Hay artículos que escribí hace años y tuvieron entonces sus
lectores. Nosotros mismos los olvidamos, pero, bruscamente, al cabo de unos
años, volvieron a leerse de nuevo y esto me ha hecho pensar en un tema que
tenía olvidado desde entonces. A esto se ha unido el que, hace unos días, un
querido amigo y camarada de pasadas luchas me comunicó que él y otro veterano cofrade,
perdido éste en disquisiciones doctrinales desde hace 20 años, habían ingresado
en el Frente Obrero.
Mejor en el FO que en Podemos, desde luego, pero hay que reconocer,
sobre todo, que el FO, emanación del ya disuelto Partido Marxista Leninista
(según se lee en Wikipedia…). El FO es una formación que va “por el buen
camino”, incluso que es un “camino paralelo” al de otros partidos
anti-inmigración. En este mismo blog hemos recomendado seguir con atención a
este partido y, más que a él, a su rostro más significado, Roberto Vaquero.
Hemos añadido, que toda persona de izquierdas, si desea una línea coherente y “actual”
debería apoyar esta formación. Como también hemos dicho que, en el campo
independentistas solo hay un grupo que merezca la consideración y el apoyo de
los nacionalistas catalanes: el dirigido por Silvia Orriols, Aliança Catalana.
En ambos casos, el punto común es la identificación de la inmigración masiva
como principal problema de estos momentos.
¿Quiere decir esto que recomendemos la filiación al Frente Obrero o
a Aliança Catalana…? En realidad, lo que decimos es que, alguien de izquierdas
o alguien que comparta posiciones nacionalistas catalanas, no puede dudar: FO,
en un caso y Aliança Catalana, en el otro, son las únicas opciones capaces de
reconocer el primer problema nacional, unido a que carecen de compromisos con
la corrupción o con el terrorismo y mantienen un notorio desafío a la “corrección
política”. Eso es todo.
Los que procedemos de otros ambientes políticos experimentamos
reservas a la hora de afiliarnos a estas formaciones:
- en el caso de Aliança Catalana porque consideramos que España es
una “unidad” geopolítica, histórica y social desde que el mundo antiguo dio a
esta península el nombre de “Hispania” y “Hesperia” y que el nacionalismo
catalán, en cualquiera de sus formas, es una excrecencia de la burguesía
catalana… que, por lo demás, ya no existe y lo poco que existe tiende a invertir
en cualquier lugar, menos en Cataluña. Lo que nos separa de AC es su
independentismo, condenado al fracaso en un momento en el que, Cataluña,
necesita, más que ninguna otra zona del Estado, “auxilio” ante su proceso de islamización.
Un auxilio que solamente puede llegar del Estado Español.
- en el caso del Frente Obrero, las reservas son similares: el FO
es una organización que asume el marxismo como ideología en un momento en el
que el análisis marxista ya no es pertinente: la clase obrera está en vías de
desaparición y, por lo demás, el leninismo cometió el error de aludir a la “conciencia
de clase”… que, como los hechos han demostrado, no existió jamás: existió en
los momentos más duros de la explotación capitalista, a finales del XIX y en a
primera mitad del siglo XX, “solidaridad de clase”, pero la “conciencia” del
obrero no era otra que la de convertirse en burgués y dejar de ser obrero. Por
otra parte, existen métodos de análisis histórico más pertinentes (el de Evola
y Guénon que perciben la historia como decadencia) que el análisis marxista
(que ve la historia como “progreso”).
Todo esto impide que, más allá de cierta “simpatía temática” en el
tema de la necesidad de una lucha contra la inmigración masiva y de compartir actitudes
contra el “wokismo” o la “corrección política”, podamos sentirnos “cómodos” dentro
de estas formaciones.
LA IZQUIERDA NACIONAL… UN VIEJO TEMA
Si nos atenemos a las estadísticas parece claro que, aquí y ahora,
el único partido que recibe el apoyo de “los trabajadores”, es VOX. ¿Es sensato
aludir a Vox como “izquierda nacional”? Pues no exactamente, a pesar de que
este partido toca de forma creciente temáticas que en otro tiempo sonaban a “izquierda”:
crítica a la globalización, crítica al sistema político basado en dos columnas
centrales, crítica a la “Iglesia oficial”… Así pues, si alguien se siente identificado
con la “izquierda nacional”, mejor que se ponga a la cola en la ventanilla de
afiliaciones de Vox, por aquello de la coherencia.
Porque no existe ninguna “izquierda nacional” (Armesilla, FO) apta
para gentes que no procedan de la “vieja izquierda”. ¿Transversalismo? El “transversalismo”
vale para las relaciones entre partidos, no existe “transversalismo” dentro de
un partido que, como mínimo, debe ser unitario, si es que aspira a tener
una existencia prolongada.
Este tipo de colaboraciones se justifican con una argumentación
peregrina, especialmente en el caso del FO: este grupo formaría parte de la “izquierda
nacional”, al igual que otros grupos disidentes de la “izquierda oficial” y que
están surgiendo de las ruinas del edificio en fase de derribo del PSOE o bien de los
que se niegan a convertir el espacio a la izquierda de esta sigla maldita en
una especie de reductos del “freakysmo progre” en el que nadie que haya
militado en tiempo pasado, sincera y honestamente, en esa izquierda puede
reconocerse.
¿Existe la “izquierda nacional”? ¿ha existido alguna vez? ¿podría
existir? ¿tiene raíces históricas?
La respuesta es compleja, aunque el problema, en la práctica, sea irrelevante: muy pocos, a la largo de la historia reciente, se han interesado por este concepto y todos los grupos que siempre han querido asumir ese rotulo han sido minoritarios, hiperminoritarios o, incluso, se hayan configurado con demasiada frecuencia “sectas giróvagas” (esto es, grupos empeñados en insistir obsesivamente en el tema, sin darse cuenta de que no avanzan ni un centímetro en su lucha política).
Y cuando no se avanza es porque se intenta ocupar un
espacio político que no existe.
Así pues, a la pregunta de si “¿Existe?”, podemos
contestar: apenas. Y esa nimiedad es lo que impulsa a algunos a practicar el
“entrismo” en formación que creen que pueden “reorientar”.
A la pregunta de si “¿ha existido alguna vez?”, la respuesta es
sí: en el primer fascismo, en el nazismo de los Strasser, en los nacional-bolcheviques
de Hamburgo, en grupos como el Partido Carlista o la Falange Auténtica, en el “francismo”
de Georges Valois, en la mente algo averiada de Edvard Limonov, en el fantasioso Jean Thiriart de La Nation Européenne… Estas
son sus “raíces históricas”. No son como para echar cohetes, es más bien,
un elenco de fracasos absolutos.
Podríamos añadir otra pregunta: el peronismo argentino, la
Alianza Popular Revolucionaria América o el también peruano régimen de Velasco
Alvarado, el castrismo de la primera época, el gobierno de Ghadafi posterior a
la toma del poder en 1969 o de Nasser y el movimiento de la no-alineación, el Baas
sirio e iraquí ¿no fueron movimientos “terceristas” y, por tanto, de “izquierda
nacional”?. La discusión pormenorizada de cada caso nos llevaría demasiado
lejos, así que nos limitaremos a decir que todos estos regímenes fueron el
producto de circunstancias históricas, pasadas las cuales, estos movimientos
desaparecieron o se reorientación en direcciones muy diferentes a las que les
habían dado vida. Pertenecen a la historia y a un tiempo muy diferente del que
discurre en el siglo XXI. Y, precisamente, por eso, ya no sirven como
ejemplos, y los rescoldos que quedan de algunos de ellos, son la negación misma
de sus orígenes.
La falta de imaginación es lo que genera permanentes y obsesivas miradas
al pasado. No hace mucho recibí un manifiesto de un gropúsculo que llamaba a
la “liberación nacional”. Todo su discurso se basaba en un eslogan que
tiene cierta lógica pero que mostraba que sus defensores no se habían dado
cuenta de que la “dimensión nacional” ha cambiado, que no hay un “imperialismo”
malvado que someta a los pueblos, que todo esto era cosa de la colonización o
bien de la guerra fría y que un discurso de “liberación nacional” es hoy un arcaísmo
ingenuo. Las cosas son mucho más complejas que esas absurdas simplificaciones.
Por edad, recuerdo que durante los últimos años del franquismo y en
los primeros de la transición se hablo mucho de la “izquierda nacional”. Y a
este tema le dediqué algunos escritos que, por algún motivo, vuelven a leerse
de nuevo. Cuando se hablaba en aquella época de “izquierda nacional” se
miraba a grupos como la Falange Auténtica, Cantarero del Castillo, el periodista
Rodrigo Royo que había planteado directamente el tema. De todo aquello,
hoy, no queda absolutamente nada. Revisar lo que se escribió en aquellos años suscita
sonrisas por sus trampas, por sus falsificaciones históricas, por sus
mentirijillas y por sus opiniones sesgadas: que si hubo proyectos de “atentados
falangistas contra Franco”, que si “Hedilla fue un líder obrero”, que
si José Antonio era “equidistante de las izquierdas y de las derechas pero,
como Ramiro Ledesma, más próximo a la izquierda que a la derecha”, que si “Indalecio
Prieto era un gran amigo de José Antonio”, que si “Angel Pestaña estaba
mirando de afiliarse a Falange”, que si existió una línea de continuidad histórica
entre la Falange de José Antonio y la FE-JONS(A) de la transición… en fin, todo
muy ingenuo, muy mal fundamentado, con un altísimo grado de “adaptacionismo mistificador” al clima político de la transición y, por todo ello, destinado a
la irrelevancia y a la desaparición. Y, además, todo ello desmentido en muchas
ocasiones…
* * *
Pero, lo más sorprendente es que, como serpientes de verano, las
mismas actitudes vuelven a repetirse una y otra vez. ¿Cómo es posible? Hay
pocas respuestas: por ignorancia y/o falta de experiencia (a veces deliberada,
porque algunos de los pontifex maximus de la “izquierda nacional”
superan ya los 50 años), o bien porque nadie -absolutamente nadie- ha hecho
autocrítica de las posiciones pasadas (¿debemos llamar “autocrítica” a lo que
solamente sería un aviso para que ninguna otra promoción de militantes volviera
a caer en los mismos errores?).
Sirve todo esto como introducción para la serie de artículos sobre
La Falange de izquierdas escritos hace una década…
