Vivimos tiempos de confusión y caos. Mas que una época de “progreso”,
podemos calificar nuestro tiempo de “pre-apocalíptico”, los Años terminales de
un ciclo histórico que se resiste a morir. Este ciclo declinante nació en 1945
en toda Europa, impuesto por los vencedores de aquel conflicto. Básicamente, el
“sistema” consistía en una alternancia del centro-derecha y del
centro-izquierda en el poder, apoyado por una fuerza “centrista” y con
exclusión de los extremos. Así se garantizaría “paz, progreso y estabilidad”. Y
el “sistema político” de Europa Occidental se reforzó a mediados de los 70 con
la incorporación de España, Portugal y Grecia y luego en los 90 con su
extensión a los países del Este. Bien, pues este “sistema político” es el que ha
entrado en crisis. Este escrito tiene como objetivo: 1) examinar los factores
de crisis, 2) establecer los “puntos críticos” con los que tenemos una cita en
los próximos años, 3) examinar el caso particular de España, y 4) evaluar las
líneas políticas de los “disidentes”.
LOS TRES FACTORES DE LA CRISIS DEL SISTEMA
Esta crisis, en su actual fase, ha sido desencadenada por tres
factores:
- el agotamiento de las fórmulas de centro-derecha y centro-izquierda para resolver los problemas (el ciudadano percibe que su situación personal es cada vez peor y que votar a las mismas opciones de hace 40 u 80 años resulta completamente inútil);
- la corrupción que ha carcomido hasta las entrañas a los sistemas políticos occidentales (y no se trata de un solo sector político el que ha hecho de la corrupción un hábito, sino que cualquier partido que llega al poder, cae en las mismas prácticas);
- y, finalmente, el vuelco étnico y cultural que ha supuesto la inmigración masiva y que hoy ya es indiscutible par la mayoría (si bien toda la izquierda lo niega y la derecha liberal minimiza su importancia).
Y esos elementos es lo que está operando el nacimiento de una
“nueva política”, que podemos intuir como un movimiento de retroceso del
péndulo contrario a la tendencia de las últimas décadas: la palabra dominante
actual no es tanto “progreso” como “regreso”:
- regreso a los “valores tradicionales”
- regreso a una concepción ética de la política
- regreso a una realidad étnica resumida en: “Europa = tierra del pueblo blanco”.
De ahí el énfasis que están poniendo los grupos de presión y las
fuerzas políticas que han hecho del “progresismo” la máscara de sus intereses,
en la “memoria histórica”, esto es, en borrar del recuerdo y considerarlos como
“superados” y “nefastos” todos los valores que no concuerden con su “visión del
mundo”. Como si la cumbre de la historia “humana”
se situara en el wokismo, el multiculturalismo, los “estudios de género”, la
“corrección política” y la consideración de “fascismo” de todo lo que no
responsa a esos lineamientos. Obviamente, la desembocadura política de esos
principios a nivel económico, es la globalización. El “regreso”, por tanto, supone
un volver a colocarse en la casilla de salida, desandar lo andado y reiniciar el
rumbo por caminos más seguros.
LOS CUATRO “PUNTOS CRÍTICOS”
Esto ha encontrado varios obstáculos insalvables:
1) La percepción de que a medida que crece el “progreso” en esas direcciones, se genera más caos social, hasta el punto de que hoy para muchos adolescentes ya les resulta imposible determinar si son “chicos” o “chicas”; el enmascaramiento y la falsificación de datos estadísticos que se opera sistemáticamente, especialmente, en materia de delincuencia, de empeoramiento de la situación económica (mediante el recurso al PIB general, en lugar de al PIB per cápita), de deterioro de la vida en barrios y ciudades; las incertidumbres ante un negro futuro para nuestros hijos, unido a la falta de nacimientos y a su imposibilidad por la presión económica, etc. Las dudas crecientes sobre el futuro se trasladan a dudas sobre si “el progreso” no será un eufemismo para encubrir una crisis generalizada.
2) Los conflictos internacionales, a partir del conflicto ucraniano, han generado la ruptura de la globalización, efecto indeseado por quienes establecieron las sanciones contra Rusia. El fracaso del proyecto inicial del “trumpismo” para invertir las alianzas y alinear a Rusia junto a los EEUU en la guerra comercial contra China, han sentenciado la imposibilidad de seguir hablando de la “globalización económica” como nuestro destino. Vale la pena que nos vayamos convenciendo de que el mundo se ha partido en dos (EEUU y sus aliados, a un lado, y China y sus socios, incluida Rusia y las “economías emergentes”, a otro) y, sobre todo, que no estamos en el lado “mayoritario”.
3) La aparición de una oleada “populista” en todo el mundo que pide cambios: está claro lo que esta mayoría rechaza (inmigración masiva, islamización, indefiniciones en materia de género, presión fiscal, encarecimiento del coste de la vida, pérdida de capacidad adquisitiva, fin de la tolerancia con las corruptelas), pero no tanto lo que propone en torno a problemas capitales (márgenes distintos para la intervención del Estado, forma de resolver el problema migratorio, políticas “a lo Bukele” o, por el contrario, mantener garantías jurídicas, Unión Europea reformada o disuelta, actitudes muy diferentes en política internacional, etc.).
4) Dudas sobre cuánto tiempo se mantendrá este período de “fin de ciclo” y cuándo comenzará el “nuevo amanecer” que se une a la narcosis social generada por el propio “sistema” vigente mediante técnicas de neutralización social: streamings, espectáculos de masas, redes sociales integradas en la “sociedad del espectáculo”, productos culturales de ínfima calidad, difusión del “miedo” -a la guerra, a pandemias, a crisis económicas- como elemento de repliegue a lo individual y fuga de la realidad, creación mediática de una “realidad aparte” que no tiene nada que ver con la realidad objetiva, etc.
Si este es el panorama global y las macrotendencias, hará falta
ver ahora qué está pasando en España.
