viernes, 29 de abril de 2022

ORGANIGRAMA DE LAS IDEOLOGÍAS DE LA MODERNIDAD (3 de 5)

4. Del “cosmismo” ruso a la ciencia ficción

En varias ocasiones hemos aludido al “cosmismo” ruso (los datos históricos que aportamos en nuestra novela El corazón de Macià sobre este movimiento son rigurosamente ciertos y contratados). En Rusia los movimientos ocultistas no se concretaron como en Occidente en la formación de organizaciones rígidas de carácter seudo-iniciático, sino más bien como grupo de presión intelectual.

Las bases esenciales de la filosofía cosmista fueron teorizadas por Nikolai Fiodorovich Fedorov (1829-1903) y, posteriormente a él, desarrolladas en tres direcciones: una poético-literaria, con Platonov, Jlebnikov, Zobolotskii, etc.; otra filosófico-religiosa, con Soloviov, Berdiaev, Bulgakov, etc.; y una tercera científico-natural que tuvo a Tsiolkovskii, Umov, Vernadskii, Chizhevskii, etc, como sus jefes de fila. Seguramente, ninguno de todos estos grandes de la cultura rusa hubiera derivado sus trabajos hacia donde lo hicieron de no haber sido por la Filosofía de la Causa Común escrita por su mentor.

Fedorov no llamó a su filosofía “cosmismo” sino “supramoralismo” (serían algunos de sus sucesores quienes impusieron ese nombre). Podemos establecer seis lineamientos fundamentales, cuya suma constituye lo esencial de la “causa común”:

1) Una interpretación de la evolución de la humanidad

2) Un transhumanismo holístico

3) La “salvación” como una experiencia común

4) Un análisis de la violencia en la historia

5) La necesaria superación de la muerte y

6) El papel central de Rusia en estas experiencias

Las ideas de Fedorov no hubieran podido cuajar en el Occidente racionalista (que exigía, incluso, a los movimientos ocultistas, cierta dosis de racionalidad hasta el punto de que evoca aquello de que “nunca se vio tanto método en tanta locura”), pero sí en aquella Rusia tradicional postrada y cerrada al positivismo, donde resultó una novedad.

Fedorov consideraba que el mayor problema que causaba los conflictos en el mundo era la falta de amor entre las personas. Eso generaba violencia. Consideraba que el egoísmo era el motor de los conflictos y rompe la unidad de la especie. En buena medida, esa violencia estaba generada por el miedo del ser humano a su finitud, es decir, por la dependencia del hombre a la naturaleza. Ésta dicta que debe de haber un “final” y, consiguientemente, cada individuo, cada familia, cada pueblo, consideran la supervivencia desde un particular punto de vista aislado del de los demás, en el que queda, por supuesto, excluido cualquier consideración holística de totalidad cósmica. Debemos preocuparnos, ante todo, de nuestra propia conservación, por supuesto defendiéndola de los ataques de los demás que piensan exactamente lo mismo. Lo que se manifiesta en esta actitud son tres condicionantes: egoísmo, individualismo y aislamiento.

La solución no era el altruismo, sino que cada hombre se identificara con todos los demás. Al mismo tiempo, existía también un conflicto entre “vivos” y “muertos” que aislaba el presente del pasado y del futuro. Por eso, cuando Fedorov aludía a identificarse con “todos los demás”, estaba aludiendo también a todos los que “han sido” (los muertos) y a todos los que serán (los que estarán por nacer). Atribuyó parte de la responsabilidad de este conflicto a una mala interpretación del cristianismo y llegó a considerar que la resurrección de los muertos y la victoria sobre la muerte no era algo que debía llegar en el momento de la Parusía, sino como objetivo tangible a alcanzar en el curso de la evolución del mundo.

La “teohumanidad” es un concepto clave de la corriente cosmista que aparece en autores tan conocidos como Soloviof y Berdaiev. Alude concretamente a la naturaleza divina y humana de Cristo. No es raro que los estuvieron interesados en el análisis gnoseológico de la personalidad de la figura de Jesucristo. Éste ocupaba un lugar intermedio entre “dios” y el “hombre”, siendo a la vez lo uno y lo otro, una síntesis entre lo divino y lo humano. Cristo es, para los cosmistas, el símbolo de la “unidad total” que los cosmistas defendían y a la que querían llegar. La “unidad total” es la unión de lo divino con lo terrenal, de la creación y del creador, de Dios y la naturaleza, del pasado del presente y del futuro. Ante esta “unidad total” el individuo no es nada en la medida en que para él lo que rige es la “finitud”. Para ocultar esta finitud e imponerse a los que considera amenazas, es por lo que se recurre a la violencia. Por tanto, habrá violencia, esto es contradicción y conflicto, siempre que no se haya llegado a esa “unidad total”, remanso en el que estarán integrados y reunidos todos los aspectos del Cosmos.

Lo primero para alcanzar esa “unidad total” es tomar conciencia de que el ser humano está en estado de interdependencia con el cosmos. Todo lo que ocurre en él, nos afecta. Comprender el Cosmos, por otra parte, equivale a que el ser humano se comprenda a sí mismo. Si el Cosmos es una totalidad holística, el ser humano (entendido como especie y como unión de muertos, vivos y futuros nacidos) no es pues más que una parte de esa totalidad. Conocer las leyes que rigen a las fuerzas de la naturaleza equivale a dominar a la muerte. Por eso, el cosmismo insiste en algunos elementos paradójicos o aparentemente estrafalarios: Fedorov insiste en que es posible regular el clima y los fenómenos atmosféricos, cree que en la colonización del espacio exterior y en la victoria sobre la muerte como fin y objetivo de su sistema.

En su sistema Fedorov no considera la lucha de clases como el motor de la historia. Pero, argumentaba que la humanidad se había convertido después del episodio de la Torre de Babel en una mixtura inextricable de razas y lenguas y luego, posteriormente, de naciones y clases sociales. Todo esto alejaba al ser humano de su propio ser originario: la unidad cósmica. Esto facilitó el que dentro del Partido Bolchevique apareciera una corriente inspirada por el “cosmismo”, los llamados “constructores de Dios”: Lunacharsky, Bazarof, Gorki y, el más siniestro de todos ellos, Bogdanov. Este sector reintrodujo ideas místicas (“idealistas”) en el bolchevismo, que el propio Lenin denunció en Materialismo y Empirocriticismo.

La idea central de esta corriente era que la verdadera, la única “revolución” debía suponer una “victoria sobre la muerte”. ¿Cómo obtenerla? La teoría de Bogdanov sostenía que en cada gota de sangre existe todo el potencial de vida del ser humano el que le pertenece. Intercambiando sangres entre todos los seres humanos, se lograría prolongar sus vidas y, en el momento en el que fuera posible intercambian en todo el mundo gotas de sangre, se llegaría a la inmortalidad. Tan peregrina teoría, fue llevada a la práctica por el propio Bogdanov, que fue nombrado por Lenin, director del Instituto de la Sangre de Moscú. Él mismo murió a causa de una transfusión de sangre (según unas versiones al inyectarse sangre de un tuberculoso y según otras por haberse inyectado sangre de un grupo diferente al suyo).

Bogdanov escribió una novela, Estrella Roja, cuya trama se desarrollaba en el “planeta rojo”, Marte. Describía a la sociedad “marciana”, su particular utopía: vivían en el subsuelo, eran física horrendos, pero moralmente perfectos, sostenía que la belleza es engañosa, vivían eternamente porque habían hecho la “comunidad de la sangre” y la sangre que fluía por cada uno de nosotros, se consideraba como un “bien común de toda la humanidad marciana”.

Los cosmistas perdieron influencia durante el estalinismo y solamente la conservaron en la industria aeroespacial soviética con Konstantin Tsiolkovski, y en determinados ambientes científicos gracias a Vladimir Ivanovich Vernadski. Este último, tenía una fe ciega en la ciencia y la convicción de que “la ciencia salvará a la humanidad”. Él mismo, en tanto que científico, había estudiado la “biosfera”. Creía que el número 5 era el clave para entender la vida y aludía a las cinco realidades integradas que coexisten en la Tierra: litósfera, atmósfera, biosfera, tecnosfera y noosfera. Esta última sería la “esfera del pensamiento”. Era necesario que todas estas capas estuvieran ligadas entre sí y que su “evolución” fuera al unísono. Para Vernadski la biósfera es el elemento más importante porque contiene a los demás. Podemos ver en esta idea la prefiguración de algunos aspectos de la Agenda 2030 sobre el “cambio climático”.

Ahora bien, la “noósfera” fue generar cambios en la “biósfera”. De ahí que la libertad del ser humano no pueda ser total, sino sometida al imperativo y a los límites de la biósfera. Los estudios de Vernadski se configuran como un precedente de la ecología, pero también de alguna tendencia del movimiento de la New Age, en especial la capitaneada por James Lovelock, autor de La Hipótesis Gaia en donde definía a la tierra como un “organismo vivo” y Ken Wilber que intenta penetrar en las líneas de evolución de la noosfera. Incluso, una de las tendencias de la New Age, el llamado “movimiento inmortalista” formado en torno a Sondra Ray y Robert Coon, penetra de lleno en la temática cosmita (sin conocerla) sosteniendo que el ser humano puede vencer a la muerte en esta nueva etapa de la historia que para ellos es la Era de Acuario.

Konstantin Tsiolkovski, pionero de la astronáutica soviética, era otro de los fieles partidarios de Fedorov. En 1903 escribió su obra La exploración del espacio cósmico por medio de los motores a reacción, primera obra científica en la que se anticipaba la posibilidad de viajar al espacio exterior mediante chetes. Sus intuiciones solamente pudieron llevarse a la práctica sesenta años después: sustitución de combustibles sólidos por líquidos, relación entre la masa de los cohetes y las posibilidades de abandonar la gravedad mediante una fórmula física, cohetes por fases, cabinas presurizadas dentro de las naves, giroscopios para el control de la altitud, formas de proteger a los astronautas de la aceleración, etc. Tsiolkovski construyó el primer túnel aerodinámico para dirigibles y diseñó el primero de estas aeronaves. El título de una de sus obras en las que definió la importancia y posibilidades de realizar exploraciones interplanetarias sobre bases científicas, es significativo: Filosofía Cósmica. En 1919 ingresó en la Academia Socialista de Ciencias. Tsiolkovski fue uno de los cosmistas más famosos de su tiempo y la puesta en órbita del Sputnik 1 y del primer astronauta, Yuri Gagarin, se debió a sus cálculos y teorías. ¿Por qué Gagarin y no otro? Nikolai Fedorovich Fedorov, fundador del cósmismo, era hijo bastardo del príncipe Pavel Ivanovich Gagarin. Tsiolkovski, fiel a su mentor doctrinal, quiso que el primer ser humano que saliera fuera de la atmosfera estuviera emparentado con él. Sus trabajos inspiraron la abundante literatura de ciencia ficción que floreció en la URSS

5. Cuando la novela gótica se convierte
en inspiración post-moderna

Deliberadamente hemos dejado para el final de nuestra exposición sobre el “cosmismo”, la tendencia de esta corriente a escribir relatos de ciencia ficción cuyo tema central es la conquista del espacio exterior y la vida extraterrestre. Desde siempre, en la historia de la literatura, ha existido una tendencia a revestir con la forma relato novelesco lo que, en realidad, es un programa político: lo hizo Platón con su historia sobre la Atlántida en el Critias, lo volvió a hacer Francis Bacon con su Nueva Atlántida y lo hizo Lunacharsky con su Estrella Roja.

Hay una diferencia esencial entre la “ciencia” y la “ciencia ficción”: la “ciencia”, trata sobre lo que es posible “hacer”; la “ciencia ficción” sobre lo que es posible “imaginar”. De ahí la importancia de la “ciencia ficción” en el estudio sobre la ideología de la modernidad. Algunos “gurús” de la modernidad muy concretos, han ido escribiendo relatos literarios de “anticipación” (ciencia ficción) que han sido escritos, en unos casos, como “programas de acción” asumidas por las élites gobernantes y, en otros, como “orientaciones” para entender hacia dónde marcha la humanidad. De hecho, solamente, mediante la interpolación de los relatos de ciencia ficción escritos en los últimos 150 años, es posible entender el optimismo tecnológico que caracteriza a la quintaesencia del pensamiento moderno: el transhumanismo. Éste, este mucho más dependiente -contrariamente a lo que sus mismos exponentes creen- de la “ciencia ficción” que de la “ciencia” en sí misa. La “ciencia ficción” nace de la imaginación literaria y ésta no tiene, prácticamente, ningún punto de conexión, más allá de generalidades, con la “ciencia real” y con sus posibilidades.

A pesar de sus aspiraciones a la racionalidad, la “ideología moderna” es el resultado de las esperanzas suscitadas por la literatura de ficción que magnifica y lleva más allá del límite de lo posible, los avances científicos y tecnológicos. Como veremos, más adelante, en la historia de la humanidad existe un lugar y un momento en el que cristaliza el germen de la “ideología moderna”: la Inglaterra victoriana en la que la trinidad cuyo padre es el materialismo, el hijo el marxismo y el espíritu santo el progresismo.

Poco antes del inicio del período victoriano (1837-1901), en 1818 Mary Shelley escribe la primera novela que puede ser considerada como de “ciencia ficción”: Frankenstein o el nuevo Prometeo. La alusión a Prometeo es significativa: conquista el fuego y esa conquista se convierte en una maldición para él. Esta novela, a pesar de su alejamiento en el tiempo, está en el origen de los delirios eugenésicos anglosajones (que, como veremos, no tienen nada que ver con las ideas eugenésicas nacidas en el mundo germánico): con la novela de Mary Shelley nace la fantasía y la aspiración utópica de crear un “ser humano perfecto”. ¿Cómo? Mediante la ciencia. Esta idea seguirá presente a lo largo de todo el siglo XIX y prolongará su sombra sobre el siglo XXI en el transhumanismo. Se entenderá ahora, porqué hemos colocado, después de la alusión al “cosmismo” ruso, estas notas sobre la novela de ciencia ficción: en ambos casos, se trata de un deseo irracional de prolongar la vida, vencer a la muerte y conseguir al ser humano perfecto, una idea renovada hoy por el “transhumanismo”.

La segunda novela que debemos tener presente es el Drácula (1897) de Bram Stoker. También aquí se trata de una novela en la que se pretende negar la muerte. Sorprendentemente, el autor recopila leyendas centroeuropeas y judías sobre la posibilidad de que, a través de la sangre, se pueda renovar y prolongar la vida. La idea no es otra que la de los cosmistas rusos que ya hemos repasado. Pero, y esto es lo importante, la idea de que “la sangre es vida”, era antigua y sigue prolongándose hoy en plena modernidad. Pero hay otra idea que subyace en la novela de Stoker: si la vida material concluye, es posible continuar viviendo, gracias a la sangre. La materia muere, pero permanece el espíritu y en cada gota de sangre es posible renovar las fuentes de la vida. La idea no es muy diferente de la sostenida por los transhumanistas más extremos, según la cual, acabada la vida física, siempre tendremos al alcance de la mano en las próximas décadas la posibilidad de prolongar la vida en la “nube”, descargando todo nuestro bagaje mental a través de interfaces que conecten nuestro cerebro con el ordenador. Stoker escribe su novela en los mismos años en los que Fedorov en Rusia teoriza sobre el “cosmismo” y la “victoria sobre la muerte”.

La tercera novela que influye decididamente en la modernidad, fue El extraño caso del doctor Jeckyll y mister Hyde (1886) de Robert Louis Stevenson, en la que, de nuevo, aparece la idea de que la naturaleza humana puede ser “mejorada” mediante la ciencia. Gracias a un preparado, es posible aumentar la fuerza, la inteligencia y las cualidades físicas. Esta idea será el leit-motiv del transhumanismo: la ciencia puede “mejorar” las “performances” humanas. De hecho, está obligada a hacerlo, aunque no sepamos exactamente -y aquí Stevenson se muestra dubitativo- si al final nos llevará al éxito o al fracaso.

Las tres novelas son extraordinariamente pesimistas, pero los transhumanistas de nuestros días dicen: “eso se debía al clima de la época, las ciencias, aunque progresaban rápidamente, no estaban todavía en condiciones de alcanzar el objetivo de mejorar al género humano y convertirlo en eterno”.

Las tres novelas, nacidas en el mundo anglosajón, coinciden, además, en el tiempo y en el espacio, con la aparición del marxismo y la creación de la primera “sociedad de sabios” de la modernidad que unieron a representantes de las corrientes eugenésicas británicas, intérpretes del marxismo y evolucionistas arrebatados por la nueva teoría darwiniana. De hecho, uno de los vástagos de ese círculo, Aldous Huxley escribirá Un mundo feliz (1932) y aquí si que tenemos una descripción del rumbo que ha tomado la humanidad en el siglo XXI.

Para leer la novela hay que despojarse de prejuicios y de su estructura narrativa, incluso de los personajes (Huxley apenas se toma la molestia de disimilar los nombres de los personajes que aparecen en su novela o de medios de comunicación que cita), si prescindimos de toda la hojarasca colocada para impedir ver el bosque, lo que Huxley nos está pintando es la sociedad hacia la que nos encaminamos. Esa sociedad:

- no será ni capitalista, ni comunista (de hecho, el neo-capitalismo es diferente al capitalismo del siglo XIX y el comunismo chino o la “nueva izquierda” aparecida tras 2010, tiene nada que ver con el marxismo-leninismo del siglo XX. Incluso se toma la molestia de presentar dos personajes femeninos, Polly Trotsky y Morgana Rothschild)

- sería una dictadura perfecta: con “apariencia de democracia, básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre”.

- las “crisis” generarían un Estado Mundial. La última sería la que ocurriría en el “año 141” (para Huxley el “año cero” es 1908, cuando la fábrica Ford lanzó su modelo Ford T. Para Huxley, este hecho es tan importante que da comienzo a una era nueva). El “año 141” corresponde a nuestro 2049: una guerra habrá colapsado al planeta y generado la necesidad del Estado Mundial.

- la sociedad ya no está estructurada en clases sociales, sino en “castas”: la sociedad está controlada por “los alfas” y por sus delegados, “los betas”, luego está el resto en orden descendente.  Arriba de todo, “los doble alfa +”, científicos y administradores, gobiernan.

- existe armonía racial en el planeta. Es significativo que la única relación sexual que mencione Huxley tenga lugar entre una actriz blanca y un actor negro. Bebés blancos y negros, son producidos en el “criadero central” de Londres.

- la droga es el alimento gracias al cual se logra mantener en pie a los deprimidos y orientar la emotividad. Es el “soma”: un gramo de soma, cura diez sentimientos melancólicos. Da esperanzas como el cristianismo y anima como el alcohol, pero “sin ninguno de los efectos secundarios” de ambos.

- Se trata de eliminar la individualidad, la estructura de la familia, la práctica de la sexualidad física, la maternidad, mientras que todo tiende a excitar la sensación de placer: incluso los trabajos más penosos y las actividades más desagradables. El “soma” lo resuelve todo.

De ha dicho que, Un mundo feliz, es una “distopía”. No está del todo claro: así como 1984 de Orwell o Farenheit 451 de Ray Bradbury, lo son, no puede decirse lo mismo de la novela de Huxley que, despojada de todos sus recursos narrativos, anticipa algunos de manera absolutamente inquietante, rasgos y tendencias presentes en la modernidad. Por lo demás, no puede eludirse el hecho de que su autor era hermano de Julian Huxley fundador de la UNESCO y su abuelo Thomas Henry Huxley era llamado el “bulldog de Darwin” por su enconada y violenta defensa de la teoría de la evolución. El abuelo de los Huxley formaba un círculo intelectual junto con Francis Galton (fundador de la teoría eugenésica inglesa), el propio Darwin (del que Galton era primo), Herbert Spencer (fundador del darwinismo social y secretario de la Sociedad Filosófica de Derby, constituida a finales del XVIII por Erasmus Darwin, abuelo de Charles Darwin). A este círculo fue frecuentado también por el doctor Aveling, yerno de Karl Marx, darwinista.

Marx, por su parte, profesaba devoción por Darwin e incluso quiso dedicarle la edición inglesa de El Capital. La admiración, al parecer, era recíproca. Lo importante de este círculo de intelectuales es que estaba orientado hacia la izquierda y fue uno de los puntales para la posterior constitución de la Sociedad Fabiana una especie de grupo de presión del Partido Laborista británico fundada en Londres en 1884 y a la que pertenecieron el matrimonio Webb, y los escritores George Bernard Shaw y H. G. Wells.

Más adelante dedicaremos algunas líneas a la Sociedad Fabiana, pero basta por el momento, recordar que Wells es otro de los escritores de ciencia ficción que más han influido sobre el pensamiento transhumanista. Además, Wells, aspiró siempre a intervenir en las decisiones políticas y para ello buscó relaciones con los mas altos mandatarios de su época, desde Roosevelt hasta Stalin y, por supuesto, con los del todavía “Imperio Británico”.

Las novelas de anticipación de Wells han contribuido también a generar el caldo de cultivo fantástico que envuelve al transhumanismo: tanto El hombre invisible (1897), como La isla del doctor Moreau (1896) o La máquina del tiempo (1895), aluden a campos de investigación en los que los transhumanistas se han centrado particularmente, sin olvidar sus novelas sobre intervenciones extraterrestres en el planeta Tierra (La guerra de los mundos [1898]) o viajes al espacio (Los primeros hombres en la Luna [1901]) que confirman la misma tendencia que acabamos de ver entre los “cosmistas” rusos.

Para colmo, Wells, tras separarse del matrimonio Webb y de la Sociedad Fabiana elaboró un manifiesto, La conspiración franca (que nosotros mismos hemos reeditado, precedida por un ensayo introductivo) en donde concretaba algunos aspectos que considera “débiles” de la doctrina fabiana. Las ideas de Wells en esta obra (La conspiración franca no es una novela sino un ensayo) eran simples y pueden resumirse así:

1.- la existencia de un gobierno mundial (cuyo embrión serían las Naciones Unidas).

2.- la existencia de una enciclopedia mundial y de una red mundial educativa (inevitable pensar en Internet y en Wikipedia).

3.- la existencia de una producción colectiva y de un sistema mundial de crédito y dinero (la libre circulación de capitales y el principio de creación del dinero mediante la deuda).

4.- la extinción de las fábricas de armamentos en manos privadas (hoy están en manos de gigantescos consorcios económicos).

5.- la modernización de la educación en todo el mundo (realizada a través de la UNESCO).

6.- el derecho de circulación por todo el mundo…

Algo, por tanto, ha quedado de aquella “conspiración”.

Como veremos, todas las ideas registradas por Wells y por los anteriores escritores de ciencia ficción que hemos mencionado, ven integradas sus ideas en la ideología transhumanista.

Toda ahora examinar lo que podríamos llamar literatura “teológico evolucionista”. Otra de las tendencias que engloban el arsenal doctrinal de la modernidad. Y, para ello, será necesario referirnos a Teilhard du Chardin y dar un rápido vistazo a las corrientes eugenésicas británicas ya mencionadas.








 

jueves, 28 de abril de 2022

ORGANIGRAMA DE LAS IDEOLOGÍAS DE LA MODERNIDAD (2 de 5) Del ocultismo al pensamiento mundialista


3. Del ocultismo al pensamiento mundialista

¿Qué es el “ocultismo”? En síntesis, podría decirse que es una “fascinación por lo oculto”, pero sería decir poco. En la práctica, se trata de una serie de divagaciones seudo-espiritualistas que derivan de una mala comprensión de las antiguas corrientes espirituales. Estas han sido entendidas, no como “vías de acceso a la trascendencia”, sino como “formas para obtener poderes paranormales”. Las concepciones tradicionales, por esta regla de tres, han pasado a ser “ideas ocultistas”. Por increíble que pueda parecer, en “ocultismo” se ha filtrado en una época aparentemente “racionalista”. De hecho, desde su origen “ocultismo” y “racionalismo”, contra lo que se tiene tendencia a pensar han ido al mismo paso.

En efecto: los trabajos de la historiadora Frances Yates sobre el “humanismo místico” del Renacimiento (con Giordano Bruno, Pico della Mirandola, Marsilio Ficino, Cornelio Agrippa), no dejan lugar a dudas sobre la fascinación y la posición central que tuvieron en su pensamiento los llamados “textos herméticos”, atribuidos a Hermes Trimegisto. La misma historiadora confirmó en sus estudios sobre el “iluminismo rosacruz” y sobre “la filosofía oculta en la época isabelina” que el “racionalismo” tuvo como nudo central a una fracción de la secta rosacruz a la que pertenecieron tanto Francis Bacon, René Descartes y Newton, los tres fundadores del paradigma científico que ha imperado desde el siglo XVII hasta el XX.

Sin olvidar que otro de los miembros más notables de esta fraternidad, Amos Comenius, es hoy considerado como el “fundador de la pedagogía moderna” (Comenius aludía a la “enseñanza panfósica”: “enseñar todo a todos”) y tenido como el gran inspirador de la UNESCO (véase Juan Amos Comenius, apóstol de la educación y de la comprensión internacional). Comenius lanzó la idea de que no se trata de “educar” a la humanidad, sino de “corregir a la humanidad”, ¿cómo? A través de la educación. ¿Con qué objetivo? Con el de llegar a la “panortosia”, la situación en la que los conflictos se solucionen “con el tribunal de paz, sin guerras, ni violencia”.

Los trabajos de investigación de Frances Yates confirman las tesis de Evola y Guénon, sobre el origen remoto del “pensamiento moderno”: un sector del humanismo renacentista había asumido la idea de que podían adquirirse “poderes” y “dominio sobre la naturaleza”, mediante “procedimientos mágicos”, idea asumida a partir de una lectura incorrecta y parcial de los textos herméticos alejandrinos redescubiertos en el Renacimiento. Esta corriente fue ganada por sectores disidentes del catolicismo durante las guerras de religión y la “reforma” protestante y terminó confluyendo con sectas rosacrucianas, herederas de corrientes místicas medievales surgidas en el siglo XIV que, poco a poco, fueron desprendiéndose de sus incrustaciones místicas y religiosas, y orientándose hacia prácticas científicas y filosóficos: Descartes aportó el “racionalismo” y la “duda sistemática”, Bacon el “método empírico e inductivo” y Newton “la física mecanicista”. Obviamente, este sector decantó a las sociedades occidentales hacia la sobrevaloración de la ciencia como factor de progreso. Las consideraciones morales y éticas, se mantuvieron en un primer momento, pero, poco a poco, fueron siendo relegadas a segundo plano llegándose en el siglo XX a la “ciencia sin conciencia”, incluso a realizar investigaciones en campos que amenazaban (y amenazan) a “lo humano”. La ciencia daba el “poder” que los humanistas renacentistas habían buscado en los textos alejandrinos y en la “magia”. Esta idea, como veremos, será central en el movimiento transhumanista.

Otro sector de estas corrientes, menos dotado para el espíritu científico y las ciencias puras, optó por mantenerse en el terreno de los poderes adquiridos por métodos paranormales. Y de esa tendencia nació el ocultismo contemporáneo. Las sectas “rosacruces” fueron las responsables de la oleada de alquimistas que sacudió Europa en los siglos XVII y XVIII y también de la aparición de “filosofías místicas” en torno a lo personalidades concretas que desarrollaban sistemas propios: Swedenborg, Saint-Martin, Jakob Böhme, Martínez de Pasqually, Willermoz, etc.

Estas corrientes convergieron con la masonería inglesa del siglo XVIII. Es preciso realizar una precisión sobre el papel de la masonería (le lectura de la obra de Bernard Fay sobre La masonería y la revolución intelectual del siglo XVIII es, literalmente, imprescindible para entender esta convergencia y cómo se produjo). El papel de la masonería no fue otro que el de allanar el terreno y preparar las “revoluciones burguesas” que acompañaron a la Primera Revolución Industrial. La corriente mayoritaria de la masonería se recubrió con ideas místicas y divagaciones ocultistas y fue también el centro de reclutamiento para muchos grupos ocultistas. Llegados al último tercio del siglo XX, la masonería era ya una sombra de lo que fue: las revoluciones liberales habían triunfado en Europa y en buena parte del mundo y el ritualismo masónico, así como los casos de corrupción, y la aparición de ONGs que asumían una parte sustancial de las iniciativas masónicas (especialmente en lo relativo a obras benéficas y a denuncias contra los reales o supuestos adversarios de las democracias), entrañaron su declive a partir del final de la Segunda Revolución Industrial (principios de los 80). Hoy sigue siendo un “grupo de presión”, pero excepcionalmente disminuido en relación al peso que tenía hace cuarenta años y muy por detrás de otros grupos de presión (Foro Económico Mundial, Club de Bildelberg…).

La marcha del ocultismo registró en el siglo XIX la aparición de un fenómeno nuevo: la Sociedad Teosófica que, oficialmente, se proponía el “estudio científico de las religiones”, pero que, en realidad, desembocó en un grupo ocultista convencional, con sus dogmas, su reiterada mala lectura e incomprensión de textos budistas y, en general, de textos tradicionales. La aparición de la Sociedad Teosófica coincidió con la irrupción política e ideológica del marxismo y puede decirse que ambos son hijos del mismo espíritu: la “idea de progreso”. De la misma forma que el marxismo decía que la humanidad progresaba a través de la lucha de clases, los teósofos sostenían que existía una evolución progresiva ascendente en la historia que llevaba del dominio de una “raza matriz” a otra “raza matriz”. Ambos, coincidían, igualmente en que nos aproximábamos a un período de “mutación histórica” que, para los marxistas vendría marcado por la subida al poder del proletariado, el internacionalismo y la colectivización de la propiedad y para los teósofos por la llegada de la “nueva era de Acuario” (que pondría fin a la “era de Piscis” o era del cristianismo), se llegaría al mundialismo y a una “nueva religión universal”. Esta idea, como ya hemos visto, estaba presente en la contracultura de los años 60 en donde aparece obsesivamente y, por supuesto, en su heredero el movimiento de la New Age.

No es raro que, en toda Europa, el teosofismo de Helena Petrovna Blavatsky, apareciera siempre junto a las fracciones más “progresistas” de la humanidad del siglo XIX y que sus militantes apoyaran todas las “causas progresistas”: desde el sufraguismo, hasta el feminismo, nuevos conceptos educativos, la contracepción, los movimientos sociales y educativos de vanguardia, la creación de un nuevo “idioma universal” (que sería el “esperanto”) y, en especial, la lucha contra la “religión de la época cósmica anterior”, el catolicismo. La Sociedad Teosófica, dirigida por una notoria feminista, Annie Besant, y un pedófilo puro y simple, Charles Webster Leadbeater, presentaran a un niño hindú, como el “mesías de la nueva era”. Se trataba de Jidu Khrisnamurti, presentado por los teósofos como “líder espiritual” de la “nueva era”.

Khrisnamurti desembarcó pronto de aquella loca aventura y se contentó con ser el “gurú de los millonarios” norteamericanos, escribir unos cuantos libros y folletos de misticismo ingenuo y vivir una postrera fama durante el período de la contracultura, siempre buscando la compañía de famosos. La Sociedad Teosófica, a partir de la defección de Khrisnamurti entró en crisis. Una de las escisiones, Buena Voluntad Mundial, fundada por Alice Ann Bailey (otra teósofa que decía estar en contacto con “entidades espirituales” que le dictaban por “clariaudiencia” sus obras), consiguió que uno de sus más prominentes partidarios, Robert Müller, fuera secretario general adjunto de la UNESCO durante 40 años, desde la creación de la entidad hasta su jubilación y el más próximo colaborador en la entidad de Julien Huxley (de quien hablaremos más adelante). Así mismo, estas organizaciones ocultistas consiguieron que Daj Hammarksjold (secretario general de las Naciones Unidas entre 1953 y 1961) abriera en el hall del edificio central, un “salón de la meditación” diseñado sobre patrones incuestionablemente ocultistas.

A este respecto no hay que olvidar que la UNESCO es, en la actualidad, el principal financiador, apoyo y sostén de “Auroville”, la llamada “ciudad de la nueva era”, construida en la India (en Pondicherry, Estado de Madrás) en donde viven un millar de “aurovillianos”, llegados de todo el mundo. La ciudad nació de la iniciativa de Mirra Alfassa, esposa de Sri Aurobindo, un gurú hindú, más o menos heterodoxo en relación a su religión tradicional. Mirra Alfassa, impulsora había sido compañera del ocultista Max Theón, un judío polaco, antiguo miembro de la Hermetic Brootherood of Luxor, que luego fundaría el Movimiento Cosmista. El símbolo de Auroville es, precisamente, el que fuera símbolo habitualmente utilizado por el movimiento de Theón. Las ideas de Theón, no eran diferentes de las corrientes ocultistas de su tiempo: universalismo, ideas de “nueva era” y de “fusión”. (Puede consultarse esta temática con más detalles en nuestro artículo: Auroville, la ciudad financiada por la UNESCO)

¿Qué tienen en común todas estas corrientes ocultistas que hemos mencionado con las respetables organizaciones internacionales citadas en este artículo? El “mundialismo”, esto es, la idea de que la humanidad ha entrado en una nueva fase de evolución en la que tendemos a la “unificación mundial”. Esta unificación se dará en cinco aspectos:

- el aspecto económico (con la globalización que será un “factor de progreso unificador”),

- el aspecto religioso (“nueva religión mundial” que resultará de la fusión de las existentes),

- el aspecto cultural (con la idea del “mestizaje cultural” tan en boga hoy y la idea de que con la cultura pueden rectificarse y reorientarse todos los impulsos humanos incluso el ADN),

- el aspecto étnico e identitario (con la desaparición de las “razas” mediante la fusión y la alusión a la única “raza humana”) y

- el aspecto científico (con el desarrollo de aplicaciones científicas de vanguardia que harán posible que el ser humano se “trascienda” a sí mismo).

En algunos capítulos de nuestra obra Hijos de la Teosofía y El pensamiento excéntrico, ya tocamos con más detalle algunos de estos aspectos. No hace falta aludir a “conspiraciones”, sino más bien a “proyectos comunes”. Y, las pistas históricas nos permiten sostener afirmaciones muy concretas:

1) El origen del “pensamiento ocultista” se encuentra en el “humanismo mágico” del Renacimiento, tal como ha sido establecido por Frances Yates.

2) El paradigma científico mecanicista, todavía en buena medida en vigor, procede de tres personajes (Bacon, Descartes, Newton) vinculados a medios de la secta rosacruz (cuya orientación y objetivos tenían ya poco que ver con la organización fundada en el siglo XIV).

3) La masonería asumió en integró en los siglos XVIII y XIX, a amplios sectores ocultistas y los ganó para su tarea de “reforma política”. Su papel como “motor de las revoluciones liberales” se detuvo cuando estas fueron realizadas y quedaron consolidadas a mediados del siglo XX.

4) Las organizaciones internacionales surgidas a partir de 1945 estuvieron, desde el principio, penetradas por el espíritu “mundialista” que, previamente, había calado en el ocultismo teosófico y en sus variantes, haciéndose eco y rectificando -a través de la idea de “cambio de era cósmica”, de Piscis a Acuario- la idea marxista de “internacionalismo”.

5) Las ideas comunes, tanto de los sectores marxistas, como de los sectores masónicos, como de los sectores ocultistas, presentes también en la UNESCO, especialmente, es la idea de “unificación mundial” a todos los niveles (cultural, económico, étnico, religioso, político).

Ahora bien, todo este planteamiento no estaría completo, si ignorásemos la influencia del ocultismo en el otro bloque, el comunista, cuyo ciclo histórico se prolongó desde la revolución bolchevique de 1917 hasta la desintegración de la URSS en 1991 con su disolución.



miércoles, 27 de abril de 2022

ORGANIGRAMA DE LAS IDEOLOGÍAS DE LA MODERNIDAD (1 de 5)

¿Por que hoy se alude constantemente a lo LGTBIQ+? ¿A qué esa insistencia en la Agenda 2030? ¿Por qué se insiste tanto en acabar con el estudio de la historia y de las humanidades en los planes de estudios? ¿por qué "centro-derecha" y "centro-izquierda" están cada vez más predispuestos al pacto y se muestran como bomberos poco dispuestos a pisarse sus respectivas mangueras? ¿Y ese afán de "igualdad" y de "unificación mundial" tan agitado por la UNESCO? ¿qué aspira? ¿de dónde procede? Y, por lo mismo, cabría preguntarse el por qué de favorecer e instigar las grandes migraciones -el que llega a Europa "lo tié to' pagao"- y borrar las identidades nacionales... Pues bien, todo esto es imposible de interpretar sin antes conocer la naturaleza, el origen y la esencia de lo que hemos llamado "ideologías de la modernidad". Eso es lo que pretendemos exponer en esta serie de artículos.

*      *      *

Evola ya estableció en Revuelta contra el Mundo Moderno la génesis del pensamiento moderno. Resultaría, por tanto, inútil insistir en lo ya escrito. Ahora bien, en los últimos 40 años, las ideas dominantes en la modernidad han ido variando. No estoy muy seguro de que exista algún estudio accesible, “políticamente incorrecto” y fuera de la dependencia al “pensamiento único” que integre las distintas corrientes que han dado lugar a las ideas dominantes en el siglo XXI. Es un terreno vidrioso en el que siempre se corre el riesgo de olvidos interesados, incomprensiones o, simplemente, ocultaciones deliberadas. Hay algo en las ideologías del siglo XXI que resulta enfermizo. Sin embargo, parece claro que las sífilis que cabalgan sobre él son los resultados últimos y terminales de infecciones anteriores que Evola (coincidiendo con René Guénon) sitúa en torno al siglo XIV-XV, esto es, con el declive del ekumene medieval y los primeros pasos del humanismo renacentista. Evola siguió su análisis en Cabalgar el Tigre y plasmó la evolución del pensamiento “moderno” hasta las convulsiones de los años 60. Fue en ese momento, cuando nosotros mismos, por edad, adquirimos conocimiento de nuestro tiempo y nos sentimos predispuestos a estudiar los fenómenos que se fueron sucediendo a partir de la “revolución cultural de los 60”. Lo que sigue es el resumen de lo que hemos podido deducir de la evolución del pensamiento “moderno”. Dividiremos el estudio en cinco partes:

- De la contracultura al transhumanismo
- Del ocultismo al pensamiento transhumanista
- Del marxismo enunciado por Marx al marxismo de la Escuela de Frankfurt
- De la Escuela de Frankfurt a la Agenda 2030 y
- Los dos vectores de la modernidad: globalismo y mundialismo

 


1. EL TRÁNSITO DE LA CONTRACULTURA A LA NEW AGE

Aquella década estuvo marcada por cinco fenómenos:

- aparición de la contracultura

- revolución sexual y de las costumbres

- concilio Vaticano II y pérdida de iniciativa de la Iglesia Católica en Europa

- apogeo del pensamiento marxista a pesar de sus disidencias

- prosperidad económica generalizada

En el fondo, todos estos fenómenos estaban, más o menos, vinculados entre sí y ninguno de ellos hubiera podido darse en solitario: la aparición de la contracultura era ampliamente tributaria de la llamada “Escuela de Frankfurt”, formada por marxistas heterodoxos alemanes exiliados a los EEUU durante el Tercer Reich y que, adaptaron sus creencias a la sociedad americana, fusionando su pensamiento con las concepciones freudianas. La ideología marxista, perdió en este país, EEUU, su tradicional austeridad y se convirtió en el heraldo de “la liberación sexual”, “Eros venciendo a Thanatos” y “el placer como fin último”. Esta formulación ideológica cuajó en los EEUU en forma de contracultura, junto con otros fenómenos que, igualmente resultaron adulterados desde que se les trasladó de sus lugares de origen al territorio de los EEUU: budismo, hinduísmo, tantra, zen…

Y luego apareció la droga: los doctrinarios del marxismo reorientado no podían admitir la existencia de ningún tipo de realidad más allá de la materia, pero confrontados a la psicodelia, debieron de admitir formas de placer que, discreta e interesadamente, habían sido ignoradas por Freud y que sumergían en “otros estados de conciencia”. Olvidaron que Aleister Crowley ya había establecido que la “droga es el alimento de los fuertes”. Lo sabía, porque había pasado por ese camino y él mismo estuvo a punto de descarrilar (y, de hecho, descarriló en varios momentos de su biografía). Muchos más débiles que Crowley, buena parte del movimiento hippy, que asumió el cannabis y el LSD como “dieta” cotidiana, resultaron destruidos en la aventura.

A finales de los años 60, la contracultura era un recuerdo en EEUU y podría decirse que el asesinato de Sharon Tate y de sus amigos, por parte de la “familia Manson” dio el carpetazo definitivo a la aventura. Las conversaciones de paz en París entre los EEUU y el gobierno de Vietnam del Norte, hicieron que las movilizaciones contra la guerra aflojaran y, para colmo, en 1973, la cuarta guerra árabe-israelí, la guerra del Yom-Kippur, abrió las puertas de par en paz a la primera recesión económica de la postguerra con el que se podía fin a “los 30 años gloriosos” de la economía mundial.

Lo que había sobrevivido del movimiento contracultural de los 60, ha tenido continuación hasta nuestros días. La publicación de dos obras, El Tao de la Física (1975) de Fritjof Capra y La conspiración de Acuario (1980) de Marilyn Ferguson, contribuyeron a facilitar el tránsito entre la ya demolida contracultura y el movimiento de la New Age que se gestó a lo largo de los años 80. A finales del milenio, éste movimiento ya manifestaba interés en lo que hoy se conoce como ”transhumanismo” y puede afirmarse que buena parte de los sectores que hoy se inspiran en esta ideología surgieron en los 90 del área de la New Age. Los que, aún hoy, siguen considerándose como “newagers”, o bien pertenecen a sectas (eufemísticamente llamadas “nuevas religiones” y hay decenas de ellas), o bien venden cursos y terapias (que abarcan desde cursos de meditación, autoayuda, terapias cognitivas, sistemas de sanación alternativos que van desde la vieja homeopatía hasta el chamanismo, pasando por adaptaciones de sistemas orientales, etc, etc.).

En realidad, cabría decir que “no hay nada nuevo bajo el sol”. En EEUU se consideró que la New Age era una parte de lo que llamó “tercer gran despertar espiritual”, siendo el primero el que acompañó a la Revolución Americana y a la independencia, el segundo el que se situó en las inmediaciones, antes y después, de la Guerra de Secesión, siendo el tercero el que apareció con la contracultura: cada uno de estos despertares generaron o contribuyeron al desarrollo de sectas religiosas: la masonería el primero, los mormones, adventistas, los espiritistas, testigos de Jehová el segundo y grupos como la Cienciología, las sectas orientalistas y la reaparición de los “cristianos renacidos” en el campo conservador. Incluso los movimientos eugenésicos y de salud que aparecieron en los EEUU a finales del siglo XX tenían puntos en común con la contracultura de los años 60-70 y con la New Age (véase a este respecto la película de Alan Parker, El balneario de Battle Creek [1994]).


2. DE LA NEW AGE AL TRANSHUMANISMO

Ahora bien, hay que considerar en el movimiento de la New Age un elemento que no estaba presente en la contracultura: la admiración y la fascinación por la técnica. A partir de la lectura de El Tao de la Física, la idea dominante en este ambiente fue que las doctrinas tradicionales ya habían enunciado, de una manera dramatizada en imágenes míticas y en una mística espiritualista, principios que estaban presentes en la física teórica a partir de los años 70. Esto supuso un interés de antiguos miembros de las corrientes contraculturales por las “ciencias de vanguardia”. Y fue así como apareció una de las vías -a finales de los años 90- que condujeron de la New Age al Transhumanismo. Un caso típico de esta corriente fue la creación del Instituto Extropiano cuyo manifiesto fue publicado en 1998 (puede leerse en El manifiesto extropiano). Los cinco puntos en los que se basan, resumen las ideas de lo que podemos llamar “proto-transhumanismo”. Son significativas:

1) Progreso indefinido, “sin fin”. Ese progreso no alude solamente al aspecto material, sino también a la evolución de la especie humana. Su idea es que “lo humano” debe ser superado de la misma forma que el primate fue superado por “lo humano”.

2) Igualdad sin restricciones, sociedad sin autoridad. Esto es, una sociedad utópica que será facilitada por la revolución científica que se aproxima y que posibilitará que todos seamos modificados genéticamente, se puedan eliminar las enfermedades e incluso la muerte.

3) Una sociedad colectivista, sin propiedad individual. Afirman querer eliminar “leyes arcaicas y obsoletas”, sobre derechos de autor, patentes, dinero y propiedad. Se suman al espíritu de los fundadores de la “era digital” en los años 80, para los que la “información” debía ser gratuita y accesible a todos

4) La “edad de la inteligencia”. Los extropianos se llamaban así en contraposición a la segunda ley de la termodinámica, la ley de entropía, según la cual, los sistemas cerrados van perdiendo energía. Los “extropianos”, por el contrario, defendían un mundo hecho de “energía desbordante”, “creatividad y optimismo”, “ingenio y pensamiento crítico”, considerándose a sí mismos, como quintaesencia del “pensamiento nacional”.

5) Culto a la máquina. Auguraban un futuro en el que la humanidad se vería liberada de la pesada carga del trabajo y de los trabajos repetitivos mediante la robótica y las nuevas tecnologías y apostaban por la “singularidad” (situación que se daría cuando el pensamiento de la máquina igualara al del cerebro humano) y por la IA (inteligencia artifical).

Los “extropianos” tuvieron su origen en la obra de Max More, Los principios de la Extropía (1983). More es hoy presidente de Alcor (empresa que criogeniza cuerpos a la espera de que la ciencia descubra remedios para sus dolencias y los revitalice). No es un científico, sino que sus estudios giran en torno a la “filosofía, la política y la economía”; si lo fuera sabría que la física no ha dado constancia de ningún fenómeno “extropiano” (a diferencia de la entropía). Pero, eso no le impide profesar y transmitir un “optimismo científico” con el que se nutre todo el movimiento transhumanista. El Instituto Extropiano creado en 1991, terminó disolviéndose en 2006 y los propios redactores del Manifiesto Extropiano (Breki Tomasson y Hank Pellisier), junto con More, pasaron al Movimiento Transhumanista en 2010.

Ahora bien, antes de pasar a un estudio más directo del Transhumanismo, será bueno realizar algunas observaciones que nos ponen en las pistas de otras influencias presentes en el Manifiesto Extropiano:

1) Por una parte, aparece una “veta marxista” en su solución colectivista e igualitaria.

2) Se percibe una alusión al “marxismo reorientado” de la Escuela de Frankfurt en su alusión al “pensamiento crítico”, un concepto que cabalga paralelo a este grupo de intelectuales alemanes.

3) Está presente todavía el espíritu de la primera generación de Sillicon Valley que creía en un mundo de la información abierto a todos, con códigos libres, accesible y gratuito y, por todo ello, “democrático e igualitario”.

4) Se percibe la aceptación acrítica del “progreso” y de la “evolución” como motores de la historia y de la propia especie. Ambos conceptos se convierten en dogmas intocables.

5) Finalmente, el manifiesto destila, por todo lo anterior, “optimismo científico” que llegará a augurar y celebrar la inmortalidad como objetivo final de la “revolución extropiana”.

El extropianismo se ha extinguido como tal en el magma del Movimiento Transhumanista. En la práctica, es la pieza de enlace entre sectores de la antigua New Age y las actuales concepciones transhumanistas. Pero, antes de seguir el análisis de esta corriente, será bueno, detenernos en otras influencias anteriores de las que el Transhumanismo es el resultado final: corrientes ocultistas y teosóficas, corrientes marxistas no leninistas, corrientes cientifistas surgidas en el último cuarto del siglo XIX en el Reino Unido y la aparición de literaturas de ficción que se convirtieron en heraldos de las “ciencias de vanguardia”, muy por delante de la marcha de la “ciencia real” y más en contacto con la “ciencia ficción” que con la evolución probable del pensamiento científico moderno.



martes, 26 de abril de 2022

Neofascismo: Jean Thiriart y la “lección cuatricontinental” al alumno Chu–Enlai

Un folleto corre desde los años 80 por el universo neofascista. Está escrito por un español, santanderino, que, al parecer, se suicidó hace ya tiempo, Cuadrado Costa. Fue en los primeros años 80, interlocutor de Thiriart en España, cuando ya se habían apagado los ecos de la sección española de Joven Europa y Gil Mugarza ya había publicado su kilométrica entrevista con Thiriart. El folleto en cuestión se titulada: “De Joven Europa a las Brigadas Rojas”. Venía a decir que Jean Thiriart había evolucionado hacia la “izquierda” y que Jeune Europe había terminado siendo un “movimiento de liberación nacional”, cuya intención era constituir una guerrilla antiamericana tan de moda en aquella época. Esta tesis se apoyaba en que había elementos de Jeune Europe “en la resistencia palestina” (ya hemos visto lo que podía haber de cierto en el misterio sobre “Roger Coudroy, primer caído europeo en Palestina”), en las Brigadas Rojas (la presencia de Renato Curzio que, en realidad, no fue miembro de Giovane Europa, sino de Giovane Nazione, apenas por unos meses y muy joven), y en la supuesta voluntad de Thiriar que se disponía a formar unas “Brigadas Europeas” para lograr la liberación continental mediante la “vía armada” y buscó apoyos de “dirigentes árabes” (a los que, empezando por Nasser, Thiriart acusó de “obtusos”) y, finalmente, la traca, se entrevistó con el mismísimo Chu-Enlai, el primer ministro de la República Popular China. Cuadrado Costa reprodujo todos estos datos, aventurados, muy poco sólidos, apenas sin bases reales y lanzó un folleto que aumentó todavía más el confusionismo de los neofascistas de los años 80 y que sigue siendo tomado en serio por algunos.

Insistimos en lo ya dicho: Jean Thiriart fue nuestro “maestro de juventud”. Pero somos de aquellos “antiguos” que sostienen ser “amigos de Platón, pero más amigos de la Verdad”. Y este principio nos obliga a reunir estos datos y desmentir radicalmente el encuentro con Thiriart-Chu-Enlai: un episodio insostenible.

En la práctica, insistir en estos temas constituye un suicidio político que el propio Thiriart experimentó en su propia piel: cuanto más insistió en esa dirección, más aislado y solitario se encontró. Los tiempos del “primer Thiriart”, el partisano de una “Europa unidad, fuerte y libre, de Brest a Bucarest”, habían quedado atrás y su “giro a la izquierda”, (el “segundo Thiriart”) solamente generó vacío, soledad, aislamiento y atención de verdaderos outsiders como el pobre Cuadrado Costa…

*     *     *

Sin duda, uno de los parágrafos más curiosos del folleto De Jeune Europe  aux Brigades Rouges es el titulado “El encuentro Thiriart–Chu–Enlai en Bucarest (verano de 1966)[1]. Lo reproducimos en su totalidad. Es Thiriart quien habla:

"En su fase inicial, mi encuentro con Chu Enlai no fue más que un intercambio de anécdotas y recuerdos. Chu Enlai estaba interesado en mis estudios de escritura china[2] y yo en su estancia en Francia que para él representó un agradable recuerdo juvenil. La conversación luego se centró en el tema de los ejércitos populares, un tema querido tanto por él como por mí. Las cosas se volvieron amargas a medida que se acercaba progresivamente a lo concreto. Sufrí luego un verdadero curso de catecismo marxista–leninista. Chu se extendió luego en el inventario de los graves errores psicológicos cometidos por la Unión Soviética. Y la lección pasó a las nociones sobre "alianza jerárquica" y "alianza igualitaria". Para relajar el ambiente, abordé el problema de los disturbios que había organizado en Viena en 1961 durante la reunión Khrushchev–Kennedy[3]. Pero el intento de hacerle aceptar el concepto de la lucha cuatricontinental global de todas las fuerzas antiamericanas en el mundo, fueran cuales fueran sus orientaciones ideológicas, fracasó. Con ese fin, llamé su atención sobre el hecho de que también era la opinión del general Perón, amigo desde hacía mucho. Saltó un poco cuando le señalé que, en Argentina Perón, a nivel psicológico, era una fuerza inconmensurablemente más fuerte que el comunismo.

"Soy un hombre pragmático. Así que le pregunté sobre los medios: dinero para desarrollar nuestra prensa y un santuario para nuestra organización y para la preparación y estructuración de un aparato político–militar revolucionario europeo. Me remitió a sus servicios. El único resultado fue, al final de la reunión, un excelente almuerzo, en un ambiente muy relajado. Entonces reaparecieron los oficiales rumanos, que no habían asistido a las reuniones políticas. Más tarde, no pude obtener nada de los servicios chinos, cuya incomprensión de Europa era total, tanto psicológica como políticamente".

Cabe señalar que Patrice Chairoff, aludió a la misma entrevista entre el antiguo dirigente de Jeune Europe y el mandatario chino. Chairoff cuyos contactos con varios servicios secretos (incluido el israelí) no son ningún secreto y cuyo libro lleno de odio, Dossier Neo–Nazisme, se hubo beneficiado de indiscreciones procedentes del medio neo–fascista francés. Dice Chairoff:

"El PCE (Parti Communautaire Européen, formado en octubre de 1965 por Jeune Europe) y sus devotos militantes, ofrecieron una logística apreciada por los servicios especiales chinos representados en Bruselas por Wang–Yu–Chang y muy interesados ​​en los organismos de la OTAN y del SHAPE con sede en territorio belga, pero la personalidad muy particular de Thiriart puso fin abruptamente a esta colaboración. A pesar de una reunión del jefe del PCChino, con Chu Enlai en Rumanía en la primavera de 1966, unos meses después se produjo la ruptura..."[4].

Aquí terminan las referencias a esta reunión que, como mínimo, podemos calificar de “extraña”. Por muy desinformados que andasen los servicios de información chinos en Europa, bastaba con preguntar a la embajada china en Bruselas (el centro de la actividad diplomática de la República Popular China en Europa en aquella época) “quién eran Jean Thiriart” para que se elaborase –como suele ocurrir en todos los Estados con quienes llaman a la puerta de ese Estado– un pequeño dossier. Éste, sin duda, debería de haberse confeccionado en base a las informaciones aparecidas en la prensa y a los informes comprados a la policía belga. Y en 1966 no cabrían dudas: Jean Thiriart era un “neo–fascista” que defendía la presencia belga en el Congo (1960), que colaboraba con la OAS (1961-62), que se carteaba con notorios elementos neofascistas alemanes e italianos, portugueses y españoles (1962, Cumbre de Venecia), que sostenía que “Europa se defiende en Argel” (1964 en su libro Arriba Europa), … Ninguno de estos detalles podía haber pasado desapercibido para los servicios de información chinos en 1965 por torpes que fueran, especialmente en un momento en el que apenas se percibía el deslizamiento de Thiriart que luego se haría más acusado al final de Jeune Europe y en la nueva versión del Parti Communautaire Européen.

Cabría preguntarse el interés que Chu–Enlai podría tener por un neofascista belga que no se declaraba marxista, y que solamente aludía a un “leninismo” (que, a ningún marxista se le escapaba que no tenía nada que ver con lo que un militante comunista considera como doctrina de Lenin, ni siquiera en materia organizativa). Lo sorprendente es que el dirigente chino accediera a la entrevista, cuando en realidad, lo habitual en esos casos es que, quien pide la entrevista –Thiriart en este caso– hubiera debido pasar por tres filtros:

– el primero el de los servicios de inteligencia de la embajada china en Bruselas,

– el segundo el de un encuentro con algún dirigente de los servicios de inteligencia chinos y,

– en último lugar, el interés del que era, no lo olvidemos, primer ministro de la República Popular China que, en aquel momento, vivía una situación interior explosiva que terminaría en la “gran revolución cultural” que, en realidad, supuso una “gran convulsión” interior.

Porque, justo en los momentos en los que Chu–Enlai –presuntamente– se entrevistaba con Thiriart, en junio de 1965, Mao, viajaba a Shanghái, buscando apoyos para fortalecer su posición frente a los que consideraba “dirigentes reaccionarios de Pekín” (el alcalde Peng Zhen, y los partidarios de Liu Shaoqi y Deng Xiaoping). Chu–Enlai, a todo esto, que había sobrevivido como Primer ministro al desastre económico del “gran salto adelante” y sobreviviría también a la “gran revolución cultural”, gracias a su manifiesta lealtad hacia Mao, no parecía la persona más idónea para estar interesado en una entrevista con Thiriart. Ese mismo Chu–Enlai al que Thiriart propuso una ingenua “alianza cuatricontinental”, sería el mismo que poco más de un lustro después recibiría al presidente Nixon en Pekín. Tampoco la época era la más adecuada: el dirigente chino sabía que en su país existía una lucha abierta por el poder, a la que se superponían las disputas fronterizas con la URSS.

Igualmente extraño es el papel de los “servicios rumanos” en esta entrevista. Dice Cuadrado Costa: “Pero el resultado más espectacular de estos contactos al más alto nivel será el encuentro entre Chu–Enlai y Jean Thiriart, organizado por los servicios de Ceaucescu con ocasión de la visita del Primer Ministro Chino a Bucarest en el verano de 1966”[5]

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El viaje de Chu–Enlai a Bucarest se prolongó desde el 16 hasta el 24 de junio de 1966. En YouTube puede verse un reportaje sobre la recepción que recibió el mandatario chino al llegar. Obsérvese el séquito y la comitiva de coches que le acompañaban desde el aeropuerto. También hemos encontrado en la prensa rumana algunos datos sobre aquel viaje. Para ambos países se trataba de “abordar multitud de temas”. Ceaucescu destacó en los encuentros que Rumanía tiene "relaciones económicas y políticas con todos los países socialistas y nos esforzamos por desarrollar estas relaciones de colaboración en todos los ámbitos de actividad”.

Los objetivos de la visita eran, fundamentalmente económicos para los rumanos (que entonces empezaban a dar señales de cierta independencia formal en relación a la URSS). Los chinos querían que los rumanos se expresaran públicamente “contra el revisionismo”, algo que los comunistas rumanos no estaban dispuestos a realizar. Ceaucescu explicó durante las conversaciones del 22 de junio: “Me gustaría agradecer nuestro apoyo al apoyo expresado por el camarada Chu Enlai y los compañeros chinos en la lucha contra estas manifestaciones. Sin embargo, creemos que debe expresarse de cierta forma, lo que creará las condiciones para que actuemos en el futuro. Aquí están las diferencias entre nosotros y nuestros camaradas chinos". Rumania estaba interesada en mantener relaciones con los países socialistas vecinos, era miembro del Pacto de Varsovia[6] y del resto de acuerdos comerciales entre los países del bloque soviético. Más adelante en la misma reunión Ceaucescu fue más claro aún: "No comparto la opinión del camarada Zhou Enlai de que la Unión Soviética habría traicionado al socialismo, e iría a la traición".

El 23 de junio prosiguieron las conversaciones. Al día siguiente, Chu Enlai descubrió que “existe una diferencia fundamental entre nosotros en la forma en que vemos el revisionismo soviético. En su opinión, los revisionistas soviéticos contemporáneos han cambiado desde la época de Khrushchev”. El PCCh aprecia que los revisionistas soviéticos contemporáneos "traicionaron nuestra causa común, el marxismo–leninismo". En este asunto, "hay diferencias fundamentales" entre los dos partidos, y la dirección del PCCh reconoció "Ustedes son parte del Pacto de Varsovia, están en Europa y por lo tanto es imposible no tener vínculos con ellos”. Chu Enlai fue claro: “existe una diferencia fundamental entre nosotros en la forma en que vemos el revisionismo soviético. En su opinión, los revisionistas soviéticos contemporáneos han cambiado desde la época de Khrushchev; mientras que el PCCh aprecia que los revisionistas soviéticos contemporáneos traicionaron nuestra causa común, el marxismo–leninismo". 

Finalmente, se llegó a una solución de compromiso: Chu Enlai propuso que se emitiera un breve comunicado, en el que "se enfatizaron las relaciones amistosas entre nuestros partidos y nuestros países". Nicolae Ceaucescu estuvo de acuerdo y destacó que "debe reflejar el deseo común de desarrollar aún más las relaciones de amistad y colaboración entre nuestros partidos y pueblos".

El 23 tuvieron lugar manifestaciones públicas de solidaridad y amistad entre ambos países y se celebró igualmente un mitin político que fue retransmitido por la televisión nacional y que se prolongaría hasta las 22:00 horas y en el curso del cual hablaron Chu y Ceaucescu, sin pronunciar una sola palabra sobre la situación internacional y aludiendo solamente a las “realizaciones del socialismo” en ambos países y a la “amistad chino–rumana”. La ausencia de alusiones a la situación internacional, era el indicativo de que existían graves diferencias de opinión.

Hasta aquí, de todo esto se deduce que

1) La visita tuvo, sobre todo, una motivación económica bilateral,

2) Existieron diferencias en política internacional,

3) China no consiguió que el gobierno rumano aceptara condenar el “revisionismo soviético”, ni siquiera parcialmente.

4) Rumania había elegido mantener los acuerdos con la URSS.

Esto fue al menos lo que se deduce de los documentos accesibles por Internet que permiten preguntarnos:

1) ¿Qué interés tenían los servicios de inteligencia rumanos –los más débiles de Europa del Este– mediando en un encuentro entre Thiriart y el poderoso visitante chino, especialmente cuando estaba claro que Rumanía no estaba en absoluto dispuesta a indisponerse con la URSS?

2) ¿En qué momento concreto tuvo lugar la entrevista entre Thiriart y Chou Enlai, dado que el mandatario chino llegaba con una agenda apretada que contemplaba colaboraciones económicas bilaterales y, sobre todo, convencer a Bucarest de condenar el “revisionismo”?

3) ¿Qué esperaba Chu–Enlai de una entrevista con aquel que pasaba unánimemente por ser un “dirigente neofascista europeo”, cuyo movimiento había sufrido ya algunas escisiones y alcanzado un punto de inflexión que le llevaría en los dos años siguientes a perder la totalidad de las secciones nacionales?

Sabemos lo que esperaba Thiriart (medios económicos, y un “santuario” para desarrollar su organización), pero ignoramos por completo lo qué podía esperar Chu–Enlai.

La revista de Thiriart publicó un amplio reportaje sobre su viaje a Bucarest en los números 11, 12 y 13. Cuadrado Costa describe los artículos en cuestión reconociendo que fueron facilitados por la “agencia gubernamental de prensa rumana”, es decir, propaganda oficialista: “La industrialización en Rumania”, “Ciencia y Arte en Rumanía”… Tan plúmbeos como cualquier otra pieza de “propaganda”. De haber sido los contactos de Thiriart en Rumania, lo suficientemente intensos como para poder contar con enlaces en los “servicios de inteligencia”, estos le habría facilitado material periodístico mucho más interesante: fugas de información, exclusivas, material sensible para los gobiernos occidentales, verídico o productos de intoxicación informativa tan habituales en la Guerra Fría, etc. La mera publicación de artículos de publicidad del gobierno rumano, indica que tales contactos debieron ser superficiales (envíos de boletines de propaganda, de circulares periodísticas, invitaciones a recepciones, como máximo)

Pero lo que resulta completamente increíble es que fuera a través de los servicios de inteligencia rumanos como pudiera tramitarse la entrevista con el Primer Ministro Chino. Y lo más curioso aún: que solamente años después, una vez muerto Chu–Enlai, fuera cuando Thiriart le cuenta la historia de la entrevista a Cuadrado Costa que, en el fondo, era un joven español, sin militancia previa conocida y que solamente reconocía compartir sus escritos, con una capacidad muy limitada en la época para difundir las informaciones en su poder (no existía internet y publicar un libro era algo que no estaba al alcance en aquel momento de su autor). Hasta ese momento, al parecer, la entrevista con Chu-Enlai solamente circulaba en el reducido entorno de Thiriart. Y de ahí salto a libro de Chairoff que se difundió solamente en el área francófona[7]. Pero Chairoff era un “antifa” poco creíble y la información no se tomó como cierta. Fue, a través de Cuadrado Costa cuando empieza a circular en los ambientes neo–fascistas, la versión de Thiriart de su entrevista con el dirigente chino[8].

Le hemos dado vueltas una y otra vez a la posibilidad de que esta entrevista se celebrara realmente según lo escrito por Cuadrado Costa, y solamente caben cuatro posibilidades:

1) El encuentro tuvo lugar en donde dijo Thiriart (Bucarest, 1965), pero en condiciones muy diferentes a cómo lo contó. Es posible, incluso, que se tratara de un congreso internacional de optometristas o de un viaje privado en el curso de la cual –acaso en alguna recepción en la embajada belga– tuvo ocasión de saludar al mandatario chino y cambiar con él unas palabras que luego, a posteriori, magnificó desmesuradamente.

2) También es posible que la información sobre la entrevista refleje un eco deformado de algún encuentro con algún funcionario menor de la embajada China en Bruselas o en Bucarest, cuando Thiriart albergaba la esperanza de poder ser recibido posteriormente por algún dirigente de la República Popular China. Presentó sus peticiones (financiación y “santuario”) a este funcionario y nunca recibió respuesta.

3) Thiriart jamás se entrevistó con Chu–Enlai y Cuadrado Costa publicó los datos creyendo que eran ciertos. Todo fue un producto de su imaginación para impresionar a un joven discípulo ávido de “revelaciones” que aumentaran su veneración por el icono que había iluminado su iniciación política. Cuadrado Costa creyó las “revelaciones” que Thiriart le realizó. Lo sorprendente son las precisiones muy concretas –incluso sobre la misma conversación– que aporta Cuadrado Costa: es imposible que éste las hubiera ideado en vida de Thiriart, el cual hubiera podido desmentirlas con facilidad. De ahí que pensemos que lo que publicó Cuadrado Costa era lo que Thiriart le había comunicado verbalmente.

4) Thiriart jamás se entrevistó con Chu–Enlai y Cuadrado Costa publicó los datos a sabiendas de que no eran ciertos, para reforzar su tesis expuesta en De Joven Europa a las Brigadas Rojas. Sauveur y Costa recibieron una carta de Thiriart en la que éste decía: “Se ha publicado en Bélgica un libro de denuncia–chantaje […] en el que se me consagran 20 páginas. Ni una palabra sobre mis escritos o mis libros. Me entero que he conocido a Chu–Enlai en Bucarest. Nada menos…”.

La carta está fechada el 26 de febrero de 1983. Sauveur, cuya opinión siempre es favorable a Thiriart escribe: “Pero a Thiriart ni siquiera se le ocurre que él está en el origen de esta leyenda una década antes. Dicha leyenda se retomará, de libro en libro, tanto que Thiriart la aprovechará y embellecerá la historia”[9]. La redacción del texto, realizada por alguien que se sentía próximo a Thiriart, como se ve, es ambigua, evita decir explícitamente: “Todo fue una invención de Thiriart”. Pero si se lee el texto, es la única conclusión que puede deducirse[10].

Nos inclinamos por rechazar las dos primeras posibilidades, reconociendo que las dos siguientes son las más verosímiles en aplicación de las leyes de la lógica.

De lo que no nos cabe la menor es de que la entrevista con Chu–Enlai no pudo celebrarse ni en Bucarest ni en ningún otro lugar: la versión que dio Thiriart no responde a las circunstancias que se daban ni en la política rumana, ni en las relaciones de Rumanía con la República Popular China, ni en las circunstancias que atravesaba este país, ni a la vista del historial previo de Thiriart como “neo–fascista” (justo en un momento en el que no podía pasar desapercibido a los servicios de inteligencia chinos, los intentos de la CIA de infiltrarse en los partidos marxistas–leninistas europeos a través de medios neofascistas[11] y siempre cabía la posibilidad de que la inteligencia china sospechase de otro intento de infiltración).

Es muy fácil, por lo demás, reconstruir cómo y por qué Thiriart dictó a su amanuense ocasional, Cuadrado Costa, los elementos esenciales de la entrevista. Thiriart, en efecto, tenía una psicología muy particular que no se escapaba a quien lo conocía ni siquiera en la primera entrevista:

1) Tenía un ego muy crecido, una muy alta valoración de sí mismo y de su liderazgo político: de ahí que aspirase, no a una entrevista con un funcionario de segunda o tercera fila, sino con un “primer espada” de la política China y de la no–alineación: Chu–Enlai. Habitualmente, este ego crecido viene acompañado de falta de realismo: de tenerlo, hubiera debido saber que una entrevista de estas características, entre el mandatario de una nación de 700 millones de almas y 2 millones de soldados en armas y el dirigente de una organización, en ese momento en crisis, que nunca llegó a los 5.000 afiliados en todo el continente europeo y la mayoría de cuyas “secciones nacionales” eran pura ficción o se vaporizaron a los pocos años de constituirse, era completamente imposible y mucho menos en Rumania, durante un viaje cargado de eventos y conversaciones muy duras, gestionada por la inteligencia de ese país.

2) Adolecía de falta de empatía lo que, junto a su ejercicio del liderazgo en las organizaciones en las que participó, se permitía impartir lecciones magistrales a sus interlocutores ocasionales: de ahí que introdujera el tema “cuatricontinental”, su idea personal para rivalizar con la “idea tricontinental” de un “frente antiimperialista formado por los países de África, Asia y América Latina”. Aquí se muestran también los afanes “profesorales” de Thiriart y su pretensión ingenua de dar una “lección magistral geopolítica” a un mandatario de talla mundial.

3) Un aprovechamiento de la temática para introducir “morcillas” que denotarían cualidades añadidas a su personalidad: su conocimiento de la escritura China y su amistad con Perón, en concreto (al que, efectivamente, entrevistó para su revista en Madrid, pero con el que no le unía una amistad particular, sino que ésta fue facilitada por Gil Mugarza, un antiguo miembro de Joven Europa España, pasado en los años 70 a la oficina de prensa de la presidencia del gobierno).

4) El ya mencionado “complejo de infalibilidad”: Thiriart nunca se equivocaba, nunca reconocía un error, cualquier problema tanto en la construcción de Jeune Europe, como en otras experiencias política anteriores y posteriores, se debía a la “incompetencia de sus colaboradores”, nunca a errores en las propias apreciaciones. Y este elemento está también presente en este episodio: se equivoca Chu–Enlai en su análisis y al rechazar su proyecto “cuatricontinental”, se equivocan los “servicios [de inteligencia] chinos incompetentes” (luego dirá lo mismo de Nasser).

La entrevista Thiriart-Chu Enlai jamás existió. Todo fue un rumor creado por el propio Thiriart con el que logró impresionar a un joven español de escasa experiencia política y deseoso de encontrar apoyos para sus tesis. Luego, Thiriart se echó atrás, tras la aparición del libro de Chairoff, se desdijo de lo dicho. Y no sólo eso, sino que, envió carta escrita a Sauveur y a Cuadrado Costa… el cual siguió difundiendo el bulo, a sabiendas de que lo era… No era raro en él: también había escrito unos artículos sobre Ramiro Ledesma, otorgándole un perfil que convenía a su particular visión ideológica, sabiendo perfectamente que era deformada (porque cita las biografías de Tomás Borrás y Sánchez Diana, en la que se alude a los subsidios que recibió Ledesma de los medios monárquicos y de derechas bilbaínos).

Es fácil pensar que la continua contradicción entre el movimiento que Cuadrado Costa había imaginado subjetivamente, teniendo a Thiriart como doctrinario y a Ledesma como portaestandarte histórico, al no coincidir con las orientaciones reales de uno y otro, generó en él una sensación de frustración y fracaso personal. En algunas personalidades particularmente frágiles, el suicidio es la salida a esta contradicción. No sabemos si este fue el caso de Cuadrado Costa, pero lo que sí podemos afirmar con rotundidad que publicó su tesis sobre Thiriart a sabiendas de que, al menos en lo relativo a Chu-Enlai, los datos eran falsos. Y sin ese capítulo, se cae más de 1/2 de su folleto (toda la parte sobre el maoísmo, las Brigadas Rojas, las Brigadas Europeas…). No quiso aceptarlo.

La serpiente de verano ha llegado hasta 2022. Cuarenta años son muchos para la persistencia un bulo. Vale la pena cortarlo de una vez por todas. “La verdad ni teme ni ofende”, dijo Quevedo. Y sigue siendo cierto. O debería serlo. Peor que el fracaso es vivir en la mentira. Nunca jamás.




[1] J. Cuadrado, op. cit., págs. 27-29

[2] Thiriart mantuvo amistad con el pintor chino Sadji (1914-2005), radicado en Bélgica. Fue Sadji quien le enseñó rudimentos de caligrafía china y despertó su interés por la cultura de este país (Y. Sauveur, op. cit., pág. 27).

[3] No dudamos que estos disturbios se produjeran, pero, desde luego, no han dejado rastro alguno en la prensa española de la época, por lo que, interpretamos, que debieron tener muy escasa repercusión.

[4] Patrice Chairoff, Dossier néo-nazisme, Ramsay, París, 1977, pág. 445.

[5] J. Cuadrado, op. cit., pág. 27.

[6] Limitó su “disidencia” a no participar en la invasión de Checoslovaquia que enterró la “primavera de Praga”. Rumania -a diferencia de Albania- nunca se retiró del Pacto de Varsovia.

[7] Chairoff captó bien la psicología de Thiriart; escribe: “la personalidad particular de Thiriart hizo que estos contactos fueran breves”, añadiendo: “a pesar del encuentro del jefe del PCCh con Chu-Enlai en Rumanía en la primavera de 1966, la ruptura se produjo poco después”. Chairoff disponía de informadores en la extrema-derecha neo-fascista de los 70, en el área francófona. Chairoff (un seudónimo: su verdadero nombre era Dominique Calzi) militó en los años 60 en el Partido Proletario Nacional Socialista de Jean Claude Monet del que fue expulsado, escribió el libro en cuestión en 1977 (había sido condenado por estafa a dos años de cárcel a finales de los 60). Certificamos que llamó a algunas puertas correctas y consiguió publicar datos exclusivos -y auténticos, aunque, en general, dándoles un tono amarillista- sobre las redes de extrema-derecha francesa y europea en los años 60/70. De hecho, a pesar de ser un libro antifascista, a diferencia de Strage di Stato (que también contó con algunos “pájaros cantores” de la extrema-derecha italiana, procedentes, por cierto, del “nazi-maoísmo”) que buscaba efectos políticos, su libro no tenía otras intenciones más allá de las puramente crematísticas y sensacionalistas.

[8] En tanto que “plumífero”, interesado en best sellers de carácter antifascista y escandaloso, fue el primero en sacar a la superficie el asunto de la entrevista Thiriart-Chu Enlai. Debió ser, a partir de la lectura de esta obra de Chairoff cuando Cuadrado Costa le preguntó a Thiriart sobre estos contactos y Thiriart le expuso lo que ya hemos repasado.

[9] Y. Sauveur, op. cit., pág. 71-72

[10] Dando por supuesto que los datos con los que se mueve Sauveur son buenos dada la relación de proximidad y amistad real que tuvo con Thiriart, es imposible dudar de su palabra. Ahora bien, hay unos datos sobre la relación que mantuvo Thiriart con Cuadrado Costa que no coinciden con los datos que nos dio el propio Thiriart: escribe Sauveur (op. cit., pág. 97): “Cuadrado al que conocí a mediados de los años 70, Había nacido en 1954. Militó en el Partido Comunista Español de 1969 a 1972 hasta su expulsión por oposición a la línea oportunista (eurocomunista). Habiéndose puesto en contacto con Thiriart en 1981, se convertirá en su hombre de confianza y en el que situaba muchas esperanzas. Cuadrado tenía una sólida formación intelectual: jurista, conocía bien a Carl Schmitt; impregnado de cultura militante -había leído a los autores comunistas y la historia de la revolución bolchevique no tenía secretos para él- era ateo y materialista y esto estaba presente en los escritos que escribía para Thiriart. Había, igualmente producido una amplia crítica argumentada a un texto de Ernesto Milá Rodríguez, El nacionalismo europeo y sus límites (…). -La influencia ejercida por Cuadrado sobre Thiriart fue bastante palpable, pero menos éxito tuvo haciéndole conocer a Ramiro Ledesma Ramos, al que admiraba”. Los datos no cuadran: cuando nos entrevistamos con Thiriart en Barcelona, en un momento dado, nos preguntó por Cuadrado Costa, había dejado de tener noticias suyas desde hacía tiempo, nos dijo. Cuando le dijimos que había muerto y que corrían rumores de que se había suicidado, se limitó a añadir lacónicamente: “Cela ne me surprend pas…”, marcando un inequívoco tono de distancia (en esa época ya circulaba la versión italiana y española del folleto escrito por Cuadrado Costa sobre Joven Europa y las Brigadas Rojas y es posible que Thiriart quisiera desvincularse de su contenido). La militancia comunista a la que alude Sauveur tampoco coincide en fechas: en 1969, un nacido en 1954, tenía 15 años. En Santander, lugar de residencia de Cuadrado, el Partido Comunista en esa época era casi inexistente. Además, en ninguno de sus escritos demuestra un conocimiento particular del marxismo, del comunismo, ni siquiera de las leninismo que atribuye a Thiriart. Por su parte, los escritos que hemos leído de Cuadrado sobre Ledesma denotan una absoluta parcialidad y desconocimiento completo del personaje y de lo esencial de su trabajo político (véase nuestra obra Ramiro Ledesma a contraluz, EMInves, Barcelona, 20016) Simplemente se dejó fascinar por la leyenda del “Ramiro Ledesma = izquierda fascista española” y decidió desarrollarlo como pudo. Por último, cuestionamos su formación bolchevique y sus conocimientos sobre la materia: en el folleto De Joven Europa a las Brigadas Rojas, están por completo ausentes: ignora lo que es el leninismo, ignora lo que es el maoísmo, ignora las fases de la guerra revolucionaria, ignora las condiciones objetivas para un proceso de lucha armada, etc, etc, etc. En la práctica, el “misterio Thiriart” nos ha llevado al “misterio Cuadrado Costa”: alguno de los dos puso demasiada imaginación en el episodio de la entrevista con Chu-Enlai. Sauveur termina así la referencia a Cuadrado Costa: “Thiriart le envió libros, dinero para comprar una máquina de escribir. Cuadrado paso un mes en Bruselas a finales de 1984, trabajando en el proyecto de libro. Su muerte, poco tiempo después, fue sentida duramente [por Thiriart] y esta es, en mi opinión, una de las explicaciones a la pérdida de dinamismo de Thiriart” (op. cit., pág. 98). La impresión que nos dio Thiriart en Barcelona no fue esa. En lo personal, atribuyo la “pérdida de dinamismo” a algo tan prosaico como la edad. En efecto, cuando lo conocimos, había cumplido 70 años, cuando desapareció Cuadrado Costa, tenía 63: era un buen momento para empezar a economizar fuerzas, justo cuando, por lo demás, empezaba a manifestarse su dolencia coronaria.

[11] Además del ya citado testimonio de Delle Chiaie sobre “Los carteles chinos” que puede leerse en su volumen de memorias, en el libro L’Etat Masacre, Éditions Champ Libre, París, 1971, pág. 15-17, edición francesa de Strage di Stato, y en la misma obra de Patrice Chaïroff sobre el neo-nazismo, se habla de intentos de infiltración -que se consumaron positivamente- del entorno de Aginter Press en los medios maoístas europeos a través de Bélgica y Suiza. Era normal que los servicios de inteligencia chinos ya estuvieran alertados de estos intentos, realizados por la CIA o por agencias privadas anticomunistas próximas al universo neo-fascista. Estas infiltraciones llegaron hasta controlar el Partido de los Trabajadores de Suiza y utilizar su revista, L’Etincelle, para solicitar realizar reportajes sobre los campos de entrenamiento de las guerrillas en las colonias portuguesas, cuyas ubicaciones eran luego entregadas a la inteligencia de Lisboa, donde estaba la sede de Aginter Press (en rua Campolide) formada por antiguos miembros de la OAS de orientación católica tradicionalista y anticomunista, especializada en realización de trabajos especiales y de inteligencia.