jueves, 28 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (60) – PATRIOTISMO FUTBOLERO


Cada vez que se inicia un mundial de fútbol o algún equipo español logra algún éxito en competiciones internacionales, parece como si el patriotismo se reavivara y, salvo los raritos de siempre, se formara piña en torno a la selección española o al deportista de turno. No es malo que así sea, pero de lo que me quejo no es de eso, sino de que solamente el patriotismo se ponga de manifiesto con ocasión de eventos deportivos. Me quejo del patriotismo futbolero que ni es patriotismo, sino que no pasa de ser una forma modulada de hooliganismo que afecta, no al equipo de una ciudad, sino al de un Estado. Y en eso se queda. Y de eso me quejo.

Creo que hay sobredosis de fútbol. Creo que el fútbol es una cobertura al nihilismo (una más), una tapadera que evita ver lo insustancial de la vida moderna y una especie de estupefaciente de masas. Y lo dice alguien que en su juventud jugaba en el equipo del cole y era un afamado y veloz extremo-izquierda. Porque lo interesante de un deporte es practicarlo. Ver jugar un partido de tenis puede resultar un ejercicio de cuello, pero nunca será tan excitante como jugarlo. La competición es para los competidores competitivos. Sólo que en el último siglo se ha convertido en una forma de ocio. Y no, los juegos olímpicos de la antigüedad tenían tanto que ver con el deporte moderno, como la alquimia o la magia pueden tenerlo con la química o con la física de nuestros días.

Que guste ver el fútbol es una cosa, que su omnipresencia responde a unas necesidades muy concretas de la actual ordenación político-económico del mundo es otra que, por lo demás, nos parece innegable. Y en cuanto a las pasiones desatadas por el fútbol, son desde todo punto de vista, extemporáneas, especialmente cuando en algunos equipos relacionados con tal o cual provincia, están compuestos por gentes que solamente pisaron ese lugar cuando fueron contratados. Lejanos están los tiempos en que los clubes recurrían –como sería normal- a la cantera.

En España, además, la liga profesional de fútbol es la más fuerte del mundo… lo que inmediatamente remite al hecho de que el Estado Español es el que precisa a unos ciudadanos más despreocupados por la cosa pública, de espaldas a la triste realidad que les rodea y sempiternamente preocupados por la evolución de “su” equipo. No me voy a quejar de que muchos jugadores son perfectos tontorrones que cobran sueldos inmerecidos por algo que debería de haberse convertido en un trabajo “profesional”. Es demasiado tópico pensar que un ingeniero de sistemas o un cirujano de urgencias cobran salarios mezquinos comparados con el dinero que mueve la liga profesional de fútbol. Sin olvidar que millones de niños africanos quienes jugar a fútbol, no para divertirse, sino para convertirse en los nuevos Samuel Etoo, o Zinedine Zidan, otro motivo para venirse a Europa que nunca termina de tener el aforo completo.

Espero que gane España en el mundial, claro está. Pero si no gana, no me llevaré un berrinche, de la misma  forma que si ganara, cuando ganó, tampoco vería aumentado mi patriotismo. No creo que masas en la calle desatadas  por el fútbol puedan considerarse un fenómeno político en apoyo de tal o cual tendencia: ni preocupan en exceso los fanáticos del Barça cuando creen que su estadio ya es “territorio independiente de la repúblicatalana”, ni los obsesos de la selección española que reducen el patriotismo a los 90 minutos de un encuentro. El patriotismo es otra cosa mucho más profunda, más auténtica, menos mediatizada y más esencial. Y ese patriotismo está hoy casi ausente en España.

De hecho, cuando al “patriotismo” se le añade algún concepto queda desvalorizado: es lo que le ocurre al “patriotismo constitucional” del que hablara Aznar o del “patriotismo futbolero” tan presente en España y que la prensa quiere ligar con alfileres a la “extrema-derecha”. Es un fenómeno primitivo de masas. Nada más. Superficial e irrelevante. Lo más triste, y de lo que en realidad me quejo, es de que el patriotismo ha quedado reducido a esto. El 95% de los hooligans que se manifiestan a favor de “la roja”, lo ignoran todo sobre su propia patria, sobre su historia, sobre sus raíces. ¿Qué patriotismo ni qué gaitas? Espectáculo de masas y punto. De eso me quejo.