miércoles, 24 de marzo de 2021

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: QUINCE DIAS PARA DIAGNOSTICAR EL MALESTAR DEL SISTEMA

 

Distintos trabajos personales me han impedido realizar crónica política en los últimos quince días. Casi mejor, porque, en realidad, no ha aparecido ningún elemento nuevo, sino solamente situaciones que confirman previsiones anteriores y líneas de tendencia. Vamos a intentar resumirlas en el mínimo de líneas posibles, tanto a nivel nacional como internacional. En el fondo, es una crónica que evidencia los desajustes del sistema político español, pero también del sistema mundial. Nada cambia, pero es una crisis global de carácter político-social lo que se acelera.

1. La estrategia de Sánchez para sustituir a Podemos

Desde el mes de junio de 2020, cuando se negociaron las ayudas de la UE a España, estaba claro que Sánchez había recibido la “sugerencia” de apartar a Podemos del gobierno. El problema, para él, consistía en cómo hacerlo sin ser presentado como un “traidor vendido al capital”. Fue pasando el tiempo y Sánchez no se atrevía a tomar iniciativas, ni siquiera bajo presión de los “barones” del PSOE, encorajinados cada vez que Iglesias, Echenique o la Montero publicaban algún tuit o realizaban alguna declaración que mereciera un aluvión de críticas. Era necesario preparar a la opinión pública para que no valorara negativamente la ruptura con Podemos. Y así se urdió la “estrategia de las mociones de censura”.

Se trataba de jugar con una alianza inédita: PSOE con Cs en los gobiernos regionales. El PSOE presentaría mociones de censura en regiones (Murcia, Castilla-León, Madrid, y, finalmente, en Andalucía) que harían caer a los gobiernos del PP, abandonados por la doncella en disputa (Arrimadas-Cs) que “horrorizada” por las corruptelas de sus hasta entonces aliados, cambiaría de bando, acostándose ahora con el PSOE.

Esto tenía distintas ventajas:

1) Sería una escalada progresiva a desarrollar entre marzo y abril, desde los lugares “más fáciles” (Murcia y Castilla-León), hasta los “más difíciles” (Madrid), tras el cual le tocaría el turno a Andalucía, cuando ya estuviera clara la tendencia.

2) Esta “escalada”, permitiría convertir el “caso murciano” en una tendencia general y habituar a la opinión pública de todo el Estado al “nuevo maridaje” Sánchez-Arrimadas.

3) Esto implicaría nuevos tuits de los dirigentes de Podemos, oliéndose la maniobra y atacando a Cs y a la nueva política de alianzas del PSOE.

4) La virulencia de estos ataques justificaría el que Sánchez rompiera con Podemos y el gobierno recibiera gustoso los votos de Cs para apoyar sus políticas en lo que le queda de legislatura.

5) Mientras, ya fuera mediante la fórmula de coalición (querida por Cs) o a través de la incorporación de dirigentes de este partido directamente a las filas del PSOE (deseada por Sánchez), los dirigentes de Ciudadanos recibirían sus “treinta monedas”.

Todo salió mal. La moción murciana no estaba suficientemente “atada”: cuatro diputados de Cs se negaron a apoyarla -tras haberla firmado- y, para colmo, los tres diputados “disidentes de Vox” (en realidad expulsados de Vox por cuestiones de orden interno, pero que declararon que “no existían discrepancias ideológicas”), que el PSOE calculaba poder neutralizar “a bajo precio”, se sumaron al gobierno murciano (esgrimiendo la cuestión del “pin parental” (autorización que los padres deben dar para que sus hijos asistan a charlas sobre “ideologías de género” y demás obsesiones de la izquierda marciana).

Pero esto no fue lo peor, sino que, bruscamente, el PP entendió lo que estaba a punto de ocurrir: el PSOE aceleraba su distanciamiento de Podemos y su aproximación a Cs, y lo hacía desde las autonomías, tratando de expulsar al PP de los gobiernos regionales. Ayuso se adelantó y disolvió el parlamento madrileño convocando nuevas elecciones.

Una semana después de iniciado el show los resultados de la maniobra eran:

1) Relanzamiento de la marca PP auto presentada como víctima de las conspiraciones de Sánchez.

2) Desmantelamiento de Cs con un rosario de dimisiones que ponen el peligro incluso de desaparición la sigla.

3) Iglesias dimite, consciente de que sus días en el gobierno están contados, se adelanta y se presenta como candidato a la Comunidad de Madrid.

El resultado final es que la maniobra de Sánchez queda en agua de borrajas y el propio presidente entiende que, después de las elecciones en Madrid, lo más probable es que ya no quede nada de Cs y que la parte del león, tanto de sus diputados como de su electorado, se lo haya quedado el PP. Y, en cuanto a Podemos, es consciente de que, Iglesias se la juega también en las elecciones madrileñas y que, por mucho que dos militantes del PCE sigan en el gobierno (Alberto Garzón en comercio y Yolanda Díaz en trabajo) y otros dos de Podemos (Castells en universidades, Montero en igualdad).


La pregunta a formular en este momento es:

- ¿Con quién gobernará Sánchez el resto de la legislatura?

Existen varias posibilidades:

1) Sánchez no puede olvidar que su gobierno depende de la ayuda de la UE y esta exige “nada con Podemos”, o bien que “Unidas Podemos” adopte una deriva más moderada deshaciéndose de los que tienen en el cerebro el cliché de “izquierda radical pancartista”. Pero hoy, Podemos es víctima de sí mismo y de sus obsesiones por las “ideologías de género” y su sustrato electoral está solamente compuesto por procedentes del conjunto LGTBI+, inmigrantes recién nacionalizados, jóvenes en busca de “salario social” (“paguita”), su defensa numantina de okupas y poco más.

- ¿Puede “moderarse” Podemos? Claro que puede… a costa de perder electorado y de reinventarse a sí misma. Y, en la actualidad, da la sensación de que la formación morada se ha metido, ella misma, en un callejón sin salida.

2) Mantener en vida artificial a Cs mientras dure la legislatura y en estos dos años y medio que restan, “alimentar” a los restos del grupo parlamentario de este partido a cambio de que apoyen sus iniciativas.

- ¿Puede mantenerse la sigla Cs como entidad? No, desde luego si queda eliminada completamente de la Comunidad de Madrid, que sería el toque para la desbandada final de esta reedición del centrismo.

3) Gobernar con la “no-España”, esto es con grupos independentistas catalanes y vascos y con “excepciones regionales” (estilo el valenciano Compromís).

- Es la opción que puede costarle más cara a Sánchez y que, seguramente, sería la más inestable y problemática de cara al futuro.

4) Seguir el consejo que le ha dado reiteradamente la Merkel: establecer una “gran coalición” PSOE+PP para dar estabilidad al gobierno mientras dure la crisis.

- El que sea la opción más recomendable desde el punto de vista de la “estabilidad”, no quiere decir que sea la que tiene más posibilidades de concretarse. Podría ser entendida como una “traición” por parte de dos partidos que llevan cuarenta años odiándose.

En resumen:

La estrategia de Sánchez ha fracasado. Tratará de ir improvisando y sobreviviendo, pero, a partir de la noche del 4 de mayo, cuando se conozcan los resultados de las elecciones en la Comunidad de Madrid, deberá adoptar una de estas cuatro vías. Y no está nada claro en qué dirección se moverá.


2. Del “bipartidismo imperfecto”, al “imperfecto bipartidismo”, pasando por el pluripartidismo

La crisis del 2008-2011, generó dos opciones nuevas: Podemos a un lado y Ciudadanos a otro. Los primeros no eran otros que la vieja izquierda pancartista que languidecía en Izquierda Unida y que, súbitamente, tras el “movimiento de los indignados”, pareció reverdecer.

En cuanto a Cs no era nada más que la extrapolación a escala de Estado de un grupo anti independentista que había tenido éxito en Cataluña, gracias a los apoyos de La Caixa y con la excusa de reeditar el viejo centrismo (que ya había fracasado en dos ocasiones, con UCD y con CDS).

Bruscamente, la “banda de los cuatro” (PP – PSOE – PNV – CiU) alteró su composición. Ya no eran “cuatro”, sino “seis”, sumando a Podemos y a Cs. También aparecieron siglas regionales que fragmentaron los parlamentos regionales. Y, para colmo, tardíamente, como resultado de la descomposición del PP, apareció Vox.

Hubo un momento en el que parecía evidente que el sistema político-constitucional español, ideado desde la transición para el “bipartidismo imperfecto” (dos opciones que, en caso de no tener mayoría absoluta, cuentan con una tercera, menor, de carácter regionalista, para gobernar) no se iba a adaptar bien a la nueva situación multipartidista… como, en efecto, así ocurrió.

El problema era que esta fase “pluripartidista” había llegado en un momento en el que el nivel de la clase política había descendido hasta lo indecible y que las nuevas fuerzas que aparecían en el horizonte y las de siempre, parecían dirigidas solamente por mediocres ambiciones, especialistas en el regate en corto. En ninguno de ellos existía la madera de los “estadistas”.

Los repetidos errores de las nuevas siglas, llevaron a que las esperanzas que habían suscitado tardaran menos de diez años en atenuarse.

De hecho, de las nuevas siglas, solamente Vox -la más tardía- parece con posibilidades de sobrevivir, aunque, si se cumplen las leyes que rigen la política europea, siempre como partido marginado, permanentemente en el ostracismo y sometido a un “cordón sanitario” por el resto de fuerzas políticas. En apenas dos años veremos si en España se cumple esta maldición en relación a Vox, o las necesidades del PP para gobernar, consiguen integrarlo como un partido más.

Sea como fuera, basta observar superficialmente lo ocurrido en España en los últimos diez años para sentenciar que: no son los partidos los que están en crisis, no es el nivel de la clase política el que se ha desplomado, sino que es el propio sistema que, en su inadecuación creciente, ha facilitado la carrera política de merluzos absolutos, sin sentido de Estado, ni provistos de nada más que su ambición, haciendo, además, que la inestabilidad política fuera creciendo más y más, convirtiendo a España en un país ingobernable.

Hoy, hemos llegado al límite con la fracasada “operación Sánchez”. El “sistema” ha dado marcha atrás, retornando a una nueva fórmula de “bipartidismo imperfecto”, caracterizado por:

1) La presencia de PP y PSOE como ejes centrales de la política española.

2) El conglomerado independentista como “tercera fuerza” y

3) Vox rodeado de un cinturón sanitario y, por tanto, en situación de aislamiento creciente.


3. Sin olvidar lo que ocurre en Cataluña

Las elecciones autonómicas catalanas se saldaron con un resultado poco convincente, en la medida en que menos de la mitad del electorado acudió a las urnas y las opciones no nacionalistas, considerando que las políticas de la gencat no iban con ellos, aprovechó el Covid19 para justificar su absentismo, mientras que solamente el nacionalismo se movilizaba.

Lo que salió de aquellas elecciones no era lo que esperaba Sánchez.

- Ni se produjo una victoria aplastante del PSC con Illa a la cabeza.

- Ni se dieron pasos para la coalición que prefería Sánchez: un tripartido entre PSC+ERC+EnComú (Podemos a la catalana).

Pero tampoco se recuperó el tono de confianza y “coleguismo” de los años del “procés”: en realidad, si bien ha sido relativamente fácil el entendimiento entre ERC y CUP, JuntsxCat sigue siendo objeto de reticencias y resquemores por parte de sus exsocios indepes. Particularmente, Junqueras y Puigdemont son enemigos irreconciliables desde el momento en el que el segundo optó por tomar las de Villadiego, enfeudarse en Waterloo.

Pero lo que ocurre en Cataluña es importante para el resto del Estado y para la estrategia de Sánchez:

- Un acuerdo PSC+ERC+EnComú, hubiera reforzado el perfil del gobierno de coalición que dirige el Estado.

- La decantación de ERC, de nuevo por el independentismo, debilita la posición de Sánchez y corre el riesgo de mantener vivo el zombi del “referéndum de autodeterminación”, ante el que el presidente del gobierno solamente tiene posibilidades de afrontar con el “centro-derecha”: no ya con Cs, sino en exclusiva con el PP.

Al no haberse concretado la primera opción, la segunda es la que está cobrando forma: para apoyar a ERC, la CUP exige volver a las andadas y recuperar el “proceso soberanista”, esa historia interminable que nunca puede terminar con la secesión catalana (la “póliza de seguridad” para España, no es el gobierno español, ni mucho menos la constitución, sino la Unión Europea concebida como “unión de Estados Nacionales”, no como confederación de 150 autonomías…).

Y esto lleva, de nuevo, a concebir la estabilidad política en España, como algo imposible, en la medida en la que solamente un acuerdo PSOE+PP podría aportar una mayoría suficiente como para afrontar las grandes reformas que precisa la sociedad, la economía y el sistema político español. Nos reafirmamos en las tesis que publicamos hace un par de años sobre Un modelo geométrico para entender la política española, tras las últimas elecciones del 10-N.

Si la situación política española es peripatética, fuera de nuestras fronteras estamos asistiendo a cambios radicales, generados por tres fenómenos:

a.- La nueva presidencia de los EEUU

- Con Biden lo que ha retornado al poder es el “stablishment”, es decir, el poder de las dinastías económicas que no se resignaron nunca a que un “outsider” ocupara la presidencia siquiera durante cuatro años.

- A poco de sentarse en el despacho oval, Biden multiplicó sus declaraciones y medidas ofensivas para demostrar un poderío hegemónico que los EEUU ya no están en condiciones de asumir, como mínimo desde 2001.

- Las medidas excéntricas de Biden en materia económica (reparto de ¡400.000 millones de dólares! en cheques para las familias) aumentará la inflación y acentuará la tendencia a buscar “refugio” en las criptomonedas.

- El bombardeo de “posiciones de las milicias proiraníes” en Siria, reavivará un conflicto que estaba casi completamente resuelto y aumentará las tensiones Rusia-EEUU.

- Las acusaciones de Biden alegando que China “pone en peligro la paz mundial”, han sido duramente contestadas en aquel país.

- Biden solamente ha logrado apoyos en la UE para su política de reavivamiento de la “guerra fría”, con nuevo “frentes”: China-Rusia a un lado EEUU-UE al otro  

- A partir de finales de febrero, empezaron a multiplicarse las noticias sobre el mal estado de salud mental de Biden: es significativo que, desde entonces, no haya asistido a ruedas de prensa en directo y que, hasta ahora, nunca haya tolerado preguntas en directo. Ni siquiera duerme en la Casa Blanca. Las noticias sobre la incapacidad mental de Biden son la comidilla de Washington y de los círculos periodísticos.

- Cada vez, voces con más credibilidad, denuncian que la enfermedad de Biden ya era conocida, como mínimo, desde hacía un año y por eso se eligió como candidata a la vicepresidencia a Kamala Harris: mujer, hija de tamil y jamaicano. Ante la imposibilidad de imponer una candidata mujer y negra, se optó por situarla en la vicepresidencia, para convertirla en presidenta en el momento en el que fuera preciso destituir a Biden por enfermedad.

- Mientras, Trump parece salir airoso del “empeachment” y se presume ya como candidato republicano para las próximas elecciones de 2024: el peor de los escenarios posibles para el “stablishment” y lo que han hecho todo lo posible por evitar.

b.- La crisis del Covid.

- En el momento de escribir estas líneas, cuando se cumple año y medio del inicio de la pandemia, puede decirse que la situación sanitaria sigue sin enderezarse, incluso con la perspectiva de una docena de “vacunas” en circulación.

- Se da como inevitable la posibilidad de una “cuarta ola”. Estamos en su arranque y España promete ser uno de los países más afectados a causa de: la lentitud con la que se están distribuyendo las vacunas (apenas un 3% vacunado) y la ambición de abrir las puertas al turismo, incluso procedente de países que, en estos momentos, están en situación de confinamiento.

- La aparición de mutaciones del virus, cada vez más agresivos que hacen pensar sobre si las vacunas actualmente distribuidas, servirán para contenerlos, incluso si alguien vacunado no podrá contagiarse de nuevo.

- Las informaciones que circulan, incluso en la literatura científica y especializada, no contribuyen a aclarar el horizonte y disipar las dudas.

- Para colmo, las medidas erráticas de los gobiernos son cada vez más cuestionadas: o son absurdas o su eficiencia no está clara, porque la repercusión de la enfermedad es muy similar en lugar donde se han adoptado medidas que en los que han permanecido al margen o adoptado otras.

- A día de hoy, la sensación que da es que “el virus ha venido para quedarse” y que sus mutaciones obligarán anualmente a vacunarse como ocurre con la gripe. El problema es la virulencia creciente de las mutaciones.

- De no acabar antes del próximo otoño la situación de riesgo, la economía mundial sufrirá un importante traspiés: no se cumplirán las perspectivas de crecimiento, países como España, situados en la periferia económica de la UE como “nación de servicios”, basados en la hostelería y el turismo, sufrirán más que otros, pero nada impedirá, en general, que los intercambios comerciales disminuyan y el PIB mundial caiga.

c.- Los cambios tecnológicos y geopolíticos que abarcarán la década 2020-2030

- La “crisis de los chips” ha puesto de relieve que los países occidentales están en una situación de desventaja en relación a los países de Oriente (China, Corea del Sur y Taiwán). Y, en un mundo basado en la tecnología del silicio, esto implica que la hegemonía mundial se desplaza hacia Oriente.

- Los EEUU, todavía no lo han advertido, pero han perdido la hegemonía económica en relación a China, lo que implica que su moneda, el dólar, terminará cotizándose a su valor real, no al valor declarado por la Reserva Federal y “protegido” por las bases militares americanas en medio mundo, verdadero “respaldo” para la moneda americana.

- Hoy, más que en 2016, la política de Trump de replegarse, renunciar a la hegemonía mundial en solitario y dedicarse a la construcción de infraestructuras y a la remodelación de la economía, parece más pertinente que nunca para “nosotros, el pueblo de los EEUU”. Pero es justamente la vía opuesta a la que sigue la administración Biden.

- El eje geopolítico mundial se ha ido desplazando en apenas 100 años, desde Europa hasta el Atlántico (etapa de la guerra fría) y desde el Atlántico hasta el Pacífico, para terminar desplazándose cada vez más en dirección al extremo oriente, gravitando en torno a la República Popular China.

- China es ya hegemónica en materia económica y pronto lo será en cuestiones de defensa. China es la síntesis entre “liberalismo” y “dictadura” (un país – dos sistemas) y, por tanto, la síntesis que sigue al bilateralismo (USA-URSS). Será, por tanto, China la que, mientras resistan sus costuras interiores, detentará la hegemonía mundial.

- Lo sucedido en los tres primeros meses del año, evidencia la debilidad de la UE, su fracaso en la creación de una potencia continental capaz de ser una pata más en un sistema multipolar y el mantenimiento de su sumisión a los EEUU, y en concreto a la política de Biden, a quien acompañará en su peligrosa escalada de tensión ante Rusia y, en segundo plano, frente a China. Batalla perdida por anticipado contra la potencia demográfica del gigante asiático.

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 ... Tales son las conclusiones a las que he llegado después de 15 días de apenas leer los digitales, ni ver la tele. No parece haber mucho espacio para el optimismo: pero eso tampoco es nuevo. Hágame caso: no se interese mucho por la política o su salud se resentirá. Procure -como decía Evola- que aquello contra lo que usted no puede nada, que no pueda nada contra usted.