lunes, 8 de marzo de 2021

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: DEL DÍA DE LA “MUJER TRABAJADORA” AL DÍA DE LA “MUJER EMPODERADA”. EL FONDO DE LA CUESTION

Alguien ha comparada a las manifestantes feministas más agresivas como el “ejército de los orcos”. La comparación es pertinente. No valdría la pena tratar sobre este tema si no fuera porque Podemos, ha incluido al feminismo radical -y sólo al radical- en su particular “póliza de supervivencia”. Porque, de eso se trata: sobrevivir políticamente generando, durante el tiempo que se permanezca en el poder (y las cosas están maduras para que Podemos desaparezca de los consejos de ministros), un electorado clientelar compuesto por estas feministas, por los fanáticos de las ideologías de género (eso que se llama LGTBI), por porrerillos colgaos sin más objetivo vital que lograr una paguita, inmigrantes recién nacionalizados y almas sensibles de ONGs subvencionadas. No es mucho, apenas un 6-8% del electorado, pero les garantiza a los dirigentes de Podemos, seguir chupando de la teta pública mientras tengan cargos electos.

Las pobres feministas, estilo Esty Quesada (“Soy una pringada”), o más descocadas, estilo FEMEN, tienen un enemigo (aparte del buen gusto): el Covid-19. De esto lleva hablándose una semana: se recuerda que el año pasado, la manifestación feminista costó el que la epidemia se extendiera más rápidamente que en cualquier otro lugar de Europa. A este primer error, Illa sumó otros más en cadena y así hemos llegado a un nuevo 8 de marzo, en el que Podemos seguía intentado regar a su electorado clientelar con otra nueva manifestación, pero el PSOE ya no estaba por la faena, habida cuenta de las repercusiones que tuvo la manifestación del año anterior.

En esos doce meses muchas cosas han cambiado: en primer lugar, si el gobierno cedió a las presiones de las feministas y autorizó y estimuló una manifestación, a sabiendas de la peligrosidad del virus, era porque la “coalición” PSOE+Podemos, se acababa de estrenar y no era cuestión, ni de ponerla en crisis, ni de que los podemitas se llevaran toda la gloria. Pero un año después se ha demostrado:

1) Que la supervivencia del gobierno de coalición (al menos, de esta coalición) pende de un hilo, se ha ido pudriendo a lo largo de los meses y que, en cualquier momento, una declaración inoportuna de cualquiera de las “mentes privilegiadas” de Podemos, con más repercusión de lo normal, puede hacer saltar la alianza.

2) Que la manifestación del año pasado generó una bajada en la estimación de voto del PSOE. Y ya se sabe que Sánchez tiene como único barómetro las encuestas del CIS previas a su cocinado.

3) Que durante este año la imagen que la población tenía del feminismo radical se ha ido degradando hasta el punto de que las feministas “históricas” se encuentran hoy más próximas a Vox que a Podemos.

Para colmo, este año se han sumado varios elementos polémicos, más o menos relacionados con la materia, entre los que podemos identificar:

- El lamentable monólogo de Esty Quesada en la sesión de los premios Feroz. Esty Quesada no es una buena actriz. De hecho, ni siquiera es actriz. Tampoco es cómica, ni siquiera monologuista. El hecho de que alguien haya sufrido bullyng, abusos, tratamiento psicológico y tenga sobrepeso, no es motivo para ser más condescendiente con las actividades artísticas, o presuntas tales, de la chica. En cuanto a su ideología LGBTI, no le exime ni de la calidad ni del buen gusto. Su monólogo resultó ofensivo para muchos y mostró el nivel excepcionalmente bajo de quienes ni siquiera saben reírse de sí mismos.

- Los comentarios machistas de los Premios Goya, son, en efecto, inoportunos, pero la policía del pensamiento no puede imponer el que algunos piensen que determinadas actrices han aceptado que sus modistos (gays en gran medida), las vistan de manera provocativa, extrema y mostrando decímetros cuadrados de su anatomía… como las chicas de puticlub. Algunas mujeres y hombres son tan pobres que solamente tienen su físico. Si aceptan explotarlo, se arriesgan a que alguien las pueda comparar con aquello a lo que más se parecen. Y, por supuesto, no es de recibo que un comentario de este tipo pueda oírse en bulín directo (si bien en la RTVE de Rosa María Mateo, ya todo es posible.

- La persistencia de las feministas radicales de manifestarse en plena pandemia, como si en ello les fuera la vida y, sin reconocer, que la manifestación del año pasado tuvo un papel decisivo en la rapidez con la que se expandió la pandemia. Esta insistencia resulta incomprensible desde todos los puntos de vista y nos remite, de nuevo, a la equivalencia “feministas radicales – orcos tolkienianos”, seres brutales, privados de sensibilidad y de inteligencia para cualquier otra cosa que no sea cumplir su fatum (destruir y matar en el caso de los orcos y descargar adrenalina en el caso de las feminitudas). El tira y afloja entre la Comunidad de Madrid, el Ministerio de la Igualdad, los organismos judiciales y un Sánchez (“no sabe/no contesta”) han estado durante una semana seguida en primera página en digitales e informativos.

Pero centrarnos en todo este sería permanecer en la superficie. Y estas polémicas generadas por el feminismo radical no son más que un “epifenómeno” (fenómeno que se manifiesta en la superficie) y que denota la existencia de causas más profundas: esto es, de un epicentro.

Podríamos preguntarnos, pues, ¿cuál es el fondo de la cuestión? Podemos identificar varios factores, en parte, diferentes y, en parte, unidos en el epicentro: la quiebra de nuestras sociedades. Vamos a tratar de identificarlos:

1) El dogma de la “igualdad”, aplicado a todo, da como resultado el que el voto de un colgado emporrado, atracador y asesino, psicópata y violador, valga lo mismo que el de un universitario honesto, trabajador, padre de familia

. A partir de ahí -es decir, de admitir lo inadmisible- todo dependerá de la fuerza de tales o cuales colectivos, del ruido que sean capaces de hacer, para que se atiendan a sus reivindicaciones igualitarias. Pero, en filosofía se dice que cuando algo es exactamente igual a otro, igual en todas sus partes, en su esencia y en su sustancia, no se trata de dos entes diferentes, sino de uno solo.

2) Las feministas radicales, utilizando el dogma de la igualdad, han privado de identidad a la mujer. Porque, tales feministas lo único que han logrado ha sido liquidar las cualidades propiamente femeninas, determinadas por la biología y evidenciadas en la psicología, para hacer de la mujer algo “igual” al hombre, es decir, “virilizarla”. Ni siquiera es algo nuevo, en el mito griego de las Amazonas ya estaba presente esta tendencia. Sin olvidar que la sexualidad es una pulsión que, en su forma más natural, nace de la “polaridad”: dos partes, originariamente unidad en el mito platónico del andrógino primordial, se atraen irremisiblemente para reconstruir esa unidad. Si se atenúa esta polaridad, se atenúa la atracción entre los sexos y entonces se abre el campo a la “ideologías de género”.

3) El feminismo radical, no es más que un fenómeno patológico del feminismo que apareció en la segunda mitad del siglo XX y cuyas repercusiones fueron de carácter económico-social. Aquel feminismo tuvo razón en algunas de sus reivindicaciones, pero no calculó las implicaciones del “dogma de la igualdad” que también profesaban. Si en 1950, una familia podía vivir, incluso cumplir el “sueño occidental” de tener casa propia, residencia estival y vehículo, era porque el salario del varón era lo suficientemente alto como para permitirse estos lujos. Sin embargo, treinta años después, los salarios habían descendido y las familias perdieron más del 50% de su poder adquisitivo. ¿La causa? La incorporación de la mujer al mercado laboral que ocasionó una bajada generalizada del valor del trabajo por la mera ley de la oferta y la demanda. Esto explica, además, porque el feminismo de los 60 y 70 fuera apoyado por las grandes corporaciones financieras e industriales.

4) El feminismo radical puede ser considerado como un elemento mas destructor del sistema de identidades, al querer, por todos los medios, eliminar, enmascarar, ocultar y distorsionar la “condición femenina”, al hacer de ella, como hemos dicho, un émulo del varón. En cuanto a las reclamaciones de “amor libre” y demás elementos de la “revolución sexual” de los 60, ni tampoco son “originales”, sino la traslación en el tiempo del antiguo “hetairismo” propio de determinadas civilizaciones matriarcales. Cuando lo importante de la sexualidad, no es quién, con quién, ni cómo “se hace”, ni mucho menos la “libertad sexual”, sino si uno es libre en relación al sexo o está obsesionado y absorbido por él.

5) La civilización occidental ha emprendido, no, desde luego, gracias a las feministas radicales, sino como “signo de los tiempos”, un proceso de “feminización” que está presente incluso en la Iglesia Católica y, no solamente, en la importancia creciente que se le dio desde el Concilio Vaticano I a la figura de la Virgen María y que se confirmó en el Vaticano II, sino incluso por la preeminencia que se da, en el seno de la Iglesia, a los aspectos emotivos y sentimentales del Evangelio. Esta emotividad, el sentimentalismo, el moralismo, incluso el mismo “igualitarismo”, suponen actitudes que denotan una “desvirilización de la sociedad” y una paralela “feminización de las costumbres”. Tampoco se trata de algo nuevo porque, en períodos anteriores de la historia, se han generado civilización matriarcales y telúricas. 

6) España, país cuyo sistema educativo está desintegrado desde mediados de los 80 y en donde se ha privado a los jóvenes de capacidad crítica, es aquel en el que el feminismo radical tiene hoy más audiencia. Lejos de ser una muestra de “vitalidad” y de “progreso” de nuestra sociedad, es síntoma de que el proceso degenerativo, tanto del nivel cultural, como de la utilización de las leyes de la lógica, ha llegado en nuestro país más lejos que en cualquier otro de Occidente.

Hoy, 8 de marzo, en otro tiempo “día de la mujer trabajadora”, se ha convertido en escenario para orcos feminitudos y podemitas. La polémica iniciada por el feminismo radical es de tan bajo nivel que solamente puede ser aceptado por sectores que hacen gala de un simplicísimo extremo en sus juicios, por ignorantes o por buscavidas ideológicos. No creo que valga la pena discutir los argumentos orcos, pero sí contextualizarlos. Y eso es lo que he intentado.