sábado, 16 de junio de 2018

365 QUEJÍOS (48) – EL CENTRO INDEFINIDO


Me quejo de que el centro-centro tiene el atractivo de lo indefinido, la equidistancia ambigua y que solamente aparece y reaparece en situaciones de tránsito, pero nunca como estación término. En España estuvo presente durante la transición, cuando Suárez se sacó de la manga la Unión del Centro Democrático que era “ni de derecha, ni de izquierdas”. El pelo de la dehesa del ex falangista que fue Suárez le hizo impulsar esta idea en una España polarizada entre un “búnker” y una “oposición democrática” (que, en realidad, era el PCE, más algunas individualidades). La creación del “centro” fue el gran hallazgo estratégico de la democracia española para evitar una nueva guerra civil.


Acabada la transición, el franquismo quedaba ya muy atrás como para que fuera posible involucionar. Así que los socialistas llegaron al poder en septiembre de 1982 sobre las cenizas de UCD: ¿para qué podía servir un centro-centro si la derecha y la izquierda no iban a liarse de nuevo a estacazos? Sin darse cuenta de que el centrismo era agua pasada, Suárez persistió con esa misma vía en su Centro Democrático y Social que alcanzó cierta relevancia prometiendo la mili de tres meses, votado por las mamás que no querían ver a sus hijos algo más de un año lejos de casa. A finales de los 80, el centrismo desapareció completamente del ruedo político.

Hubo que esperar a la crisis del 2007 para que una pequeña formación localizada en Cataluña y respondona a las imposiciones lingüísticas del nacionalismo catalán, diera el salto a nivel nacional y se impusiera como nuevo centrismo redivivo. Era, claro está, Ciudadanos.  El grupo había nacido para responder a la debilidad del PP en Cataluña y a la búsqueda de apoyos de este partido entre los nacionalistas catalanes cuando carecía de mayoría absoluta en el parlamento. De hecho, lo único que se sabía de Ciudadanos es que era “antinacionalista”. Y eso estaba bien. Luego logró saltar al resto del Estado y, en la actualidad, siendo el primer partido en Cataluña, de él solamente se sigue sabiendo que es “antinacionalista”. Que ya es algo más de lo que fue UCD.

Y de esto es justamente de lo que me quejo. De que, más allá de esa oposición a los desmanes de los clanes independentistas catalanes, la nueva UCD, Ciudadanos no es absolutamente nada. En realidad, ni siquiera es el garante de la “unidad nacional”, sino más bien el defensor de la constitución (en su “ideología” es ella la que garantiza esa unidad). Y esto es un problema: porque en el texto constitucional se apoyo el malhadado “Estado de las Autonomías”. Hay en esta posición mucho de incoherente. Pero eso no ha evitado que Ciudadanos creciera, como creció en su momento UCD.
El “centrismo” solamente está vivo y activo en momentos de crisis. En 1977 y treinta años después, en 2007. Afortunadamente en la actualidad no ha sido necesario que de las alcantarillas nacionales y extranjeras se generara una violencia artificial, han bastando, la crisis económica de 2007, el desencanto hacia las excentricidades del zapaterismo, la pusilanimidad de Rajoy y las miserias del independentismo catalán, para constituir  los factores que han propulsado el neo-centrismo.

Me quejo de la ambigüedad de Cs, como me quejo de las ambigüedades de toda forma de centrismo. Me quejo de que nada en su programa está claro, ni a nadie parece interesarle mucho. ¿Su antinacionalismo? Sí, de momento está ahí y es lo único que le da coherencia. Están obligados a mantenerlo si quieren seguir existiendo. Pero, no lo duden, en cuanto la “crisis catalana” se archive, el suflé neo-centrista se vendrá abajo.

¿De qué me quejo? Me quejo de el espacio de centro es una entelequia: o se está a la derecha, o se está a la izquierda o se está contra todo eso (el “ni derechas, ni izquierdas” joseantoniano). Me quejo de que vivimos 40 años de ambigüedad: no hay derecha, sino “centro-derecha”, el PSOE solo gana elecciones cuando se define como de “centro-izquierda” y el “centro-centro” son cristalizaciones coyunturales ante situaciones de crisis concretas. ¿Qué es pues el centro político? Esa es la gracia –y de eso me quejo- que es todo y nada al mismo tiempo.