Me quejo de que
nuestra civilización vive de todo lo que se ha rechazado en anteriores momentos
de la historia. Es como si en este “fin de temporada” en lugar de comprar
la ropa en Emporio Armani, o nos
vistiéramos de Dolce&Gavanna, lo hiciéramos
de ropa de mercadillo o de Humana: tiempo de ideologías de baja calidad y complejidad
de botijo. Comemos aquello que hubiera dado náuseas a nuestros antepasados. Respiramos
un aire maloliente. En lugar de hijos, tenemos perros y en vez de amigos nos
conformamos con “redes sociales”. Más que personalidad, lo que se impone es el “look”
(el reflejo distorsionado de nosotros mismos). De todo esto ya habrá ocasión de
quejarse, pero la verdad es que he quedado perplejo al saber ayer que Starbuks pagará las operaciones de
cambio de sexo de sus empleados. Me
quejo de que las iniciativas más absurdas en materia laboral se acojan a la
sacrosanta “ideología de género”.
No es que hayan llegado los tiempos del “último hombre”
anunciado por Nietzsche, sino es que ahora ya no sabemos si es LGBVT. Pero de
lo que no cabe la menor duda es de que, más allá, ya no hay nada. Su entrada en
España se produjo con ZP: su figura visible era el prototipo de “hombre sin ideología”
(el PSOE renunció primero al marxismo, luego al socialismo y, finalmente, con
ZP en La Moncloa, la socialdemocracia reveló ser solamente un sistema de ayuda
a la banca en momentos de crisis). ¿Qué iba a proponer? Memeces. Se ha dicho
que ZP era masón: era algo peor, era un ser huérfano de ideología. Pero, dado
que era necesario arropar la gestión del poder con algún programa, ZP lo
encontró no en Marx, ni en los clásicos de la izquierda de toda la vida, sino
en El Correo de la UNESCO. Es ahí en
donde se encuentra el foco originario de la “ideología de género” y de todos
los residuos y lepras de la modernidad.
La UNESCO es una entidad extraña y estrafalaria. En primer
lugar, no es lo que se tienden a pensar (una “organización internacional de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) que depende de sus
naciones miembros. Pero no es eso, ni remotamente. El chow de declarar tal o
cual paraje, tradición o monumento “patrimonio de la humanidad” es muy
secundaria en relación al aporte principal: la definición de las reglas morales
y éticas de un Nuevo Orden Mundial… que vive de todo lo que antes se había
rechazado. La UNESCO no depende de los
Estados que la financian, sino que es patrimonio de una secta de funcionarios
que se autorreproducen y a partir de los que irradian las nuevas orientaciones “culturales”
para todo el planeta.
La naturaleza es
simple y busca los caminos más: masculino-femenino, división de funciones,
especialización, reproducción, persistencia de la especie. Así de simple. Todo
ello tiene utilidad social. Queda determinado por la naturaleza. Pero el
problema de las ideologías de género es que niegan las exigencias del propio
cuerpo y de la especie. La noción de “normalidad” queda abolida y se sustituye
por un espacio borroso en el que entre los polos extremos, masculino y
femenino, existen cada vez más eslabones intermedios susceptibles de combinarse
de las formas más caprichosas posibles.
Las ideologías de género aplican el principio de “libertad, igualdad,
fraternidad” y nos dicen que todo esto es “normal”. Y una cosa es la “normalidad”
y otra la funcionalidad de una orientación sexual. En tanto que ser biológico,
la reproducción solamente puede ser asumida por el par hombre-mujer. El resto
son sucedáneos. De lo que me quejo es de la moralidad o no de tales
combinaciones, ni siquiera de que sean más o menos excéntricas, sino de que
estén en situación de igualdad con la única combinación hombre-mujer que puede
garantizar la supervivencia de la especie y que vehiculiza su instinto de
reproducción. Porque otra cosa es la sexualidad: la sexualidad afecta a dos
personas. Como si te lo haces con un pollo o con una merluz@. A mí qué diablos
me importa tus hábitos sexuales. A mí que me importa tus preferencias. ¿Todo “vale”? Será así… pero solo una
variedad “sirve” para la supervivencia de la especie.
En cuanto a Starbuks podría tratar de mejorar su
aguachirri y sus precios, en lugar de hacer propaganda de que están a favor de
los cambios de sexo (¿a que si se les llama “castración” varía la
consideración de este concepto?). Benetton ya probó publicidad agresiva
similar. Es simplemente un recurso publicitario que responde a la moda
irradiada desde el “centro” (UNESCO). Así que el que quiera cambiar de sexo por
la patilla, ya sabe, a servir aguachirri en Starbuks. De eso, más que quejarme,
es que clamo…