miércoles, 26 de julio de 2023

ABANDONAD TODA ESPERANZA: NUEVAS ELECCIONES EN OTOÑO

Si hubiera sido otro el resultado de las urnas, lo único que habría cambiado -y no era poco- era el mascarón de proa. A Sánchez se lo hubieran merendado sus barones y toda la cuestión sería si habría ministros de Vox (no lo creo, francamente) o si el papel de Vox se reduciría a un apoyo crítico exterior a la gestión de Feijóo. Pero, como decíamos en nuestro primer análisis post-electoral, las urnas dieron el peor resultado posible. Nos reafirmamos en lo que decíamos en aquel momento, pero queremos matizar una cosa: la única posibilidad para el país es la celebración de nuevas elecciones en otoño. Cualquier otra cosa supone calentarse la cabeza y hacer cábalas innecesarias. Estas reflexiones completan las que realizábamos “en caliente”, pocas horas después de conocer los resultados y van en la misma dirección

NUEVAS ELECCIONES COMO ÚNICA SALIDA

Incluso en el supuesto de que Sánchez lograra atar el voto de la no-España (la galaxia Sumar, Podemos, Bildu, ERC, BNG y quizás algún independentista moderado más), lo que saldría sería un Frankenstein II ingobernable en una situación de crisis generalizada, huida de capitales, falta de inversiones y con la UE preparando a sus “hombres de negro” para fiscalizar la gestión de un gobierno imposible. ¿Cuánto tardaría la cosa en romperse en mil pedazos? Su fecha de caducidad sería hasta el debate sobre los próximos presupuestos que, normalmente, tiene lugar en noviembre y diciembre. Imposible satisfacer las ambiciones de todas las partes.

Y, a pesar de que parece muy poco probable que Feijóo lograse convencer al PNV de que le apoyara y que el recuento electoral supusiera algún diputado adicional, lo cierto es que, más vale no hacerse ilusiones: el PNV está traumatizado por el “sorpaso” de que ha sido objeto por parte de Bildu y no va a tomar ninguna iniciativa antes de las próximas elecciones vascas que tendrán lugar en noviembre o diciembre. Así que olvidémonos de un apoyo de la “derecha nacionalista vasca”.

En nuestro análisis post-electoral, ya explicamos que una de las posibilidades era forzar una ruptura en el interior del PSOE, que implicara el abandono de cinco diputados (sin duda, extremeños, castellano-manchegos y/o aragoneses) y, ante la posibilidad de un nuevo pacto de Sánchez con la no-España, y, especialmente, ante el hecho de que varios de ellos son conscientes de que su carrera política termina en esta legislatura y que Sánchez no les perdonará nunca el no haberle apoyado públicamente tras elecciones autonómicas pasadas, decidieran “pensar en el futuro” (especialmente en el suyo) y reeditar el “tamayazo” (eso sí, con más diplomacia y savoir faire…).

El propio Abascal ha reconocido esta posibilidad y expresado que, en esas circunstancias, facilitaría la investidura de Feijóo. Y, hasta aquí, nos parece una actitud razonable, el problema es que en el PSOE faltan esos cinco “nombres de hombres” con valor suficiente para actuar contra Perro Sánchez. Sánchez es uno de esos psicópatas de manual contra los que nadie se atreve a actuar, hasta que él mismo ha caído víctima de sus propios errores. Y esto, de momento, todavía no ha ocurrido.

Así pues, no queda más remedio que una convocatoria de nuevas elecciones.

LA DERECHA ANTE NUEVAS ELECCIONES

Ante esa eventualidad, la derecha tendrá que pactar o candidaturas unitarias en algunas provincias concretas, o, simplemente, arriesgarse a que Sánchez no esté en condiciones de repetir la maniobra de inhibición del voto por el calor veraniego, o por la gestión de correos, o incluso que “los nuevos españoles” (inmigrantes naturalizados o bien el voto de nietos de republicanos exiliados o incluso de sefarditas expulsados hace 500 años), tengan menos peso.

A esto se une el que, cada día que pasa, empieza a correr por todo el país el rumor de que se ha producido fraude electoral. Nadie es capaz todavía de decir ni cómo ni cuándo, ni cuánto, pero el resultado imprevisto por TODAS las encuestas, es impropio.

No hay, de todas formas, que aferrarse a esta explicación unilateral -y, en el momento actual, “conspiranoica”- para explicar lo que ha pasado. De hecho, estas elecciones podrían titularse “Perro Sánchez (a) El Sucio, contra Núñez Feijóo (a) El Gris”. Y en el ránking de quién cometió más errores, la derecha figura en primer lugar: desde las infaustas declaraciones de María Guardiola que, casi podían situarse en la esfera de Sumar, hasta pensar que estaba todo ganado -las encuestas lo decían- en un momento de calor extremo y renunciar a seguir en campaña tras la victoria de Feijóo en el debate a dos.

Pero el gran error del PP y de Vox ha sido no pactar candidaturas unitarias en provincias en las que los restos de ambas por separado les hubieran dado un diputado… y, de paso, restar uno al grupo del PSOE. Nadie se hubiera engañado: era el reconocimiento a la sintonía entre ambos partidos, demostrada a partir de los pactos autonómicos que han permitido al PP gobernar en Extremadura, Aragón, Murcia, Baleares y en cientos de ayuntamientos. Si se ha pactado hasta aquí, se puede ir más allá.

YA NO HAY CENTRO-DERECHA O CENTRO-IZQUIERDA, HAY BLOQUES

¿Cuál era el problema? El gran problema es que Feijóo no se ha enterado que estamos en la era de la “política de bloques”. La etapa del “centrismo” ha concluido. El PP ya no es “centro-derecha”, de la misma forma que el PSOE no es, ni de lejos, “centro-izquierda”. En primer, porque el voto de centro ha desaparecido: siempre, el “centro” es flor de un día y por distintas razones.

Durante la transición el “centro” se alumbró para operar como almohadilla entre la derecha sociológica franquista y la oposición democrática. Encarrilada la transición, el centro político se esfumó. Solamente Suárez creyó en la posibilidad de mantenerlo con aquel engendro que se llamó “Centro Democrático y Social” (que tuvo un leve repunte con su promesa estrella de “la mili de 90 días” en 1986.

Luego, las tensiones independentistas en Cataluña, la poca credibilidad del PP catalán tras el “Pujol enano, habla en castellano” y enterarnos de que Aznar hablaba catalán “en familia” y la poca fiabilidad y menor combatividad del PSC en la materia, La Caixa, impulsó la creación de Ciudadanos, inicialmente con función únicamente anti-Procés. Tuvo éxito y en 2017 llegó a ser la primera fuerza política en Cataluña, para vergüenza, mofa y escarnio de nacionalistas e independentistas. Buenos resultados en elecciones anteriores habían generado el que La Caixa decidió trasladar el “invento” a toda España. Y ahí terminaría por producirse la debacle: Albert Ribera era bueno contra el independentismo catalán, pero se movía como un pulpo en un garaje en política española. Mal aconsejado, optó por mantener la etiqueta “centrista”, añadiendo una ligera connotación de “centro-izquierda”. Cuando la opción independentista cedió terreno, ¿para qué seguir apoyando a Ciudadanos? Poco a poco el partido y su centrismo fueron remitiendo y, de aquello, solo quedan rescoldos.

Un progresismo muy acusado y un conservadurismo reactivo. Tales son hoy las dos únicas opciones posibles en España. Está claro que los independentistas siempre existirán, pero menguados, cada vez más menguados, especialmente en Cataluña

LA DIMENSIÓN REAL DEL DESMORONAMIENTO INDEPENDENTISTA

De hecho, las cifras netas de votos obtenidas por las tres formaciones independentistas catalanas, indican su grado de desmoronamiento de la idea indepe: ERC ha perdido casi el 50% de los votos que había obtenido en 2019, pasando de 834.00 a 462.000 votos, que no han sido recuperados por JxCat, formación que ha experimentado también pérdidas notables: de 530.000 votos en 2019 a 275.000 el domingo pasado. La CUP, prácticamente, ha dejado de existir: de 346.000 votos en 2019, se ha quedado con 89.794. En conjunto, estas cifras nos dicen que, en apenas cuatro años, los independentistas catalanes han perdido casi ¡el 50% de los votos que habían obtenido en 2019!

Cómo puede interpretarse esta merma. Por varios aspectos:

1) El procés fue un autoengaño independentista que se creyó lo suficientemente fuerte como para lograr la independencia de la “república catalana” y, lo que es peor, de creer después de unos meses de fracasado el referéndum, con Puigdemont en fuga y sus amigos en prisión ¡que habían vencido! Hasta que la frase de un mosso d’esquadra se hizo célebre: “La república catalana no existe, idiota”. Ese “idiota” resonó como un pistoletazo en la sien del independentismo e inicio el camino de retorno a la realidad.

2) Desde el fracaso del procés, el independentismo ha ido mermando en intención de voto. El menos de 1.000.000 de votos que tiene actualmente, en una Cataluña con casi 8.000.000 de habitantes. En una situación “normal”, hoy el independentismo emperrado como un niño en arrancar del Estado el referéndum (para jugar y perder…) se hubiera convertido en una secta minúscula formada por unos pocos cientos de fanáticos, de no ser por el control que ejerce la gencat sobre los medios de comunicación catalanes. De hecho, va en esa dirección.

3) Las tres formaciones independentistas juegan a ver quién es la “más independentista”, el “nacionalismo moderado” ha desaparecido por completo. El resultado es que, ninguna de las tres se beneficia de la pérdida de votos de las otras dos. Es paradójico que haya sido ERC la que haya puesto como condiciones para apoyar a Sánchez en varios momentos, el indulto de los presos indepes, la condonación de sus multas, y el ampliar los espacios en catalán en TVE… El resultado ha sido que, una parte del electorado independentista, lejos de agradecer a ERC sus desvelos “por Cataluña” o a JxCat el “valor y heroísmo” de Puigdemont, hayan terminado por desertar y reconocer que el PSC-PSOE hace más por el ideal nacionalista que los propios partidos nacionalistas, pues, a fin de cuentas, ha sido Perro Sánchez quien ha firmado indultos, connotaciones, incluso en el País Vasco el que ha acercado a los presos.

OTRO DRAMA ESPAÑOL: LA ESPAÑA VACIA

Otro elemento destacable -y muy triste- en estas elecciones ha sido el fracaso de las candidaturas uniprovinciales y de la “España Vacía”: Unión del Pueblo Leonés, Aragón Existe, Soria Ya, Jaén Merece Mas, Por Ávila, Bloque Extremeño, Partido Aragonesista, España Vaciada, Asturias Existe, Por Huelva, Vamos Palencia, Zamora Si, Vía Burgalesa, Por mi región, Ahora Canarias, etc, etc, etc, no han obtenido ni un solo diputado, ni siquiera un número de votos relevante. Es más, han perdido lo poco que tenían en 2019 (el diputado de Aragón Existe).

La mera existencia de estas candidaturas indica un elemento que generalmente se escapa a los analistas: demuestra que, determinadas regiones, que nunca habían exigido un Estatuto de Autonomía y que se lo encontraron gracias al “café para todos” de la extinta UCD, siguen sin encontrar su pulso y su lugar en la “España autonómica”. No se han visto beneficiadas en ningún sentido por los regímenes autonómicos impuestos artificialmente y ante el desinterés general de los ciudadanos de esas comunidades. Y ahora reaccionan en forma de candidaturas uniprovinciales denunciando la dramática situación de sus provincias.

Su presencia es, sobre todo, un grito de protesta contra la universalización de las autonomías y contra el centralismo localista de cada una de ellas, contra la creciente despoblación, contra el olvido por parte del aparato central del Estado. Y si esto es así -y no nos cabe la menor duda de que lo es- ¿para qué diablos sirven autonomías sin tradición, sin arraigo, sin capacidad ni interés para acometer proyectos viables de transformación regional y convertidas en meras agencias de colocación de los amigos, familiares y correligionarios de quienes las gobiernan?

¿Para qué sirve una Junta de Extremadura o de Castilla-León o la de Aragón y así sucesivamente? ¿No sería mucho más razonable invertir sus abultados presupuestos en creación de infraestructuras, en mejora de los servicios públicos regionales y que fuera un Estado dirigido por técnicos y expertos el que acometiera en un ministerio creado a propósito planes de desarrollo regional? Dicho de otra manera: ¿cuánto dinero se ha dilapidado -y se seguirá dilapidando- en estructuras autonómicas que constituyen verdaderos macrochiringuitos para lucro y entretenimiento de la clase política?

Las dos docenas de candidaturas de la “España Vacía”, más que cualquier otro dato, indican el fracaso de la vertebración autonómica del Estado. Son el principal agujero negro de un país que no puede permitirse dilapidar inversiones y ayudas de la UE en macroestructuras burocráticas inoperantes.

Ahora bien, el gran problema de la “España Vacía”, ese grito de las entrañas del país, es que tampoco ha entendido que estamos en la era de la “política de bloques”: o están con uno de los actores o con el otro, pero no pueden inhibirse, de manera oportunista, situándose entre los dos campos y esperando que gane quién gane, algo sacarán… Sin olvidar, naturalmente, que algunas de estas candidaturas, aun respondiendo a las necesidades reales de las distintas provincias en las que han nacido, están dirigidas por personajes ambiciosos, con pocos escrúpulos, susceptibles de atraer muy pocas simpatías populares.

¿ESPAÑA EN MANOS DE PUIGDEMONT?

Seamos claros: Puigdemont es un fantasma, último residuo de una experiencia deplorable, ridícula y grotesca. El cobarde que quedó con los de ERC para el día siguiente, cuando ya había decidido abandonar el país en el maletero de un coche; sus compañeros de partido y de ERC se quedaban en la cárcel para ser juzgados… En Cataluña nadie recuerda a Puigdemont salvo los adictos a TV3. De hecho, Cataluña está muy tranquila con Puigdemont en Waterloo.

Para la mayoría de catalanes, es un tipo irrelevante, sin oficio ni beneficio, que heredó y creyó en un proyecto político que ni siquiera era suya, construido por otros, sin visos de poderse llevar a la práctica, y decidió encabezarlo para pasar a la historia. Probablemente, Puigdemont es de lo más irrelevante que ha ocurrido en Cataluña, tanto o más como los que le sucedieron luego en la misma poltrona: Aragonés o el también olvidado y olvidable Quim Torra. Cero más cero mas cero, siempre igual a cero.

 Y ahora, por las simetrías parlamentarias, Puigdemont y su JxCat, es para Perro Sánchez el último recurso para que pudiera seguir siendo presidente del gobierno. Sánchez no solamente ha indultado a los promotores del “procés”, sino que ahora depende del más tonto de todos ellos. Y lo que es peor: el gobierno de España depende de uno de los políticos de más bajo nivel de los que ha engendrado la autonomía catalana, proclive a estar dirigida por mediocridades (Montilla, Mas), tipos estrafalarios (Maragall) o simples corruptos (clan Pujol).

Poco importa, aunque, Puigdemont logre volver a España (lo que pasa por “convocar un referéndum consultivo” que perdería, por supuesto, o bien por renunciar al referéndum… lo que contribuiría a hundirle más a él y a su sigla (que, no lo olvidemos, ha pasado de 530.000 en 2019 a tener 392.000), las cuentas tampoco terminan de salir: haría falta hilar muy fino para poner de acuerdo a demasiados partidos nacionalistas e independentistas como para que un acuerdo así pudiera durar muchos meses. Nadie, por otra parte, ni la UE, ni los inversores, ni buena parte del electorado socialista y sus barones resistirían el impacto negativo de entregarse a un cadáver político como Puigdemont.

Éste, por supuesto, negociará al alza. Incluso hasta más allá de donde Sánchez pueda ceder. Será un pequeño teatrito: Puigdemont tratará de mostrarse “fuerte” (¡él, “hombre fuerte”!) y las negociaciones le servirán a Sánchez para hacerse el “duro” ante la opinión pública y poder decir en la próxima campaña electoral: “no cedí ni ante las exigencias de Puigdemont, ni ante el bloque de la derecha y del fascismo”.

PÉRDIDAS Y GANANCIAS DE CADA BLOQUE

Por otra parte: la derecha está maltrecha. No ha logrado su objetivo. Ahora están claras las razones: en una serie de provincias, los restos de la Ley d’Hondt han hecho perder a la derecha una decena de diputados. O actúa en consecuencia o el resultado se volverá a repetir. En cuanto a la izquierda, está asustada: momentáneamente ha frenado la victoria de la derecha, pero ha crecido poco. El PSOE ha ganado 968.000 votos, pero sus “aliados” han perdido mucho más: Sumar hoy ha perdido casi 800.000 votos en relación a Podemos y a las formaciones que ahora han presentado a Yolanda Díaz como mascarón de proa: Compromis, Mais Pais, En Comu, etc. A los partidos independentistas las cosas les han ido todavía peor: en cuatro años han perdido, indepes catalanes y vascos, la friolera de 2.500.000 votos.

En otras palabras, el bloque de la izquierda se ha debilitado. El PSOE se ha reforzado con votos procedentes su izquierda y en Cataluña de algún voto indepe arrepentido. Pero, en conjunto el bloque “izquierda + indepes” ha perdido 2.332.000 votos. La pérdida es todavía mayor si se tiene en cuenta que el PSOE compró al peso a nuevos electores mediante naturalizaciones aceleradas de inmigrantes, mediante otorgar pasaporte español a nietos de exiliados republicanos y a sefarditas expulsados hace 500 años. El bloque de la derecha, PP + Vox, en cambio ha crecido 2.400.000. Está clara cuál es la tendencia, una leve derechización del electorado.

ELECCIONES EN OTOÑO O AGONÍA PERMANENTE

Perro Sánchez necesita elecciones si quiere un gobierno estable. El Frankenstein II sería “pan para hoy y hambre para mañana”. Y todo esto en medio de una situación económica que se irá deteriorando, con un parón en seco de las inversiones, un repunte del paro y un descontento social cada vez mayor.

Todo lo que haga Sánchez durante el verano será de cara a la galería: como “patriota”, como “hombre que no negocia con etarras”, “que exige a Puigdemont que se cumpla la ley”, “que se niega a desguazar España”… Todo esto le permitirá ir restando votos y temas de propaganda de la derecha. Pero si las nuevas elecciones se retrasan durante mucho tiempo, las cifras macroeconómicas operarán su magia contra el pedrosanchismo: revelarán que la situación de incomodidad, inseguridad, inflación, penurias y presión fiscal que sufrimos buena parte de los españoles son absolutamente ciertas y que lo único ilusorio son las “cifras macroeconómicas” convenientemente maquilladas. Así pues, la lógica de la situación determina la celebración de nuevas elecciones y lo antes posible.

¿Seguirá esta tendencia a la derechización del electorado? Todo va a depender de que la derecha sepa optimizar sus candidaturas y presentarse como “bloque”. A la izquierda, esto le va a ser mucho más complicado. No podemos olvidar que Sumar salió de la fusión de casi una decena de grupos que, en buena medida, ni siquiera eran homogéneos interiormente, sino que muchos eran, a su vez, coaliciones o federaciones. Negociar candidaturas unitarias en un bloque tan heteróclito como esa izquierda es, literalmente, imposible.

No podemos terminar este comentario sin expresar nuestro pesimismo. Cada hora que pasa la situación del país es peor: sin valores, sin objetivos, sufriendo todo tipo de inseguridades, afrontando la posibilidad de que se genere una “tormenta perfecta” a nivel mundial, en plena ofensiva comercial china, con una OTAN empeñada en proseguir en Ucrania una guerra que solo sirve para mayor gloria del complejo militar-industrial norteamericano… solo falta que España ni siquiera fuera capaz de elegir quienes van a estar en el timón en los próximos cuatro años.

Hay hoyos de los que difícilmente se sale, especialmente cuando se tiene tendencia a cavar todavía más en profundidad. En esos casos, siempre, las luces que se ven al final del túnel, son, más bien, el brillo de la luna cuando pasa sobre el pozo… Nosotros estamos ya hoy en esa situación.








lunes, 24 de julio de 2023

ESPAÑA SIN REMEDIO: ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS Y LO QUE IMPLICA EL 23-J

Las encuestas, preveían una victoria del PP que gobernaría con apoyo de Vox. Solamente el CIS seguía insistiendo en una victoria socialista… Ni una sola encuesta dio en el blanco, porque no habían previsto el factor “Perro Sánchez”. Sánchez no es un tipo común y corriente, convocando elecciones en plena canícula, con temperaturas próximas (o superiores) a los 40º, sabía que los votantes menos convencidos de ir a las urnas, o estarían de vacaciones y no se preocuparían del engorroso voto por correo, o preferirían estar a la sombra o bajo un aire acondicionado antes que cruzas 200 o 300 metros para votar a una opción en la que no creían. A este grupo pertenecían mayoritariamente “los centristas” que habían votado en otra época a Ciudadanos y que ahora se inclinaban con poco convencimiento por el PP.

Entre eso, una retahíla de mentiras, de falsas promesas, a lo que hay que añadir una campaña poco agresiva, absolutamente ecléctica y un candidato del PP con el mismo carisma que un bloque de corchopán, el resultado ha sido el que ha sido y no el que hubiera podido ser. Pero así es el “juego democrático” y así hay que tomárselo: como uno de esos chistes largos malos-malísimos e interminables que, al concluir, ni siquiera hacen gracia.

Vamos a intentar explicar e interpretar lo que pasó ayer y cómo se llegó al peor resultado electoral que podía darse.

PP, VICTORIA PÍRRICA, ¿PENSAR EN EL POST-FEIJÓO?

Con una campaña gris, en la creencia de que el tirón obtenido en las elecciones municipales y autonómicas, convencidos de que era mejor “no moverse” (ausencia de Feijóo del “debate a tres” prelectoral), desmovilizados por la sensación de victoria, el PP no logró trasladar el entusiasmo a la opinión pública. Si bien en el “cara a cara” quedó por delante de Perro Sánchez, lo cierto es que la campaña pepera distó mucho de galvanizar a su propio electorado. Para colmo, la renuncia a los réditos de las elecciones municipales y autonómicas se inicio con las declaraciones de la Guardiola en Extremadura asumiendo las banderas LGBTIQ+, demostrando que la “derecha progresista” de Casado todavía tenía residuos en el PP. A partir de ahí, el crédito obtenido quedó dilapidado: supimos que había todavía “derecha progre” en el PP.

Las limitaciones y las ambigüedades del candidato eran evidentes desde el principio: una cosa es “gobernar en Galicia” (en Galicia, desde el período de Fraga Iribarne, el poder “se hereda”, no se conquista) y otro muy diferente, tener el carisma y la preparación suficientes como para hacerlo en todo el Estado. Además, algunas limitaciones del candidato popular habían quedado muy claras tiempo atrás (aquella sugerencia encolerizada durante la pandemia de que había que vacunar “obligatoriamente”, nos resulta inolvidable y definitoria, de la misma forma que el coquetear con el PP, incluso un mes antes de las elecciones que, era, sobre todo, un autoengaño). Reemplazar a Casado no tenía ningún mérito: si Feijóo es “el gris”, Casado era “azul, entre cerúleo y verdoso”. De lo único que podía alardear Feijóo era de tener una pinta de “señor serio” … y eso en España, en donde la seriedad es sinónimo de tristeza. No era el candidato más adecuado. Pero ¿quién podía serlo? No había mucho más donde elegir.

Estaba, naturalmente, la Ayuso; pero ésta era consciente de que le falta experiencia y rodaje. ¿Pensará lo mismo hoy? Los resultados de ayer permiten pensar que el “período Feijóo está caducado”. Incluso si se convocan nuevas elecciones, es lícito pensar que Díaz Ayuso podría competir con Feijóo en las primarias. O pensar en hacerlo. En cualquier caso, que nadie piense que Feijóo tiene su poltrona atada y bien atada.

El dilema en los próximos años va a ser para la derecha optar entre la que aspira a ser “la Meloni española” o “Feijóo el gris”. Y si la derecha-derecha es consciente de por qué en estas elecciones no ha conseguido llegar a la mayoría absoluta, deberá establecer sus prioridades y conclusiones: reconocer, por ejemplo, que estamos en la nueva época de la “política de bloques” y optimizar las posibilidades que le da la Ley d’Hont de presentarse unida en las próximas elecciones. Y, me temo que eso solamente lo conseguiría una nueva formación de derechas que surgiera de la convergencia entre Vox y un PP dirigido por Díaz Ayuso.


PSOE, DULCE DERROTA. SÁNCHEZ CUATRO AÑOS MÁS

Perro Sánchez, claro está, ha sido derrotado en las urnas: ha perdido escaños y votos. No le ha ido peor porque, como en aquel cuento de Calderón de la Barca (Cuentan de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. ¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó), a otros les ha ido peor aún: a los indepes, por ejemplo, que en Cataluña se han convertido de ser “tigres de papel” en “peluches”. La victoria del PSOE debe mucho a Cataluña y, mucho más aún, al fracaso independentista y a los malos resultados de Sumar.

Entre eso y las trapacerías de Perro Sánchez, ha logrado paliar la derrota y conservar su hegemonía dentro del PSOE. Parece difícil que ninguno de los barones se la disputen a pesar de los resultados. Para los que habían dudado de él, ahora vuelve a ser el “muchacho maravillas”. Ha entendido, mejor que nadie, que basta con mentir con desparpajo, falsear datos, convocar elecciones en momentos climáticos adecuados y no importarle el que la abstención haya llegado al 30%.

El problema es que la “fascinación” de Sánchez va mermando. Todos, incluso dentro de su partido, son conscientes de que su electorado ha ido cambiando (hoy solo le queda al PSOE el voto cerril que toda la vida ha votado esa sigla y que, incluso, es posible que ignore la existencia de otras, unido a sus “nuevos electores”: inmigrantes recién naturalizados, profesionales universitarios progresistas, funcionarios de ONGs y de chiringuitos subsidiados y, finalmente, contratados a dedo y convertidos en funcionarios; eso es todo) y de que la situación del país no es buena: todos sabemos que el déficit no puede ir aumentando indefinidamente, ni que puede gravarse a la clase media cada vez con más impuestos; y si Sánchez quiere seguir gobernando al frente de un Frankenstein II, hay líneas rojas que no se le perdonarán jamás (especialmente, las concesiones hacia los independentistas agónicos).

Pero, el problema es que, dentro del PSOE y con estos resultados, no hay sustituto posible: nadie se atreverá a presentar batalla a Sánchez dentro del partido. Y ahí estará, al frente del PSOE durante cuatro años más. Conociendo la personalidad sicopática de Sánchez, ahora le toca la vendetta contra quienes dudaron de él tras las elecciones municipales y autonómicas. Hará todo lo posible por seguir siendo presidente del gobierno y no tendrá inconveniente en acceder a referendos independentistas en Cataluña, en el País Vasco y allí donde se lo pidan. Su razonamiento será muy simple: “¿Por qué negarse a conceder referendos que serán perdidos por los indepes…?” (y en esto tiene razón: los indepes están en estos momentos quieren sobre todo referendos, aunque sea para “votar y perder”. Gatopardismo en acción: mover algo para que no cambie nada y el poder siga en sus manos.

INDEPENDENTISTAS: HUNDIDOS, PERO CON MÁS POSIBILIDADES QUE NUNCA

Los independentistas catalanes, a fecha de hoy, no representan más del 30% del electorado que ha acudido a las urnas. Esto implica que, apenas suponen entre una quinta y una cuarta parte del electorado. Las expectativas puestas en el “procés”, galvanizaron el voto independentista. Pero el mal cálculo realizado por todos los partidos indepes, así como el desenlace final del “procés”, una tragicomedia, fueron desmovilizando la voluntad independentista, más y más, hasta llegar al redimensionamiento actual: en Cataluña, apenas el 35% de la población se expresa habitualmente en catalán, eso implicaba que ese era el “techo” electoral del independentismo en condiciones normales.  

A partir del final del “procés”, lo único que quedaba era asistir al baile intercambio de votos menguante entre formaciones indepes: las anteriores elecciones generales ya mostraron esa tendencia, ahora confirmada. El independentismo catalán muere. Pero las simetrías electorales hacen que siga presente -como nunca- en la política española.

Por otra parte, el voto independentista decepcionado ha ido a parar al PSC. Eso es lo que explica su éxito y no la actividad, muy mediocre, del propio PSC. Los votos del independentismo en putrefacción han nutrido la candidatura socialista.

En el País Vasco las cosas son parecidas. Los indepes vascos ya tuvieron su “Plan Ibarretxe” que dio que hablar durante años, para luego desaparecer tras una votación en el parlamento del Estado. Durante años, los indepes vascos han querido “cerrar las heridas de los años de plomo”… lo que equivalía a decir que todos los presos de ETA debían ser liberados y que no deberían de celebrarse más juicios por atentados terroristas pasados. Ahora bien, en la actualidad, estamos en un momento en el que esta temática empieza a ser residual (todos los “presos vascos” ya están en cárceles vascas, beneficiándose de terceros grados).

Lo cierto es que, en el País Vasco, la situación ha sido bastante parecida: los socialistas han quedado por delante del PNV y de Bildu, muy por delante del PP y de Sumar. Pero lo significativo es el “sorpaso” de Bildu al PNV gracias al escaño logrado por Navarra. ¿Hasta cuándo el PNV se va a negar a reconocer que es un simple partido de derechas?

Lo paradójico es que las concesiones de Sánchez a los independentistas catalanes (indultos) y vascos (libertad presos) no se han traducido en un avance de unos y de otros, sino en un reforzamiento del presidente. A cambio de estas concesiones, los independentistas han apoyado sistemáticamente a Sánchez durante cuatro años. Eso es lo que ha provocado dos fenómenos: desmovilización del voto independentista y trasvase de votos del independentismo al socialismo.

VOX, NO ERA SU HORA, NI QUIZÁS SU SIGLA

La dirección de Vox esperaba la merma de votos. Estaba claro que buena parte del electorado de la derecha iba a decidirse por el “voto útil”, esto es, por depositar la papeleta del PP. Pero el objetivo de Vox se ha cumplido: mantenerse como “tercera fuerza” parlamentaria. Bien, los resultados están en la lógica de la coyuntura actual, pero hay que reflexionar sobre lo objetivo y lo perdido: se han conservado los muebles, pero están hoy más alejados que ayer de tocar las mieles del poder.

¿Qué ha ocurrido en la derecha? Algo muy simple: la duplicidad de candidaturas especialmente en provincias pequeñas y la particular ley d’Hont del sistema español, hace que miles de votos se desperdicien y no tengan representación de ningún tipo. Otra cosa hubiera sido si en lugar de dos candidaturas hubiera existido una, una coalición, por ejemplo. En ese caso, ya no hubiera habido “restos” perdidos. De haber operado así, la derecha hubiera obtenido los escaños suficientes para llegar a la mayoría de gobierno.

El plan de Vox, hasta ayer, consistía en tratar de participar en un gobierno de coalición del bloque de las derechas, o, como mínimo, vender caro su apoyo a Feijóo, esperar cuatro años, ver como Feijóo se quemaba en la tarea de gobierno y esperar a las elecciones 2027 para igualar o superar al PP y forzar un gobierno de la derecha entre dos fuerzas prácticamente iguales. Pues bien, este proyecto, hoy, ya no es válido.

Vox solamente tiene dos posibilidades: o bien, torpedear al PP tratando de ganar cuota electoral a costa de este partido, o bien tender a candidaturas de coalición o a la creación de un nuevo partido que supondría una reconstitución de la unidad de la derecha similar a la que existió durante el período aznarista.

A diferencia de otras opciones populistas europeas, Vox tiene todavía problemas internos: en especial los “grupos de presión” (habitualmente sectas religiosas) que operan en su interior, luego tiene que elegir su electorado y sus temas estrella y procurar que estos refuercen su electorado (aumentando su “giro social” en dirección a convertirse en hegemónico entre lo que queda de “clase obrera blanca”, mostrándose como portaestandartes contra la Agenda 2030). Y, finalmente, tiene que procurar que sus rostros visibles estén a la altura, tanto en los ayuntamientos como en las comunidades, como en las autonomías (que no siempre lo están).

Vox ha salvado los muebles, pero nada más que los muebles. Sobrevivirá, pero muchas cosas deberán cambiar en los próximos cuatro años, para que pueda remontar. Y, sobre todo, su gran problema sería la convocatoria de nuevas elecciones sin llegar a acuerdos con el PP especialmente en provincias pequeñas. Y, obviamente, el PP estaría mucho más cómodo “sin enemigos a la derecha”, tal como predicaba Fraga en la línea con los conservadores de la restauración.

La buena noticia para Vox es que Macarena Olona no volverá a levantar cabeza en política con sus apenas 6.000 votos.

SUMAR, CUANDO BARBI RESTA

Sumar puede también darse con un canto en los dientes. Ha quedado disminuido, ha perdido escaños y votos. No ha “sumado”, sino todo lo contrario. Lo que Yolanda Díaz tiene detrás no es un partido, ni siquiera una coalición, sino, más bien una reconfederación de confederaciones, cada una de las cuales, en sí misma, es un mosaico que recuerda al “trencadís” de la arquitectura gaudiniana. Con esos mimbres, el resultado obtenido es casi milagroso…

Podemos no ha desaparecido del todo, ha obtenido 9 diputados, pero la merma de votos y de diputados, pesará como una losa en la coalición. Y, además, ahora quedará el problema de repartir los ingresos dados por el Estado por votos y escaños. El proyecto de Sumar ha tocado techo: no da más de sí, como Podemos es también cosa del pasado. Parece difícil que una “reconfederación” de este tipo pueda consolidarse, especialmente en el clima de derrota que la ha acompañado desde el inicio de la campaña electoral.

Parece probable que lo que ya preveíamos hace unos meses, la incorporación de Yolanda Díaz y de algunos de sus acompañantes al PSOE, se acelere. A fin de cuentas, desde la transición, el papel histórico de los militantes del PCE es terminar llamando a la puerta del PSOE.

Yolanda Díaz ha sido amamantada por Perro Sánchez. Ha sido propulsada por él. La ha alimentado. La ha convertido en vicepresidenta del gobierno. La ha apoyado en el famoso “debate a tres”. Nada de todo esto, ha servido para convertir a Sumar en una realidad electoral con futuro. El “voto útil” de la izquierda ha ido a parar al PSOE. Por otra parte, los programas de Sumar y del PSOE no eran muy diferentes.

Seamos claros: a la izquierda del PSOE lo que existe en un batiburrillo de grupitos que pueden pesar a nivel local, pero que son inarticulables, heterogéneos y sectarios a nivel nacional. Yolanda Díaz ha tratado de convertir este mundillo en una opción política a nivel nacional que sustituyera a Podemos. No lo ha conseguido. Fin de la historia.

LAS CINCO OPCIONES A PARTIR DE AHORA, DE MENOS A MAS

Tras este repaso, solamente queda tratar de intuir lo que va a ocurrir en las semanas sucesivas. No hay muchas posibilidades, pero las hemos ordenado de MENOS a MAS probables:

1) GOBIERNO DE LA DERECHA EN MINORÍA

Quienes decían que debería gobernar el “partido con más votos y diputados” (el PP), ahora les tocaría cumplir, dejando gobernar al PP en solitario. Parece muy improbable porque la “generosidad” no es la característica que adorne a los partidos políticos españoles.

2) GOBIERNO DE LA DERECHA MEDIANTE “TAMAYAZO”

Cabría la posibilidad de que, dada la proximidad del PP absoluta (junto a Vox), los diputados que le faltaran surgieran… de descontentos del PSOE. Bastaría con que apenas cinco diputados díscolos revalidaran la “maniobra Tamayo” en Madrid en 2003, para inclinar la balanza. Problema: Sánchez, previendo esta posibilidad, ha colocado a sus leales en los primeros puestos en las listas electorales.

3) GRAN COALICIÓN

Teniendo en cuenta que PP y PSOE tienen, sumados 258 diputados lo que, prácticamente supondría casi un 75% necesario para acometer reformas constitucionales necesarias e inaplazables. Una gran colación -bien vista por la UE- daría al país estabilidad necesaria y confianza del empresariado. Pero, en la práctica es una solución querida por Feijóo, pero rechazada de plano por Sánchez. Solamente un movimiento interno de sus barones -debilitados por los resultados de ayer- podría abundar en esa dirección.

4) GOBIERNO FRANKENSTEIN II

La suma de los propios diputados, de los de Sumar y de los independentistas catalanes y vascos, daría a Sánchez la posibilidad de seguir en el poder. Pero debería realizar excesivas concesiones, imposibles de cumplir por las limitaciones impuestas especialmente por la UE. Además, debería negociar con excesivas fuerzas políticas. Sánchez se ve capaz de engañarlas y/o satisfacerlas a todas, pero un gobierno de ese estilo podría romperse en cualquier momento. Sería sinónimo, de partida, de inestabilidad.

5) NUEVAS ELECCIONES EN OTOÑO

La solución más probable es que vayamos a nuevas elecciones en otoño. Constatada la imposibilidad de formar gobierno, las cámaras deberían de ser disueltas y convocadas nuevas elecciones.

Cualquiera de estas posibilidades, especialmente las últimas con mas posibilidades, supone un futuro incierto para nuestro país. Y esto implica, retracción de inversiones, desmoralización social, imposibilidad de aplicar reformas necesarias, posibilidades de proseguir la deletérea “ingeniería social” zapatero-perrosanchista, etc, etc, etc. Nada bueno para un país que precisa unidad, trabajo, identidad, prosperidad y buen gobierno.

LA PEOR DE TODOS LOS RESULTADOS POSIBLES

Políticos mediocres, sin redención posible, campañas electorales planas, repletas de errores. Nunca gana el mejor, sino el que ha metido menos la pata. No se vota “a favor de”, sino “en contra de”. No se contempla lo mejor para la comunidad, para el país, sino el conservar la paguita, ampliarla, universalista o cómo pagar menos impuestos. Cualquier cosa que escapa a estos anhelos, no pesa en el ánimo de la mayoría de los electores. Y, además, el voto es volátil. Bastan dos o cuatro grados más de temperatura para no acudir a las urnas. Nadie lee los programas políticos de los partidos porque nadie cree en los partidos, ni en sus promesas ni en sus programas. ¿Para qué? ¿A quién le interesan?

Vale lo mismo el voto de un lector diario de la prensa y que está al día de lo esencial, como el voto de un colgado analfabestia. Y, para colmo, los resultados están más aun adulterados por la Ley d’Hont (sin contrapesos, como atribuir diputados adicionales en función de la suma de restos que quedan en cada provincia). En fin, una crítica al sistema democrático-electoralista no es pertinente, pero es, sin embargo, la cuestión de fondo. Ganase quien hubiera ganado, lo hubiéramos simplemente recordado: el sistema no es justo, ni los resultados expresan la voluntad popular.

Mientras la derecha siga con ese conformismo bovino que le impulsa a ver la constitución del 78 como el mejor de los mundos y negarse a proponer una reforma en profundidad. Mientras no exprese claramente cómo contener el gasto público, mientras no se liquiden escalones enteros de la administración, o explique en función de qué y cómo reformar la educación, cómo avanzar a un estado social más justo o tenga el valor de defender nuestra agricultura y nuestra producción en la UE, muchos nos negaremos a votar a la derecha o lo haremos con la nariz tapada. Y algo parecido puede decirse de una izquierda obsesionada con los “pequeños relatos” feministas, gays, transex, los derechos de los ocupas o de los inmigrantes, o con el cumplimiento de los objetivos de la Agenda 2030 en la que solamente se cree en algunos países de la UE.

Lo decíamos en la jornada de reflexión: estas elecciones no iban a resolver nada. De hecho, si algo han hecho, ha sido complicarlo todo aún más de lo que estaba. 








 

domingo, 23 de julio de 2023

REFLEXIONES DESDE MI RETRETE: VOTAR SIN FE, SIN ESPERANZA…

 

He votado por dos razones: porque el psicópata que ha gobernado España durante cinco años debe pasar al basurero de la historia a la voz de ya; y, porque el colegio electoral lo tengo cruzando la calle. Con un presidente más digerible y con una mesa electoral situada cien metros más lejos, no me hubiera tomado la molestia de ejercer mi improbable “parcela de soberanía”. Se vote a quien se vote, estas elecciones no van a solucionar ninguno de los graves problemas que nuestro país arrastra desde hace décadas. Cambiarán los rostros, cambiará la velocidad de aproximación al precipicio, pero muchas cosas -todavía- deberían de cambiar para que nuestro país “volviera a ser”. De hecho, nunca unas elecciones han servido para algo más que para cambiar a los mascarones de proa.

La solución no pasa por las urnas. Pasa, en primer lugar, por una regeneración moral del país. Algo difícil que nunca se produce espontáneamente. Las élites no nacen por generación espontánea ni con “coincidencias cósmicas”. Y lo que Europa necesita son nuevas élites capaces de alumbrar un lúcido proyecto de regeneración continental y tener la determinación suficiente para ponerlo en práctica: con las urnas a su favor, con las urnas en su contra o prescindiendo de las urnas.

Supongo que en esta convocatoria electoral ganará el bloque de la derecha. Veremos lo que Feijóo hace desde el poder. No seáis muy optimistas. Lo ha dicho por activa y por pasiva: su primera opción de pacto es un PSOE liberado del psicópata que eligieron como secretario general.

Es evidente que, si el PSOE no se hace con el triunfo, esta misma noche, los barones del partido se comerán a su “secretario general”. Mañana lunes, a media mañana, le habrán obligado ya a dimitir de sus cargos dentro del partido y por la tarde, incluso, podríamos conocer los nombres de la gestora que tomará las riendas del socialismo en los días de la desgracia. Claro está que también puede ocurrir que eso mismo ocurra con Feijóo.

Todo está en el aire: ésta, de todas formas, ha sido -lo reconocen todos los analistas- la peor campaña electoral de la historia (¿hay alguna que sea “brillante, inteligente y reflexiva”?). Feijóo ha tenido que moverse poco. No es carisma, precisamente, lo que destila. Con él ha valido aquello de “no te muevas que es peor”. Su campaña se ha basado en el desgaste de Sánchez y en su falta de credibilidad. No se vota a Feijóo: se vota contra Sánchez.

Quien ha prodigado un activismo casi juvenil ha sido el psicópata de la Moncloa: primero con aquellas entrevistas a sus ministros, luego buscando un hueco en todos los telediarios, más tarde en mítines siempre alejados del gran público y que reunían solo a adictos filtrados no fuera que alguien le recordara el “que te vote Txapote”, verdadera consigna electoral del antisanchismo, todo ello acompañado por promesas de pisos para todos, prácticamente a precios de remate, por promesas de subsidios para todo lo subsidiable y ocultamiento de las verdaderas intenciones y de quién pagará la broma; con el falseamiento de datos “macroeconómicos” que choca con la realidad que todos vivimos al ir a comprar una docena de huevos, un litro de aceite o un buen filete de ternera. Flanqueado por Yolanda Díaz, que no se ha quedado atrás en promesas electorales cada vez más delirantes (la paguita de 20.000 euros a los jóvenes en su vigésimo cumpleaños es de escándalo), la suerte es que, gane quien gane, está claro que los “ministres” de Podemos no volverán a sentarse en un consejo de ministros y que sus rostros se olvidarán pronto.

Es bueno -casi es una exigencia moral- votar hoy contra el pedrosanchismo. Pero es mucho más importante, no hacerse ilusiones sobre lo que pasará después. Los destrozos operados en la sociedad española desde el período zapaterista se han visto centuplicados en estos últimos cuatro años. Suelo recordar una explicación que me dio un sacerdote (el “padre Valls” de los Escolapios de Balmes) cuando distinguía entre “pecado mortal” y “pecado venial”. Me contaba que el pecado venial es como cuando tienes una bata con algunas machas y la madre la mete en la lavadora y la limpia en un momento, mientras que comparaba al pecado mortal con una bata que está literalmente destrozada, sucia de grasa, de tinta, desgastada, con el tejido debilitado y las costuras rotas: esa bata, ya no se puede limpiar, está para tirar. Eso mismo es lo que le pasa hoy a nuestro país: hace unas décadas, todavía era lícito pensar que los problemas de encaje en la UE o la cuestión de la vertebración del Estado podían resolverse; en algunos momentos era lícito pensar que le economía estaba mejorando y que no había sino unos pocos nubarrones en el horizonte; podíamos pensar que con una nueva ley de inmigración se resolvería el problema o que con mano dura contra la delincuencia y los tráficos ilícitos, la sociedad recuperaría la normalidad. Hoy, nada de todo esto es posible: no solamente los problemas que ya existían en 2003 se han centuplicado, sino que han aparecido otros nuevos y todo esto con una coyuntura internacional ampliamente desfavorable. España está hoy como la bata que me describía el “padre Valls”: España es de muy difícil, de casi imposible, regeneración. Y, desde luego, no a través de las urnas.

¿Entonces? ¿Qué precisa España? Lo que no ha tenido en los últimos 40 años: un nuevo cirujano de hierro con valor suficiente para utilizar el bisturí y extirpar los problemas de manera radical y sin piedad. Pero, ni siquiera esto bastaría. Porque un “cirujano de hierro”, precisa de un “equipo médico habitual”, de una élite nacional que lo apoye. Y no soy muy optimista sobre la posibilidad de que surja tal cirujano y, mucho menos, sobre que nuestra sociedad tenga todavía capacidad para alumbrar algo más que “influencers”. No hay otra solución.

Una victoria del bloque de la derecha, en el mejor de los casos, supondría un tratamiento paliativo: nos liberaría de levantarnos cada mañana escuchando las mismas monsergas en los informativos o la última ley estúpida elaborada por completos analfabetos político-sociales. Incluso es posible que mejorase algo el déficit público y se contuviera el gasto público. Pero, poco más.

El bloque de la derecha, en general, no ha sido capaz, ni en España ni en ningún otro país en el que existe en la práctica, de aislar el origen del problema. No es que la izquierda esté a la búsqueda de nuevas bolsas de electores (que lo está) y haya perdido cualquier referencia ideológica al socialismo o a la socialdemocracia, no digamos al comunismo, no es que haya empeñado en loar, glosar y alabar al colectivo LGBTIQ+, no es que practique la cultura de la muerte (aborto+eutanasia), no es que haya atomizado a la sociedad española (ha hecho todo esto y mucho más) y que se limite a echar la culpa a “los que tienen posibles”, “a los milmillonarios”, “a las grandes fortunas del Ibex 35”.

El gran problema de nuestro tiempo es la existencia de unas organizaciones internacionales (ONU, UNESCO, FAO, OMS, FMI, especialmente), en manos de unas clases funcionariales que nadie ha elegido y que lanzan programas y proyectos mundialistas. De esa cúpula mundialista derivan tanto la Agenda 2030, como las iniciativas mundialistas, incluso -lo hemos visto no hace mucho- los “protocolos” para tratar a los pacientes de Covid-19 cuya aplicación ha causado más víctimas que el propio virus, o la promoción de unas “vacunas” sin testar que se han mostrado en miles de casos peores que la enfermedad. Porque, a decir verdad, ni la UNESCO culturiza, ni la FAO resuelve los problemas de adulteraciones alimentarias y de salud alimentaria, ni la OMS vela por la salud mundial, ni el FMI es salvaguarda de la estabilidad y prosperidad económica planetaria, ni, por supuesto la ONU resuelve conflictos internacionales. Todos ellos predican los contenidos en la Agenda 2030, al mayor amasijo de medias verdaderas, mentiras conscientes y aberraciones absolutas jamás redactado desde la Declaración Universal de Derechos Humanos en la que no figura el derecho a la seguridad, sin el cual, ningún otro derecho puede ejercerse.

Este amasijo de siglas internacionales, dirigidas por alucinados en el mejor de los casos y por aprovechados en el peor, constituyen el peor lastre de nuestro tiempo. ¿Hay algún candidato que haya propuesta el abandono de nuestro país de esas organizaciones? Ninguno ¿verdad? Eso implica que nuestra clase política todavía no es consciente de dónde está situado el foco originario de todos los problemas. Y si no ha sido capaz de esto, le va a resultar -gane quien gane hoy- abordar una resolución radical de los problemas.

Seguimos a espera del cirujano de hierro y de la aparición de una élite. Mientras, votad malditos, votad… cambiaréis rostros, pero no resolveréis problemas.








 


martes, 18 de julio de 2023

LAS ELECCIONES DEL 23-J – TODO LO QUE ESTÁ EN JUEGO Y QUE VALE LA PENA RECORDAR ANTES DE VOTAR (O DE NO VOTAR)

Seguramente se trata de las elecciones más incómodas convocadas jamás en país occidental alguno, pero también las más necesarias. Estas elecciones decidirán solamente una cosa: si España, en los próximos cuatro años, seguirá teniendo al frente a “Pedro I El Mentiroso” o a “Feijóo El Gris”. Nada más. Y, por supuesto, que nadie crea que estás elecciones van a ser la piedra angular para la resolución de los graves problemas que nuestro país tiene planteados. Raras han sido las ocasiones en las que las unas elecciones han servido para algo más que cambiar el rostro del mascarón de proa. Ahora bien, siempre que estamos próximos a un proceso electoral, tenemos por costumbre decir algunas palabras sobre las alternativas en disputa en la esperanza de poder aclarar la intención de voto de nuestros lectores. Y, claro está, reflexionar en voz alta sobre nuestra propia actitud.

1. UNAS ELECCIONES HISTÓRICAS

Nos atrevemos a decir que estas elecciones son las más importantes de la reciente historia de España por tres motivos:

1) Los años en los que Sánchez ha estado al frente de un gobierno de coalición de las izquierdas han generado un arsenal legislativo que corre el riesgo de alterar definitivamente y para siempre el rostro de la sociedad española: Ley Tras, ley del aborto, ley de eutanasia, ley de la vivienda, ley de ingreso mínimo vital, ley sobre los beneficios de la banca, ley sobre la memoria democrática, ley sobre revalorización de pensiones, ley sí solo si, ley del tope del gas, reforma laboral. Ni una sola de las leyes aprobadas contiene algún elemento positivo: todas, o han legislado aspectos irrelevantes que ya estaban contemplados por otras leyes, o suponen normas radicales de “ingeniería social” o bien son inaplicables. Es el resultado un caos legislativo sin precedentes, que sirve más a los intereses de la no-España y de los grupos marginales de la sociedad, que a los de la inmensa mayoría de los ciudadanos.

2) Mientras el gobierno satisfacía los intereses de minorías marginales, los graves problemas de fondo se iban agravando más y más: a los ya existentes heredados de anteriores períodos, se han unido problemas artificiales generados por el propio gobierno, problemas derivados de la coyuntura internacional y, finalmente, otros generados por los errores del propio gobierno.

3) Nunca antes, el gobierno ha estado en manos de un enfermo mental con un cuadro clínico propio del perfecto psicópata: a) falta de empatía, b) egolatría, c) encanto superficial, b) capacidad para mentir y d) ausencia absoluta de escrúpulos morales.

2. ESPAÑA HA ENTRADO EN LA “POLÍTICA DE BLOQUES”

Estas son las primeras elecciones del nuevo cuadro político que se ha generado en los últimos años y que afecta a cada vez más países. El sistema político español ha atravesado tres etapas:

1) La etapa de bipartidismo imperfecto para la que fue diseñada la constitución de 1978: dos partidos, uno de centro-derecha y otro de centro-izquierda se iban alternando en el poder por mayorías absolutas y, cuando no las tenían, apoyados por nacionalistas moderados catalanes o vascos.

2) La etapa de pluripartidismo iniciada a partir de la crisis económica de 2008-2011, cuando se demostró lo caduco de los dos grandes partidos y asistimos al nacimiento de nuevas formaciones, Podemos y Ciudadanos primero y luego Vox. El parlamento quedó fragmentado y precipitó la moción de censura que dio acceso al poder a Sánchez.

3) La etapa de “bloques”: se inicia tras las últimas elecciones generales, cuando sube al poder un gobierno de izquierdas (socialistas + extrema-izquierda) apoyado por nacionalistas radicales que intenta aplicar políticas radicales de ingeniería social dictada por los organismos internacionales (Agenda 2030 de la ONU y mundialismo cultural de la UNESCO). La velocidad y la poca sutilidad con que se han intentado aplicar esas medidas ha generado una reacción conservadora de la misma intensidad, aunque de sentido opuesto.

El resultado ha sido la división de la sociedad española en dos bloques:

- El bloque “progresista”: con un PSOE cuyo electorado está compuesto por inmigrantes nacionalizados, minorías sexuales, universitarios progresistas, directivos de ONGs, apoyado por una extrema-izquierda (ayer Podemos, hoy Sumar) que en realidad es una amalgama de decenas de tendencias inorgánicas, partidos, círculos, grupos menores, sin programa común y sin liderazgos reales, y finalmente nacionalistas radicales catalanes, vascos.

- El bloque “conservador”: con un PP que, momentáneamente, se ve apoyado por las clases medias, los sectores católicos y conservadores, agricultores, apoyado por Vox que cada vez se parecerá más a un “partido populista” europeo que agrupará al voto de la “clase obrera blanca”, acentuará su carácter anti-inmigracionistas y nacionalista. El entorno ideológico oscilará entre el viejo conservadurismo católico, la derecha liberal y la derecha nacional.

3. LOS RASGOS DE ESTE NUEVO PERÍODO SON:

a.- desaparición de partidos centristas

b.- desaparición de opciones nacionalistas moderadas.

c.- dos lenguajes completamente diferentes sin posibilidades de coalición ni acuerdos.

d.- dos orientaciones políticas opuestas en todos los ámbitos.

4. DOS BLOQUES PARA CUATRO CORRIENTES:

En otras ocasiones ya hemos escrito que la única diferencia entre los dos bloques (conservador y progresista), dentro de los cuales existen dos sensibilidades diferentes (la moderada y la radical), no tiene nada que ver con ideologías, sino con “velocidades”:

- La izquierda radical (ayer Podemos, hoy Sumar, más los radicales independentistas) practica una velocidad acelerada en dirección al abismo. Quieren arrojar a la sociedad española por ese abismo que consideran un “gran salto” en la construcción de una sociedad nueva. La quieren rápido y ya, forzando el paso. Aman los experimentos nuevos, originales y excéntricos.

- La izquierda moderada (el PSOE) va en la misma dirección, aspira también a la construcción de una nueva sociedad, pero está dispuesta a realizar esta marcha a una velocidad que sea más asumible para la sociedad española y no le entrañe a la sigla socialista altos costes electorales, para eso precisaría una mayoría absoluta.

- La derecha moderada (el PP) no rechaza completamente los cambios sociales, es más, estaría dispuesta a liderar algunos siguiendo la política “gatopardista” (cambiar algo para que no cambie nada). Permanecen parados ante el abismo tienen la creencia de que los problemas de la sociedad podrían resolverse aplicando criterios técnicos.

- La derecha racial (Vox), además del rechazo a las políticas progresistas y a la marcha por la pendiente de la decadencia, aspiran a revertir el camino recorrido. No solo se niegan a arrojarse al abismo, sino que quieren recorrer el camino en sentido opuesto. Son partidarios de todas las reformas constitucionales capaces de impedir avanzar en dirección al abismo.

5. ¿Y QUÉ ES EL “ABISMO”? ¿DÓNDE ESTÁ EL “ABISMO”?

Lo que llamamos y reconocemos como “abismo” está compuesto por cinco rasgos:

1) Sumisión a la Agenda 2030 dictada por la casta funcionarial de la ONU, el gran proyecto mundialista de ingeniería social, pensado a escala planetaria, pero que solamente se aplica en “Occidente” (EEUU+UE).

2) Un tránsito mal calculado entre la Tercera y la Cuarta Revolución Industrial que implicará cambios radicales en los hábitos sociales, los modelos de comportamiento y de trabajo y que llegan a una velocidad excesiva como para que puedan afrontarse sin generar conflictos sociales radicales.

3) La creación de una sociedad sin raíces, ni identidades comunitarias, ni siquiera valores universalmente reconocidos, en beneficio de valores relativos, identidades menores de carácter sexual, y contenidos culturales mundialistas; una sociedad inviable y en la que los únicos valores admisibles son hedonistas, economicistas y materialistas.

4) El caos étnico que fragmenta a las sociedades en grupos estancos en función de la pertenencia a determinados grupos raciales y religiosos, que en toda Europa se han mostrado impermeables a la integración y que conduce directamente a la guerra civil que será, a la vez, religiosa, étnica y social.

5) El avance del “modelo chino” que recoge lo peor del capitalismo (el consumismo, la búsqueda del máximo beneficio, la depredación de recursos) y lo peor del comunismo (masificación, dirigismo, sumisión al poder, control social) en un mundo en el que la globalización ha muerto y Europa el ámbito al que pertenecemos- ha visto disminuido su poder internacional.

6. ¿TERCERAS VÍAS? DESENGAÑAROS

En nuestros oídos resuenan todavía viejas consignas de nuestra juventud: “ni derechas, ni izquierdas”, llamamientos a una “tercera posición”, referencias a un espacio “de tercera vía”. Quizás por nuestra formación política originaria, tenemos cierta predilección por estas fórmulas… pero, muy a nuestro pesar, hay que reconocer que ese tiempo ha terminado. Mo sólo ha concluido el tiempo del “centrismo” (equidistancia entre derecha e izquierda dentro de un régimen parlamentario), sino de las “terceras vías” (en una perspectiva antisistema).

Es preciso, pues, constatar, de partida:

- En la actual situación ya no caben posiciones fuera de la “política de bloques”. O se está con la derecha conservadora o se está con la izquierda. En la actualidad solamente existen posibilidades de construir “tercerismos” sobre el plano teórico, pero -mientras permanezcan las actuales constantes de la política española e internacional- son de imposible traducción a términos políticos.

- Valen como testimonialismos, valen para aquellos que sienten la necesidad de “hacer lo correcto”, pero no para los que experimentan la necesidad de construir el futuro. El radicalismo de la ingeniería social progresista es tal que ha abolido cualquier terreno intermedio de discusión y de renovación.

- En este contexto, no hay posibilidades de “lucha cultural”, menos aún de “lucha política” y ninguna, por supuesto, de “lucha social”: ambos bloques obligan a una posición en su interior a la vista de la potencia de cada uno de ellos. El espacio intermedio solamente puede ser concebido como una “tierra de nadie”, batida por los obuses, minada, con trincheras a ambos lados, yerma y desierta en la que es imposible encontrar población que aporte “fuerza social” a una acción política, cultural o social “tercerista”.

- Así pues, los “terceristas” harían bien en reservar sus escasos efectivos, evitar lanzarlos al combate, huir de enfrentamientos directos con cualquiera de las dos actitudes y evitar discusiones sobre si conviene apoyar al bloque progresista para avanzar la desintegración del sistema o apoyar al bloque conservador para huir de situaciones de vacío de poder y evitar descender a situaciones aún más deterioradas para la comunidad.

- Las cuatro posiciones divididas en los dos bloques, en su totalidad, tienen que ver con actitudes ante el sistema surgido en 1789 y del que ha derivado el caos de la modernidad. Parece evidente que cualquier “tercera vía” se sitúa en “otra parte”: no tiene nada que ver con el sistema de valores construido a partir de la Revolución Francesa y de la Revolución Americana, y por tanto, tiene poco que ver y que hacer con las distintas fórmulas para “hacer avanzar” o “rectificar” las iniciativas nacidas en esos hitos históricos y en los que siguieron (Revolución de Octubre, creación de las Naciones Unidas y sus satélites, mayo del 68 y contestación, new-age y transhumanismo).

- Para que el “tercerismo” y la defensa de las identidades puedan tener una opción, es preciso que, antes, el sistema colapse y que, cuando ese colapso se haya producido, existan, al menos en potencia, un marco doctrinal completo, una clase política dirigente de reemplazo y unos objetivos políticos concretos que alcanzar y que sea posible alcanzar mediante una estrategia y unos diseños tácticos. Nada de todo esto existe hoy. De ahí la necesidad de concentrar esfuerzos en las catacumbas y prepararlos.

7. BIEN ¿Y ENTONCES A QUIEN VOTAR?

Parece bastante claro que, en la teoría de las “cuatro velocidades”, solamente hay una opción a la que se pueda apoyar: aquella que, dentro del bloque conservador, propone alejarse lo más posible del “área peligrosa”, lo que hemos llamado y descrito como “el abismo”. Esa opción es Vox.

Ahora bien, seríamos excesivamente ingenuos si pensáramos que con Vox todos los problemas se van a resolver:

- No se van a resolver de la misma forma que Trump no estuvo en condiciones de resolver los problemas de los EEUU (e incluso algunas de sus medidas fueron problemáticas: convertir campos de cultivo de cereales en campos de marihuana, por ejemplo), como tampoco los resolvió Jaïr Bolsonaro en Brasil, ni los resolverá Giorgia Meloni en Italia, ni seguramente los podrá resolver en Francia, Marina Le Pen: el cáncer progresista ha hecho metástasis y afectado a todos los organismos del cuerpo social. Se pueden aplicar tratamientos paliativos, pero hay que pensar que buena parte de los males que afectan a nuestra sociedad, como máximo, pueden “cronificarse”, es decir, evitar que vayan a más, que la situación del conjunto empeore, pero, difícilmente, muy difícilmente, conseguirán sanarse.

- Así pues, votar ni es una obligación, ni una necesidad, pero si se decide ir a votar, es preciso hacerlo teniendo en cuenta los límites de la opción: nada importante se va a resolver. Seguirán existiendo autonomías y el gasto público, en consecuencia, seguirá siendo inasumible, seguirá existiendo deuda de billón y medio e intereses de 42.000 millones de euros solamente a pagar en 2024, los tenedores de la deuda serán los que impongan sus condiciones a cualquier gobierno, por tanto, no puede esperarse que disminuya la presión fiscal. Así mismo, España seguirá en la UE, presa por la legislación y las normativas anquilosadas y burocráticas y que espera una renovación profunda que nadie es capaz de hacer sin que la entidad estalle en mil pedazos.

- En el mejor de los casos, el voto a Vox, serviría para dar alas a una “coalición conservadora” en la que el centro-derechismo del PP, con sus ultraliberales, sus pro-OTAN y su confusionismo ideológico (en general, las derechas no han interpretado que caminamos hacia una nueva sociedad generada por la Cuarta Revolución Industrial y no han definido su modelo de sociedad en ese contexto nuevo, creyendo que, en las dos próximas décadas, si ellos gobiernan, todo seguirá igual. Cuando en realidad, en cada Revolución Industrial se asiste a una distinta concepción del poder, a unos nuevos “amos” (habitualmente, los propietarios de las nuevas tecnologías) que imponen las nuevas reglas del juego.

- Votar, una vez más, no resolverá absolutamente nada, salvo el cambio de protagonismos. Poco más. Y, ciertamente, alejar al psicópata clínico que gobierno hoy es una exigencia de sentido común, pero lo que vendrá después no será un camino de rosas.

8. EL PUNTO MÁS DÉBIL DE LA COALICIÓN CONSERVADORA

Cuando hemos definido a Núñez Feijóo como “el gris” es porque creemos que ese es el tono que mejor corresponde a sus orientaciones. No hace ni un mes, Feijóo todavía no había abandonado su viejo proyecto de “pactar con el PSOE”. En el fondo, era el proyecto que le acompañaba desde que sustituyó a Casado al frente del partido: “el PSOE es mi primera opción de alianzas”. Lo dijo por activa y por pasiva. No era absurdo… en un marco pluripartidista, pero sí es muy ingenuo de su parte, pensar que en la situación de “política de bloques” en la que hemos entrado, este llamamiento puede hacerse. A lo peor es que Feijóo no ha entendido la nueva situación generada. No importa, si él no lo ha entendido, el electorado si lo ha hecho.

Obviamente, los desplantes de Sánchez, su carácter psicopático e insano, han hecho imposible que Feijóo mantuviera durante mucho tiempo aquella primera línea política. La debió modificar en cuanto comprobó que paralelamente a la negociación con Sánchez para la renovación del Consejo Supremo del Poder Judicial, éste tomaba medidas por su cuenta que torpedeaban dichas negociaciones: Feijóo tardó en entender que si Sánchez prefería apoyarse en el magma ultrafragmentado y multiforme de la extrema-izquierda y de la no-España, antes que, con el PP, era porque a este último le hubiera sido mucho más difícil manejar. Y, por lo demás, a Sánchez no le importa nada -ni España, ni el PSOE, ni ideal alguno- salvo él mismo: por lo que obligarle a rectificar era algo que nunca hubiera aceptado.

Tras las elecciones municipales y autonómicas pasadas, Feijóo rectificó su llamamiento al PSOE: ya no iba dirigido a Sánchez, ni a la actual dirección socialista, sino a García-Page y a “algunos diputados socialistas” que le harían falta para gobernar sin el apoyo de Vox. Si hemos de creer lo que ha ido diciendo a lo largo de la campaña: excluye la presencia de Vox en el gobierno.

También aquí es muy posible que se equivoque:

- Después de las elecciones, especialmente, si el PSOE queda con menos de 90-100 diputados, Sánchez no podrá evitar que los barones del partido se le echen encima y, sencillamente, lo despedacen. Para ello ha intervenido en la formación de las candidaturas colocando a sus amigos al frente de las mismas, en la creencia de que podrá apoyarse en el grupo parlamentario, y contrarrestar el peso de los barones. Esta estrategia no está asegurada: todo va a depender de cómo quede el PSOE después de las elecciones. Si la derrota es por un margen muy amplio, lo más probable es que los “amigos” de Sánchez, por arte de magia, dejen de serlo, sino en los días siguientes a las elecciones, sí en los meses próximos, cuando Feijóo mire “debajo de las alfombras” o se realice una auditoría sobre las cuentas del Estado. Aflorarán casos de corrupción, despilfarro y mala gestión deliberada e interesada. Dudamos de que los apoyos a Sánchez se mantengan en esas condiciones e, incluso, que su plan de ser Secretario General de la OTAN u ocupar cualquier otro cargo internacional pueda llegar a buen puerto. El problema del PSOE es de futuro en dos sentidos:

1) Sobre qué líneas programáticas se basará en los próximos años y

2) Cuál será el futuro Secretario General del PSOE.

Ninguna de las dos cuestiones tiene una respuesta fácil y, probablemente, la primera no tiene ninguna (desde el zapaterismo el PSOE ha renunciado a la socialdemocracia para zambullirse en la ideología Agenda 2030) y para la segunda solamente puede recurrir a barones de poco calado político fuera de sus “territorios”. No hay que descartar que la sigla PSOE siga a otras siglas socialistas “indecorosamente fenecidas”: el Partido Socialista Francés o el Partido Socialista Italiano. Y aquí reconocemos expresar tanto un deseo como una posibilidad.

- Vox, debería de ser realista: no solamente no debería estar en el gobierno, sino que debería “esperar su momento”. Estas no van a ser “las elecciones de Vox”. Puede aspirar a realizar un apoyo crítico a un eventual gobierno del PP presidido por Feijóo, pero a nada más. De hecho, no debería de aspirar a nada más, salvo a situarse en posición para romper el PP en el siguiente ciclo electoral. Feijóo, como máximo podrá atenuar algunas de las líneas más extremas y problemáticas del pedrosanchismo. Nada más. Y lo hará afrontando una situación económica global negativa, una situación política internacional endiablada (con el ascenso de la República Popular China a primera potencia mundial y con un conflicto ucraniano cuyo final o su enquistamiento solamente dependen de quién venza en las elecciones norteamericanas de 2024), con una UE paralizada y en la que los partidos populistas cada vez amplían más su peso y su influencia (actualmente, la Acción por Alemania es el segundo partido del país en intención de voto y en Francia, Marine Le Pen ya ha superado a Macron en intención de voto, tras los incidentes provocados por las bandas étnicas). Además, Feijóo no es un “hombre de ideas”: es un burócrata, con unas ideas generales vagas en muchas materias, erróneas en algunas (no olvidemos que propuso la vacunación obligatoria cuando estaba al frente de la autonomía gallega…), no ha enunciado políticas económicas claras, ni, por supuesto, un modelo económico concreto. Lo más que puede hacer es enmendar los errores económicos más graves del pedrosanchismo (como Rajoy hizo con las meteduras de pata del zapaterismo), pero poco más.

- Dentro de cuatro años, lo más probable es que el elector conservador se haya hartado de las promesas y las ambigüedades de Feijóo: para entonces, Vox debería tener un historial “limpio”, sin manchas derivadas de haber colaborado en la gestión de un PP impotente y en el que se manifiesten sus “dos almas”: la conservadora y la liberal. Entonces sí será el “momento” de Vox, el del “sorpasso” o, incluso el de la formación de un gran bloque de la derecha liderado por Vox y por la corriente del PP más afín a este partido. Un compromiso con el gobierno Feijóo, formar parte de él, cualquier actitud que vaya más allá de un apoyo crítica, sería empañar el propio historial, evidenciar imposibilidad para aplicar el programa de Vox, quedar en actitud muy secundaria confinado en ministerios de tercera o cuarta fila, en los que se maneja algo de presupuesto, pero apenas se influye en la sociedad y, a la hora de las grandes decisiones, se permanece como “convidado de piedra”. Algo parecido a lo que le ha ocurrido a Podemos en el gobierno Sánchez.

9. LA POSIBILIDAD DE QUE VENCIERA EL PSOE…

Siempre, claro está, existe la posibilidad de que venciera el bloque de las izquierdas… Al menos eso es lo que hoy todavía afirmaba el CIS (si es que alguien, a estas alturas puede creer las “profecías” de Tezanos). Cuatro años más de pedrosanchismo supondría el advenimiento de un estado de “fallo catastrófico” para nuestro país, un mirar al fondo del “abismo”, con el vértigo que genera y la atracción por el vacío que inevitablemente se siente. Pensar en otros cuatro años de “bloque de izquierdas” supondría certificar el fin de nuestro país, de nuestra sociedad y, por supuesto, de nuestra identidad. Y esto, cuando todavía no existe un movimiento de resistencia “tercerista”. La peor de todas las opciones.

En otras elecciones no hemos tenido inconveniente en proponer la abstención, el voto nulo o el voto en blanco, pero en esta ocasión, la pesadilla de cuatro años más de “pedrosanchismo” es suficientemente inquietante y aterradora como para proponer el voto para el bloque conservador, con todas las limitaciones, las dudas y las ambigüedades que encierra.

Quien piensa hoy en la identidad, en el pueblo y la nación, en su grupo étnico y en la cultura que le corresponde, debe ser consciente de que necesita GANAR TIEMPO, dilatar los plazos, ampliar el período de creación de infraestructuras doctrinales, organizativas y estratégicas, para cuando se producto el desplome del sistema y el colapso de los modelos nacidos con posterioridad a 1789. Porque, si de algo podemos estar seguros es que ese colapso se producirá.

Parafraseando a Shakespeare y a su Julio César, podemos decir que entre 2030 y 2050 podrá decirse aquello de que “los idus de marzo han llegado… pero no han pasado”. Todos los futurólogos ven con relativa claridad la marcha de nuestra civilización hasta esos topes, a partir de 2050, todo se vuelve incierto, problemático, incluso inviable, oscuro y descorazonador. Votar a Sánchez en estas elecciones, supone acortar esta horquilla temporal: aproximar el “desplome nacional” al 2030, adelantarlo, hacerlo inminente.

10. CONCLUSIÓN: PROBLEMAS “ENDÓGENOS” Y “EXÓGENOS”. LA “TORMENTA PERFECTA”

Podemos decir que, en esta convocatoria electoral, el votante debe reconocer la existencia de dos tipos de problemas: “endógenos” (los que derivan de la propia situación española) y “exógenos” (que afectan a un contexto mucho más amplio):

1) Problemas endógenos: El régimen nacido en 1978 ha generado una situación “normal” en democracia: la inconsecuencia de un sistema que solamente se rige por mayorías “cuantitativas” y no “cualitativas”, termina introduciendo una “selección a la inversa”: siguen en la clásica política los más demagogos, los que más ambiciosos, los que menos posibilidades tienen de destacar en la sociedad civil. La “calidad” se va retrayendo: el campo queda solo para los oportunistas sin escrúpulos. Al final, el poder queda en manos de personajes con graves trastornos de senectud (un Biden, verdadera marioneta de los distintos grupos de presión elitistas norteamericanos) o un Pedro Sánchez (auténtico caso clínico y confirmación de que la política -junto con la empresa- son los campos de actuación preferenciales de los psicópatas integrados). A esto se ha llegado después de 40 años de pendiente. Como era de esperar, el empobrecimiento creciente en la calidad y preparación de clase política, ha generado el que se hayan enquistado problemas (vertebración del Estado, características de nuestro mercado laboral, desindustrialización creciente, crisis del campo, presión fiscal sobre la clase media, descenso del nivel cultural general de la población, pérdida de poder adquisitivo de la mayoría, crisis de natalidad, acción deletérea de la UE, endeudamiento creciente e insoportable a partir del zapaterismo, etc.) que hoy tienen difíciles soluciones y que ningún gobierno se atrevería a afrontar, so pena de desencadenar una oleada de protestas.

- Problemas “exógenos”: son aquellos problemas cuya capacidad de resolución ya no está en manos de manos de la clase política española, porque superan nuestras fronteras y han sido generados por factores ajenos a nuestro país; son de tres tipos:

1) Institucionales, generados por nuestra adscripción a distintos organismos internacionales, tanto por la acción de la ONU (Agenda 2030), como de la UNESCO (mundialismo), como de la FAO (en manos de China y de los consorcios farmacéuticos), de la FAO (con sus nuevas “propuestas alimentarias”), con la OTAN, con la Unión Europea y con todos los acuerdos y pactos que, en ocasiones de manera muy irresponsable, han suscrito gobiernos españoles en estos últimos 40 años.

2) Coyunturales, es decir, problemas que han ido apareciendo poco a poco, nadie los había previsto (aunque podían preverse): son problemas económicos, de producción y distribución, de escasez de materias primas, problemas de carácter antropológico (incluso la identidad humana está hoy desdibujada con la IA, la robótica, las nuevas tecnologías y todo lo que acompaña a la Cuarta Revolución Industrial), cultural (la pérdida de identidad supone siempre un empobrecimiento cultural y una bajada drástica del nivel cultural medio de la población), pérdida de confianza en los organismos internacionales y dudas sobre su papel, crisis de los sistemas educativos, crisis de la información, crisis energética e imposibilidad de disponer de un modelo energético de futuro propio, aumento de la criminalidad e incapacidad de los poderes públicos para afrontarla con medidas drásticas, salvajismo creciente en las calles y en los espectáculos públicos, generalización del uso de drogas y de cualquier tipo de adicciones, etc, etc, etc. Antes, todos estos problemas hubieran podido afrontarse, uno a uno, a medida que iban apareciendo, pero, en la actualidad, resulta impensable que el sistema pueda afrontarlos todos en el mismo momento.

3) Históricos en el marco de la civilización occidental que nos han acompañado desde 1789 y cuya solución no ha sido resuelta y que fueron el resultado de la Primera Revolución Industrial y de las que han seguido hasta nuestros días. El sistema ha ido aplazando su resolución y ocultando la existencia misma del problema. El lema “libertad-igualdad” encerraba muchas dudas y contradicciones que, desde el principio, se enmascararon; después de los intentos de rectificación del socialismo utópico, del bolchevismo, de la socialdemocracia, de las revoluciones tercermundistas, de la nueva izquierda sesentaiochesca, de los “indignados”, del neoliberalismo, hoy hemos ido a parar al “pensamiento único”, a las locuras de las distintas corrientes “postmodernistas”, a la “corrección política”, que más que “soluciones” no pasan de ser reflejos de una tendencia histórica generalizada, de una especie de fatum por el que discurre la civilización occidental. A esta categoría pertenecen también los conflictos geopolíticos, las rivalidades geohistóricas y los “choques de civilizaciones” en curso.

Todo esto hace que estemos ante la posibilidad inequívoca de una “tormenta perfecta”: ya no son problemas que puedan afrontarse de uno en uno, sino que han coincidido en el espacio (en el marco de la civilización “occidental” especialmente) y en el tiempo y el sistema ya carece de vitalidad y energía como para afrontar su resolución (que, inevitablemente, comprometería la misma existencia del sistema).

Tal es la situación de conjunto. ¿Podemos pensar que votando a tal o cual opción, se van a disipar las nubes de la “tormenta perfecta”, que gracias a una simple papeleta con tal o cual sigla, lograremos que el Sol siga luciendo en un cielo despejado? No seamos tan ingenuos como para esperar mucho de una acción tan banal como votar.