miércoles, 21 de diciembre de 2022

Hitlerismo y ocultismo (7 de 7) – ALGUNAS CONCLUSIONES IRREBATIBLES

 


Esta fue toda la influencia ocultista en la cúpula del Tercer Reich: CERO ABSOLUTO. ¿Qué podemos deducir de todo esto. El primer lugar, y acaso lo más importante: es preciso saber distinguir el grano de la paja. Las fugas hacia lo paranormal, le conspiracionismo y el mundo mágico, no siempre resultan ciertos. Las divagaciones de personajes simpáticos y excéntricos, valen para las novelas de ciencia ficción, no para la Historia. Es preciso trabajar con material objetivo que solamente puede ser aportado por la historiografía, en absoluto por amantes del ocultismo y de las “emociones fuertes”. La confusión entre el Hitler ocultista, satanista y creyente en las doctrinas ariosóficas, fanático de la astrología y lector empedernido de Ostara, como hemos visto, no se corresponde con la realidad. Las cualidades de magnetismo personal, incluso de fuerza interior que impresionó a muchos, o las peculiaridades de su carácter pueden interpretarse e integrarse en su biografía de manera racional, sin necesidad de recurrir a la fantasía o tomar El Retorno de los Brujos como verdad revelada.

La Sociedad Thule tuvo una relación directa con la prehistoria del nazismo, pero a finales de 1919 el vínculo ya se había roto y el NSDAP estaba bajo el control de Hitler que profesaba una hostilidad y una repugnancia natural hacia las secta ariosóficos y los grupos ocultistas völkisch. Cuando llegaron al poder, los miembros del NSDAP reformaron de arriba abajo el Estado. Pronto se evidenció que su esfuerzo iba dirigido en dos direcciones: la modernización de Alemania y su conversión en primera potencia europea en torno a la cual crear el Nuevo Orden Europeo y la prolongación ad infinitum del régimen mediante la alianza entre las SS y la Hitler Jugend: élite para el nuevo Estado y una juventud fanatizada que asegurara su futuro. El papel de los ocultistas no ayudaba en ninguna de las dos direcciones.

Como hemos visto, personajes tan dispares como Willigut o von Braun, fueron integrados en las SS. También parece que alguna publicación de la época expuso las teorías de Hans Horbiger sobre las glaciaciones, o las teorías sobre la “tierra hueca” y sobre las corrientes geomagnéticas. Algunas de estas orientaciones, pronto se revelaron quiméricas, otras, por el contrario, siendo prometedoras fueron explotadas hasta el final. La sensación que produce este cuadro es el de un régimen que cuando llega al poder está dirigido sobre todo por excombatientes, activistas y militantes, abiertos a cualquier propuesta nueva que se les haga, mientras no contenga ecos de liberalismo o de bolchevismo. Tales eran las fronteras. Dentro de ellas, los nazis dieron muestras de grandes aperturas mentales: dentro de esas fronteras –insistimos– no pusieron reparos a que se divulgarán las más variadas teorías. Asumieron e impulsaron la realización de proyectos inspirados en unas y abandonaron pronto otras.

La élite del Tercer Reich eran las SS. En ellas, los símbolos, algunos lugares como Wewelsburg y determinados rituales, habían sido diseñados por Willigut–Wehistor y por sus colaboradores. Pero en los burgers de las SS, se enseñaba cultura germánica, historia y prehistoria de Alemania, estrategia y táctica de combate… en absoluto ocultismo o ariosofía. En 1942, finalmente, las sociedades, publicaciones y organizaciones ariosóficas fueron prohibidas, disolviéndose todas ellas como se habían disuelto seis años antes las organizaciones ocultistas.

Para concluir, podemos recordar lo que hemos dicho antes: que el ocultismo ariosófico formaba parte de la ideología völkisch y pangermanista (no todos los völkisch eran ariósofos, pero sí que todos los ariósofos eran völkisch) y que el universo völkisch era una parte de la Revolución Conservadora alemana de los años veinte y treinta. El NSDAP, si bien cogió buena parte de los elementos doctrinales y de los análisis, de la Revolución Conservadora, se situó fuera de su disciplina. En la medida en que Hitler construyó la “gran Alemania” y realizó, siquiera brevemente, el ideal pangermanista, parece lógico que su acción fuera apreciada por la mayoría de militantes völkisch y por los ariósofos. Pero esta admiración no era recíproca: Hitler nunca sintió el más mínimo interés por los pequeños conventículos y las sectas iniciáticas. No hubo –salvo en la imaginación de sus promotores– “hitlerismo esotérico”.

HITLERISMO Y OCULTISMO (1 DE 7) – EL GRAN EQUIVOCO Y LA GRAN FALACIA

HITLERISMO Y OCULTISMO (2 DE 7) – HITLER Y SU PRESUNTA AFICIÓN AL OCULTISMO

HITLERISMO Y OCULTISMO (3 DE 7) – MILENARISMO ARIOSOFICO Y HITLERIANO

HITLERISMO Y OCULTISMO (4 DE 7) – LA SOCIEDAD THULE: MITO Y REALIDAD

HITLERISMO Y OCULTISMO (5 DE 7) – HITLER, UNA EXTRAÑA PERSONALIDAD

HITLERISMO Y OCULTISMO (6 DE 7) – UNA EXCENTRICIDAD LLAMADA ARIOSOFIA

HITLERISMO Y OCULTISMO (7 DE 7) – ALGUNAS CONCLUSIONES









martes, 20 de diciembre de 2022

Hitlerismo y ocultismo (6 de 7) – UNA EXCENTRICIDAD LLAMADA ARIOSOFIA

 


En 1848, año de revoluciones en Europa, en la pequeña localidad norteamericana de Hydesville, las hermanas Fox iniciaban las “manifestaciones espiritistas” en su domicilio. Pocos años después, el eco de aquellos espíritus llegaría a Europa cautivando a socialistas utópicos como Robert Owen[2]. En el Reino Unido, los fenómenos espiritistas causaron particular impresión inspirando a autores como Bulwer Lytton, mientras que en Francia, Víctor Hugo creía firmemente en aquellas “manifestaciones”. En toda Europa aparecieron médiums que ejercían como “canales” para la manifestación de no importa qué “espíritus”. Aquel fenómeno pronto se convirtió en una moda frívola con la misma extensión que hoy pueden tener los videojuegos… Poco importaba que las propias hermanas Fox reconocieran años después que todo había sido simulación o que entre los médiums existiera un número desmesuradamente alto de alcohólicos (las propias hermanas Fox lo eran), de estafadores o, simplemente, de individuos con problemas mentales.

Pronto los espiritistas se dividieron en dos ramas: quienes querían constituir un nuevo movimiento religioso y aquellos otros que aspiraban solamente a examinar la fenomenología desde un punto de vista científico. De la primera tendencia, de sus prácticas, de algunos aspectos de su fenomenología, surgió la Sociedad Teosófica en 1875. Sus tres fundadores, Helena Petrovna Blavatsky, Henry Steel Olcott y William Quan Judge habían sido espiritistas, pero, a efectos de hacerlo aceptable para un público más culto (y, por tanto, económicamente más “rentable”) rectificaron algunos aspectos del espiritismo “religioso” e incorporaron algunas de las líneas de la rama “científica”. De hecho, el propio nombre de “teosofía” sugería que la sociedad se quería dedicar al estudio de la “sabiduría divina”. Cuando la Blavatsky empezó a redactar sus largas y farragosas obras afirmó que no eran obra suya sino que habían sido dictadas mediante “escritura automática” por “los mahatmas” o “guías del universo” (que derivaban de la idea de los “Superiores Desconocidos” aparecida en algunas corrientes masónicas y martinistas del siglo XVIII[3]).

Con el paso del tiempo, la Sociedad Teosófica, fundada en Nueva York, irradió a todo el mundo y pudo contar especialmente con una pléyade de personalidades procedentes de la nobleza (especialmente femenina) y del mundo de los negocios. A pesar de que penetró en todos los países europeos, su implantación fue desigual. Alemania fue uno de los países en los que la Sociedad Teosófica tuvo un desarrollo más agitado. En la India, se le tachó de “agente del colonialismo inglés” y esa misma sospecha caló en Alemania, país done, además, apareció la personalidad de Rudolf Steiner que en 1902 se convirtió en secretario de la rama alemana de la Sociedad Teosófica. Dos años después su radio de acción abarcó también a Austria. Durante la gestión de Steiner la teosofía consiguió arraigar en Alemania. Cuando se aproximaba la Primera Guerra Mundial, en 1912, Steiner se escindió de la teosofía y fundó un movimiento propio, la Sociedad Antroposófica, cuya sede central se encontraba en Dornach (Suiza). Sin embargo, hasta la llegada de Steiner la teosofía alemana fue extraordinariamente débil como realidad orgánica, a pesar de que las obras de la Blavatsky habían tenido cierta difusión[4].

Una de las teorías teosóficas más peregrinas era la de las “razas matrices”[5] en la que la Blavatsky menciona a la “raza aria” como la actualmente hegemónica. Dentro de ella, en el período en el que escribía sus divagaciones, afirmaba que dominaba la “cuarta sub–raza”, la céltica que sería sustituida por la “quinta sub–raza teutónica”… No es raro que una tendencia de los ocultistas del área germanofona quisiera entender que ellos, los “arios” estaban predestinados a ser hegemónicos en virtud de esta peregrina doctrina que adaptaron a su diseño pangermanista.

En 1902, un teosofista, Guido von List operó la fusión entre ocultismo y pangermanismo. Adaptó la doctrina de las “razas matrices” a su particular perspectiva, eliminó las consideraciones sobre las subrazas y simplificó el esquema reconociendo únicamente a cinco razas: la astral, la hiperbórea (que habría habitado en el Polo Norte), la lemuria (que habitaba una isla situada en el hemisferio Sur, en el Índico), la raza atlante (que habitaría en el continente perdido situado más allá de Finisterre) y, finalmente, la raza aria. Con esta última se cerraba el ciclo y se aproximaba a la restauración del ciclo primordial, la Edad de Oro. En 1911 escribió que esta restauración cristalizaría en la reaparición de un Imperio germánico, racialmente puro derivado de la “religión armanista”. En cuanto al “armanismo”, expuesto por List (y, en realidad, una simple creación suya) era el nombre que daba a lo que en su particular y peculiar visión consideraba como “antigua religión germánica” previa a la implantación del cristianismo por Carlomagno. Descubría nociones que nunca han sido identificados por el estudio científico de las religiones en la Germania antigua, pero que eran habituales en el pensamiento teosófico: la idea de la reencarnación y la idea del karma. El armanismo sería la religión germánica reservada a una pequeña élite de iniciados, es decir, el esoterismo germánico, mientras que el “wotanismo” sería la forma religiosa exotérica abierta a todos. List sostenía que al cristianizarse Germania, los iniciados armanistas siguieron existiendo refugiados en las corporaciones artesanales, la orden de los templarios, la Santa Veheme, la francamasonería, las órdenes de los rosacruces, la heráldica y las formas arquitectónicas. Por todo ello consideramos a la ariosofía como una forma de “teosofía germanizada”.

Las teorías de List conseguirían difundirse solamente en sectores pangermanistas interesados por el ocultismo (a fin de cuentas les ofrecía una forma “nacionalista”, una especie de ocultismo “germanizado”) que cristalizaron en la formación de la Sociedad List y en 1911 en la constitución de la Orden Superior de los Armanes que no sería sino la élite esotérica (o, si se quiere, en el “círculo interior”) de la primera. Dentro de esta se constituyó la Logia Wotan dirigida por Hermann Pohl de la que emanó en 1912 la Germanenorden cuya rama bávara era la Sociedad Thule, tal como hemos visto.

List y su particular doctrina sería una de las fuentes de esta corriente. La otra estaría en las ideas sostenidas por Jörg Lanz von Liebenfeld, que, aun siendo diferentes en su forma a las de List, respondían a la misma intención de estructurar una teosofía germanizada. Lanz fue a quien debe su nombre esta tendencia: “ariosofía”, literalmente, “sabiduría de los arios”. El “manifiesto” de Lanz es un libro publicado en 1905 cuyo título induce a la sonrisa: Teozoología o la tradición de los simios sodomitas o el electrón de los dioses… El título, en realidad, resume el contenido: en tiempos primigenios existiría una “raza aria pura” que habría procedido de “las estrellas” y que engendraban mediante “electricidad”. La pareja originaria, Adán y Eva, eraa considerada por Lanz como hombres–dioses. Fue Eva la que mantuvo relaciones sexuales con un simio, alumbrando el nacimiento de razas inferiores (de hecho, interpretaba la atracción de mujeres “arias” por hombres “oscuros” a este hecho). El “verdadero” episodio protagonizado por Eva era, para Lanz, un símbolo del “pecado original” cometido por la “raza aria”: copular con simios, la “caída” era, pues, el mestizaje”. Pero esta “caída” les privó de sus poderes originarios (que eran, poco más o menos, divinos y, en cualquier caso, paranormales). La restitución al “estado primordial” no podía realizarse sin recuperar la “sangre pura de los arios”. Cuando los arios nuevamente sean puros, podrán, no solamente recuperar sus poderes perdidos, sino establecer también un Estado Ario Mundial (que Lanz llama “tercera edad” que sigue a la edad de oro de los orígenes y a la edad de hierro generada cuando la raza de las estrellas copuló con los simios…). Una de las medidas que Lanz proponía para alcanzar tal estado de pureza era la castración de los “simioides” y de cualquier otra “especie inferior”

Se observará que existen similitudes entre este planteamiento y el bíblico. A fin de cuentas en ambos casos se trata del estado edénico primordial que se interrumpe bruscamente al producirse una “caída”. En cuanto a la doctrina de las “edades” es, verosímilmente una adaptación de las bíblicas edades del “Padre”, del “Hijo” y del “Espíritu Santo”. Lanz, deliberadamente, había realizado una reinterpretación de los textos bíblicos en clave… sexual. La suya ha sido definida como una “gnosis sexo–racista”. Lanz, en su juventud había sido miembro de la Orden del Císter y conocía la exégesis bíblica que intentó adaptar a su planteamiento racista. Es curioso constata como, en cada ocasión en la que aparece el tema de la “sangre” en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, Lanz lo interprete en clave racista. La “búsqueda del Grial”, igualmente, no sería sino el proceso a través del cual, mediante relatos alegóricos y símbolos, se alude a la búsqueda y restauración de la pureza de la sangre aria.

A pesar de lo excéntrico de estas teorías, cayeron en un campo de cultivo abonado por el ocultismo de matriz teosofista y por el nacionalismo pangermanista. Poco después de la publicación de su teoría, Lanz abordó la publicación de la revista Ostara que se hizo portavoz de estas doctrinas y cuyos cuadernos aparecieron regularmente entre 1905 y 1913 como vehículo doctrinal de la “ariosofía”. La Orden del Nuevo Temple, así mismo fundada por Lanz en 1907 (y disuelta en1942 por el Tercer Reich), el Lumen Club austríaco (buena parte de cuyos miembros pertenecían al NSDAP), la Sociedad Ariosófica (creada en 1928), en Instituto Swástika creado en 1925, el Centro Cultural Ariosófico de 1931, la Sociedad del Edda, fundada en 1925 por Rudolf John Gorsleven, miembro también de la Sociedad Thule, fueron otras tantas organizaciones que surgieron a partir de las teorías de Lanz.

Lanz, dividió la “ariosofía” en dos ramas: a una le atribuyó un carácter “científico” (la teozoología), mientras que otra tuvo un carácter religioso (el ario–cristianismo). A partir de 1920 se generalizará el uso de la palabra “ariosofía”. Para él, “ariosofía” sería el estudio sobre el “conocimiento esotérico de los arios”. Pero una acepción más amplia atribuirá a este término el estudio de todos los cultos y teorías, místicas, míticas, religiosas y esotéricas sobre los ario–germanos. Y en esta última acepción, cabían tanto las tesis de Lanz como las de List y toda la galaxia de grupos y revistas que se identificaban con el ocultismo völkisch.

Faltaría hablar –y tiene sentido que lo hayamos dejado para el último lugar– de Karl María Willigut, cuyas excentricidades iban solamente un poco más allá de todo lo anterior. En efecto, se debe a Willigut haber creado la “religión irminista” de la que no hay rastro en los tratados de historia de las religiones. Willigut decía tener “visiones” derivadas de una capacidad de la que alardeaban algunos ocultistas de principios del siglo XX: la “memoria ancestral”. Determinados lugares, olores, sensaciones, despertaban en el vidente el recuerdo de lo que había ocurrido en otro tiempo en esos mismos espacios y le permitían así penetrar en una pre–historia que de otra manera se mostraba infranqueable a la vista de documentos objetivos. Willigut decía haber reconstruido por este procedimiento la antigua religión germana vigente doce mil años antes de nuestra era. Para él, el Cristo de los evangelios, no era otro que el dios germánico Krist (del cual, obviamente, no hay datos en ningún otro lugar más que en los delirios de Willigut) que adoraban las tribus de tales enclaves. El papel de los misioneros cristianos consistió en apropiarse del recuerdo del dios Krist y desfigurar las tradiciones germánicas.

La figura de Willigut no tendría el menor interés sino como una variante colateral de todo el magma ariosófico, de no ser porque consiguió seducir durante unos años a Heinrich Himmler y entrar en su Estado Mayor personal. Y esto nos lleva a la etapa final de nuestro estudio: la Orden Negra.

LA PENETRACIÓN ARIOSÓFICA EN LAS SS (OTRO MITO)

Hasta aquí, los amantes del ocultismo estarán decepcionados: si Hitler no tuvo nada que ver con la ariosofía, si esta tendencia era un pequeño grupo incluido dentro del subgrupo de la “revolución conservadora” conocido como völkisch, si la Sociedad Thule dio lugar al antecedente inmediato del NSDAP que pronto quedó fuera de la órbita de sus creadores, si, para colmo, las sociedades ariosóficas fueron prohibidas en 1942… entonces ¿es que no hay ninguna relación sólida entre lo ocultista y la política seguida por el Tercer Reich? La respuesta, en principio, es negativa. No, no la hubo. Ahora bien… existió dentro del régimen nacionalsocialista una institución, las SS, que deparaban un tipo de enseñanzas que, si bien tienen una relación tangencial con todo esto, mantienen algunas relaciones e intereses comunes con el ambiente ariosófico. Y, por otra parte, en uno de los departamentos de las SS (el Estado Mayor Personal de Himmler) encontraremos a personajes vinculados al mundo esotérico y a la ariosofía. Vale la pueda, pues, establecer los límites de esta relación.

Hay que encuadrar a las SS en el contexto del nacional–socialismo y a la figura de su impulsor Heinrich Himmler. Será entonces cuando podamos ubicar con mayor facilidad figuras como Otto Rahn (el estudioso sobre el tema cátaro) o Karl María Willigut. Podremos interpretar mejor la expedición de las SS al Tíbet o la existencia de instituciones como la Anhenerbe. Y, finalmente, estaremos en condiciones de entender cuál era el proyecto que la dirección de las SS se fijaba para la Europa que debería de haber surgido de una eventual victoria de las armas alemanas.

Sobre la expedición al Tíbet se han elaborado todo tipo de teorías[6], cuando la verdad era extremadamente simple: bastaba con examinar los cientos de horas que habían filmado y los miles de fotografías que se han conservado para percibir que se trató de una expedición de carácter científico. No parece que haya nada en ella –como en la aventura del alpinista Heinrich Harrer, autor de Siete años en el Tíbet– que remita a aspectos esotéricos y muchos menos a una intencionalidad ocultista. El hecho de que la expedición tuviera lugar en un país que en ese momento estaba cerrado a cualquier influencia exterior y que constituía un misterio para Occidente era, precisamente, lo que lo hacía atractivo desde el punto de vista científico.

Se ha repetido hasta la saciedad que la expedición estaba guiada por el deseo de localizar al “rey del mundo” y de encontrar la “puerta secreta que abría la ruta del Agartha”[7]. Pauwels y Bergier inundan con una amalgama de nombres entremezclados, datos auténticos seguidos de informaciones falsas, o simplemente grotescas (atribuir un valor más allá del literario –muy cuestionable por lo demás– a la obra de un electricista inglés que firmaba sus libros de aventuras con el seudónimo de Lobsang Rampa[8]), para luego desatarse en una sucesión de incoherencias que les lleva a intentar demostrar que existió un nexo entre la figura mítica del “Rey del Mundo”, Hitler, el Tíbet, la Sociedad Thule y el tan pintoresco como inexistente “monje de los guantes verdes”[9] que circularía por Berlín durante el Tercer Reich y cuya pista ha sido esquiva para cualquier historiador, salvo para la pareja firmante de El Retorno de los Brujos[10]. Y, sin embargo, todo era tan absolutamente simple que resulta incomprensible que la piedra arrojada por los autores de este libro a las aguas de la verdad, haya tenido efects que duren todavía hoy[11].

La expedición al Tíbet se realizó en el marco de las actividades de la Ahnenerbe y estuvo dirigida por el SS–Standartenfhürer Schaeffer. Una expedición de este tipo era lógica desde el punto de vista científico: en primer lugar porque el Tíbet era casi completamente desconocido para Occidente; luego porque la Ahnenerbe era una institución científica cuyo anagrama resumía perfectamente los objetivos que se proponía: "Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana". La sociedad, fundada el 1 de julio de 1935, se integró en 1940 en el organigrama de las SS. Estuvo bajo la presidencia de Himmler, Walther Wüst y Wolfram von Sievers. Sus campos de investigaciones fueron la arqueología, la antropología y la etnología. A lo largo de su existencia fueron variando las influencias que experimentó. Inicialmente, nació de la voluntad de Himmler, Walter Darré y Hermann Wirth, los tres interesados en la cuestión racial y al mismo tiempo defensores del origen nórdico–germánico de la cultura. Hasta ese momento, Alfred Rosemberg había vetado la difusión de la obra de Wirth (de origen holandés) en el interior del NSDAP. En 1934, Wirth se entrevistó por primera vez con Himmler[12] y éste aceptó constituir un instituto de investigación que, además, fuera capaz de difundir y popularizar entre la población los temas de estudio que afectaban a las raíces del germanismo.

Sin embargo, a poco de la fundación de la entidad surgieron los primeros problemas: Himmler consideraba que el germanismo se había formado en torno a la casta guerrera, mientras que Wirth y Darré, opinaban que este papel correspondía al campesinado. A medida que avanzó el tiempo, Himmler fue afinando la misión de las SS y variando la función que inicialmente había atribuido a la Ahnenerbe.

Himmler quiso reunir en torno suyo a la élite de todas las actividades científicas, intelectuales, técnicas, militares y educativas que se desarrollaban en Alemania. Eso garantizaba la supervivencia del régimen nacionalsocialista más allá de la desaparición del führer por muerte natural. En efecto, de la guerra debía de salir una élite heroica forjada bajo el signo de las dos “S” rúnicas y, no solamente entre los pueblos de habla germánica, sino en toda Europa. En efecto, a partir de 1941, las Waffen SS o SS–Armadas, incorporaron a voluntarios de naciones extranjeras que en 1944 ya constituía la mitad de sus efectivos[13] (unos 914.000 hombres). Los planes de Himmler iban mucho más allá de la constitución de una élite militar. Después de la guerra, el Nuevo Orden Europeo debía de haberse reconstituido en torno a esta élite que, de regreso a sus países de origen se habría hecho cargo progresivamente de los gobiernos que hasta ese momento estaban en manos de “colaboracionistas”, muchos de ellos procedentes de la derecha conservadora y autoritaria.

El eje formado entre las SS y la Hitler Jugend, habría garantizado posibilidad de que el régimen hitleriano fuera algo más que un paréntesis en la historia debido a la irrupción de la personalidad carismática de Hitler. Vale la pena recordar que hasta último hora, prácticamente hasta los primeros días de mayo de 1945, fueron precisamente estas dos instituciones las que opusieron una resistencia más fanática al avance de los aliados en el Este y en el Oeste. Cuando el Almirante Dönitz firmó la rendición del Reich, los grupos clandestinos del Wehrwolf que siguieron resistiendo y saboteando la retaguardia aliada estaban formados por miembros de estas dos organizaciones. Así pues, el plan de Himmler no era descabellado sino que estaba regido por una lógica aplastante y eso explica incluso por qué las relaciones con el Vaticano se tornaron frías: en efecto, la Iglesia aspiraba en Alemania, como había hecho en Italia, a mantenerse al margen de la trayectoria del régimen a cambio de hacerse cargo de la educación de la juventud[14]. Sin embargo, la suerte de las armas les fue adversa y las SS terminaron siendo consideradas (al igual que la Ahnenerbe o el propio NSDAP) como “organización criminal” y duramente tratados en la postguerra.

En los juicios de Nuremberg y en los documentos que se conservan de la Ahnenerbe y de las SS, no hay nada que pueda ser considerado como esotérico u ocultista. Como máximo se sabe que en los cursos de formación que se realizaban (no para las Waffen–SS, sino para las SS) se daban clases sobre runas, mitología y religiosidad germánica, pero siempre dentro de los criterios científicos ortodoxos[15], nunca según los patrones ariosóficos según las cuáles las runas serían el “filtro astral” utilizado para la adivinación e incluso defendían la existencia de un “yoga rúnico” para el que los trazados de los símbolos indicarían posiciones del cuerpo[16]). Se ha dicho con frecuencia que Himmler era “apasionado del ocultismo”, pero no hay constancia de tal afición fuera del dato de que leía libros sobre “los relatos míticos sobre el pasado heroico de su país y los tratados de ocultismo”[17]. También consta que estuvo afiliado a la Sociedad Alemana de Palingenesia[18]. Pero no hay absolutamente ningún dato más sobre su pertenencia a ninguna sociedad secreta o iniciática, ni siquiera a ningún grupo ocultista o ariosófico. Tampoco estuvo vinculado a la Sociedad Thule. Le interesaba, sin embargo, el pasado mítico[19]. Ese fue uno de los motivos por los que participó en la creación de la Ahneberbe. Quiso que las SS fueran la élite de Alemania, que en su interior formaran los mejores hombres, los más preparados, los más capaces; por eso patrocinó la expedición al Tíbet o integró en sus filas a científicos como Wernher Von Braum y el equipo que diseñó la V–2 (que luego proseguirían su obra con el Programa Apolo que culminó con la llegada del hombre a la Luna[20]). Muchos profesores universitarios, científicos, investigadores en determinados campos en los que Himmler estaba personalmente interesado o que, simplemente, eran de carácter estratégico, recibieron el grado de miembros de las SS y algunos fueron incorporados a su Estado Mayor Personal.

Tal fue el caso de Otto Rahn, el renovador en Alemania de los estudios sobre el catarismo quien elaboró una teoría sobre las relaciones entre el Parsifal de Wolfram von Eschembach y el catarismo occitano. Para Rahn, el Parsifal enmascararía la cruzada contra los cátaros (a los que consideraba depositarios del Grial). Himmler becó las investigaciones de Rahn (el cual es posible que durante su estancia en las inmediaciones de Occitania realizara también algunos trabajos de inteligencia e información para las SS[21]) y publicó a sus expensas los dos libros que escribió[22]. La importancia de Rahn, empieza y termina por el hecho de haber elaborado una teoría que, a fin de cuentas, demostraba que lo sucedido en la Occitania del siglo XII estaba relacionado con la cultura germana. Rahn, en sí mismo, no tuvo absolutamente ninguna importancia, ni influencia en el interior del Tercer Reich.

Diferente fue el papel desempeñado por Karl María Willigut, alias “Weisthor”, en el entorno de Himmler que se prolongó durante un tiempo. Himmler conoció a Willigut en 1934, cuando contaba 67 años y durante los cuatro años siguientes mantuvo una relación relativamente estrecha con él. Finalmente, el General SS Karl Wolf, uno de los más próximos colaboradores de Hitler, consiguió enterarse de los trastornos psiquíatricos que había tenido Willigut desde los 40 años, habló con su familia y consiguió deshacer el favor que Himmler le deparaba. Willigut, oscuro militar, se había interesado por las sociedades secretas y el ocultismo, ingresando en la masonería austríaca. Años después, tras haber ocupado diversos cargos, dimitió. Se sabe que hacia 1903 empezó a interesarse por la literatura ariosófica y los trabajos de Guido von List[23]. Hasta 1932 su destino no se cruzó con el del NSDAP. Ese año conoció a Frieda Dorenberg, una de las miembros fundadores del NSDAP (tenía el carné número 6 y fue llamada “la conciencia del partido”, que pertenecía, como Willigut a la Sociedad del Edda y creía en la doctrina airosófica. Le invitó a acudir a Munich y a integrarse en un círculo local de esta corriente, los Hijos Libres de los Mares del Báltico y del Norte) en donde repitió las excentricidades sobre su origen y filiación como descendiente de Wotan, irminista y “rey oculto de Alemania”. Fue unos meses después, en el verano de 1933, cuando un antiguo amigo suyo, convertido en miembro de las SS, le presentó a Heinrich Himmler. Las supuestas capacidades de “memoria ancestral” de Willigut (que utilizaba el seudónimo de Weisthor) interesaron al Reichführer el cual lo nombró en 1933 jefe del Departamento de Pre y Proto–Historia, dependiente de la Oficina Central de la Raza y la Colonización y ascendido posteriormente al rango de coronel de las SS Allgemeine. A él se debe la elección del castillo de Wewelsburg como sede central de la organización, el diseño el Totenkopfring (anillo con la calavera) distintivo de las SS y algunos rituales utilizados en ceremonias (como la del bautismo de hijos de miembros de las SS o las fórmulas utilizadas en sus bodas). Tal fue toda su aportación a la “orden negra”. No hubo más. La Ahnenerbe rechazó el ingreso de Willigut en su organización. A partir de 1936 fue cayendo en el alcoholismo y el tabaquismo y, finalmente, jubilado. La unidad que dirigía fue disuelta a principios de 1939, en cuanto a el, se le concedió una pensión y una asistenta, falleciendo en 1946.


[1] La mayoría de referencias contenidas en este parágrafo han sido extraídas de Les racines occultistes du nazisme, Nicholas Goodrick–Clarke, op. cit., especialmente de los capítulos 8 (págs. 127–150) y 9 (págs. 151–176)

[2] Cf. El Mandril de la Blavatsky, Peter Washington, Edición digital, pág. 16. Cf. también Lo paranormal, los ovnis y la izquierda del abuelo, Ernesto Milá, revista El Viejo Topo, julio de 1996.

[3] El mito de la revolución masónica. La verdad sobre los masones y la revolución francesa, los iluminados y el origen de la masonería moderna, Eduardo R. Callaey, Editorial Nowtilus, Mdrid 2007, pags. 110–113.

[4] Para una crítica a las posiciones de Steiner y de la Blavatsky y, al mismo tiempo, para una aproximación histórica a la teosofía y a la antroposofía puede leerse El teosofismo, René Guénon, Ediciones Obelisco, Barcelona 1986 y El Mandril de la Blavatsky, op. cit. En ambas obras se percibe que en la Europa de finales del XIX el nacionalismo afectaba también a la difusión de este tipo de ideas ocultistas. En efecto, si la teosofía no pudo arraigar en aquel país como en otros, fue precisamente por la rivalidad anglo–alemana que desembocaría en la Primera Guerra Mundial (es significativo, por ejemplo, que la formación de la Sociedad Antroposófica precediera en solo dos años al estallido de la guerra, cuando la guerra ya parecía inevitable).

[5] Guénon la resume con bastante exactitud y pocas líneas: “Siete «razas madres» se suceden en el curso de un «período mundial», es decir, mientras la «ola de vida» permanece en un mismo planeta; cada «raza» comprende siete «sub–razas», de las cuales cada una se divide a su vez en siete «ramas». Por otra parte, la «ola de vida» recorre sucesivamente siete globos en una «ronda», y esta «ronda» se repite siete ve–ces en una misma «cadena planetaria», después de lo cual la «ola de vida» pasa a otra «cadena», compuesta igualmente de siete planetas, y que será recorrida a su vez siete veces; hay así siete «cadenas» en un «sistema planetario», llamado también «empresa de evolución», y, finalmente, nuestro sistema solar está formado por diez «sistemas planetarios»; por lo demás, hay alguna fluctuación sobre este último punto. Nosotros estamos, actualmente, en la quinta «raza» de nuestro «período mundial», y en la cuarta «ronda» de la «cadena» de la que forma parte la Tierra, y en la que ocupa el cuarto rango; esta «cadena» es igualmente la cuarta de nuestro «sistema planetario», y comprende, como ya lo hemos indicado, otros dos planetas físicos, Marte y Mercurio, más cuatro globos que son invisibles y que pertenecen a «planos superiores»; la «cadena» precedente es llamada «cadena lunar», porque es representada en el «plano físico» sólo por la Luna. Por lo demás, algunos teosofistas interpretan estos datos de una manera bastante diferente, y pretenden que en todo esto no se trata más que de estados diversos y de «encarnaciones» sucesivas de la Tierra misma, y que los nombres de los otros planetas no son aquí más que designaciones puramente simbólicas; estas cosas son verdaderamente muy oscuras, y no acabaríamos con ellas si quisiéramos hacer notar todas las aserciones contradictorias a las que han dado lugar. Es menester agregar también que hay siete «reinos», que son tres reinos «elementales», más los reinos mineral, vegetal, animal y humano, y que, al pasar de una «cadena» a la siguiente, los seres de uno de estos reinos pasan en general al reino inmediatamente superior; en efecto, son siempre los mismos seres los que se supone que cumplen su evolución mediante múltiples encarnaciones en el curso de los diferentes períodos que acabamos de enumerar” (R. Guénon, op. cit., pág. 86).

[6] El nacional–socialismo y el Tíbet (I de II), deshaciendo mitos, situando problemas, combatiendo exageraciones, Revista de historia del Fascismo nº 29, febrero 2014, págs. 94–118; El nacional–socialismo y el Tíbet (I de II), deshaciendo mitos, situando problemas, combatiendo exageraciones, Revista de historia del Fascismo nº 30, marzo–abril 2014, págs. 92–95.

[7] Pauwels y Bergier, op. cit., pág. 188.

[8] Ídem, pág. 164.

[9] Ídem, pág. 188.

[10]En Berlín, un monje tibetano, apodado «el hombre de los guantes verdes» y que anunció tres veces en la Prensa, con exactitud, el número de diputados hitlerianos enviados al Reichstag, recibía con regularidad a Hitler. Era, al decir de los iniciados, «detentador de las llaves que abren el reino de Agarthi»”. Pauwels y Bergier, op. cit. (pág. 188). Cabe decir que no existe la menor pista sobre el origen de esta información más allá de esta referencia y los autores de este libro no explican el origen de su fuente. En realidad, El Retorno de los Brujos se convierte en absolutamente abracadabrante entre las páginas 188 y 196, pasando del geopolítico Karl Haushoffer, al explorador Schaeffer, y de éste al esoterista René Guénon, mezclando menciones a Austwitchz, al desierto del Gobi, con citas extraídas del libro de Rauschning y fragmentos del Dalai Lama, etc: un verdadero “popurrí”, siguiendo una técnica similar a la utilizada por la Blavatsky (lanzar una abundancia extrema de datos procedentes de las fuentes más diversas, todas ellas sin cribar, ni referenciar), a efectos de obtener una síntesis sincrética que en este caso tendería a demostrar que el Tercer Reich tenía una cúpula que respondía a tres rasgos: irracionalidad, criminalidad y satanismo.

[11] Véase, por ejemplo, el artículo publicado en la revista Año Cero, nº 242, septiembre de 2010, artículo Hitler: médium, mago, mesías o poseso, págs. 10–22, o el libro Sangri–La: la cruz bajo la Antártida, Julio Murillo, editorial Leer–E, Pamplona 2010. Ambos textos son lo suficientemente recientes como para demostrar que la ola desencadenada por El Retorno de los Brujos todavía goza de buena salud.

[12] El texto más completo sobre la historia de la Ahnenerbe es, sin duda, Das “Ahnenerbe“ der SS 1935–1945. Ein Beitrag zur Kulturpolitik des Dritten Reiches. Michael H. Kater, Auflage, Oldenbourg, München 2006. En castellano solamente existe Ahnenerbe, la demencia científica de los nazis, José Antonio Solís Miranda, El Arca de Papel Editores, 2007, libro poco fiable que sostiene que el inspirador de la Ahnenerbe era… Karl María Willigut.

 

[13] Para una historia de referencia sobre las SS puede leerse La Orden de la Calavera, Heinz Höhne, Plaza & Janés, Barcelona 1976.

[14] Sobre la educación en el Tercer Reich puede verse: Historia Social del Tercer Reich (Richard Grunberge, Editorial Ariel, Barcelona 1971), especialmente los capítulos La Juventud (pág. 284–301), La Educación (pág. 303–322) y Las Universidades (pág. 323–342).

[15] Adrian Weale, SS Una historia nueva, Turner Publicaciones, Madrd 2013, especialmente el capítulo XIV La militarización de los “soldados políticos”

[16] Un eco de esta temática puede encontrarse en la obra El Libro Mágico de las Runas, Fabiana Daversa, Editorial Kier, Buenos Aires 2004.

[17] Adrian Weale, op. cit., pág. 67.

[18] H. Höhne, op. cit., pág. 59.

[19] Himmler elaboró para las SS una doctrina que remitía a los ideales románticos de la nobleza y el honor y puso gran empeñó en dar una expresión concreta a este aspecto de su “orden de caballería”. (…) Siempre tuvo apego a los relatos míticos que le había enseñado su padre. Por lo demás, y aunque no conviene dar demasiada importancia a su fe en el ocultismo, es innegable que incorporó ciertos aspectos de este a su pensamiento” (A. Weale, op. cit., pág. 27).

[20] Para una biografía esencial de Von Braun y sus relaciones con Hitler y el nacionalsocialismo, véase Ciencia, Política y poder: Napoleón, Hitler, Stalin y Eisenhower, José Manuel Sánchez Ron, Fundación BBVA, Bilbao 2010 , pág. 126–134

[21] Tal es la tesis de Christian Bernadac que presentó en su obra Le mystere d’Otto Rahn, le Graal et Monsegur; du Catharisme au Nazisme, Éditions France–Empire, París 1978, pág. 226 y sigs. Para Bernadac, Rahn era una mezcla de investigador y agente de inteligencia. Después de que Himmler ordenada a las SS que presentaran su “certificado de pureza racial”, Rhan (que tenía antecedentes hebreos) simuló su suicidio y siguió trabajando para las SS con el nombre de “Rudolf Rahn” (se da la circunstancia de que la secretaria de Otto Rhan y de Rudolf Rhan era la misma mujer). Rudolf Rahn participaría en la revuelta antibritánica de Irak en 1940 y posteriormente sería embajador alemán en Roma después de la caída de Mussolini y durante la República Social Italiana, subordinado al general SS, Karl Wolf.

[22] La Corte de Lucifer, Otto Rahn, Círculo Latino, Madrid 2005 y La Cruzada Contra el Grial, Otto Rahn, Editorial Hiperión, Brcelona 1994.

[23] Su primo Willy Thaler le presentó a Jörg Lanz von Liebenfels, el fundador de la Orden del Nuevo Temple. Willigut consiguió interesar a Lanz, el cual envió a uno de sus hombres de confianza para que elaborara un informe sobre el desconocido durante el invierno de 1920–21. Así, Lanz supo que Willigut se consideraba el “rey secreto de Alemania”, último descendiente de la “religión irminista”. Willigut se consideraba dotado de “memoria ancestral” o capacidad de reconstruir los sucesos que habían ocurrido en un paraje concreto a los miembros de su raza. En esa época lanzó una revista pangermanista, ariosófica e “irminista” titulada Der Eiserne Besen (La escoba de acero) orientada contra católicos, judíos y masones. En 1924 fue detenido en plena calle –tras denunciar su esposa que sufría trastornos mentales– e ingresado en una institución psiquiátrica de Salzburgo durante dos años y medio. Los miembros de la ONT siguieron en contacto con él y obtuvieron finalmente su salida del sanatorio. Los médicos reconocieron que no era peligroso para la sociedad y que sus creencias –incluida la de remontar su árbol genealógico a Wotan– eran “poco comunes”. Se instaló en Salzburgo convirtiendo su hogar en un centro de recepción de las diferentes corrientes ariosóficas (extraído de Karl María Willigut: le Raspotine d’Himmler, Christian Bouchet, Avatar Éditions, París 2007).

HITLERISMO Y OCULTISMO (1 DE 7) – EL GRAN EQUIVOCO Y LA GRAN FALACIA

HITLERISMO Y OCULTISMO (2 DE 7) – HITLER Y SU PRESUNTA AFICIÓN AL OCULTISMO

HITLERISMO Y OCULTISMO (3 DE 7) – MILENARISMO ARIOSOFICO Y HITLERIANO

HITLERISMO Y OCULTISMO (4 DE 7) – LA SOCIEDAD THULE: MITO Y REALIDAD

HITLERISMO Y OCULTISMO (5 DE 7) – HITLER, UNA EXTRAÑA PERSONALIDAD

HITLERISMO Y OCULTISMO (6 DE 7) – UNA EXCENTRICIDAD LLAMADA ARIOSOFIA

HITLERISMOY OCULTISMO (7 DE 7) – ALGUNAS CONCLUSIONES