lunes, 28 de noviembre de 2022

Hitlerismo y ocultismo (1 de 7) – EL GRAN EQUIVOCO


El contenido de esta serie de artículos está impreso en el folleto Ocultismo Nazi, verdad y ficción, que constituye un capítulo de nuestra obra, Ocultismo y Política en el siglo XX. Si hemos decidido reproducirlo aquí es para contribuir a terminar de una vez por todas con el mito del “ocultismo nazi”, difundido especialmente por Miguel Serrano. En los años 80, tengo la mala conciencia de que yo contribuí modestamente a la irrupción de este mito en España -aunque desvinculado, por completo, de los trabajos de Serrano-; sólo tras la lectura de la obra de Goodrick-Clarke sobre el tema, suficientemente documentado como para dar por buenas sus tesis, estuvimos en condiciones de responder a esta cuestión: ¿por qué los personajes que conocimos, en vivo y en directo, del Tercer Reich y de las SS, no mostraron la más mínima atracción por el ocultismo y por qué, algunos de los que conocimos que habían ostentado alguna responsabilidad en la maquinaria del Reich y se interesaban por la materia (caso de Klaus Altman), pudieron conocer DESPUÉS de 1945? La respuesta confirmaba el principio de la “navaja de Ockham”: la respuesta más simple, siempre, suele ser la válida: ni Hitler ni el Tercer Reich tuvieron nunca el más mínimo interés por las divagaciones ocultistas. Todo fue “propaganda de guerra”… de la que fueron víctimas, incluso, algunos neo-nazis.

Introducción: el gran equívoco

En noviembre de 1938 la revista L'Age nouveau, publicó un artículo titulado Orígenes Secretos del nazismo firmado por Phileas Levesque[1]. El autor afirmaba que Hitler formaba parte de una sociedad secreta que habría reconstruido la Orden de los Caballeros Teutónicos en la que debió entrar como oblato[2]. Levesque explicaría el enfrentamiento de Hitler con el presidente checoslovaco Benes afirmando que éste último pertenecería a una sociedad Templaria, la orden rival de los teutónicos... siempre según Levesque. Sería el primer producto de una larga serie de artículos que unen el esoterismo a la historia del nazismo. Fue la primera vez en la que en una revista de gran tirada se difundía la noticia de que existían vínculos entre Hitler y el ocultismo. El artículo alcanzó gran difusión y fue reproducido por muchos medios de prensa internacionales. Miembro de la masonería y situado en el campo del antifascismo, el artículo destilaba un inequívoco aroma de hostilidad hacia el nazismo, pero, en cualquier caso es la primera vez que un texto escrito fuera de Alemania aludía a las relaciones de Hitler con el mundo del ocultismo.

Al año siguiente la maquinaria de agitación bolchevique en Francia se puso en marcha para aprovechar la presencia de un exiliado alemán procedente del campo de la “juventud conservadora”, Hermann Rauschning quien había ocupado el cargo de Presidente del Senado de Danzig. Rauschning firmaría un libro con el título de Hitler me ha dicho[3] que es sistemáticamente utilizado para “demostrar” las relaciones de Hitler con el mundo del ocultismo y lo paranormal. Buena parte del libro está dedicado a presentar a Hitler como fanático ocultista que no duda en asumir una “misión” que le ha sido conferida por fuerzas secretas con olor a azufre. Si lo esencial del artículo de Lebesque eran las relaciones entre Hitler y los neo–templarios alemanes, en cambio en el libro de Rauschning de lo que se trata es de presentar a Hitler como un exaltado irracionalista próximo al satanismo.

No es este el lugar para desvelar que la obra de Rauschning fue un mero producto de “propaganda de guerra” y que, contrariamente a lo que él afirmaba, apenas había conocido a Hitler personalmente y siempre en compañía de otros[4]. Tampoco vale la pena comentar el artículo de Lebesque que, visiblemente, parte de unos pocos datos entonces apenas conocidos fuera de Francia, errónea y confusamente interpretados. El origen de las informaciones de las que partía Lebesque era la existencia de la Orden del Nuevo Temple fundada por Jörg Lanz von Liebensfeld que utilizaba desde principio del siglo XX la esvástica. Estaba claro que Lebesque –involuntaria o deliberadamente– confundía la ONT con la otra orden ariosófica que existía en la época, la Orden de los Germanos. Unos años antes, el que había sido Gran Maestre de la Sociedad Thule (rama bávara de la Orden de los Germanos), Rudolf von Sebotendorf había escrito Antes de que Hitler llegase[5] en la que el nombre de Hitler había aparecido en varias ocasiones y gracias al cual podía confirmarse que Rudolf Hess, Alfred Rosemberg y Hans Frank, dirigentes del NSDAP de primera fila habían pertenecido al grupo. A pesar de que Lebesque hablaba alemán y seguramente había tenido acceso directo a todas estas fuentes escritas, la sensación que da el artículo es que lo escribió de memoria, demasiado rápidamente y enlazando datos que no tenían nada que ver, confundiendo nombres, siglas y situaciones. Subsistirá siempre la duda de si estos errores fueron voluntarios, pero lo incuestionable es que inauguraron una línea de tendencia en la que el ocultismo y el nazismo quedaron indisolublemente unidos.

A partir de 1945 toda esta temática se olvidó y el fenómeno nacional–socialista y el Tercer Reich fueron presentados como únicos responsables de la Segunda Guerra Mundial y autores del llamado “Holocausto”. No volvió a recordarse la relación de Hitler con las sociedades ocultistas. Sin embargo, en los años 60 apareció en las librerías de toda Europa un best–seller que volvía a la carga con el mismo tema: El Retorno de los Brujos[6].

Subtitulado “una introducción al realismo fantástico, el libro, escrito por Louis Pauwels (antiguo miembro del grupo surrealista francés y autor de una biografía muy completa sobre el ocultista ruso Georges Ivanovitch Gurdjieff), era, en realidad un popurrí de temas que, a primera vista tenían apenas tenían relación con el título y solamente tenían como denominador común “lo anómalo”: fenómenos parapsicológicos, esoterismo y ocultismo, civilizaciones desaparecidas… y consideración del nacional–socialismo y del Tercer Reich como un “fenómeno mágico”. Solamente en Francia se vendieron entre 1960 y 1970 2.000.000 de ejemplares, dando lugar a toda una subcultura cuyo buque insignia fue la revista Planète (en España, traducida con el título de Horizontes[7]).

La gestación del libro se inició en 1953 cuando un amigo común puso en contacto a Louis Pauwels con Jacques Bergier. El primero se había forjado fama de humanista místico, mientras el segundo se presentaba como “científico judío”. Bergier tenía como único objetivo escribir un libro sobre las sociedades secretas, pero Pauwels le convención de dar a la obra un enfoque mucho más amplio. Bergier se encargó de recoger el material y Pauwels de darle forma de libro. La obra, finalmente, fue publicada por Gallimar en 1960. En general, el libro tocaba temas que habían tenido eco en la primera mitad del siglo XX, pero que en ese momento se encontraban prácticamente olvidados o relegados a pequeños círculos poco comunicativos. La habilidad de los autores consistió en reunir en un puzle los más variados temas ante los cuales era difícil que ningún lector se sintiera, de una forma u otra, interesado. La guerra mundial había supuesto una ruptura con toda esta temática, que todavía en los años 30 gozaba de cierto favor por parte de los lectores, y al restablecerse la paz, no aparecieron ni autores, ni materiales nuevos que relanzaran toda esta temática. La mezcla de alquimia, ocultismo, civilizaciones desaparecidas, casuística ufológica, biografías de personajes anómalos, física nuclear, misticismo, astrología y demás mancias (que luego, la contracultura que aparecería en los EEUU, terminaría propulsando), como era de esperar, hizo bullir los cerebros y alumbrar el nacimiento de una subcultura. La mayor parte de estos temas eran simples mistificaciones, se presentaban de forma incompleta y sesgada, con errores y ocultamientos para destacar lo “fantástico” a lo que podía aproximar una forma “realista” de ver los acontecimientos. En los años siguientes, ambos autores, pero especialmente Bergier, siguieron trabajando en la misma dirección, lanzando productos de un calado cada vez más bajo, en un momento en el que otros autores ya habían tomado el relevo y producido una inflación de títulos que trataban de discurrir por la misma senda. Pero uno de los temas más polémicos y que suscitó más interés en el público fue la presentación del Tercer Reich como un fenómeno “esotérico”, más relacionado con el mundo mágico que con la política.

La tesis de Pauwels y Bergier sobre el nazismo aparecía en un momento en el que la historiografía todavía no había “digerido” la naturaleza del NSDAP. Aún no habían aparecido las tesis de Mosse, Sternhell o Renzo de Felice y las únicas interpretaciones orgánicas del fenómeno accesibles para el público procedía de autores marxistas que limitaban su análisis a presentar a los fascismos como expresiones agresivas de las clases medias, propulsadas por el capitalismo monopolista para abatir a los movimientos obreros. La aridez, lo limitado y lo discutible de tal tesis y la ausencia en aquel momento de interpretaciones más amplias, fue el resquicio que aprovecharon Pauwels y Bergier para presentar al nazismo como un producto del irracionalismo generado por sociedad secretas de carácter mágico. Los aspectos oscuros de la personalidad de Hitler les sirvieron para presentar al führer del Tercer Reich como un médium e incluso se permitieron trazar una génesis del “nazismo mágico”: de los rosacruces a la Golden Dawn, y de esta sociedad anglosajona a la Sociedad Thule. Así pues, ante el racionalismo darwinista y al mecanicismo marxista, el nazismo había operado un fenómeno de retroceso hacia lo irracional. Los autores de El retorno de los brujos dedicaron casi cincuenta páginas a las más descabelladas doctrinas que, según ellos, habrían encontrado en el Tercer Reich el campo de cultivo adecuado para su difusión: la teoría sobre la “tierra hueca”, la cosmogonía de Hans Horbiger… Incluso el “Holocausto” habría sido un “acto mágico”.

Con todo ello, los autores aspiraban a demostrar que la “realidad” es mucho más completa que lo que habitualmente consideramos. Nuestra percepción nos engañaría y lo “fantástico” nos sería hurtado por unos sentidos limitados y por un sistema de conocimientos que limitarían extraordinariamente nuestra percepción. Por eso mismo, no habíamos sido capaces de entrever la realidad del nazismo. Cualquier dato fantástico, por absurdo e improbable que fuera, debía ser integrado en un “sistema abierto” de conocimientos, en lugar de condenarlo. Un excéntrico y singular personaje norteamericano, Charles H. Fort, autor de El libro de los hechos condenados, que había pasado toda su vida recopilando noticias sobre hechos inexplicables, era el inspirador de buena parte de la obra. Pauwels y Bergier no afirmaban ni negaban, simplemente, “exponían” pidiendo al lector apertura de miras y que juzgara cualquier hecho sumamente improbable sin recurrir a estándares convencionales, prejuicios o convencionalismos. “No nos lo creemos todo –escribieron– pero creemos que todo debe ser examinado”. A ese sistema le llamaron “realismo fantástico”, un estadio superior al mero “realismo”.

En realidad, El retorno de los brujos no pasaba de ser una exaltación del “relativismo” más extremo. A partir de ese momento, todo valía para fabricar un best–seller…  En los 30 años siguientes aparecieron no menos de 200 obras dedicadas exclusivamente al “nazismo mágico” y no todos ellos estaban escritos por periodistas desaprensivos, jóvenes ignorantes o antifascistas militantes, sino que también algunos neo–nazis habían terminado creyendo en este planteamiento.

Nosotros mismos nos interesamos desde que leímos El retorno de los brujos por toda esta temática y ya desde muy pronto advertimos la contradicción entre la importancia que se le daba a algunos autores en esta obra (Hans Horbiger, entre otros) con la nula importancia real que tuvieron durante del Tercer Reich tal como han constatado los trabajos historiográficos más solventes[8]. En ninguna, absolutamente en ninguna de las obras de los historiadores más serios que han reunido documentación sobre el NSDAP y el Tercer Reich se mencionan, ni siquiera de pasa ni a Horbiger, ni a los teóricos de la “tierra hueca”.

Para tratar de elucidar la cuestión sobre la influencia del ocultismo dentro del Tercer Reich, Nicholas Goodrick–Clarke dedicó un estudio realizado según el método historiográfico y cuyas consecuencias nos parecen difícilmente cuestionables[9]. En esta obra se demuestra algo ya conocido (que el Partido Obrero Alemán fue, inicialmente, en los primeros meses de su existencia, en su “prehistoria” tal como la califica Goodrick–Clarke) fue una emanación de la Sociedad Thule, el trabajo del historiador consiste en profundizar el medio en el que nació la sociedad Thule: los círculos ariosóficos de Baviera. En su obra, nos pasa revista a lo que fueron estos círculos y los contenidos de la doctrina ariosófica, concluyendo que se trataba de una emanación de la teosofía alemana.

Sin embargo, este estudio para ser comprendido en su totalidad debería ser leído junto a la obra de Armin Mohler sobre la “revolución conservadora”[10] que nos muestra utilizando una abundante documentación que el “movimiento ariosófico” no fue más que una parte de aquel movimiento extraordinariamente rico y poliédrico al que dedica su obra. Este movimiento estuvo dividido en cinco ramas[11] (los Völkischen, los jóvenes conservadores, los nacional–revolucionarios, el movimiento de juventudes y el movimiento campesino), cada una de las cuales, a su vez estaba dividida en multitud de iniciativas, revistas, grupúsculos, existiendo entre ellas siempre posibilidades de cambios de ubicación. Para Mohler, el nacional–socialismo y la “revolución conservadora” son dos fenómenos completamente diferentes a pesar de que el NSDAP tomara muchos elementos “prestados” a las distintas corrientes y que algunos de sus exponentes, anteriormente hubiera militado en grupos de aquel movimiento (y otros, realizaran el trayecto en dirección opuesta). Lo interesante es constatar que Mohler sitúa a los “grupos ariosóficos” (a los que demuestra conocer bien y de los que publica una extensa bibliografía) como una rama de los Völkischen[12].

Nada de todo esto, como veremos, tiene algo que ver con las elucubraciones ocultistas o con el “realismo fantástico” (al que cabría mejor calificar de “realismo fantasma”) de Pauwels y Bergier. Todos estos textos que acabamos de mencionar se apoyan en una exhaustiva documentación sobre las fuentes originarias y en ellas no aparece ninguna referencia que indique que –fuera del período de la “prehistoria” del nazismo (1919–1921) y del papel de la Sociedad Thule (cuya trayectoria se conoce perfectamente en todos sus detalles gracias al libro escrito por el que había sido su Gran Maestre Rudolf Von Sebotendorf) en la gestación del Partido Obrero Alemán– existiera ninguna relación directa ni indirecta, constatable mediante documentos históricos, entre el NSDAP y el ocultismo… fuera del hecho, por supuesto, de que un partido con varios millones de afiliados pudiera tener a algunos elementos que, previamente, habían tenido participación más o menos activa en grupos ocultistas.

Hay algo todavía más significativo. En su práctica política Hitler, ni el Tercer Reich, mostraron ningún tipo de comportamiento irracional. Hitler tenía una personalidad particular que estudiaremos más adelante, pero jamás se interesó por el ocultismo e incluso despreciaba al movimiento völkisch. Todas sus decisiones y comportamientos, tanto en el período de ascenso al poder como en el período de gestión del mismo, dio muestras de una racionalidad absoluta, tanto él como sus ministros y los demás dirigentes del partido o del Reich. Fue esa racionalidad la que rindió los mejores frutos al régimen nazi como fue el poder absorber a 4.000.000 de parados y revertir la situación de desintegración que atravesaba Alemania, transformándola en apenas tres años en una gran potencia en muchos de cuyos aspectos se adelantó a su tiempo. Los proyectos alemanes diseñados en los últimos años de la guerra en materia aeronáutica son incluso tenidos en cuenta en diseños de nuestros días, mientras que las ideas en cohetería de Von Braun y de su equipo inspiraron, no solamente los viajes a la Luna, sino en posterior “trasbordador espacial”. El joystick utilizado hoy en vídeo–juegos fue, igualmente, una creación de la época, como el “coche popular”, las autopistas, la televisión y un sinfín de hallazgos que hubieran sido imposibles si en el régimen nazi el irracionalismo ocultita hubiera estado presente y si los jerarcas hubieran compartido tesis como la de la “tierra hueca” o la cosmogonía de Horbiger. De hecho, el régimen hitleriano puede ser considerado en su doble aspecto de “romántico” (en la medida en que facilitaba a los alemanes el orgullo de pertenecer a un gran pueblo y un destino colectivo marcado por la pertenencia a una sangre común) y de “racionalista” (en la medida en que su proceso de ascenso al poder fue sistemáticamente conducido por Hitler sin atender a apriorismos, ni dogmatismos de ningún tipo, ni siquiera de carácter ideológico y, posteriormente, las decisiones que tomó eran, absolutamente todas, perfectamente racionales en orden a los efectos buscados).

Quienes han intentado presentar al nazismo como la exaltación de lo irracional son precisamente sus adversarios. Es normal que así fuera y no podía esperarse ninguna otra cosa de ellos, especialmente desde el momento en que el nazismo se mostró como un movimiento que atentaba, no tanto contra su “visión del mundo”, como contra sus intereses en Alemania y, por extensión, en Europa. Menos normal es que, setenta años después del hundimiento del Tercer Reich, este planteamiento siga siendo habitual en los grandes medios de comunicación.

El hecho de que algunos círculos neo–nazis, a partir de los años 60, especialmente en Francia y luego en el ámbito latino, asumieran también los planteamientos lanzados por los enemigos del nacional–socialismo no debe extrañar. Cuando algunos de estos círculos aluden a los “OVNIS de Hitler”, o el mismo Führer como “último avatara”, cuando lo presentan como un maestro ocultista, lo que están haciendo es seguir un proceso psicológico propio: provistos de una ideología que no tiene absolutamente ninguna posibilidad de volver a imponerse, estos círculos neo–nazis transforman la necesidad en remedio: no son nada, no representan nada… pero al aureolarse de doctrinas escatológicas, cubren si indigencia actual con un futuro en el que el “cosmos”, mecánicamente, restablecerá el “orden” y su fe terminará triunfando. En el fondo, los neo–nazis ocultistas de nuestros tiempos no son más que gentes que no se sienten competitivas en el terreno de la política, que han renunciado a hacer valer sus ideales, y se refugian en un universo mágico que les asegura la victoria final[13] y, mientras eso llega, una posición superior de “conocimiento” de “los que saben”, frente a quienes detentan el poder político y económico, de “los que no saben” las leyes del Cosmos…



[1] Philéas Lebesque (1869–1958), poeta, artista y esoterista francés. Viajero impenitente y políglota (se dice que hablaba 16 lenguas extranjeras), colaboró con distintas revistas literarias de prestigio. A partir de 1896 fue redactor del Mercure de France, revista literaria en la que publicó las crónicas de sus viajes por toda Europa y en 1913 descubrió al gran poeta portugués Fernando Pessoa. Entre 1920 y 1850 se unió a la literata gallega Francisca Herrera Garrido (primera mujer elegida académica de la lengua gallega) y colaboró con la revista galleguista Nós (1920–1936). Gracias a sus viajes y a sus relaciones con las embajadas francesas, consiguió una importante red de contactos con escritores, artista y políticos de su época. Se dice que a lo largo de su vida intercambió un mínimo de 25.000 cartas con personalidades de su tiempo. Se sintió atraído por el simbolismo en su juventud, lo que llevó de manera natural al esoterismo. Como en el caso de su amigo, Oscar Milosz, su esoterismo fue sobre todo poético. Defensor del celtismo, ocupó el cargo de “Gran Druida de las Galias”, una de las autoridades espirituales del Colegio de Bardos de las Galias fundado en 1933 por Jacques Heugel. También colaboró con la revista Atlantis de Paul Le Cour.

[2] Cf. Teosofía, ariosofía, nazismo. La clave esotérica del hitlerismo, Ernesto Milá, Ediciones Titania, Madrid 2010, pág. 10.

[3] Hitler me ha dicho, Hermann Rauschning, Publicaciones Cruz O, México 2004.

[4] Para una crítica amplia a la obra de Rauschning puede leerse Rauschning: anatomía de un falsario, Ernesto Milá, Revista de Historia del Fascismo nº IV, Marzo de 2011 págs. 4–19.

[5] Antes de que Hitler llegase. La historia de la Sociedad Thule, Rudolf von Sebotendorf, Ediciones CAMZO, Alicante 2012.

[6] El retorno de los brujos. Louis Pauwels y Jacques Bergier, Plaza & Janés, Barcelona 1963.

[7] La revista Horizontes se publicó en España entre 1968 y 1971 por la editorial Plaza & Janés. Fue dirigida por Antonio Ribera. Destacó desde el primer momento por su formato (17,5  20 cm) y por su cuidado diseño y presentación. Era la traslación de la revista Planète publicada en Francia (que alcanzó una difusión de 100.000 ejemplares), aunque un 25% de la publicación albergaba artículos de autores españoles. A pesar de que se apoyaba en el éxito editorial del libro de Pauwels y Bergier y en la colección de libros que, a partir de ese momento empezó a publicar la editorial Plaza & Janés (Otros Mundos) cuyo recorrido duraría hasta principios de los años 80, la revista suspendió su aparición en el número 16. En 2000 se inició la publicación de la revista Nuevos Horizontes, dirigida por Sebastià d’Arbó y en la que el autor de estas líneas era jefe de redacción.

[8] Ernst Nolte, El fascismo en su época. Ediciones 62, Barcelona 1967; George Mosse, La nacionalización de las masas. Marcial Pons, Madrid, 2005; Ian Kershaw, Adolf Hitler, Editorial Folio–ABC, Madrid 2003; Hitler, una biografía, Joachim Fest, Editorial Planeta, Barcelona 2012.

[9] Nicholas Goodrick–Clarke, Les racines occultes du Nazisme, Éditions Pardès, Puiseaux 1989.

[10] Armin Mohler, La revolution conservative dans l’Allemagne: 1918–1932, Éditions Pardès, Puiseaux, 1993. La lectura de esta obra puede ser completada con el voluminoso trabajo de Pierre Faye, Los lenguajes totalitarios, Taurus, Madrid 1972.

[11] Ídem, pág. 95 y sigs.

[12] Escribe Möhler: “Es así como el movimiento völkisch aparece, flotando en sus márgenes y en sus capas inferiores. Estos contornos flotantes se acentúan por la irrupción de numerosas “doctrinas ocultas” que replican al cristianismo y buscan penetrar en los “mundos desconocidos” que han sido abandonados por el cristianismo y puenteados por el progreso. Vemos a uno de los “Völkschen utilizar la teoría de la deriva de los continentes para construir una teoría de la emigración de la raza nórdica de la Atlántica, desaparecida entre las olas, hacia el Sur y hacia el Este; otro se esfuerza, con ayuda de símbolos ocultos presentes en iglesias abandonadas, como el círculo solar o el signo de la runa de man para excavar en el pasado; un tercero utiliza el espiritismo como llave para penetrar en los primeros tiempos. Se ve incluso como aparecen doctrinas teosóficas de todo tipo, aunque sean anatemizadas desde el primer momento por una parte de los Völkischenen, en tanto que doctrinas “masónicas” o “criptocatólicas”, y otras amabilidades del género” (op. cit., pág. 99–100).

[13] A este respecto la obra de Miguel Serrano, que analizaremos más adelante, es el límite extremo de esta tendencia. Obras como El Cordón Dorado, Hitler el último avatara y un largo etcétera están escritas bajo el presupuesto de que todo el hitlerismo puede interpretarse de una manera “mágica y ocultista”. El elenco de sus obras puede consultarse en http://www.eblibros.cl/ebinicio.html

HITLERISMO Y OCULTISMO (1 DE 7) – EL GRAN EQUIVOCO Y LA GRAN FALACIA

HITLERISMO Y OCULTISMO (2 DE 7) – HITLER Y SU PRESUNTA AFICIÓN AL OCULTISMO

HITLERISMO Y OCULTISMO (3 DE 7) – MILENARISMO ARIOSOFICO Y HITLERIANO

HITLERISMO Y OCULTISMO (4 DE 7) – LA SOCIEDAD THULE: MITO Y REALIDAD

HITLERISMO Y OCULTISMO (5 DE 7) – HITLER, UNA EXTRAÑA PERSONALIDAD

HITLERISMO Y OCULTISMO (6 DE 7) – UNA EXCENTRICIDAD LLAMADA ARIOSOFIA

HITLERISMOY OCULTISMO (7 DE 7) – ALGUNAS CONCLUSIONES