jueves, 13 de febrero de 2020

TURQUIA, Y SUS CLAVES GEOPOLÍTICAS (1de 6) - > LOS CAMBIOS EN LA POLÍTICA TURCA.


> INTRODUCCION

Hace algo más de quince años, realizamos un primer estudio sobre la geopolítica de Turquía que hoy nos proponemos actualizar y completar con los nuevos datos que ha ido generando la actualidad y con los cambios que se han producido en aquel entorno. Y no han sido pocos. Así ha ocurrido y lo escrito antes de 2014 ya no puede servir para interpretar la realidad actual turca.
Este estudio no puede ser considerado de manera aislada; está siendo redactado después de otros trabajos sobre la guerra civil siria y sobre la cuestión kurda, conflictos íntimamente relacionados con Turquía y que conducen directamente a la necesidad de profundizar y actualizar el análisis sobre Este país.

Hay que situar la etapa actual de la política turca aceptando dos hechos fundamentales:
1) Cuenta actualmente con un fuerte liderazgo que ha atravesado varias fases y giros en política exterior, pero que en política interior no ha cesado de islamizar el país desde que llegó al poder en 2002.
2) El papel geopolítico del espacio turco y la doctrina aplicada por Erdoğan sobre el “gran espacio turcófono” capaz de influir sobre Asia Central que siempre ha constituido su gran obsesión irrenunciable.
La geopolítica de Turquía no ha variado en absoluto en los últimos 100 años, desde que Turquía adquirió su actual configuración territorial, lo que sí ha variado es la revisión de su “misión geopolítica”.

En cuanto a la política exterior turca se ha mostrado excepcionalmente dinámica a causa de cuatro elementos que están en el origen de sus giros y adaptaciones:
a) El cambio operado en la situación internacional de la zona entre el año 2002 y el 2020, en el que hemos pasado de una Rusia al borde de la desintegración a su reconstrucción como gran potencia internacional, algo que afecta directamente a Turquia en varios frentes.
b) La actitud de la UE en relación a Turquía que, inicialmente, era favorable a su ingreso, pero que ha ido variando hasta un rechazo progresivo y a una imposibilidad cada vez más evidente para esa integración.
c) El cambio en la situación de Oriente Medio y, por extensión del mundo musulmán que, desde 2002 ha vivido la intervención norteamericana en Iraq, su retirada, el conflicto nunca resuelto con Israel, las “primaveras árabes”, la guerra civil siria y la cuestión kurda.
d) La política exterior norteamericana que ha ido variando desde el intervencionismo colonialista de Bush, hasta el repliegue promovido por Trump, pasando por la “estrategia del caos” de Obama. Hoy Turquía y EEUU están embarcados en una “guerra arancelaria”.
Estos cuatro elementos se han ido interrelacionando de manera endiablada y han generado los cambios de posición y los titubeos que se han producido en la política exterior y en las orientaciones del actual gobierno turco de Recep Tayyip Erdoğan.

La intención de esta serie de artículos es pasar revista a todos estos elementos y extraer algunas conclusiones.


> LAS SIGNIFICATIVAS CIFRAS DE LA ECONOMÍA TURCA

A título comparativo el peso de las exportaciones que se daba en el PIB español en 2017, un 53%, es muy parecido al que el Banco Mundial reconocía para Turquía en 2018: un 54’12%. Según un informe del Banco de Santander, las exportaciones turcas más significativas se dan en los terrenos de la automoción (13,2% del total de exportaciones, incluyendo vehículos de pasajeros, de transporte y accesorios para vehículos) y el oro (4,2%), seguidas por la joyería, la industria textil, y productos del petróleo y el acero. El país importa principalmente oro (7,1%), producto del petróleo (4,2%), vehículos motorizados y accesorios (6,3% en total), residuos de fierro (2,6%) y aparatos de telecomunicaciones (1,8%).  

Los destinos de las exportaciones turcas, según el mismo informe fueron Alemania (9,6%), el Reino Unido (6,1%), los Emiratos Árabes Unidos (5,8%), Iraq (5,8%) y Estados Unidos (5,5%). China (10%) fue el primer proveedor de bienes en Turquía, seguida por Alemania (9,1%), Rusia (8,3%), Estados Unidos (5,1%) e Italia (4,8%).

Ahora bien, si estas son las cifras, vale la pena realizar unas cuantas observaciones. Sorprende, por ejemplo, que siendo Turquía un país de la OTAN, compre materiales, especialmente, en países que no pertenecen a la “alianza” (siempre, históricamente, la pertenencia a una alianza militar ha implicado preferencias comerciales y establecido barreras para el tráfico). Sin olvidar que, desde que Erdoğan está en el poder, ha trenzado acuerdos comerciales con Japón, Indonesia y Paquistán.

El hecho de que desde la época del Kaiser Guillermo II existiera una alianza histórica entre el Reich y el Imperio Otomano y que en la actualidad existan oficialmente en Alemania 2.637.000 inmigrantes turcos, elevándose esta cantidad hasta los 6.000.000 si tenemos en cuenta los nacionalizados alemanes y los hijos de los inmigrantes turcos nacidos alemanes, permite entender que las cifras de comercio con Alemania sean altas.

En lo que se refiere a los EEUU, hay que remontarse al verano de 2018 para recordar que la llegada de Trump a la Casa Blanca, empeoró las relaciones comerciales entre ambos países.


La disputa diplomática con EEUU, junto con la nueva estrategia comercial del presidente Donald Trump llevaron a que Estados Unidos duplicara los aranceles sobre el acero y el aluminio turcos, y que Turquía recíprocamente aplicase alzas de aduanas equivalentes a los productos de Estados Unidos. El conflicto que fue llevado a la Organización Mundial del Comercio, se rarificó aún más al año siguiente, cuando Trump, anunció una nueva subida de aranceles de hasta el 50%, descartó la firma de cualquier acuerdo comercial bilateral y bloqueó los activos en los EEUU de tres ministros turcos (el de defensa, el de energía y el de interior) a causa de la intervención de tropas turcas en el norte de Siria, contra bases kurdas. Al conocer la intención turca de crear una zona de seguridad de 480 km de largo y 30 de ancho, Trump amenazó con “destruir la economía turca”, mientras que Erdoğan respondía elevando los aranceles a los automóviles y al alcohol norteamericano un 120 y un 140%.

En el mes de mayo anterior, el presidente norteamericano ordenó retirar a Turquía del Sistema Generalizado de Preferencias, un programa que permite la entrada libre de impuestos de productos procedentes de países en vías de desarrollo. Y, como las cosas podían ir todavía peor Turquía se negó a liberar al misionero presbiteriano norteamericano Andrew Craig Brunson, detenido en este país desde octubre de 2016 en el curso del golpe de Estado contra Erdoğan y que permaneció en la cárcel hasta finales de octubre de 2018, después de que Trump no aceptara canjearlo por Fethullah Gülen, considerado en Turquía como instigador del golpe y actualmente refugiado en EEUU.

Parece difícil que, en breve plazo, las relaciones entre Turquía y los EEUU puedan encarrilarse por el sendero de la normalización. Si no han ido a peor se debe, especialmente, al desinterés de Trump por Oriente Medio y a su política de repliegue de los EEUU. El retorno de tropas y asesores militares debe de ser sustituido por una diplomacia que tenga claros cuáles deben ser sus objetivos: en estos momentos, después del fracaso de la “estrategia del caos” seguida por la administración Obama y de la “balcanización” de varios países (Iraq, Libia, Siria, Afganistán), EEUU todavía no está en condiciones de definir una nueva línea política en Oriente Medio.

Esta claro que los dos aspectos irrenunciables de cualquier administración norteamericana en Oriente Medio son 1) el mantenimiento de la amistad con Israel y 2) el apoyo a la dinastía de los Saud en Arabia Saudí a cambio de la seguridad en el suministro de petróleo. Pero, incluso, estando claros estos dos objetivos, persiste la duda de a través de qué estrategia se implementarán.

Si tenemos en cuenta todos estos datos, así como la relación creciente de Turquía con Rusia, las frecuentes reuniones bilaterales entre los dirigentes de ambos países, sus acuerdos económicos, la compra de material militar ruso por parte de Turquía, cabe preguntarse qué significa hoy la presencia turca en la OTAN y si éste país sigue siendo un “aliado de occidente” (es decir de los EEUU), o bien se está produciendo -como nos parece claro- un desplazamiento progresivo hacia la esfera rusa.

Hay otro elemento a tener en cuenta en la ecuación: en 2003, parecía cuestión de unos años que Turquía ingresara en la Unión Europea. Contaba con muy buenos padrinos y, tanto Aznar como el entonces presidente de los EEUU, George W. Bush, se manifestaban a su favor insistentemente. El primer acuerdo de Turquía con la UE se firmó en 1991 y cuando se estuvo más cerca fue precisamente a principios del milenio. Pero, tanto en Francia como en Alemania, los vientos han sido cada vez más desfavorables: la noticia de que, en caso de que Turquía se convirtiera en socio de la UE, provocaría el movimiento de millones de turcos hacia Europa Occidental era una posibilidad con la que ni Angela Merkel, ni Nicolás Sarkozy, podía asumir, salvo que quisieran contribuir a dar argumentos al “populismo antiinmigracionista”. El eje franco-alemán ha ido encontrando motivos para negar una y otra vez la entrada de Turquía en la UE, alegando “déficits democráticos”, elevados niveles de corrupción y dudas sobre la posibilidad de que la legislación turca encajara con la europea. Sin olvidar que Erdoğan es representante de un partido religioso islamista, algo que generalmente se olvida.

Prácticamente hasta el principio del a crisis económica de 2007-2011, Turquía seguía albergando esperanzas en que podría entrar en la UE. Sin embargo, a partir del enfriamiento de relaciones, Turquía reformuló su política exterior: era la vía para un país que aspira a ser potencia regional.