Los puentes entre Falange y la CNT se encontraban
especialmente tendidos en Cataluña. Allí era donde se concentraban buena parte
de los efectivos del anarco-sindicalismo y Falange disponía de un pequeño pero
activo grupo bien relacionado. La
reunión de 1935 fue, así pues, facilitada y preparada por Luys Santa Marina,
que, al parecer conocía a Pestaña. Barcelona se perfilaba como el lugar
privilegiado de estos encuentros, acaso porque la debilidad de la Falange
catalana contrastaba con la potencia de la CNT y de los “sindicatos únicos” en
la región catalana. Será en la Ciudad Condal en donde tendrán lugar los dos
encuentros de José Antonio con Pestaña. En su estudio sobre la Falange
Barcelona, Francisco Caballero alude a que Luys Santa Marina, jefe de las CONS
en aquella provincia “se había ido abriendo camino entre algunos grupos
cenetistas” y menciona el dato de que cuando José Antonio visitó la ciudad
en 1935 fue escoltado por “los hermanos Velázquez, antiguos hombres de
acción del grupo Los Macabeos de la CNT” (1). Se trataba de los hermanos
Velázquez y Ferrer.
Otro de los nombres que aparecen en alguna ocasión
(nosotros mismos tuvimos ocasión de conocer la historia narrada por él mismo en
1968) fue José María Poblador, hombre de confianza de Ramiro Ledesma en
Barcelona (2). Según Felio A. Villarrubias: “...
La falange de Barcelona, en cumplimiento de Orden dictadas por José Antonio
Primo de Rivera, había conectado a través de Luys Santa Marina y de José Mª
Poblador, con auténticos sindicalistas de la CNT, preocupados esto por la
politización de su movimiento en exclusiva -entonces- base sindical... Los
contactos fracasaron al final porque la FAI ejercía un 'marcaje' muy intenso” (3). Otro de
los que contactaron con la CNT a través de Cataluña fue Maximiano García Venero
(4) quien, ayudado por otra miembro de la Falange Catalana, Santiago Martín
Busutil. García Venero declara en su libro que “Yo estaba encargado, entre otras tareas, de ir creando células de
oposición nacional-sindicalista dentro de la C.N.T. —las cuales proliferaron
durante la guerra— y de incorporar a la Falange a los anarcosindicalistas
encolerizados contra la República y dispuestos a nacionalizarse. ¿Cuál sería
nuestra fuerza de convicción si en nuestro propio Movimiento había rivalidades
e insensateces de aquel calibre?”. El mismo
García Venero cuenta que el 27 de enero de 1936 en el curso de un mitin
falangista celebrado en Santander y al que asistieron “2.000 personas y dos
centurias uniformadas”, en los palcos se encontraban algunos representantes de
la CNT (5). Cuenta algo más adelante que Lamberto de los Santos Jalón,
trabajaba en esa época en la empresa Grandes Redes Eléctricas done captó a 40
trabajadores y añade:
“Me sucedieron lances que eran curiosos e impresionantes. Hubo actos falangistas en los que hablaron José Antonio y Ruiz de Alda, en San Adrián y Zaragoza. Los obreros de la empresa, pertenecían, mayoritariamente, a la C.N.T. Utilizaban un autobús para trasladarse desde las obras a sus domicilios. Y ese vehículo me fue facilitado para que los falangistas pudiéramos ir a San Adrián y a Zaragoza. De la tensión moral que la Falange provocó entre los anarcosindicalistas puede dar idea la declaración que me hizo cierto obrero:—Me afilié a las Juventudes Libertarias cuando contaba quince años. Ahora tengo cuarenta. Vine a estas obras para matarle a usted. Y usted me ha hecho capataz, sabiendo mi filiación, y es el ingeniero más justo que he conocido. Todos le respetamos. Deje a la Falange y véngase a nuestro campo...” (6)
Los casos de cenetistas que pasaron a la CNT, aun tratándose de casos aislados, fueron relativamente frecuentes. Uno de estos nuevos militantes falangistas, José Olavarrieta Ortega, siguió ese camino hasta ser asesinado el 5 de mayo de 1936 en Santander. García Venero añade que “Antes de que llegara la media noche, las represalias hirieron a dos socialistas, en el pueblo del Astillero y a dos comunistas en la capital” (7). El mismo autor cuenta algunos otros casos de este tipo para finalmente preguntarse, a propósito de un jefe de la Guardia Civil influenciado por el Padre Busquets, que buscaba a falangistas que hubieran sido antes “rojos” o “masones”: “¿Qué habría informado Doval si entre los supervivientes de la Falange se hubieran contado Manuel Mateo, ex comunista, y Nicasio Álvarez de Sotomayor, ex anarco-sindicalista? Y si hubiera sabido que los hombres de la máxima confianza de Jesús Muro, jefe territorial de Aragón, procedían de la C.N.T. y aun de la F.A.I.? ¿Qué complots hubiese inventado de saber que Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso habían sido convivios en Barcelona de algunos falangistas por expresa indicación de José Antonio, antes del Alzamiento?” (8).
Habitualmente los nombres que suelen citar como
casos de cenetistas o de otros pasados al falangismo son siempre los mismos y
siempre con coletillas similares. Véase, por ejemplo: “Entre ellos, Oscar Pérez Solís, antiguo
socialista y fundador del Partido Comunista, Mateo, secretario de organización
del Partido Comunista, Matorras, jefe de juventudes con el puño en alto, y Juan
Orellana, líder sindicalista del Partido Comunista por Sevilla. Por el
socialismo, García Vara de la UGT de Madrid y Matías Montero, de las
Juventudes, al tiempo que del anarco sindicalismo procedían el hermano de
Buenaventura Durruti, Calmino Olcina y Nicasio Álvarez de Sotomayor. Sin duda,
aquellas gentes, y muchas más, no se fueron con José Antonio porque era de
derechas o fascista sino porque su proyecto revolucionario era un compromiso
formal de cambio radical, de “auténtica revolución” (9). Vale la pena reflexionar un poco sobre este tipo de
argumentos.
Cuando se habla de tránsitos de células enteras del Partido Comunista Alemán (KPD) al NSDAP, resulta imposible citar los nombres y los cargos, se alude a “grupos”, incluso a grupos nutridos. Por ejemplo, en las elecciones de 1932, se ha calculado que un 15% de los votantes del NSDAP procedían del KPD y la misma proporción se daba entre los afiliados. Recuérdese también la huelga de transportes de Berlín protagonizada por sindicatos de izquierdas y sindicatos del NSDAP al alimón o la huelga contra el pago de alquileres que ambos partidos protagonizaron unos meses antes y que estremece por las fotos que se han conservado de bloques de edificios en huelga luciendo banderas con la esvástica y la hoz y el martillo. O recuérdense los mítines en cervecerías que concluía con la rotura de carnés del KPD y la afiliación al NSDAP… Entonces sí podemos establecer “leyes” y tendencias de tipo general: podemos hablar de que algunos “grupos de izquierdas” habían asumido “un compromiso formal de cambio radical, de “auténtica revolución”, como dice Maestú.
Cuando estamos hablando de
individualidades como en el caso de los izquierdistas que pasaron a Falange
Española, estamos aludiendo a anécdotas personales, de motivaciones personales,
de tránsitos individualizados, no de tendencias. Así, por ejemplo, cuando después de las elecciones de
febrero de 1936, el fracaso de la CEDA genera la decepción en los ambientes
juveniles de la derecha y genera una riada de filiaciones de las JAP a Falange
Española, estamos ante una “tendencia”: se trata, por tanto, de un movimiento
significativo que reviste importancia sociológica y política.
En cambio, cuando hablamos del
tránsito de Marciano Durruti (9), el famoso hermano del dirigente anarquista de
la FAI, estamos hablando de una evolución personal cuyos motivos, por lo demás,
ignoramos. Si de una “tendencia” puede establecerse una ley de
comportamiento, una actitud personal no permite generalizaciones. De ahí
que sea significativa la reiteración en los nombres de los “tránsfugas” de la
izquierda, o el hecho de que nunca abandonen ese sector político acompañados,
sino que casi siempre lo hagan en solitario. Se trata de excepciones, algunas
de ellas loables. Otro tanto ocurre cuando se establece el cuadro de
“falangistas opositores al régimen de Franco” o de “falangistas fusilados por
Franco”: a partir de unos pocos, muy pocos nombres, no puede deducirse una
tendencia general. Es más, la endeblez de los listados de este tipo,
indica, precisamente y muy a las claras que se trató siempre excepciones que se
recuerdan precisamente a este título.
NOTAS
(1)
F. Caballero, op. cit. Puede añadirse
que el Grupo de Los Macabeos, procedían de Zaragoza y se habían formado en
torno a Francisco Muñoz Laviñeta, secretario del Comité Regional de la CNT de
Aragón, Navarra y La Rioja entre 1934 y 1938. Sus miembros pertenecían a la
familia de Laviñeta, domiciliada en el barrio de Torrero. Los aragoneses en América (siglo XIX y XX), Eloy Fernández
Clemente, Tomo I, Exilio, Gobierno de Aragón, Zaragoza 2003, pág. 58.
(2)
Nacido en 1990, Poblador había estudiado la carrera de derecho y desde muy
joven participó en los distintos grupos de la extrema-derecha española en
Cataluña: La Traza, Peña Ibérica, el Partido Nacionalista Español, y
finalmente en las JONS. Fue jugador de rubgy en el RCD Español y dirigió las
revistas La Verdad Deportiva y Furia Española. Sufrió algunas
detenciones por incidentes que provocó en la Plaza de Sant Jaume. Volvió a ser
encarcelado en 1932 al vincularse su nombre a la “sanjurjada”. Fundó un núcleo
jonsista en la Sociedad Anónima Cros de Badalona con el que se integró en
Falange Española, pero al producirse la escisión de Ledesma a finales de 1934,
lo acompañó presentando los estatutos del Partido Español Nacional Sindicalista.
En los primeros meses de 1936 regresó a la militancia falangista. Participó en
la preparación del 18 de julio en el cuartel de Pedralbes en su calidad de jefe
de las milicias falangistas en Cataluña. Resultó detenido permaneciendo en la Cárcel
Modelo hasta la llegada de las tropas franquistas. Salvó la vida a causa de su
estado de salud, cuando no oyó su nombre por el micrófono. Sus compañeros de la
Primera Centuria Catalana fueron asesinados en Santa María del Collell (salvo
Jesús Pascual que sobrevivió al fusilamiento). Nombrado asesor jurídico del
sindicalismo oficial y delegado de Auxilio Social entre 1939 y 1943, se retiró
completamente de la política, si bien siempre estuvo abierto a recibir a
jóvenes militantes. Datos extraídos de
Feixistes! Viatge al interior del feixisme catalá, José María Thomas, La
Esfera de los Libros, Barcelona 2008.
(3) El Ejército del 19 de julio en Cataluña, Felio A. Villarrubias,
Editorial Mare Nostrtum, Barcelona 1990, pág. 39).
(4)
Testimonio de Manuel Hedilla,
Maximiano García Venero, Ediciones Acervo, Barcelona 1977, edición digital,
pág. 45.
(5)
Ídem., pág. 33.
(6)
Ídem., pág. 54.
(7)
M. García Venero, op. cit., pág.
80-81.
(8)
Ídem, pág. 222.
(9)
El “failangismo” de José Antonio,
Ceferino Maestú, 14 de julio de 2013, http://www.hispaniainfo.es/web/2013/07/14/el-failangismo-de-jose-antonio-primo-de-rivera/
(10) “Ha sido Manuel Durruti Cubría (…) sobrino de
Buenaventura y Marciano, quien de verdad se ha tomado el trabajo de exhumar el
perfil del hermano falangista. En su empeño de esclarecer la memoria de los
Durruti al margen de filias y fobias políticas, él fue quien dio con los
papeles de la causa 405/37 que condenó a la pena capital a su tío Marciano. Al
poco más de un año de la detención de 1934, Marciano ya militaba en Falange. La
afiliación de un hermano de Buenaventura Durruti que, además, había pertenecido
al Ateneo Obrero despertó recelo entre ciertos falangistas locales. Pese a lo
cual, el joven mecánico leonés ingresó el 5 de febrero de 1936 con el aval,
nada menos, que de José Antonio Primo de Rivera. El poeta Victoriano Crémer
dedica un cálido espacio a Marciano Pedro Durruti -él lo llama Pedro, a secas,
y lo define como «anarco-falangista»- en su memorial El libro de San Marcos. (…)
En ese libro, Crémer alude a la relación de Marciano con Primo de Rivera y a un
intento de mediación del falangista leonés entre su hermano y José Antonio.
«Aquel Pedro Durruti, bajo y fuerte como un legionario romano», escribe Crémer,
«de mirada insolente y penetrante como todos los del clan y palabra arrebatada
comenzó a desplegar actividades en los distintos campos, convertido en
conspirador de la fusión o de la confusión. Y fue de José Antonio a
Buenaventura y de éste a Angel Pestaña». Un informe del delegado de Orden
Público de León asegura que Primo de Rivera dio un cargo a Marciano Durruti en
Falange Española de Madrid «por una gestión que había hecho con los anarquistas
de Barcelona». En cualquier caso, no parece que los contactos fueran muy
fructíferos. Como remata Crémer: «A punto estuvo [Marciano] de ser estrangulado
por su propio hermano cuando le llegó con la embajada del desaforado
contubernio». El joven Durruti coincidió con Primo de Rivera en julio de 1936
en la madrileña cárcel Modelo. De allí salió Marciano por mediación de su
madre, Anastasia Domingo, que, al parecer, movió importantes influencias
(¿Azaña, Angel Pestaña, su propio hijo Buenaventura?). A su vuelta de Madrid,
en los primeros días del conflicto civil, buscó refugio en casa de otro de los
hermanos Durruti, entonces destinado como fogonero en la reserva de locomotoras
de la localidad leonesa de Busdongo. Y de allí pasó a León, donde un año más
tarde se precipitaría su tragedia. En una ciudad pequeña y de atmósfera tirando
a levítica como León, un tipo vehemente como Marciano Durruti, llegado al
falangismo del anarquismo, tenía las de perder. Y su alineamiento con las tesis
del sucesor de Primo de Rivera, Manuel Hedilla, condenado a muerte por Franco
por resistirse a la unificación de Falange Española con los tradicionalistas,
sería el detonante de su condena. Según el sumario del consejo de guerra
celebrado contra él entre el 21 y el 22 de agosto de 1937, Marciano Durruti iba
proclamando con absoluto descaro, en público y en privado, ideas corrosivas
como la disolución de la Guardia Civil, la desaparición del clero, la admisión
en Falange de socialistas y comunistas o la subordinación del Ejército a
Falange. Incluso se recogió un informe que insinuaba que podría haber dado, o
eso se decía, el fichero de Falange a la Dirección General de Seguridad
republicana, debido a lo cual habrían sido fusiladas gentes de derechas por
elementos marxistas.(…) Marciano Pedro murió fusilado el mismo día 22 de agosto
en El Ferral del Bernesga, en León. Se ignora si fue amortajado con la prenda
para la que, sugiere Victoriano Crémer, su hermana Rosa habría bordado la
estampilla del yugo y las flechas, en labor como sacada del Cara al sol.
Enterrado en el cementerio municipal de León, Marciano Pedro Durruti no podía
aspirar a un duelo multitudinario como el que Barcelona ofreció a su hermano
Buenaventura, cuya muerte sigue sin esclarecerse del todo. Unos dicen que fue
un accidente con su propio fusil; otros, que fue asesinado por agentes
estalinistas, ejecutado entonces por gente de su mismo bando, como ocurrió con
Marciano”. (El hermano
falangista de Durruti. Gonzalo Garcival, El Mundo, 1 de abril de 2007,
http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2007/596/1175378408.html)