martes, 18 de julio de 2023

LAS ELECCIONES DEL 23-J – TODO LO QUE ESTÁ EN JUEGO Y QUE VALE LA PENA RECORDAR ANTES DE VOTAR (O DE NO VOTAR)

Seguramente se trata de las elecciones más incómodas convocadas jamás en país occidental alguno, pero también las más necesarias. Estas elecciones decidirán solamente una cosa: si España, en los próximos cuatro años, seguirá teniendo al frente a “Pedro I El Mentiroso” o a “Feijóo El Gris”. Nada más. Y, por supuesto, que nadie crea que estás elecciones van a ser la piedra angular para la resolución de los graves problemas que nuestro país tiene planteados. Raras han sido las ocasiones en las que las unas elecciones han servido para algo más que cambiar el rostro del mascarón de proa. Ahora bien, siempre que estamos próximos a un proceso electoral, tenemos por costumbre decir algunas palabras sobre las alternativas en disputa en la esperanza de poder aclarar la intención de voto de nuestros lectores. Y, claro está, reflexionar en voz alta sobre nuestra propia actitud.

1. UNAS ELECCIONES HISTÓRICAS

Nos atrevemos a decir que estas elecciones son las más importantes de la reciente historia de España por tres motivos:

1) Los años en los que Sánchez ha estado al frente de un gobierno de coalición de las izquierdas han generado un arsenal legislativo que corre el riesgo de alterar definitivamente y para siempre el rostro de la sociedad española: Ley Tras, ley del aborto, ley de eutanasia, ley de la vivienda, ley de ingreso mínimo vital, ley sobre los beneficios de la banca, ley sobre la memoria democrática, ley sobre revalorización de pensiones, ley sí solo si, ley del tope del gas, reforma laboral. Ni una sola de las leyes aprobadas contiene algún elemento positivo: todas, o han legislado aspectos irrelevantes que ya estaban contemplados por otras leyes, o suponen normas radicales de “ingeniería social” o bien son inaplicables. Es el resultado un caos legislativo sin precedentes, que sirve más a los intereses de la no-España y de los grupos marginales de la sociedad, que a los de la inmensa mayoría de los ciudadanos.

2) Mientras el gobierno satisfacía los intereses de minorías marginales, los graves problemas de fondo se iban agravando más y más: a los ya existentes heredados de anteriores períodos, se han unido problemas artificiales generados por el propio gobierno, problemas derivados de la coyuntura internacional y, finalmente, otros generados por los errores del propio gobierno.

3) Nunca antes, el gobierno ha estado en manos de un enfermo mental con un cuadro clínico propio del perfecto psicópata: a) falta de empatía, b) egolatría, c) encanto superficial, b) capacidad para mentir y d) ausencia absoluta de escrúpulos morales.

2. ESPAÑA HA ENTRADO EN LA “POLÍTICA DE BLOQUES”

Estas son las primeras elecciones del nuevo cuadro político que se ha generado en los últimos años y que afecta a cada vez más países. El sistema político español ha atravesado tres etapas:

1) La etapa de bipartidismo imperfecto para la que fue diseñada la constitución de 1978: dos partidos, uno de centro-derecha y otro de centro-izquierda se iban alternando en el poder por mayorías absolutas y, cuando no las tenían, apoyados por nacionalistas moderados catalanes o vascos.

2) La etapa de pluripartidismo iniciada a partir de la crisis económica de 2008-2011, cuando se demostró lo caduco de los dos grandes partidos y asistimos al nacimiento de nuevas formaciones, Podemos y Ciudadanos primero y luego Vox. El parlamento quedó fragmentado y precipitó la moción de censura que dio acceso al poder a Sánchez.

3) La etapa de “bloques”: se inicia tras las últimas elecciones generales, cuando sube al poder un gobierno de izquierdas (socialistas + extrema-izquierda) apoyado por nacionalistas radicales que intenta aplicar políticas radicales de ingeniería social dictada por los organismos internacionales (Agenda 2030 de la ONU y mundialismo cultural de la UNESCO). La velocidad y la poca sutilidad con que se han intentado aplicar esas medidas ha generado una reacción conservadora de la misma intensidad, aunque de sentido opuesto.

El resultado ha sido la división de la sociedad española en dos bloques:

- El bloque “progresista”: con un PSOE cuyo electorado está compuesto por inmigrantes nacionalizados, minorías sexuales, universitarios progresistas, directivos de ONGs, apoyado por una extrema-izquierda (ayer Podemos, hoy Sumar) que en realidad es una amalgama de decenas de tendencias inorgánicas, partidos, círculos, grupos menores, sin programa común y sin liderazgos reales, y finalmente nacionalistas radicales catalanes, vascos.

- El bloque “conservador”: con un PP que, momentáneamente, se ve apoyado por las clases medias, los sectores católicos y conservadores, agricultores, apoyado por Vox que cada vez se parecerá más a un “partido populista” europeo que agrupará al voto de la “clase obrera blanca”, acentuará su carácter anti-inmigracionistas y nacionalista. El entorno ideológico oscilará entre el viejo conservadurismo católico, la derecha liberal y la derecha nacional.

3. LOS RASGOS DE ESTE NUEVO PERÍODO SON:

a.- desaparición de partidos centristas

b.- desaparición de opciones nacionalistas moderadas.

c.- dos lenguajes completamente diferentes sin posibilidades de coalición ni acuerdos.

d.- dos orientaciones políticas opuestas en todos los ámbitos.

4. DOS BLOQUES PARA CUATRO CORRIENTES:

En otras ocasiones ya hemos escrito que la única diferencia entre los dos bloques (conservador y progresista), dentro de los cuales existen dos sensibilidades diferentes (la moderada y la radical), no tiene nada que ver con ideologías, sino con “velocidades”:

- La izquierda radical (ayer Podemos, hoy Sumar, más los radicales independentistas) practica una velocidad acelerada en dirección al abismo. Quieren arrojar a la sociedad española por ese abismo que consideran un “gran salto” en la construcción de una sociedad nueva. La quieren rápido y ya, forzando el paso. Aman los experimentos nuevos, originales y excéntricos.

- La izquierda moderada (el PSOE) va en la misma dirección, aspira también a la construcción de una nueva sociedad, pero está dispuesta a realizar esta marcha a una velocidad que sea más asumible para la sociedad española y no le entrañe a la sigla socialista altos costes electorales, para eso precisaría una mayoría absoluta.

- La derecha moderada (el PP) no rechaza completamente los cambios sociales, es más, estaría dispuesta a liderar algunos siguiendo la política “gatopardista” (cambiar algo para que no cambie nada). Permanecen parados ante el abismo tienen la creencia de que los problemas de la sociedad podrían resolverse aplicando criterios técnicos.

- La derecha racial (Vox), además del rechazo a las políticas progresistas y a la marcha por la pendiente de la decadencia, aspiran a revertir el camino recorrido. No solo se niegan a arrojarse al abismo, sino que quieren recorrer el camino en sentido opuesto. Son partidarios de todas las reformas constitucionales capaces de impedir avanzar en dirección al abismo.

5. ¿Y QUÉ ES EL “ABISMO”? ¿DÓNDE ESTÁ EL “ABISMO”?

Lo que llamamos y reconocemos como “abismo” está compuesto por cinco rasgos:

1) Sumisión a la Agenda 2030 dictada por la casta funcionarial de la ONU, el gran proyecto mundialista de ingeniería social, pensado a escala planetaria, pero que solamente se aplica en “Occidente” (EEUU+UE).

2) Un tránsito mal calculado entre la Tercera y la Cuarta Revolución Industrial que implicará cambios radicales en los hábitos sociales, los modelos de comportamiento y de trabajo y que llegan a una velocidad excesiva como para que puedan afrontarse sin generar conflictos sociales radicales.

3) La creación de una sociedad sin raíces, ni identidades comunitarias, ni siquiera valores universalmente reconocidos, en beneficio de valores relativos, identidades menores de carácter sexual, y contenidos culturales mundialistas; una sociedad inviable y en la que los únicos valores admisibles son hedonistas, economicistas y materialistas.

4) El caos étnico que fragmenta a las sociedades en grupos estancos en función de la pertenencia a determinados grupos raciales y religiosos, que en toda Europa se han mostrado impermeables a la integración y que conduce directamente a la guerra civil que será, a la vez, religiosa, étnica y social.

5) El avance del “modelo chino” que recoge lo peor del capitalismo (el consumismo, la búsqueda del máximo beneficio, la depredación de recursos) y lo peor del comunismo (masificación, dirigismo, sumisión al poder, control social) en un mundo en el que la globalización ha muerto y Europa el ámbito al que pertenecemos- ha visto disminuido su poder internacional.

6. ¿TERCERAS VÍAS? DESENGAÑAROS

En nuestros oídos resuenan todavía viejas consignas de nuestra juventud: “ni derechas, ni izquierdas”, llamamientos a una “tercera posición”, referencias a un espacio “de tercera vía”. Quizás por nuestra formación política originaria, tenemos cierta predilección por estas fórmulas… pero, muy a nuestro pesar, hay que reconocer que ese tiempo ha terminado. Mo sólo ha concluido el tiempo del “centrismo” (equidistancia entre derecha e izquierda dentro de un régimen parlamentario), sino de las “terceras vías” (en una perspectiva antisistema).

Es preciso, pues, constatar, de partida:

- En la actual situación ya no caben posiciones fuera de la “política de bloques”. O se está con la derecha conservadora o se está con la izquierda. En la actualidad solamente existen posibilidades de construir “tercerismos” sobre el plano teórico, pero -mientras permanezcan las actuales constantes de la política española e internacional- son de imposible traducción a términos políticos.

- Valen como testimonialismos, valen para aquellos que sienten la necesidad de “hacer lo correcto”, pero no para los que experimentan la necesidad de construir el futuro. El radicalismo de la ingeniería social progresista es tal que ha abolido cualquier terreno intermedio de discusión y de renovación.

- En este contexto, no hay posibilidades de “lucha cultural”, menos aún de “lucha política” y ninguna, por supuesto, de “lucha social”: ambos bloques obligan a una posición en su interior a la vista de la potencia de cada uno de ellos. El espacio intermedio solamente puede ser concebido como una “tierra de nadie”, batida por los obuses, minada, con trincheras a ambos lados, yerma y desierta en la que es imposible encontrar población que aporte “fuerza social” a una acción política, cultural o social “tercerista”.

- Así pues, los “terceristas” harían bien en reservar sus escasos efectivos, evitar lanzarlos al combate, huir de enfrentamientos directos con cualquiera de las dos actitudes y evitar discusiones sobre si conviene apoyar al bloque progresista para avanzar la desintegración del sistema o apoyar al bloque conservador para huir de situaciones de vacío de poder y evitar descender a situaciones aún más deterioradas para la comunidad.

- Las cuatro posiciones divididas en los dos bloques, en su totalidad, tienen que ver con actitudes ante el sistema surgido en 1789 y del que ha derivado el caos de la modernidad. Parece evidente que cualquier “tercera vía” se sitúa en “otra parte”: no tiene nada que ver con el sistema de valores construido a partir de la Revolución Francesa y de la Revolución Americana, y por tanto, tiene poco que ver y que hacer con las distintas fórmulas para “hacer avanzar” o “rectificar” las iniciativas nacidas en esos hitos históricos y en los que siguieron (Revolución de Octubre, creación de las Naciones Unidas y sus satélites, mayo del 68 y contestación, new-age y transhumanismo).

- Para que el “tercerismo” y la defensa de las identidades puedan tener una opción, es preciso que, antes, el sistema colapse y que, cuando ese colapso se haya producido, existan, al menos en potencia, un marco doctrinal completo, una clase política dirigente de reemplazo y unos objetivos políticos concretos que alcanzar y que sea posible alcanzar mediante una estrategia y unos diseños tácticos. Nada de todo esto existe hoy. De ahí la necesidad de concentrar esfuerzos en las catacumbas y prepararlos.

7. BIEN ¿Y ENTONCES A QUIEN VOTAR?

Parece bastante claro que, en la teoría de las “cuatro velocidades”, solamente hay una opción a la que se pueda apoyar: aquella que, dentro del bloque conservador, propone alejarse lo más posible del “área peligrosa”, lo que hemos llamado y descrito como “el abismo”. Esa opción es Vox.

Ahora bien, seríamos excesivamente ingenuos si pensáramos que con Vox todos los problemas se van a resolver:

- No se van a resolver de la misma forma que Trump no estuvo en condiciones de resolver los problemas de los EEUU (e incluso algunas de sus medidas fueron problemáticas: convertir campos de cultivo de cereales en campos de marihuana, por ejemplo), como tampoco los resolvió Jaïr Bolsonaro en Brasil, ni los resolverá Giorgia Meloni en Italia, ni seguramente los podrá resolver en Francia, Marina Le Pen: el cáncer progresista ha hecho metástasis y afectado a todos los organismos del cuerpo social. Se pueden aplicar tratamientos paliativos, pero hay que pensar que buena parte de los males que afectan a nuestra sociedad, como máximo, pueden “cronificarse”, es decir, evitar que vayan a más, que la situación del conjunto empeore, pero, difícilmente, muy difícilmente, conseguirán sanarse.

- Así pues, votar ni es una obligación, ni una necesidad, pero si se decide ir a votar, es preciso hacerlo teniendo en cuenta los límites de la opción: nada importante se va a resolver. Seguirán existiendo autonomías y el gasto público, en consecuencia, seguirá siendo inasumible, seguirá existiendo deuda de billón y medio e intereses de 42.000 millones de euros solamente a pagar en 2024, los tenedores de la deuda serán los que impongan sus condiciones a cualquier gobierno, por tanto, no puede esperarse que disminuya la presión fiscal. Así mismo, España seguirá en la UE, presa por la legislación y las normativas anquilosadas y burocráticas y que espera una renovación profunda que nadie es capaz de hacer sin que la entidad estalle en mil pedazos.

- En el mejor de los casos, el voto a Vox, serviría para dar alas a una “coalición conservadora” en la que el centro-derechismo del PP, con sus ultraliberales, sus pro-OTAN y su confusionismo ideológico (en general, las derechas no han interpretado que caminamos hacia una nueva sociedad generada por la Cuarta Revolución Industrial y no han definido su modelo de sociedad en ese contexto nuevo, creyendo que, en las dos próximas décadas, si ellos gobiernan, todo seguirá igual. Cuando en realidad, en cada Revolución Industrial se asiste a una distinta concepción del poder, a unos nuevos “amos” (habitualmente, los propietarios de las nuevas tecnologías) que imponen las nuevas reglas del juego.

- Votar, una vez más, no resolverá absolutamente nada, salvo el cambio de protagonismos. Poco más. Y, ciertamente, alejar al psicópata clínico que gobierno hoy es una exigencia de sentido común, pero lo que vendrá después no será un camino de rosas.

8. EL PUNTO MÁS DÉBIL DE LA COALICIÓN CONSERVADORA

Cuando hemos definido a Núñez Feijóo como “el gris” es porque creemos que ese es el tono que mejor corresponde a sus orientaciones. No hace ni un mes, Feijóo todavía no había abandonado su viejo proyecto de “pactar con el PSOE”. En el fondo, era el proyecto que le acompañaba desde que sustituyó a Casado al frente del partido: “el PSOE es mi primera opción de alianzas”. Lo dijo por activa y por pasiva. No era absurdo… en un marco pluripartidista, pero sí es muy ingenuo de su parte, pensar que en la situación de “política de bloques” en la que hemos entrado, este llamamiento puede hacerse. A lo peor es que Feijóo no ha entendido la nueva situación generada. No importa, si él no lo ha entendido, el electorado si lo ha hecho.

Obviamente, los desplantes de Sánchez, su carácter psicopático e insano, han hecho imposible que Feijóo mantuviera durante mucho tiempo aquella primera línea política. La debió modificar en cuanto comprobó que paralelamente a la negociación con Sánchez para la renovación del Consejo Supremo del Poder Judicial, éste tomaba medidas por su cuenta que torpedeaban dichas negociaciones: Feijóo tardó en entender que si Sánchez prefería apoyarse en el magma ultrafragmentado y multiforme de la extrema-izquierda y de la no-España, antes que, con el PP, era porque a este último le hubiera sido mucho más difícil manejar. Y, por lo demás, a Sánchez no le importa nada -ni España, ni el PSOE, ni ideal alguno- salvo él mismo: por lo que obligarle a rectificar era algo que nunca hubiera aceptado.

Tras las elecciones municipales y autonómicas pasadas, Feijóo rectificó su llamamiento al PSOE: ya no iba dirigido a Sánchez, ni a la actual dirección socialista, sino a García-Page y a “algunos diputados socialistas” que le harían falta para gobernar sin el apoyo de Vox. Si hemos de creer lo que ha ido diciendo a lo largo de la campaña: excluye la presencia de Vox en el gobierno.

También aquí es muy posible que se equivoque:

- Después de las elecciones, especialmente, si el PSOE queda con menos de 90-100 diputados, Sánchez no podrá evitar que los barones del partido se le echen encima y, sencillamente, lo despedacen. Para ello ha intervenido en la formación de las candidaturas colocando a sus amigos al frente de las mismas, en la creencia de que podrá apoyarse en el grupo parlamentario, y contrarrestar el peso de los barones. Esta estrategia no está asegurada: todo va a depender de cómo quede el PSOE después de las elecciones. Si la derrota es por un margen muy amplio, lo más probable es que los “amigos” de Sánchez, por arte de magia, dejen de serlo, sino en los días siguientes a las elecciones, sí en los meses próximos, cuando Feijóo mire “debajo de las alfombras” o se realice una auditoría sobre las cuentas del Estado. Aflorarán casos de corrupción, despilfarro y mala gestión deliberada e interesada. Dudamos de que los apoyos a Sánchez se mantengan en esas condiciones e, incluso, que su plan de ser Secretario General de la OTAN u ocupar cualquier otro cargo internacional pueda llegar a buen puerto. El problema del PSOE es de futuro en dos sentidos:

1) Sobre qué líneas programáticas se basará en los próximos años y

2) Cuál será el futuro Secretario General del PSOE.

Ninguna de las dos cuestiones tiene una respuesta fácil y, probablemente, la primera no tiene ninguna (desde el zapaterismo el PSOE ha renunciado a la socialdemocracia para zambullirse en la ideología Agenda 2030) y para la segunda solamente puede recurrir a barones de poco calado político fuera de sus “territorios”. No hay que descartar que la sigla PSOE siga a otras siglas socialistas “indecorosamente fenecidas”: el Partido Socialista Francés o el Partido Socialista Italiano. Y aquí reconocemos expresar tanto un deseo como una posibilidad.

- Vox, debería de ser realista: no solamente no debería estar en el gobierno, sino que debería “esperar su momento”. Estas no van a ser “las elecciones de Vox”. Puede aspirar a realizar un apoyo crítico a un eventual gobierno del PP presidido por Feijóo, pero a nada más. De hecho, no debería de aspirar a nada más, salvo a situarse en posición para romper el PP en el siguiente ciclo electoral. Feijóo, como máximo podrá atenuar algunas de las líneas más extremas y problemáticas del pedrosanchismo. Nada más. Y lo hará afrontando una situación económica global negativa, una situación política internacional endiablada (con el ascenso de la República Popular China a primera potencia mundial y con un conflicto ucraniano cuyo final o su enquistamiento solamente dependen de quién venza en las elecciones norteamericanas de 2024), con una UE paralizada y en la que los partidos populistas cada vez amplían más su peso y su influencia (actualmente, la Acción por Alemania es el segundo partido del país en intención de voto y en Francia, Marine Le Pen ya ha superado a Macron en intención de voto, tras los incidentes provocados por las bandas étnicas). Además, Feijóo no es un “hombre de ideas”: es un burócrata, con unas ideas generales vagas en muchas materias, erróneas en algunas (no olvidemos que propuso la vacunación obligatoria cuando estaba al frente de la autonomía gallega…), no ha enunciado políticas económicas claras, ni, por supuesto, un modelo económico concreto. Lo más que puede hacer es enmendar los errores económicos más graves del pedrosanchismo (como Rajoy hizo con las meteduras de pata del zapaterismo), pero poco más.

- Dentro de cuatro años, lo más probable es que el elector conservador se haya hartado de las promesas y las ambigüedades de Feijóo: para entonces, Vox debería tener un historial “limpio”, sin manchas derivadas de haber colaborado en la gestión de un PP impotente y en el que se manifiesten sus “dos almas”: la conservadora y la liberal. Entonces sí será el “momento” de Vox, el del “sorpasso” o, incluso el de la formación de un gran bloque de la derecha liderado por Vox y por la corriente del PP más afín a este partido. Un compromiso con el gobierno Feijóo, formar parte de él, cualquier actitud que vaya más allá de un apoyo crítica, sería empañar el propio historial, evidenciar imposibilidad para aplicar el programa de Vox, quedar en actitud muy secundaria confinado en ministerios de tercera o cuarta fila, en los que se maneja algo de presupuesto, pero apenas se influye en la sociedad y, a la hora de las grandes decisiones, se permanece como “convidado de piedra”. Algo parecido a lo que le ha ocurrido a Podemos en el gobierno Sánchez.

9. LA POSIBILIDAD DE QUE VENCIERA EL PSOE…

Siempre, claro está, existe la posibilidad de que venciera el bloque de las izquierdas… Al menos eso es lo que hoy todavía afirmaba el CIS (si es que alguien, a estas alturas puede creer las “profecías” de Tezanos). Cuatro años más de pedrosanchismo supondría el advenimiento de un estado de “fallo catastrófico” para nuestro país, un mirar al fondo del “abismo”, con el vértigo que genera y la atracción por el vacío que inevitablemente se siente. Pensar en otros cuatro años de “bloque de izquierdas” supondría certificar el fin de nuestro país, de nuestra sociedad y, por supuesto, de nuestra identidad. Y esto, cuando todavía no existe un movimiento de resistencia “tercerista”. La peor de todas las opciones.

En otras elecciones no hemos tenido inconveniente en proponer la abstención, el voto nulo o el voto en blanco, pero en esta ocasión, la pesadilla de cuatro años más de “pedrosanchismo” es suficientemente inquietante y aterradora como para proponer el voto para el bloque conservador, con todas las limitaciones, las dudas y las ambigüedades que encierra.

Quien piensa hoy en la identidad, en el pueblo y la nación, en su grupo étnico y en la cultura que le corresponde, debe ser consciente de que necesita GANAR TIEMPO, dilatar los plazos, ampliar el período de creación de infraestructuras doctrinales, organizativas y estratégicas, para cuando se producto el desplome del sistema y el colapso de los modelos nacidos con posterioridad a 1789. Porque, si de algo podemos estar seguros es que ese colapso se producirá.

Parafraseando a Shakespeare y a su Julio César, podemos decir que entre 2030 y 2050 podrá decirse aquello de que “los idus de marzo han llegado… pero no han pasado”. Todos los futurólogos ven con relativa claridad la marcha de nuestra civilización hasta esos topes, a partir de 2050, todo se vuelve incierto, problemático, incluso inviable, oscuro y descorazonador. Votar a Sánchez en estas elecciones, supone acortar esta horquilla temporal: aproximar el “desplome nacional” al 2030, adelantarlo, hacerlo inminente.

10. CONCLUSIÓN: PROBLEMAS “ENDÓGENOS” Y “EXÓGENOS”. LA “TORMENTA PERFECTA”

Podemos decir que, en esta convocatoria electoral, el votante debe reconocer la existencia de dos tipos de problemas: “endógenos” (los que derivan de la propia situación española) y “exógenos” (que afectan a un contexto mucho más amplio):

1) Problemas endógenos: El régimen nacido en 1978 ha generado una situación “normal” en democracia: la inconsecuencia de un sistema que solamente se rige por mayorías “cuantitativas” y no “cualitativas”, termina introduciendo una “selección a la inversa”: siguen en la clásica política los más demagogos, los que más ambiciosos, los que menos posibilidades tienen de destacar en la sociedad civil. La “calidad” se va retrayendo: el campo queda solo para los oportunistas sin escrúpulos. Al final, el poder queda en manos de personajes con graves trastornos de senectud (un Biden, verdadera marioneta de los distintos grupos de presión elitistas norteamericanos) o un Pedro Sánchez (auténtico caso clínico y confirmación de que la política -junto con la empresa- son los campos de actuación preferenciales de los psicópatas integrados). A esto se ha llegado después de 40 años de pendiente. Como era de esperar, el empobrecimiento creciente en la calidad y preparación de clase política, ha generado el que se hayan enquistado problemas (vertebración del Estado, características de nuestro mercado laboral, desindustrialización creciente, crisis del campo, presión fiscal sobre la clase media, descenso del nivel cultural general de la población, pérdida de poder adquisitivo de la mayoría, crisis de natalidad, acción deletérea de la UE, endeudamiento creciente e insoportable a partir del zapaterismo, etc.) que hoy tienen difíciles soluciones y que ningún gobierno se atrevería a afrontar, so pena de desencadenar una oleada de protestas.

- Problemas “exógenos”: son aquellos problemas cuya capacidad de resolución ya no está en manos de manos de la clase política española, porque superan nuestras fronteras y han sido generados por factores ajenos a nuestro país; son de tres tipos:

1) Institucionales, generados por nuestra adscripción a distintos organismos internacionales, tanto por la acción de la ONU (Agenda 2030), como de la UNESCO (mundialismo), como de la FAO (en manos de China y de los consorcios farmacéuticos), de la FAO (con sus nuevas “propuestas alimentarias”), con la OTAN, con la Unión Europea y con todos los acuerdos y pactos que, en ocasiones de manera muy irresponsable, han suscrito gobiernos españoles en estos últimos 40 años.

2) Coyunturales, es decir, problemas que han ido apareciendo poco a poco, nadie los había previsto (aunque podían preverse): son problemas económicos, de producción y distribución, de escasez de materias primas, problemas de carácter antropológico (incluso la identidad humana está hoy desdibujada con la IA, la robótica, las nuevas tecnologías y todo lo que acompaña a la Cuarta Revolución Industrial), cultural (la pérdida de identidad supone siempre un empobrecimiento cultural y una bajada drástica del nivel cultural medio de la población), pérdida de confianza en los organismos internacionales y dudas sobre su papel, crisis de los sistemas educativos, crisis de la información, crisis energética e imposibilidad de disponer de un modelo energético de futuro propio, aumento de la criminalidad e incapacidad de los poderes públicos para afrontarla con medidas drásticas, salvajismo creciente en las calles y en los espectáculos públicos, generalización del uso de drogas y de cualquier tipo de adicciones, etc, etc, etc. Antes, todos estos problemas hubieran podido afrontarse, uno a uno, a medida que iban apareciendo, pero, en la actualidad, resulta impensable que el sistema pueda afrontarlos todos en el mismo momento.

3) Históricos en el marco de la civilización occidental que nos han acompañado desde 1789 y cuya solución no ha sido resuelta y que fueron el resultado de la Primera Revolución Industrial y de las que han seguido hasta nuestros días. El sistema ha ido aplazando su resolución y ocultando la existencia misma del problema. El lema “libertad-igualdad” encerraba muchas dudas y contradicciones que, desde el principio, se enmascararon; después de los intentos de rectificación del socialismo utópico, del bolchevismo, de la socialdemocracia, de las revoluciones tercermundistas, de la nueva izquierda sesentaiochesca, de los “indignados”, del neoliberalismo, hoy hemos ido a parar al “pensamiento único”, a las locuras de las distintas corrientes “postmodernistas”, a la “corrección política”, que más que “soluciones” no pasan de ser reflejos de una tendencia histórica generalizada, de una especie de fatum por el que discurre la civilización occidental. A esta categoría pertenecen también los conflictos geopolíticos, las rivalidades geohistóricas y los “choques de civilizaciones” en curso.

Todo esto hace que estemos ante la posibilidad inequívoca de una “tormenta perfecta”: ya no son problemas que puedan afrontarse de uno en uno, sino que han coincidido en el espacio (en el marco de la civilización “occidental” especialmente) y en el tiempo y el sistema ya carece de vitalidad y energía como para afrontar su resolución (que, inevitablemente, comprometería la misma existencia del sistema).

Tal es la situación de conjunto. ¿Podemos pensar que votando a tal o cual opción, se van a disipar las nubes de la “tormenta perfecta”, que gracias a una simple papeleta con tal o cual sigla, lograremos que el Sol siga luciendo en un cielo despejado? No seamos tan ingenuos como para esperar mucho de una acción tan banal como votar.