6) Los errores acumulados dieron como resultado el nacimiento de
una “nueva fuerza política”: Vox. Era inevitable
que la deserción del PP en la “batalla cultural”, que los errores acumulados
desde las profundidades de la transición, el fracaso de los movimientos de
protesta de izquierdas (Podemos, con su tendencia increíble a la
automarginalidad) y de centro (Ciudadanos, con sus ambigüedades políticas en
todo salvo en la cuestión independentista catalana) surgidos tras la crisis,
las crecientes dificultades de todos los grupos sociales, la constitución de
enclaves islámicos y delincuenciales en ciudades y pueblos, la negativa de los
grandes partidos, PP y PSOE, a reconocer el origen de los problemas, el aumento
incesante del gasto público, el endeudamiento ya próximo a los dos billones de
euros, la presión fiscal in crescendo, a medida que baja la calidad de los
servicios públicos (sanidad, correos, ferrocarriles, enseñanza, las multas de
tráfico como “impuesto adicional”), la ausencia de una política exterior, los
silencio del PP y del PSOE en el parlamento europeo, siempre solidarios en
aquel foro, todo ello, haya generado la irrupción de Vox como único partido
para alternativa nacional.
Durante décadas, la extrema-derecha no había logrado arrancar en
España: sin fondos, sin cuadros políticos, sin estrategia, mirando más atrás
que adelante, sin programas, sin declaraciones políticas, sin líderes
mediáticos, sin medios de comunicación propios, la extrema-derecha había
conseguido ser la caricatura pintada por sus adversarios. España, con Portugal eran los únicos países europeos en los que
no existía una formación “euroescéptica”, “antiinmigración” y “populista”.
Generaciones de militantes se quemaron durante décadas en el altar de la
ineficacia política.
Pero, era evidente, que antes o después, tenía que arrancar un
partido de características similares a otros de Europa, por la sencilla razón,
de que, a los mismos problemas, se contestan con idénticas soluciones. Y así
nació Vox, completamente desconectado de los pequeños grupúsculos de
extrema-derecha, habitualmente uniprovinciales, a los que pronto dejó atrás, incapaces
en todo momento de formar un frente común. Pero es que Vox es otra cosa y no
la prolongación del fracaso de los grupúsculos que vegetaban desde la
transición.
¿Por qué Vox puede regenerar la política española y no otros
partidos?
Los más pesimistas se han limitado a decir que “Vox es otro
partido más” como lo era Ciudadanos (pero no lo es, porque Cs nunca habló de inmigración
si no era para ensalzarla), o una especie de “marca blanca del PP” (acaso podía dar esa impresión en sus primeros pasos como antes lo había sido el PADE, pero no después de asumir
la misma línea de los partidos euroescépticos, antiinmigracionistas y
regeneracionistas), se ha recordado sus fugas, dimisiones y expulsiones
(propias de todo partido joven al que van a parar descontentos no siempre
identificados con su línea política e, incluso, oportunistas de la política en
busca de acomodo, dimisiones que han sido estimuladas por el propio centro-derecha
cuyos medios han dado eco a los fugados).
Pero la realidad es que en 2025 Vox está más que consolidado y sus
perspectivas permiten pensar que, en una o dos legislaturas, lograrán el “sorpasso”
al PP y quedar como fuerza hegemónica de la Derecha (y ahora si que empleamos
mayúsculas para definir a este sector) que no rehúye el “combate cultural”, ni está dispuesto a digerir la
escandalosa ausencia del PP y su cobarde ubicación en el “progresismo de
derechas” (del que Casado fue el representante más estridente y Feijóo el
más apático).
El sistema político español no estaba preparado para la aparición
de una “verdadera Derecha” y lo está digiriendo mal. La importancia de Vox es
que, al haber superado la etapa de marginalidad política, ha marcado el fin de ese
período nefasto en el que no podía gritarse que “el rey está desnudo”. Desde la
aparición de Vox, al “régimen” le cuesta mucho más mantener su espejismos
interesados, hasta el punto de que sectores cada vez mayores de la población
son hoy perfectamente conscientes de que en los últimos 50 años hemos vivido un
escuálido régimen de “partido único”, el “PPPSOE”: Las cosas han llegado a
un punto en el que muy pocos se sentirían satisfechos con una victoria
electoral de la derecha liberal pepera y que todo siguiera igual: corruptelas,
pactos contra natura con los indepes, aumento de la presión fiscal, de la
deuda, etc.
La semana pasada, las cifras sobre delincuencia y criminalidad
dadas por Vox en el Parlamento regional, negadas inicialmente en público por los capitostes de la gencat, obligaron
al PSC a reconocer en su chat interno, que eran ciertas y rigurosas. Mientras el PP siente
en materia de inmigración un vergonzante “complejo de culpabilidad” y opta por
medidas burocráticas y cosméticas (programa Feijóo en la materia), evitando pronunciarse sobre los cinco
aspectos más capitales del problema, el electorado de Vox los asume. Estos cinco problemas
son:
1) Necesidad de proceder a la expulsión de la totalidad de inmigrantes ilegales (Cuando Feijóo apoyó hace unos meses al gobierno en la “regularización” de 500.000 inmigrantes ilegales, que ahora ya son 1.000.000)
2) Necesidad de que solo se admita a inmigrantes entrados legalmente en España y necesarios para nuestra economía (y esa petición no puede realizarse por la vía del hecho, sino que debe formularse en el país de origen para evitar dar entrada a inmigrantes innecesarios e improductivos cuya estancia tenga que mantener el Estado)
3) Necesidad de cortar de raíz el proceso de islamización de España de forma radical y lo antes posible (en lugar de ir concediendo favores a la inmigración islámica que los receptores no se toman como “generosas concesiones” sino como resultado de los avances de su fe).
4) “Remigración”, esto es, retorno de inmigrantes improductivos a sus países de origen, empezando por los que hayan cometido algún delito y por las menas cuyo destino más lógico y natural es que permanezcan en su país junto a sus padres; y terminando por aquellos que durante su estancia hayan recibido más de lo que han aportado. Recuperar, en definitiva, el paisaje de nuestros barrios y ciudades. Situar la nacionalidad como condición preferencial para recibir pensiones no contributivas y subsidios del Estado.
5) Elevar las exigencias para la concesión la nacionalidad, incluyendo la pérdida de la nacionalidad por actos de delincuencia y cortar en seco la “reagrupación familiar”
Tan sencillo como esto. Tan necesario como esto. Tan urgente como
esto. Y unas propuestas tan sencillas, han calado en el electorado, porque no han salido de las oficinas de un partido, sino que están en el sentir de los barrios más afectados por la inmigración y que un partido, ha sabido asumir como propias. Y esto es
importante: porque se trata de la primera vez en democracia que las
aspiraciones de la ciudadanía coinciden, de manera espontánea con las de un partido político.
Obviamente, el PP está experimentando lo que supone “tener
enemigos a su derecha” y existe confusión en su interior sobre cómo abordar el
problema. Y cuando en un partido político se produce una tensión entre los
que desean hacer “lo políticamente correcto” y los que aspiran a asumir “actitudes
lógicas”, la crisis de ese partido está servida. Y esto es lo que está
pasando en estos momentos en el interior del PP, en donde conviven confusamente
dos almas:
- un alma de “centro-derecha” que mantiene la fe ciega en el dogma de otros tiempos de que “el dominio del centro es lo que da el poder” y tiene la esperanza de recuperar “electorado centrista” y, para ello, está dispuesto a incorporar elementos “progresistas” a su programa, y
- un alma de "derecha conservadora liberal" que ha percibido en el programa de Vox un peligro y aspira a suplantarlo por una especie de tramoya neopopulista, tratando de asumir parte de sus postulados descafeinados, dando por sentado que el electorado no recordará que el PP está en el origen del problema generado por la inmigración.
Estas dos almas, están inextricablemente unidas en las dos figuras
más representativas del partido: Feijóo y Díaz Ayuso. Son dos tendencias muy
diferenciadas, pero con tantos vínculos en común que permiten dudar de la sinceridad
de cualquiera de sus propuestas y, generalmente, se
trata siempre de intentos de evitar fugas de votos por la derecha, recuperar el
terreno perdido, seguir siendo hegemónicos entre la derecha o adaptarse a los
vaivenes del electorado, pero sin estar provistos de la voluntad para convertir
en realidad sus declaraciones.
La adopción de un programa de “control de la inmigración” por
parte de Feijóo llega tarde, muy tarde: cuando
tuvieron el poder, no solamente no hicieron nada para aplicar cualquier medida
restrictiva, sino que, además, en sus dos ciclos de poder, Aznar abrió las
puertas y luego Rajoy miro permanentemente a otro lado. Si hoy Feijóo ha
enunciado “medidas” (de carácter burocrático, de ejecución complicada,
incluso irreal en relación a la gravedad del problema) no ha sido de motu
proprio, sino arrastrado por el empuje de Vox. Un programa que, por
otra parte, es inasumible, desde el momento en el que Feijóo a fecha de hoy,
sigue aspirando a pactar con lo que quede del PSOE en las próximas elecciones,
olvidando que el PSOE ha estado tres décadas como adalid de la inmigración en
busca, como hemos dicho, de un electorado de sustitución y como gran peón en
España del mundialismo y de la Agenda 2030. En cuanto a Díaz Ayuso, por el
momento es consciente de sus limitaciones políticas y se contenta con el “control”
de la autonomía madrileña (veremos hasta cuándo).
Ambos, Feijóo y Ayuso, tienden a dar “una de cal y otra de arena”:
se quejan de la inmigración masiva, pero prefieren no aludir a estadísticas de
criminalidad, ninguno de los dos está interesado en dar la “batalla cultural”
a la izquierda, sino solamente dispuestos, Feijóo a arrebatar votos centristas
al PSOE, y Díaz Ayuso a mantener su hegemonía en Madrid. Pero esta última acepta la llegada de menas, entrega subsidios a
ONGs de apoyo a la inmigración, mientras que Feijóo lanza un programa irreal sobre
la inmigración para evitar ser superado por Vox. Ambos, en definitiva, siguen
unidos para impedir la inevitable merma de su electorado ante Vox y para mantener sus resortes
de poder.
Pero el futuro de ambos es bastante negro, especialmente si
Feijóo, como es probable, no obtiene la mayoría absoluta y se ve obligado a
buscar pactos de gobierno: ¿con Junts? ¿con el PNV? ¿con los restos en putrefacción
del PSOE?
En realidad, la diferencia entre Sánchez y Feijóo es que mientras
el primero se aferra al poder para evitar lo inevitable (su procesamiento), y
está dispuesto a cualquier cosa (por enloquecida y extrema que sea) antes que abandonar la Moncloa, Feijóo carece
de los resortes psicológicos (y psicopáticos) de Sánchez y es muy probable que
se quiebre ante las primeras dificultades que encuentre -como encontrará-
cualquier gobierno de coalición (incluso con Vox) presidido por él.
Así pues, apostamos a que la próxima legislatura será breve y repleta de problemas políticos, rupturas y trasvases del electorado sin precedentes en la reciente historia política de España.
Porque va a ser
muy difícil que Feijóo pueda contentar a todos los electores que le entreguen
su voto. La fórmula “alemana” que el canciller Merz le recomendará (una
coalición con los restos del PSOE al día después del cierre de las urnas), puede
precipitar de un día para otro, la implosión del PP, no tanto por su “clase
política dirigente”, sino por su electorado..
Sin olvidar que la gravedad de la situación en materia migratoria
no se resuelve, ni con complicadas medidas burocráticas, ni montando una
comisión, sino cogiendo el toro por los cuernos y poniendo en práctica unas medidas
drásticas e inmediatas… que Feijóo nunca tendrá el carácter para impulsar.
