lunes, 12 de julio de 2021

CRONICAS DESDE MI RETRETE: CAMBIO DE GOBIERNO, MISMO PRESIDENTE

 

Hay cosas de las que no estoy muy seguro que valga la pena hablar. Por ejemplo, la reforma radical del gobierno llevada a cabo por Pedro Sánchez de la que se tiene noticia desde el pasado sábado. Todo lo que haga el personaje será solamente para mantenerse a flote, a despecho de cualquier otra consideración. Los analistas dicen que Sánchez ha remodelado el gobierno para preparar candidatos para las próximas elecciones autonómicas (a la vista de que todo aquel que sale en televisión -y los ministros se prodigan en los medios- parte con ventaja para cualquier elección). Yo digo que no, que eso supondría que Sánchez pensaba en su partido o en elecciones autonómicas. Y no: Sánchez piensa solamente en él mismo y en cómo diablos podría eternizarse en el poder.

Los ministros cesantes pertenecen a tres grupos:

  • Los antipáticos: si el rostro es el espejo del alma, Carmen Calvo tiene aspecto de mujer amargada, lo que hiciera o dejara de hacer, parecía aumentar su acritud y antipatía; José Luis Ávalos es el tipo de individuo al que uno jamás le compraría un coche de segunda mano, su rostro mismo, en efecto, genera desconfianza desde el primer momento que aparece en pantalla; Iván Redondo es una especie de Fouché que caía mal a todo el mundo, especialmente a la prensa que, en los últimos tiempos se ha preocupado mucho por él y presentado por Sánchez como el responsable del hundimiento del PSOE madrileño. 
  • Los fracasados: Arancha González Laya era evidente que no iba a sobrevivir no tanto a la crisis migratoria con Marruecos como al ridículo de la “entrevista” de 20 segundos entre Biden y Sánchez; Isabel Celaá ha seguido la tónica de los titulares socialistas en educación: hacer todo lo posible para que el sistema de enseñanza colapse definitivamente y siga siendo un almacén de niños díscolos mientras trabajan sus padres. 
  • Los anónimos: son aquellos ministros de los que se esperaba mucho y que han pasado completamente desapercibidos, sin que logremos recordar de alguno ni su nombre, ni su cargo. “El astronauta” ha pasado por el ministerio casi de puntillas; ¿quién había oído hablar de Rodríguez Uribes ministro de “cultura y deportes” o de Juan Carlos Campo ministro “de justicia”?

Sánchez, una vez más, se ha equivocado, porque la suma de antipáticas, fracasados y anónimos, no es, ni con mucho, lo peor de su gobierno. Si existiera una cuarta categoría, la de los “ridículos”, caracterizados por sus iniciativas absurdas, su falta de capacidad en la gestión, sus metidas de pata y su estulticia consuetudinaria, ahí irían a parar casi todos los ministros aportados por Unidas Podemos. Nos gustaría saber, aparte de por el blindaje garantizado en el  “pacto de acero” suscrito por Sánchez con Podemos, cómo es posible que siga en el gobierno una desequilibrada obsesionada con el feminismo más agresivo y desternillante como Irene Montero, o cómo la metedura de pata de Garzón animando a comer forraje y a desterrar la carnaca no le ha costado la defenestración de Consumo, o la única ministra miembro de un “Partido Comunista” que tiene un cargo en Europa, inexplicable si tenemos en cuenta que ni siquiera es capaz de explicarse de manera inteligible; sin olvidar que todos estos ministerios han sido creados exprofeso para que los de Podemos tuvieran cargos: Derechos Sociales con la Belarra ¿no podría integrarse en cualquier otro ministerio? ¿Y qué pinta un “ministerio de universidades” existiendo un ministerio de enseñanza? ¿Puede existir al frente de algo tan inútil como el “ministerio de consumo” un tontorrón de pocos vuelos y mucha ignorancia? ¿no sería más razonable disolver todos estos ministerios, reconocer que fueron creados para que los de Podemos “no molestaran” y votaran lo que Sánchez pidiera?

Muchos menos comprensible es por qué algunos ministros más quemados que un bosque en vías de recalificación, como el inefable Marlaska -el hombre de las copichuelas en Chueca en momentos de máxima tensión-, o el ministro de asuntos sociales, que en realidad debería llamarse “ministro de la inmigración masiva y la pérdida de identidad” como Escribá, permanecen en el gobierno.

Lo de Marlaska debe atribuirse a la presión del entorno gay de La Moncloa, a las preferencias personales de Sánchez y a la creencia de que destituir a un ministro LGTBIQ+ menoscabaría el “prestigio” del colectivo. Lo de Escribá está mucho más claro: es el hombre de la banca internacional en el gobierno. Eso lo explica todo.

¿Lo más chusco? El nuevo “ministro de deportes”… Iceta no es, desde luego, el hombre más deportista que poner al frente del departamento. Tampoco lo era en cultura, pero Sánchez ha querido agradecer al PSC su apoyo en el tema de los “indultos”.

Pilar Alegría, “diplomada en magisterio” (y que nunca ha ejercido como maestra) es la nueva ministra de educación y, como tal, lleva a su hijo único a un colegio privado (el Liceo Francés de Zaragoza, 5.000 euros por curso y 1.300 de comedor y 1.000 de transportes). Muy en línea con la anterior ministra, la Celáa, cuyos hijos estaban matriculados en un colegio religioso.

Raquel Sánchez Jiménez, alcaldesa de Gavá, abogadilla de pocos pleitos, llega al gobierno, no desde luego por sus méritos en el gobierno municipal, sino por ser “secretaria general de Políticas de la Mujer en el PSC”. Era evidente que este partido pedía algo más que el tránsito de Iceta por ministerios de tercera división. Ahora se trataba de colocar a una mujer del PSC en un ministerio más relevante: Transportes. La Sánchez podía alardear de que en Gavá había “regulado los alquileres”… sin olvidar que también aprobó el Plan de Ponent, verdadero “pelotazo inmobiliario” en la zona.

Otro de los ministerios de primera división, el de exteriores, ha ido a parar a José Manuel Albares, un antiguo amiguete de Pedro Sánchez, premiado hasta ahora como embajador en París. Por su parte, la valenciana Diana Morant ha sido premiada por el pago de 10 años de cuotas al PSOE, y aquí si que estamos hablando de una candidata que da un perfil mucho más agradable para unas futuras elecciones autonómica que el del actual, Ximo Puig, que desde la peluca, hasta su falta de cintura política, promete eclipsarse al término de esta legislatura.  Alcaldesa de Gandía, es ingeniera técnica y esa titulación justificaría su presencia al frente de Ciencia e Innovación, si no fuera porque apenas ha ejercido su profesión.

Isabel Rodríguez que va a “política territorial”, es otra de las más sensibles a la “igualdad de género”. De ella, lo poco que se sabe es que aspira a “una sociedad más igualitaria y cohesionada”, que siempre, claro está, es mejor que alguien que aspire a una “sociedad más injusta e incoherente”, pero que no es decir mucho, sino repetir un tópico. Su historial es breve: otra abogadilla sin más historia que la de ingresar en el PSOE en 2004. No ha trabajado en otra cosa que en cargos públicos.

Y, finalmente, está el “machito” de la remodelación, Félix Bolaños, el único rostro de “ministro” varón nuevo que va para Ministro de la Presidencia. Adivinen qué estudió: derecho, of curse. Ejerció la abogacía entre 1998 y en 2005 ingresó en el Banco de España. Fue uno de los encargados de muñir el acuerdo con Podemos (felicidades, por cierto, es quedó precioso), también fue uno de los responsables de la política del gobierno durante la pandemia (otra muestra de “excelente gestión”) y fue el responsable de aquel extraño acto, entre chamánico y grotesco, para honrar a los muertos en la pandemia el 16 de julio de 2020.

En resumen: un gobierno cuyos ministros ponen el contador a cero, de momento no están quemados. La función de este gobierno es hacer tabla rasa y borrar todos los deslices, las mangantadas y las metidas de pata que se puedan atribuir a Sánchez, de cara a preparar las próximas elecciones generales. Nadie le podrá achacar a Sánchez el haber mantenido en el gobierno a los ministros antipáticos-quemados-irrelevantes, por muy escuderos suyos que fueran. Se equivoca: los ministros de Podemos seguirán haciendo de las suyas y el electorado se convencerá que, si quiere librarse de ellos, lo mejor es no votar al que les creó poltronas inútiles para cada uno de ellos.

Claro está que también es posible que seis meses antes de las elecciones, Sánchez provoque una crisis en el interior del gobierno, se deshaga de las aportaciones ridículas de Unidas Podemos, los presente como el lastre que ha tenido que soportar “muy a su pesar” para dar estabilidad al país y quiera presentarse puro y virginal a las elecciones generales, pidiendo mayoría absoluta para no tener que pactar con la coalición “morada”. Esto es, algo que entra dentro de las posibilidades desaprensivas del personaje.

Lo que parece claro es que Sánchez, lejos de desandar lo andado, quiere ir más adelante todavía. No se ha atrevido a tocar a ningún ministro “económico”, algo que hubiera alertado a la Unión Europea. Por tanto, su opción era que Nadie Calviño siguiera al frente del departamento y que los cambios tendieran a mejorar solamente su propio “look” que es, a fin de cuentas, lo único que le interesa a Sánchez.

Pero un gobierno compuesto por neoliberales socialdemócratas a un lado y por otro con ultraprogresistas fanáticos, no es viable, ni digerible para la opinión pública, por mucho que los medios arrojen balones fuera cada día convirtiendo en espectáculos LGBTIQ+ asuntos tan lamentables como el “Caso Samuel”. Además, no puede olvidarse que si Sánchez sigue como presidente del gobierno de España es por los votos de la no-España, Bildu y los indepes catalanes.

Si Sánchez cree que los “indultos” a unas sentencias por el “referéndum soberanista” bastarán para garantizar el apoyo hasta el final de la legislatura, se equivoca: los indepes saben que, después de Sánchez vendrá un gobierno de centro-derecha, rectificado por la presión de Vox, y que, aparte de victimizarse como nunca, su margen de maniobra de habrá reducido a cero. Por tanto, es ahora, cuando presionarán. Como siempre, ceder un poco al independentismo, es capitular mucho. El independentismo querrá “más”, consciente de que todo lo que no consiga con Sánchez, difícilmente lo obtendrá del que le siga.

Auguramos, por tanto, una segunda mitad de la legislatura, movida. Superada la pandemia, esperamos que algún partido pida responsabilidades por todo lo ocurrido en España: ¿cómo ha sido posible la altísima mortalidad en geriátricos, superior a cualquier otro país? ¿por qué se adoptaron -y se siguen adoptando- medidas cuestionables, incoherentes y, a todas luces, inútiles? Y, por qué, a fin de cuentas, España ha estado en cabeza mundial, en todo momento, de mortandad por cada 100.00 habitantes…

Va a haber cambio de gobierno, lo que no va a existir es renovación en la línea del gobierno. La deriva de Sánchez consiste solamente en mantenerse a flote para satisfacer su ego, aunque solamente sea un par de años más.

¿España y los españoles? Bastante tienen con que la selección española haya llegado a la semifinal… ¿Qué más quieren? ¿Qué más merecen? Tal es el pensamiento del eximio psicópata de La Moncloa.