GAZA: AFINIDADES ELECTIVAS Y
SOLIDARIDADES HUMANITARISTAS
(2)
3. Un problema de “afinidades electivas”
“LO SEMEJANTE SE UNE A LO SEMEJANTE”
El gran problema de la “solidaridad humanitarista” son los “compañeros
de viaje”. Esto tiene mucho que ver con las “afinidades
electivas”. Obviamente, un militante de izquierdas, que crea en el wokismo, que
considere como iguales a las oleadas de inmigrantes que llegan para
sustituirnos, que considere que el cristianismo ha sido un muro contra el “progreso”,
que juzgue que la Europa del siglo XXI está dominada por “los americanos”, que
sea anticapitalista, que no experimente ninguna reserva mental hacia el
terrorismo yihadista y que tienda a justificar cualquier forma de lucha contra “el
capitalismo”, “la burguesía”, “el imperialismo”, etc, se pondrá inmediatamente
de lado de Hamás (que es, repetimos, quien controla la totalidad de la vida en
Gaza en tanto que organización armada) y mostrará una “solidaridad” con Gaza y una
condena al Estado de Israel. Esa es una “afinidad electiva” o, como dice, el
viejo refrán español “Dios los crea y ellos se juntan”, o el viejo adagio
hermético “lo semejante se une a lo semejante”
Hay contradicciones, por supuesto: los tiempos van cambiando y la
realidad del mundo en 1989 cuando cayó el Muro de Berlín no es la misma treinta
y tantos años después. Ya no puede hablarse del “capitalismo” como un todo,
sino más bien de “bloques”: uno que retrocede, el “capitalismo occidental” y
otro que se amplía “el capitalismo estatal chino”. ¿El imperialismo? Es algo
más difícil aún de definir: nada que ver con las proclamas antiimperialistas de
las guerrillas castristas de los años 60, ni con los movimientos “antiimperialistas”
de los 70 (recomendamos, a este respecto, la lectura del libro de Daniel
Inmerwahr Cómo ocultar un imperio para tener una visión global del
problema). ¿La “burguesía”? Una clase social ya muy difícil de definir que
busca paz, tranquilidad, prosperidad y estabilidad en un mundo en el que todos
estos valores burgueses ya no tienen cabida a medida que cada día surge nuevos
elementos de inquietud, conflictos, dudas ante el futuro, racket fiscal y falta
de perspectivas. El mundo de hoy es completamente diferente al de hace 40 años.
Y la “izquierda progre” ha optado por practicar la política de la caña al
viento: según hacia donde sople, hacia allí se inclina. Y los vientos, como
se sabe, pueden ser contradictorios. Hoy con Ucrania y contra Putin, mañana con
Palestina y contra Israel, pasado contra Trump y contra su plan de paz, siempre
contra el capitalismo y contra los especuladores, salvo con Soros, por
supuesto, del que se alaba su “filantropía”…
EL TRISTE PAPEL DE CIERTA EXTREMA-DERECHA CLÁSICA
Más triste es todavía el papel de los solidarios de
extrema-derecha clásica. Sin ningún apoyo, con
razonamientos que no pasan de la consigna de una línea, sin poder realizar acciones
concretas para cristalizar su “solidaridad”, hecho de emotividad y romanticismo
sentimental, solos, en una inmensa y triste soledad, viendo conspiraciones y “sionistas”
por todas partes, se arriesgan a aparecer con símbolos propios en una
manifestación pro-palestina y ser linchados tanto por miembros de la
extrema-izquierda como por inmigrantes musulmanes instalados en Europa; sin
poder ni siquiera mostrar su “solidaridad humanitarista” más allá de una web o
de una red social, nunca en las calles, nunca con rostro propio, nunca tomando
iniciativa alguna, sólo recordando anteriores muestras de solidaridad de hace
30 o 40 años (que tampoco fueron importantes, sino reiteraciones de temas
panfletarios de antes).
Y todo ¿por qué? En primer lugar, porque entienden que si se es de
extrema-derecha, forzosamente hay que ser “antisionista”. Ya se sabe: si
Abascal o Silvia Orriols, Marina Le Pen u Orban, Nigel Farage o Alice Weidel,
muestran algún tipo de reticencia o, incluso, de solidaridad con Israel, es que
han sido “comprados” por el “sionismo”, son “títeres del sionismo”, “traidores”…
Para deslegitimar a cualquier partido euroescéptico y anti-inmigración (a
estas alturas, ¿todavía habrá alguien que dude de que el principal problema
para el futuro de Europa es el cambio del sustrato étnico?), para olvidar que
la extrema-derecha clásica ha sido rebasada y anulada por partidos de nuevo cuño
(cuyo último éxito fue ayer de de octubre de 2025 en Chequia), se alega que en
tal o cual ocasión, alguno de sus dirigentes viajó a Israel o se entrevistó con
algún judío, y se olvida lo que para la mayoría es esencial: que son partidos
comprometidos especialmente en la lucha contra la inmigración en Europa. Existen
y son seguidos para cumplir esa idea-fuerza. Si traicionasen pasarían al estado
gaseoso en el mismo momento.
“DO UT DES” – YO TE DOY, TU ME DAS
Pero estábamos hablando de “solidaridades”. La solidaridad
unilateral es algo que nunca ha existido en la historia. La historia de la
política universal se basa en el “do ut des”, literalmente “doy para que des”.
Se espera siempre una acción recíproca: “yo te doy mi solidaridad, para que tú
me des algo a cambio”. La noción se remonta al derecho romano y parte de la
base de que nadie da algo a cambio de nada. Nadie salvo los ingenuos que creen
en la idea estrábica de “bondad universal”. Intuimos lo que reciben de Soros
los miembros de la “flotilla Sumud”: la mayoría se contentan con sus quince
minutos de fama, y para las “figuras”, una remuneración contante y sonante,
para todos, un crucero inolvidable de 40 días de vacaciones pagadas y, como
peaje obligatorio, 48 horas en una celda judía (en el que una silla dura es considerada
como “tortura”).
Nos equivocaríamos si considerásemos a Soros como único culpable. Desde
el año 2000, la UE ha entregado 1.440 millones de euros a la Autoridad Nacional
Palestina y una ayuda adicional de 472,9 millones para el período 2024-2026…
sin recibir nada a cambio. No hay peor forma de educar a un pueblo que hacerle
pensar que se lo merece todo y al que no se le exige nada. Y ¡claro que los
palestinos podían dar algo en su desgracia!: el reconocimiento de los errores
cometidos, la renuncia al terrorismo, por citar unas pocas contrapartidas.
Una parte importante de ese dinero europeo se ha perdido en la
corrupción que ha protagonizado la ANP, la corrupción nepotista y sin descaro
que rodea a Mahmoud Abás el presidente de la entidad palestina. Si alguien creía que esos fondos iban a servir, como sirvió la inyección
alemana de fondos a Israel entre 1948 y 1962 para construir un Estado y una
industria próspera y competitiva, para crear un Estado Palestino viable,
simplemente, se ha equivocado. Así pues, a la ayuda de la UE (procedente de
nuestros impuestos, por cierto) la contrapartida, el “do ut des”, es,
simplemente, “tu me das dinero, yo lo utilizo para corromperme, como haces
tú en tu tierra”, con añadido de, “además, no tengo que darte
explicaciones de lo que hago con tu ayuda”. Y volvemos así al popular
axioma de la Ley de Mahoma: tan culpable es el que da como el que toma.
Con una Autoridad Palestina corrupta, una franja de Gaza
controlada por islamistas radicales chiitas de Hamás, con Hezboláh aplastado y
deportado al norte del Líbano, con la OLP y Al Fatah, en Cisjordania tratando
de controlar más fondos “humanitarios” que se pierden por el camino, ¿dónde
está el “pueblo palestino”? Respuesta: aprisionado en la pinza formada entre el
proyecto del “Gran Israel” a un lado y al otro su odio secular al judío, sus décadas
de errores en la defensa de su causa, la corrupción ejercida gracias al dinero
descontrolado que corre a espuertas por manos de la ANP ¿cómo ayudar a ese
pueblo? Lo ignoro. Dudo incluso que, aparte del “Plan Trump”, hoy por hoy,
se pueda hacer algo más.
LAS AFINIDADES ELECTIVAS EN ASUNTOS SOLIDARIOS
¿Solidarizarse con los palestinos?
Si tenemos en cuenta, literalmente, el “ganado” que recibe estímulos para
solidarizarse con Palestina (de Soros y de su entorno, especialmente) formado
por “profesionales de la solidaridad” (las Thunbergs o las Colaus), o procedentes
-a falta de algo mejor- de la “izquierda caviar”, por mujeres islamizadas y
casadas con marroquíes, por activistas multiuso capaces de movilizarse no
importa si es por una dana, por un bosque en llamas y unirlo al “cambio climático”,
por Irak o por Ucrania, por cualquier cosa que se presente con la sola
intención de encontrar un modus vivendi incrustándose en alguna ONG
subsidiada, con presencia de restos de la extrema-izquierda en putrefacción o
con antiguos terroristas o simpatizantes del terrorismo, con incautos que hace
dos días colocaban pancartas de “Welcome refugies” y todavía no se creen
que han perdido el favor popular y, para colmo, con inmigrantes musulmanes
instalados en España, todos ellos con escasos conocimientos sobre la génesis
del conflicto árabe-israelí… amén de buena gentes de almas sensibles, con una conciencia
humanitaria tan grande como mínima es su capacidad crítica…, este es el
personal junto al cual hay que solidarizarse.
¿Tiene usted ánimo para figurar en este pelotón? ¿Es que hay otro
digno de mención? ¿Asume usted la “afinidad electiva” de solidarse junto a esta
peña…? ¿Pueden estos “extraviados de la vida” reconocer una “causa justa”?
Claro está, que además siempre hay partidos políticos que temen ir
en contra de lo que, en un momento dado, parece la “voluntad popular”. Por
algún motivo, el “genocidio de Gaza” llama la atención mas que los 56
conflictos armados que se están desarrollando en este momento en el planeta
(ver el Indice
de Paz Global 2025). Y esto cuando los conflictos armados más
importantes en este momento, se dan en países islámicos (Yemen, Sudán,
Sudán del Sur, Afganistán, Libia) o a causa del incremento de la yihad
(como es el caso de las constantes masacres que cristianos en Nigeria). ¿Por
qué sólo Gaza? La respuesta es: gracias a los fondos movilizados por Soros que
apunta contra el conservadurismo de Trump. “Yo practico la solidaridad que
pides y tú me pagas por ello”. Ya hemos explicado el motivo.
4. Dónde queda el “pensamiento objetivo”
La peña solidaria, amamantada por Soros, tiene rasgos muy
característicos que han sido estudiados por la psicología. El “complejo
de dios” (ver artículo de divulgación en psicoactiva),
y, entre otras cosas, consiste en “la creencia inquebrantable y exagerada de
una persona en su propia capacidad, privilegio o infalibilidad, a menudo
acompañada de un sentido de superioridad moral y dogmatismo en sus opiniones”.
El aquejado del “complejo de dios” tiende a creer que sus
intuiciones siempre son justas y que eso le exime de un conocimiento profundo
de los problemas. Se cree amparado por la “opinión
de la mayoría” y, por tanto, está donde cree que va a estar la mayoría o lo que
percibe como mayoría. En algunos casos, se trata de personalidades narcisistas,
que nunca han sido nada, nunca han hecho nada de valor, con una baja
autoestima, que intenta compensar con grandes palabras, consignas megalómanas y
una fuga evidente de la realidad.
El aquejado por el “complejo de dios” describe a personas que no
desean aprender, que tienen pereza para cambiar de opinión, o cuestionarse las
propias ideas o adaptarlas a tiempos cambiantes. Buena parte del desencadenante
consiste en una esclerosis del cerebro, un decir “sobre este tema lo
conozco todo y nadie me puede decir nada nuevo (por mucho que mis conocimientos
sean panfletarios). De hecho, siempre hay alguien más indocumentado que yo…”.
La posibilidad de diálogo, de contraste de ideas, se excluye de
partida: “si dudas de tal o cual tema es que estás ‘comprado’ o que has ‘traicionado’”,
“si vas en contra de mi opinión es que te has aliado con mi enemigo”. Palabras
rotundas que delatan inseguridad, negativa a dialogar, repetición verdaderos
panfletos parlantes de temas mal aprendidos en otra época. Y lo peor de todo: pensamiento
subjetivo.
Julius Evola afirmaba que la única forma de “ser uno mismo” es estar
permanentemente en guardia (Gustav Meyrink había escrito en su novela El
rostro verde: “Velar lo es todo”) realizar un esfuerzo continuo por la
búsqueda de la objetividad, el tratar de ver el mundo y a uno mismo tal como son,
sin distorsiones generadas por las sombras del pasado, por los miedos del
presente, por un futuro preconcebido sin aportación de datos objetivos, por
ambiciones insatisfechas o por la presión de fracasos propios. En la
juventud, esto puede disculparse, pero cuando se ha adquirido cierta experiencia
en la vida, esa subjetividad denota ese “complejo de dios” al que me he
referido y que se manifiesta estos días en la cuestión de Gaza ¡como si un
problema que dura 100 años pudiera despacharse en una consigna de media línea!
Es difícil solidarizarse de forma efectiva con Gaza a la vista de
las “afinidades electivas” y fuera de la extrema-izquierda. A quienes lo
intenten, les deseamos la mejor de las suertes. Pero esa lucha no es nuestra
lucha. Nuestra lucha está aquí en la sagrada tierra de Europa, en su defensa y
en sus valores. Y quien diga que ambos temas son compatibles, le instamos a que
nos lo demuestre de manera práctica…
