En el volumen recientemente editado por la editorial francesa Ars
Magna, Feu Secret (Château-Thébaud, 2025) está incluido este texto que
debería haber sido un apéndice a la primera edición del Rivolta contro il
mondo moderno, publicada en 1934. Finalmente, el texto no se incluyó. Evola
prefirió desarrollarlo más ampliamente en un volumen que aparecería cuatro años
después, El misterio del Grial y la tradición gibelina del Imperio. En
el momento de escribir este Apéndice, Evola no había recurrido a las “fuentes
originales” y extrajo los elementos que menciona del libro de Víctor Émile
Michelet El secreto de la Caballería, y del Rey del Mundo de René
Guénon. Hemos eliminado del texto las referencias que hace Evola a las páginas
de la primera edición italiana del Rivolta. Fue a partir de este texto cuando
estudió los textos medievales del ciclo del Grial y del Rey Arturo y sus caballeros.
Como puede apreciarse, en esta primera aproximación al Grial, el contenido es muy
concreto, pero bastante sumario, resumido y casi “acelerado”. Evola se daría
cuenta de que el tema precisaba un estudio más amplio y detallado y optó,
finalmente, por no incluirlo en el Rivolta. Fue así como este texto,
inicialmente concebido como apéndice del Rivolta, se convirtió en
paradigma del Misterio del Grial…
Julius Evola
En relación con lo que decíamos sobre el Grial
como «alma» de la caballería gibelina, conviene mencionar también una
elaboración diferente de la leyenda, además de la que ya se ha relatado. Según
esta elaboración, cuando Lucifer cayó, la esmeralda que llevaba como diadema en
la frente cayó a la tierra. Esta esmeralda, tallada en forma de copa con ciento
cuarenta y cuatro caras, constituyó el Grial. Poseído por Adán en el paraíso
terrenal, donde permaneció, incluso cuando este fue expulsado, su hijo Seth
pudo volver a apoderarse de él y logró traerlo de vuelta a la tierra después de
permanecer en el paraíso durante cuarenta años.
Posteriormente, el Grial reapareció en manos de
los romanos, en poder de Poncio Pilato, quien se lo entregó a un caballero,
José de Arimatea, a cambio de los servicios que este había prestado al
representante de la autoridad imperial. Después de recoger la sangre de Jesús,
José de Arimatea llevó el Grial a Gran Bretaña, y gracias este objeto y a sus
caballeros se construyó el «castillo venturoso» y se creó una orden, presidida
sucesivamente por el rey Arturo [1].
Hay tres componentes en esta leyenda: un elemento
de origen antiguo, a través de una adaptación bíblica; una adaptación cristiana
posterior, con una cuasi-interpolación; y un tercer elemento que remite a
tradiciones nórdico-celtas igualmente antiguas, precristianas y
extra-semíticas.
1.- La caída de Lucifer. Se trata de una variante
del tema de los intentos «heroicos» frustrados, que son intentos de reconquista
viril del «estado primordial».
2.- Como se ha señalado, la piedra caída de la
frente de Lucifer recuerda clara y significativamente a la piedra frontal —urnd—,
que, en el simbolismo indoario, ocupa a menudo el lugar del «tercer ojo» de Shiva
[2] y que figura
notoriamente en la frente en las representaciones de Buda, el asceta real. A
este ojo «solar» se le asocia un poder de visión trascendente, o bien un poder
«fulgurante».
En cuanto a este último, ya hemos recordado la
tradición según la cual Shiva fulmina con este ojo al dios de la pasión que
había intentado distraerlo mientras estaba sentado en el trono «polar» del
«señor universal», el monte Meru. Por otra parte, en las tradiciones
esotéricas, el ojo frontal pertenece a la misma raíz que âjna-chakra, centro
del mando (âjnä) en un sentido absoluto, y la sede más alta de la
«virilidad trascendente» [3].
En cuanto al otro poder, el poder de la «visión»,
esta cobra importancia en la leyenda del Grial, debido a que la piedra frontal
de Lucifer es una esmeralda, considerada por los antiguos como la piedra de la
«profecía» [4]. Según
este carácter, el Grial reproduce exactamente la virtud del misterioso vaso
Azewladur, que preexistía a la copa en la tradición celta, sobre el que se dice
precisamente que «inspira al profeta, da sabiduría, revela los misterios del
mundo, todo el tesoro del conocimiento humano» [5]. Pero, en un sentido
superior, la visión del tercer ojo simbólico es el bodhi, como
«despertar» o «visión cíclica», cuya obtención significa inmediatamente la
destrucción del estado humano y la reconquista del estado primordial.
Cabe recordar también que, en la tradición
nórdica, el mito «sacrificial» de Odín, que abandona un ojo cerca del «árbol
del mundo» —pasando así a tener un solo ojo, o tercer ojo— y que por este medio
posee el misterio de las runas [6], tanto por sabiduría
como por poder, puede relacionarse con el mismo significado.
3.- La piedra luciferina como piedra caída del
cielo remite, de manera más general, al simbolismo de las «piedras del rayo»,
los aerolitos o piedras caídas del cielo, que a menudo se identifican con las
«piedras negras» a las que se refieren numerosas tradiciones. Esta piedra
negra, al igual que un recipiente místico y una lanza —es decir, los
equivalentes exactos de los objetos de la leyenda del Grial—, se encuentra
además entre los objetos que la raza divina prehistórica de los Tuatha da
Dannan habría traído a Irlanda desde Avalon: se trata de la piedra que proclama
a los reyes legítimos. Además, con un aerolito se habrían formado los ancilia,
los «juramentos del imperio», de los salios en Roma; mientras que un lapis niger
abría la «vía sagrada» en Roma.
Se ha señalado que «las «piedras del rayo» son
piedras que simbolizan el relámpago; no son más que hachas de sílex
prehistóricas [...] El hacha de piedra es la piedra que rompe y divide, y por
eso representa el rayo» [7].
Esta hacha no solo forma parte de los atributos de Shiva, sino que también
corresponde al hacha de Paraçu-Râma y al doble martillo mijôlnir de
Thor, es decir, las armas con las que estas figuras divinas de la raza aria
abaten las apariciones telúricas y titánicas. Por lo tanto, simboliza la misma
fuerza del rayo con la que Zeus fulmina a los titanes, corresponde al
fulgurante vâjra de Indra, y así sucesivamente. Al final, volvemos a la
idea de esa misma fuerza terrible y celestial que hemos visto consagrar
esencialmente la realeza divina, la que rompe y arrastra a quienes intentan
usurparla «prometeicamente» [8].
Pero en la leyenda medieval, el Grial también es
vivificante y transfigurador para los elegidos, mientras que es terrible para
aquellos que quieren acercarse a él sin ser dignos. Lucifer y Adán nos
aparecen, pues, como representaciones de un tipo incapaz de soportar el doble
poder de «visión» y «fuerza de mando» fulminante simbolizado por el ojo frontal
primordial y, posteriormente, por el Grial.
Por último, en la leyenda más reciente del Grial,
es curioso que el «rey pescador», castigado por querer ver el Grial sin ser
digno de él, sea herido en los muslos [9]. La conciencia
desempeña, en efecto, un papel enigmático en la mitología clásica, por ejemplo,
en Pitágoras, que habría obtenido un título apolíneo a través de la conciencia áurea
que lo unía al dios de Delfos, o en Dioniso, a quien Zeus habría salvado del
«fuego» gracias a su muslo [10].
De hecho, se ha señalado que conciencia, aquí, μηρός, en griego, es una
palabra casi fonéticamente idéntica a Meru, la residencia polar de Shiva como
«señor universal» [11],
y que ciertas similitudes aleatorias —en el mundo tradicional— contienen más
«inteligencia» de lo que cabría suponer. Véase también lo que decíamos sobre el
castigo de Prometeo, pero sobre todo sobre Atlas, cuya función de «polo» se
transforma en castigo.
4. - Como «monte», Meru remite al simbolismo de la
altura, ya que es la base del significado etimológico original de la palabra
«paraíso». La reconquista del Grial en el paraíso, realizada por Seth, es
bastante significativa, dado que Seth es una palabra que tiene dos significados
opuestos, como «fundamento» y como «tumulto» o «ruina» [12]. Según el segundo
significado, Seth nos aparece como Nimrod, un símbolo del principio guerrero
salvaje, separado de lo sagrado. Pero a través de la transformación «heroica»,
este principio se convierte, en su función real, en un «fundamento», es decir, un
«polo». Seth recupera la posesión del Grial, que Lucifer y Adán habían perdido,
en el Pardès, que es «altura», al igual que el monte Meru. Si se detuvo allí
durante cuarenta años, hay que saber que el 40 es un número que, en estas
tradiciones, se aplica recurrentemente a un ciclo de «purificación» y
«reconciliación» [13].
José de Arimatea es también una figura de
caballero, es decir, de guerrero, y es quien recibe el Grial: y aquí vuelve a
aparecer el simbolismo del 40, según el número de años que pasa en prisión con
el Grial, antes de que los romanos destruyan Jerusalén, centro de la tradición
judía, y pueda ir a las tierras del norte y dar vida a la Orden del Grial [14].
Este «paso» a Gran Bretaña no es más que la
aproximación de antiguos motivos con otros motivos, también precristianos, que
existen en los ciclos heroicos celtas paganos.
5 - El número de caras talladas en la piedra
luciferina para convertirla en el Grial, 144, es el cuadrado, es decir, la
potencia, del número 12, número «solar» y que corresponde a los principales
caballeros de la Mesa Redonda del rey Arturo.
En general, esta versión de la leyenda del Grial
presenta así elementos de una tradición heroico-solar y real, con respecto a la
cual la envoltura cristiana parece, por tanto, inesencial. Aunque no puede
calificarse de «luciferina», ya que Lucifer no es más que la figura de un
prevaricador y un vencido, la sabiduría del Grial debe definirse como «heroica»
en el sentido específico que atribuimos a este término, y no cristiana.
Y si no fuera demasiado atrevido, podríamos
incluso pensar que el hecho de que el Grial estuviera en manos del magistrado
romano que dejó que Jesús fuera juzgado por los judíos, y que la vivificación
del Grial por la mano de un «héroe puro» requiriera la lanza que traspasó a
Jesús —que estos hechos, puestos en relación, por ejemplo, con la abjuración de
la Cruz, es decir, la superación del cristianismo, atribuida como preliminar a
la iniciación templaria, podrían existir sospechar en más de uno sobre la
presencia de una doble fuente bastante alarmante en este mito «cristiano» de la
Edad Media caballeresca.
Sea como fuere, aunque es cierto que la mayoría
conoce hoy en día el Grial a través de su adaptación cristianizada y la melodía
«mística» del Parsifal de Richard Wagner, a la vez insípida y lánguida,
no se puede evitar pensar espontáneamente en la acertada afirmación de
Nietzsche sobre este compositor, como representante de la decadencia y la
corrupción.
NOTAS
[1] V. É. Michelet, Le
secret de la Chevalerie, París, 1930, pp. 27-34
[2] R. Guénon, Le
roi du monde, op. cit., p. 34.
[3] Véase Shatcakranirupana,
32-33; A. Avalon, The Serpent Power, Madrás, 1924, p. 76-79. Según este
texto, en el âjnâ se manifiesta la tercera forma de la virilidad, linga,
phallus —de Shiva, en forma de itara, interpretada también como
aquella que comprende el poder de atravesar y vencer el curso del tiempo.
[4] V. E. Michelet,
op. cit., p. 28.
[5] Ibíd., p. 26. Estas
expresiones provienen del bardo Taliesin.
[6] Véase Hâvalnâl,
139, sq.
[7] R. Guénon, Les
pierres à foudre, en “Le Voile d'Isis”, 1929, p. 437-438.
[8] El ojo frontal de
los cíclopes debe entenderse como el poder que originalmente poseía una raza
que pasó a una forma «demoníaca», de forma similar a la transición que se
observa en el propio concepto de los Asura de la mitología indo-aria.
[9] V. É. Michelet, op.
cit., p. 34.
[10] R. Guénon, Le
roi du monde, p. 41.
[11] R. Guénon,
«Sheth», op. cit., pp. 588-589.
[12] Véase Eurípides, Bacch.,
279; Píndaro, 85; Juliano, Contra Er., 220 b, c.
[13] R. Guénon, Le
roi du monde, op. cit., p. 35; Evola, La tradizione ermetica, p.
171-172.
[14] V. É. Michelet, op.
cit., p. 30.
