martes, 3 de marzo de 2020

LA LUCHA POR EL LIDERAZGO EN EL MUNDO ISLÁMICO Y EN ORIENTE MEDIO (3 de 6) -> DATOS ÉTNICOS, RELIGIOSOS Y CULTURALES PARA UNA DICOTOMIA


Irán y Arabia Saudí viven la espiritualidad con una intensidad que en Europa se fue perdiendo desde las guerras de religión y que actualmente sería impensable. Sin embargo, lo hacen en una época poco dada para los impulsos místicos y en la frontera entre la tercera y la cuarta revoluciones industriales. Además, ambos países aspiran a utilizar todos los recursos de esta nueva fase de la historia mundial, en beneficio propio y conservando su fe. Por tanto, es de fe religiosa a lo que debemos aludir en primer lugar.

Hay conceptos que vale la pena distinguir y que no siempre están suficientemente claros. Desde el punto de vista religioso, el islam está dividido en dos grandes corrientes: mayoritaria o sunnita, y minoritaria o chiíta. A lo que hay que añadir que la primera tiene una variante a tener en cuenta por su importancia: el wahabismo que es próximo, pero no coincidente por completo con el salafismo:

- Sunnismo.- devotos del Corán que además lo son de los dicho y hechos atribuidos a Mahoma y comprendidos en la Sunna. Tras el asesinato de Uthman, el tercer califa sucesor de Mahoma, Alí, primo y yerno de éste, reclamó sus derechos y fue elegido cuarto califa, pero se encontró con la oposición de los partidarios del clan de los Omeyas. En la batalla de Siffin chocaron ambas facciones venciendo estos últimos. Alí fue asesinado y sus partidarios nombraron sucesor a su hijo Hussein, derrotado también en la batalla de Kerbala. Los actuales sunnistas son los descendientes de los que fueron partidarios de los Omeyas. En toda la historia han sido la rama mayoritaria del islam y han considerado heréticas y desviacionistas cualquier otra interpretación de su religión. Interiormente, existen varias “escuelas” de interpretación de los textos sagrados musulmanes.
- Chiismo.- son los que, en el momento de producirse la elección de Alí como califa, figuraron entre sus partidarios. El nombre procede de “chiat-u-Ali”, “partidario de Alí” que se ha castellanizado como “chiita”. Consideran, pues, que, la sucesión del profeta es un derecho que corresponde a la familia de éste. Creen en los cinco principios: monoteismo, justicia divina, don de la profecía como forma de comunicar de Dios con los hombres, el liderazgo de los imanes tanto intelectual, religioso como político, y una visión escatológica del fin de los tiempos. Además del Corán y de la Sunna, admiten el “consenso de la opinión de los sabios” como fuente de ley que debe plantearse ante casos no previstos por los dos primeros textos.
- Wahabbismo.- corriente del islam sunnita creada por al-Wahhab en el siglo XVIII y vinculada a la casa de los Saud (ellos detentaban el poder político y al-Wahhab el religioso). En principio estaba reducida a Arabia pero en el último tercio del siglo XX, desde ahí irradió a todo el mundo gracias a los petrodólares. Se trata de una teología puritana y rigorista en su interpretación de los textos islámicos y en la práctica de la religión. Prohiben el cine y la música, incluso las fotos, el uso de talismanes, las súplicas ante las tumbas de santos, la práctica de la magia y un amplio catálogo de limitaciones en el comer y en el vestir. A lo que unen una creencia ciega en los criterios del fundador, al Wahhab.
- Salafismo.- corriente reformista del islam sunnita, ultraconservador. Realizan una lectura literal del Corán y la Sunna que consideran como la única legítima. Al Wahhab es consioderado como uno de los padres del salafismo. Está extendido por Argelia, Egipto, Marruecos y Túnez, con presencia en los países europeos con mayores contingentes de inmigración islámica y, por supuesto, en Arabia Saudí. El término “salafista” deriva de “salaf” (antepasado) y alude a las tres primeras generaciones de musulmanes que difundieron el islam. En la actualidad existen tres tipos de salafismo: el político, el yihadista y el purista, apolítico y partidario de la predicación religiosa. Se trata de (los “ancestros”) un rigorismo más extremo que el wahabismo basado en el ejemplo de los primeros creyentes. Rechazan cualquier interpretación posterior a Mahoma así como la teología posterior y particularmente la democracia y el laicismo.
- Diferencias entre salafismo y wahabismo.- ambos aceptan la Sunna y el Corán son reglas para concebir a la sociedad musulmana, pero el salafismo nace en el siglo XIX cuando empieza a percibirse la influencia occidental en el mundo islámico, mientras el wahabismo es anterior. Esto explica el rechazo que el salafismo profesa siempre a Occidente, de manera mucho más acusada que cualquier ora corriente islámica. Ambas corrientes rompieron en 1992 cuando Arabia Saudí evidencio su pacto con los EEUU, tras haber permitido que “cruzados y paganos” acamparan en la “tierra más sagrada del Islam” para atacar a Iraq. El wahabismo es de origen saudí y está íntimamente ligado a la casa de los Saud, mientras que el salafismo tiene su eje en Egipto (del que los Hermanos Musulmanes son su traducción activista).

Así pues, estas corrientes derivan de una polémica histórica por la línea de continuidad en la sucesión y por diferencias nacionales que se van acentuando con el paso del tiempo. Grosso modo puede decirse que salafismo y wahabismo, corrientes del islam sunnita, muestran siempre un mayor rigorismo y radicalismo en sus planteamientos (aunque lo hagan en distintos grados) y se corresponden con lo que hemos llamado “fundamentalismo” o “integrismo islámico”. De esos sectores, proceden las iniciativas yihadistas (si bien, hay que advertir que no todos los sunnitas son yihadistas… aunque tienen cierta propensión a deslizarse por esa pendiente, mucho más que la rama chiita). Allí en donde el salafismo tiene más fuerza (Egipto, Argelia), es en donde existen más posibilidades de que se produzcan movimientos yihadistas, como de hecho así ha ocurrido.

Los chiitas, en cambio, son más abiertos, menos rigoristas, acaso por su origen étnico y lingüístico. A pesar de que todas las corrientes del islam abogan por una teocracia (que algunos han llamado “democracia religiosa”), lo cierto es que las diferencias en su aplicación son notables. A diferencia de Arabia Saudí, país formado por una colección de tribus dispersas por el desierto y federadas por las buenas o por las malas, Irán es un país que se remonta a más de 2.500 años de antigüedad, con una tradición zoroástrica, de origen ario y que, en tanto que tal, atribuyen gran valor a la idea de servicio y sacrificio. Su moral combatiente está muy próxima a la de los samurais o a la de la caballería medieval europea: morir en defensa de una causa justa, es el mayor timbre de honor para un ser humano. Esa actitud aria implica también un fuerte sentimiento de fidelidad, incluso en la derrota. Sacrificio y fidelidad están presentes en la ya citada Batalla de Kerbala. Sin embargo, a diferencia del salafismo, el islam chiita condena las prácticas de terrorismo suicida, hasta el punto de que puede establecerse que allí donde se produzcan un atentado suicida, el protagonista no ha sido chiita.

El factor lingüístico es importante, el parsi (o farsi) hablado en Irán, pertenece al grupo de lenguas indo-europeas, a diferencia de la lengua árabe, de familia semítica, considerada como “lengua sagrada” (en su variedad clásica) al haber sido la elegida para redactar el Corán. Este factor lingüístico contribuye a acentuar el radicalismo salafista-wahabita y a dificultar su integración en las sociedades no musulmanas ni arabófonas.

Finalmente, otro elemento básico para entender la dicotomía entre ambos países, es sus orígenes completamente diferentes. Irán es un país extremadamente culto desde la más remota antigüedad: a comienzos del III milenio a.C. ya aparece una forma de escritura derivada del sumerio. Durante el reinado de Dario I (522-486 a.C) se llega a la plenitud del Imperio Persa que está presente desde Egipto hasta Bactria en Asia Central y desde Hélade hasta el mar arábigo, eludiendo la penetración en los desiertos de la Península Arábiga. Se trata de un pueblo antiguo, con una cultura propia, y una identidad muy acusada que dio lugar, cuando apareció el islam a una forma particular del mismo.

En cuanto a Arabia Saudí, antes de Cristo, no era más que un número de pequeños asentamientos en La Meca y Medina, poblados por nómadas y tribus que jamás habían podido cristalizar en una forma estatal, ni siquiera bajo la forma de una federación. La misión de Mahoma, en realidad, consistió en “legislar” a estos pueblos y darles un “código” y coherencia, algo que los persas ya tenían desde hacía 2.500 años. De ahí que se diga que el islam es el resultado del paisaje monocorde y árido del desierto propio a la península arábiga. Esto es cierto, en lo relativo al sunismo y a sus expresiones radicales, wahabismo y salafismo.

La prueba de la “arcaicidad” de Arabia Saudí la facilita el propio nombre del país: “Saudí” deriva de Saud, la dinastía gobernante. Podemos imaginar algo parecido en Europa si se llamara “Islas Windsordianas” al Reino Unido o “Borbonia” a España. En cambio, Irán, su nombre tadicional, desde el primer milenio antes de Cristo, o Persia como se le suele conocer desde 1935, es un nombre que responde a una idea colectiva, a una comunidad nacional no a una dinastía concreta.

A partir de estos elementos, puede entenderse mucho mejor la naturaleza del conflicto entre las dos naciones: a pesar de compartir una contigüidad geográfica y dos variedades de la misma religión, son dos países que están separados por todo lo demás. El conflicto empieza porque ambos aspiran a ser potencias regionales, sin olvidar a Turquía y a Israel…