martes, 10 de marzo de 2020

JOSE ANTONIO: VISTA A LA IZQUIERDA (2 DE 5) -> LA TEORÍA DE LOS “EXTREMISMO OPUESTOS” SEGÚN AZAÑA


Tras una dilatada actividad sindical al servicio de la CNT y de haber vivido en primera línea los años del pistolerismo en Barcelona, Pestaña había encabezado la disidencia “treintista” (1) y se preparaba, justo en esos meses, para fundar el Partido Sindicalista. Eran “los moderados” de la CNT, cada vez más enfrentados a los radicales de la FAI.

Los primeros advertían a los afiliados que la “revolución” no era cuestión de un día, que no se daban las circunstancias para la edificación de una sociedad anarquista y que era preciso despojarse del espejismo de que una insurrección pudiera desembocar en la formación de una sociedad sin clases y sin autoridad. Sostenían que la revolución era un largo proceso de concienciación de los trabajadores que tenía mucho que ver con la educación y con la mejora en las condiciones de vida de los trabajadores, algo que solamente podía realizarse mediante una acción gradual.

En agosto de 1931, treinta conocidos dirigentes de la CNT firmaron un manifiesto en el que recogían todas estas orientaciones y que fue conocido como el Manifiesto de los Treinta. Ninguno de sus firmantes renunciaba al proceso revolucionario, sino que simplemente negaban que pudiera alcanzarse inmediatamente mediante una huelga general.  Sus dos firmantes más conocidos eran Ángel Pestaña y Juan Peiró.

Inicialmente, los treintistas arraigaron en algunas federaciones de la CNT (en la región valenciana, en algunas poblaciones industriales catalanas (Manresa. Sabadell, Mataró). Siguieron a Pestaña y Peiró en torno a 70-100.000 afiliados de la CNT. En 1932 estas federaciones entraron en disidencia y constituyeron la Federación Sindicalista Libertaria hasta que, cuatro años después, la mayoría se reintegrarían en la CNT en el Congreso de Zaragoza.

Una parte del “treintismo” quiso contrarrestar el peso de la FAI convirtiéndose en partido político y de esta voluntad nació el Partido Sindicalista de Pestaña. Cuando, durante la guerra civil, la CNT decidió colaborar con el gobierno de la República, Juan Peiró se convirtió en ministro durante un breve período (de noviembre de 1936 a mayo de 1937).


En aquellos meses de 1933 todavía estaba en el poder un gobierno de centro-izquierda presidido por Manuel Azaña que consiguió mantenerse hasta el 4 de agosto, pidiendo el entonces presidente Alcalá-Zamora a Alejandro Lerrroux que formara gobierno. Sin embargo, las elecciones municipales de abril –las primeras en las que participaron las mujeres en España-  habían dado alas a la derecha monárquica y alfonsina que obtuvo 4.000 concejales, especialmente en zonas rurales, lo que facilitará el que cuando en septiembre se convoquen elecciones para el Tribunal de Garantías Constitucionales, en las que votaban los concejales electos, el 70% de los puestos queden adjudicados a conservadores, entre ellos Juan March, en ese momento en la cárcel por delitos fiscales y contrabando o Calvo Sotelo exiliado desde la “sanjurjada”.

A pesar de que seguía la ofensiva republicana contra la Iglesia (la Ley de Congregaciones fue aprobada en mayo de ese año, convirtiendo en públicos todos los bienes de la Iglesia incluyendo los ornamentos sacerdotales), el Papa XI recomendó a los católicos españoles acatar al poder político, cuidando de que sus hijos fueran educados en escuelas cristianas.

En un clima en el que la derecha parecía exultando por haber recuperado la iniciativa perdida en abril de 1931, y ante la imposibilidad demostrada por Lerroux para estabilizar un gobierno con mayoría parlamentaria, se disolvieron las cortes y se convocaron nuevas elecciones el 9 de octubre. En esas circunstancias políticas, extremadamente crispadas fue entonces cuando Pestaña y José Antonio se encontraron por primera vez.

La entrevista entre José Antonio y Pestaña es confirmada no sólo por el testimonio de este último y reproducido por Ángel María de Lera décadas después, sino por muy anterior, de Juan Vidal Salvó (2) publicado en el diario del Movimiento de FET y de las JONS de Barcelona, Solidaridad Nacional, el 20 de noviembre de 1956 (3)
José Antonio, en su deseo de incorporar elementos aguerridos de trabajadores a la Falange en formación, me encargó que siguiera minuciosamente el nuevo movimiento obrerista. Y en agosto de 1933, después de recientes informaciones que le había mandado a Madrid, recibí la visita del capitán López Pando, ordenándome, en nombre del futuro jefe nacional de F.E. que localizara a Pestaña y tratara de que asistiese a una reunión con falangistas de primera hora, al objeto de averiguar la orientación del partido que se estaba organizando y estudiar si era posible llegar a algún entendimiento con él. Inmediatamente di cumplimiento de la orden recibida y me puse en contacto con un conocido sindicalista, el cual, después de varias vicisitudes, alguna de ellas peligrosas en aquellos tiempos tumultuosos, me brindó una primera entrevista con su jefe, que como manifiesta paradoja tuvo lugar en el Centro Tradicionalista de la calle Puertaferrisa y del que yo era afiliado. Ya con el asentimiento de Pestaña, preparé un definitivo contacto, que se realizó en mi despacho de la ronda Universidad, 17, a cuya reunión asistieron tres sindicalistas y cuatro falangistas. Se frustró todo acercamiento por la discrepancia fundamental, no superada, acerca de principios para nosotros axiomáticos, entre ellos el de Patria y religión”.
Así pues, la entrevista existió y hora ya conocemos algunos datos más sobre la misma: quién la cocinó y donde tuvo lugar.

> La conspiración anarco-fascista de Azaña y de Casáus

En el mes de julio tuvo lugar un episodio que demuestra que también el gobierno de centro-izquierda había entendido los beneficios que podía extraer del proyecto de un “fascismo sindicalista”. Todo induce a pensar que fue Andrés Casaus (que luego sería asesinado en San Sebastián en represalia por el asesinato previo del dirigente falangista Manuel Carrión), entonces Director General de Seguridad, el que tramó una de esas habituales operaciones realizadas para tranquilizar a la opinión pública, mantener unido al gobierno Azaña y demostrar, ante la deteriorada situación del orden público que el gobierno todavía controlaba algo (o al menos dar esa sensación). Seguramente debió ser la aparición de los panfletos del MES-FE los que le dieron la pista a seguir: simplemente se inventó una conspiración en la que fascistas y anarquistas se unían para subvertir el orden republicano. La teoría de los “extremismos opuestos que se unen para derribar al sistema” ya estaba en viva y activa en la España republicana.


Ledesma cuenta así la andanza:
El entonces ministro de la Gobernación, Casares Quiroga, a la vista de la agitación producida, encargó al director de Seguridad, señor Andrés Casaux, que en el término de tres días le presentase un dossier acerca de la verdadera realidad y situación de las fuerzas fascistas. Digamos aquí, en breves líneas, que por entonces, a más de las J.O.N.S., había otros grupos que se llamaban «fascistas», seguidores del periódico El Fascio muerto, como vimos, el mismo día que nació, y que venían dedicados infantilmente a extender hojitas y pasquines, de redacción bastante ingenua, que circulaban profusamente por Madrid y provincias. Estos trabajos eran ya dirigidos por Primo de Rivera y Ruiz de Alda, circulando tales hojas entre elementos de antiguo ligados a la dictadura, militares retirados y terratenientes de las provincias. De todos modos, su actividad se reducía a eso, al reparto de hojas, que llevaban como membrete un recuadro con las iniciales F.E. (Fascismo Español).
Pues bien, la Dirección de Seguridad elevó el «dossier» al ministro, y a consecuencia de él, como satisfacción a las protestas y al miedo que en los sectores marxistas había ocasionado el asalto a los Amigos de Rusia, una buena mañana se dijo a los periódicos que se acababa de descubrir un terrible complot fascista contra el régimen, en el que aparecían complicados la F.A.I., las J.O.N.S. y los fascistas. Nada menos. Se hicieron en toda España más de 3.000 detenciones, desde el 19 al 22 de julio. No hay que decir que a los verdaderos autores del asalto, causantes directos de todo aquel barullo, no se les detuvo.Véanse los titulares de Prensa de aquellos días: El día 23: ¿Se teme de madrugada un complot contra el Gobierno? El día 25: El complot, abortado. El día 26: Según parece, se trata de destruir en sus comienzos una organización de tipo fascista. (…)Con los detenidos en Madrid se hizo una selección y por la noche, a las tres de la madrugada, en coches celulares, fueron llevados al penal de Ocaña unos noventa. De ellos, cuarenta y un anarquistas, el cristiano-social Padre Gafo, y el resto, un conglomerado de monárquicos, fascistas de Primo de Rivera y el grupo de las J.O.N.S. Entre estos últimos, Ramiro Ledesma, el secretario de redacción de la revista JONS, Juan Aparicio, y el antiguo militante Enrique Compte. El famoso complot era, pues, anarco-jonsista-fascista. Los propósitos del Gobierno no eran nada difíciles de descubrir. Pensó hacer del penal de Ocaña un verdadero campo de concentración para sus enemigos políticos. Lo prueba el que días antes de ser enviados, el director de prisiones se enteró de si allí podían permanecer 2.000 detenidos.El Gobierno, vacilante, no se atrevió a eso. No se olvide que esto ocurría cuatro o cinco semanas antes de caer la situación Azaña. Así, pues, a los ocho días, llegaron al penal unos magistrados, que pusieron en libertad a los anarquistas y al Padre Gafo, procesando a todos los demás por un delito sumamente raro y no sé si conocido por los juristas, el «de confabulaciones punibles».La vida en el penal de Ocaña no dejaba de tener perfiles divertidos. Los anarquistas son, por lo común, gente sociable, y no les disgusta dialogar y razonar hasta con sus mayores enemigos.
Puede decirse que los 41 que había allí eran los más destacados faístas madrileños, Melchor Rodríguez, los hermanos González Inestal, etc. Espíritu de grupo sólo se advertía en los anarquistas y en los de las J.O.N.S. En los demás, detenidos como derechistas, se advertía un guirigay pintoresco. Era gente varia, sin ninguna o muy poca ligazón de partido. De ellos, unos doce pertenecían a la organización que por entonces trataba de fundar Primo de Rivera, con el nombre -nos parece recordar- de M.E.S. (Movimiento Español-Sindical). El resto eran derechistas indefinidos, monárquicos, antiguos sindicalistas libres, albiñanistas (de éstos, el secretario particular de Albiñana, Felipe Simón, un buen chico) y un conocido pistolero del libre, León Simón. Este era el único con el que no hablaban los anarquistas.-Muchos compañeros nuestros ha asesinado -se decían unos a otros, refiriéndose a este último Simón.Entre los de Primo de Rivera, estaba José Gómez, antiguo chófer de confianza del general. Parecía muy fiel y admirador del hijo, de José Antonio, y aunque bastante tosco, no dejaba de mostrar buenas cualidades de militante. El levantaba la moral de muchos de sus compañeros, que poco o nada acostumbrados a la persecución política, se deprimían con gran frecuencia, armando entre sí altercados y peloteras. Había entre ellos, por ejemplo, un  valenciano que reclamaba a la organización no sé cuántos miles de pesetas por los trastornos -decía- que le ocasionaba la estancia en el penal, y se los reclamaba al  que lo había captado para el partido primorriverista, creo que un señor Marquina, antiguo torero. Todo esto, presenciar esto, era para los jonsistas muy divertido.Lo que el gobierno Azaña, Casáus, sabían muy bien es que tal complot era una absoluta invención desde principio a fin, sin embargo, aunaron el miedo que causaban los extremismos opuestos para garantizar unos titulares tranquilizadores para la opinión pública.
José Antonio quería creer que era posible un entendimiento con sectores disidentes de la CNT sobre la base de la justicia social. Olvidaba que el pensamiento de Pestaña era “libertario” y que cualquier forma de autoridad (y lo más característico del fascismo era su cesarismo y el acatamiento a la autoridad del Duce) era condenada por los “treintistas”. Solamente un espejismo y el consejo del Duce, finalmente, impidieron a José Antonio percibir la realidad: Pestaña no era el hombre que estaría dispuesto a “nacionalizar” a las masas cenetistas para la causa patriótica, ni siquiera para nada que se aproximara al fascismo:
“Dimos muchas vueltas en torno a estas cuestiones sin llegar a ningún resultado. Hablábamos en idiomas distintos. Eso sí, una cosa quedó absolutamente clara y es que Mussolini se había equivocado totalmente al acordarse de mi nombre. Y nos separamos conociéndonos ya un poco mejor. Yo pienso que José Antonio Primo de Rivera es un joven inteligente y quizá bien intencionado, pero sin ideas claras, con un desconocimiento absoluto del pueblo. Todo lo que sepa de él lo ha aprendido en los libros y no en la vida. Ni él comprende al pueblo, ni el pueblo podrá nunca entender su lenguaje. En cuanto a lo que Primo de Rivera pueda pensar de mí, lo ignoro, pero espero que haya comprendido, al menos, que nos separan demasiadas distancias de todo orden para que podamos coincidir nunca políticamente, por muy buena voluntad que pusiéramos en ello”  (4).
Es todo lo que Pestaña recordaba de aquel encuentro. Lera añade por su parte:
El equívoco de un lado y la curiosidad de otro, les hizo encontrarse e intercambiar opiniones en un ambiente tengo, de cautelas y desconfianzas. Desvanecidas ambas motivaciones, no volvieron nunca a reanudar aquel diálogo imposible. En el relato de Pestaña, en sus palabras y en su voz, no advertí ninguna muestra de desdén ni, por supuesto, de admiración. Sí de respeto y, acaso, un ligerísimo sentimiento de disgusto o contrariedad por no haber podido disuadir de sus propósitos a su joven oponente” (5).
Sin embargo, hay algo que resulta sospechoso en el relato que ha hecho Lera. La lectura de su libro permite situar la conversación con cierta exactitud. Lera nos transmite lo que Pestaña le ha dicho antes: que solamente hubo una reunión. Lo sospechoso viene a cuento de que ese primer encuentro debió tener lugar en 1933. No había nadie más presente, él y José Antonio. Sin embargo, esto no explica el por qué una reunión tan discreta dio lugar a “rumores” (6). Media demasiada distancia entre 1933 y el momento en el que tiene lugar la conversación entre Lera y Pestaña (febrero-marzo de 1936). Así pues, es muy posible que Pestaña solamente estuviera dispuesto a hablar en aquella ocasión sobre el primer encuentro, pero no así sobre el segundo que es el que ha dado lugar a mayores confusiones.



NOTAS

(1) Joan Peiró y la Segunda República, Eulàlia Vega, Anthropos. Revista de Documentación Científica de la Cultura, n 114, noviembre 1990,  pág. 34 y sigs, especialmente Dos posiciones de la CNT: el treintismo y el faismo (pág. 35)
(2) José Antonio conoció a Vidal Salvó a través de Luis Fontes de Albornoz, amigo de juventud de José Antonio, en su despacho de la Ronda de Universidad. Vidal, parece que presentó a José Antonio a algunos “dirigentes de la CNT” y fue nombrado –al menos por un breve período- primer jefe de la Falange en Barcelona. También en el curso de ese primer viaje a Barcelona en 1933, José Antonio visitó la sede de la Unión Social Hispánica en la calle Cardenal Casañas, de la que formaba parte Luys Santa Marina. Éste no se encontraba ese día en la entidad y perdió la ocasión de conocer entonces a José Antonio quien ya había leído su entonces recién publicado libro sobre Cisneros[1] que produjo muy buena impresión a José Antonio. En 1934, José Antonio volvió a Barcelona acompañado por José María Alfaro y Cuerda, su pasante, constituyéndose el triunvirato de la Falange Catalana. Sus miembros fueron Bassas, Santa Marina y Fontes de Albornoz. Fontes –en el curso de una comida en Las Siete Puertas- propuso dimitir para que entrara Poblador. Así se hizo, pasando éste a ser secretario territorial[1].
(3) Citado por Francisco Caballero Leonarte en su artículo La génesis de la Falange en Barcelona, Barcelona 31 de enero de 2013, reproducido en la web de la Plataforma 2003: http://www.plataforma2003.org/colaboraciones/20_genesis_falange_espanola_en_barcelona.htm. El autor añade unos datos biográficos sobre la fuente, Vidal Salvó: Juan Vidal Salvó, había nacido el año 1897 en El Vendrell (Tarragona), era abogado de profesión y estaba colegiado en Barcelona desde el año 1920. En su juventud estuvo afiliado a la Lliga Regionalista, donde ocupó puestos de cierto relieve, y posteriormente en la Unión Patriótica. Pero no acabó ahí su curriculum; luego aparecería sucesivamente en: la Unión Monárquica Nacional. (1930), MES (1933), Acción Social Española, asociación adherida a la CEDA, donde Vidal figura como vicepresidente el mes de noviembre de 1935. Curiosamente, Juan Vidal también formaba parte de la junta, como vocal, de una Asociación de Abogados de Barcelona, de carácter profesional, junto a Roberto Bassas. Pero lo que más nos interesa del epigrafiado es su relación con el MES – Fascismo Español, y con FE según manifiesta el propio interesado en la declaración jurada que hizo, de puño y letra, ante el Tribunal Depurador del Colegio de Abogados de Barcelona en 1940: “Antes del Movimiento y en 1933 fue nombrado por José Antonio jefe de FE en Cataluña, en cuyo cargo le sustituyó Roberto Bassas, que fue por el dicente presentado a la Falange, por haber sido nombrado Delegado en España del Antikomintern [iniciativa anticomunista de la propaganda alemana que fue ganando en importancia desde la llegada del NSDAP al poder hasta la Segunda Guerra Mundial. España, entre otros países, suscribió el “Pacto Anti-Komintern” en 1939] de Berlín siguiendo las órdenes del Jefe Nacional”. De la declaración jurada de Vidal, si le otorgamos validez –y hoy por hoy nadie le ha desmentido- obtenemos conocimiento de que, en efecto, el primer jefe de F.E. en Cataluña fue él, aunque no sabemos exactamente en qué fecha se produjo su nombramiento y su cese. Si nos atenemos a los datos actualmente disponibles, podemos estimar que Vidal pudo ostentar tal nombramiento entre noviembre de 1933 y febrero de 1934, fecha en que fue nombrado Jefe Territorial Roberto Bassas (…) puede entenderse muy bien que José Antonio, con el deseo de obtener algunos apoyos en su inmensa tarea de crear un nuevo movimiento político, estimase la conveniencia de mantener relación con ese organismo de Berlín y, dándose el caso de que Juan Vidal Salvó conocía perfectamente el idioma alemán, ¿quién mejor que el para acceder al puesto de Delegado del Anti-komintern en España? Pero, ¿hasta qué punto se mantuvo fiel a la naciente Falange Juan Vidal Salvó? A estas alturas es muy difícil saberlo. Pero lo que si sabemos, y tenemos documentado, es que este antiguo camarada aparece como vicepresidente de la Asociación “Acción Social Española”, -entidad adherida a la CEDA- en el mes de noviembre de 1935. Como podemos ver, su movilidad en el ámbito de la política es notable. Pero no solo eso, pues una vez pasado el vendaval de la guerra civil –durante la cual permaneció escondido en Barcelona- reaparece firmando algunos escritos en el diario del Movimiento Solidaridad Nacional. José Luis Jerez Riesco, en su libro “José Antonio Fascista”, afirma que Juan Vidal Salvó “había acudido con Carlos López Manduley que era jefe del PNE en la ciudad condal, Guimet y José Parés, este ultimo de Badalona”. Este texto es el primero y único, que he podido hallar que mencione a Vidal Salvó como asistente al acto del teatro de La Comedia. Manduley –como se ha dicho- era presidente de la “Peña Nos y Ego”, vinculada al PNE, y José Parés, por aquel entonces, era el Jefe de la incipiente JONS de Badalona”. De esta sucinta biografía pueden deducirse dos datos interesantes: 1) Que José Antonio intentó aproximarse a la propaganda alemana a través del Antikomintern. 2) Que en el entorno de José Antonio no existían fronteras bien definidas y que algunos personajes se transitaban por el PNE, la derecha cedista, el tradicionalismo carlista, el MES-FE, Falange, el alfonsinismo, etc.
(4) A.Mª de Lera, op. cit., pág. 311.
(5) Ídem.
(6) “Le pregunté [a Pestaña] ante dos o tres compañeros de la Agrupación qué había de cierto en los rumores que corrían sobre unas supuestas conversaciones de él con el hijo del Dictador”, escribe Lera (op. cit., pág. 309)