viernes, 28 de febrero de 2020

LA LUCHA POR EL LIDERAZGO EN EL MUNDO ISLÁMICO Y EN ORIENTE MEDIO (1 de 6)


Los cuatro actores regionales en la zona de Oriente Medio son: Israel, Turquía, Irán y Arabia Saudí. A lo que hay que añadir, la tutela directa que EEUU ha ejercido hasta ahora sobre el Estado de Israel y la proximidad rusa a esta zona que la convierte en estratégicamente importante para los diseños políticos de Moscú. No hay que olvidar que la llamada “dorsal islámica”, convierte en solidarios a los países europeos (en contacto con el mundo islámico a través del Mediterráneo y de los Balcanes), con el mundo ruso (con una amplia frontera común con países islámicos) y con el mundo chino (a causa de la confesión musulmana de la etnia uigur que puebla el sudoeste de China). El liderazgo del mundo islámico y todo lo que ocurra en esa zona, afecta -aunque de manera muy diferente- a las distintas regiones de Eurasia.


Si hasta ahora hemos examinado la situación actual, a febrero de 2020, de lo que ocurre en parte de esa zona (en Turquía, en Siria y en el Kurdistán), ahora vamos a centrarnos en dos adversarios simétricos que ejercen como líderes del mundo sunnita y del mundo chiíta, respectivamente, Arabia Saudí e Irán.


Ambos aspiran a ser potencias regionales y a ponerse al frente de lo que cada uno considera como la versión más pura y legítima de la religión islámica. La distancia que separa a ambos países en todos los terrenos (étnico, lingüístico, cultural y religioso) es total: no están muy alejados uno del otro -de hecho, el brazo de mar que los separa a través del Golfo Pérsico tiene apenas 150 km de amplitud, mientras que su frontera terrestre está separada por una estrecha franja de terreno que constituye la desembocadura del Trigris y del Eufrates y por el Estado de Kuwait- sin embargo, son dos mundo que han tenido orígenes y evoluciones históricas completamente diferentes y que pueden considerarse como equidistantes y casi simétricos.


Arabia Saudí cuenta con 32.275.000 habitantes, mientras que Irán casi la triplica con 83.000.000. Los primeros se extienden sobre una superficie de 2,149.690 km2, mientras que la extensión de Irán alcanza 1.648.195 km2. La densidad de población de Irán es de 50 habitantes por km2, mientras que la de Arabia Saudí es de 15 km2, sin embargo, la distancia económica es mucho menor: el PIB de Arabía Saudí es de 1,845 billones de dólares y el de Irán de 1,627 billones. La diferencia estriba en la renta per capita de 55.859 dólares para Arabía Saudí, mientras que la de Irán es de 19.540 dólares. Pero estas diferencias habría que matizarlas -algo que haremos en páginas siguientes- para demostrar que son sociedades cuya proximidad geográfica, oculta profundas diferencias, y que la economía, no juega, precisamente, a favor de Arabía Saudí, a pesar de las cifras parezcan indicarlo así.

La década que se inicia ahora va a ser decisiva para ambos y, cuando se cierre, estará claro cuál de las dos naciones consigue la primacía en la zona. Va a ser una década de grandes cambios científicos, políticos y económicos. Ambos gobiernos lo han advertido y de ahí el apresuramiento de Arabia Saudí para implementar el “Plan 20-30” y el énfasis colocado por el gobierno de Irán en materia educativa y universitaria, sin contar con su proyecto de desarrollo de una energía nuclear con fines, inicialmente, pacíficos.

Si tenemos en cuenta que la “tercera para” del mundo islámico en la zona, Turquía, ha desarrollado también ambiciosos planes para desarrollar en la próxima década -buena parte de ellos en cooperación con Rusia- cabe preguntarse ¿en qué posición se encontrarán los diversos países europeos en relación a estas potencias regionales?, habida cuenta de que, para la clase política europea, no existe futuro más allá de los cuatro años que median de una elección a otra y que la Unión Europea sigue siendo, cuando se cumple más de medio siglo de su fundación, una estructura burocrático-administrativa, lenta, pesada, con múltiples instancias de decisión, incapaz de afrontar los retos de un mundo que cambia a mucha más velocidad de lo que tarda en tomar una decisión…

Lo que vamos a procurar en este estudio es realizar un análisis, lo más pormenorizado posible, de la realidad de estos dos países, Arabia Saudí e Irán, a fin de ir avanzando en nuestro en el examen sobre los problemas de Oriente Medio. El estudio ocupará cinco partes:
- una evolución histórica de ambos países,
- unos datos antropológicos y culturales,
- el estudio de los planes saudíes para evitar su dependencia del comercio petrolero,
- un estudio de las líneas maestras del actual gobierno iraní.
- seguido de unas conclusiones.

jueves, 27 de febrero de 2020

SOCIEDADES SECRETAS EN EL MAOISMO CHINO (2 de 2)


Hay elementos en el maoísmo que inducen a pensar en un sincretismo entre la tradición china y el marxismo ortodoxo. Del confucionismo, Mao aprende e incorpora su análisis de la sociedad rural y de la condición humana. Pero no sólo se siente atraído por la teoría sino que pasa a incorporar bellas imágenes poéticas a su propaganda comunista; igualmente solía ensalzar las realizaciones prácticas de la tradición china que nos han llegado hasta el siglo XX; la acupuntura gozaba, en particular, de sus preferencias.

En varios escritos glosa la eficacia de la medicina autóctona y en concreto de la acupuntura. Dice, por ejemplo, en 1954: «La medicina china ha hecho grandes méritos por nuestro pueblo (...). Si se la compara con la occidental advertimos que la nuestra tiene una historia de milenios y es seguida por más de quinientos millones de chinos (...) Lo más importante es que los médicos estudien también medicina china y que la medicina occidental no sea aprendida por los médicos chinos». Y en otro discurso de 1959, añadió: «Cuando los americanos aún se comunicaban por señas, nosotros ya teníamos más de cinco mil años de cultura; entre ella, la cultura médica, claro». Es útil recordar que la medicina china parte de la base de la existencia de un «cuerpo sutil» o «cuerpo de energía» sobre el cual opera a través de la acupuntura, no reductible a los esquemas del materialismo marxista. Además, el conjunto de técnicas que emplea tienen su base metafísica en el confucionismo,


Así mismo, las concepciones militares de Mao derivan, como ya hemos visto, de la práctica milenaria de las sociedades secretas y, estas a su vez, se remiten a las concepciones estratégicas expuestas por Sun Tzu en El arte de la guerra, otra obra impregnada de pragmatismo lúcido y de principios de psicología confucionista. Este texto fue para Mao el libro de cabecera mientras duró la «larga marcha».

Todo lo anterior hizo del comunismo chino algo aparte en relación al movimiento comunista internacional. Esencialmente voluntarista, las «condiciones objetivas» tan tenidas en cuenta por los partidos comunistas ortodoxos, contaban poco: la misma «larga marcha» era, sobre el papel, una locura. Mientras que los dirigentes comunistas rusos, rumanos, etc. vivían en el lujo y la abundancia y constituían una «nueva clase» –Milovan Djilas acertó en la calificación– burocrática y estabilizada, el comunismo chino creó una clase política enteramente nueva que tenía mucho de ascética: desde Mao hasta el último guardia rojo, el «hábito» era el mismo –el llamado en Occidente «traje Mao»– quizás por eso el sistema comunista chino ha logrado sobrevivir a sus hermanos del Este Europeo. En el curso de la «revolución cultural» los guardias rojos no dudaron en utilizar los mismos castigos prescritos por las «tríadas» para golpear a sus enemigos: el corte de la coleta se convirtió en un castigo ominoso para los disidentes de fines de los años sesenta, como ayer lo fue para los mandarines y los burgueses colaboracionistas con el poder mongol.


Las sociedades secretas chinas (Tríada, Hung, Loto Blanco, etc.) tienen su equivalente occidental en la francmasonería, el carbonarismo y la magia. Al igual que el grueso de la francmasonería, las sectas chinas impulsaron y tuvieron un papel destacado en las «revoluciones democráticas y nacionalistas», derrocando monarquías absolutas y abriendo la brecha a regímenes liberales. La fragilidad de la burguesía china –unido a la invasión japonesa y la estructura rural de la sociedad– hizo que el Kuomintang no pudiera consolidar su poder y que las fuerzas campesinas organizadas en torno al PCCh terminaran imponiéndose. En este proceso, algunos de los hombres que participaron en las actividades del Kuomintang en los primeros tiempos, pasaron al Partido Comunista y, entre ese contingente, figuraban miembros de las sociedades secretas aludidas. En los partidos comunistas occidentales se produjeron fenómenos análogos, especialmente en el PCF entre 1919 y 1922 y durante unos años mantuvieron doble militancia. Finalmente, el III Congreso de la Internacional Comunista declaró incompatibles filiaciones.

La masonería occidental tuvo en China una implantación que venía de antiguo. Las primeras logias fueron establecidas por los ingleses en 1767 y ochenta años después la Gran Logia de Londres autorizaba la creación de una Gran Logia Provincial China, con dos secciones, para los sectores norte y sur del país. Antes de la guerra chino–japonesa existieron en la totalidad del país, no menos de 40 logias pertenecientes a distintas obediencias: desde el Rito Escocés, hasta dependientes de la Logia Tres Globos de Berlín pasando por centros subsidiarios de los Grandes Orientes de Francia, Filadelfia y Filipinas. Los distintos avatares de la política china hicieron desaparecer a las logias del continente; los supervivientes sufrieron todo tipo de vicisitudes: quienes no se integraron en el partido, huyeron a la República de Formosa, allí constituyeron en 1949 una «Gran Logia» de la que a principios de los años 90 dependían nueve logias. Otro sector de la emigración china radicó en Hong–Kong en donde en nuestros días trabajan 20 talleres masónicos.

Con todo, en la China continental, a pesar de una legislación restrictiva las sociedades secretas nunca terminaron por desaparecer completamente. Tras la muerte de Mao, con la relativa liberalización del régimen, se restablecieron buena parte de las instituciones y costumbres ancestrales. La lejanía y complejidad del continente chino hacen que sea difícil saber si las socieda­des secretas han logrado reconstituirse, pero es presumible que así haya sido. Lejos de allí, en la Barcelona post–olímpica, la policía desarticuló en Noviembre de 1992 una «tríada» en fase de implantación entre la comunidad china de la Ciudad Condal que pretendía cobrar un racket de protección a los restaurantes chinos...

Y es que las sociedades secretas, de conspiradores o de bandidos, o ambas a la vez, no han desaparecido todavía, forman parte de la China de siempre.

miércoles, 26 de febrero de 2020

SOCIEDADES SECRETAS EN EL MAOISMO CHINO (1 de 2)


Hace años escribí este artículo para la revista Más Allá. Se reprodujo en un número extraordinario sobre las sociedades secretas. Desde entonces han sido muchas las webs que lo han copiado, sin, por supuesto indicar origen. Sin buscar mucho, he encontrado el mismo artículo en seis webs diferentes, casi todas conspiranoicas. Hace unos años, retoqué el artículo y realicé unos añadidos y es así como lo rescato: un aspecto sorprendente del Partido Comunista de China: su relación con las sociedades secretas similares a la masonería europea que forman parte de la tradición de aquel país y que Mao supo integrar y reconducir para sus proyectos. A recordar que hoy, el Partido Comunista Chino sigue siendo la fuerza motriz del expansionismo económico de aquel país.


Sectas secretas

en la revolución maoísta


La historia del Partico Comunista China, se diferencia del resto de organizaciones similares en que debió de actuar sobre una sociedad agraria fuertemente impregnada por la sabiduría tradicional: el triunfo de la revolución maoísta radicó en haber incorporado a su concepción del comunismo elementos procedentes del confucianismo y ganado para su práctica política a una parte de las sociedades secretas que, hundiendo sus raíces en la historia china, habían tenido desde el siglo XI un notorio protagonismo político.

Los biógrafos de Mao Tse Tung coinciden en que éste forjó lo básico de su pensamiento hacia los diez años; a esa edad se nutría de la abundante literatura popular china destinada a ensalzar héroes míticos, frecuentemente miembros de sociedades secretas de bandidos. Estos relatos –como por ejemplo, el Romance de los Tres Reinos y los textos sobre la epopeya de Las doce docenas de héroes del Lian Shan Po– estaban fuertemente impregnadas de confucionismo.

Por entonces se produjo el levantamiento anti–manchú, organizado por la sociedad secreta «Ko–Lao–Hui», de la que Mao era un fervoroso admirador. Loando a esta sociedad, Mao aseguró que «prefiero parecerme a un bandido que lucha contra el hambre y la injusticia social, antes que a un emperador que las propaga». Pronunciado Gelaohui (y escrito: ) su nombre quiere decir «Sociedad de los Hermanos Ancianos». Su distintivo de reconocimiento era una pequeña hacha que escondían en la manga. Inicialmente fue un movimiento de resistencia contra la dinastía Qing y había nacido como sociedad secreta en el Oeste de China hacia 1870.

Desde el principio combatió la presencia del catolicismo y a partir de 1912 fueron frecuentes sus ataques contra las misiones. Consiguió extenderse e implantarse sólidamente entre las poblaciones uigures del sud–oeste de China convertidas al islam, cuando ya había asumido un carácter de defensor de las «minorías oprimidas».

Derivaba de grupos anteriores de carácter secreto mucho más restringidos (el Tindihui o Sociedad del Cielo y de la Tierra, o el Bailianjiao, Secta del Loto Blanco) de las que sería su «correa de transmisión» para las minorías étnicas, religiosas y políticas. Tuvo una fuerte presencia en el interior del Ejército Xiang (ejército organizado por Zeng Guofan en la región de Hunan, contra la rebelión Taiping, financiado por la nobleza regional contra el emperador Manchú) del que se ha dicho que el 30% de sus oficiales pertenecía a esta secta. En 1891, el Ko–Lao–Hui había iniciado la provocación contra extranjeros de viaje en China en la esperanza de desprestigiar así al gobierno Manchú. El «odio a los extranjeros» no era nada más que una expresión de su «odio a los Manchúes».

Agrupó a cientos de miles de personas hasta los años treinta. Fueron reprimidos por Chiang–Kai–Chek y por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Mao–Tse–Tung, en cambio, se declaró favorable a su legalización en carta abierta dirigida a la organización en 1936 y pudo desarrollar sus actividades en la zona controlada por el Partido Comunista. Un número indeterminado de miembros de esta organización secreta ingresaron en las filas maoístas, lo cual no impidió que, en 1949, cuando terminó la guerra civil china con la victoria de los comunistas y la expulsión del Kuomingtang a la isla de Taipeh, la sociedad fuera declarada ilegal.


No era la primera vez que aparecía un fenómeno similar en China. Desde la noche de los tiempos, los campesinos, para hacer frente a epidemias, las invasiones mongolas, las catástrofes naturales, etc. se agruparon en sociedades secretas de asistencia y ayuda mutua. A pesar de que no hay muestras de interrelaciones entre las sociedades corporativas y pre–masónicas europeas y estas sociedades chinas, ambas tenían rasgos similares: palabras de paso, ritos secretos, iniciaciones, división de los afiliados en grados, secretismo, concepciones simbólicas y metafísicas similares, signos y gestos distintivos. Ningún historiador serio duda hoy que tales sociedades –cuya trayectoria es imposible reconstruir en detalle al carecer todas ellas de documentos escritos y mantener las que han sobrevivido hasta hoy el culto al secreto– constituyeron, a partir del siglo XI un poder en la sombra.

La gran extensión de China hacia muy difícil la existencia de un gobierno central; incluso los mandarines locales tenían dificultades para controlar las extensas zonas que el poder imperial les había asignado. Todo el poder oficial y sus representantes quedaban muy lejos para el campesino que, en cambio, podía ponerse en contacto fácilmente con el jefe de la sociedad secreta local y poder solicitar su ayuda o protección. La proximidad e inmediatez de su acción fueron la garantía de éxito de las sociedades secretas chinas.

Habiendo meditado sobre todo esto, Mao–Tsé–Tung tuvo ocasión de aplicar sus conclusiones por primera vez en la región de Yenan, situada al norte del país, en donde el partido comunista se enfrentó al Kuomintang (partido nacionalista) utilizando las mismas técnicas empleadas secularmente por las sociedades secretas en sus guerras contra las dinastías reinantes. Mao reformuló estas técnicas, intentó –con mejor o peor fortuna– incorporarlas al acervo marxista y las llamó «guerra popular prolongada» e «insurrección armada de masas». El hecho de que el eje de su actividad fueran las comunidades campesinas y no las zonas industriales –pocas, pero existentes– en la costa, demuestra la poca ortodoxia de su práctica marxista.

Mao aprovechó el arraigo de las sociedades secretas para desarrollar su teoría estratégica. Uno de los episodios que más le habían llamado la atención era el protagonizado por la Sociedad del Loto Blanco, la más antigua y arraigada (y que ha sobrevivido hasta nuestros días). Fue fundada por un monje budista en el año 380 y en sus inicios apenas contó con 18 miembros. Se trataba de una secta ascética cuyos miembros vestían túnicas grises y marchaban descalzos por los caminos. Su distintivo era una flor de loto blanca que lucían en la oreja.


Setecientos años después la sociedad se había transformado en una red clandestina de carácter político y anti–imperial empeñada en el derrocamiento de los emperadores Sung. Al producirse la invasión mongola, el «Loto Blanco» firmó la paz con ellos; a pesar de las discrepancias y fricciones que luego surgieron la secta tuvo un papel importante en el aniquilamiento del poderío mongol y en la instauración de la dinastía Ming. Este proceso –estudiado concienzudamente por Mao– constituía una auténtica revolución campesina de carácter antiimperialista. A pesar de la victoria y del peso adquirido por el «Loto Blanco», el nuevo poder Ming la proscribió en 1358. Sin embargo, continuó sus actividades clandestinas, especialmente en el sur del país...

Durante trescientos años la sociedad permaneció en el más estricto secreto. A pesar de que muchos creyeron que se había extinguido, mantuvo su influencia sobre las pequeñas comunidades campesinas, eludiendo adquirir protago­nismo a nivel imperial y creciendo en la sombra. En 1760 dio muestras de mantener intacto su espíritu revolucionario, intentando insurrecciones en varias zonas contra el emperador Chien Lung, que fracasaron e implicaron la ejecución de sus dirigentes. Pero a éste siguieron otros intentos que consolidaron el control de amplias zonas de China. En 1807 era evidente que el Sur de China estaba en sus manos y amenazaba gravemente al poder imperial.

El intento de las autoridades por cortar la influencia de la sociedad tuvo como respuesta la condena a muerte del emperador que, tras haber sobrevivido a dos atentados, fue asesinado en la Ciudad Prohibida. Un cocinero manchú, miembro del «Loto Blanco» fue el ejecutor. El verdugo imperial acabó con él con la tortura de las «mil cuchilladas», de reputada crueldad. Dos años después, trescientos miembros de la sociedad asaltaron el palacio imperial y nuevamente la dinastía se salvó de puro milagro. Los supervivientes, todos, fueron torturados hasta la muerte.

A partir de ese momento, ante el vacío dejado por el «Loto Blanco» –que una vez más, regresó a la clandestinidad más absoluta– las sociedades secretas proliferaron por doquier. Nombres como la «Sociedad de las Cejas Blancas», la de los «Ocho Diagramas», la «Sociedad de la Divina Madre», los «Nubes Blancas» o los «Fanáticos blancos», protagonizaron distintas conspiraciones estableciendo poderes paralelos. Estas sociedades tenían su origen en jerarquías locales del «Loto Blanco» a la que sustituyeron a lo largo del siglo XIX.

En 1900, varios de estos grupos se fusionaron, adoptando el nombre de la «Sociedad de los Puñetazos Justos», que los occidentales conocieron como «Sociedad de los Boxers». Su intención era preservar las tradiciones y costumbres locales ante la creciente influencia occidental; esto transformó a los «boxers» en una secta xenófoba y antioccidental.

Los «Boxers» creían en su invulnerabilidad y superioridad ante los occidentales y no fue sino hasta muy avanzadas las hostilidades cuando comprendieron que las balas penetraban en su piel y destrozaban sus cuerpos. Su nombre procedía de los gestos que realizaban en el curso de sus cultos y rituales.

En 1921 se funda el Partido Comunista Chino. No hay huellas de la presencia de dirigentes del Loto Blanco o de otras sectas similares en ese acto, del cual, por lo demás, las informaciones sobre asistentes y fechas, son contradictorias, como si la historiografía oficial del comunismo chino, hubiera querido borrar deliberadamente pruebas. Sin embargo, la presencia de miembros destacados de sociedades secretas será visible en los meses siguientes.

A partir de 1922 el PCCh decide colaborar con el Partido Nacionalista (Kuomintang) de Sun Yat Sen. Las relaciones entre ambas formaciones serán coordinadas por el propio Mao. Este idilio durará hasta 1924, año en que surgirán las primeras desavenencias que culminarán tres años después con la orden de busca y captura emitida por el Kuomintang contra Mao. Pero el PCCh está lejos de la zona de control nacionalista; Mao combate en las provincias del Norte y logra captar para su causa a los jefes de dos sociedades secretas de bandidos, Yüan Wen Tsai y Wang Tso, que se incorporarán a la fracción militar del partido con seiscientos de sus hombres. Los dos habían participado en las insurrecciones de 1911 inspiradas por la secta secreta Ko–Lao Hui y, por tanto, tenían una no desdeñable experiencia en conducción de masas. Fue la primera incorporación de contingentes sectarios, pero no sería la última.

En julio de 1936, Mao Tse Tung, en nombre del Comité Central del Partido Comunista, se dirigió a los miembros de la «Sociedad de los Antepasados y de los Antiguos», otra estructura secreta derivada de la sociedad Hung, conocida también como «Tríada», similar a la franc–masonería occidental. Escribió Mao: «Esperamos y deseamos acoger con entusiasmo a los jefes de los Antepasa­dos y de los Antiguos de todo el país, a los jefes de todas las logias de la montaña (...) a realizar con nosotros el proyecto de salvar al país». Muchos escucharon su llamamiento.

Zhu–de, que llegaría a responsable del Ejército Rojo y conocido como el «Napoleón Chino»; Wu Chi Wang, que sería prominente miembro del Comité Central del Partido; el propio Liu–Chao–Chi, que caería en desgracias tras haber alcanzado puestos de primer orden en la jerarquía comunista; Xie–Zi–Chang, otro destacado dirigente de la «larga marcha», pertenecieron a la «Sociedad de los Antepasados». Del mismo Chu–En–Lai, hijo de mandarines, se ha escrito que perteneció a la Tríada; alguno de ellos, como Zhu–de, una vez en el poder, reconocieron abiertamente haber pertenecido a esta sociedad secreta.

lunes, 24 de febrero de 2020

TURQUIA, Y SUS CLAVES GEOPOLÍTICAS (6 de 6) - > LAS CUESTIONES CANDENTES DE TURQUIA


> AHMET DAVUTOGLU,
EL CEREBRO GEOPOLÍTICO DE ERDOGAN… 

El personaje que más trató de impulsar el neo-otomanismo fue Ahmet Davutoğlu, el ministro de Exteriores de Turquía desde 2009 hasta 2014. Antes de ocupar su cargo ministerial, era el responsable del programa en política exterior del AKP desde 2003. Se trata de un personaje muy influido por las tesis geopolíticas que acuñó el concepto de la "profundidad estratégica" de Turquía, en realidad un adjetivo tras el que se ocultaba la voluntad “pan-otomanista”. Turquía es un país equidistante con todos los centros de civilización que han ejercido una influencia profunda y han modelado la historia humana" y quería seguir proyectando esa influencia en el futuro.

Las líneas maestras de esta política se enunciaron como “cero problemas con los vecinos”, lo que implicaba relaciones de cooperación y buena vecindad con los países árabes y musulmanes de Oriente Próximo y Asia Central, así como los Balcanes y el Cáucaso Sur. No se trataba de cortar las relaciones con la UE, sino de crear “Opciones B”, en caso de que la “marcha hacia Europa” se retrasara o constituyera un fracaso. Davutoğlu impuso un cambio de paradigma en la política exterior turca.


Davutoğlu negaba que Turquía debiera ser una nación periférica de Europa o del mundo islámico o asiático. Afirmaba que su posición geográfica le permitía adquirir una posición protagonista y "central" en todos estos espacios geopolíticos y ejercer en todos ellos una influencia mediadora, pero al mismo tiempo determinante. Turquía debía convertirse pues -volver a ser, como lo fue durante el Imperio Otomano- una potencia regional. Esto llevaba directamente a extender su influencia en el espacio sunnita de Oriente Medio, en los países turcófonos de Asica Central, en los Balcanes (aprovechando las bolsas musulmanas) y en el Cáucaso. La historia pasada del Imperio Otomano había dejado un rastro de influencias históricas, étnicas, culturales y lingüísticas que demostraban la “profundidad histórica” que habían representado durante 400 años, desde el 1453 -caída de Constantinopla-, hasta 1923 -liquidación oficial del imperio- y esto posibilitaba que, en el siglo XXI, derivase la “profundidad estratégica” a la que aludía.

En sus primeros pasos, el AKP, atrajo a Davutoğlu a sus filas. Una vez en el poder fue nombrado asesor principal de Erdoğan, más tarde embajador volante y, finalmente ministro de exteriores. Inmediatamente, y de forma paralela a las negociaciones con la UE, Turquía, inauguró una política regional más activa en Oriente Medio y cometió el error de creer que la “Alianza de Civilizaciones”, impulsada por Zapatero, era una opción serie de la política exterior española. Si lo hizo fue por pensar que esa iniciativa beneficiaba, sobre todo, a los intereses turcos y de aumentar la capacidad mediadora de su país. No es por casualidad que Mongolia, país en el que la influencia turca es notoria, fue el otro país que apoyo el proyecto zapateriano (que desde 2016 no ha dado nuevas señales de vida).

Durante su mandato, Davutoğlu visitó Siria en 39 ocasiones y firmó medio centenar de acuerdos que, posteriormente saltaron por los aires al iniciarse la desestabilización de ese país. Entre 2014 y 2016, fue nombrado “primer ministro”, pasando Erdoğan a ser presidente. Sin embargo, los desacuerdos entre ambos irían en aumento hasta que Davutoğlu resultó destituido y, nueve meses después, junto con otros miembros prominentes del AKP, fundó un nuevo partido, el Partido del Futuro. La disputa se había iniciado por la reforma constitucional que convertía a Turquía en un Estado presidencialista. Claro está que existían otras causas, tanto o más profundas que estaban implícitas en la línea del nuevo partido: secularismo, parlamentarismo, democracia, liberalismo, dejando abierta su definición doctrinal, aunque el partido, situado en la oposición al AKP y a Erdoğan, puede considerarse centrista.

Davutoğlu, a pesar de las discrepancias con Erdogan, las ideas geopolíticas del geopolítico no han sido desterradas de la política exterior turca. Simplemente se ha ido adaptando a las circunstancias cambiantes en el último lustro, pero, en cualquier caso, sigue todavía vigente. A pesar de que hoy se siente en la oposición, su impronta se nota sobre la política exterior turca.

> LAS CUESTIONES CANDENTES DE TURQUIA

1) Con la Unión Europea

El aspecto formal, la excusa perfecta, para justificar el portazo de la UE a Turquía es la “cuestión chipriota”. En 1963 se habían producido violentos incidentes en la isla entre la comunidad greco-chipriota y turco-chipriota que llevó a la separación de las dos comunidades y a la presencia de una fuerza de interposición de la ONU. En 1974, la junta militar griega decidió precipitar la “Enosis” (unión de Chipre con Grecia), mediante una insurrección en la isla que precipitó la intervención militar turca. En 1975 se llegó a un nuevo acuerdo de separación e “intercambio” de poblaciones, vigilado por la ONU, previendo la formación de una “república federal bicomunal” a la que jamás se ha llegado. En 1983, los turco-chipriotas declararon la “República Turca del Norte de Chipre” solamente reconocida por Turquía. El conflicto se agravó cuando el resto de la isla, configurado como “República de Chipre” ingresó en la UE en 2004.

Chipre es importante para Turquía por varios motivos:
- Constituye una plataforma insumergible en el Este del Mediterráneo que constituye un valor añadido para el peso estratégico de Turquía o de Grecia, en cualquier caso, de la potencia que controle la isla.
- Está situada frente a las costas de Siria y del Líbano a poca distancia de Israel y a 300 km del canal de Suez, lo que hace de la isla una posición cómoda para el control de la ruta del petróleo a través del Mediterráneo.
- Históricamente ha sido siempre un lugar de paso o de retirada de Europa hacia Palestina o viceversa. El conflicto en Siria (cuyas costas están ante las bases rusas de Tartús y Latakia en las costas mediterráneas de este país) y la creciente retirada de los EEUU de Oriente Madio son elementos que han contribuido a revalorizar en 2020 todavía más la posición de Chipre.
Todo esto hace que Turquía no se haya decidido a dar marcha atrás y liquidar la quimérica “República Turca de Chipre”, a pesar de que le haya generado serios problemas, tanto en sus relaciones con la OTAN, como con la UE. Y, más en concreto, con uno de los miembros de ambas organizaciones: Gracia.

La brecha entre Turquía y Grecia es muy profunda: deriva, por una parte, del dominio turco sobre este país que terminó con la emancipación griega después de una guerra de independencia que se prolongó entre 1821 y 1830 y que dejó secuelas psicológicas todavía presentes en ambos países.
Sin embargo, el mar Egeo y los poco más de 200 km de frontera terrestre entre ambos países, siguió siendo un foco de tensiones hasta el presente.
- En tierra a causa del "triángulo de Karaağaç" en la orilla derecha del Evros en Edirne que facilita el paso al territorio griego y que el Tratado de Lausanne (1923) concedió a Turquía.
- En el Egeo, las discusiones se concentran en la extensión de las aguas territoriales, la demarcación de la plataforma continental, la determinación de zonas de búsqueda y salvamento marítimos y los conflictos del espacio aéreo. La multiplicidad de islas e islotes, hace que no todos ellos hayan sido bien definidos en los tratados internacionales.
Turquía ve el Egeo como un “mar internacional, abierto y que no da lugar a ningún derecho de soberanía”, mientras que Grecia lo tiene por un mar propio. El conflicto, en estos momentos sigue estancado.

2) El corredor turco de los Balcanes

Desde los años de la postguerra, Turquía ha procurado mantener estrechos lazos económicos y diplomáticos con los países balcánicos que, geopolíticamente, constituyen la puerta de entrada desde la “Sublima Puerta” a la Europa continental. La Tracia turca, en territorio europeo, es el paso obligado a Europa Central, a través de los Balcanes.
Esto explica varios hechos recientes:
 - La participación turca en las operaciones promovidas por la OTAN, la UE y la ONU en la zona (KAFOR y UNMIK, protección policial de Kosovo), y antes la Eufor-Althea organizada por la UE para supervisar la implementación militar de los Acuerdos de Dayton (iniciativa en la que participa España). Al mismo tiempo participa en proyectos comunitarios de reconstrucción del sector: SEECP (Cooperación del Sureste Europeo), MPFSEE (Fuerza Multinacional de Paz del Sudeste de Europa) y SECI (Iniciativa de Cooperación de Europa Sudoriental).
- Facilitar la creación de “estados amigos” en los territorios de la antigua Yugoslavia: Macedonia del Norte (33% de musulmanes, por 65% de ortodoxos), Bosnia (50,7% de musulmanes, 30,7% de ortodoxos, 15,2% de católicos), Montenegro (19,11% de musulmanes, 72% de ortodoxos, católicos 3,44%) y Albania (56,7% de musulmanes, 6,7% de ortodoxos y 10% de católicos), países que constituyen el “corredor turco de los Balcanes” para unos y para otros el “corredor yihadista de los Balcanes”.
Esa presencia militar en fuerzas internacionales ha sido uno de los resultados del intento del gobierno de Ankara por mostrar una actitud constantemente mediadora. Incluso, la intervención en la guerra civil siria y la ayuda turca a los enemigos del gobierno de Damasco, se justificó, inicialmente, como un intento de “mediar” entre las “fuerzas democráticas sirias” y al-Assad… una actitud increíble e insostenible que fue virando progresivamente (además, a causa del prejuicio por la inestabilidad creciente en el Kurdistán y la ofensiva del DAESH. Así pues, Turquía varió esta actitud por la de negociar con Putin intervenciones rápidas de “limpieza” en el Norte de Siria, garantizando una franja libre de guerrillas kurdas, pero sin ocupar durante largos períodos franjas de territorio sirio.


A través del “corredor turco de los Balcanes”, entra al territorio de la UE, contrabando de antigüedades, tráfico de drogas, inmigrantes y terroristas. Fue ese “corredor” el que Erdogan rebautizó como “corredor humanitario” en 2014-2015, pasando a través suyo dos millones de “refugiados” de Oriente Medio a la Unión Europea. Si luego esta ruta se cerró fue gracias a los 3.000 millones de euros donados por la UE para “administrar” estos corredores: eufemismo para evitar llamar por su nombre a lo que no era más que un chantaje.

Inicialmente, los turcos declararon que las zonas situadas sobre estos “corredores humanitarios” eran zonas de exclusión aérea, algo que Rusia se negó a respetar: en realidad se trataba de una excusa para evitar que las fuerzas aéreas de Moscú bombardearan las zonas de Siria contraladas por el DAESH. A medida que el conflicto fue avanzando, Ankara varió sensiblemente su posición.

Si Turquía se decidió a intervenir en la guerra civil siria fue pensando que al-Asad caería como había caído Gadafi o los gobiernos de Túnez y Egipto. Eso les hubiera permitido tener un interlocutor privilegiado en el nuevo gobierno de Damasco y, convertir a este país en una especie de “puerta de acceso” al “Creciente Fértil” de Oriente Medio (la zona del Tigris-Éufrater, Irak, Sitia, Líbano y Jordania).

3) Relaciones con EEUU, de la plenitud a la agonía

Vale la pena repasar la situación de las relaciones de Turquía con los EEUU y Rusia, porque contribuirán a perfilar los contornos en los que se desarrolla la actual política exterior turca, sus vaivenes y su situación en 2020.

Con los EEUU la relación es antigua. A partir de la Conferencia de El Cairo en diciembre de 1943 esas relaciones mejoraron extraordinariamente y Turquía tranquilizó a los aliados confirmando que su posición de neutralidad no cambiaría. En la primera fase de la guerra, Turquía había coqueteado con ambos bandos, recibiendo ayuda militar, tanto de Alemania como del Reino Unido. Fue a partir de la derrota del Eje en África del Norte cuando Turquía se fue alejando de Alemania y acercándose a EEUU. El 1 de marzo de 1945, declaró in extremis la guerra a Alemania y a Japón, aunque no envió tropas. En pago a este apoyo, Turquía fue incluida en la “Doctrina Truman” que consistía en apoyar a cualquier país que resistiera a los intentos de “subyugación”.  Esto se tradujo en 12.500 millones de dólares en ayuda económica y más de 14.000 en ayuda militar. A cambio, Turquía participó junto a EEUU en la Guerra de Corea, un apoyo que se fue prolongando a medida que los EEUU aumentaban sus intervenciones y guerras, hasta la Guerra del Golfo de 1989-90.

Los EEUU mantienen desde 1951 la base aérea de Incirlik, proyectada antes de la adhesión de Turquía a la OTAN (1952) que ha sido utilizada en las distintas crisis del Líbano, en la Guerra del Golfo, siendo el enlace principal del Pentágono para enviar tropas a Afganistán, teniendo protagonismo también en la Tercera Guerra del Golfo para derrocar a Saddam Hussein. Para los EEUU, la actitud de Turquía ha sido esencial mientras ha durado la Guerra Fría, garantizando la integridad del flanco sur-este de la OTAN, en contacto directo con países del Pacto de Varsovia.


Sin embargo, Turquía terminó advirtiendo que la política de los EEUU en Oriente Medo se convirtió en errática y titubeante desde los años 90 e, incluso, que el “apoyo a Israel” era más teórico que real, por no hablar de los diferentes enfoques dados por los tres últimos presidentes de los EEUU que no aportaban a Turquía las garantías suficientes como para mantener el compromiso adquirido desde 1943. Las disputas por los aranceles comerciales que iniciaron una guerra económica USA-Turquía, no se ha cerrado todavía y los EEUU ven con recelo el giro radical de la política exterior turca: aproximarse a Rusia, militar, política y económicamente, competir con Arabia Saudí en el liderazgo del mundo sunnita y mantener el proyecto de expansión por Asia Central con el visto bueno de Rusia.

4) Israel, potencia competidora

Cuando subió Erdogan al poder, en tanto que piadoso musulmán, se produjo un enfriamiento de las relaciones con Israel, agravado por el asesinato de 10 turcos por parte de comandos especiales judíos que atacaron la “Flotilla de la Libertad” en mayo de 2010 que intentaba romper el bloqueo de Gaza. La situación se normalizó relativamente cuando Israel aceptó pagar 20 millones de dólares en concepto de indemnización a los familiares de las víctimas. Pero, a pesar de un período de acercamiento y cooperación que siguió al inicio de la guerra civil siria, cuando las dos potencias apoyaron al Ejército Democrático Sirio, las relaciones hoy son frías a la vista de que Turquía no oculta su voluntad de convertirse en potencia influyente en la Zona en competencia con Arabia Saudí, Irán y… el Estado de Israel.

Sin embargo, la “doctrina Davutoğlu” (cero problemas con los vecinos) volvió a aplicarse y está presente en el acuerdo firmado en 2016 para la construcción de un gaseoducto que lleve gas natural a Europa a partir de los yacimientos judíos del Mediterráneo.

5) Rusia, relaciones comerciales, 
militares y diplomáticas in crescendo

Las relaciones con EEUU se han mantenido a la baja, mientras que las que mantiene Turquía y el Estado de Israel están sometidas a altibajos profundos. Sin embargo, la entente con Rusia es cada día más acusada. Hasta el colapso de la URSS, en tanto que Turquía era miembro de la OTAN, las relaciones fueron malas y frías en el mejor de los casos. Tras la disolución de la URSS mejoraron pero persistieron puntos de fricción especialmente por las fronteras del Cáucaso y por seguir como socio de la OTAN. Los informes del ministerio de asuntos exteriores ruso han permanecido siempre escépticos respecto a las posibilidades de Turquía para entrar en la UE: sabían, además que eso iba a entrañar fricciones, decepciones y expectativas rotas, así que optaron por mantenerse conciliadores y tratar de tentar a Turquía con la zanahoria de la cooperación económica. Hoy, ambos países comparten liderazgo e intereses comunes en Transcaucasia, incluso un interés notorio en la resolución de los problemas de la zona. El acuerdo sobre los suministros de gas a través por la “ruta occidental”, firmado en 1986 y concluido en 2012, fue prorrogado y mejorado. Desde 2014-16 los intercambios de visitas de dirigentes turcos a Moscú y de rusos a Ankara, se ha convertido en continua. Erdogan y Putin han aparecido en innumerables ocasiones dándose la mano y sonriendo en una actitud que no puede ser coyuntural sino que indican a las claras una asociación estratégica.

En la medida en la que los EEUU se van inhibiendo de nuevas intervenciones en el exterior y replegándose en sí mismos, Turquía busca mejorar sus relaciones con Rusia, aunque sea a costa de convertir la OTAN en un residuo de la Fría, cuya existencia es mucho más teórica que real y a la que solamente le falta certificar su disolución. ​

Vale la pena recordar que a medida que se ha ido consolidando la UEEA, Unión Económica Euroasiática (Armenia, Biuelorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia) a la que seguirán nuevas incorporaciones (Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Siria), puede constituir un atractivo extraordinario para Turquía y una especie de resarcimiento por el rechazo de la UE. De hecho, el presidente kazako Nazarbáyev ya propuso en 2014, que Turquía, aunque no hubiera formado parte de la extinta URSS, pudiera entrar en la UEEA. De momento, este país, al igual que China e Irán, han manifestado su interés por la UEEA.

Poco importa si en los próximos años esta adhesión se formaliza o no. Lo que importa realmente es que en los último 6 años, los vínculos de Turquía con la UE se han reducido al chantaje en materia de refugiados, las relaciones con EEUU se han visto perjudicadas por la “guerra arancelaria” estallada tras la subida de aranceles para la entrada de productos metalúrgicos en EEUU procedentes e Turquía, disminuyendo drásticamente los intercambios comerciales… mientras que, paralelamente, estas relaciones económicas se han ido estrechando con Rusia y han alcanzado su punto máximo el 15 de enero de 2020 con la inauguración por parte de Erdogan y Putin del Turk Stream.

Al comenzar 2010, Davutoğlu convocó en Ankara a los dos centenares de embajadores turcos en el extranjero, no pocos de los cuales eran remisos o directamente hostiles al cambio en curso, para un seminario de cinco días en el que les comunicó los nuevos principios y directrices del Ministerio. Se trataba de tener una diplomacia mucho más activa ante los problemas que afectaban directamente a Turquía o a sus vecinos. El país se ofreció siempre como mediador en conflictos, algo que no siempre fue aceptado por los EEUU. 

Cuando se produjo el calentamiento de relaciones entre EEUU y el gobierno iraní a causa del desarrollo de un programa nuclear de Teherán, Ankara lanzó su oferta de mediación que fue recibida con incredulidad en las capitales occidentales y mal recibida por Washington. Pero, sin embargo, fue muy valorada por el régimen del presidente Mahmoud Ahmadinejad. Además, se conocía la postura de Erdogan: si bien quería mantener libre de armas nucleares Oriente Medio (coincidiendo con EEUU), Davutoğlu defendía el derecho de Irán a poseer una industria atómica con fines pacíficos
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viernes, 21 de febrero de 2020

TURQUIA, Y SUS CLAVES GEOPOLÍTICAS (5 de 6) - > LA TENTACION NEO-OTOMANA


El momento fundamental a partir del que Turquía intenta realzar su papel geopolítico es en 1991, cuando se produce el dislocamiento de la URSS y la formación de nuevas repúblicas en la zona que comparten con Turquía un mismo origen histórico y cultural. El gobierno de Turgut Özal fue perfectamente consciente de esta nueva situación, y el propio primer ministro llamó al país a “no desaprovechar esta oportunidad que se presenta por primera vez desde hace 400 años”. En aquel momento, Turquía se encontraba ante tres opciones:
- La integración en la Unión Europea, política que acompañó a Turquía desde el primer impulso europeístas en los años 50 y que se fue disolviendo a partir de 2010 y que ha sido sustituido por una posición similar a la de Marruecos: trato preferencial que, en realidad, es un chantaje permanente esgrimiendo la cuestión de la regulación de los tránsitos de inmigración musulmana hacia Europa. La primera solicitud de Turquía para adherirse a la UE dio lugar al estatus de “miembro asociado” concedido en 1963. A partir de ese momento, el camino que parecía expedito se fue llenando de obstáculos cada vez más infranqueables: en primer lugar la disputa sobre Chipre, luego las turbulencias de los 70 y 80. En 1987 la UE (entonces Comunidad Europea) rechazó la solicitud de Turquía, aunque dio esperanzas para que pudiera realizarse posteriormente. Y, de hecho, el 1 de enero de 1996 entró en vigor la “unión aduanera” entre la UE y éste país, permitiendo el paso de mercancías y manteniendo solo las restricciones de productos agrícolas. Durante la cumbre de Helsinki de la UE (1999), la UE volvió a rechazar la candidatura turca alegando la necesidad de “profundas reformas”, especialmente en el campo de los derechos humanos. En 2005 se iniciaron las conversaciones formales para la adhesión, que se fueron prolongando con diferentes excusas y subterfugios por parte de la UE, cuyos dirigentes sabían el rechazo que produciría la adhesión de un país musulmán en la UE que, además, sería el demográficamente más fuerte y con más representación en el parlamento de Estrasburgo… a pesar de ser el país con el PIB per cápita más bajo (la cuarta parte de Alemania), lo que supondría un lastre económico para la UE y una verdadera aspiradora de recursos y ayudas. Los gobiernos europeos temían que la entrada de Turquía diera alas a los partidos “populistas” y aumentaran la resistencia del electorado ante la UE, generando procesos similares al “brexit” en cadena.
- Continuar con la opción atlantista y occidentalista priorizando buenas relaciones con EEUU. Si tenemos en cuenta que el primer acuerdo Turquía EEUU data de 1830, se entenderá que haya sido una constante de la política turca que fue ganando intensidad a partir de 1945 y hasta que los EEUU de Trump han dejado de considerar Oriente Medio como zona política preferencial.- O recuperar la idea pan-otomana, una tentación que nunca ha desaparecido completamente de la historia moderna de Turquía y que es habitual en todo imperio que fue y que desea recuperar protagonismo y generar una zona de influencia, algo que podía hacerse en complicidad con los EEUU (ampliando la espina en el flanco sur Oeste de Rusia) o bien de acuerdo con Rusia (creando una barrera entre el espacio ruso y el turcófono.
En ese época, a la proverbial inestabilidad política de Turquía se unieron las oscilaciones políticas internacionales y los cambios en las correlaciones de fuerzas de ahí que, desde entonces y hasta 2010, los distintos gobiernos turcos tratasen de compatibilizar las tres opciones, priorizando según las circunstancias la que mejor se adaptaba a sus intereses y posibilidades.


Entre 2010 y 2016, cuando se diluyen definitivamente las esperanzas de ingresar en la UE, la primera opción deja de contar como actitud política real. Tras la llegada de Donald Trump al poder y con el fracaso de la desestabilización en Siria y el abandono de la “estrategia del caos”, EEUU se repliega en sí mismo y opta por priorizar el área del Pacífico en su política exterior. Esto implica que los EEUU, no solamente no están en condiciones de seguir siendo el paraguas militar de los países europeos, sino que ni siquiera está interesada en serlo: la OTAN se mantiene como una superestructura burocrático-militar en barbecho, con una función anti-rusa cada vez menos interesante para los países europeos. Todo lo cual, unido a la reconstrucción del poder ruso realizada durante el mandato de Vladimir Putin, induce al gobierno turco a reconsiderar la situación.

Como hemos dicho, Turquía, ya no mira a Europa, sino que es consciente de que sus dos competidores directos en el mundo musulmán son Irán y Arabia Saudí, sin contar a un Israel cada vez más aislado en la zona y que empieza a ver horrorizado que el desinterés creciente de los EEUU por Oriente Medio, le obligará antes o después a variar su política en relación a los palestinos.

La inestabilidad y fluidez del momento actual hace que todas las puertas sigan abiertas, pero mientras que unas están abiertas de par en par, las otras apenas están entreabiertas. Por lo demás, la prudencia hace que el gobierno turco no sea muy explícito en lo relativo a sus intenciones a medio y largo plazo.

Hay que distinguir entre cuatro opciones próximas, pero en absoluto coincidentes:
1) Otomanismo.- corriente liberal nacida durante el siglo XIX en el imperio otomano, que llegó de la mano de intelectuales influidos por las ideas de la “Ilustración”. Defendía, sobre todo, el principio de la igualdad ante la ley, por encima de las categorías sociales y de las religiones. Esto llevaba a que musulmanes y no musulmanes debieran servir en el ejército y que la educación fuera obligatoria y laica para todos los ciudadanos del Imperio Otomano. Cuando se produjo el hundimiento con el final de la Primera Guerra Mundial, esta corriente desapareció por completo. Era una actualización de la idea imperial turca.
2) Panturquismo.- Fue una ideología que se discutió en el último tercio del siglo XIX entre los intelectuales de Azerbaiyán y de Anatolia. Ambos grupos tenían la convicción de pertenecer al mismo tronco étnico, lingüístico y cultural y, por tanto, veían la necesidad de acercarse en un momento en el que Azerbaiyán pertenecía al Imperio Ruso. A la unificación cultural debería seguir la unificación política. Era una corriente mimética al paneslavismo, al pangermanismo, incluso al paniranismo, aparecidos en la segunda mitad del siglo XIX. 
3) Turanismo.- Es la corriente política que propone la unificación de los pueblos uralo-altaicos de Asia Central que debería constituirse como “Gran Turán”. Lo que hoy se conoce como llanura o depresión del Turán, está situada al este del Mar Caspio y al sureste del Mar de Aral, repartida entre Turkmenistán y Uzbequistán, su parte meridional empieza el desierto del Karakum). Proponían (con Enver Pachá) una alianza de todos los pueblos de Asia Central, ampliada a su periferia, pues no en vano, los panturanios se dirigen a un ámbito que incluye no solamente a los pueblos de origen turco, incluye también a húngaros, fineses, mongoles, tunguses, estonios, japoneses, coreanos y ryukyuenses. En Turquía, el turanismo (a veces llamado también panturanismo) forma parte del programa del Partido Nacional Turco y de sus grupos paramilitares, los Lobos Grises.
4) Neo-otomanismo.- Pretende que la moderna Turquía mantenga relaciones privilegiadas por los países y las regiones que en otro tiempo formaron parte del Imperio Otomano. El espacio turcófono está formado por el territorio de la actual Turquía (la península Anatolia, la Tracia europea y el Kurdistán turco), las exrepúblicas soviéticas de Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Kazagistán y Azerbaiján, y el Oeste chino fronterizo con Mongolia, Kirguizistán y Kazajastán. En su conjunto es una especie de colchón entre el mundo musulmán del Sur y el mundo ruso asiático del Norte.

De estas cuatro tendencias, las dos últimas subsisten y la última, el neo-otomanismo es aceptado y aplicado por el actual gobierno. La idea incluye algunos elementos propios del califato islámico, por ejemplo, el rechazo al nacionalismo considerado como exterior a la doctrina islámica. El término empezó a utilizarse en un período mal definido entre los años 70 y 80, pero fue asumido por Erdoğan y por su AKP que ha utilizado el adjetivo añadiendo que “el neo-otomanismo llevaba a la construcción de la Gran Turquía”. Durante el mandato de Turgut Özal ya se habían manifestado algunos de los rasgos de esta política, pero ha sido con Erdonğan y con su ministro de exteriores, Ahmet Davutoğlu el que aplicó abiertamente esta línea. Básicamente, su programa mínima tiende a intervenir especialmente en Oriente Medio, mediando entre las partes, en Asia Central, en los Balcanes y en el Magreb.

El “neo-otomanismo” es difícilmente compatible con las ideas del islam sunnita que practica Erdoğan para el que no puede existir una comunidad supranacional formada por unos cuantos países islámicos, sino la “umma” (امة) o “comunidad de los creyentes”, por encima de las lenguas, las naciones, las razas o las castas. Cualquiera que sea capaz de pronunciar la shahada (“No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”) pertenece a esa Umma supranacional.

De ahí que cuando Erdoğan llego al poder, este elemento no figurase de forma destacada en el programa del AKP y obviara el que los gobiernos previos al suyo si habían dado pasos para convertir a Turquía en “Meca cultural del mundo turcófono”. En 2009 el diario Yeni Safak, cercano al Gobierno, publicó que en el curso de una reunión del AKP, Davutoğlu dijo claramente: "Tenemos una herencia de los otomanos. Nos llaman neo-otomanos. Y sí, somos neo-otomanos". Esta posición fue confirmada al año siguiente en una reunión celebrada en Ankara con doscientos embajadores turcos en el extranjero. En esa ocasión, Davutoğlu resumió su “doctrina”: había de adaptarse a la nueva realidad de la posguerra fría; que Turquía, lejos de inclinarse a uno u otro ejes, debía construir "su propio eje"; que las crisis regionales daban al país una oportunidad para mostrar su "poder blando", no sólo su "poder militar"; línea que se traduciría en una voluntad de mayor presencia internacional.

Las iniciativas neo-otomanistas han sido, hasta ahora, casi exclusivamente de carácter cultural: de hecho, sus teóricos lo que proponen es promover una política cultural capaz de acentuar los lazos que unen a la Turquía anatolia con el resto de repúblicas que hablan idiomas de la misma familia. A lo que se añade también la pretensión de unir a los miembros de la diáspora turca presentes en el Este de Europa, en Alemania, en Bulgaria y Rumania, en Rusia, en Ucrania, etc.

La idea no es original. La Hispanidad es eso precisamente en relación a los pueblos de lengua castellana. La “francité” es otro tanto y lo mismo puede decirse de la “Commonwealth”. Más recientemente, en la obra de Zbigniew Zbrzezinski en su libro El Gran Tablero Mundial (Paidós, 2001) este autor explica que el poder americano se basa en cuatro factores: el militar, el económico, el tecnológico y el cultural, y eso mismo es lo que intentan aplicar a su país por “pan-otomanistas”.

Pero, el neo-otomanismo solamente puede realizarse apelando al factor religioso como determinante. Porque, más que la relativa unidad lingüística de la zona, fracturada por dialectos y variaciones del mismo tronco, las comunidades turcas dispersas en distintas nacionalidades, tienen en común, sobre todo, el factor religioso. Eso permitió pensar a Erdoğan que era posible desplazar el eje del mundo islámico sunita de Arabia Saudí a Turquía y competir en este terreno ventajosamente con el chiismo iraní (que representa un 20% del mundo islámico). Si bien la pertenencia a una misma étnica y a el uso de una misma lengua y de un pasado común suponen un cimiento necesario, no es, suficiente: falta el factor emotivo, sentimental, galvanizador y fanatizante propio de una religión. Y el AKP, vale la pena no olvidarlo, es un partido confesionalmente islámico.

Pero esto solamente era posible si Turquía actuaba con rapidez, antes de la previsible recuperación rusa (recuérdese que estamos en 2002). Como se sabe, entre 1990 y 1999, Rusia vivió, posiblemente la peor década de su historia reciente: el período de Boris Eltsin supuso el mayor proceso de desvertebración acelerada que ha vivido una gran potencia. Sin embargo, con la llegada de Putin al Kremlin, la caída en picado se detuvo y la recuperación que siguió permite considerar hoy a Rusia como la segunda superpotencia mundial.

Las sucesivas dificultades internas atravesadas por Turquía desde 2002 hasta 2016, hicieron que no pudiera actuar en la dirección pan-otomana con la decisión y el empuje necesarios. Paralelamente, ese fue el tiempo en el que se produjo la reconstrucción del poder ruso, hasta el punto de que, en la actualidad, el proyecto neo-otomanista solamente puede realizarse con el visto bueno, la aquiescencia y la alianza con Rusia. Y esto -entre otros factores mucho más coyunturales- explica el por qué en la actualidad sea perceptible el corrimiento de Turquía de la esfera de influencia norteamericana a la esfera rusa.


Los instrumentos del “poder blando” al que aludía Ahmet Davutoğlu eran anteriores a su presencia en cargos ministeriales y se remontaban a la época presidida por Turgut Özal.

En, efecto, en 1995 creó la Agencia de Cooperación Turcófona (TIKA) que en pocos años ha generado ramificaciones en todos los países turcófonos, a partir de las embajadas turcas locales. En la web de la entidad (https://www.tika.gov.tr/en) se enumera la lista de países en los que tienen abiertas “oficinas de coordinación”: Afganistán, Albania, Argelia, Azerbaiyán, Bandladesh, Bosnia, Camerún, Chad, Colombia, Comores, Croacia, Djibouti, Egipto, Etiopía, Georgia, Guinea, Hungría, Irak, Jordania, Kazajastán, Kenia, Kosovo, Kuirguistán, Líbano, Macedonia, México, Moldavia, Mongolia, Montenegro, Mozambique, Myanmar, Namibia, Niger, Pakistán, Palestina, Filipinas, Rumania, Senegal, Serbia, Somalia, Sudáfrica, Sudán del Sur, Sudán, Tayikistán, Tanzania, Túnez, República Turca del Norte de Chipre, Turkmenistán, Uganda, Ucrania, Uzbekistán y Yemen. La lista revela el interés por los países africanos, además de los países que en algún momento pertenecieron al Imperio Otomano, con la presencia de países asiáticos y americanos en los que existe una fuerte presencia turca.

En 2011, se reformo la estructura continuando su crecimiento institucional y ampliando la lista de países en los que había abierto oficinas de coordinación. Un decreto definió a TIKA como “una entidad legal pública y un presupuesto privado dependiente del Ministerio de Cultura y Turismo”. Hoy, la Agencia de Cooperación y Coordinación de Turquía implementa proyectos en 150 países con 62 Oficinas de Coordinación de Programas en 60 países. Sus proyectos tienen que ver especialmente con el establecimiento de un alfabeto y de una lengua comunes, los intercambios de estudiantes, los proyectos mediáticos y de telecomunicaciones.

En segundo lugar, la Agencia de Cooperación Cultural Turcófona (TURKSOY), por su parte, tiene como función “acrecentar las relaciones culturales entre los países y entre las comunidades turcófonas (...) para mantener una unidad de lengua y de cultura para los países y comunidades turcófonas". Su fin oficial es favorecer la “socialización y la solidarización de los Estados turcófonos gracias a la cooperación en el terreno de la cultura”.

Las primeras reuniones que llevaron a la creación de TURKSOY se celebraron en 1992 en Bakú y en Estambul participando ministros de cultura de Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán, Turquía y Turkmenistán. Oficialmente, la agencia se creó en 1993. En la actualidad están asociados, Uzbekistán, Kirguisia, Turkmenistán, Kazajistán, Azarbaiyán, las Repúblicas de Altai, Jakasia, Baskortostán, Saja y Tuvá, incluidas en la Federación Rusa, Gagauzia (región autónoma de Moldavia), la República Turca del Norte de Chipre, además de Turquía.

Además de estas iniciativas, Turquía ha puesto en marcha todo un dispositivo de alta tecnología que integra Internet, radios y televisiones, sistemas de comunicaciones, para generar en los países turcófonos un estado de opinión favorable a la idea panturca:
- La radio Voz de Turquía (web http://www.turkiyeninsesiradyosu.com/) exporta el «modelo turco» en el exterior.
- La agencia de prensa Anadolu Ajansï (Agencia Anatolia, web en castellano: https://www.aa.com.tr/es/turqu%C3%ADa),
- La Unión de la Prensa Euroasiática y la Unión de las Agencias de Información de los Países Turcófonos (UAIPT), creada en 1992 por la TIKA, “aseguran –según Le Monde- a Turquía un control casi monopolista de la información difundida en el mundo turco”.- El satélite panturco Türksat y la cadena de televisión Avrazya. La Türksat, se jacta de ser «la segunda tras la CNN en audiencia».
En la Unión Europea todavía no han advertido que estos medios están puestos al servicio de un espacio que va desde el Adriático hasta el corazón de China.

La reconstrucción de un alfabeto que sea común en todo el espacio panturco es una tarea fundamental para los estrategas turcos. A partir de 1991, Turquia abordó la creación de una lengua y de un alfabeto comunes que “facilitara la evolución y consolidación de los lazos étnicos” en el espacio panturco. La lengua sería el “elemento federador” de los pueblos turcomanos, una pieza que resultó desarticulada con la revolución soviética de 1918 y con la formación de la URSS. A pesar de los 70 años de la URSS, las distintas lenguas turcas conservaron un amplio vocabulario y elementos gramaticales comunes. A fin de facilitar esta tarea, Turquía se comprometió a hacer adoptar el alfabeto latino utilizado en ese país desde la revolución kemalista. Evidentemente, esta iniciativa apunta contra la utilización del alfabeto cirílico ruso y del alfabeto árabe. En el Congreso Común Turco celebrado en Ankara en 1991, se adoptó el alfabeto de 34 letras.

La TIKA ha gastado más de 15.000 millones de euros desde 1992 en impulsar este alfabeto enviando a las repúblicas turcofonas libros, material de escritura, ordenadores, impresoras, cursos audiovisuales, etc. Distintos acuerdos bilaterales han sido firmados por Turquía de un lado y las repúblicas exsoviéticas de otro para ir sustituyendo el alfabeto cirílico por el latino. Es así como se están dando los primeros pasos para la creación de este amplio “espacio turco”. Parece difícil que las negociaciones con la UE detengan este proceso de colonización cultural que, a la postre, supondrá un enfrentamiento con las potencias del Este. Evidentemente, en el material de enseñanza enviado desde Turquía se revisa la historia y se transmiten los mitos comunes a las naciones turcófonas, tal como veremos en su momento.

El nacionalismo panturco exportado desde Ankara se basa en la lengua, en el factor étnico, pero también en la religión. Frente al Islam sunnita dominado por el salafismo wahabita saudí, al Islam chiita y al laicismo, la opción turca es distinta: “se trata de un modelo de control y de gestión del Islam mediante la puesta en marcha de un clero funcionarial y despolitizado”…