Resulta inevitable que todos, en un momento de nuestra vida,
nos topemos con el mundo de las dietas. No me quejo de esto sino de que nadie
es capaz de afirmar qué dieta es mejor e incluso si hay alguna que funcione. De
eso me quejo exactamente.
No estoy dispuesto a
hacer más gimnasia que la que supone nadar y andar, nada de levantar hierro,
nada de romperse el culo a lomos de una bici y, por supuesto, nada de jogging.
Seamos serios: levantar hierro, antes o después, por muchos “personal trainers”
que se contraten, termina afectando a la osamenta. El cuerpo humano no ha sido
hecho para ejercer como montacargas, así que las articulaciones, antes o
después, empiezan a resentirse. No digamos si uno se cicla a base de bien.
En cuanto a la bici es uno de los deportes más ingratos que uno puede practicar,
en el que las hemorroides están garantizadas y no compensan la quema de grasas.
Ciertamente no hay ningún ciclista gordo y resulta violento preguntarles por la
salud de su ano.
¿Correr? Mal asunto. Desde que Patanjali redactó los
Yogasutras, el mundo ario es perfectamente consciente de que si uno quiere
prolongar la vida, simplemente, debe protegerse del peor enemigo: el “mercurio”
del que nos hablaban los viejos alquimistas, ese elemento que no vemos, que nos
rodea, que están en torno a nosotros, penetra en nosotros, y nos mata, esto es,
el oxígeno que respiramos que, nos da vida… y, de paso, nos la roba oxidando
las células. Cuanto más forzadamente respire, sepa que más acortará su vida. Lo
que recomendaba Patanjali es… no respirar, o dicho de otra manera, reducir al máximo
los ritmos respiratorios con el consiguiente efecto de atenuar la oxidación
celular. Para eso (y sólo para eso) sirve el Yoga.
¿Quiere estar en
forma? Ande y nade, deportes en los que el cuerpo no encuentra excesiva
resistencia, facilitan la circulación y, en el caso de la natación, siempre en
el mar, nunca en piscina: ¿y los que viven en el interior? Cambien la natación
por las altas cumbres, solamente en las montañas se respira tanto y tan bien
como rodeado de agua marina. La Gimnasia Sueca es otra alternativa.
Un amigo, profesor de educación física, me decir hace unos
años: “¿Quieres adelgazar? No comas”.
Entonces dudaba porque al no haber practicado ninguna dieta milagrosa, ignoraba
sus efectos. Ahora, con algo más de experiencia en el asunto puedo decir que,
efectivamente, los ayunos son algo que la humanidad ha hecho siempre, utilizando
excusas religiosas: pero sería absurdo pensar que durante 2000 años se ha respetado
la cuaresma, el ayuno como penitencia y la abstinencia en determinados períodos
del año o antes de recibir la comunión, si algo de todo esto fuera perjudicial
para la salud. Así pues, el mejor
régimen es no comer, que, de paso, sirve también para domar la voluntad, el
deseo y el impulso primario a la supervivencia evitando ponerse como el
Tenazas.
Pregunté al médico de cabecera de la Seguridad Social si me
podía recomendar alguna dieta o si existía en el sistema algún servicio de
recomendaciones dietéticas y alimentarias. En absoluto, solamente para obesidad
mórbida. Es evidente que la obesidad morbida está cada vez más presente en
Europa Occidental, pero aún más generalizado está el problema de gente que pesa
10, 20, 30 kilos más de lo que debería y ningún organismo del Estado consideran
necesario orientarlo.
¿Dietas? 1) Ninguna
funciona tal como dice, 2) Es cuestionable que tengan base científica, 3) Cada
uno se basa en aspectos parciales, nunca en la contemplación de la totalidad
del ser humano, 4) Todas se practican tarde, cuando ganar peso es fácil y
perderlo muy difícil, 5) Son contradictorias entre sí, por tanto acientíficas,
6) son productos comerciales bajo copyright, por tanto se promocionan con
publicidad engañosa, 7) cuando se interrumpen se produce el efecto rebote. En
conclusión: mucho esfuerzo, mucho sacrificio para alcanzar lo que se lograría
simplemente practicando ayuno y abstinencia periódicamente… que es, a fin de
cuentas, lo que recomendaba la religión mayoritaria en nuestro ámbito cultural.
Me quejo de todo esto, claro está.
¿Alguna recomendación? Sanos hábitos de vida durante toda la
vida. Seguir el “camino medio”, ni una austeridad eremítica, ni una glotonería
oriental. Dominan cualquier forma de apetito antes de que te domine. Y a partir
de los 50 nunca te regales dos fiestorros al mes. Anda y/o nada. El resto
depende de tu genética.