El turismo, en tanto que fenómeno de masas, es algo
propio del siglo XX. Pero desde la más remota antigüedad el hombre sabio gustó
de viajar y aprovechó su ir y venir como escuela de carácter y método de
conocimiento. A estos hombres se les llamó "nobles viajeros"; su
historia jalona los mejores momentos del mundo tradicional.
Vale la pena recordar su aventura.
DE LA PEREGRINACION COMO PEDAGOGIA
Todavía hoy los "Compañeros
Carpinteros del Deber de la Libertad", una fraternidad artesanal francesa,
en el tercer grado de aprendizaje, el de maestro, animan a sus alumnos a que
realicen un "tour de France", esto es, una peregrinación por todo el
país. En cada etapa son acogidos por los compañeros de la misma fraternidad y
colocados en sus talleres; así pueden adquirir un bagaje práctico para el
desarrollo de su profesión, aprendiendo los trucos del oficio en cada región.
Cambiemos de tercio. A principios
de siglo cuando algún joven ingenuo solicitaba al mago y satanista inglés
Aleister Crowley ser admitido como discípulo, éste ordenaba seguirle y no
precisamente a la esquina; sino a través de los más inverosímiles horizontes:
desde los glaciares hasta las selvas africanas, de las altas cumbres alpinas
hasta barrios hostiles magrebíes, incluso en la ascensión al peligroso K-2.
En ambos casos se trataba de
someter al discípulo a situaciones extremas; los artesanos franceses quieren
que el nuevo miembro, no tenga más punto de apoyo que su trabajo: para ello
deberá alejarse de sus amigos y familiares, de todo aquello que pueda suponer
un sostén fuera de sí mismo y de su empeño. Igualmente, Crowley situaba al
discípulo en condiciones límite en las que se hacía realidad la palabra de
Nietzsche, "lo que no me destruye me fortalece".
EL IX ARCANO DEL TAROT
Se debe a los gitanos, pueblo
viajero por excelencia, el haber traído el Tarot a Europa. Pueblo viajero por
excelencia, desplazados de la India durante el siglo XIII, iniciaron una lenta
e inexorable marcha hacia el Oeste. En el curso de su migración atravesaron la
ruta de las más grandes culturas de la humanidad: debieron cruzar la india
védica, Babilonia y Persia, Egipto (al llegar a París fueron llamados
"egyptiens", palabra que, por corrupción, derivó en su nombre actual,
"gitanos") y, ya en Europa, de Bohemia pasaron a París y luego
descendieron camino de Andalucía. En todas estas etapas se familiarizaron con
las artes mágicas para las que estaban excepcionalmente dotados. Court de
Gibelin afirma que fueron ellos quienes trajeron el Tarot a Europa.
Una de las cartas del Tarot, el
Arcano IX "El Ermitaño", representa a un personaje cuyas
características son propias del viajero: cubierto con una gruesa capa que lo
defiende de las inclemencias del tiempo, en su mano izquierda sostiene el
cayado del peregrino, mientras que en su derecha alza un farol que ilumina su
ruta.
El Ermitaño no es un ser "errante",
viaja con una misión: aprender para enseñar. Sus atributos simbólicos sugieren
una larga marcha, a lo largo de la cual convierte en luz en la oscuridad. La
carta de El Ermitaño, es inmediatamente posterior a las de El Carro y la
Justicia. La primera indica rapidez, velocidad, impaciencia; La Justicia, por
el contrario, es su contrario, retarda los procesos, huye de las
improvisaciones y busca el orden y lo estático. El Ermitaño concilia el
antagonismo de estas dos cartas: es dinámica, pero serena.
Tales eran las características de
los "nobles viajeros".
DE LA CABALLERIA ENTENDIDA COMO PEREGRINACION
Cervantes escribía en "El
Quijote": "Soy caballero. Como
tal viviré y moriré si place al Altísimo. Marcho por el sendero estrecho de la
Caballería errante, despreciando las riquezas, pero no el honor. He vengado las
injurias, he enderezado entuertos y castigado insolencias. No tengo intención
que no sea recta y no intento más que hacer el bien a todo el mundo. Un hombre
que piensa, un hombre que actúa de esta suerte, ¿merece ser tratado de loco? Os
lo pregunto a Vuesas Mercedes".
Cuando Cervantes escribía estas
líneas, la caballería ya había desaparecido. De hecho, la verdadera caballería
se fundamentó sobre los textos del "ciclo del Grial" que aparecieron
en poco menos de cincuenta años, entre el último cuarto del siglo XII y el
primero del siglo XIII. En ese breve espacio de tiempo, como obedeciendo a una
consigna oculta, aparecen por toda Europa relatos que tienen como temática
central el viaje iniciático de un grupo de caballeros en busca del Grial. Luego
la corriente se oculta, obedeciendo igualmente a una consigna. Renacerá 120
años más tarde y prolongará su vigencia durante un siglo, pero estereotipada y
sin interés iniciático. Serán estos textos espurios y sin contenido los que
Cervantes hará quemar al boticario y al cura de su famosa novela.
La llamada "caballería del
Grial" fue una caballería errante y nos equivocaríamos si pensáramos que
solamente existió en los relatos épicos. Están perfectamente documentadas hasta
mediados del siglo XVI, caballeros errantes que recorrían los caminos retándose
a duelo e impartiendo justicia.
René Guénon, el famoso esoterista
francés, comenta que los "nobles viajeros" tienen su origen en los
héroes clásicos cuyas aventuras tienen frecuentemente el carácter de un viaje:
Jasón y sus argonautas afrontarán mil peligros antes de alcanzar la Cólquida,
Ulises, igualmente de la raza de los héroes, recorrerá todo el Mediterráneo
hasta regresar a su amada Ítaca; Hércules, paradigma de las virtudes heroicas,
recorrerá el cosmos a través de sus doce trabajos o escalones de perfección.
El hecho de que se aludiera a los
viajeros con el calificativo "nobles" es, para Guénon, el símbolo de
que están relacionados con la iniciación guerrera, esto es, aquella que tiende
a reforzar las cualidades de acción en el seno de la personalidad del sujeto.
OPERACIONES ALQUIMICAS Y VIAJE INICIATICO
Guénon coloca la tradición guerrera
propia de las órdenes ascético-militares en el mismo plano que la tradición
hermética. Afirma que ambas abren la puerta a los "pequeños
misterios", aquellos que no son de carácter metafísico, sino cosmológicos
y aplicativos.
Es rigurosamente cierto que la
alquimia está jalonada de "nobles viajeros". Nicolás Flamel el famoso
alquimista francés, abandonó sus hornos y su oficio de escribano, se despidió
de su mujer Perrenelle y viajó hasta Santiago de Compostela; a lo largo de su
peregrinación comprendió el camino para fabricar la piedra filosofal.
Otros muchos, después de él, han
seguido idénticos periplos. Se conocen las cualidades viajeras de Alejandro
Sheton, alquimista inglés, que fue llamado "El Cosmopolita", pero
también Valentín Andreae, Robert Fludd, Filaleto y Bernardo, príncipe de la
Marca Trevisana, alquimistas de los que están documentadas transmutaciones de
plomo en oro, cruzaron Europa de Norte a Sur y llegaron incluso al Medio
Oriente. Del último se sabe que visitó Italia, España, Turquía, Grecia, Egipto,
Palestina y Persia, en una época en la que la dureza de los caminos y la
dificultad de comunicaciones no favorecían ninguna empresa viajera.
Los auténticos rosacruces asumieron
los valores inherentes a la peregrinación. Del fundador de esta escuela, el
mítico Christian Rosenkreutz, se afirmó que había conocido Chipre, Damasco,
Fez, Egipto y España. También circuló la leyenda según la cual, antes de
iniciarse la guerra de los Treinta Años, los últimos auténticos rosacruces
habrían emigrado "hacia Oriente" a un punto que se identificaba con
el mítico reino del Preste Juan al que aludían los relatos del Grial.
Todo esto nos confirma en el
sentido pedagógico del viaje. Es evidente que se trata, fundamentalmente de un
viaje interior en el cual el adepto se sumerge progresivamente en estratos más
profundos de su personalidad y va tomando posesión de sí mismo. En ocasiones
ese viaje interior es favorecido por la experiencia exterior traumática de un
viaje real y objetivo.
NOBLES VIAJEROS DE TODOS LOS TIEMPOS
El más famoso "noble
viajero" de la antigüedad se llamó Apolonio de Diana. Su biografía se
conoce a la perfección gracias a Flavio Filostrato en la que presente a
Apolonio como un santo pagano, contemporáneo de Jesús y con rasgos muy
parecidos. Como Jesús sorprende a los sabios, no del Templo de Jerusalén, sino
del Templo de Esculapio en donde es iniciado en los misterios pitagóricos; si
Jesús viaja a Egipto, Apolonio lo hace a Babilonia, India y Tíbet; Jesús es
juzgado, condenado, muerto y resucita. Apolonio abrevia este periplo; juzgado,
exclama ante el tribunal "Podéis detener mi cuerpo, pero no mi alma y
añado, ni siquiera mi cuerpo podéis detener"; al decir estas palabras desapareció
envuelto en un cegador resplandor...
El caso de Apolonio es particular
por la abundante documentación que existe sobre él, pero no fue el único caso.
Demócrito, iniciado en los secretos de la alquimia por los sacerdotes egipcios,
movido por su ansia de conocimiento viajó a Egipto y Caldea. Pitágoras, otro
"noble viajero" a medio camino entre la historia y el mito; en las Galias
conoció la sabiduría druídica, en Persia fue instruido por el mago Zaratas; se
afirma también que sus desplazamientos le llevaron a India y China. Tales de
Mileto, otro de los grandes pre-socráticos, fue formado al calor de los templos
egipcios y caldeos.
Más recientemente el médico
alquimista Teophrastus Bombast Paracelso, miembro de la orden rosacruz, ya en
el siglo XVI, adquirió conocimientos por las rutas de Francia, Austria,
Alemania, España y Portugal, y permaneció largos años en el Este europeo,
Valaquia, Dalmacia, Rusia, Polonia, Lituania; su afán de saber le llevó incluso
a Turquía. Otro alquimista Balthasar Walter se instruyó durante de seis años en
las ciudades de Arabia, Siria y Egipto.
Los grandes sabios de la antigüedad
consideraban el viaje como una oportunidad excepcional para absorber
conocimientos de los lugares que visitaban. Probablemente su sabiduría derivaba
de este espíritu viajero.
LA RAZA EXTINGUIDA
Con el Renacimiento aparecen los
descubridores y grandes conquistadores de los que Francisco Pizarro es el
arquetipo. Se trata, más que de héroes, de aventureros en el sentido propio de
la palabra; no son "guerreros" sino "soldados" (es decir,
los que luchan por la "soldada", el sueldo). El viaje no es para
ellos una pedagogía educativa o un recorrido iniciático, sino una aventura
lucrativa.
Todavía aparecerán algunos nobles
viajeros, a título póstumo en los siglos XVII y XVIII. El misterioso conde de
Saint-Germain será uno de ellos; Josep de Balsamo, conocido como conde de
Cagliostro, muestra ya rasgos problemáticos; recorrió todas las grandes
capitales europeas seguida por su amante Lorenza Feliciani. Nadie dudaba de sus
cualidades paranormales y los nobles se afiliaban gustosos en el Rito Egipcio
de la franc-masonería que acababa de crear. Durante su paso por Barcelona se
alojó en el Hostal del Sol, próximo a Santa María del Mar. Allí mismo sería
detenido junto a su amante acusados de estafar a un cura...
Después la calidad de los
"nobles viajeros" se encontrará de forma residual en la figura de
exploradores como Savorgan de Brazza, Stanley, o el español Alí Bey,
sobrenombre de Domingo Badía.
Hemos visto como los nobles
viajeros de la antigüedad tuvieron un carácter sagrado; luego fueron
sustituidos por los caballeros errantes, formulación "turística"
adaptada a la nobleza; en una tercera etapa aparecen los viajes ligados a las
hermandades corporativas, esto es, a los artesanos. Finalmente, durante el
siglo XX se produce la última mutación: aparecen los circuitos turísticos
abiertos a la gran masa de la población. El turismo se convierte en una forma
de ocio. Hay que celebrarlo.
En la evolución última de la
industria turística se percibe una tendencia a añadir al viaje unos contenidos
educativos que cada vez ganan importancia hasta situarse, en algunos productos,
al nivel de los lúdicos y festivos. El mercado tiende cada vez más a ofrecer
circuitos temáticos en los que la presencia de guías especializados,
conocedores, tanto de la historia como de los lugares de interés turístico,
aparece como imprescindible. El viajar vuelve a ser una actividad formativa y
educativa.
Esto es volver a los orígenes...