarse a sí misma y dominar un ciclo futuro de civilización: la élite del futuro situada como nueva guía de la humanidad capaz de mostrar a la humanidad, como decía Nietzsche, que “no hay hermosas superficies sin terrible profundidades”, pero también -añadimos- cumbres que tocan los cielos.

También pudiera ocurrir que, sin ayuda de nadie, por una sucesión de catástrofes naturales, de cambios en las condiciones de vida, de agotamiento de los recursos naturales (no hay, ni puede haber “desarrollo sostenible” ad infinitum en un planeta de recursos limitados), a causa de epidemias o pandemias muy reales y letales, se produjera una crisis apocalíptica que obligue a partir de cero. En esa hipótesis, un “tecnólogo” sin posibilidades de aplicar tecnologías sofisticadas, sería tan inútil como un surfista en Suiza… Esa hipótesis implicaría situaríamos en el punto 0 de un nuevo ciclo histórico, tal como Robinson Crusoe se instaló en su isla perdida.

Se suele olvidar el famoso principio de Murphy, “si algo puede salir mal, saldrá mal”, y especialmente uno de sus corolarios: “cuanto más complicado es un mecanismo, más tiende a estropearse”. Una sociedad tecnológica avanzada es una sociedad particularmente compleja y, por tanto, más sensible, delicada y propensa a “fallos catastróficos” que cualquier otra que haya aparecido en la historia. Depende de la producción de “energía” y de que todos sus componentes funcionen correctamente como un mecanismo de precisión.

En esas condiciones, una pequeña causa, puede producir un gran efecto. Es el “efecto mariposa” que describe como una pequeña variación en las condiciones iniciales de un sistema -como el generado por el aleteo de una mariposa en un lugar perdido del planeta- puede generar condiciones caóticas en el conjunto. No hay que excluir tal posibilidad, sino tenerla presente para prever otra de las posibilidades del futuro. No hay defensa tecnológica posible ante esta eventualidad: supondría el reseteo de todo y un partir prácticamente de cero.

Tanto si se parte de un combate entre dos concepciones del mundo, Transhumanismo y Arqueofuturismo, desarrollada en un contexto tecnológico avanzado, como si se trata de una catástrofe natural o derivada de otras causas, lo único que garantizaría la continuidad de lo humano y la posibilidad de un nuevo despertar serán las “élites holísticas”, aquellas que tienen la capacidad, la visión y las condiciones propias de un “guía”: prever el futuro, afrontar las nuevas condiciones, disponer de un poder superior a la fuerza bruta, conocimientos en materia de medicina, ciencia, comprensión del cosmos, energía interior y carisma. A ellos pertenecerá el futuro, porque ellos se forjaron en los momentos difíciles y sobrevivieron.

Esa “élite holística” es la que hay que empezar a promover ahora, cuando se inicia una etapa decisiva, puesto que sólo previendo los distintos desarrollos que pudieran darse en el futuro, fieles de nuevo a la sabiduría del visionario de Sils Marie, podemos decir con él que “el futuro influye en el presente tanto como el pasado”.

No habrá una “quinta revolución industrial”, la única “élite” que puede surgir de ésta a largo plazo es la Inteligencia Artificial convertida en spiritus mundiSerá en este ciclo en donde se resuelva la gran contradicción que veremos en el futuro, protagonizada por el Transhumanismo y el Arqueofuturismo.

Y, por tanto, esto responde a la pregunta de si vivimos una nueva edad de oro o bien un período de conflictos: vivimos un tiempo de transición y el drama de esta época es que no podemos afirmar cuando concluirá.

 

 

  








"TRANSHUMANISMO" O "ARQUEOFUTURISMO" (IV de V) - LA DIALECTICA DEL FUTURO: ARQUEOFUTURISMO O TRANSHUMANISMO


4. LA DIALECTICA DEL FUTURO:
ARQUEOFUTURISMO O TRANSHUMANISMO

Con el “ultraprogresismo” en derrota, los actores en juego se están desplazando significativamente. A partir de ahora, el “ultraprogresismo” va a darse cuenta por qué le era necesario disponer de una doctrina sólida y firme, en lugar de tópicos convertidos en dogmas por el peso de las redes sociales, pero que no resisten una mínima discusión y solo satisfacen a minorías; al no disponer de ella, está abocado a desaparecer. Lo que le espera es un declive progresivo hasta su desaparición total cuando quede convertido en símbolo de la estupidez y el esnobismo, o bien en una presencia residual e irrelevante, compartida solo por minorías. A partir de los puntos de los que ha partido, ni siquiera es posible que evolucione hacia posiciones más razonables, ni mejor argumentadas. La insistencia en la “igualdad universal” -cuando en el Universo, lo que rige es, precisamente, el principio de la desigualdad y de la jerarquía- y su contradicción entre la búsqueda de la igualdad y la defensa de todo lo que es desigual por minúsculo que sea, lo ha condenado a una esterilidad completa.

El hecho capital de nuestra época, el tiempo de la Cuarta Revolución Industrial, es la aparición de un nuevo modelo de técnica que no tiene absolutamente nada que ver con la que hemos visto en revoluciones anteriores y que, por supuesto, va a cambiar la faz de la Tierra y la organización de las sociedades. El “ultraprogresismo”, al haber nacido al margen de este fenómeno, se limitó a aportar explicaciones y reivindicaciones que satisficieran solamente a minorías que él mismo alimentaba en su deseo de generar una narcosis social que mantuviera la hegemonía de los grandes consorcios y de las dinastías financieras y, evitase en lo posible, la aparición de movimientos de oposición.

Pero una sociedad así concebida solamente podía mantenerse con la aquiescencia de todas las partes. El choque entre el “dinero nuevo” (surgido en torno a los grandes consorcios tecnológicos) y el “dinero viejo” (producto de las acumulaciones de capital, los consorcios industriales convencionales y el préstamo con interés) han desembocado en una primera batalla en la que el “ultraprogresismo” ha sido derrotado y, a partir de ahora, le espera una creciente marginación.

Se puede prever, por tanto, que el protagonismo se desplazará hacia dos opciones que, en esta nueva fase histórica, protagonizarán la contradicción esencial y que, hasta ahora, habían sido marginales o incipientes: Transhumanismo y Arqueofuturismo.

 

1) El Transhumanismo puede ser definido como un “optimismo tecnológico” o también como un “progresismo tecnológico” que atribuye sólo a las nuevas tecnologías la posibilidad de llevar al ser humano a la felicidad y a la realización de utopías que antes solamente eran concebibles a través de la religión.

No es, sin embargo, la continuación evolucionada del “ultraprogresismo, en la medida en que ignora y desprecia toda la temática wokista, la corrección política, la multiculturalidad y los “estudios de género” y aspira a la meritocracia. Ahora bien: es una forma de “progresismo” y de “evolucionismo” desde el momento en el que considera una historia lineal de la Humanidad desde un pasado bárbaro (a causa de la ausencia de tecnologías eficientes) a un futuro feliz (generado por el desarrollo de tecnologías eficientes).

Para el Transhumanismo, los avances y las conquistas que cuentan, son simplemente las aportadas por la tecnología, siendo la ética y la moral, derivados de ella y a la que se deben adaptar. Más que una “ciencia sin conciencia”, se trata de una “ciencia que define una forma concreta de conciencia” o, si se prefiere, una conciencia subordinada a la ciencia: lo que la ciencia puede realizar, para el Transhumanismo, es lo que marca el eje de la ética y de la moral y no al revés.

De la misma forma que en la Primera Revolución Industrial se vivía todavía los restos de las concepciones renacentistas, durante la Segunda apareció la moral burguesa, en la Tercera fueron las masas las que dictaron su ley moral, en la Cuarta, el Transhumanismo propone que sea la tecnología quien genere un nuevo orden ético y moral.

De ahí que sostengamos que el Transhumanismo, que cabalga con los sectores más cuestionables y problemáticos de la Cuarta Revolución Industrial, trata de generar una “revolución antropológica” a diferencia de las anteriores que sólo precipitaron cambios en las costumbres. En efecto, el Transhumanismo pretende de redefinir y alterar la naturaleza y el sentido de lo humano.

Nos dice que las nanotecnologías, la robótica, la criogenia y la ingeniería genética, al converger, nos transformarán profundamente no sólo en nuestro comportamiento sino en nuestra misma constitución. El ser humano ya no será lo que ha sido hasta ahora, ni prolongará su vida lo que le haya permitido su herencia genética o el fatum, sino que todo esto será manipulable y manejable, hasta el punto de que pasará a ser un “cyborg” (un “organismo cibernético”), compuesto por “piezas originarias” (esto es, biológicas, susceptibles por tanto a manipulación genética) que, a medida que dejan de funcionar o sufren enfermedades (“averías”), son sustituidas por prótesis mecánicas fabricadas artificialmente que realizarán la misma función, hasta el punto de poder prolongar indefinidamente su duración.

Esto debería permitir extender a voluntad la vida humana. E, incluso, cuando, por cansancio o por necesidad, el sujeto elija “morir”, todo su bagaje intelectual y su personalidad que anidan en su cerebro se podrá “descargar” en “la nube” en forma de impulsos electromagnéticos 0 y 1. Incluso el milagro de la ubicuidad y la bilocación podrán realizarse en vida, conectando cerebro y ordenador. El sujeto podrá crear un clon de sí mismo mediante ingeniería genética que esté presente en otro lugar del planeta mientras él lo hace en las antípodas, o bien conectar su cerebro a un robot. Lo que hasta ahora ha sido ciencia ficción, a partir de ahora, a veinte años vista, se convierte en posibilidad.

Eso supone, en cierto sentido, la realización del viejo sueño de los alquimistas: la vida eterna. Y, por increíbl que parezca, las grandes fortunas de Silicon Valley están dedicando una parte sustancial de sus ingresos, a invertir en este prometedor terreno. Elon Musk, precisamente, es uno de los magnates que más apuestan por la conexión cerebro-ordenador y su empresa Neurolink está dedicada a la investigación en este terreno.

En un último -y problemático- estadio, la humanidad entera, habrá dejado de ser una entidad biológica, para pasar a ser un Todo informático integrado en “la nube” que será una especie, no de Inteligencia Artificial, sino de “inteligencia cósmica”, identificada con “lo Absoluto” (el “Cristo Cósmico” que definió el teólogo jesuita Teilhard de Chardin en el primer tercio del siglo XX).

¿Se entiende ahora porqué decíamos que la Cuarta Revolución Industrial generará sobre todo un cambio antropológico sin precedentes? ¿Cuándo el “ser humano” seguirá siendo considerado “humano”? ¿Sólo cuándo se le haya implantado una lente intraocular? ¿Con cuántas prótesis mecánicas empezará a ser considerado “cyborg”? ¿Cuándo tenga miembros mecánicos? ¿Cuándo su sangre no sea bombeada por un corazón sino por un motor artificial? ¿Cuándo no sea su cerebro el que piense, sino que la conexión cerebro-ordenador lo haga por él?  ¿Y los robots provistos de inteligencia artificial? ¿Serán los nuevos esclavos? Y si lo son, ¿cuánto tardarán en aparecer movimientos reivindicativos que velen por sus derechos y propongan su liberación? ¿Cuándo se producirá la “singularidad” y la IA “pensará” por sí misma, pasando de ser “generativa” a “imperativa”? Y, si la IA es eficiente, ¿por qué no dejarle a ella -como se está haciendo ya en los procesos de producción y en la logística de las grandes empresas tecnológicas- que sea la que tome las decisiones y adopte las políticas a implementar? Y en el futuro, ¿por qué no dejar que asuma las grandes -y las pequeñas- decisiones ejecutivas, administre la justicia y establezca la legislación?


2) El viejo conservadurismo está desarmado ante todos estos problemas que genera la Cuarta Revolución Industrial y que el Transhumanismo percibe como el irrenunciable futuro al que estamos, felizmente abocados. El viejo conservadurismo ya no está en condiciones de competir y frenar al Transhumanismo, ni siquiera de oponerse a la actual revolución tecnológica.

Y esto por cuatro razones:

a) Las “ciencias de vanguardia” marcan, en la actualidad, las principales líneas de investigación en universidades y en organismos estatales o corporativos. Su avance es irreversible y generará especialmente problemas de bioética que le enfrentarán a los propietarios de las nuevas tecnologías. A pesar de que estos problemas empezaron a suscitarse a finales de 1999 con la clonación de la “Oveja Dolly”, el conservadurismo ha permanecido ajeno a la polémica o a interpuesto débiles argumentos inasumibles para buena parte de la sociedad.

b) Nunca nadie ha estado dispuesto a renunciar a los avances logrados con las nuevas tecnologías: si hoy nadie está dispuesto a renunciar al uso de un Smartphone o al GPS, podemos pensar cuál será la reacción de las masas cuando se le pida renunciar a procedimientos para prolongar la vida, ante la introducción de nanomáquinas en el flujo sanguíneo para resolver problemas de salud o cuando la robótica se haya convertido en un artículo de consumo. El viejo conservadurismo no ha meditado sobre el futuro que están construyendo las nuevas tecnologías y sobre sus repercusiones sobre la psicología individual y de masas o sobre la mutación brusca de las costumbres que ya se está empezando a producir.

c) El conservador no se ha dado cuenta de que, a medida que se avanza en el siglo XXI, se va extinguiendo su propia “base social”. Hasta el principio de la Tercera Revolución Industrial, el conservadurismo se apoyaba en los restos de las aristocracias, en la Iglesia y en la Nación. En la Cuarta Revolución Industrial, el liderazgo de la primera ha desaparecido, el Concilio Vaticano II supuso una aceleración en la pérdida de vigor de la Iglesia; y, a partir de 1945, los “superpotencias” hicieron imposible la supervivencia de naciones soberanas. Era preciso “alinearse” y/o formar bloques continentales; la “dimensión nacional” había cambiado y ya no era viable como lo había sido hasta el final del primer tercio del Siglo XX. El sustrato “conservador” solamente podía ser una especie de etérea nostalgia del pasado, pero sin grupos organizados que constituyeran su base social natural. Ahora, en apenas veinte años habrán desaparecido los restos de generaciones que han conocido un mundo sin tecnologías digitales, que no se habrán educado en ideas de orden, autoridad o jerarquía. Dentro de poco, en una palabra, los conservadores se habrán quedado sin base social.

d) El conservadurismo clásico no se ha dado cuenta de la potencia y de la irreversibilidad de la revolución tecnológica actual, ni del carácter antropológico de la misma. El conservador está dirigiendo su mensaje a un tipo humano en vías de extinción. En nuestros días, puede dar la sensación de que ese viejo conservadurismo sigue vivo y activo: pero la derrota del “ultraprogresismo” ha sido demasiado fácil, acumulaba fracasos, se trataba de una “ideología débil”, era evidente que llevaba a estadios cada vez más caóticos a la sociedad y que se sustentaba en tópicos para uso y disfrute de minorías que no eran nada y lo exigían todo. Pero el Transhumanismo y la Revolución Tecnológica se basan en logros muy reales, en avances concretos que pronto han alcanzado un amplio consenso social (incluso entre los conservadores que los utilizan ampliamente).

Por todo ello y, a pesar de la victoria de Donald Trump, podemos afirmar que el conservadurismo clásico está a punto de desaparecer y seguirá al “ultraprogresismo” en su declive.


3) ¿Dónde está, pues, la alternativa?

A partir del Siglo XVII, la filosofía occidental entró en la vía que ha conducido a los actuales desarrollos. La mecánica newtoniana, las ideas de Amos Comenius en educación (sostenidas hoy entusiásticamente por la UNESCO y que, en realidad, constituyen su “doctrina oficial” sobre pedagogía), el racionalismo cartesiano, el “método experimental inductivo” de Bacon, supusieron una ruptura con el humanismo renacentista y el inicio de una nueva era a la que seguió, no por casualidad, la Primera Revolución Industrial.

En realidad, el punto de partida de toda esta avalancha de nuevas ideas es que “todo lo real es racional y todo lo racional es real”, por tanto, solamente existe lo tangible, susceptible de ser visto por los sentidos y mesurado por patrones predefinidos. Hegel enuncia este principio en 1817, en medio de la Primera Revolución Industrial, sintetizando la herencia del XVII y generando un pensamiento que, como él mismo dijo en los Principios de la Filosofía del Derecho, es un producto de su tiempo (“la filosofía es su tiempo aprehendido en pensamientos”).

El resultado de todos estos puntos de vista, fue la separación cada vez más evidente entre “realidad” y “espiritualidad”, que precipitó una materialización creciente de las sociedades. Se llegó a estos después de varias fases previas: en un principio, se había divorciado el “espíritu” del gobierno de las cosas (“dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”), más luego se generaron luchas entre partidarios del poder civil sometido al religioso (güelfismo) y partidarios de reconstruir la síntesis entre ambos poderes (gibelinismo), para desembocar durante el Renacimiento en corrientes neoplatónicas por un lado y humanistas por otro o en la síntesis de ambas.

Sin duda no es por casualidad que todos los doctrinarios del “nuevo espíritu científico” (Newton, Comenius, Bacon, Descartes, etc.) hubieran pertenecido a ramas desviadas de la Rosa+Cruz, secta elitista más o menos secreta provista de concepciones que se habían ido alejando del neoplatonismo originario, olvidando su deseo de transformar a la persona y anhelando transformar a la sociedad. Lo mismo ocurrió con la masonería que, inicialmente aspirada a alcanzar la “perfección del ser humano” y a partir del XIX empezó a hablar del “perfeccionamiento de la humanidad”...

Cuando la realidad se reduce a lo que se puede observar con los sentidos y se niega cualquier otra forma de realidad, se está cayendo en la misma actitud que negar la existencia de moléculas antes de que se descubriera el microscopio. Si la realidad es lo que se observa con los órganos sensoriales, habrá que convenir que la no utilización, el olvido o la atrofia de otros sentidos puede darnos una visión incompleta de la realidad. A pesar de que un sordo no pueda percibir los sonidos, no puede negar su existencia. Esos sentidos, no utilizados o atrofiados (“La llave que abre nuestra naturaleza interior, está oxidada desde el Diluvio” decía Gustav Meyrink en El rostro verde) era lo que imprimía carácter antaño al fenómeno religioso, entendiendo por “religión”, precisamente, aquello que aspiraba a “religare” (volver a unir) la realidad física con un mundo que está “más allá de lo físico” (lo “metafísico”).

Esto es lo que, en la estela de Julius Evola y de René Guénon, puede definirse como la “vía de la Tradición”: lo que ha acompañado al ser humano desde el principio de los tiempos, desde el momento indefinido en el que dejó de ser un animal guiado solo por necesidades e instintos, a pasar a convertirse en un ser que advertía la presencia de un universo holístico, compuesto por lo visible y lo trascendente, así debería de seguir siendo, si de lo que se trata es de no caer en una especie de retorno a etapas prehumanas y animalescas en las que el individuo vuelva a estar guiado sólo por instintos y necesidades.

¿En qué se basaba la concepción tradicional del ser humano? Respuesta: en una concepción antropológica sobre los tres elementos presentes en lo humano, el cuerpo físico, el espíritu y el alma; entendiendo el cuerpo físico como el soporte material de la existencia, el espíritu como su bagaje mental e intelectual, y el alma, aquello que nos une con la trascendencia y que se manifiesta en los “estados oceánicos” de los que hablara Arthur Koestler en El Cero y el infinito, o bien en los éxtasis místicos, o en las iniciaciones mistéricas del mundo clásico: todos ellos nos hablan de una visión global y directa de la realidad que definen como una comprensión brusca e integral del Cosmos, de la Vida y de la naturaleza profunda del ser humanos. Todos ellos tienden a adjetivarla como “el despertar”, dando por sentado que la visión habitual que han tenido hasta ese momento, era una especie de “sueño”.

El elemento central de esta “vía de la tradición” es la “depuración del espíritu”, una propuesta que está presente en las propuestas de todos los sistemas religiosos que, finalmente, aspiran al “perfeccionamiento del ser humano” durante la vida. Para eso es preciso “depurar” el espíritu de todas aquellas tendencias y hábitos que lo ligan al mundo de lo material. Es la obligación de seguir “los diez mandamientos”, el “noble óctuple sendero del buda”, o los “pilares del islam”, lo que el mundo clásico y las iniciaciones mistéricas llamaban “los misterios menores”.

El hecho de que el cristianismo no reconociera estos “misterios”, no quiere decir que, en la práctica no llegara objetivamente a una práctica similar proponiendo una moral y un concepto de vida que conducía a la perfección. Era la “vía ascética” o “depurativa” que proponía el catolicismo español del Siglo de Oro y que no les bastó a algunos de nuestros místicos que quisieron ir más allá siguiendo su “vía mística”. Y esta vía, significativamente, conducía a la “theosis”, la “unión con Dios”, tal como contemplaban los “misterios mayores” del mundo clásico y las prácticas de meditación de las concepciones orientales.

La Tradición Hermética derivada del neoplatonismo, sugería que, desde el momento en el que el espíritu consumaba la “vía depurativa”, éste dejaba de ser atraído “hacia lo bajo”, por la vida material y por las necesidades materiales e instintivas del cuerpo físico, para ser atraída “hacia lo alto”, por el alma, esa chispa de trascendencia presente en el ser humano, que solamente se percibe cuando el ascesis nos recuerda que existe y que puede ser activada a través de la “vía de la Tradición”.

Las experiencias de personajes tan distintos y alejados en el tiempo como Koestler, los practicantes hinduistas del yoga (“yug”, su raíz, por cierto quiere decir “unión” en sánscrito), de la meditación Zen, o del sufismo, del hesicasmo (la práctica ascética de los monjes de las iglesias orientales) o de la mística renana y de su continuación en la mística española del Siglo de Oro, nos hablan de una sola y misma realidad trascendente, visible, activa y que conduce a la “metanoia” (cambio radical de conciencia) y a la comprensión de que esa parte trascendente del ser humano, en cuando se consigue activar, nos lleva a un concepción integradora del Cosmos, no científica, pero sí directa e iluminadora.



5)  Arqueofuturismo significa, pues, aceptar los logros de las nuevas tecnologías, sin olvidar que, para lograr el perfeccionamiento holístico del ser humano es preciso disponer de un método que garantice una vida plena que puede realizarse mediante la “vía depurativa” (prescindir de todas las tendencias, sensaciones, pensamientos y acciones que aumentan nuestro ego y lo desvían del “camino de perfección”) más allá de la cual, la “vía mística” supone intentar vivir la trascendencia durante nuestro tiempo de vida biológica. Expresado de otra forma: compaginar los adelantos tecnológicos con el seguimiento de una vía espiritual y con unos valores derivados de ella.

En conclusión: podemos prever a falta de otras vías alternativas, que las dos concepciones que entrarán en conflicto en esta Cuarta Revolución Industrial serán, de un lado el Transhumanismo y de otro el Arqueofuturismo.

Ambos están en contradicción flagrante:

1) El Transhumanismo considera a la técnica como una herramienta que posibilita acelerar la evolución darwinista. El Arqueofuturismo considera la técnica como una conquista humana más; la acepta, la incorpora y la promueve, pero sin mitificarla, ni exaltarla, considerándola como un logro -uno más- del espíritu humano, percibe la técnica como un instrumento para la mejora de las condiciones de vida humana, no para la “evolución” de lo humano.

2) El Transhumanismo considera que la etapa final de la evolución lineal ascendente de la humanidad es su integración en un “espíritu absoluto electrónico” logrado mediante la transferencia a “la nube” de todos los pensamientos, emociones, hechos y conocimientos de todos los seres humanos, transformados en impulsos electromagnéticos. El Arqueofuturismo ve la historia de la humanidad como un conjunto de ciclos de ascensos y descensos en los cuales existe la posibilidad de carecer o de disfrutar de avances tecnológicos, pero manteniendo inmóvil el “centro” de la rueda: una concepción tradicional del ser humano y de sus vías de ascenso a la trascendencia.

3) El “paraíso” concebido por el Transhumanismo es de naturaleza tecnológica al que se llegará mediante avances científicos que bastarán para dar a la humanidad sensación de plenitud y realización. El Arqueofuturismo considera a la técnica irrenunciable, pero accesoria, acompañante fiel y subordinada a una visión del mundo que ha sido propia del género humano desde los albores de la humanidad.

4) Para el Transhumanismo el ser humano es cuerpo y espíritu que se bastan para generar técnica y progreso, terminan retroalimentando el cuerpo y prolongando al máximo su existencia terrestre. Para el Arqueofuturismo, el ser humano es cuerpo, espíritu y alma y la técnica un mero coadyuvante del conjunto, en absoluto un fin en sí mismo, y su fin no puede ser diferente a la búsqueda de su perfeccionamiento, ni de su mejora durante su vida biológica.

5) El Transhumanismo considera solamente una visión parcial y limitada de la naturaleza humana derivada del racionalismo, mientras que el Arqueofuturismo parte de una visión holística del ser humano y percibe otra realidad más allá de la descrita y mesurada por las percepciones sensoriales.

6) El Transhumanismo aspira a construir un mundo nuevo surgido de la Cuarta Revolución Industrial, dirigida por los tecnólogos y abierta a que, en un futuro, termine gobernando una Inteligencia Artificial generativa, capaz de resolver los problemas más complejos de la tarea de mando y aportar soluciones eficientes. El Arqueofuturismo, por el contrario, percibe la técnica como un elemento susceptible de colaborar, simplificar y aligerar la tarea de gobierno, pero considera que el “poder” debe estar en manos de una élite que se destaque de la masa y que haya conseguido alcanzar el límite del “perfeccionamiento humano” o bien esté en contacto con la trascendencia y haya operado la “theosis”.


Se entiende, pues, que ambas son nociones contradictorias y que entrarán en conflicto.  Cuando en nuestros escritos sobre el Transhumanismo -véase en el recuadro de “búsquedas” de Info|Krisis- decíamos que no hay elaboración filosófica posible después de su formulación y que con él había muerto la posibilidad de elaborar una nueva escuela filosófica, en realidad, estábamos diciendo que para que la humanidad pueda disponer de una concepción del mundo y de una interpretación de la existencia válida, hay que retrotraerse al pensamiento anterior al racionalismo cartesiano y, a partir de ahí, ir retrocediendo en las distintas concepciones que le habían precedido, hasta remontarse a las concepciones originarias (las concepciones presentes, especialmente, en las filosofías clásicas y en las concepciones indoarias), cuando la humanidad no había iniciado todavía la materialización creciente y progresiva de su existencia, instalada con las sucesivas Revoluciones Industriales.

Si hoy sabemos que la técnica es irrenunciable, también debemos admitir que, sin esas concepciones originarias, la vida humana deja de ser tal y se convierte en la simple existencia de un objeto material más o menos sofisticado al que se puede colocar tal o cual complemento, como a un vehículo fabricado en serie, o llevar al mecánico para la reparación de no importa qué parte de su estructura y cuyo final, no es otro que el reciclado al término de su vida.