Pero la gravedad de la situación es tal (a la vuelta de 25 años, España corre el riesgo de tener mayoría
de población nacida en el extranjero o perteneciente a culturas extranjeras, especialmente
islámicas y africanas, aun llevando el DNI español en el bolsillo), que está
haciendo reaccionar a sectores nacionalistas del País Vasco y Cataluña e,
incluso, a sectores de la izquierda. Nos estamos refiriendo a Alianza
Catalana, nacida del independentismo catalán, a los intentos de antiguos miembros del PNV de construir una alternativa similar y, en el caso de la
izquierda, al Frente Obrero.
Era inevitable y estas reacciones demuestran que gentes honestas, ubicadas en los más distintos sectores políticos, se hacen eco de los mismos
problemas. Lo realmente absurdo era que los “nacionalistas” catalanes y
vascos, siguieran estando “orgullosos” de ver sus regiones, literalmente
invadidas, por gentes llegadas de otros climas y que no demostraban el más
mínimo interés en adaptarse, tranquilizándose solo por que dijeran "bon dia" o "egun on" al entrar en la mezquita o en la ventanilla de petición de ayudas sociales.
Sorprendía mucho más que pro-inmigracionismo e independentismo
estuvieran en razón directa: cuando más indepe era un partido, más islamistas
incorporaba a sus listas electorales. Y, como era de esperar, también aquí
se ha generado una revuelta.
Al producirse los atentados yihadistas en agosto de 2017, en pleno “procés”, la mayor preocupación de la gencat fue tratar por todos los medios de evitar responsabilizar a la comunidad islámica de aquellos crímenes, llegando al esperpento de que un “imán de paz” abrazó en público al “familiar de una víctima”, mientras que, en la manifestación de protesta en las Ramblas se acalló (y se atacó) a quienes gritaron conta el radicalismo yihadista en Cataluña. Eran las órdenes de Puigdemont para tratar de salvaguardar el voto musulmán en el referéndum programado para 43 días después...
Pero hoy,
soplan otros vientos… y un atentado similar tendría un efecto completamente
diferente y diametralmente opuesto.
En las pasadas elecciones autonómicas sorprendió a los observadores que Aliança
Catalana obtuviera dos diputados que, en las próximas corren el riesgo de multiplicarse
por 10 a costa de TODOS los partidos indepes, viéndose especialmente perjudicado
Junts, pero también ERC (que trató dei incorporar al electorado islámico a su
opción e, incluso, Joan Tardá, sigue explicando que el futuro de ERC pasa por incorporar inmigrantes a sus filas...) y especialmente la CUP (que, en la práctica, ha dejado de existir, dándose
la paradoja de que, al tratarse del partido con más presencia inmigracionista y
LGTBIQ+, es el que ha perdido grupos locales enteros en beneficio de AC.
En el País Vasco, ese proceso de nacimiento de una fuerza indepe y
antiinmigracionista va algo más retrasada, pero en las últimas semanas se está escuchando
rumores y registrando movimientos en esa dirección por parte de antiguos miembros del PNV, con la idea de crear una “corriente
ciudadana” para las elecciones de 2027. El discurso “integracionista” oficial del
PNV, y mucho más el de Bildu (que ha convertido a grupos de inmigrantes en
nueva fuerza de choque “antifa”), es contestado por sectores cada vez mayores del pueblo vasco.
Dadas las características de la región, y las
secuelas de la violencia etarra (que subsiste en Bildu por su facilidad para reemprender el "kale borroka" allí donde lo dejaron provisionalmente), por el momento, una opción antiinmigracionista todavía no ha
logrado cristalizar, y es presumible que, de no hacerlo, aumente el
abstencionismo (en 2023 la participación fue del 56,15%, cuando cuatro años
antes fue del 61,81%) entendido como “desafección” hacia todos los partidos,
del que, por cierto, se salva Vox que ha aumentado su cuota electoral del anterior actual 2,7% en las pasadas elecciones vascas, al
4,9% según el último sondeo. Lo cierto es que antiguos afiliados al PNV están
dando pasos -especialmente tras el último Aberri Eguna en el que la dirección
del partido se mostró abiertamente pro-inmigracionista, además de
pro-palestina- están moviéndose para adaptar los rasgos de AC ae su región.
Y es que, las cifras de delincuencia y violencia
sexual son particularmente graves en el País vasco: los robos con violencia e
intimidación han aumentado en la región y los delitos sexuales se han elevado de
668 en 2019 a 1.150 en 2024, el doble en apenas cinco años, mientras que los
asesinatos han pasado de 37 a 81 en el mismo periodo, y los robos con fuerza
subieron de 1.643 a 2.165. Pero, para un Marlaska, siempre ambiguo, ¡la
delincuencia --como no podía ser de otra forma- ha bajado en el País Vasco!
En el caso de AC, un partido joven, hasta no hace
mucho, recluido en la “montaña catalana” (comarcas de Osona y el Ripollés), la estrategia
política todavía no está suficientemente asentada: afirman que no se
presentarán a las elecciones generales, pero sí a las europeas, lo que plantea
el problema de con qué grupo parlamentario europeo se aliarán de obtener algún
escaño. Por el momento, los contactos que han establecido son SOLAMENTE con
partidos euroescépticos, antiinmigración y populistas, habiendo trascendido su
apertura hacia AfD.
Y, finalmente, el Frente Obrero, en el ámbito de la izquierda radical está creando problemas, tanto a Podemos como a Sumar. Hasta ahora, la organización, que ha protagonizado sonoros escraches, se expresa a través de su presidente, Roberto Vaquero en su canal de youTube, con audiencias relativamente altas, que no se han traducido en avances electorales notables: 46.500 votos en las elecciones de 2023, un solo concejal en un pueblo pequeño en las municipales de ese año, casi 10.000 votos (0’31%) en las autonómicas catalanas de 2024 (el lema «Defiende Cataluña, defiende España. No a la islamización», 66.242 votos (0’38%) en las europeas de 2024 con el lema «España primero».
Formado, principalmente, por jóvenes activistas, algunas de sus posiciones chocan con los rasgos generales de la izquierda "oficial" (desde el PSOE, hasta el magma Podemos/Sumar), hasta el punto de que ha podido decirse que se trata de un “partido rojinegro”, e incluso interesar a antiguos “nacional-revolucionarios” que llevan décadas soñando en constituir una “izquierda nacional”.
El problema para el Frente
Obrero es que no ha logrado despegar, en un momento en el que Vox va creciendo,
especialmente en Cataluña, con votos obreros que rechazan tanto la islamización
y el aumento de la inseguridad, como el oportunismo nacionalista de Salvador
Illa.
Siendo el Frente Obrero, la opción más realista y honesta de la izquierda, corre el riesgo de quedar arrinconada y limitada a ser permanentemente un grupúsculo, sin “punch” electoral, ni fuerza suficiente para atraer a amplios sectores de votantes de izquierda que optan, más bien, por pasar directamente a Vox, antes de ceder sus votos a una opción que, por el momento, no alcanza el 0’5%.
Este (que fue el eterno problema de la extrema-derecha en las últimas
décadas, por causas muy diferentes), corre el riesgo también de neutralizar el crecimiento de este sector político
por mucho que sea su activismo.
Luego está su fidelidad al marxismo y sus formas
exteriores propias de un partido de “reconstrucción comunista” de otras épocas.
A pesar de que, dentro de la óptica de la izquierda sus posiciones, ética y
políticamente, sean sanas y razonables, es difícil que, salvo que tengan una
inyección de fondos suficiente para llegar a todo el electorado, puedan
recuperar al electorado obrero, desengañado y desinteresado por el marxismo.
A esto hay que unir una “batalla cultural”
orientada especialmente contra los “hermanos separados” (o “traidores”), de
Podemos y Sumar, y sobre temáticas que pueden resultar paradójicas y
contradictorias a gentes procedentes de la izquierda.
Otro tanto puede decirse de Santiago Armesilla,
uno de los últimos representantes de la “izquierda jacobina”, cuyo discurso
neomarxista apenas puede llegar a los últimos mohicanos criados al calor de las
lecturas de los textos clásicos del marxismo y, precisamente, por eso, provisto
de una línea imposible de trasladas al electorado del siglo XXI y representante terminal del “intelectual
marxista” de tiempos mejores.
El discurso de estas “nuevas izquierdas” sobre la
inmigración es “exculpatorio”: suelen aludir a las “mafias” para explicarlo o a
la consabida maldad del capitalismo (para el que la inmigración sería su “ejército
de reserva”). Ese tipo de debates
intelectuales se enfrenta con la realidad más acuciante, ante la que el
programa de Vox responde con la contundencia y la simplicidad argumental (“simplicidad”
no es “superficialidad”, sino voluntad de llegar a las masas y de ofrecer soluciones
y análisis sencillos a problemas complejos) mucho mejor adaptada a la urgencia
de la situación y a las necesidades del electorado: ¡¡hoy ya no se trata de “explicar”
la inmigración ilegal y la islamización, sino, simplemente, de combatirla!!. Ya
no existe “transversalismo”, ni “rojipardismo”: existen urgentes necesidades
ante las que huelgan discursos teóricos como el de Armesilla, debates realizados
sobre el vacío (lógicos hace 40 años o 50 años, pero inútiles por completo en
el siglo XXI y cuando el país se enfrenta a una crisis de supervivencia a la
vuelta de 15-25 años).
¿Existen posibilidades de cooperación entre grupos
anti-inmigración? Es cierto que “lo semejante se reconoce en lo semejante y
que lo semejante se reconoce en lo semejante”, pero ¿hasta qué punto son
semejantes Vox y Aliança Catalana? ¿Hasta qué punto el discurso del Frente Obrero
es compatible con los de otros partidos antiinmigracionistas?
Y en todo
esto hay que ser realistas.
Una cosa es desear -como deseamos- que los votantes tradicionales
de la izquierda se decanten hacia el Frente Obrero o que los votantes indepes
hayan, finalmente, caído en la cuenta de que la inmigración es gran problema de
Cataluña y del País Vasco y, por tanto, es la mejor opción a la que puede
responder un independentista, y otra muy diferente creer que entre estos grupos
y Vox puede existir algún nivel de cooperación. Y lo decimos desde fuera de Vox, pero en un ejercicio de realismo.
Es positivo que la venda haya caído de los ojos de
indepes e izquierdistas… pero, el problema para ellos, es que ha caído
tarde, muy tarde: hace 20 años ya existían condiciones objetivas
suficientes para que estos sectores, hubieran despertado y denunciado el riesgo
de la inmigración masiva.
El enfebrecimiento que transmitió TV3 en los años
del “procés”, ocultó que la secesión no era el primer problema de Cataluña en 2017, ni hoy en 2025,
sino el que la inmigración masiva atraída por la gencat, en general, no se integraba
como se había integrado la emigración procedente del resto del Estado, sino que
añadía nuevos problemas a los ya latentes. Por entonces ya existía una Plataforma per Catalunya (que fracasó por sus
propios errores en la dirección), pero que había obtenido un buen número de
concejales y estuvo a punto de entrar en el Parlament autonómico. El
problema generado por la inmigración no es nuevo: reaccionar ahora, cuando ya
es demasiado evidente, implica que el llega “después” (después de Vox, se
entiende), corre el riesgo de ver su campo de aplicación muy reducido.
De hecho, ya hemos hablado de lo endeble del
espacio sobre el que puede operar Frente Obrero con garantías de éxito, pero el
de los indepes catalanes y vascos, aun siendo algo mayor se enfrenta con el
hecho de que la solución al problema de la inmigración sólo se puede
realizar dentro del marco del Estado y no fuera de él.
Lo más probable es que los partidos indepes vayan
atenuando su pro-inmigracionismo, incluso que adopten programas-trampa
similares al del PP en la materia, solo para retener votantes, pero sin
intenciones reales de llevarlos a la práctica, ni.
En Cataluña, al menos, el campo de acción de
Aliança Catalana se reduce a los votantes independentistas y por extensión a una
parte sustancial de los catalano-parlantes. Pero esto es poco (apenas un
tercio del electorado) y, para colmo, supone situarse en un área de inestabilidad
permanente que todavía no se ha recuperado del estrepitoso fracaso del “procés”
(y, probablemente, nunca lo haga).
¿Qué es más importante para Silvia Orriols? ¿la independencia de Cataluña -imposible a la vista de que, tras la euforia del “procés”, vino el bajón al demostrarse “dificultades insuperables y aislamiento internacional- o la lucha contra la inmigración masiva?
Si la respuesta es lo primero, el campo de acción de AC se reduce a restar
votos a Junts, ERC y “comerse” a la CUP; pero si se trata de lo segundo,
antes o después, deberá poner en barbecho las proclamas independentistas y darse
un baño de realismo: una Cataluña independiente -que nunca lo ha
sido, por cierto-, ha demostrado ser IMPOSIBLE desde el 1-O, pero la lucha por la independencia puede debilitar aún más a
una Cataluña ya muy débil en la actualidad (Solo el "orgullo nacionaista" puede velar la debilidad de Cataluña en todos los rubros: desde los
resultados educativos hasta la natalidad, desde las quiebras de empresas hasta el
coste de la vida, una región que fue y ya no es el “motor económico de España”
y, por tanto, tiene dificultades para mantener su estructura paquidérmica
burocrático-administrativa, y, finalmente y para colmo, en la que los Mossos d’Esquadra
ya han dado repetidas muestras de que no están en condiciones de mantener siquiera
el orden público y combatir la delincuencia, sin fuerzas armadas, para colmo,
con el porcentaje mayor de islamistas y de mezquitas de todo el Estado… ¿De
verdad piensa AC que, con ese panorama, se puede abordar, al alimón, una lucha por
la independencia y contra la islamización?
Posiblemente, la alternativa más razonable y la única realista sea la de recomendar evitar a ataques mutuos, reproches y puntos de fricción entre los partidos que en algún punto de sus programas sitúan la necesaria lucha contra la inmigración ilegal.
Esta actitud es realista y es
la única forma de “transversalismo” que sería posible adoptar: la creación de
lo que podríamos llamar un “bloque tácito” en el Parlament de Cataluña,
especialmente, entre Vox y AC, en el que el único punto de acuerdo fuera el
cierre de puertas a la inmigración ilegal, la “remigración” y la lucha contra
la corrupción del poder, aparcando el "debate soberanista", sería un buen punto de partida y lo que diferenciaría
a la vieja y gastada clase política catalana, de la nueva. Respeto y no agresión:
cualquiera que perciba los mismos riesgos debe de actuar en consecuencia, su
enemigo no es el otro partido que busca otra clientela electoral, sino el que aspira
a mantener el status de las últimas décadas.
Por otra parte, Vox debería huir de
pronunciamientos “jacobinos”. La tradición de la verdadera Derecha no es,
precisamente el jacobinismo, sino el FORALISMO, a condición naturalmente de
que exista un Estado que merezca ser considerado como tal y no un agregado de
instituciones funcionariales burocratizadas, agónicas, carentes de prestigio, y
con una clase política sin autoridad (salvo en el ejercicio del rackett fiscal). Históricamente, los "Fueros" se
concedían a las regiones más “leales”, como hemos dicho, no a las que trataban
de presionar con más fuerza.
* * *
Estrambote final
Algo ha fallado en la historia reciente de España
que ha implicado la ausencia de un “punto de agregación” nacional y social; quizás sea esa ausencia de “misión” y de “destino”, ese "proyecto de vida en común", que, a fin de cuentas,
es lo que justifica la existencia de una nación.
Si se acepta eso, deberá aceptarse también que el gran problema de nuestro tiempo es la
dramática disyuntiva que se abre:
O, dedicar esfuerzos a la creación de ese proyecto, para lo cual hace falta una nueva clase política, cultural y espiritualmente mejor formada,
O, por otro lado, afrontar el riesgo de colapso inminente (en apenas 15-25 años) de nuestro país por las invasiones migratorias del Sur que generan un negro panorama del que no puede excluirse como desembocadura la “guerra civil étnica, religiosa y social”.
Un viejo refrán español dice que “no hay mal que
por bien no venga”: a veces, las alternativas se forjan en medio del humo de la
pólvora y entre las ruinas físicas y morales del pasado, y, sus protagonistas, son los que han permanecido en
pie cumpliendo con su deber para con su pasado, para con sus muertos, para con
su cultura, para con su raza y para salvaguardar el futuro de sus hijos.
